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    “Hablar en público” - breve texto resumen del que publicó CC OO de Madrid en un folleto de formación titulado “Técnicas de Información y Comunicación” – comienzos de los años 1990

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    Mensaje por pedrocasca Miér Dic 05, 2012 1:22 pm

    “Hablar en público”

    breve texto resumen del que publicó CC OO de Madrid en un folleto de formación titulado “Técnicas de Información y Comunicación” – comienzos de los años 1990

    Una charla, una conferencia o la intervención en una asamblea no son más que un acto de comunicación entre la persona que habla y aquellos que reciben su mensaje, estableciéndose entre ellos una relación a través de palabras y gestos.

    En la mayoría de libros y artículos que tratan sobre el tema consideran que ser un orador eficaz está al alcance de cualquiera, siempre y cuando se sigan unas elementales normas basadas en la lógica, la práctica y el íntimo convencimiento de que se sabe lo que se está haciendo y por qué.

    Una regla importante es que debe hablarse de lo que se sabe, de lo que nos interesa o preocupa. Difícilmente se conecta con un auditorio si el asunto que exponemos no provoca en el orador algún tipo de sensaciones fundamentadas en ideas propias o asumidas, no extrañas a la propia persona.

    Es necesario preparar el asunto del que se va a hablar de manera tal que podamos disponer de datos, hechos, recuerdos, anécdotas, noticias, todo ello ordenado de manera tal que podamos echar mano según lo vayamos necesitando y según avancemos en un guión o esquema lógico (escrito o no) que hayamos preparado para la intervención.

    Se indica en distintos textos que el llamado “miedo escénico” que en muchas ocasiones ataca al orador constituye en realidad un estímulo psicológico cara a hablar en público, pero que hay que afrontarlo con decisión para que no sea un obstáculo insalvable o nos lleve a dudar, balbucear, a perdernos en lo que decimos o a ser incongruentes. No se dan recetas acerca de cómo actuar, pero ayuda estar relajado (respiración lenta y profunda) y concentrado en lo que vamos a hacer y decir y, en especial, tener el auto-convencimiento de que sabemos lo que queremos hacer.

    Se sugiere como táctica que las primeras palabras sean de saludo, amenas, atrayentes, expresivas, en tono pausado, con voz segura, una locución clara y mirando al auditorio o hacia las personas que nos rodean y a quienes va dirigido el mensaje que queremos transmitir. Una manera de romper el hielo es comentar una noticia o contar una breve anécdota relacionada con el asunto que vamos a tratar, aunque depende del tipo de acto en el que estemos.

    El cuerpo central de nuestra intervención es donde se desarrolla el asunto que queremos tratar. Debe seguir el esquema lógico que nos hemos preparado y es el momento de dar argumentos, de mostrar nuestras hipótesis, de demostrar nuestras tesis, de posicionarnos claramente, de explicar, de convencer. Todo lo que se dice está relacionado con el tema, sin digresiones, sin ideas dispersas, con un orden lógico (que hemos prefijado en nuestro guión o esquema lógico) y haciendo claras separaciones cuando pasemos de un punto a otro de nuestra intervención.

    Puede considerarse la parte final de nuestra intervención como la más importante. Está demostrado que un oyente retiene apenas un 10 o 15 por ciento del total de lo que se le dice, siendo la parte final del discurso en donde debemos resumir las ideas centrales de lo expuesto y en donde hay que reforzar lo que más nos interese destacar o dar los últimos argumentos a favor de lo que decimos. Se aconseja no finalizar de manera brusca, sino siguiendo la lógica del conjunto de la intervención, salvo que se trate de excitar y enardecer a quienes nos escuchan.

    Algunas recomendaciones sobre el conjunto de actuaciones que configuran el hecho de hablar en público son:

    Naturalidad: ser tal y como se es, incluso con los propios defectos. Es la regla de oro de la comunicación oral para lograr el favor de un auditorio.

    Amabilidad: cuesta lo mismo ser amable, incluso simpático, que hosco, desagradable o maleducado. Es positivo lograr una corriente de simpatía hacia el orador y sus argumentos.

    Brevedad: ser breve no significa hablar poco tiempo, sino lo necesario. Alargar un discurso y provocar el aburrimiento de los que escuchan es totalmente contraproducente. No está de más tener un reloj a la vista.

    Las pausas y silencios breves sirven para pasar de un asunto a otro o para reforzar una idea en concreto. Los cambios de ritmo y tono de la voz evitan la monotonía y el aburrimiento.

    El auditorio no tiene que estar pendiente del aspecto físico del orador. Dentro del propio estilo habitual y la naturalidad que da el sentirse cómodo, no hay que intentar deslumbrar por el aspecto ni ser un punto de total discordancia con el conjunto de personas que nos escuchan.

    Mirar al techo, al suelo o centrar la vista en las paredes nos desconecta del auditorio. Si miramos a las personas podremos captar las sensaciones de los que escuchan, además de crearnos un ambiente de confianza y de darnos ánimos fijándonos en aquellos que vemos más receptivos.

    Hablar de pie o sentado depende en gran medida del tipo de local, de oradores anteriores y de los objetivos emocionales del discurso. Hay que sentarse de manera cómoda, sin desaparecer o hundirnos en el asiento y dentro de las más elementales normas de la educación. Si estamos de pie no hay que parecer una estatua rígida como un palo y no hay que dar la espalda al auditorio en ningún caso. El movimiento de manos, brazos, piernas, los gestos que hagamos con la cara, hay que procurar sean naturales, no convulsos y no deben esconderse del público.

    El lenguaje utilizado debe ser claro, sencillo, gráfico, no afectado, acorde con las personas a las que nos dirigimos. No es lo mismo hablar con vehemencia y fuerza que hablar a gritos; no es lo mismo hablar tranquilamente y en voz baja que aburrir o dejar al público sin escuchar.

    Procuremos que la intensidad de la voz y su entonación varíe a lo largo de la intervención en función de lo que estamos diciendo y el efecto que queremos lograr.

    Es conveniente evitar el uso de jergas técnicas, demasiado localistas o de grupos minoritarios; hay que usar el mínimo de siglas y no abusar de bromas, muletillas y preguntas con auto-respuesta.

    Es fundamental tener presente que hablamos para aquellos a quienes queremos convencer. En ningún caso hay que caer en la autocomplacencia, en escucharnos a nosotros mismos en vez de hablar para el auditorio.

    Se considera contraproducente leer folios o informes como práctica habitual o como parte importante de nuestro discurso. “Chupar micrófono” cuando hay más oradores puede ser negativo en la valoración de los que escuchan. Tampoco vale ir de “listillo” que todo lo sabe, de excesivamente culto, de autosuficiente, de conocedor; ser natural también implica saber a qué tipo de auditorio nos estamos dirigiendo.

    Si apelamos al entendimiento de los que nos escuchan, a la responsabilidad colectiva y a los sentimientos, debemos dejar claro que las soluciones las buscamos de manera conjunta entre orador (o la organización a la que representa) y público.

    Si damos por sentado que vamos a hablar de aquello que conocemos y que nos dirigimos al auditorio de manera documentada y con la intervención preparada, pueden seguirse algunas normas de interés para la elaboración de un guión o esquema lógico, que obligatoriamente no tiene que estar escrito y que es una ayuda de cara a organizar y estructurar nuestra intervención. Este guión debe responder a unas preguntas similares a:

    Por qué voy a hablar – A quienes me dirijo – Dónde– Tengo tiempo limitado – Necesito documentarme – Qué quiero decir y transmitir – Cómo voy a hablar – Cómo voy a estructurar mi intervención

    Las primeras veces que se hable en público probablemente el guión será más amplio e incluso en él nos remarcaremos frases o palabras que nos interesa recalcar, clarificar o desarrollar con más profundidad. Nunca está de más ensayar, si es necesario, y releer nuestro guión.

    En los locales dotados con megafonía y elementos audiovisuales, no hay que considerarlos como un enemigo, sino como un elemento que nos permite llegar en mejores condiciones a la gente.
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    Mensaje por pedrocasca Lun Abr 08, 2013 11:26 am

    Se ha publicado el tema:

    "Manual de Oratoria para Dirigentes Sindicales" - Enrique H. Sosa (Compilador) - impreso en Argentina en 2009

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