Religión y Marxismo no son incompatibles
texto publicado como artículo de opinión en el blog Villaverde Comunista - octubre de 2012
Trataremos, en lo que sigue de aclarar este título y solucionar algunas contradicciones que entraña.
Todo el mundo proveniente del Marxismo conoce las famosas diferenciaciones entre la contradicción principal y la contradicción secundaria. La principal es la antagónica, la excluyente, la contradicción secundaria es la que no excluye una colaboración de tipo táctico, instrumental, una contradicción que hay que gestionar en beneficio de todas las partes.
La contradicción entre Marxismo y Religión es antagónica en cuanto que hablamos de dos "instituciones" que, a la larga, van a ser incompatibles. Pero no es una contradicción antagónica en el corte y medio plazo, en el sentido en que pueden aprender a convivir y a encontrar puntos de acuerdo y colaboración.
Tal necesidad de "convivencia" se da en dos órdenes. En primer lugar, en tanto que ambas instituciones reconocen en el otro una fuerza y un poder temporal (Histórico) insoslayable e imposible de obviar. En segundo lugar, en tanto en que el marxismo y la religión se interpenetran e influyen mútuamente.
Esta "aculturización" de marxismo y religión se vuelve a dar en dos sentidos: por un lado, el marxismo se llena de metáforas religiosas y ve en la religión a un referente cultural. Por otro lado, en tanto en que la religión se ve influido por el análisis histórico del marxismo y aprende sus categorías filosóficas para interpretar la realidad.
El grado extremo de confluencia entre religión y marxismo es cuando la religión es utilizada para denunciar la explotación y las injusticias sufridas por colectivos sociales, y utiliza, a la vez, las categorías del marxismo para explicar esas situaciones de explotación y opresión.
La religión ha sido, históricamente, tanto una válvula de escape de la realidad, como un vehículo socialmente aceptado para interpretarla y tratar de cambiarla. Las luchas de clases de la antigüedad se resolvían en el terreno político-militar, en la confrontación directa entre grupos, y en el terreno religioso, a falta de un terreno específicamente político para el debate y la discusión de propuestas. Las "luchas de religión" que sufre la Humanidad hasta el inicio de las revoluciones burguesas (donde el lenguaje político empieza a sustituir al lenguaje religioso y militar o político-militar) son luchas de clases, en última instancia, en sus diversas variantes; luchas de castas, luchas entre imperios, y luchas entre dominadores y dominados, luchas entre explotadores y explotados, entre ocupantes y ocupados. Estas luchas se resolvían recurriendo a un lenguaje religiosa, a falta de otro lenguaje mejor -más efectivo e invocador- al que recurrir.
La contradicción principal entre religión y marxismo radica en que, justamente, si bien ambas instituciones pueden aprovecharse una de la otra, el lenguaje religioso y el lenguaje político son incompatibles, a la larga, y en ambos lenguajes se expresan realidades y aspiraciones muy distintas.
Si bien la religión, en tanto consuelo psicológico y reservorio cultural tradicional, puede plantear su aspiración en la preservación intacta de las relaciones sociales tradicionales, y en la espera de un final de los tiempos en que todos los problemas sociales desaparezcan, el marxismo, muy al contrario, plantea la arena de la práctica social y de la organización como única vía para lograr cambios sociales y políticos significativos que permitan superar esos problemas.
Ambas instituciones parecen querer hablar de lo mismo, pero ni el lenguaje que emplean ni el tono con el que lo hacen es el mismo. Si bien la religión ha podido conciliarse con fórmulas "más moderadas" de la política, como el liberalismo o el conservadurismo, en el caso del socialismo-marxista la conciliación es puramente aparente y sólo desde un punto de vista instrumental, porque, a la larga, una de las instituciones tenderá a desplazar a la otra.
El marxismo es un lenguaje nuevo que radicaliza, y transforma, las anteriores formas de interpretar la realidad. En su revisión o perversión, el marxismo también es susceptible de quedar "anticuado" y, en ese caso, convertirse en una forma de falso lenguaje religioso o de falso lenguaje militarista. En ambos casos, no será el papel que le corresponde, y las organizaciones que difundan este tipo de falso lenguaje marxista tenderán, ellas mismas, a quedarse atrasadas en la marcha de la Historia.
texto publicado como artículo de opinión en el blog Villaverde Comunista - octubre de 2012
Trataremos, en lo que sigue de aclarar este título y solucionar algunas contradicciones que entraña.
Todo el mundo proveniente del Marxismo conoce las famosas diferenciaciones entre la contradicción principal y la contradicción secundaria. La principal es la antagónica, la excluyente, la contradicción secundaria es la que no excluye una colaboración de tipo táctico, instrumental, una contradicción que hay que gestionar en beneficio de todas las partes.
La contradicción entre Marxismo y Religión es antagónica en cuanto que hablamos de dos "instituciones" que, a la larga, van a ser incompatibles. Pero no es una contradicción antagónica en el corte y medio plazo, en el sentido en que pueden aprender a convivir y a encontrar puntos de acuerdo y colaboración.
Tal necesidad de "convivencia" se da en dos órdenes. En primer lugar, en tanto que ambas instituciones reconocen en el otro una fuerza y un poder temporal (Histórico) insoslayable e imposible de obviar. En segundo lugar, en tanto en que el marxismo y la religión se interpenetran e influyen mútuamente.
Esta "aculturización" de marxismo y religión se vuelve a dar en dos sentidos: por un lado, el marxismo se llena de metáforas religiosas y ve en la religión a un referente cultural. Por otro lado, en tanto en que la religión se ve influido por el análisis histórico del marxismo y aprende sus categorías filosóficas para interpretar la realidad.
El grado extremo de confluencia entre religión y marxismo es cuando la religión es utilizada para denunciar la explotación y las injusticias sufridas por colectivos sociales, y utiliza, a la vez, las categorías del marxismo para explicar esas situaciones de explotación y opresión.
La religión ha sido, históricamente, tanto una válvula de escape de la realidad, como un vehículo socialmente aceptado para interpretarla y tratar de cambiarla. Las luchas de clases de la antigüedad se resolvían en el terreno político-militar, en la confrontación directa entre grupos, y en el terreno religioso, a falta de un terreno específicamente político para el debate y la discusión de propuestas. Las "luchas de religión" que sufre la Humanidad hasta el inicio de las revoluciones burguesas (donde el lenguaje político empieza a sustituir al lenguaje religioso y militar o político-militar) son luchas de clases, en última instancia, en sus diversas variantes; luchas de castas, luchas entre imperios, y luchas entre dominadores y dominados, luchas entre explotadores y explotados, entre ocupantes y ocupados. Estas luchas se resolvían recurriendo a un lenguaje religiosa, a falta de otro lenguaje mejor -más efectivo e invocador- al que recurrir.
La contradicción principal entre religión y marxismo radica en que, justamente, si bien ambas instituciones pueden aprovecharse una de la otra, el lenguaje religioso y el lenguaje político son incompatibles, a la larga, y en ambos lenguajes se expresan realidades y aspiraciones muy distintas.
Si bien la religión, en tanto consuelo psicológico y reservorio cultural tradicional, puede plantear su aspiración en la preservación intacta de las relaciones sociales tradicionales, y en la espera de un final de los tiempos en que todos los problemas sociales desaparezcan, el marxismo, muy al contrario, plantea la arena de la práctica social y de la organización como única vía para lograr cambios sociales y políticos significativos que permitan superar esos problemas.
Ambas instituciones parecen querer hablar de lo mismo, pero ni el lenguaje que emplean ni el tono con el que lo hacen es el mismo. Si bien la religión ha podido conciliarse con fórmulas "más moderadas" de la política, como el liberalismo o el conservadurismo, en el caso del socialismo-marxista la conciliación es puramente aparente y sólo desde un punto de vista instrumental, porque, a la larga, una de las instituciones tenderá a desplazar a la otra.
El marxismo es un lenguaje nuevo que radicaliza, y transforma, las anteriores formas de interpretar la realidad. En su revisión o perversión, el marxismo también es susceptible de quedar "anticuado" y, en ese caso, convertirse en una forma de falso lenguaje religioso o de falso lenguaje militarista. En ambos casos, no será el papel que le corresponde, y las organizaciones que difundan este tipo de falso lenguaje marxista tenderán, ellas mismas, a quedarse atrasadas en la marcha de la Historia.