La ultraderecha en Europa y el nuevo “enemigo interno”
informe documental de la TV pública digital argentina Canal 7
duración: 8 minutos y 45 segundos
La TV Pública argentina emite un informe sobre el auge de la ultraderecha fundamentalista, pro israelí y resurgida a partir de la crisis económica.
De inspiración ultraderechista, la furia asesina desplegada en Noruega por Anders Breivick, autor confeso del doble atentado ocurrido en Oslo días atrás, sorprendió a las fuerzas de seguridad de la Unión Europea, las que, habituadas a la sospecha metódica sobre todo lo musulmán como sinónimo de “terrorismo”, desestimaron la amenaza interna.
Nacionalista y enemigo declarado del Islam, Breivick, que militó en el ultraderechista Partido del Progreso Noruego de 1999 a 2007, simboliza el crecimiento de la extrema derecha en Europa que avanza a pasos agigantados de la mano de la globalización, la inmigración y la crisis económica.
Aunque el fenómeno guarda ciertas particularidades según cada país, los grupos y partidos ultraderechistas europeos presentan rasgos comunes: son nacionalistas, xenófobos e impulsores de una Europa sin inmigrantes; se oponen a la globalización, al ultraliberalismo y a organizaciones multinacionales como la Unión Europea y la OTAN.
Su popularidad crece de la mano de ideas tales como el “fracaso del multiculturalismo” expresadas por la canciller alemana, Angela Merkel y celebradas por el presidente francés, Nicolás Sarkozy, y el premier británico, David Cameron.
Lejos de la tolerancia y la libertad que caracterizaban hasta no hace mucho a los países nórdicos aún dueños de un estado de bienestar, el Partido del Progreso noruego es uno de los más dignos representantes de la extrema derecha europea, convirtiéndose en 2009 en la segunda fuerza política nacional al obtener el apoyo del 23 por ciento de los votantes. A diferencia de la vieja derecha antisemita y antiliberal, son proisraelíes, antimusulmanes y defensores del libre mercado, compartiendo como ideal la antigua defensa de los valores familiares, la ley y el orden, conservando restos del antimarxismo.
En la vecina Finlandia, el Partido de los Auténticos Finlandeses encabezado por Timo Soini, con un programa nacionalista, anti Unión Europea y contrario a la inmigración se convirtió a principios de este año en la tercera fuerza parlamentaria. En septiembre de 2010 también el Partido Demócrata sueco celebró su regreso al parlamento gracias a las definiciones de su líder, Jimmie Aakesson, quien calificó a los inmigrantes de “parásitos” que consumen la ayuda social del país. Su equivalente en Dinamarca es el Partido Popular Danés, sostén parlamentario desde 2001 del gobierno conservador.
El auge de los partidos que impulsan el odio a lo extranjero no es patrimonio de los países escandinavos. En Austria, con lemas como “Trabajo en vez de inmigración”, el partido de la Libertad se ha convertido en fuerza legislativa. En Italia, la Liga norte comandada por Umberto Bossi, integrante de la coalición gobernante liderada por Silvio Berlusconi, defiende la separación de la zona norte del país, rica y pujante, del sur, pobre y menos desarrollado, impulsando el resentimiento hacia las minorías y los extranjeros.
La fobia al inmigrante también gana terreno en Holanda, país donde la derecha xenófoba del Partido por la Libertad liderado por Geert Wilders obtuvo el tercer lugar en los comicios de 2010. En Bélgica, la formación Interés Flamenco, con 12 bancas en el parlamento, promueve la expulsión de los inmigrantes ilegales.
La estrella de este crisol de partidos ultraderechistas es la francesa Marine Le Pen, heredera de su padre Jean Marie, fundador de la Alianza Nacional Francesa, quien preconiza la devolución de los inmigrantes a sus países de origen, el abandono del euro y la reinstauración de las fronteras, prohibiendo la libre circulación de personas dentro del continente.
En el Reino Unido, el Partido Nacional aumentó su representatividad en un 12,3 por ciento en los últimos comicios municipales, mientras que en Alemania, donde el incremento de las organizaciones neonazis es observado con lupa, un grupo denominado los “Autónomos Nacionalistas” preocupa al gobierno conservador, al extremo de temer la probabilidad de atentados similares a los ocurridos en Noruega.
Europa del Este tampoco queda afuera del crecimiento ultraderechista. En Hungría, la tercera fuerza más votada es el movimiento por una Hungría Mejor, que defiende los ataques a gitanos, judíos, homosexuales e inmigrantes.
Aún cuando la relación entre el auge de las formaciones políticas de ultraderecha y las manifestaciones de violencia extrema es todavía una hipótesis general, el miedo, la intolerancia, la precariedad laboral y las desigualdades percibidas como consecuencias de la globalización auguran para la ultraderecha europea un crecimiento que representa una seria amenaza para las sociedades donde se arraiga.
informe documental de la TV pública digital argentina Canal 7
duración: 8 minutos y 45 segundos
La TV Pública argentina emite un informe sobre el auge de la ultraderecha fundamentalista, pro israelí y resurgida a partir de la crisis económica.
De inspiración ultraderechista, la furia asesina desplegada en Noruega por Anders Breivick, autor confeso del doble atentado ocurrido en Oslo días atrás, sorprendió a las fuerzas de seguridad de la Unión Europea, las que, habituadas a la sospecha metódica sobre todo lo musulmán como sinónimo de “terrorismo”, desestimaron la amenaza interna.
Nacionalista y enemigo declarado del Islam, Breivick, que militó en el ultraderechista Partido del Progreso Noruego de 1999 a 2007, simboliza el crecimiento de la extrema derecha en Europa que avanza a pasos agigantados de la mano de la globalización, la inmigración y la crisis económica.
Aunque el fenómeno guarda ciertas particularidades según cada país, los grupos y partidos ultraderechistas europeos presentan rasgos comunes: son nacionalistas, xenófobos e impulsores de una Europa sin inmigrantes; se oponen a la globalización, al ultraliberalismo y a organizaciones multinacionales como la Unión Europea y la OTAN.
Su popularidad crece de la mano de ideas tales como el “fracaso del multiculturalismo” expresadas por la canciller alemana, Angela Merkel y celebradas por el presidente francés, Nicolás Sarkozy, y el premier británico, David Cameron.
Lejos de la tolerancia y la libertad que caracterizaban hasta no hace mucho a los países nórdicos aún dueños de un estado de bienestar, el Partido del Progreso noruego es uno de los más dignos representantes de la extrema derecha europea, convirtiéndose en 2009 en la segunda fuerza política nacional al obtener el apoyo del 23 por ciento de los votantes. A diferencia de la vieja derecha antisemita y antiliberal, son proisraelíes, antimusulmanes y defensores del libre mercado, compartiendo como ideal la antigua defensa de los valores familiares, la ley y el orden, conservando restos del antimarxismo.
En la vecina Finlandia, el Partido de los Auténticos Finlandeses encabezado por Timo Soini, con un programa nacionalista, anti Unión Europea y contrario a la inmigración se convirtió a principios de este año en la tercera fuerza parlamentaria. En septiembre de 2010 también el Partido Demócrata sueco celebró su regreso al parlamento gracias a las definiciones de su líder, Jimmie Aakesson, quien calificó a los inmigrantes de “parásitos” que consumen la ayuda social del país. Su equivalente en Dinamarca es el Partido Popular Danés, sostén parlamentario desde 2001 del gobierno conservador.
El auge de los partidos que impulsan el odio a lo extranjero no es patrimonio de los países escandinavos. En Austria, con lemas como “Trabajo en vez de inmigración”, el partido de la Libertad se ha convertido en fuerza legislativa. En Italia, la Liga norte comandada por Umberto Bossi, integrante de la coalición gobernante liderada por Silvio Berlusconi, defiende la separación de la zona norte del país, rica y pujante, del sur, pobre y menos desarrollado, impulsando el resentimiento hacia las minorías y los extranjeros.
La fobia al inmigrante también gana terreno en Holanda, país donde la derecha xenófoba del Partido por la Libertad liderado por Geert Wilders obtuvo el tercer lugar en los comicios de 2010. En Bélgica, la formación Interés Flamenco, con 12 bancas en el parlamento, promueve la expulsión de los inmigrantes ilegales.
La estrella de este crisol de partidos ultraderechistas es la francesa Marine Le Pen, heredera de su padre Jean Marie, fundador de la Alianza Nacional Francesa, quien preconiza la devolución de los inmigrantes a sus países de origen, el abandono del euro y la reinstauración de las fronteras, prohibiendo la libre circulación de personas dentro del continente.
En el Reino Unido, el Partido Nacional aumentó su representatividad en un 12,3 por ciento en los últimos comicios municipales, mientras que en Alemania, donde el incremento de las organizaciones neonazis es observado con lupa, un grupo denominado los “Autónomos Nacionalistas” preocupa al gobierno conservador, al extremo de temer la probabilidad de atentados similares a los ocurridos en Noruega.
Europa del Este tampoco queda afuera del crecimiento ultraderechista. En Hungría, la tercera fuerza más votada es el movimiento por una Hungría Mejor, que defiende los ataques a gitanos, judíos, homosexuales e inmigrantes.
Aún cuando la relación entre el auge de las formaciones políticas de ultraderecha y las manifestaciones de violencia extrema es todavía una hipótesis general, el miedo, la intolerancia, la precariedad laboral y las desigualdades percibidas como consecuencias de la globalización auguran para la ultraderecha europea un crecimiento que representa una seria amenaza para las sociedades donde se arraiga.
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