John Wayne, el actor que encarnó al patriótico cowboy de leyenda, estuvo en el punto de mira del dictador soviético Josef Stalin por culpa de su profundo anticomunismo. Stalin envió a un comando del KGB a California para liquidar al que consideraba su archienemigo pero el complot fue desarticulado in extremis por el FBI. El plan de Stalin sólo fue uno de los diversos intentos de asesinato que sufrió el actor, uno de ellos orquestado por Mao Tse Tung y del que Wayne fue previamente avisado por Kurschev, el sucesor de Stalin en la Plaza Roja.
Los planes de los dictadores comunistas para asesinar a John Wayne han sido revelados en el libro “John Wayne: El hombre tras el mito” del crítico de cine Michael Munn. Según revela el autor, el plan se inicia cuando Stalin envía a finales de los 40 al director de cine Sergei Gerasimov a Nueva York para asistir a una Conferencia Mundial de Paz de inequívocos tintes izquierdistas. Gerasimov averigua a través de Orson Welles que Wayne está intentando evitar que los comunistas se infiltren en Hollywood, como cabeza visible de la organización para la Preservación de los Ideales Americanos.
Gerasimov vuelve a Moscú para poner al tanto a Stalin, que rápidamente envía un equipo de dos sicarios con el objeto de matar a John Wayne. Llegados a este punto vale la pena apuntar que Stalin era un gran fan de las películas de vaqueros y de las de Tarzán, lo que no fue óbice para encargar la misión criminal.
Los agentes del KGB lograron entrar en los estudios de la Warner Bross donde Wayne tenía su despachodisfrazados como agentes del FBI. Por fortuna para Wayne, el propio FBI sabía de los planes del enemigo, de forma que apostó a varios de sus agentes que se hicieron pasar por oficinistas en los estudios. Cuando los rusos llegaron, los federales los desarmaron y se los llevaron esposados a una playa del norte de Los Angeles, donde entra en escena el mismísimo Wayne.
Según contó el propio John Wayne a Munn, el actor sometió a los soviéticos a una tortura sacada de una de sus películas: los del FBI obligaron a ponerse sobre sus rodillas a los detenidos, armaron sus pistolas e iniciaron la cuenta atrás: “Tres, dos, uno…” y “¡Pum!” gritó John Wayne, que remató su actuación con el característico “Bienvenidos a la tierra de la libertad”, antes de deportarles y embarcarles hacia una muerte segura en la Unión Soviética. Wayne sólo mataba en las películas, apuntilla el autor.
La orden de matar a Wayne fue revocada por Nikita Kruschev, el sucesor de Stalin, en 1953. Kruschev, admirador declarado de Wayne, confesó al actor en 1958 y le confesó los planes de asesinarlo: “Esa fue una decisión de Stalin durante sus últimos cinco años de locura. Cuando Stalin murió yo rescindí la orden”, afirma el libro. Además, el mandatario soviético tuvo a bien avisar a su ídolo de que otro sanguinario dictador, Mao Tse Tung, también le tenía ojeriza e intentaba matarle. Efectivamente, Wayne sobrevivió a un intento de asesinato durante una gira en Vietnam, ocho años después, en 1966. Un francotirador chino disparó al actor sin alcanzarle. Wayne murió de cáncer en 1979.
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