El crepúsculo del franquismo
artículo de Ernest Mandel
tomado de revista VIENTO SUR Número 84 - enero de 2006
Presentación del artículo en Viento Sur: este artículo fue publicado como editorial de la revista Quatrième Internationaleen enero de 1971. La fecha es significativa porque coincide con la fundación de la Liga Comunista Revolucionaria en el Estado español y son sus militantes el principal destino del texto. Efectivamente, en enero de 1971 culminó el largo proceso de reflexión del grupo Comunismo, integrado por los militantes del FLP y el FOC que llevaban ya muchos meses buscando cómo y sobre qué bases construir una organización revolucionaria. Finalmente la decisión fue fundar la Liga y adherirse a la IV Internacional, salvo un grupo reducido que formó el PORE.
“El crepúsculo del franquismo” es una buena formulación del contenido y el sentido de la fundación de la Liga. De hecho, el texto tuvo una influencia determinante en la primera etapa de desarrollo de la organización y puede decirse que todos los militantes lo consideraron como propio y lo leyeron y dieron a leer a quienes se querían acercar a la Liga. Pero todo esto, que es muy importante para quienes tuvimos el privilegio de vivir aquellos tiempos, no es razón suficiente para publicar el texto en VIENTO SUR. Lo que justifica la publicación es que “El crepúsculo del franquismo” es una muestra ejemplar de una cultura política, o si se quiere, de una forma de hacer política revolucionaria, clásica, sin duda, pero que lucha por la vida, es decir, está decidida a comprender la realidad y convencida de que, para comprenderla, hay que buscar las brechas que permiten subvertirla. Esa cultura, que fue una cultura antagonista tanto de las realpolitik como de los marxismos doctrinarios de la época, merece ser conocida y, por supuesto, criticada hoy; por lo que significó hace 35 años y por lo que puede significar contar con ella para crear ahora las políticas antagonistas a las realpolitik y a las doctrinas de esta época.
El texto apela tanto a la razón como a la esperanza. Su mayor parte está dedicada a analizar la realidad española, sus contradicciones políticas y económicas, los conflictos sociales básicos. No hay en él ni una cita de los “clásicos”, salvo la referencia a la organización de “tipo leninista”, muy vinculada al papel central de esta cuestión en la evolución del grupo Comunismo.
Propone y anima a comprender la realidad, no a amoldarla a una ideología. Por eso precisamente es útil analizarlo y criticarlo, por ejemplo, en las conclusiones voluntaristas sobre el “desinflamiento” de los “globos reformistas y `liberalizantes” o sobre las enseñanzas que los “trabajadores españoles” habrían recibido de la experiencia de 1969-1970, o sobre el modelo de “dualidad de poder” como conclusión “natural” de la autoorganización. Claro, se pueden encontrar errores aquí, o en otros puntos, y valorarlos, o justificarlos, en mayor o en menor medida. Pero son errores inteligentes: es posible aprender de ellos.
Una lectura sensata de “El crepúsculo del franquismo” tiene que situarlo en su época. No sólo para entender un lenguaje que era entonces necesariamente “heroico” y ahora puede parecer retórico, cuando no lo fue en absoluto para quienes lo hablamos y lo sentimos. También, y sobre todo, para entender, lo que no significa compartir, que entonces, a comienzos de los años 70, existían realmente las brechas sociales y políticas que daban sentido a la fórmula rotunda que resume la estrategia que el texto propone: “La dictadura franquista no puede metamorfosearse en democracia burguesa bajo la presión de las masas. Debe ser derrocada por una acción directa revolucionaria de las masas”. Entonces parecía una certeza, cuando era sólo una posibilidad excepcional. Pero una revolución es siempre una posibilidad excepcional. Y luchar por realizarla no fue una aventura juvenil (o por decirlo mejor, no fue sólo, pero fue también una aventura, como lo es toda acción humana que vale la pena, que va más allá de lo posible), sino una decisión militante tan evolucionaria, como racional.
Se puede leer y descargar el artículo completo en 10 páginas de buen formato pdf desde el enlace:
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tomado de revista VIENTO SUR Número 84 - enero de 2006
Presentación del artículo en Viento Sur: este artículo fue publicado como editorial de la revista Quatrième Internationaleen enero de 1971. La fecha es significativa porque coincide con la fundación de la Liga Comunista Revolucionaria en el Estado español y son sus militantes el principal destino del texto. Efectivamente, en enero de 1971 culminó el largo proceso de reflexión del grupo Comunismo, integrado por los militantes del FLP y el FOC que llevaban ya muchos meses buscando cómo y sobre qué bases construir una organización revolucionaria. Finalmente la decisión fue fundar la Liga y adherirse a la IV Internacional, salvo un grupo reducido que formó el PORE.
“El crepúsculo del franquismo” es una buena formulación del contenido y el sentido de la fundación de la Liga. De hecho, el texto tuvo una influencia determinante en la primera etapa de desarrollo de la organización y puede decirse que todos los militantes lo consideraron como propio y lo leyeron y dieron a leer a quienes se querían acercar a la Liga. Pero todo esto, que es muy importante para quienes tuvimos el privilegio de vivir aquellos tiempos, no es razón suficiente para publicar el texto en VIENTO SUR. Lo que justifica la publicación es que “El crepúsculo del franquismo” es una muestra ejemplar de una cultura política, o si se quiere, de una forma de hacer política revolucionaria, clásica, sin duda, pero que lucha por la vida, es decir, está decidida a comprender la realidad y convencida de que, para comprenderla, hay que buscar las brechas que permiten subvertirla. Esa cultura, que fue una cultura antagonista tanto de las realpolitik como de los marxismos doctrinarios de la época, merece ser conocida y, por supuesto, criticada hoy; por lo que significó hace 35 años y por lo que puede significar contar con ella para crear ahora las políticas antagonistas a las realpolitik y a las doctrinas de esta época.
El texto apela tanto a la razón como a la esperanza. Su mayor parte está dedicada a analizar la realidad española, sus contradicciones políticas y económicas, los conflictos sociales básicos. No hay en él ni una cita de los “clásicos”, salvo la referencia a la organización de “tipo leninista”, muy vinculada al papel central de esta cuestión en la evolución del grupo Comunismo.
Propone y anima a comprender la realidad, no a amoldarla a una ideología. Por eso precisamente es útil analizarlo y criticarlo, por ejemplo, en las conclusiones voluntaristas sobre el “desinflamiento” de los “globos reformistas y `liberalizantes” o sobre las enseñanzas que los “trabajadores españoles” habrían recibido de la experiencia de 1969-1970, o sobre el modelo de “dualidad de poder” como conclusión “natural” de la autoorganización. Claro, se pueden encontrar errores aquí, o en otros puntos, y valorarlos, o justificarlos, en mayor o en menor medida. Pero son errores inteligentes: es posible aprender de ellos.
Una lectura sensata de “El crepúsculo del franquismo” tiene que situarlo en su época. No sólo para entender un lenguaje que era entonces necesariamente “heroico” y ahora puede parecer retórico, cuando no lo fue en absoluto para quienes lo hablamos y lo sentimos. También, y sobre todo, para entender, lo que no significa compartir, que entonces, a comienzos de los años 70, existían realmente las brechas sociales y políticas que daban sentido a la fórmula rotunda que resume la estrategia que el texto propone: “La dictadura franquista no puede metamorfosearse en democracia burguesa bajo la presión de las masas. Debe ser derrocada por una acción directa revolucionaria de las masas”. Entonces parecía una certeza, cuando era sólo una posibilidad excepcional. Pero una revolución es siempre una posibilidad excepcional. Y luchar por realizarla no fue una aventura juvenil (o por decirlo mejor, no fue sólo, pero fue también una aventura, como lo es toda acción humana que vale la pena, que va más allá de lo posible), sino una decisión militante tan evolucionaria, como racional.
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