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    Sobre la Guerra Popular en los países imperialistas - publicado en 7 partes en el blog ODC

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    Mensaje por Platon Sáb Dic 15, 2012 9:28 pm

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    Traducido por el camarada SADE para ODC

    Traducido de Clarté Rouge N°3, órgano teórico del Centro Marxista-Leninista-Maoísta (Bélgica)

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    PROBLEMAS DE LA GUERRA POPULAR (TERCERA PARTE) [1/7]

    LO QUE PUEDE Y DEBE SER LA GUERRA POPULAR PROLONGADA EN LOS PAÍSES IMPERIALISTAS



    Introducción

    En este número de Clarté Rouge, y como tercera contribución del Centro Marxista-Leninista-Maoísta (Bélgica) al debate sobre la guerra popular, proponemos, como ya anunciamos, un documento sobre Lo que debe ser la guerra popular prolongada en los países imperialistas.

    Se adjunta a este documento igualmente la reciente Declaración de apoyo a la guerra popular en la India: [ [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] ] de 15 de noviembre de 2012, firmada por nuestra organización, Maoístas Árabes, el Colectivo Odio de Clase (Estado español), el Grupo Reconstrucción - PERUCRPM (Estado español), la Organización Comunista Bandera Roja (Estado español), el Partido Comunista de Ecuador Sol Rojo, el Partido Comunista (Marxista-Leninista) de Panamá, la Unión Obrera Comunista MLM (Colombia) y el Partido Comunista de Perú - Comité Base Mantaro Rojo.

    El Partido Comunista Marxista-Leninista-Maoísta (PCMLM), de Francia, se abstuvo de firmar esta declaración y acaba de explicar los motivos de su decisión en un documento titulado Documento 28 - Sobre una conferencia para la India. Nuestra proximidad al PCMLM no es un secreto para nadie. El PCMLM ha desempeñado y desempeña cada día un papel saludable en la gran lucha ideológica por un marxismo-leninismo auténtico, pensamiento y acción revolucionaria vivos, creativos, científicos, en adecuación dialéctica con lo real que desentraña y transforma. Quienes no ven en el PCMLM más que a “unos señores que se dedican a dar lecciones” demuestran por ello mismo que las necesitan de veras...

    Esta proximidad político-ideológica al PCMLM, que se traduce especialmente en la frecuencia con que republicamos sus documentos, no implica una coincidencia absoluta. La diferencia de posiciones que acaba de surgir lo demuestra una vez más. Si se trata de momentos diferentes de un mismo pensamiento que se está forjando dialécticamente o de los primeros indicios de una divergencia real llamada a hacerse más profunda, el movimiento mismo de la lucha revolucionaria, de los debates y posicionamientos que la propia lucha impone, nos lo dirá. Aspiramos a la unidad pero no mercadearemos con la verdad, porque sólo la adecuación a lo real abre perspectivas a la lucha.

    Los camaradas del PCMLM han entendido perfectamente la esencia de la posición del documento común al resumirla del modo siguiente: “no era posible apoyar esta conferencia porque muchos de los que la apoyan son “centristas”, es decir, personas que han apoyado a Prachanda en el pasado, sin llevar a cabo posteriormente la menor autocrítica. (…) ¿cómo es posible apoyar la Guerra Popular en la India, si no se ha apoyado correctamente la Guerra Popular en Nepal?”

    Este resumen requiere una precisión: nosotros no hemos participado en esta conferencia no por las posiciones de “muchos de los que la apoyan”, sino por las posiciones de aquellos que la han promovido y organizado, empezando por el PCM de Italia. Hacemos esta aclaración porque no queremos dar a entender que denunciamos a todos los que la han apoyado o incluso participado en esta conferencia.

    Pero vayamos al corazón de la singular posición del PCMLM: “No es posible comprender la evolución en la India sin tener una visión completa, sin comprender exactamente la cultura, la nación, la ideología, la religión, el modo de producción. Y de hecho, esto es cierto para todos los países si se utiliza el materialismo dialéctico. El problema aquí, por supuesto, es que el Partido Comunista de la India (Maoísta) tiene una línea pragmática, en la tradición de los años 90, como el TKP/ML en Turquía y el PC de Filipinas; la guerra popular se considera como un método y se rechaza claramente la necesidad del pensamiento. (…) La guerra popular no es un “método” o un estilo de trabajo, es la producción material del pensamiento, es decir, la confrontación revolucionaria con el viejo Estado y las clases dominantes reaccionarias, según una estrategia basada en el pensamiento, en la síntesis revolucionaria hecha en el estudio práctico de un país.”

    Tendremos ocasión de volver sobre el aspecto general de esta problemática esencial, que plantea la cuestión del carácter universal de la guerra popular. Tan sólo querríamos señalar a los camaradas del PCMLM que, a efectos demostrativos, “fuerzan la caracterización” hasta dar una imagen incorrecta del PCI (M). A nuestro juicio, el documento del PCI (M) Perspectivas urbanas, que publicamos en el primer número de Clarté Rouge, es un ejemplo notable de “pensamiento” en el sentido maoísta del término. Este documento es un análisis minucioso de la realidad específica de las ciudades indias, de las contradicciones revolucionarias que se dan en su seno y de las perspectivas de lucha que ofrecen así como de las decisiones tácticas, estratégicas y organizativas que se derivan de ello.

    El PCMLM explica que esta falta de “pensamiento” en la India explica la ausencia del PCI (M) de la lucha ideológica internacional. Aquí, de nuevo, para forzar una caracterización correcta (la falta de implicación del PCI (M) en la lucha ideológica internacional), el PCMLM llega a una conclusión falsa (“la falta de contribuciones internacionales en términos de ideología, política, cultura y arte”). Basta con recordar el posicionamiento del PCI (M) en su Comunicado de prensa de 13 de noviembre de 2006 sobre los acuerdos de paz de Nepal, posicionamiento que asestó un golpe terrible al prachandismo:

    “Todas las experiencias de la revolución mundial han demostrado una y otra vez que sin el ejército del Pueblo es imposible que el pueblo ejerza su poder. Nada es más terrible para el imperialismo y los reaccionarios que las masas armadas: por eso llegarían de grado al acuerdo que fuera con tal de desarmarlas. De hecho, el desarme de las masas ha sido la cantinela constante de todas las clases gobernantes reaccionarias desde el surgimiento de la sociedad de clases. Las masas desarmadas son presa fácil para las clases reaccionarias y los imperialistas que incluso así, desarmadas, son capaces de masacrarlas, como demuestra la historia. El Comité Central del PCI (Maoísta), como destacamento del proletariado mundial, advierte al PCN (Maoísta) y al pueblo de Nepal del grave peligro inherente al acuerdo de depósito de armas y les exhorta a reconsiderar sus tácticas a la luz de pasadas y amargas experiencias históricas.

    El acuerdo por el que los maoístas formarán parte del gobierno provisional en Nepal no puede transformar el carácter reaccionario de la maquinaria estatal al servicio de las clases dominantes explotadoras y de los imperialistas. El estado puede ser instrumento en manos bien de las clases explotadoras bien del proletariado pero no puede servir a los intereses de ambas clases enfrentadas en encarnizada contienda. Constituye un principio fundamental del marxismo que no puede lograrse ningún cambio básico en el sistema social sin destruir la maquinaria del estado. Las reformas desde arriba no pueden traer ningún cambio cualitativo en el sistema social de explotación por muy democrática que pudiera parecer la nueva constitución y aun cuando los maoístas llegaran a convertirse en un componente importante del gobierno. Es mera ilusión pensar que puede construirse un nuevo Nepal sin aplastar el estado actual.

    (...)

    Nuestro Comité Central quiere dejar meridianamente claro al PCN (M) y al pueblo en general que no puede haber auténtica democracia en ningún país sin la toma del poder del estado por el proletariado, y que la llamada democracia multipartidista no puede aportar ningún cambio fundamental a la vida del pueblo. El Comité Central del PCI (Maoísta) exhorta a los partidos maoístas y a los pueblos de Asia meridional a persistir en el camino de la guerra popular prolongada tal como indicó el camarada Mao. Hacemos también un llamamiento al PCN (Maoísta), una vez más, para que reconsidere sus tácticas actuales que, de hecho, están torciendo el rumbo estratégico de la revolución en Nepal y para que denuncie su acuerdo con el gobierno nepalí sobre el depósito de las armas del EPL pues dicho acuerdo dejará indefenso al pueblo ante los ataques de los reaccionarios.”


    Esta discusión sin duda no está cerrada y, en este tema como en otros (puesto que nuestras primeras publicaciones han provocado ya reacciones), tenemos de intención de proseguir el debate hasta el final.

    Al final de este número publicamos De la guerra prolongada, el segundo gran clásico de Mao sobre la guerra popular.

    ¡Viva el marxismo-leninismo-maoísmo!

    ¡Guerra popular hasta el comunismo!


    Centro Marxista-Leninista-Maoísta (B): Lo que puede y debe ser la guerra popular prolongada en los países imperialistas


    1. La guerra popular es una guerra


    En el n° 7 de Claridad, la revista del Bloque Marxista-Leninista, publicamos una polémica entre el (n)PCI y T. Derbent sobre el concepto de guerra. Para esquematizar, según el (n)PCI, el trabajo legal y paralegal destinado a preparar las condiciones para la constitución de una fuerza armada proletaria es ya la guerra:

    “La guerra entre la burguesía y la clase obrera es un enfrentamiento por el poder. La burguesía quiere conservar el poder. La clase obrera quiere tomar el poder. Es un enfrentamiento entre dos campos. Uno dispone de un Estado consolidado por una larga tradición y apoyado por la “sociedad civil”. El otro, combatiendo, tiene que construir su Estado y el apoyo social a su Estado: el partido comunista, el frente de fuerzas y clases revolucionarias, las fuerzas armadas. Normalmente, en el comienzo de su lucha, aún no tiene fuerzas armadas. Llamamos “guerra” a este enfrentamiento: guerra popular revolucionaria prolongada en el tiempo. Porque es un solo proceso (aunque se realice por etapas que deben diferenciarse). Porque es el enfrentamiento de dos poderes antagónicos uno de los cuales debe eliminar al otro.” (1)

    Por contra, para Derbent la guerra se define por el uso de la lucha armada, y ello de tres maneras y/o por tres razones:

    Por ortodoxia clausewitziana (volveremos sobre esta cuestión).

    Para evitar que la extensión hasta el infinito del concepto le haga perder cualquier atisbo de especificidad (para el (n)PCI, por ejemplo, la preparación para la guerra es ya la guerra) y abra el camino a un neorrevisionismo (considerar como “guerra” una fase que no es la guerra permite perfilarse como “en guerra” aun cuando la práctica sea pacífica). Es una cuestión importante sobre la que volveremos en nuestra cuarta contribución.

    Porque esta definición es la reconocido por los clásicos del marxismo-leninismo-maoísmo.

    Este último punto, no obstante, merece una mayor atención porque la mayoría de las citas traídas a colación no hablan de lucha armada sino de lucha violenta –y creemos que la distinción es importante-. Todas estas citas pueden reducirse a esta: “La guerra es la continuación de la política por otros medios (a saber: por la violencia). Los marxistas siempre han considerado esta tesis, con toda razón, como la base teórica de las ideas sobre la significación de cada guerra en particular.” [Lenin, El socialismo y la guerra.]

    Sólo la cita de Mao (2) parece legitimar la equivalencia “guerra = lucha armada”, pero de nuevo encontramos aquí la dificultad que ya habíamos recalcado en nuestra contribución anterior, es decir, que, en este pasaje como en otros, Mao se cuida muy mucho de generalizar y procura precisar claramente que todo lo que puede afirmar está dictado por las especificidades de la situación en la China de su tiempo. Corresponde a los comunistas que han seguido a Mao determinar lo que se debe teorizar/generalizar y lo que debe dejarse a la especificidad de la China de la década de los 30.

    En cualquier caso, la conclusión de Derbent “guerra = la lucha armada”, que no sólo es puramente clausewitziana, sino que está también en consonancia con el análisis de la corriente “comunista combatiente”, nos parece reduccionista y militarista. La práctica de la lucha armada implica, en efecto, un nivel de enfrentamiento tal que no puede alcanzarse sino a la larga, dentro de un proceso que ve ya a las fuerzas revolucionarias luchar violentamente contra las fuerzas del régimen.

    O por decir las cosas de otra manera: no admitimos que hacer la guerra popular sea pegar carteles, mantener páginas web o vender un periódico en las manifestaciones sindicales. Estas actividades pueden (o no) servir para aunar fuerzas en la perspectiva de la guerra popular, pero no pueden reclamar el título de guerra. La guerra implica el uso de medios violentos, destructivos de bienes y personas, inevitablemente ilegales y, en sus formas superiores, armados.


    Notas:

    (1) Carta abierta a la redacción de “Clarté” de Giuseppe Maj, en nombre de la Delegación de la Comisión Provisional del Comité Central, (nuevo) Partido comunista italiano, publicada en Clarté nº 7, mayo de 2007.

    (2) “En China, la forma principal de lucha es la guerra, y la forma principal de organización, el ejército. Todas las demás formas, como las organizaciones y luchas de las masas populares, son también muy importantes y absolutamente indispensables, y de ningún modo deben ser dejadas de lado, pero el objetivo de todas ellas es servir a la guerra. (…) En China, sin lucha armada no habría lugar para el proletariado y el Partido Comunista, ni podrían éstos realizar ninguna tarea revolucionaria.” Mao Tse Tung, en Problemas de la guerra y de la estrategia, en Obras Militares, Ediciones en Lenguas extranjeras, Pekín, 1968, p. 306-307.
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    Mensaje por pedrocasca Sáb Dic 15, 2012 9:37 pm

    ¿Este texto es distinto al que está publicado en el tema PROBLEMAS DE LA GUERRA POPULAR?. Si es el mismo, en el tema figuran un par de enlaces para la descarga del texto completo. Si es distinto, mis disculpas.:

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    Mensaje por Platon Sáb Dic 15, 2012 9:56 pm

    pedrocasca escribió:¿Este texto es distinto al que está publicado en el tema PROBLEMAS DE LA GUERRA POPULAR?. Si es el mismo, en el tema figuran un par de enlaces para la descarga del texto completo. Si es distinto, mis disculpas.:

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    Sí, es distinto. El folleto original del PCMLM de Francia se titula "Problemas de la Guerra Popular" y el Centro Marxista-Leninista-Maoísta (Bélgica) lo ha publicado en tres partes. La primera parte (que no está traducida) cuenta de una breve introducción y de un repaso por las experiencias revolucionarias que se dieron en Bélgica. La segunda (que es la traducida por ODC y publicada hace unos meses en el foro) trata sobre los conceptos básicos de la GP y sobre su universalidad. La tercera parte, aquí reproducida, está abocada enteramente, como lo indica el titulo, a estudiar los problemas de la GP en los países imperialistas.

    Abrí un nuevo porque la segunda parte es muy larga y, a pesar de pertenecer al mismo folleto, se abordan cuestiones diferentes.
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    Mensaje por pedrocasca Dom Dic 16, 2012 12:40 pm

    Platon escribió:
    pedrocasca escribió:¿Este texto es distinto al que está publicado en el tema PROBLEMAS DE LA GUERRA POPULAR?. Si es el mismo, en el tema figuran un par de enlaces para la descarga del texto completo. Si es distinto, mis disculpas.:

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    Sí, es distinto. El folleto original del PCMLM de Francia se titula "Problemas de la Guerra Popular" y el Centro Marxista-Leninista-Maoísta (Bélgica) lo ha publicado en tres partes. La primera parte (que no está traducida) cuenta de una breve introducción y de un repaso por las experiencias revolucionarias que se dieron en Bélgica. La segunda (que es la traducida por ODC y publicada hace unos meses en el foro) trata sobre los conceptos básicos de la GP y sobre su universalidad. La tercera parte, aquí reproducida, está abocada enteramente, como lo indica el titulo, a estudiar los problemas de la GP en los países imperialistas.

    Abrí un nuevo porque la segunda parte es muy larga y, a pesar de pertenecer al mismo folleto, se abordan cuestiones diferentes.

    Gracias, tovarich Platon. Me he despistado, probablemente porque en Odio de Clase tampoco es que habitualmente expliquen demasiado lo que publican y en ocasiones es confuso por la similitud de los nombres de los títulos. Saludos.
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    Mensaje por Platon Mar Dic 18, 2012 6:13 pm

    PROBLEMAS DE LA GUERRA POPULAR (TERCERA PARTE) [2/7]

    LO QUE PUEDE Y DEBE SER LA GUERRA POPULAR PROLONGADA EN LOS PAÍSES IMPERIALISTAS


    2. Los medios de la guerra popular

    2.1. Los medios no específicos



    Por “medios no específicos” de la guerra popular entendemos todos los medios que no competen a la guerra. Es bien conocido: “El marxismo no rechaza categóricamente ninguna forma de lucha” (Lenin) y por lo tanto, incluso en el marco de la guerra (o de su preparación), se deben emplear las formas de lucha no violentas en la medida en que puedan serle útiles. Las combinaciones entre el trabajo legal, paralegal e ilegal pueden variar infinitamente, pero su elección debe estar dictada por el análisis concreto de la situación concreta y no por un fetichismo del tipo que sea, de la legalidad o la ilegalidad.

    La guerra popular, pues, abarca, en diversos grados en función de las condiciones objetivas, formas de acción que no competen a la guerra. Esas formas no violentas se integran en una estrategia global que abarca las formas de acción violentas. No vamos a enumerar tales medios, que son los de la militancia clásica. La forma externa de los mismos varía poco (pegadas de carteles, reuniones, huelgas, mítines, manifestaciones, etc.) pero, en el marco de una guerra popular, adoptan dos rasgos particulares:

    a) Se compaginan con los medios violentos para multiplicar los efectos de éstos y beneficiarse de los efectos de éstos.

    b) Se practican con la conciencia de que, debido a la compaginación de que acabamos de hablar y desde la perspectiva de un aumento progresivo en el nivel de enfrentamiento hasta la guerra civil declarada, deben aparejar a su carácter “abierto” una reflexión sobre la seguridad, las perspectivas de ilegalización, criminalización, etc.

    En la primera etapa del proceso, esto significa organizarse de manera que no todos los militantes estén identificados. Como ejemplo de la última etapa del proceso, citemos el ejemplo de los mítines improvisados por la Resistencia, en que los oradores parecían surgir de la nada, arengaban a la multitud y desaparecían bajo la protección de una escolta discreta pero armada.

    El ámbito de la acción legal se ha reducido en las democracias burguesas por tres razones:

    a) La reducción del ámbito mismo. La privatización del espacio público hace que, en nuestras ciudades, la pegada de carteles sea en casi todas partes susceptible al menos de una multa. Se trata además de una tendencia creciente puesto que las ordenanzas municipales de Bruselas identifican a día de hoy la distribución de folletos con una “campaña publicitaria” para la que se necesita autorización (previa a una previsible tasa).

    b) La desigualdad creciente entre los medios de comunicación del enemigo y los nuestros. En la década de los 30, en Europa, se trataba en especial de oponer nuestro diario en papel al diario en papel (y, eventualmente, a la radio, para los proletarios que podían pagarse una) del enemigo, mientras que ahora se trata de hacer frente a periódicos, publicaciones de “información” gratuita y masiva, innumerables cadenas de radio y de televisión.

    c) La incapacidad de la herencia histórica dejada por decenios de traición revisionista y de impotencia izquierdista, el hecho de que las masas hayan estado sometidas y lo sigan estando aún a una avalancha continua de folletos, carteles, periódicos que esconden una auténtica basura ideológica etiquetada como “comunista” y/o “revolucionaria”. De cada mil folletos distribuidos hoy a la puerta de una fábrica, ¿cuántos llegan a leerse? Y de quienes los lean, ¿cuántos pueden distinguir entre los verdaderos y los falsos revolucionarios cuando estos últimos se pretenden más “anticapitalistas” que nadie?

    d) Las leyes que limitan los derechos democráticos (por ejemplo, los derechos para la defensa de los presos políticos o los derechos de expresión de las organizaciones políticas) a los enemigos declarados de la democracia burguesa, leyes votadas invocando generalmente el peligro islamista. En Bélgica, el proyecto de ley “contra el radicalismo”, que prevé la prohibición de las organizaciones que llaman al “derrocamiento violento” del régimen, es un buen ejemplo de este proceso de restricción.


    2.2. Los medios específicos


    ¿Cuáles son los medios específicos de la guerra popular?

    Estos medios son, en primer lugar, formas de acción:

    1° La lucha armada (que, a su vez, adopta formas diferentes: la guerra de guerrillas, la guerra de posiciones, la guerra de movimientos, la insurrección armada…);

    2° La lucha callejera (en otras palabras, el enfrentamiento violento de las masas, consciente y deliberado pero desarmado, contra las fuerzas represivas con ocasión de manifestaciones o concentraciones);

    3° El sabotaje.

    Estas formas de acción, sin embargo, no se convierten en medios específicos de la guerra popular si no se ponen al servicio de una estrategia de guerra popular, lo que implica las siguientes condiciones:

    Estas formas de acción son puestas en práctica por la vanguardia comunista en una estrategia consciente de guerra popular. No son elementos de una guerra popular que unos trabajadores se dediquen a llevar a cabo sabotajes en el marco de una lucha económica, que unos anarquistas pongan una bomba en una comisaría de policía o que jóvenes en situación precaria provoquen disturbios en su barrio. Éstas son expresiones de las contradicciones revolucionarias que van minando la sociedad burguesa.

    Estas formas de acción, las tres, se entienden como necesarias y complementarias y, en consecuencia, los comunistas, si no están en condiciones de emplear más que un medio, se aplican para lograr reunir las condiciones necesarias para el uso de los otros medios y ponerlos en práctica tan pronto como se den dichas condiciones.

    Estas formas de acción se emplean para modificar la relación de fuerza proletariado/burguesía, primero en una fase defensiva de acumulación de fuerzas, más tarde en una fase ofensiva de destrucción del sistema enemigo. Estas formas de acción deben, pues, ponerse en práctica con la idea de que su potencial vaya en aumento, lo que significa que sean practicadas por masas cada vez amplias con medios y capacidades cada vez mayores.

    Volveremos sobre cada una de estas condiciones pero, en primer lugar, vamos a estudiar antes de nada cada uno de estos medios específicos.


    2.3. Primera forma de lucha específica: La lucha armada

    2.3.1. Lucha armada, propaganda armada y línea de masa



    Como todas las formas de lucha que integran la guerra popular, la lucha armada apunta a tres objetivos estratégicos: el fortalecimiento de las fuerzas revolucionarias, el debilitamiento de las fuerzas reaccionarias y el progreso de la conciencia revolucionaria de las masas. Para lograr este objetivo, la guerrilla se convierte en propaganda armada.

    El concepto de propaganda armada se encuentra en varias estrategias revolucionarias. Así es como estuvo en el corazón de las estrategias “comunistas combatientes” que se practicaron en Europa en los años 70 y 80 (en nuestro país [Bélgica], concretamente, por las Células Comunistas Combatientes).

    “La acción armada fortalece y estimula la conciencia de la clase obrera en que puede ser portadora de victorias (incluso parciales). Por primera vez desde hace muchos años, ya no somos nosotros, trabajadores y militantes, quienes nos llevamos todas las tortas, sino la burguesía, que sufre derrota tras derrota. Aunque quepa pensar que estas victorias son efímeras en los hechos, tras años de traiciones, derrotas, “manifas” en que nos han apaleado, prisión, trabajo en talleres o fábricas sin esperanza, privaciones durante las huelgas en que no hemos ganado nada, y todo bajo la mirada de desprecio de los señoritos que gobiernan, la menor de las victorias cuenta tanto por lo que enseña sobre el modo en que se ganó, como por abrir la puerta a un porvenir de combate victorioso.

    La lucha armada por el comunismo es un vector de propaganda especialmente eficaz cuando se realiza correctamente. Su fuerza reside en que provoca la ruptura con el circo democrático cuyo programa redacta la burguesía, en que significa destrucción objetiva en las filas del enemigo, en que refleja la realidad, siquiera todavía limitada, de las fuerzas proletarias organizadas para la lucha de clases, y en que es irrecuperable por los ideólogos a sueldo de la burguesía: “¡los hechos son tercos!” (…) ¡La lucha armada por el comunismo permite, por último, desenmascarar por los hechos a todos los traidores del movimiento obrero, a todos aquellos que no pierden ocasión de unirse a la burguesía y denunciar a los revolucionarios cuando se anuncia la tormenta! La lucha armada tiene un carácter anticipativo concreto del poder obrero, desenmascara las políticas de colaboración e integración de los traidores sindicales y reformistas.”
    (3)

    Esta definición es ciertamente correcta, pero la propaganda armada como elemento central de la primera fase de la guerra popular prolongada posee una dimensión muy superior que le proporciona una herramienta propia del maoísmo, insustituible para cualquier política revolucionaria: la línea de masas.

    “En todo el trabajo práctico de nuestro Partido, toda dirección correcta está basada necesariamente en el principio: “de las masas, a las masas”. Esto significa recoger las ideas (dispersas y no sistemáticas) de las masas y sintetizarlas (transformarlas, mediante el estudio, en ideas sintetizadas y sistematizadas) para luego llevarlas a las masas, difundirlas y explicarlas, de modo que las masas las hagan suyas, perseveren en ellas y las traduzcan en acción, y comprobar en la acción de las masas la justeza de esas ideas. Luego, hay que volver a recoger y sintetizar las ideas de las masas y a llevarlas a las masas para que perseveren en ellas, y así indefinidamente, de modo que las ideas se tornan cada vez más justas, más vivas y más ricas de contenido.” (4)

    La propaganda armada propia de la guerra popular no es, por lo tanto, una relación unívoca entre una vanguardia y las masas en la que la primera utiliza este medio para elevar la conciencia política de las segundas, para transformar a los proletarios en revolucionarios llamados a unirse a la vanguardia. Es una relación dialéctica en la que la vanguardia recoge y analiza los puntos contradictorios que se encuentran entre las masas, los depura, los sistematiza y establece la conexión particular-general, antes de devolverlos a las masas en forma, especialmente, de acciones de propaganda armada contra la burguesía, su estado, sus agentes y sus cómplices.


    Notas:

    (3)
    Células Comunistas Combatientes, Sobre la lucha armada (1985), puntos 15, 16 y 18.

    (4) Algunas cuestiones sobre los métodos de dirección, 1 de junio de 1943, Obras escogidas de Mao Tse Tung, tomo III.
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    Mensaje por JoseKRK Mar Dic 18, 2012 7:22 pm

    Muchas gracias a ambos, camaradas Platón y Pedrocasa.
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    Mensaje por Platon Vie Dic 21, 2012 5:29 pm

    PROBLEMAS DE LA GUERRA POPULAR (TERCERA PARTE) [3/7]

    LO QUE PUEDE Y DEBE SER LA GUERRA POPULAR PROLONGADA EN LOS PAÍSES IMPERIALISTAS


    2.3.2. La guerrilla urbana



    La lucha armada, al comienzo de la guerra popular prolongada en las metrópolis imperialistas, reviste la forma de guerrilla urbana. Ya tratamos ampliamente la cuestión de la urbanización en nuestra contribución anterior por lo que no es necesario volver a abordar este asunto. La elección de la guerrilla permite compensar la inferioridad de las fuerzas revolucionarias en el plano de los efectivos, armamento, equipo y entrenamiento, al basarse la guerrilla en la iniciativa, la sorpresa, la flexibilidad, la movilidad y la clandestinidad.

    a) Estratégicamente, la iniciativa está en el corazón de la actividad de la guerrilla. Incluso en la primera fase de la guerra popular, la fase defensiva, las fuerzas revolucionarias deben tomar la ofensiva y mantenerla. Son ellas las que deben elegir el momento y el terreno del enfrentamiento, las que deben llevar el control de la escalada revolución/contrarrevolución anticipando correctamente las reacciones del enemigo. Ello implica hacer una estimación del nivel adecuado (cualitativo y cuantitativo) en el que practicar la lucha armada. Permanecer por debajo del nivel adecuado significa renunciar a su papel de vanguardia y a la posibilidad de progreso revolucionario; ir más allá del nivel adecuado significa cortar los lazos con el movimiento revolucionario de la clase y desencadenar una escalada contrarrevolucionaria que puede ser fatal para el movimiento de la clase.

    b) Tácticamente, la sorpresa es el elemento principal que permite compensar la desigualdad de medios. Los revolucionarios estudian minuciosamente su objetivo y eligen la hora, el lugar, la magnitud y la duración del ataque. Es la sorpresa (garantizada por el secreto) lo que permite a los revolucionarios concentrar en un punto y durante un tiempo dado fuerzas superiores a las del enemigo y desarrollar un conocimiento superior del terreno del enfrentamiento.

    c) La flexibilidad en la elección y el empleo de sus medios es también una característica de la guerrilla. Llevar a cabo operaciones estereotipadas con fuerzas de una composición invariable conducirá rápidamente a derrotas. La flexibilidad también debe manifestarse en la capacidad de hacer frente a situaciones nuevas, cualesquiera que éstas sean, desde la aparición de una crisis política de gran calado a la aplicación de una nueva técnica por la policía.

    d) La movilidad es la protección táctica de los guerrilleros urbanos. Les es necesaria para sustraerse a la reacción del enemigo. Para poder replegarse antes de la llegada de refuerzos de la policía, la movilidad del grupo guerrillero debe ser superior a la de la policía. Esto no significa necesariamente disponer de vehículos más rápidos que los del enemigo, pero sí implica necesariamente una elección perfecta del itinerario del repliegue y del momento del repliegue. Esta elección es el resultado de un estudio del terreno (cruces, semáforos, atascos de tráfico) y del enemigo (¿dónde está? ¿cuándo está prevenido? ¿cuánto tiempo tarda en llegar?). Ciertas acciones permiten también: ralentizar al enemigo (atascos provocados de uno u otro modo), distraerle (con falsas alarmas) o privarlo de sus medios.

    e) La clandestinidad es la protección estratégica de los guerrilleros. Se trata de la clandestinidad de la actividad, no necesariamente de los guerrilleros. Al revés: el guerrillero urbano debe llevar una vida aparentemente normal. Sólo si es buscado por la policía debe pasar a la clandestinidad. Una clandestinidad sólida se consigue mediante algunos métodos conocidos (empezando por la compartimentación de la organización) y por una disciplina de hierro en la aplicación de estos métodos.


    2.3.3. La guerrilla urbana en el legado comunista


    La guerrilla urbana está mucho menos presente en el legado comunista en general, y en el legado maoísta en particular, que la guerrilla rural. La razón es el peso de la concepción insurreccionalista en el movimiento comunista.

    Sin embargo, los bolcheviques la practicaron a gran escala tras el fracaso de la revolución de 1905. Después de enero de 1905, el POSDR (b) constituyó una Oficina técnico-militar (conocida también como Organización de combate) no sólo para preparar la insurrección futura, sino también para realizar expropiaciones, actividades de inteligencia, fabricar, comprar y almacenar armas y explosivos, ejecutar a los espías y a los cuadros más peligrosos de la contrarrevolución. Existía una red de grupos de combate locales (ligados a los comités locales del partido) que estaba dirigida por un Grupo de Combate Central nombrado por el Comité Central. Se creó en Kiev una escuela de instructores militares en Kiev y otra en Lemberg para el empleo de bombas; también se montaron talleres de fabricación de bombas en Moscú y Kiev. Los grupos de combate del POSDR llevaron a cabo muchas operaciones de guerrilla urbana, principalmente en los países bálticos, en el Cáucaso (donde Stalin desempeñó un papel importante, en especial en la organización del ataque al transporte de fondos en Tiflis –hoy Tbilisi- en 1907) y en los Urales.

    Una gran parte de este patrimonio de experiencia se perdió durante el proceso de teorización que, tras Octubre, hizo de la insurrección el único objetivo militar del proletariado. Sin embargo, la madurez político-militar de los bolcheviques debía mucho a su práctica de la guerrilla urbana y a su aparato militar posterior a 1905.

    Una segunda gran oleada de experiencia de la guerrilla urbana es la que tuvo lugar en la década de los 60 y a principios de los 70 en Argentina, Brasil y Uruguay. Esta oleada asoció (o yuxtapuso) iniciativas guevaristas, trotskistas, radical-reformistas (peronistas de izquierda, por ejemplo), aunque también, pero marginalmente, maoístas (el MIR maoísta uruguayo fue una de las fuerzas constituyentes del MLN-Tupamaros en 1965). Fue en Argentina donde la guerrilla urbana alcanzó mayor amplitud. El Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), trotsko-guevarista, era, de lejos, la mayor de estas organizaciones, junto a otras experiencias (FAL, Montoneros, FAP, FAR y otros).

    Miles de militantes participaron en estas guerrillas y casi 5.000 miembros del ERP fueron asesinados por la represión. Las guerrillas urbanas brasileñas (ALN y MR-8 ), por poderosas que fueran, no tuvieron la amplitud de las del cono sur.

    Cabe señalar que todas estas guerrillas urbanas no se veían a sí mismas como “decisivas” (excepto, en cierta medida, en Uruguay). Todas tuvieron la preocupación de levantar guerrillas rurales. Entre “Los siete errores del guerrillero urbano”, Marighella incluye:

    “La sobreestimación de la lucha urbana. Los que se jactan por los actos de la guerrilla en las ciudades corren el riesgo de no preocuparse en exceso del desencadenamiento de la guerrilla rural. Terminan por considerar a la guerrilla urbana como decisiva y por dedicarle a ella todas las fuerzas organizativas. La ciudad es susceptible de ser el objeto de un cerco estratégico que sólo podremos evitar o romper cuando se desencadene la guerrilla rural. Mientras ésta no haya aparecido, el enemigo podrá seguir infligiéndonos graves daños.” (5)

    El ERP argentino dedicó una especial atención a la fundación de una guerrilla rural en la provincia de Tucumán, a la que destinó, en sus comienzos, un centenar de combatientes. Se llegó a considerar que casi un tercio de la provincia había sido “liberado” por el ERP del control del gobierno. El ERP practicó en la zona un sistema de peaje para controlar las carreteras hasta que en febrero de 1975 una operación general a gran escala destruyó la guerrilla (aparecen entonces en Argentina, en la provincia de Tucumán, los primeros centros de detención, de tortura, de ejecuciones extrajudiciales seguidas de la desaparición de los cuerpos). Por último, los Tupamaros depositaron también grandes esperanzas (y destinaron en sus inicios a entre 100 y 150 combatientes) en el establecimiento de focos de guerrilla rural, en lo que llamaron el “plan Tatu”.

    Para el THKP-C, el Partido-Frente Popular de Liberación de Turquía y sus organizaciones sucesoras (Dev Yol, Dev Sol, MLSPB, THKP-Vanguardia Revolucionario del Pueblo, etc.), la guerra popular debe comenzar con una fase de guerrilla urbana (más accesible a los revolucionarios, que actúan sobre un terreno que ofrece amplio eco a la propaganda armada), uno de cuyos objetivos es crear las condiciones para la formación de una guerrilla rural.

    Sólo con la experiencia de las Brigadas Rojas en Italia y los GRAPO en España, la guerrilla rural, si no totalmente descartada, queda al menos completamente marginada. Estas dos organizaciones experimentaron formas de lucha y organización cuyo objetivo era utilizar la guerrilla urbana en la perspectiva de la toma del poder por el proletariado. Para nosotros constituye el patrimonio de experiencia más apreciable, experiencia que, sin embargo, aún no se ha analizado en su justo valor.

    Una palabra aún sobre las poderosas guerrillas urbanas que tuvieron lugar en el País Vasco e Irlanda. Si éstas no tenían por objeto la conquista revolucionaria del poder (con la excepción del INLA, durante un largo periodo de su historia), experimentaron, en cualquier caso, formas de contrapoder popular, sociedades paralelas, en el medio urbano, frente a una contrainsurgencia extremadamente densa, moderna y poderosa. Aquí también hay material de estudio.


    2.3.4. Modos de acción de la guerrilla urbana


    A diferencia de la guerra popular prolongada que tiene un contenido político, la guerrilla urbana es un método de lucha. Este método se caracteriza por sus restricciones organizativas (clandestinidad, compartimentación, etc.) y por sus cinco modos de acción, a saber:

    1° El ataque armado

    Se trata de ataques contra edificios, instalaciones y/o personas por un grupo de guerrilleros armados. La acción puede ir desde el simple ataque contra la entrada principal del edificio que constituye el objetivo hasta la incursión en el propio edificio y su ocupación rápida. Entre estas acciones también se puede mencionar una expropiación (de fondos en un banco, de armamento de una tienda de armas o de una comisaría). Puede ser también la ocasión de poner una bomba de relojería en el local de que se trate. Puede ser finalmente una ejecución, un secuestro o, por el contrario, la liberación de camaradas prisioneros.

    2° La acción incendiaria o con explosivos

    La acción incendiaria o con explosivos, generalmente nocturna, es la forma de sabotaje propia de la guerrilla urbana. El ejemplo más clásico es la voladura de torres de líneas de alta tensión o de repetidores de telecomunicaciones, pero también pueden ser objetos de estas acciones las instalaciones industriales o portuarias, los oleoductos, etc. Este tipo de acciones puede ser muy simple, puede consistir en el simple lanzamiento de un cóctel Molotov contra un vehículo o un inmueble por un grupo que no dispone aún de armas de fuego.

    3° Apoyo a las luchas de masas

    Durante las huelgas y manifestaciones de masas, las fuerzas de la guerrilla urbana pueden intervenir en el marco de una política destinada a vincular lo particular de las luchas concretas con lo general del proyecto revolucionario (6). La destrucción de las existencias con que cuenta la burguesía para resistir la huelga, el ataque contra los cuadros burgueses o los cortes de suministro eléctrico son algunos de los medios de intervención. Del mismo modo, durante las manifestaciones de masas susceptibles de evolucionar hacia enfrentamientos callejeros, la guerrilla puede destruir una parte del material de “control de masas” (blindados especiales, vehículos motobomba, helicópteros de vigilancia, etc.) con que cuenta la burguesía.

    4° La protección de operaciones sin armas

    Con la elevación de la escalada revolución/contrarrevolución, acciones que anteriormente caían en el ámbito de la actividad legal y paralegal serán reprimidas con tal intensidad y violencia que incumbirán en la práctica a la guerrilla. Guerrilleros armados escoltarán y protegerán a los militantes que peguen carteles, pinten consignas en las paredes o tomen la palabra por sorpresa en mítines populares. Este modo de acción fue utilizado durante la resistencia anti-nazi en Bélgica y en otros lugares.

    5° La demostración armada

    Los guerrilleros también pueden aparecer (encapuchados, naturalmente) en manifestaciones de masas para reafirmar y concretar la presencia de la guerrilla revolucionaria en el cuerpo social. Tales demostraciones de fuerza (practicadas por el movimiento republicano irlandés o la izquierda nacionalista vasca) pueden tener un impacto muy considerable, más allá del discurso pronunciado por los guerrilleros en esas ocasiones.


    2.3.5. Los medios de la guerrilla urbana


    La cuestión de los medios no es sólo técnica. También es una cuestión política. De hecho, no se puede pretender “preparar” la guerra prolongada sin trabajar en la tarea concreta de reunir estos medios. Puede posponerse el inicio de la guerrilla urbana por falta de preparación, pero es imposible, al precio de revelar la oculta voluntad de no abandonar el campo legal y semilegal, no trabajar en concreto para reunir dichos medios.

    ¿Cuáles son los medios necesarios para la práctica de la guerrilla urbana?

    1° Los militantes

    Los guerrilleros deben reunir en sí capacidades políticas, militares, una firme determinación y una férrea disciplina, tanto en el desempeño de la acción armada como en el respeto de los procedimientos de seguridad que garantizan la clandestinidad.

    2° Armas, municiones y explosivos

    Éstos pueden adquirirse en el mercado negro, requisarse (en armerías y en los depósitos del enemigo para las armas, en canteras o cuarteles para los explosivos) o fabricarse (con prudencia).

    3° Motorización

    Los vehículos se compran, alquilan con documentación falsa o se requisan.

    4° Dinero

    El dinero puede provenir de expropiaciones de bancos, de secuestros con pago de rescate, de pagos impuestos a sociedades comerciales e industriales, etc. El dinero también puede provenir de contribuciones y donaciones de los militantes, de las sociedades comerciales propiedad clandestina del movimiento o de operaciones clandestinas destinadas a financiarse (por ejemplo, operaciones de contrabando).

    5° Documentación falsa

    Carnés de identidad, permisos de conducir, tarjetas de crédito, pasaportes, etc. son necesarios para la acción clandestina. Se roban y/o se falsifican, o se fabrican. Si la complejidad es creciente (chip RFID, etc.), los medios de falsificación necesariamente habrán de ser también más complejos (impresoras láser, generación de microchips).

    6° Tecnologías de la información

    Los equipos de comunicaciones (y de protección de comunicaciones), de interceptación de las comunicaciones y bases de datos del enemigo, son de importancia cada vez mayor. Es importante disponer de militantes cualificados y darles los medios para mejorar aún más su cualificación.

    7° Bases

    Se pueden establecer bases en casa de los militantes desconocidos de los servicios policiales o en casas alquiladas (o compradas) bajo una identidad falsa.

    8° Comunicación

    Las tecnologías de la información (las técnicas de cifrado, en especial) facilitan la comunicación entre los grupos respetando las reglas de compartimentación; no obstante, en ocasiones, los contactos directos siguen siendo necesarios. El dominio de los procedimientos para evitar o, si fuera necesario, escapar a un seguimiento, es fundamental para las personas que deben garantizar los contactos.

    9° Servicio médico

    El desarrollo de acciones armadas, que aumenta el riesgo de enfrentamientos directos y, por lo tanto, de heridos, irá parejo a la constitución de un servicio médico cada vez más completo, en que se aúnen la formación en primeros auxilios de los guerrilleros con la instalación de un pequeño puesto de socorro y el desarrollo de una red de complicidad en hospitales.

    10° Información

    La información es fundamental para la guerrilla. Se debe disponer de información sobre los objetivos a golpear, los servicios de policía, sus efectivos, sus medios, los agentes y las investigaciones que llevan a cabo. La constitución de un servicio especial deberá hacerse tarde o temprano, pero es el profundo enraizamiento en las masas lo que asegura a la guerrilla el flujo de información que le es vital.


    Notas:

    (5)
    Manual de guerrilla urbana, en Pour la libératión du Brésil, París, 1970, página 133. [La traducción al español que os ofrecemos es una retraducción del francés. Nota de ODC].

    (6) Hay una errata en el original, que dice “projet contre-révolutionnaire”. [Nota de ODC].
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    Mensaje por Platon Mar Dic 25, 2012 9:27 pm

    PROBLEMAS DE LA GUERRA POPULAR (TERCERA PARTE) [4/7]

    LO QUE PUEDE Y DEBE SER LA GUERRA POPULAR PROLONGADA EN LOS PAÍSES IMPERIALISTAS


    2.3.6. Obligaciones organizativas de la guerrilla



    Si, como pensamos, en las primeras fases de la guerra popular, es el propio Partido el que debe asumir la lucha armada, debe someterse por ello a ciertas obligaciones organizativas.

    La militarización del Partido no significa que a todos sus militantes se les destine al trabajo militar. Pero está claro que todas las estructuras del Partido sufrirán una represión salvaje con independencia de que se dediquen al trabajo militar, político-militar, político, logístico, de enlace, editorial, de inteligencia, etc. Todo el Partido debe, por lo tanto, adoptar las reglas más estrictas de la clandestinidad y la compartimentación.

    El movimiento comunista tiene una larga experiencia de clandestinidad sobre la que puede basarse [la organización de la guerrilla] y cuyos principios (compartimentación, etc.) no volveremos a tratar aquí.

    Pero si la actividad política clandestina no armada puede desarrollarse con grupos de base de dos, tres o cuatro personas, la experiencia demuestra que el grupo armado de base de una organización que practica la guerrilla urbana debe contar con cuatro o mejor aún con cinco personas (el número de efectivos necesarios para llevar a cabo una operación de mediano alcance y que caben en un coche). Estos cinco militantes deberán ser como una piña, tener confianza los unos en los otros y reunir juntos las capacidades necesarias para la acción armada (al menos uno de ellos debe ser un buen conductor, otro debe ser un buen tirador de subfusil, otro debe saber de artefactos explosivos, etc.).

    Esta red de grupos de combate debe además contar con un servicio de inteligencia, un centro de propaganda (que edite el órgano central de la organización), un servicio de enlace, etc.

    Cuanto más se desarrolle y despliegue el proceso de guerra popular, tanto mayor será el desarrollo de la función militar de la guerrilla en relación con la función política. La destrucción material de las fuerzas enemigas se convierte en un objetivo estratégico. Mientras en las primeras fases la guerrilla se practica con la conciencia de que para el enemigo en más fácil suplir sus pérdidas que para nosotros causárselas, en las fases superiores, el enemigo debe poder contar con todos sus medios, con todos sus recursos, y cada pérdida le es sensible.

    Es en este salto cualitativo del proceso, en este momento en que la lucha armada deja de ser una herramienta puramente política (excepción hecha de las operaciones logísticas, financieras y de liquidación de espías) cuando se plantea concretamente la construcción del Ejército Rojo.

    Hasta ese momento, llevan a cabo la actividad guerrillera los militantes del Partido; a partir de ese momento, la lucha armada puede ser librada por todos los combatientes que hayan tomado partido consciente en la guerra civil emergente adhiriéndose al programa del Frente.


    2.4. Segunda forma de lucha específica: La lucha callejera

    2.4.1. ¿Qué entendemos por “lucha callejera”?



    La apropiación del espacio urbano puede dar lugar a diversas manifestaciones políticas antagónicas o no (discursos, pintadas, rotura de escaparates, cortes de tráfico, etc.). La lucha callejera se diferencia de los disturbios en la medida en que:

    tiene una finalidad política y


    que ésta concebida en ese sentido (aunque sólo sea por la resolución de los militantes que la practican).

    La lucha callejera es una manifestación de contrapoder popular que permite romper de modo práctico y manifiesto con el reformismo. La lucha callejera permite trazar una línea de demarcación entre la revolución y el reformismo. Educa a las masas y a los militantes de base en la violencia revolucionaria, les enseña a atreverse a luchar y a atreverse a vencer.

    El impacto es menor en los costes de los daños que en el mensaje que se transmite: es posible invertir la relación de fuerzas, aunque sea por un instante, aunque sea a pequeña escala. La lucha callejera se diferencia de la guerrilla urbana en que es inmediatamente accesible a muy amplias masas.


    2.4.2. La lucha callejera en el legado comunista


    Sería un gran error creer que la lucha callejera es extraña al movimiento comunista, que pertenece a los anarquistas y a los no encuadrados.

    La lucha callejera desempeñó un gran papel en el combate comunista revolucionario, pero forma parte de esas piezas de nuestro legado que el revisionismo ha ocultado y liquidado en aras exclusivamente de las formas de lucha legales y pacíficas.

    Entendemos por lucha callejera la apropiación del espacio urbano por los manifestantes más allá de lo que toleran (autorizan) las fuerzas represivas y la escalada de represión/resistencia que resulta de ello (cargas de la policía, detenciones de manifestantes por la policía, altercados para liberar a los manifestantes detenidos, lanzamiento de piedras contra disparos de gases lacrimógenos, etc.).

    La práctica del movimiento comunista a finales de los años 20 y principios de los 30 es muy rica en experiencias de este tipo. Todos los Partidos comunistas tenían organizaciones especiales, paramilitares, cuyas funciones iban de la protección de los locales, manifestaciones, cuadros, piquetes de huelga, a grupos de choque para la lucha callejera.

    El PCB [Bélgica] tenía su propia organización, con su propio uniforme (gorra y blusa gris, correaje, pañuelo de cuello y brazalete rojo). Estos “Combatientes del frente rojo” estuvieron en la primera línea de las manifestaciones violentas durante las huelgas de mineros de 1932 en el Centro y en la región de Borinage.

    Pero como cada vez que se analiza la experiencia comunista de finales de los años 1920 y comienzos de los 30 en Europa, fue el movimiento comunista alemán el que parece haber llevado más lejos, llegando casi a la perfección, las formas de lucha y organización elegidas por la Internacional Comunista.

    El enraizamiento del KPD en los barrios proletarios y en las fábricas era muy profundo, y desde principios de los años 20, estaba asumida la lucha por la calle (manifestaciones salvajes, enfrentamientos con la policía). Con la crisis, el KPD iba a convertirse cada vez más en un “partido de desempleados” (la aristocracia obrera, menos afectada por la crisis, se afiliaba más bien al SPD). En la Alemania de 3,2 millones de parados en 1930, que pasa a 6,1 millones en 1932, se produjo un deslizamiento natural en la estrategia del KPD de la fábrica de la calle. La vida política de los partidos más desfavorecidos de la clase (y también del lumpemproletariado parcialmente encuadrado por el KPD) [se organiza] en forma de grupos de discusión en las esquinas de las calles, o en los descansillos de los edificios o en las cervecerías.

    La violencia revolucionaria, como táctica, se desarrolló constantemente durante las manifestaciones comunistas entre 1928 y 1931. En la primera mitad de 1929, casi cada manifestación se terminaba convirtiendo en violentos enfrentamientos con la policía. Las únicas excepciones eran las manifestaciones relámpago que se desarticulaban antes de la llegada de la policía.

    El 1º De mayo de 1929, cuando la policía quiso dispersar los mítines que, a pesar de la prohibición, había convocado el KPD, se toparon con una resistencia masiva. Los barrios proletarios de Wedding (el famoso “Wedding Rojo”) y de Neukölln se cubrieron de barricadas y no quedaron bajo control hasta el 4 de mayo. Los enfrentamientos provocaron 31 muertos (incluyendo un policía), y unos 200 heridos.

    A pesar de la represión (1.200 detenidos, prohibición de la prensa comunista y de la organización paramilitar de masas del KPD, la Rote Frontkampferbund), el KPD podría hacer una valoración positiva del uso de la lucha callejera. En abril de 1931, su revista de estudios político-militares, Oktober, distinguía tres formas de manifestaciones de masas: las manifestaciones legales, las manifestaciones en que se sabe desde su inicio que habrá enfrentamientos y las manifestaciones que conducen a la insurrección final.

    Antes de esta última etapa, era necesario encontrar el conveniente equilibrio entre la necesidad de la violencia, para que las masas aprendan su fuerza y la ejerzan y la necesidad de no provocar una escalada prematura. Esto dio lugar a debates muy duros en los que los “radicales” acusaban a los “moderados” de querer enviarlos al matadero (prohibiendo el uso de las armas que la policía empleaba si le era preciso), mientras que los “moderados” acusaban a los “radicales” de querer provocar una masacre al desencadenar una batalla generalizada prematura. El KPD finalmente admitió el uso de grupos armados para la defensa de las manifestaciones, pero en esa época, se trataba ya menos de enfrentarse a la policía que a los nazis, que se habían propuesto la conquista de la calle.

    La experiencia del KPD no es ciertamente la única. Las organizaciones comunistas de finales de la década de los 60 –de Francia a Japón- hicieron también de la lucha callejera una práctica central.

    Debemos aprender de estas experiencias comunistas de lucha callejera. Pero hay que contrastar esta experiencia con los avances experimentados por las fuerzas represivas y las experiencias recientes de lucha callejera, empezando por las de los Black Blocs.


    2.4.3. Avances en los medios de control de masas


    Las técnicas de control de masas se han refinado considerablemente estos últimos años. Hasta los años 30, el equipamiento de las fuerzas desplegadas contra los disturbios era puramente militar: durante la huelga de 1932, los blindados enviados contra los manifestantes eran autoametralladoras concebidas para enfrentarse a un ejército clásico. Lo que se consideraba equipamiento “específico” era, de hecho, material militar dado de baja cuya falta de eficacia se veía reforzada por las doctrinas sobre su empleo (por ejemplo: el uso que hacían los gendarmes del sable al golpear a los manifestantes con su parte plana).

    En la década de los 50, el equipamiento seguía siendo en gran medida una combinación del del guardia de orden público (porra) y el del militar. Se le añadía tan sólo un casco con visera de plástico y un escudo y, respecto al fusil, una bocacha especial para disparar botes de gas lacrimógeno (el primer uso de éstos contra manifestantes se remonta a los años 20, pero su uso generalizado, como elemento central de los dispositivos antidisturbios, es posterior).

    En todos los países capitalistas desarrollados, la burguesía experimentó en diversas ocasiones que la muerte de manifestantes podía ser contraproducente, en otras palabras, que estos muertos avivaban la ira de las masas más que aterrorizarlas. En Bélgica, fue éste precisamente el caso con ocasión de la masacre de Grâce-Berleur. De ello iba a resultar un avance inaudito en los medios de control de masas.

    Se trata en primer lugar de un avance en los medios técnicos: blindados especiales, cañones de agua (a veces con tinte), panoplia de protección individual de los policías, granadas ensordecedoras, balas no penetrantes (primero pelotas de madera, caucho y más tarde de goma), pistolas eléctricas [“taser”, en el original en francés], cañones de sonido (LRAD), sprays, etc.

    Afecta luego a los medios tácticos, cada vez más flexibles y eficaces con el desarrollo de las comunicaciones por radio y de la observación desde helicópteros).

    Se trata por último de medios (técnicos y tácticos) que permiten una represión judicial eficaz y que tienen, en el momento mismo de las manifestaciones, un poderoso efecto de intimidación, como, en primer lugar, el uso masivo de cámaras y videocámaras.

    El objetivo de todo ello es asegurar a las fuerzas represivas una superioridad aplastante sobre los manifestantes al tiempo que se mesura cuidadosamente el grado de violencia ejercido.

    Pero paralelamente al desarrollo de la represión se ha producido un desarrollo de la resistencia. Los nuevos equipamientos han tenido respuesta en nuevas actitudes [de lucha] (a los escudos transparentes y a los cascos con visera se ha respondido, por ejemplo, cegándolos con bombas de pintura; a las pelotas de goma se ha respondido con el tiro tenso de cohetes de artificio o de bengalas). En el caso de la lucha callejera, este desarrollo no ha venido de los manifestantes obreros sino de esa parte de la juventud revolucionaria que constituyeron los Black Blocs.
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    Mensaje por Platon Sáb Dic 29, 2012 5:53 pm

    PROBLEMAS DE LA GUERRA POPULAR (TERCERA PARTE) [5/7]

    LO QUE PUEDE Y DEBE SER LA GUERRA POPULAR PROLONGADA EN LOS PAÍSES IMPERIALISTAS


    2.4.4. La contribución del Black Bloc a la lucha callejera



    Los Black Blocs aparecieron en Berlín en 1980 durante la resistencia de los okupas del movimiento autónomo a las operaciones de desalojo. Fue entonces cuando pudimos ver a pequeños grupos de manifestantes encapuchados y vestidos de negro. Era el conjunto del movimiento el que adoptaba las principales decisiones (fecha y punto de encuentro de las manifestaciones) pero las decisiones tácticas las adoptaban los pequeños grupos dependiendo de la situación y las oportunidades que se ofrecían. Si la masa de militantes encapuchados y vestidos de negro ofrece un anonimato protector, los miembros de los pequeños grupos se conocen bien, están acostumbrados a luchar juntos y permanecen juntos a lo largo del enfrentamiento.

    La práctica del Black Bloc se desarrolló en el transcurso de los 80 en toda Alemania, en el movimiento autónomo, “antifa” y antiimperialista. Gran parte de este movimiento estaba en relación dialéctica [se dialectisait, en el original en francés] con la lucha armada, al defender las reivindicaciones de los prisioneros de la RAF, empezando por el final del aislamiento y el reagrupamiento de los presos. Las manifestaciones contra la visita de Reagan, contra el nuevo aeropuerto de Frankfurt, en defensa de los okupas de la Haffenstrasse de Hamburgo, o, en 1988, contra la celebración de una reunión del Banco Mundial y el FMI, fueron las grandes experiencias del Black Bloc. La experiencia ha seguido y se ha ido afinando con ocasión, por ejemplo, de los “Primeros de Mayo revolucionarios” en Kreuzberg.

    La experiencia del Black Bloc alemán de la década de los 80 no sólo constituyó una experiencia en las tácticas de la lucha callejera. También representó para el movimiento autónomo una expresión organizativa, la de los pequeños “grupos de afinidades” [“groupes d’affinités” en el original en francés], en consonancia con sus ideales antipartido. También asumió, por muy amplios sectores de la juventud revolucionaria, una evidente dimensión cultural, con los “kapus” (sudaderas con capucha) negros que se vestían como seña de pertenencia a la izquierda radical.

    A principios de los años 90, los Black Blocs aparecieron en América del Norte, en primer lugar en el movimiento antifascista (Anti-Racist Action) y contra la guerra (1991) y más tarde en las movilizaciones “antiglobalización”. Su éxito táctico en Seattle, el 30 de noviembre de 1999, con ocasión de la cumbre de la OMC, fue también su éxito mediático, pero su éxito principal sigue siendo la movilización contra la reunión del FMI y el Banco Mundial en abril de 2000 en Washington. El Black Bloc (Revolutionary Anti-Capitalist Block) consiguió rechazar el dispositivo policial, forzar los cordones de seguridad y liberar a los manifestantes detenidos.

    Ya hemos visto que la práctica de la lucha callejera es antigua. Desde esa perspectiva, ¿qué aportan las experiencias del Black Bloc? La demostración de que un gran número de manifestantes puede no sólo hacer frente a la represión policial sino, incluso, desbordarla, sin organización centralizada, pero con una “comunidad de prácticas” tales como:

    Encapucharse y vestirse de la misma forma para impedir las identificaciones.

    Explotar la flexibilidad de una masa de pequeños grupos autónomos. El menor fallo en el dispositivo de la policía se puede explotar. Si un cerco no es perfecto, el grupo que detecta la brecha se cuela por ella, abriendo el camino a una maniobra general aunque no coordinada. La acción de pequeños grupos autónomos permite una gestión más fluida de la acción y la aparición de una autosincronización. Una masa de personas interdependientes (que, por ejemplo, siguen siempre a la cabeza de la manifestación) es más fácilmente controlable por la policía.

    Practicar el “bloqueo estricto” [“tight block”, en inglés y entrecomillado, en el original en francés] cerrando los bordes de la manifestación con pancartas resistentes sostenidas con firmeza y formando filas de personas codo con codo para hacer fracasar las actuaciones y operaciones de la policía “en cuña” [“en coin” en el original en francés] (que tienen por objeto cortar la manifestación en pedazos para llevar a cabo detenciones selectivas, etc.) o detenciones por policías disfrazados de manifestantes.

    Asociar en una complicidad activa a los elementos más decididos con los elementos pasivos. Los primeros salen de las filas para atacar blancos (escaparates, coches de policía, etc.) antes de unirse a los segundos que abren sus filas y los absorben.

    Prohibir totalmente tomar fotos o rodar videos de la manifestación.

    Añadamos a ello la paradójica visibilidad del Black Bloc: a la vez que preserva el anonimato, permite que los manifestantes revolucionarios (o, al menos, antagonistas) aparezcan en gran número, que den una impresión de fuerza que es, en sí misma, un factor de propaganda y que ha contribuido a hacer del Black Bloc un fenómeno cultural.


    2.4.5. Limitaciones del Black Bloc


    Sin partido, sin organización centralizada de las vanguardias proletarias, no se puede esperar que las luchas callejeras vayan más allá de victorias de un día. No vamos a discutir aquí, no obstante, sobre las limitaciones estratégicas derivadas del hecho de que los Black Blocs, hoy, tengan una base masivamente anarquista y autónoma que rechaza cualquier forma de organización centralizada. El Black Bloc nació en parte con estos rasgos, pero ha dado pie a métodos y prácticas que pueden enriquecer la experiencia de una política centralizada, partidista. Así, por ejemplo, el principio de la autonomía táctica de los grupos no es en sí incompatible con una estrategia centralizada. ¿Qué es, pues, desde una perspectiva revolucionaria comunista, partidista, centralizada, (y en el ámbito específico de la lucha callejera) lo problemático de la práctica del Black Bloc?

    Estas falanges compactas de manifestantes encapuchados y vestidos de negro que desfilan en filas prietas pueden parecer una fuerza exterior, casi hostil, en las movilizaciones de masas en que aparecen. Esto produce un efecto de “ellos y nosotros” entre el Black Bloc y el resto de manifestantes que es perfectamente aceptable para los anarquistas pero que es contraproducente desde un punto de vista marxista-leninista-maoísta.

    Los Black Blocs pueden mantener una dialéctica represión-resistencia-represión que pueden asumir pero que deja al resto de manifestantes indefensos. En varias ocasiones, los Black Blocs han provocado el enfrentamiento y la policía ha reaccionado con maniobras de cerco; como los Black Blocs están familiarizados con esta práctica, escaparon al cerco, a los golpes y a las detenciones de que fueron víctimas las masas de manifestantes “ordinarios”. Esto es lo que ocurrió en la cumbre de la OTAN en Estrasburgo. [Como consecuencia de estos hechos], algunos manifestantes podrían llegar a mejorar su preparación [en la lucha callejera], pero la mayoría más bien se atreverá a acusar al Black Bloc de haberles puesto a los pies de los caballos (y será esto lo que voceará la propaganda colabo-reformista). En lugar de educar en la violencia, el Black Bloc se convierte en algo que se rechaza.

    En algunos casos, los miembros del Black Bloc han explotado esta actitud deliberadamente al refugiarse en partes de la manifestación que no querían en absoluto servirles de protección. Considerar al resto de manifestantes como “escudo humano” es comprensible por parte de algunos anarquistas que consideran a esos otros manifestantes como “borregos” y “vendidos”, pero es inadmisible desde un punto de vista marxista-leninista-maoísta. Los grupos de choque de la lucha callejera deben ser los escudos del movimiento de masas y aparecer como tales, no al revés.

    La constitución y el desarrollo de los Black Blocs han supuesto una experiencia en la dialéctica lucha/represión. Pero la dialéctica no conoce un punto final y el enemigo ha desarrollado ya respuestas de gran eficacia. La principal de ellas es, de manera proactiva, aislar al Black Bloc del resto de los manifestantes por medio de un operativo súbito, brutal y bien pensado (en un punto que favorezca un cerco hermético). Así actuó la policía de Bruselas con ocasión del No Border Camp. A una escala mayor, es así como el Black Bloc de Copenhague quedó reducido a la impotencia.

    La respuesta policial se ve favorecida por otro gran punto débil de los Black Blocs: el hecho de que sus grandes encuentros sean bien conocidos de todos con antelación. Rostock es quizás el último de estos grandes encuentros en que la policía se vio sorprendida por la magnitud del movimiento.

    En los sucesivo, [se han venido] organizando dispositivos con miles de policías siguiendo doctrinas que ya han integrado las tácticas anti-Black Bloc. Los grandes encuentros militantes se convierten en otras tantas ratoneras desde el cruce mismo de la frontera.

    2.4.6. Perspectiva de la lucha callejera comunista revolucionaria

    La experiencia del Black Bloc debe ser estudiada cuidadosamente por los comunistas. Este acervo debe enriquecer su propia experiencia de lucha callejera. Algunos rasgos del Black Bloc (y en particular la ruptura deliberada con el resto de manifestantes) deben abandonarse por anticomunistas y, en última instancia, por contrarrevolucionarios. Pero otros deben adoptarse, al menos parcialmente: el actuar encapuchados y vestirse “de civil” una vez concluya el incidente punible, el actuar en pequeños grupos tácticos autónomos, el practicar el “bloqueo estricto” [“tight block”, en inglés y entrecomillado, en el original en francés] del que también se benefician los otros manifestantes e impide que pequeños grupos de policías de paisano se infiltren en las manifestaciones, etc.

    Una práctica comunista del Black Bloc debe incluir también [el empleo] de todos los medios que permiten establecer conexiones con la masa del resto de manifestantes, compartiendo las consignas, aconsejándoles para que eviten golpes y detenciones, compartiendo el equipo de protección (en especial el antilacrimógeno), desarrollando una política de enfrentamientos inteligente (elección de los objetivos, tratamiento de los objetivos, elección de las situaciones tácticas evitando que los demás manifestantes tengan la impresión de que se les considera escudos, etc.).

    En este sentido, la lucha callejera puede nuevamente desempeñar su papel en el proceso revolucionario. Puede servir para desarrollar la autonomía de la clase, la conciencia de su fuerza por las masas, la educación en la violencia política organizada, el surgimiento de un contrapoder proletario, la apertura de perspectivas de luchas victoriosas.


    2.5. Tercera forma de lucha específica: el sabotaje

    2.5.1. Aspecto histórico (I): Emilie Pouget y la CGT



    Tras un sabotaje acaecido [en] la empresa metalúrgica de la ESB en Seraing, el Bloque ML realizó, en el n° 3 de Clarté, un análisis del sabotaje de algunos de cuyos elementos nos vamos a servir aquí para mostrar que, como en el caso de la lucha callejera, esta forma de acción de que se ha apropiado el movimiento anarquista pertenece también en gran medida al movimiento comunista. Porque si el sabotaje es tan antiguo como la explotación, ha conocido, sin embargo, aplicaciones colectivas de notable magnitud.

    La obra clásica de Émile Pouget informa de que en 1881, los empleados del telégrafo parisino, a quienes se les denegó un aumento [salarial] por el servicio de noche, sabotearon tan hábilmente la red que los ingenieros de la compañía fueron incapaces de arreglarla. Las líneas se negaron a trabajar durante cinco días. En cuanto se les concedió el aumento, y como por arte de magia, todas las líneas volvieron a funcionar a la mañana del día siguiente. Ni los autores ni el procedimiento fueron jamás descubiertos. En junio de 1895, por primera vez en Francia, encontramos la primera muestra de una manifestación teórica y consciente del sabotaje. El Sindicato nacional de ferrocarriles llevaba a cabo por entonces una campaña contra un proyecto de ley que pretendía prohibir a los trabajadores ferroviarios el derecho a la sindicación. Además de a la huelga general, el secretario del sindicato, alentaba el sabotaje: “... con dos perras gordas de cierto material, utilizadas oportunamente, dijo, podemos conseguir que una locomotora deje de funcionar...”.

    En el congreso sindical confederal de Toulouse en 1897, el sabotaje recibió su consagración teórica y entró a formar parte de la categoría de los medios de lucha reconocidos. El informe al congreso de la Comisión de boicoteo y sabotaje preveía diversas formas de lucha tales como el boicoteo, el sabotaje por trabajo lento y mal realizado, la sistemática fabricación defectuosa y el sabotaje de las herramientas. La comisión propuso al congreso la resolución siguiente: “Cada vez que surja un conflicto entre patronos y obreros, ya sea debido a exigencias patronales, ya a la iniciativa de los trabajadores, y en el caso de que la huelga pareciera no dar resultados a los trabajadores afectados, que éstos apliquen el boicoteo o el sabotaje –o ambos simultáneamente- sobre la base de los datos que acabamos de exponer.” La lectura de este informe fue recibida con el aplauso unánime del congreso. Ni una sola voz discordante se elevó para criticar o siquiera sugerir la más mínima observación u objeción.

    El siguiente congreso confederal, que se celebró en Rennes en 1898, aprobó por unanimidad un informe que decía concretamente: “sería de desear que los trabajadores se diesen cuenta de que el sabotaje puede ser para ellos una arma útil de resistencia, tanto por su práctica como por el temor que inspirará a los empresarios el día que se enteren cuánto han de temer su práctica consciente. Y añadimos que la amenaza de sabotaje también puede dar a menudo resultados tan útiles como el sabotaje mismo.” En 1900, en el congreso confederal de París, a pesar de la influencia del reformismo, del legalismo, encarnado por Millerand, la votación sobre esta cuestión dio los siguientes resultados: a favor del sabotaje 117; en contra 76; 2 votos en blanco. Desde aquella votación, la cuestión del sabotaje nunca más se volvió a plantear en los congresos sindicales.


    2.5.2. Aspecto histórico (II): el saboteador Joseph Jacquemotte


    En Bélgica, se ignora frecuentemente que Joseph Jacquemotte, futuro fundador del Partido Comunista, teorizó y practicó el sabotaje en la época en que, como secretario del Sindicato desde 1910, estaba volcado en especial en el desarrollo de la lucha en el muy difícil sector de los grandes almacenes.

    Para ello, imitó las prácticas de acción directa que llevaron a cabo en 1909 los “cegetistas” parisinos para arrancar la reivindicación de cierre de los comercios a las 19.00 horas. Con la ayuda de jóvenes guardias socialistas, de militantes de otros sindicatos, en especial pintores y trabajadores de la construcción, a veces incluso solicitando la ayuda de los obreros de otras profesiones en huelga, los activistas del sindicato les daban mala vida a las direcciones de los grandes almacenes que se negaban a aceptar las reivindicaciones. En repetidas ocasiones, los activistas llegaron a paralizar la venta manifestándose delante de los grandes almacenes, lanzando bombas fétidas en su interior, estorbando la actividad comercial con militantes que hacían de clientes, unos probándose trajes, otros pantalones, etc. Estas iniciativas, que pueden parecer folklóricas, causaron pérdidas considerables a los patronos y desencadenaron las iras de la represión. En estas acciones, Jacquemotte daba la cara y sus detenciones le hicieron sumamente popular entre proletariado de Bruselas. Con ocasión de su condena a tres meses de prisión en 1911, 6.000 manifestantes exigieron su liberación. El éxito del sindicato fue grande entre los empleados: en dos o tres años, el sindicato se convirtió en uno de los más importantes de la Federación de Bruselas de la P.O.B.
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    Mensaje por Platon Mar Ene 01, 2013 9:50 pm

    PROBLEMAS DE LA GUERRA POPULAR (TERCERA PARTE) [6/7]

    LO QUE PUEDE Y DEBE SER LA GUERRA POPULAR PROLONGADA EN LOS PAÍSES IMPERIALISTAS


    2.5.3. El sabotaje en la lucha de clases hoy



    El recrudecimiento de la lucha de clases va siempre acompañado de un recrudecimiento de las acciones de sabotaje. El sabotaje se convierte entonces en un acto de trabajadores concienciados. Es una arma tanto más inquietante para la patronal cuanto que puede emplearse de manera metódica y discreta, sin dar pie a la represión. Es una ventaja indiscutible del sabotaje sobre otras formas de lucha radicales (el secuestro de patronos en la empresa, por ejemplo).

    Los sabotajes no son infrecuentes hoy en día, pero ya no los asumen las fuerzas que pretenden representar los intereses de los trabajadores. Puede pensarse en la extraordinaria ola de sabotajes con ocasión de la huelga de la SNCF de noviembre de 2007.

    Recordemos que en el momento en que la huelga por el mantenimiento del régimen de jubilación de los ferroviarios estaba perdiendo fuerza y se iniciaban las “negociaciones” entre la dirección de la SNCF, el Estado francés y las direcciones sindicales, fueron quemadas decenas de metros de cables de señalización a lo largo de diferentes líneas del TGV (Este, Atlántico, Norte y Sudeste) y del RER. Estas acciones se añadían a muchas otras, esencialmente la quema de señales, cables de pasos a nivel y cabinas eléctricas y el bloqueo de agujas. Este tipo de incidentes se registraron en las estaciones de trenes de París, Burdeos, Amiens, Toulouse, Clermont-Ferrand, Woippy, Chartres, Boulogne, Lille, Metz, Sète, Versalles, Gap y algunas otras (incluidas estaciones del RER, en la región de París).

    Estas acciones, que interrumpieron el tráfico, se produjeron cuando la tasa de huelguistas se había reducido a un 22% y la dirección, que contaba con una reanudación del tráfico para imponer sus puntos de vista en las negociaciones, había programado más de 300 TGV. Naturalmente, estas acciones fueron objeto de la condena de la derecha y de la “izquierda”. El PCF condenó “con la mayor firmeza los actos llenos de mala intención cometidos contra la SNCF”; “los autores de tales actos atacan bienes públicos” y “ponen en peligro el movimiento de lucha de los ferroviarios”, afirmó el PCF. La LCR denunció también una “campaña” que “huele muy mal” y pretende “criminalizar y marginar” la movilización social por medio de “sabotajes organizados” en las líneas del TGV y de acusaciones de infiltración del movimiento por la extrema izquierda. La dirección de la CGT habló “de actos incalificables cometidos por cobardes” y “condenó con la mayor claridad” unos “actos inadmisibles que pretenden desacreditar a toda una profesión”. Todos los sindicatos oficiales (incluyendo al SUD) condenaron estos sabotajes en términos similares.

    El sabotaje puede servir para alcanzar un objetivo parcial (la reintegración de un delegado, la exigencia de una nueva conquista social o la defensa de una conquista amenazada). Por lo tanto, del sabotaje se puede esperar que sirva para flexibilizar a la patronal que, de otro modo, se arriesgaría a perder más si sigue en sus trece que si acepta una reivindicación.

    Esta forma de lucha es tanto más eficaz cuanto que forma parte de una estrategia consciente, sobre la base de un análisis constante del enfrentamiento en curso. En determinadas situaciones el sabotaje se puede revelar como beneficioso independientemente de una organización de lucha de los trabajadores de la empresa, pero no cabe la menor duda de que una organización así es sumamente valiosa, primero, para analizar correctamente y en conjunto la situación de la empresa y la relación de fuerzas asalariados/capitalistas; y luego, para “dosificar” las formas de lucha, abiertas o secretas, en función de esa situación y de su evolución.

    El sabotaje no es muestra en sí mismo de un sindicalismo revolucionario. Los que lo practican pueden perseguir objetivos parciales en la creencia de que el capitalismo puede ser modificado, mejorado. El sabotaje para la consecución de objetivos parciales es una forma radical de mejorar su propia situación dentro del sistema sin apuntar al cambio de sistema. No es reformismo colaboracionista (como el del PTB o el del PCB que no apoyan a los trabajadores en sus acciones más radicales, calificadas siempre como “peligrosas provocaciones”); es, en el mejor de los casos, autodefensa (que no se plantea la cuestión del cambio de sistema) y en el peor, radical-reformismo (que se niega a plantearse esta pregunta o que la responde renunciando al objetivo revolucionario).


    2.5.4. El sabotaje en la guerra popular


    El sabotaje, en el marco de una guerra popular prolongada, se manifiesta de dos maneras. Primero en la forma clásica, en las luchas sociales concretas. Los maoístas se implican también junto a las masas en las luchas populares parciales, obreras y campesinas. En ellas, pueden verse inducidos a practicar o alentar el sabotaje.

    Pero el sabotaje puede también llevarse a cabo en el marco específico de guerra popular prolongada. No se trata, pues, de trabar el funcionamiento de una determinada empresa con ocasión de un conflicto concreto; se trata de:

    Poner trabas permanentes al funcionamiento de los mecanismos sociales esencialmente antipopulares (por ejemplo: sabotear la televisión). De lo que se trata en este caso es de debilitar la influencia del enemigo sobre el cuerpo social, de manifestar abiertamente la existencia de una resistencia, de un contrapoder.

    Poner trabas al funcionamiento de los mecanismos sociales que perjudican de modo general las otras formas de la guerra popular (por ejemplo: sabotear la videovigilancia). De lo que se trata es de favorecer las condiciones de surgimiento y desarrollo del contrapoder revolucionario.

    Poner trabas puntualmente al funcionamiento de los mecanismos sociales conectados con una determinada ofensiva de la guerra popular (por ejemplo: cortar el alumbrado público durante manifestaciones que evolucionan en forma de lucha callejera, sabotear el transporte público durante las huelgas generales revolucionarias, etc.).


    2.5.5. El pirateo informático


    Una reflexión sobre los medios y tácticas de la guerra popular debe integrar a día de hoy una reflexión específica sobre el pirateo informático. Éste se ejecuta de manera extremadamente diversa: a veces guarda parecido con el sabotaje, a veces con la manifestación clásica de propaganda (una especie de enorme pegada de carteles virtual), a veces con la acción armada en lo que puede implicar de destrucciones importantes. El éxito de los hacktivistas de Anonymus, red compuesta esencialmente (a juzgar por las detenciones) de locos de la informática [“geeks”, en el original] politizados, permite vislumbrar las posibilidades de una práctica semejante realizada de modo organizado y sistematizado por una organización revolucionaria que disponga, como es natural, de militantes empleados en los servicios de telecomunicaciones de las grandes compañías de transporte, suministro de energía, telecomunicaciones, etc.


    2.7. Las formas combinadas

    2.7.1. Las manifestaciones y los paros armados



    Hemos tratado, cuando abordamos las formas de acción de la guerrilla urbana, sobre el apoyo armado a las luchas de masas (huelga o manifestación). El paro armado difiere sustancialmente del apoyo armado a una huelga en que el paro armado está decretado por el Partido y el sindicato revolucionarios.

    El paro armado es una combinación consciente y planificada de todas las formas de lucha en el marco de la guerra popular prolongada. Asocia la acción consciente de las masas con las operaciones de vanguardia del ejército popular (no sólo contra las estructuras de poder sino también contra las empresas que desafían la consigna de huelga pretendiendo proseguir sus actividades), con los sabotajes y el pirateo informático. Cada aspecto de esta lucha multiplica los efectos de los otros aspectos y da al paro armado un papel central en el proceso de surgimiento del contrapoder proletario.

    Está claro que sólo es posible realizar paros armados a un nivel relativamente alto del proceso revolucionario. En Perú, por ejemplo, los primeros paros armados se llevaron a cabo en Lima en la fase de “equilibrio estratégico”. El primero de ellos tuvo lugar el 19 de enero de 1989 y el último (de envergadura) los días 17 y 18 de mayo de 1994. En la India, el PCI (Maoísta) ha desencadenado muchos de estos paros (llamados bandh), a nivel nacional, por ejemplo en marzo de 2010, en diciembre de 2011.


    2.7.2. La insurrección armada y la guerra civil


    La insurgencia armada es la última fase de la guerra revolucionaria. Es una fase que combina todas las formas de luchas, que las concentra para derribar, en un tiempo relativamente corto, el poder enemigo gracias a una relación de fuerzas transformada por las primeras fases de la guerra popular prolongada.

    Como existe una gran cantidad de literatura sobre la insurrección armada y no es ésta sino la fase final de un proceso del que aquí sólo tenemos en cuenta sus balbuceos, no trataremos sobre ella en esta contribución.


    3. La cuestión de las “condiciones previas” para el desencadenamiento de la guerra popular


    La cuestión de las “condiciones previas” para el desencadenamiento de la guerra popular es la más permeable a la influencia del neorrevisionismo. Volveremos sobre este punto en nuestra cuarta y última contribución.

    Está claro que la cuestión de las condiciones previas para la guerra popular aparece de manera diferente según la concepción que se tenga de la guerra popular. Si nos atenemos a la concepción clausewitziana (guerra = lucha armada), podemos imaginar un cierto número de condiciones político-organizativas, como la existencia de una organización revolucionaria con una estructura clandestina ya muy cualificada (¡el problema no es llevar a cabo una acción armada: el problema es no caer detenido para poder realizar una segunda!), capaz de crecer y renovarse. De hecho, la respuesta del enemigo a una acción armada es muy fuerte, lo que supone que la organización revolucionaria esté en condiciones no sólo de resistir el golpe, sino también de desarrollar sus vínculos con la clase y crecer a pesar de la presión del enemigo.

    La situación es diferente si nos atenemos a la concepción marxista-leninista-maoísta de la guerra popular tal como la hemos expuesto. Como dicha concepción admite como forma de guerra niveles de enfrentamiento muy bajos (lucha callejera, sabotaje, cóctel Molotov, pirateo informático), que requieren efectivos y capacidades elementales, la única “condición previa” para el uso de cada uno de los medios de la guerra popular en general, es la existencia de una organización comunista, partido o embrión de partido, con una visión clara de lo que debe ser la estrategia revolucionaria, una línea política y militar justa. Vivimos una época de conmociones revolucionarias en la fase más avanzada del imperialismo y la guerra popular prolongada es la única estrategia viable en un país imperialista. Esto es lo que distingue fundamentalmente el posicionamiento marxista-leninismo-maoísta del resto de formas degeneradas surgidas del movimiento comunista. Pensar, desencadenar y desarrollar la popular guerra es el deber de los comunistas.


    4. La contrarrevolución preventiva


    La iniciativa revolucionaria engendra necesariamente una reacción contrarrevolucionaria. Después de haber sido sorprendidas en varias ocasiones por el estallido de movimientos revolucionarios, las fuerzas [y] potencias reaccionarias, empezando por las organizaciones político-militar-policiales norteamericanas, han forjado una doctrina de la “contrarrevolución preventiva” que se basa en la constatación de que actuar cuando el movimiento revolucionario ha enraizado firmemente es actuar demasiado tarde. El objetivo central de la contrarrevolución es, pues, impedir a toda costa el enraizamiento del movimiento revolucionario en las masas populares.

    La doctrina de la contrarrevolución preventiva vino a completar la de la seguridad nacional. En 1947, el Presidente Truman decretó que cualquier agresión contra cualquier régimen favorable a los Estados Unidos equivalía a una agresión a la seguridad nacional de los Estados Unidos y requería, por lo tanto, una intervención directa de estos.

    La contrarrevolución preventiva es parte de lo que se llama contrainsurgencia, o por decirlo de otra manera empleando la definición del Pentágono: “las operaciones militares, paramilitares, políticas, económicas, psicológicas y civiles realizadas por un gobierno para doblegar cualquier insurrección subversiva”.

    Esta doctrina se ha forjado principalmente de modo empírico, primero por los militares franceses derrotados en Indochina, luego por los ingleses tras su experiencia malaya, finalmente por los Estados Unidos (inicialmente influidos por las tesis de “la escuela francesa” (7) de oficiales que participaron en las guerras de Indochina y Argelia).

    Sus teorizaciones ( 8 ) siguen siendo muy pobres (carecen de una visión científica de las relaciones sociales determinadas por las relaciones de producción). Sin embargo, esta doctrina ha alcanzado un cierto grado de eficacia, aunque sólo sea por la importancia de los medios de que se vale tan pronto como despunta la sombra de una amenaza revolucionaria.

    Entre los medios de la contrarrevolución preventiva cabe mencionar:

    La máxima vigilancia y mantener “fichada” a la sociedad, la división por zonas del territorio.

    La represión terrorista de los grupos sociales susceptibles de dar viabilidad al proyecto revolucionario, llegando hasta el punto de crear zonas muertas mediante la evacuación de los pueblos de las regiones guerrilleras (como la masacre de aldeanos de Plan de Sánchez en Guatemala en julio de 1982).

    Las provocaciones para hacer aparecer al Estado como protector de las masas (atentados y masacres cometidos por fascistas y atribuidos a los comunistas, etc.).

    Operaciones publicitarias que presentan a las estructuras burguesas al servicio de la población (médicos militares alfabetizando y curando a campesinos, distribuyendo alimentos y mantas, etc.).

    La masacre de cuadros revolucionarios (y, por lo tanto, la tortura de los prisioneros para obtener información que permita identificar a esos cuadros). En el caso de la Operación Fénix en Vietnam dirigida por la CIA y Vietnam del Sur: entre 1962 y 1965, más de 80.000 supuestos miembros de la organización comunista clandestina fueron detenidos y torturados, y 26.369 asesinados.

    El uso de traidores y arrepentidos (y, por lo tanto, su producción, mediante la tortura, las amenazas contra los seres queridos, el aislamiento, etc.), y de la izquierda reformista para dividir a las fuerzas revolucionarias con un discurso de “izquierdas”.

    Las campañas de intoxicación para provocar luchas fratricidas entre los revolucionarios, para desacreditar a los dirigentes, etc. (el FBI obtuvo un éxito real en este ámbito contra el Partido de los Panteras Negras (9)).

    El uso del hampa (gángsteres, mafias) y de corrientes ideológicas ultra-reaccionarias, primero como alternativas a las contradicciones sociales (fascismo, racismo, fundamentalismo, chovinismo), y luego como cantera de fuerzas de choque de la contrarrevolución.

    El uso de los medios de comunicación para demonizar a los revolucionarios (hacerlos pasar por delincuentes comunes, por locos mesiánicos, por agentes extranjeros, etc.) y para ensalzar a las fuerzas del orden.

    10° La formación de unidades que puedan operar al margen de las leyes y procedimientos civiles y militares (“escuadrones de la muerte” en América Latina, GAL en España (10)).

    Estos dispositivos son, pues, más numerosos y están más sistematizados, perfilados y rodados que a principios del siglo pasado. Los revolucionarios que no los tengan en cuenta serán barridos. Repetir las tácticas pasadas, no aprender de las experiencias más contemporáneas, significa condenarse al fracaso.


    Notas

    (7) El general Aussaresses enseñó en Fort Bragg (base de las fuerzas especiales de los Estados Unidos y centro de enseñanza de contrainsurgencia) las técnicas de la batalla de Argel (detenciones masivas, torturas, ejecuciones extrajudiciales, reversiones de presos). Estas enseñanzas sirvieron para formar a los oficiales de las fuerzas especiales de los Estados Unidos que partían a Vietnam.

    (8 ) Empezando por La Guerra moderna del coronel Trinquier (1961)

    (9) A modo de ejemplo, el FBI había envenenado las relaciones entre el Partido de los Panteras Negras y otra organización negra (United Slaves [“Esclavos Unidos”]), por medio de cartas falsas que llevaron a dos miembros de los US a asesinar a dos miembros del PPN en el campus de UCLA en 1969.

    (10) Los diversos escuadrones de la muerte creados por los servicios secretos españoles contra la izquierda nacionalista vasca (Grupos Antiterroristas Españoles, Batallón Vasco Español, Grupo Antiterrorista de Liberación, etc.) asesinaron a 67 personas e hirieron a casi 200 entre 1975 y 1987.
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    Mensaje por obreromadrileño Miér Ene 02, 2013 9:54 pm

    ¿Hasta donde es factible la guerra popular en un pais post-industrial?¿como seorganizaria? no es sólo quedarse en palabras boitas para alimentar el propio ego, las palabras no cuentan sólo los actos, me parecen palabras muy grandes que ya se dijeron en antaño y que como siempre se quedaron en palabras de pseudo-radicalidad para alimentar egos. Ojala me equivoque.
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    Mensaje por Platon Vie Ene 04, 2013 6:15 pm

    PROBLEMAS DE LA GUERRA POPULAR (TERCERA PARTE) [7/7]

    LO QUE PUEDE Y DEBE SER LA GUERRA POPULAR PROLONGADA EN LOS PAÍSES IMPERIALISTAS


    5. La acumulación de fuerzas

    5.1. Los tres tipos de acumulación de fuerzas



    Las condiciones objetivas y subjetivas en la Europa imperialista imponen el desencadenamiento de la guerra popular comenzando por sus formas más elementales, más limitadas, aparentemente más benignas. Es menos importante “golpear duro” que “golpear correctamente”, o en otras palabras, útilmente. En el marco de la primera etapa (defensiva) de la guerra popular, “golpear útilmente” significa golpear para acumular fuerzas. No confiar en dar golpes fatídicos al enemigo, no confiar en ganar posiciones inexpugnables, sino simplemente, en ser más fuertes mañana que hoy.

    Esta acumulación de fuerzas se manifiesta en tres niveles. Se trata del fortalecimiento de las fuerzas comunistas organizadas, se trata del fortalecimiento de las vanguardias proletarias y se trata de la elevación de la conciencia revolucionaria de la sociedad. Estos tres niveles son complementarios. Si uno solo de ellos queda significativamente retrasado, a corto plazo todo el proceso revolucionario estará desequilibrado y amenazado.

    Si la organización comunista se desarrolla pero las vanguardias proletarias quedan cortadas de esta dinámica, o retroceden, supondrá el inicio de un proceso de aislamiento de la organización revolucionaria. Generalmente, este proceso queda oscurecido por el hecho de que, precisamente por el reflujo de las vanguardias de la clase, las organizaciones comunistas integran a nuevos militantes salidos de esas vanguardias que responden al reflujo por medio de una radicalización/cualificación. A los ojos de los militantes, lo que es señal de un retroceso puede parecer señal de un paso adelante. Es un proceso bien conocido en Italia: unos años después, el castigo fue terrible para las organizaciones comunistas.


    5.2. La acumulación de las fuerzas comunistas organizadas


    Es la de más fácil concepción. La organización tiene militantes y cuadros cada vez más numerosos y más cualificados, funciona cada vez con mayor eficacia, sus conexiones con las masas son cada vez más numerosas y estrechas, su dirección tiene una percepción cada vez más precisa y correcta de la situación de la sociedad y la clase, está cada vez más capacitada para desarrollar contramedidas contra las fuerzas represivas, etc.


    5.3. La acumulación de fuerzas de las vanguardias proletarias


    Esta acumulación se efectúa a través de diferentes manifestaciones de la autonomía de los sectores avanzados de la clase. Éstos se apartan ideológica, política y organizativamente de las estructuras reformistas y, sobre la base de una conciencia de su propio interés de clase, se autoorganizan tanto en el ámbito de las luchas económicas como en los barrios, en la cultura, etc. La guerra popular y el proceso de autonomía de las vanguardias de la clase son elementos que, en la primera etapa (defensiva) de la lucha, entran en una dialéctica vital, en el que uno alimenta y se alimenta del otro. En las etapas superiores, estos elementos se imbrican estrechamente, sectores enteros de las vanguardias de la clase se integran (o se convierten) en organizaciones bajo la dirección del partido comunista.

    Pero insistamos en este hecho: el proceso de autonomía de la clase es un fenómeno diferente del desarrollo de las fuerzas comunistas organizadas. Cada fenómeno enriquece al otro, pero cada uno desempeña un papel específico en el proceso. Con demasiada frecuencia, los comunistas sólo miden el éxito de su trabajo con el rasero del desarrollo de su propia organización. A veces llegan a torpedear dinámicas revolucionarias auténticas de la clase entregándose a la “pesca de militantes” y descabezando a esas dinámicas de sus elementos más politizadas. En muchos casos, estos elementos serían más útiles vivificando y cualificando auténticas dinámicas revolucionarias de la clase que convirtiéndose en un militante más de la organización comunista.

    Las dinámicas auténticas de la clase deben ser respetadas y promovidas por los comunistas; éstos deben aportar sus conocimientos prácticos, la comprensión de la situación dada por el dominio del marxismo, pero también deben aprender lo que esas dinámicas dicen de la clase y de sus luchas. Sólo así la organización podrá fortalecerse con un flujo constante de nuevos militantes salidos de esas dinámicas auténticas. De lo contrario, la organización integrará a unos cuantos militantes más, pero habrá segado la hierba bajo sus pies.


    5.4. La elevación general de la conciencia revolucionaria


    Una organización comunista centralizada, eficiente y audaz, vanguardias de la clase resueltas a luchar decididamente por sus intereses históricos, he aquí los agentes históricos activos del proceso revolucionario en los países europeos. Pero estas fuerzas serían impotentes si vivieran en un medio hostil. Si las amplias masas no tienen confianza alguna en el proceso revolucionario, si lo perciben como extraño a ellas, generador de un caos que incluso empeora su situación económica, entonces facilitarán la labor de la contrarrevolución.

    La propaganda burguesa consigue, tras una huelga de ferrocarriles, que grandes masas de proletarios ajenos al conflicto asuman el punto de vista del “usuario-víctima” en lugar del de su hermano de clase. ¡Y qué decir de su influencia en la pequeña burguesía y en el infraproletariado! La burguesía ha logrado prodigios para imponer sus intereses ideológicos en una situación histórica que la muestra en su conjunto como parasitaria, destructiva, decadente y genocida. Sólo ha podido hacerlo sobre la base de la traición y la colaboración desvergonzada de los reformistas y los revisionistas, que han abrazado los valores de la democracia liberal y de la economía de mercado, y que los han defendido en el seno de las masas.

    El movimiento revolucionario puede y debe desarrollar bases de apoyo donde disfrutar de una ayuda profunda y sólida de las masas, pero esto implica a contrario amplias regiones donde la influencia del régimen seguirá siendo fuerte, incluido en el plano ideológico. Para que las bases de apoyo no se conviertan en guetos revolucionarios, para permitir la extensión y creación de nuevas bases de apoyo, debe producirse una inversión general de la percepción de la legitimidad. El poder burgués debe perder todo su crédito a los ojos de las amplias masas y las fuerzas revolucionarias deben aparecer como una alternativa portadora de esperanza.

    Para ello, los comunistas deben llevar a cabo una reflexión y una práctica específica. Las acciones de propaganda armada deben estar pensadas no sólo para fortalecer, templar y cualificar a las fuerzas armadas comunistas, no sólo para vivificar el proyecto revolucionario y el contrapoder proletario en su dialéctica con las vanguardias de la clase. Sino también para contribuir a la derrota ideológica de la burguesía en el seno de las más amplias masas. Esto significa igualmente una acción político-ideológica específica en este sentido.


    5.5. La construcción del contrapoder y de las bases de apoyo


    En nuestra anterior contribución, pudimos establecer algunos rasgos de las bases de apoyo de la guerra popular en los países imperialistas: zonas densamente pobladas, populares, idealmente con tradiciones de lucha, “alejadas” de los centros enemigos (en el sentido que allí especificábamos), etc.

    Es fácil determinar el contenido militar de la base de apoyo: es donde las fuerzas revolucionarias pueden reconstituirse, reclutar, desarrollarse con una relativa seguridad.

    Pero, ¿cuál es el contenido político de la base de apoyo? El contenido político de la base de apoyo es el ejercicio del contrapoder revolucionario, el desarrollo de nuevas relaciones sociales. En la base de apoyo, la autoridad ya no es la del estado, sino la de la autoorganización de las masas (comités de barrio, comités de lucha, etc.) y la de las organizaciones del partido (que siguen siendo clandestinas). Hasta la insurrección final, en Europa, es ilusorio creer que se puede conservar un punto del territorio fuera del alcance de una gran operación policiaco-militar. En cualquier momento, pues, los militantes identificados pueden ser detenidos, los pisos francos registrados, etc. Esto implica que el partido debe permanecer en la clandestinidad incluso en sus bases de apoyo. El nuevo poder no debe aparecer en la forma visible de un nuevo estado, sino más bien como una dinámica que afecta a todos los aspectos de la vida, formalmente independiente de la lucha revolucionaria, e independiente a veces a los propios ojos de sus actores, pero en realidad parte esencial de ella.


    6. Para concluir


    Somos conscientes de las limitaciones de nuestra contribución, pero para nosotros no se trataba de responder detalladamente a todas las cuestiones planteadas por la problemática. Nuestra intención era, en primer lugar, exponer de modo amplio, pero sistemático, nuestras posiciones para, luego, intentar impulsar en el movimiento MLM de los países imperialistas un debate a fondo sobre una cuestión como ésta que, con demasiada frecuencia, se despacha con algunas consideraciones generales. Sólo un enfoque científico permitirá tener una práctica correcta y desenmascarar a quienes, detrás de los llamamientos más marciales a la guerra popular, practican el neorrevisionismo más chato y vulgar. Los fuegos de artificio argumentales y los malabares ideológicos de estos “guerreros” a domicilio serán el objeto de nuestra próxima contribución.
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    pedrocasca
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    Mensaje por pedrocasca Vie Ene 04, 2013 6:51 pm

    Gracias, tovarich Platon, por el trabajo de recopilación y el hecho de estar pendiente de su publicación en Odio de clase.

    A cada una de las siete partes del documento se puede acceder en el blog Odio de Clase en los enlaces:

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