"Los hábitos nuevos del imperio"
editorial de la revista “The Socialist Worker”, de la International Socialist Organization (ISO) de EEUU
tomado de la web Sinpermiso.info en enero de 2013
traducido por Enrique García
“…Podemos dejar en manos del establishment de política exterior el debate sobre si la “doctrina Obama” es preferible para sus intereses a la “doctrina Bush”. Pero podemos afirmar sin lugar a dudas cual es el objetivo de Barack Obama: demostrar que es mejor gerente del imperio de EEUU que Bush y los neoconservadores, no la búsqueda de un mundo más pacífico y justo…”
Los nombramientos de Barack Obama para la Secretario de Defensa y la dirección de la CIA encajan con su proyecto de rehacer el imperialismo de EEUU gracias a una maquinaria de guerra más efectiva y más letal [1] .
El nominado por el presidente demócrata como Secretario de Defensa es un republicano conocido por su conservadurismo, particularmente por su sectarismo anti-gay. Pero la avalancha de críticas contra de la nominación proviene de los republicanos, no de los demócratas.
Mientras tanto, la elección del presidente para dirigir la CIA es un antiguo responsable del programas de torturas y entregas. Pero ni republicanos ni demócratas tienen el menor problema con él.
Bienvenido a la política realmente existente de Washington en el segundo mandato de Barack Obama: donde no hay ni siquiera una oposición simbólica a la izquierda de un presidente que habría sido considerado, según sus propias palabras, “un republicano moderado” hace unas décadas
Dado el historial de sus primeros cuatro años en el cargo, no es ninguna sorpresa que los nominados de Obama tengan más en común políticamente con los republicanos que dirigían la Casa Blanca antes que con las decenas de millones de personas cuyos votos le hicieron presidente. Pero estas nominaciones tienen lugar sólo dos meses después de que Obama haya sido reelegido tras una importante victoria gracias a que las circunscripciones de base del partido demócrata se volcasen en la campaña.
Muchos de esos votantes esperaban que Obama podría llegar a ser en su segundo mandato el progresista que quieren que sea. Chuck Hagel y John Brennan, sus nominados para defensa y la CIA, son la prueba de que no basta con desearlo para que así sea.
Obama no se sienta obligado en absoluto, obviamente, a satisfacer las expectativas de sus seguidores ni a actuar de acuerdo con la retórica populista que utilizó durante la campaña. Por el contrario -al igual que con el acuerdo sobre el “abismo fiscal” y sus muchas concesiones a los republicanos-, los nombramientos de Hagel y Brennan muestran lo que Obama quiere para su segundo mandato: una administración en la que la clase dominante de EEUU pueda confiar para defender con mayor eficacia y ampliar su poder corporativo y militar.
La lección es vieja, y se ha repetido antes muchas veces: sin lucha, no habrá avances en la era Obama. La alternativa a un mundo de guerra e imperialismo, crisis social y desigualdad grotesca es evidente que no surgirá en la Casa Blanca o en cualquier otro lugar del Washington oficial, por lo que tendrá que venir de fuera.
*** *** ***
Desde la perspectiva de un “washingtonólogo” la decisión de nominar al ex senador Chuck Hagel de Nebraska para la Secretaria de Defensa ha sido inteligente. Obama actua de manera bipartidista al elegir a un republicano para uno de los cargos más importantes de su Administración, pero Hagel es despreciado por la mayoría de los republicanos como un temido RINO (republicano sólo de nombre).
No porque Hagel no sea un conservador acérrimo. Se ganó la hostilidad de los líderes del Partido Republicano a mediados de la década de 2000 cuando se convirtió en uno de los primeros miembros del Congreso de ambos partidos que criticó la “guerra contra el terror” de George W. Bush, en particular la desastrosa invasión de Irak. Cuando decidió no presentarse a la reelección en 2008, Hagel estaba ya más fuera que dentro de un partido que, según dijo [2], había sido “secuestrado por la incompetencia: creo que eso es lo que ha llevado al Partido Republicano a tirarse por e acantilado” .
Pero la trayectoria política de Hagel dice mucho más acerca de hasta qué punto el sistema político bipartidista se transformó en la década de 2000 al hacer suya la doctrina de los “neo-cons” que controlaban la Casa Blanca en la época de Bush de “invadir primero, preguntar después”. Hagel pertenece al ala “realista” del establishment de la política exterior, que se hizo a un lado durante los años de Bush, pero que no está menos comprometida con el proyecto imperialista de dominación política y militar de EE UU sobre sus rivales.
Hagel serán denunciados por los republicanos en las próximas semanas por preferir sanciones duras contra Irán a un ataque militar, o por criticar en ocasiones a Israel (sin que ello implique la menor acción práctica, por supuesto). Pero esto lo situa perfectamente en el consenso de Washington, no en el movimiento contra la guerra.
Las posiciones políticas de Hagel son aún más evidentes en aquellos temas de los que nadie está hablando. La caza de brujas anti-gay en el ejército del “no preguntes, no digas” terminó oficialmente sólo hace un año y medio, pero Obama ha elegido a un hombre para dirigir el Pentágono que promovió el “no preguntes, no digas” a lo largo de toda su carrera en el Congreso.
Hagel es recordado durante los años de Clinton por su despreciable campaña para bloquear la nominación de James Hormel como embajador de EE UU en Luxemburgo. Hormel no estaba cualificado para una responsabilidad tan importante, según Hagel, porque era “abierta y agresivamente gay “. Hagel se disculpó por tan rastrera acusación … en diciembre de 2012. “Teniendo en cuenta que está a la espera de un nombramiento presidencial”, dijo Hormel a los periodistas [3], “cabe preguntarse acerca de la sinceridad de la disculpa”.
Los defensores de los derechos de los inmigrantes podrán recordar a Hagel como el co-autor de la legislación en 2006 [4], que contrarrestó el famoso proyecto de ley Sensenbrenner, que pretendía criminalizar a 12 millones de inmigrantes indocumentados en EEUU. Pero la propuesta de “compromiso” de Hagel implicaba invertir millones de dólares en nuevos puestos de control fronterizos, incluyendo un muro, y la creación de un sistema a tres niveles para los indocumentados que hubiera condenado a millones de personas a salir de EEUU o al estatuto de trabajador invitado, y una vía muy restrictiva de legalización para una minoría.
No se oirá nada de esto a los legisladores demócratas. Ni a organizaciones “progresistas” ni a comentaristas, que parecen guardar un pacto de silencio sobre Hagel cuando no lo apoyan directamente. En su blog en la revista The Nation [5], la escritora anti-guerra Phyllis Bennis se pregunta si la nominación de Hagel “ayuda en realidad a la izquierda anti-guerra” – y, en un despliegue impresionante de razonamientos retorcidos, llega a la conclusión de que la respuesta es sí.
En cuanto a John Brennan, el candidato de Obama para dirigir la CIA, es probablemente mejor conocido como un elemento de continuidad entre demócratas y republicanos. Brennan es un espía de carrera que trabajó en estrecha colaboración con la Casa Blanca demócrata de Bill Clinton, más tarde con los republicanos de la era Bush, y ahora con la Administración Obama.
Brennan fue director ejecutivo adjunto de la CIA a comienzos de la década de 2000, cuando la Agencia creó su sistema de “sitios negros” y “entregas extraordinarias” para llevar a cabo interrogatorios y torturas durante la “guerra contra el terror”. Brennan defendió expresamente el uso de técnicas de tortura además del ahogamiento simulado y elogió las “entregas” de prisioneros de la CIA en la “guerra contra el terror” a países como Siria, para que se utilizara con ellos cualquier método de interrogatorio.
Semejante historial fue suficiente para echar por tierra su posible nombramiento como jefe de la CIA cuando Obama comenzó su primer mandato. Brennan retiró su nombre de la terna y fue nombrado asesor de alto nivel de la Casa Blanca.
Dice mucho acerca de la Casa Blanca de Obama y el Partido Demócrata que Brennan sea ahora un candidato aceptable.
Hace cuatro años, Obama acababa de salir de una campaña en la que en repetidas ocasiones se había comprometido a acabar con la guerra contra las libertades civiles de la Administración Bush. Pero durante los últimos cuatro años en el cargo ha mantenido en la práctica toda la política de la era Bush, desde el funcionamiento de la prisión de Guantánamo hasta las escuchas sin orden judicial.
Por lo tanto, la apuesta más inteligente es que Brennan no encontrará mucha oposición oficial en Washington, en el caso de que haya alguna. Como el analista de izquierdas Glenn Greenwald ha escrito en la web de The Guardian [6]: “En este cambio [de actitud hacia Brennan en relación a 2008], reside uno de los aspectos más significativos de la presidencia de Obama: su conversión de lo que antes eran políticas de derechas altamente cuestionables en armoniosos dogmas del consenso bipartidista en Washington DC”.
*** *** ***
Durante la campaña electoral de 2008, Obama tomó la delantera a los principales contendientes por la nominación demócrata a la presidencia en gran parte porque era el candidato que más se asociaba a la oposición a las guerras en Oriente Medio de la Administración Bush, especialmente en Irak. Pero para cualquiera que escuchase con atención, era evidente que Obama quería dirigir la maquinaria de guerra de EEUU, no frenarla de manera significativa.
Una vez en el cargo, Obama hizo todo lo posible para remodelar la prometida retirada de Irak en un redespliegue de fuerzas. Su plan fracasó solo porque el gobierno iraquí, actuando cada vez más independiente de los ocupantes, se negó a aceptar un estatuto especial para las decenas de miles de efectivos de una presencia militar permanente de EEUU en su país.
En Afganistán, Obama cumplió con su promesa electoral de aumentar la presencia de tropas de EEUU. En el punto álgido de este aumento de tropas de Obama, el número de soldados estadounidenses desplegados en Afganistán se había duplicado. Mientras tanto, la administración Obama amplió enormemente la guerra fuera de las fronteras de Afganistán, en Pakistán en particular, gracias a la nueva arma de moda: los ataques aéreos de aviones no tripulados Predator.
La Casa Blanca de Obama también está efectuando una reorientación estratégica del poder militar de EEUU hacia el conflicto que los analistas creen más probable en las próximas décadas: en el sudeste de Asia, contra el creciente poder de China.
Tanto Hagel como Brennan serán muy útiles en el proceso de remodelación del imperialismo de EEUU de acuerdo con las previsiones de Obama.
Dado que Hagel sirvió como soldado de reemplazo – sería el primer Secretario de Defensa con este origen – tendrá mayor autoridad para defender que EEUU debe hacer mayor uso de la diplomacia y de otros medios no militares en los conflictos internacionales, al mismo tiempo que reconstruye las fuerzas armadas como una fuerza más pequeña, más móvil y más letal en la guerra.
Por su parte, Brennan supervisó la escalada de la guerra de los aviones no tripulados de la administración Obama. Eso y sus muchos años en la CIA lo hacen el candidato ideal, según el Washington Post, de: “un gobierno que prefiere la acción encubierta – incluyendo ataques con aviones no tripulados Predator contra objetivos de al-Qaeda y el sabotaje cibernético de las plantas nucleares de Irán – que la utilización de más que de fuerzas convencionales”.
De alguna manera, Obama aún conserva la reputación para muchos de ser anti-guerra – probablemente gracias a la comparación con unos republicanos sediento de sangre. Pero su historial como comandante en jefe no puede ser descrito como anti-guerra de ninguna manera. Obama representa una estrategia diferente del imperialismo de EEUU a la de Bush, y tanto Hagel como Brennan están asociados a aspectos esenciales de la forma en que Obama ha tratado de renovar y adecuar la maquinaria de guerra.
Así que las batallas partidistas sobre sus nombramientos reflejan un debate dentro de la clase dominante entre dos programas diferentes sobre como gobernar el imperio de EEUU. Lo que no son en absoluto es un conflicto entre militaristas republicanos y partidarios demócratas de una política exterior más pacífica. O una disputa, como pretende Phyllis Bennis, en la que la “izquierda anti-guerra” está en mejor posición para presionar por sus objetivos.
Por el contrario, dado el éxito de Obama en sus primeros cuatro años a la hora de reparar algunos de los desastres causados por Bush, el imperialismo de EEUU a las ordenes de Obama, Hagel y Brennan probablemente será más eficaz para proteger la dominación de EEUU de sus rivales y enemigos. Y. por lo tanto, más eficaz para infligir sufrimiento, opresión y muerte en todo el mundo.
Podemos dejar en manos del establishment de política exterior el debate sobre si la “doctrina Obama” es preferible para sus intereses a la “doctrina Bush”. Pero podemos afirmar sin lugar a dudas cual es el objetivo de Barack Obama: demostrar que es mejor gerente del imperio de EEUU que Bush y los neoconservadores, no la búsqueda de un mundo más pacífico y justo.
Nuestros movimientos y luchas no pueden tomar partido por uno de estos dos programa imperialistas. De la misma manera que no tenemos porqué elegir entre dos planes de austeridad o dos estrategias para hacer más rentables las empresas a costa de los trabajadores. Tenemos que organizar una resistencia desde abajo que sea una alternativa independiente de las políticas bipartidistas de guerra, opresión e injusticia de Washington.
editorial de la revista “The Socialist Worker”, de la International Socialist Organization (ISO) de EEUU
tomado de la web Sinpermiso.info en enero de 2013
traducido por Enrique García
“…Podemos dejar en manos del establishment de política exterior el debate sobre si la “doctrina Obama” es preferible para sus intereses a la “doctrina Bush”. Pero podemos afirmar sin lugar a dudas cual es el objetivo de Barack Obama: demostrar que es mejor gerente del imperio de EEUU que Bush y los neoconservadores, no la búsqueda de un mundo más pacífico y justo…”
Los nombramientos de Barack Obama para la Secretario de Defensa y la dirección de la CIA encajan con su proyecto de rehacer el imperialismo de EEUU gracias a una maquinaria de guerra más efectiva y más letal [1] .
El nominado por el presidente demócrata como Secretario de Defensa es un republicano conocido por su conservadurismo, particularmente por su sectarismo anti-gay. Pero la avalancha de críticas contra de la nominación proviene de los republicanos, no de los demócratas.
Mientras tanto, la elección del presidente para dirigir la CIA es un antiguo responsable del programas de torturas y entregas. Pero ni republicanos ni demócratas tienen el menor problema con él.
Bienvenido a la política realmente existente de Washington en el segundo mandato de Barack Obama: donde no hay ni siquiera una oposición simbólica a la izquierda de un presidente que habría sido considerado, según sus propias palabras, “un republicano moderado” hace unas décadas
Dado el historial de sus primeros cuatro años en el cargo, no es ninguna sorpresa que los nominados de Obama tengan más en común políticamente con los republicanos que dirigían la Casa Blanca antes que con las decenas de millones de personas cuyos votos le hicieron presidente. Pero estas nominaciones tienen lugar sólo dos meses después de que Obama haya sido reelegido tras una importante victoria gracias a que las circunscripciones de base del partido demócrata se volcasen en la campaña.
Muchos de esos votantes esperaban que Obama podría llegar a ser en su segundo mandato el progresista que quieren que sea. Chuck Hagel y John Brennan, sus nominados para defensa y la CIA, son la prueba de que no basta con desearlo para que así sea.
Obama no se sienta obligado en absoluto, obviamente, a satisfacer las expectativas de sus seguidores ni a actuar de acuerdo con la retórica populista que utilizó durante la campaña. Por el contrario -al igual que con el acuerdo sobre el “abismo fiscal” y sus muchas concesiones a los republicanos-, los nombramientos de Hagel y Brennan muestran lo que Obama quiere para su segundo mandato: una administración en la que la clase dominante de EEUU pueda confiar para defender con mayor eficacia y ampliar su poder corporativo y militar.
La lección es vieja, y se ha repetido antes muchas veces: sin lucha, no habrá avances en la era Obama. La alternativa a un mundo de guerra e imperialismo, crisis social y desigualdad grotesca es evidente que no surgirá en la Casa Blanca o en cualquier otro lugar del Washington oficial, por lo que tendrá que venir de fuera.
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Desde la perspectiva de un “washingtonólogo” la decisión de nominar al ex senador Chuck Hagel de Nebraska para la Secretaria de Defensa ha sido inteligente. Obama actua de manera bipartidista al elegir a un republicano para uno de los cargos más importantes de su Administración, pero Hagel es despreciado por la mayoría de los republicanos como un temido RINO (republicano sólo de nombre).
No porque Hagel no sea un conservador acérrimo. Se ganó la hostilidad de los líderes del Partido Republicano a mediados de la década de 2000 cuando se convirtió en uno de los primeros miembros del Congreso de ambos partidos que criticó la “guerra contra el terror” de George W. Bush, en particular la desastrosa invasión de Irak. Cuando decidió no presentarse a la reelección en 2008, Hagel estaba ya más fuera que dentro de un partido que, según dijo [2], había sido “secuestrado por la incompetencia: creo que eso es lo que ha llevado al Partido Republicano a tirarse por e acantilado” .
Pero la trayectoria política de Hagel dice mucho más acerca de hasta qué punto el sistema político bipartidista se transformó en la década de 2000 al hacer suya la doctrina de los “neo-cons” que controlaban la Casa Blanca en la época de Bush de “invadir primero, preguntar después”. Hagel pertenece al ala “realista” del establishment de la política exterior, que se hizo a un lado durante los años de Bush, pero que no está menos comprometida con el proyecto imperialista de dominación política y militar de EE UU sobre sus rivales.
Hagel serán denunciados por los republicanos en las próximas semanas por preferir sanciones duras contra Irán a un ataque militar, o por criticar en ocasiones a Israel (sin que ello implique la menor acción práctica, por supuesto). Pero esto lo situa perfectamente en el consenso de Washington, no en el movimiento contra la guerra.
Las posiciones políticas de Hagel son aún más evidentes en aquellos temas de los que nadie está hablando. La caza de brujas anti-gay en el ejército del “no preguntes, no digas” terminó oficialmente sólo hace un año y medio, pero Obama ha elegido a un hombre para dirigir el Pentágono que promovió el “no preguntes, no digas” a lo largo de toda su carrera en el Congreso.
Hagel es recordado durante los años de Clinton por su despreciable campaña para bloquear la nominación de James Hormel como embajador de EE UU en Luxemburgo. Hormel no estaba cualificado para una responsabilidad tan importante, según Hagel, porque era “abierta y agresivamente gay “. Hagel se disculpó por tan rastrera acusación … en diciembre de 2012. “Teniendo en cuenta que está a la espera de un nombramiento presidencial”, dijo Hormel a los periodistas [3], “cabe preguntarse acerca de la sinceridad de la disculpa”.
Los defensores de los derechos de los inmigrantes podrán recordar a Hagel como el co-autor de la legislación en 2006 [4], que contrarrestó el famoso proyecto de ley Sensenbrenner, que pretendía criminalizar a 12 millones de inmigrantes indocumentados en EEUU. Pero la propuesta de “compromiso” de Hagel implicaba invertir millones de dólares en nuevos puestos de control fronterizos, incluyendo un muro, y la creación de un sistema a tres niveles para los indocumentados que hubiera condenado a millones de personas a salir de EEUU o al estatuto de trabajador invitado, y una vía muy restrictiva de legalización para una minoría.
No se oirá nada de esto a los legisladores demócratas. Ni a organizaciones “progresistas” ni a comentaristas, que parecen guardar un pacto de silencio sobre Hagel cuando no lo apoyan directamente. En su blog en la revista The Nation [5], la escritora anti-guerra Phyllis Bennis se pregunta si la nominación de Hagel “ayuda en realidad a la izquierda anti-guerra” – y, en un despliegue impresionante de razonamientos retorcidos, llega a la conclusión de que la respuesta es sí.
En cuanto a John Brennan, el candidato de Obama para dirigir la CIA, es probablemente mejor conocido como un elemento de continuidad entre demócratas y republicanos. Brennan es un espía de carrera que trabajó en estrecha colaboración con la Casa Blanca demócrata de Bill Clinton, más tarde con los republicanos de la era Bush, y ahora con la Administración Obama.
Brennan fue director ejecutivo adjunto de la CIA a comienzos de la década de 2000, cuando la Agencia creó su sistema de “sitios negros” y “entregas extraordinarias” para llevar a cabo interrogatorios y torturas durante la “guerra contra el terror”. Brennan defendió expresamente el uso de técnicas de tortura además del ahogamiento simulado y elogió las “entregas” de prisioneros de la CIA en la “guerra contra el terror” a países como Siria, para que se utilizara con ellos cualquier método de interrogatorio.
Semejante historial fue suficiente para echar por tierra su posible nombramiento como jefe de la CIA cuando Obama comenzó su primer mandato. Brennan retiró su nombre de la terna y fue nombrado asesor de alto nivel de la Casa Blanca.
Dice mucho acerca de la Casa Blanca de Obama y el Partido Demócrata que Brennan sea ahora un candidato aceptable.
Hace cuatro años, Obama acababa de salir de una campaña en la que en repetidas ocasiones se había comprometido a acabar con la guerra contra las libertades civiles de la Administración Bush. Pero durante los últimos cuatro años en el cargo ha mantenido en la práctica toda la política de la era Bush, desde el funcionamiento de la prisión de Guantánamo hasta las escuchas sin orden judicial.
Por lo tanto, la apuesta más inteligente es que Brennan no encontrará mucha oposición oficial en Washington, en el caso de que haya alguna. Como el analista de izquierdas Glenn Greenwald ha escrito en la web de The Guardian [6]: “En este cambio [de actitud hacia Brennan en relación a 2008], reside uno de los aspectos más significativos de la presidencia de Obama: su conversión de lo que antes eran políticas de derechas altamente cuestionables en armoniosos dogmas del consenso bipartidista en Washington DC”.
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Durante la campaña electoral de 2008, Obama tomó la delantera a los principales contendientes por la nominación demócrata a la presidencia en gran parte porque era el candidato que más se asociaba a la oposición a las guerras en Oriente Medio de la Administración Bush, especialmente en Irak. Pero para cualquiera que escuchase con atención, era evidente que Obama quería dirigir la maquinaria de guerra de EEUU, no frenarla de manera significativa.
Una vez en el cargo, Obama hizo todo lo posible para remodelar la prometida retirada de Irak en un redespliegue de fuerzas. Su plan fracasó solo porque el gobierno iraquí, actuando cada vez más independiente de los ocupantes, se negó a aceptar un estatuto especial para las decenas de miles de efectivos de una presencia militar permanente de EEUU en su país.
En Afganistán, Obama cumplió con su promesa electoral de aumentar la presencia de tropas de EEUU. En el punto álgido de este aumento de tropas de Obama, el número de soldados estadounidenses desplegados en Afganistán se había duplicado. Mientras tanto, la administración Obama amplió enormemente la guerra fuera de las fronteras de Afganistán, en Pakistán en particular, gracias a la nueva arma de moda: los ataques aéreos de aviones no tripulados Predator.
La Casa Blanca de Obama también está efectuando una reorientación estratégica del poder militar de EEUU hacia el conflicto que los analistas creen más probable en las próximas décadas: en el sudeste de Asia, contra el creciente poder de China.
Tanto Hagel como Brennan serán muy útiles en el proceso de remodelación del imperialismo de EEUU de acuerdo con las previsiones de Obama.
Dado que Hagel sirvió como soldado de reemplazo – sería el primer Secretario de Defensa con este origen – tendrá mayor autoridad para defender que EEUU debe hacer mayor uso de la diplomacia y de otros medios no militares en los conflictos internacionales, al mismo tiempo que reconstruye las fuerzas armadas como una fuerza más pequeña, más móvil y más letal en la guerra.
Por su parte, Brennan supervisó la escalada de la guerra de los aviones no tripulados de la administración Obama. Eso y sus muchos años en la CIA lo hacen el candidato ideal, según el Washington Post, de: “un gobierno que prefiere la acción encubierta – incluyendo ataques con aviones no tripulados Predator contra objetivos de al-Qaeda y el sabotaje cibernético de las plantas nucleares de Irán – que la utilización de más que de fuerzas convencionales”.
De alguna manera, Obama aún conserva la reputación para muchos de ser anti-guerra – probablemente gracias a la comparación con unos republicanos sediento de sangre. Pero su historial como comandante en jefe no puede ser descrito como anti-guerra de ninguna manera. Obama representa una estrategia diferente del imperialismo de EEUU a la de Bush, y tanto Hagel como Brennan están asociados a aspectos esenciales de la forma en que Obama ha tratado de renovar y adecuar la maquinaria de guerra.
Así que las batallas partidistas sobre sus nombramientos reflejan un debate dentro de la clase dominante entre dos programas diferentes sobre como gobernar el imperio de EEUU. Lo que no son en absoluto es un conflicto entre militaristas republicanos y partidarios demócratas de una política exterior más pacífica. O una disputa, como pretende Phyllis Bennis, en la que la “izquierda anti-guerra” está en mejor posición para presionar por sus objetivos.
Por el contrario, dado el éxito de Obama en sus primeros cuatro años a la hora de reparar algunos de los desastres causados por Bush, el imperialismo de EEUU a las ordenes de Obama, Hagel y Brennan probablemente será más eficaz para proteger la dominación de EEUU de sus rivales y enemigos. Y. por lo tanto, más eficaz para infligir sufrimiento, opresión y muerte en todo el mundo.
Podemos dejar en manos del establishment de política exterior el debate sobre si la “doctrina Obama” es preferible para sus intereses a la “doctrina Bush”. Pero podemos afirmar sin lugar a dudas cual es el objetivo de Barack Obama: demostrar que es mejor gerente del imperio de EEUU que Bush y los neoconservadores, no la búsqueda de un mundo más pacífico y justo.
Nuestros movimientos y luchas no pueden tomar partido por uno de estos dos programa imperialistas. De la misma manera que no tenemos porqué elegir entre dos planes de austeridad o dos estrategias para hacer más rentables las empresas a costa de los trabajadores. Tenemos que organizar una resistencia desde abajo que sea una alternativa independiente de las políticas bipartidistas de guerra, opresión e injusticia de Washington.
Notas:
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