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Sobre el socialismo y el derecho a la autodeterminación en Catalunya (II)
Artículo de opinión de Juan Martín
Una vez vistas y rebatidas en el anterior artículo (http://elpravda.blogspot.com.es/2013/01/sobre-el-socialismo-y-el-derecho-la.html) algunas de las interpretaciones actuales sobre el concepto del “derecho de las naciones a la autodeterminación” en el actual contexto político de Catalunya por parte de las fuerzas revolucionarias, pasaremos a tratar la cuestión del posicionamiento concreto de los marxistas en los conflictos nacionales.
Pero antes de ello propiamente, cabe recordar el carácter que otorgan los análisis leninistas a los conflictos nacionales y el papel de la burguesía en ellos, recordando así la verdadera esencia del problema, lejos de las nuevas atribuciones terminológicas y conceptuales sobre la cuestión. Para introducir de nuevo el conflicto actual, veamos qué dice sobre el origen de los movimientos nacionales Lenin: La burguesía, que actúa, como es natural, en los comienzos de todo movimiento nacional como fuerza hegemónica (dirigente) del mismo, llama labor práctica al apoyo a todas las aspiraciones nacionales.
Por lo tanto, vemos como hace ya más de un siglo los marxistas –incorporación teórica que formaría después parte del corpus ideológico del leninismo- clarificaban el papel de la burguesía en los movimientos nacionales, otorgándoles claramente el papel de impulsores del movimiento, es decir, de la aspiración de tal o cual nación a su constitución como Estado independiente. Este razonamiento es realizado por Lenin sobre el análisis de los procesos históricos de nacimiento y consolidación política del capitalismo en los países de Europa Occidental, no sobre procesos –aún no desarrollados- de liberación nacional frente al colonialismo, por lo que serían perfectamente válidos para el caso de Catalunya. No se requieren impresionantes conocimientos históricos para conocer el papel de la burguesía catalana en el nacimiento del nacionalismo político y sus diferentes expresiones históricas en el país.
Resulta por lo menos inquietante la reacción de algunos revolucionarios –conociendo, como presumiblemente conocen, la teoría leninista del derecho de las naciones a la autodeterminación- al alarmarse histéricamente por la hegemonización de las consignas nacionales por parte de la burguesía catalana en el movimiento nacional –ya que no solamente comprende a la burguesía como clase social en su interior- que se desarrolla actualmente en Catalunya. Esta es una situación absolutamente predecible en el marco del capitalismo, más concretamente en el marco de un Estado capitalista desarrollado y con un conflicto claro entre burguesías, donde la burguesía es la clase social que detenta el poder político y económico. Entonces, y entendiendo que el conflicto nacional en un país capitalista desarrollado responde a una conflictividad originada en su seno en la formación del propio Estado y en la configuración de poder de sus burguesías –y demás clases sociales temporalmente aliadas-, podríamos afirmar que el papel de impulsor de las reivindicaciones nacionales de la burguesía es propio y característico en la nación oprimida, por lo que carece de sentido alguno el alarmismo de algunos con respecto al papel de la burguesía catalana en impulsar la reivindicación de un Estado independiente. Ante esta situación, y partiendo de la base de que en cualquier Estado capitalista desarrollado con un conflicto nacional en su interior las burguesías aspirarán a hegemonizar los diferentes movimientos nacionales, la posición de los comunistas no puede ser la de una equidistancia “imparcial” sobre la cuestión por, como arguyen algunos actualmente, tratarse de un “conflicto entre burguesías”, limitándose a propugnar de manera abstracta –en muchas ocasiones parece que como repetición mecánica de documentos- el derecho de los pueblos a la autodeterminación y apelando a la lucha de clases como contradicción principal. Esta posición está absolutamente alejada del marxismo, ya que como situaba Lenin, desde el punto de vista de los socialistas es absolutamente erróneo desentenderse de las tareas de la liberación nacional en un ambiente de opresión nacional.
Sobre el posicionamiento concreto de los comunistas ante un conflicto nacional determinado, es interesante citar algunos pasajes de Lenin al respecto.
Por cuanto la burguesía de una nación oprimida lucha contra la opresora, nosotros estamos siempre, en todos los casos y con más decisión que nadie, a favor, ya que somos los enemigos más intrépidos y consecuentes de la opresión. Por cuanto la burguesía de la nación oprimida está a favor de su nacionalismo burgués, nosotros estamos en contra. Lucha contra los privilegios y violencias de la nación opresora y ninguna tolerancia con el afán de privilegios de la nación oprimida.
Como puede observarse en esta argumentación, para Lenin, en el conflicto nacional las burguesías no están en un plano de igualdad, es decir, que en un conflicto nacional determinado, en el que las burguesías necesariamente jugaran su papel, el papel de los comunistas no será el de una equidistancia con respecto a la posición “nacional” de una u otra burguesía, manteniéndose al margen de cualquier posicionamiento concreto y apelando exclusivamente a la lucha de clases, sino que tomará siempre partido con la posición que represente una lucha contra la dominación nacional, sin, por supuesto, descuidar la lucha contra el nacionalismo burgués propio de la burguesía de la nación oprimida. Es importante entender la diferenciación entre independencia de la clase obrera de la burguesía y esa supuesta “independencia” propugnada por algunos ante una lucha nacional concreta.
En todo caso, el obrero asalariado seguirá siendo objeto de explotación, y para luchar con éxito contra ella se exige que el proletariado sea independiente del nacionalismo, que los proletarios mantengan una posición de completa neutralidad, por así decir, en la lucha de la burguesía de las diversas naciones por la supremacía. En cuanto el proletariado de una nación cualquiera apoye en lo más mínimo los privilegios de "su" burguesía nacional, este apoyo provocará inevitablemente la desconfianza del proletariado de la otra nación, debilitará la solidaridad internacional de clase de los obreros, los desunirá para regocijo de la burguesía. Y el negar el derecho a la autodeterminación, o a la separación, significa indefectiblemente, en la práctica, apoyar los privilegios de la nación dominante.
He aquí en palabras de Lenin el ejemplo claro de la posición de los comunistas ante un conflicto nacional determinado: independencia respecto del nacionalismo y de la burguesía de una nación u otra. Posicionamiento claro contra los privilegios de una nación determinada, es decir, apoyo concreto del derecho de la nación oprimida a la separación.
Una vez vistos los “antecedentes” sobre la cuestión, vamos a particularizar la realidad concreta de los comunistas ante la actual situación en Catalunya.
Entendemos que en Catalunya existe un movimiento nacional claro. Las millones de personas que actualmente se movilizan por la consecución de un Estado nacional así lo determinan. Como hemos visto anteriormente, responde a una lógica del movimiento nacional en un Estado capitalista desarrollado el hecho de que sea la burguesía la que en un primer momento monopolice o en cierta manera sea la impulsora de este movimiento. Pero resulta evidente que este conflicto rebasa propiamente los límites de una pugna entre burguesías, aunque estas intenten –lógicamente- organizar en función de sus intereses las reivindicaciones. En primer lugar, porque por el volumen de personas que configuran el actual movimiento nacional requiere necesariamente del concierto de más clases sociales que la propia burguesía, ya que ésta numéricamente es incapaz de llenar poco más que un palacio de congresos, por lo que la participación de otras clases sociales es evidente. En segundo lugar, porque el “frente” más o menos difuso que a nivel político –ya sean las propias fracciones políticas parlamentarias o las organizaciones sociales y civiles- que va configurándose en torno a los planteamientos favorables a la separación de Catalunya así lo atestigua. Que el núcleo actual de este “frente” lo conformen CIU y ERC certifica que la pequeña burguesía forma también parte activa del movimiento nacional, como la incorporación de ICV-EUiA y la CUP –así como la enorme movilización en la calle o el posicionamiento de multitud de organizaciones sociales, que desborda numéricamente la totalidad de la burguesía y la pequeña burguesía como clase social- prueban la incorporación de amplios sectores de la clase obrera a éste.
Por lo tanto, no se puede argumentar que el conflicto nacional responde única y exclusivamente a un conflicto entre burguesías -hecho explicado anteriormente y que responde con toda lógica al propio desarrollo del capitalismo como sistema social, sistema social en el que desenvolvemos nuestra lucha actual-, motivo por el que los comunistas no pueden ni deben tomar partido en ningún sentido. Esta no es una posición justa por diferentes motivos. El primero de ellos porque sería negar la totalidad de la tesis leninista del derecho de las naciones a la autodeterminación, al no comprender el propio origen de los conflictos nacionales y los factores que en él operan descritos por Lenin, por lo que la posición más consecuente sería renunciar a todo ese corpus doctrinal y aparcarlo de los programas políticos, puesto que como simple retórica no es más que papel mojado, por no decir un engaño. Cualquier conflicto nacional en el seno de un Estado capitalista desarrollado tendrá su razón de ser una “malformación” en su creación, por lo que la burguesía de la nación oprimida –por lo menos en un momento determinado- siempre tendrá un papel preponderante en el conflicto. En segundo lugar, y ligándolo como elemento concreto del punto anterior, porque la posición de los comunistas, arguyendo una equidistancia con respecto a pugnas entre burguesías, supondría en la práctica certificar los privilegios de la nación opresora frente a la nación oprimida, legitimando en consecuencia el derecho de la burguesía de una nación a oprimir otra. Esta no es una posición independiente o neutral, sino que certifica en la práctica la legitimación de una de las dos burguesías en escena. Y en tercer lugar y último, porque el hecho de negar el propio conflicto, en el momento en que éste adquiere una dimensión de movimiento de masas y por lo tanto incorpora en su interior a amplios sectores de la clase obrera y otras clases aliadas, corresponde a dejar en manos de la burguesía la dirección ideológica del movimiento y por lo tanto arrastrar a la clase obrera bajo el dominio ideológico de ésta. Además, el hecho mismo de la incorporación de la clase obrera de forma masiva al movimiento nacional, certifica la existencia de unas condiciones objetivas de opresión nacional que repercuten en su conciencia. Pasar por encima de la toma de conciencia por parte de la clase obrera sobre su opresión nacional o incluso negarla, se convierte en un flaco favor para las fuerzas revolucionarias a la hora de introducir en ella una subjetividad de clase.
Esta es una situación que requiere de los comunistas un análisis profundo, que rehúya definitivamente de formas mecánicas de incorporar el problema nacional a su táctica y estrategia política. Si bien en algunos momentos históricos del desarrollo de Catalunya la cuestión nacional ha pasado a un segundo plano del tablero político y la posición de los comunistas no ha sido un elemento central para la incorporación de los trabajadores y clases populares a su proyecto, ahora se torna un asunto de suma importancia. El prestigio y la capacidad de crecimiento del movimiento comunista dependen en gran medida de la correcta interpretación de la situación actual y de cuál debe ser su papel en ésta. Una presunta equidistancia de los comunistas sobre el devenir concreto de los acontecimientos se convertirá inevitablemente en una equidistancia por parte de la clase obrera hacia la toma de conciencia de clase, por una absoluta incomprensión de los sentimientos nacionales del pueblo. Asimismo, si los comunistas renuncian a posicionarse claramente sobre la cuestión nacional con una posición y una estrategia concreta, si renuncia a incorporar en la clase obrera su propia propuesta nacional e intervenir de manera clara en el movimiento nacional presente, está entregando de manera irremediable la dirección del proceso ideológica y políticamente a la burguesía y sus aliados, dejando en sus manos la totalidad del resultado de este proceso.
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Sobre el socialismo y el derecho a la autodeterminación en Catalunya (II)
Artículo de opinión de Juan Martín
Una vez vistas y rebatidas en el anterior artículo (http://elpravda.blogspot.com.es/2013/01/sobre-el-socialismo-y-el-derecho-la.html) algunas de las interpretaciones actuales sobre el concepto del “derecho de las naciones a la autodeterminación” en el actual contexto político de Catalunya por parte de las fuerzas revolucionarias, pasaremos a tratar la cuestión del posicionamiento concreto de los marxistas en los conflictos nacionales.
Pero antes de ello propiamente, cabe recordar el carácter que otorgan los análisis leninistas a los conflictos nacionales y el papel de la burguesía en ellos, recordando así la verdadera esencia del problema, lejos de las nuevas atribuciones terminológicas y conceptuales sobre la cuestión. Para introducir de nuevo el conflicto actual, veamos qué dice sobre el origen de los movimientos nacionales Lenin: La burguesía, que actúa, como es natural, en los comienzos de todo movimiento nacional como fuerza hegemónica (dirigente) del mismo, llama labor práctica al apoyo a todas las aspiraciones nacionales.
Por lo tanto, vemos como hace ya más de un siglo los marxistas –incorporación teórica que formaría después parte del corpus ideológico del leninismo- clarificaban el papel de la burguesía en los movimientos nacionales, otorgándoles claramente el papel de impulsores del movimiento, es decir, de la aspiración de tal o cual nación a su constitución como Estado independiente. Este razonamiento es realizado por Lenin sobre el análisis de los procesos históricos de nacimiento y consolidación política del capitalismo en los países de Europa Occidental, no sobre procesos –aún no desarrollados- de liberación nacional frente al colonialismo, por lo que serían perfectamente válidos para el caso de Catalunya. No se requieren impresionantes conocimientos históricos para conocer el papel de la burguesía catalana en el nacimiento del nacionalismo político y sus diferentes expresiones históricas en el país.
Resulta por lo menos inquietante la reacción de algunos revolucionarios –conociendo, como presumiblemente conocen, la teoría leninista del derecho de las naciones a la autodeterminación- al alarmarse histéricamente por la hegemonización de las consignas nacionales por parte de la burguesía catalana en el movimiento nacional –ya que no solamente comprende a la burguesía como clase social en su interior- que se desarrolla actualmente en Catalunya. Esta es una situación absolutamente predecible en el marco del capitalismo, más concretamente en el marco de un Estado capitalista desarrollado y con un conflicto claro entre burguesías, donde la burguesía es la clase social que detenta el poder político y económico. Entonces, y entendiendo que el conflicto nacional en un país capitalista desarrollado responde a una conflictividad originada en su seno en la formación del propio Estado y en la configuración de poder de sus burguesías –y demás clases sociales temporalmente aliadas-, podríamos afirmar que el papel de impulsor de las reivindicaciones nacionales de la burguesía es propio y característico en la nación oprimida, por lo que carece de sentido alguno el alarmismo de algunos con respecto al papel de la burguesía catalana en impulsar la reivindicación de un Estado independiente. Ante esta situación, y partiendo de la base de que en cualquier Estado capitalista desarrollado con un conflicto nacional en su interior las burguesías aspirarán a hegemonizar los diferentes movimientos nacionales, la posición de los comunistas no puede ser la de una equidistancia “imparcial” sobre la cuestión por, como arguyen algunos actualmente, tratarse de un “conflicto entre burguesías”, limitándose a propugnar de manera abstracta –en muchas ocasiones parece que como repetición mecánica de documentos- el derecho de los pueblos a la autodeterminación y apelando a la lucha de clases como contradicción principal. Esta posición está absolutamente alejada del marxismo, ya que como situaba Lenin, desde el punto de vista de los socialistas es absolutamente erróneo desentenderse de las tareas de la liberación nacional en un ambiente de opresión nacional.
Sobre el posicionamiento concreto de los comunistas ante un conflicto nacional determinado, es interesante citar algunos pasajes de Lenin al respecto.
Por cuanto la burguesía de una nación oprimida lucha contra la opresora, nosotros estamos siempre, en todos los casos y con más decisión que nadie, a favor, ya que somos los enemigos más intrépidos y consecuentes de la opresión. Por cuanto la burguesía de la nación oprimida está a favor de su nacionalismo burgués, nosotros estamos en contra. Lucha contra los privilegios y violencias de la nación opresora y ninguna tolerancia con el afán de privilegios de la nación oprimida.
Como puede observarse en esta argumentación, para Lenin, en el conflicto nacional las burguesías no están en un plano de igualdad, es decir, que en un conflicto nacional determinado, en el que las burguesías necesariamente jugaran su papel, el papel de los comunistas no será el de una equidistancia con respecto a la posición “nacional” de una u otra burguesía, manteniéndose al margen de cualquier posicionamiento concreto y apelando exclusivamente a la lucha de clases, sino que tomará siempre partido con la posición que represente una lucha contra la dominación nacional, sin, por supuesto, descuidar la lucha contra el nacionalismo burgués propio de la burguesía de la nación oprimida. Es importante entender la diferenciación entre independencia de la clase obrera de la burguesía y esa supuesta “independencia” propugnada por algunos ante una lucha nacional concreta.
En todo caso, el obrero asalariado seguirá siendo objeto de explotación, y para luchar con éxito contra ella se exige que el proletariado sea independiente del nacionalismo, que los proletarios mantengan una posición de completa neutralidad, por así decir, en la lucha de la burguesía de las diversas naciones por la supremacía. En cuanto el proletariado de una nación cualquiera apoye en lo más mínimo los privilegios de "su" burguesía nacional, este apoyo provocará inevitablemente la desconfianza del proletariado de la otra nación, debilitará la solidaridad internacional de clase de los obreros, los desunirá para regocijo de la burguesía. Y el negar el derecho a la autodeterminación, o a la separación, significa indefectiblemente, en la práctica, apoyar los privilegios de la nación dominante.
He aquí en palabras de Lenin el ejemplo claro de la posición de los comunistas ante un conflicto nacional determinado: independencia respecto del nacionalismo y de la burguesía de una nación u otra. Posicionamiento claro contra los privilegios de una nación determinada, es decir, apoyo concreto del derecho de la nación oprimida a la separación.
Una vez vistos los “antecedentes” sobre la cuestión, vamos a particularizar la realidad concreta de los comunistas ante la actual situación en Catalunya.
Entendemos que en Catalunya existe un movimiento nacional claro. Las millones de personas que actualmente se movilizan por la consecución de un Estado nacional así lo determinan. Como hemos visto anteriormente, responde a una lógica del movimiento nacional en un Estado capitalista desarrollado el hecho de que sea la burguesía la que en un primer momento monopolice o en cierta manera sea la impulsora de este movimiento. Pero resulta evidente que este conflicto rebasa propiamente los límites de una pugna entre burguesías, aunque estas intenten –lógicamente- organizar en función de sus intereses las reivindicaciones. En primer lugar, porque por el volumen de personas que configuran el actual movimiento nacional requiere necesariamente del concierto de más clases sociales que la propia burguesía, ya que ésta numéricamente es incapaz de llenar poco más que un palacio de congresos, por lo que la participación de otras clases sociales es evidente. En segundo lugar, porque el “frente” más o menos difuso que a nivel político –ya sean las propias fracciones políticas parlamentarias o las organizaciones sociales y civiles- que va configurándose en torno a los planteamientos favorables a la separación de Catalunya así lo atestigua. Que el núcleo actual de este “frente” lo conformen CIU y ERC certifica que la pequeña burguesía forma también parte activa del movimiento nacional, como la incorporación de ICV-EUiA y la CUP –así como la enorme movilización en la calle o el posicionamiento de multitud de organizaciones sociales, que desborda numéricamente la totalidad de la burguesía y la pequeña burguesía como clase social- prueban la incorporación de amplios sectores de la clase obrera a éste.
Por lo tanto, no se puede argumentar que el conflicto nacional responde única y exclusivamente a un conflicto entre burguesías -hecho explicado anteriormente y que responde con toda lógica al propio desarrollo del capitalismo como sistema social, sistema social en el que desenvolvemos nuestra lucha actual-, motivo por el que los comunistas no pueden ni deben tomar partido en ningún sentido. Esta no es una posición justa por diferentes motivos. El primero de ellos porque sería negar la totalidad de la tesis leninista del derecho de las naciones a la autodeterminación, al no comprender el propio origen de los conflictos nacionales y los factores que en él operan descritos por Lenin, por lo que la posición más consecuente sería renunciar a todo ese corpus doctrinal y aparcarlo de los programas políticos, puesto que como simple retórica no es más que papel mojado, por no decir un engaño. Cualquier conflicto nacional en el seno de un Estado capitalista desarrollado tendrá su razón de ser una “malformación” en su creación, por lo que la burguesía de la nación oprimida –por lo menos en un momento determinado- siempre tendrá un papel preponderante en el conflicto. En segundo lugar, y ligándolo como elemento concreto del punto anterior, porque la posición de los comunistas, arguyendo una equidistancia con respecto a pugnas entre burguesías, supondría en la práctica certificar los privilegios de la nación opresora frente a la nación oprimida, legitimando en consecuencia el derecho de la burguesía de una nación a oprimir otra. Esta no es una posición independiente o neutral, sino que certifica en la práctica la legitimación de una de las dos burguesías en escena. Y en tercer lugar y último, porque el hecho de negar el propio conflicto, en el momento en que éste adquiere una dimensión de movimiento de masas y por lo tanto incorpora en su interior a amplios sectores de la clase obrera y otras clases aliadas, corresponde a dejar en manos de la burguesía la dirección ideológica del movimiento y por lo tanto arrastrar a la clase obrera bajo el dominio ideológico de ésta. Además, el hecho mismo de la incorporación de la clase obrera de forma masiva al movimiento nacional, certifica la existencia de unas condiciones objetivas de opresión nacional que repercuten en su conciencia. Pasar por encima de la toma de conciencia por parte de la clase obrera sobre su opresión nacional o incluso negarla, se convierte en un flaco favor para las fuerzas revolucionarias a la hora de introducir en ella una subjetividad de clase.
Esta es una situación que requiere de los comunistas un análisis profundo, que rehúya definitivamente de formas mecánicas de incorporar el problema nacional a su táctica y estrategia política. Si bien en algunos momentos históricos del desarrollo de Catalunya la cuestión nacional ha pasado a un segundo plano del tablero político y la posición de los comunistas no ha sido un elemento central para la incorporación de los trabajadores y clases populares a su proyecto, ahora se torna un asunto de suma importancia. El prestigio y la capacidad de crecimiento del movimiento comunista dependen en gran medida de la correcta interpretación de la situación actual y de cuál debe ser su papel en ésta. Una presunta equidistancia de los comunistas sobre el devenir concreto de los acontecimientos se convertirá inevitablemente en una equidistancia por parte de la clase obrera hacia la toma de conciencia de clase, por una absoluta incomprensión de los sentimientos nacionales del pueblo. Asimismo, si los comunistas renuncian a posicionarse claramente sobre la cuestión nacional con una posición y una estrategia concreta, si renuncia a incorporar en la clase obrera su propia propuesta nacional e intervenir de manera clara en el movimiento nacional presente, está entregando de manera irremediable la dirección del proceso ideológica y políticamente a la burguesía y sus aliados, dejando en sus manos la totalidad del resultado de este proceso.
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