El amor no es para los mediocres
Hace tiempo leí un artículo de un ruso en el que se preguntaba por qué durante la época soviética fueron capaces de ganar guerras, construir industrias, llevar cultura a todos los rincones, inculcar la pasión por el saber, educar, sanar... y, además de todo eso, eran capaces de enamorarse.
De algún modo ese ruso se preguntaba por qué ellos fueron capaces de todo mientras nosotros no somos capaces de nada.
En mi opinión, la respuesta es obvia: nos necesitan mediocres.
Su intención es fabricar hombres impotentes y mujeres prostitutas, todos muy contentos de serlo. De algún modo, ese es justo el material humano con el que se hace imposible una revolución. Todos los valores fomentados por las clases dominantes están orientados hacia la deslealtad, el hedonismo, el rechazo al compromiso, la competencia, etc. Como comprenderán una revolución no se lleva adelante con personas incapaces de comprometerse, que solo piensan en su placer, que entienden al otro como un potencial enemigo o como una mercancía de usar y tirar, personas para las que el honor no es más que una estupidez caballeresca... en definitiva, el socialismo no se construye con mediocres.
El socialismo te pone entre la espada y la pared, te confronta con tu propia mediocridad y te invita a superarla. Por eso en la Unión Soviética los campesinos llegaban al espacio exterior y sus padres aprendían a escribir con setenta años. Por eso hoy todos los mediocres abjuran del socialismo. Son tan cobardes que ni siquiera pueden expresar y defender sus ideas con valentía, sin subterfugios, tienen que emboscarse como los asaltantes de camino.
En este 14 de febrero, día de San Valentín, unos quieren convencernos de que el amor tiene que pasar por caja. Otros, que se piensan muy progresistas, quieren convencernos de que el amor no existe. Unos y otros son tal para cual. Los primeros no podrían obtener beneficios sin los segundos. La verdadera tragedia es que no sirven para nada, ni para el amor ni para la guerra ni para nada, están adoctrinados para vivir como borregos y como tal son tratados.
A veces tengo la sensación de que todo lo verdaderamente bueno construido por el socialismo es pasado por alto por los propios socialistas. Atacados por todos los frentes nos perdemos en lo trivial siempre a rebufo de los impotentes y las prostitutas que no se cortan ni un pelo en hacer gala de su mediocridad. En el socialismo el amor no es un negocio ni una dulce mentira, es un hecho que aterroriza a los canallas.
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Hace tiempo leí un artículo de un ruso en el que se preguntaba por qué durante la época soviética fueron capaces de ganar guerras, construir industrias, llevar cultura a todos los rincones, inculcar la pasión por el saber, educar, sanar... y, además de todo eso, eran capaces de enamorarse.
De algún modo ese ruso se preguntaba por qué ellos fueron capaces de todo mientras nosotros no somos capaces de nada.
En mi opinión, la respuesta es obvia: nos necesitan mediocres.
Su intención es fabricar hombres impotentes y mujeres prostitutas, todos muy contentos de serlo. De algún modo, ese es justo el material humano con el que se hace imposible una revolución. Todos los valores fomentados por las clases dominantes están orientados hacia la deslealtad, el hedonismo, el rechazo al compromiso, la competencia, etc. Como comprenderán una revolución no se lleva adelante con personas incapaces de comprometerse, que solo piensan en su placer, que entienden al otro como un potencial enemigo o como una mercancía de usar y tirar, personas para las que el honor no es más que una estupidez caballeresca... en definitiva, el socialismo no se construye con mediocres.
El socialismo te pone entre la espada y la pared, te confronta con tu propia mediocridad y te invita a superarla. Por eso en la Unión Soviética los campesinos llegaban al espacio exterior y sus padres aprendían a escribir con setenta años. Por eso hoy todos los mediocres abjuran del socialismo. Son tan cobardes que ni siquiera pueden expresar y defender sus ideas con valentía, sin subterfugios, tienen que emboscarse como los asaltantes de camino.
En este 14 de febrero, día de San Valentín, unos quieren convencernos de que el amor tiene que pasar por caja. Otros, que se piensan muy progresistas, quieren convencernos de que el amor no existe. Unos y otros son tal para cual. Los primeros no podrían obtener beneficios sin los segundos. La verdadera tragedia es que no sirven para nada, ni para el amor ni para la guerra ni para nada, están adoctrinados para vivir como borregos y como tal son tratados.
A veces tengo la sensación de que todo lo verdaderamente bueno construido por el socialismo es pasado por alto por los propios socialistas. Atacados por todos los frentes nos perdemos en lo trivial siempre a rebufo de los impotentes y las prostitutas que no se cortan ni un pelo en hacer gala de su mediocridad. En el socialismo el amor no es un negocio ni una dulce mentira, es un hecho que aterroriza a los canallas.
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