Incluyo el siguiente texto (incluye partes citadas del libro de 1960, pero aborda tal vez temas más políticos y deja en claro el carácter de la guerra de guerrillas)
Che Guevara escribió:Guerra de guerrillas: un método
(Ernesto "Che" Guevara, septiembre de 1963)
La guerra de guerrillas ha sido utilizada innúmeras veces en la historia en condiciones diferentes y persiguiendo distintos fines. Ultimamente ha sido usada en diversas guerras populares de liberación donde la vanguardia del pueblo eligió el camino de la lucha armada irregular contra enemigos de mayor potencial bélico. Asia, Africa y América han sido escenario de estas acciones cuando se trataba de lograr el poder en lucha contra la explotación feudal, neocolonial o colonial. En Europa se la empleó como complemento de los ejércitos regulares propios o aliados.
En América se ha recurrido a la guerra de guerrillas en diversas oportunidades. Como antecedente mediato más cercano puede anotarse la experiencia de César Augusto Sandino, luchando contra las fuerzas expedicionarias yanquis en la Segovia nicarangüense. Y, recientemente, la guerra revolucionaria de Cuba. A partir de entonces, en América se han planteado los problemas de la guerra de guerrillas en las discusiones teóricas de los partidos progresistas del continente y la posibilidad y conveniencia de su utilización es materia de polémicas encontradas.
Estas notas tratarán de expresar nuestras ideas sobre la guerra de guerrillas y cuál sería su utilización correcta. Ante todo hay que precisar que esta modalidad de lucha es un método; un método para lograr un fin. Ese fin, indispensable, ineludible para todo revolucionario, es la conquista del poder político. Por tanto, en los análisis de las situaciones específicas de los distintos países de América, debe emplearse el concepto de guerrilla reducido a la simple categoría de método de lucha para lograr aquel fin. Casi inmediatamente surge la pregunta: ¿El método de la guerra de guerrillas es la fórmula única para la toma del poder en la América entera? ¿o será, en todo caso, la forma predominante?; o, simplemente, ¿será una fórmula más entre todas las usadas para la lucha? y, en último extremo se preguntan, ¿será aplicable a otras realidades continentales el ejemplo de Cuba? Por el camino de la polémica, suele criticarse a aquellos que quieren hacer la guerra de guerrillas, aduciendo que se olvidan de la lucha de masas, casi como si fueran métodos contrapuntos. Nosotros rechazamos el concepto que encierra esa posición; la guerra de guerrillas es una guerra del pueblo, es una lucha de masas. Pretender realizar este tipo de guerra sin el apoyo de la población, es el preludio de un desastre inevitable. La guerrilla es la vanguardia combativa del pueblo, situada en un lugar determinado de algún territorio dado, armada, dispuesta a desarrollar una serie de acciones bélicas tendientes al único fin estratégico posible: la toma del poder. Está apoyada por las masas campesinas y obreras de la zona y de todo el territorio de que se trate. Sin esas premisas no se puede admitir la guerra de guerrillas.
"En nuestra situación americana, consideramos que tres aportaciones fundamentales hizo la Revolución Cubana a la mecánica de los movimientos revolucionarios en América; son ellas: Primero: las fuerzas populares pueden ganar una guerra contra el ejército. Segundo: no siempre hay que esperar a que se den todas las condiciones para la revolución; el foco insurreccional puede crearlas. Tercero: en la América subdesarrollada, el terreno de la lucha armada debe ser fundamentalmente el campo". (La Guerra de Guerrillas ).
Tales son las aportaciones para el desarrollo de la lucha revolucionaria en América, y pueden aplicarse a cualquiera de los países de nuestro continente en los cuales se vaya a desarrollar una guerra de guerrillas.
La Segunda Declaración de La Habana señala: "En nuestros países se juntan las circunstancias de una industria subdesarrollada con un régimen agrario de carácter feudal. Es por eso que, con todo lo duras que son las condiciones de vida de los obreros urbanos, la población rural vive aún en las más horribles condiciones de opresión y explotación; pero es también, salvo excepciones, el sector absolutamente mayoritario, en proporciones que a veces sobrepasan el setenta por ciento de las poblaciones latinoamericanas.
"Descontando los terratenientes, que muchas veces residen en las ciudades, el resto de esa gran masa libra su sustento trabajando como peones en las haciendas por salarios misérrimos, o labran la tierra en condiciones de explotación que nada tienen que envidiar a la Edad Media. Estas circunstancias son las que determinan que en América Latina la población pobre del campo constituya una tremenda fuerza revolucionaria potencial.
"Los ejércitos, estructurados y equipados para la guerra convencional, que son la fuerza en que se sustenta el poder de las clases explotadoras, cuando tienen que enfrentarse a la lucha irregular de los campesinos en el escenario natural de éstos, resultan absolutamente impotentes; pierden diez hombres por cada combatiente revolucionario que cae, y la desmoralización cunde rápidamente en ellos al tener que enfrentarse a un enemigo invisible e invencible que no les ofrece ocasión de lucir sus tácticas de academia y sus fanfarrias de guerra, de las que tanto alarde hacen para reprimir a los obreros y a los estudiantes en las ciudades.
"La lucha inicial de reducidos núcleos combatientes se nutre incesantemente de nuevas fuerzas, el movimiento de masas comienza a desatarse, el viejo orden se resquebraja poco a poco en mil pedazos, y es entonces el momento en que la clase obrera y las masas urbanas deciden la batalla.
"¿Qué es lo que desde el comienzo mismo de la lucha de esos primeros núcleos los hace invencibles, independientemente del número, el poder y los recursos de sus enemigos? El apoyo del pueblo, y con ese apoyo de las masas contarán en grado cada vez mayor.
"Pero el campesino es una clase que, por el estado de incultura en que lo mantienen y el aislamiento en que vive, necesita la dirección revolucionaria y política de la clase obrera y los intelectuales revolucionarios sin la cual no podría por sí sola lanzarse a la lucha y conquistar la victoria.
"En las actuales condiciones históricas de América Latina, la burguesía nacional no puede encabezar la lucha antifeudal y antiimperialista. La experiencia demuestra que en nuestras naciones esa clase, aun cuando sus intereses son contradictorios con los del imperialismo yanqui, ha sido incapaz de enfrentarse a éste, paralizada por el miedo a la revolución social y asustada por el clamor de las masas explotadas".
Completando el alcance de estas afirmaciones que constituyen el nudo de la declaración revolucionaria de América, la Segunda Declaración de La Habana expresa en otros párrafos lo siguiente: "Las condiciones subjetivas de cada país, es decir, el factor conciencia, organización, dirección, puede acelerar o retrasar la revolución, según su mayor o menor grado de desarrollo; pero tarde o temprano en cada época histórica, cuando las condiciones objetivas maduran, la conciencia se adquiere, la organización se logra, la dirección surge y la revolución se produce.
"Que ésta tenga lugar por cauces pacíficos o nazca al mundo después de un parto doloroso, no depende de los revolucionarios, depende de las fuerzas reaccionarias de la vieja sociedad, que se resisten a dejar nacer la sociedad nueva que es engendrada por las contradicciones que lleva en su seno la vieja sociedad. La resolución es en la historia como el médico que asiste al nacimiento de una nueva vida. No usa sin necesidad los aparatos de fuerza, pero los usa sin vacilaciones cada vez que sea necesario para ayudar al parto. Parto que trae a las masas esclavizadas y explotadas la esperanza de una vida mejor.
"En muchos países de América Latina la revolución es hoy inevitable. Ese hecho no lo determina la voluntad de nadie. Está determinado por las espantosas condiciones de explotación en que vive el hombre americano el desarrollo de la conciencia revolucionaria de las masas, la crisis mundial del imperialismo y el movimiento universal de lucha de los pueblos subyugados".
Partiremos de estas bases para el análisis de toda la cuestión guerrillera en América. Establecimos que es un método de lucha para obtener un fin. Lo que interesa, primero, es analizar el fin y ver si se puede lograr la conquista del poder de otra manera que por la lucha armada, aquí en América.
La lucha pacífica puede llevarse a cabo mediante movimientos de masas y obligar -en situaciones especiales de crisis- a ceder a los gobiernos ocupando eventualmente el poder las fuerzas populares que establecerían la dictadura proletaria. Correcto teóricamente. Al analizar lo anterior en el panorama de América, tenemos que llegar a las siguientes conclusiones: En este continente existen en general condiciones objetivas que impulsan a las masas a acciones violentas contra los gobiernos burgueses y terratenientes, existen crisis de poder en muchos otros países y algunas condiciones subjetivas también. Claro está que, en los países en que todas las condiciones estén dadas, sería hasta criminal no actuar para la toma del poder. En aquellos otros en que esto no ocurre es lícito que aparezcan distintas alternativas y que de la discusión teórica surja la decisión aplicable a cada país. Lo único que la historia no admite es que los analistas y ejecutores de la política del proletariado se equivoquen. Nadie puede solicitar el cargo de partido de vanguardia como un diploma oficial dado por la universidad. Ser partido de vanguardia es estar al frente de la clase obrera en la lucha por la toma del poder, saber guiarla a su captura, conducirla por los atajos, incluso. Esa es la misión de nuestros partidos revolucionarios y el análisis debe ser profundo y exhaustivo para que no haya equivocación.
Hoy por hoy, se ve en América un estado de equilibrio inestable entre la dictadura oligárquica y la presión popular. La denominamos con la palabra oligárquica pretendiendo definir la alianza reaccionaria entre las burguesías de cada país y sus clases de terratenientes, con mayor o menor preponderancia de las estructuras feudales. Estas dictaduras transcurren dentro de ciertos marcos de legalidad que se adjudicaron ellas mismas para su mejor trabajo durante todo el período irrestricto de dominación de clase, pero pasamos por una etapa en que las presiones populares son muy fuertes; están llamando a las puertas de la legalidad burguesa y ésta debe ser violada por sus propios autores para detener el impulso de las masas. Sólo que las violaciones descaradas, contrarias a toda legislación preestablecida -o la legislación establecida a posteriori para santificar el hecho-, ponen en mayor tensión a las fuerzas del pueblo. Por ello, la dictadura oligárquica trata de utilizar los viejos ordenamientos legales para cambiar la constitucionalidad y ahogar más al proletariado, sin que el choque sea frontal.
No obstante, aquí es donde se produce la contradicción. El pueblo ya no soporta las antiguas y, menos aún, las nuevas medidas coercitivas establecidas por la dictadura, y trata de romperlas. No debemos de olvidar nunca el carácter clasista, autoritario y restrictivo del estado burgués. Lenin se refiere a él así: "El estado es producto y manifestación de carácter irreconciliable de las contradicciones de clase. El estado surge en el sitio, en el momento y en el grado en que las contradicciones de clase no pueden, objetivamente, conciliarse. Y viceversa: la existencia del estado demuestra que las contradicciones de clase son irreconciliables". (El Estado y la Revolución. )
Es decir, no debemos admitir que la palabra democracia, utilizada en forma apologética para representar la dictadura de las clases exportadoras pierda su profundidad de concepto y adquiera el de ciertas libertades más o menos óptimas dadas al ciudadano. Luchar solamente por conseguir la restauración de cierta legalidad burguesa sin plantearse, en cambio, el problema del poder revolucionario, es luchar por retornar a cierto orden dictatorial preestablecido por las clases sociales dominantes: es, en todo caso, luchar por el establecimiento de unos grilletes que tengan en su punta una bola menos pesada para el presidiario. En estas condiciones de conflicto, la oligarquía rompe sus propios contratos, su propia apariencia de "democracia" y ataca al pueblo, aunque siempre trate de utilizar los métodos de la superestructura que ha formado para la opresión. Se vuelve a plantear en ese momento el dilema: ¿Qué hacer? Nosotros contestamos: La violencia no es patrimonio de los explotadores, la pueden usar los explotados y, más aún, la deben usar en su momento. Martí decía: "Es criminal quien promueve en un país la guerra que se le puede evitar; y quien deja de promover la guerra inevitable".
Lenin, por otra parte, expresaba: "La social-democracia no ha mirado nunca ni mira la guerra desde un punto de vista sentimental. Condena en absoluto la guerra como recurso feroz para dilucidar las diferencias entre los hombres, pero sabe que las guerras son inevitables mientras la sociedad esté dividida en clases, mientras exista la explotación del hombre por el hombre. Y para acabar con esa explotación no podremos prescindir de la guerra, que empiezan siempre y en todos los sitios las propias clases explotadoras, dominantes y opresoras". Esto lo decía en el año 1905; después, en "El programa militar de la revolución proletaria", analizando profundamente el carácter de la lucha de clases, afirmaba: "Quien admita la lucha de clases no puede menos que admitir las guerras civiles, que en toda sociedad de clases representan la continuación, el desarrollo y el recrudecimiento -naturales y en determinadas circunstancias inevitables- de la lucha de clases. Todas las grandes revoluciones lo confirman. Negar las guerras civiles u olvidarlas sería caer en un oportunismo extremo y renegar de la revolución socialista".
Es decir, no debemos temer a la violencia, la partera de las sociedades nuevas; sólo que esa violencia debe desatarse exactamente en el momento preciso en que los conductores del pueblo hayan encontrado las circunstancias más favorables.
¿Cuáles serán éstas? Dependen, en lo subjetivo, de dos factores que se complementan y que a su vez se van profundizando en el transcurso de la lucha: la conciencia de la necesidad del cambio y la certeza de la posibilidad de este cambio revolucionario; los que, unidos a las condiciones objetivas -que son grandemente favorables en casi toda América para el desarrollo de la lucha-, a la firmeza en la voluntad de lograrlo y a las nuevas correlaciones de fuerzas en el mundo, condicionan un modo de actuar.
Por lejanos que estén los países socialistas, siempre se hará sentir su influencia bienhechora sobre los pueblos en lucha, y su ejemplo educador les dará más fuerza. Fidel Castro decía el último 26 de julio: "Y el deber de los revolucionarios, sobre todo en este instante, es saber percibir, saber captar los cambios de correlación de fuerzas que han tenido lugar en el mundo, y comprender que ese cambio facilita la lucha de los pueblos. El deber de los revolucionarios, de los revolucionarios latinoamericanos, no está en esperar que el cambio de correlación de fuerzas produzca el milagro de las revoluciones sociales en América Latina, sino aprovechar cabalmente todo lo que favorece al movimiento revolucionario ese cambio de correlación de fuerzas íy hacer las revoluciones!".
Hay quienes dicen "admitamos la guerra revolucionaria como el medio adecuado, en ciertos casos específicos, para llegar a la toma del poder político; ¿de dónde sacamos los grandes conductores, los Fidel Castro que nos lleven al triunfo?". Fidel Castro, como todo ser humano, es un producto de la historia. Los jefes militares y políticos, que dirijan las luchas insurreccionales en América, unidos, si fuera posible, en una sola persona, aprenderán el arte de la guerra en el ejercicio de la guerra misma. No hay oficio ni profesión que se pueda aprender solamente en los libros de texto. La lucha, en este caso, es la gran maestra.
Claro que no será sencilla la tarea ni exenta de graves amenazas en todo su transcurso. Durante el desarrollo de la lucha armada aparecen dos momentos de extremo peligro para el futuro de la revolución. El primero de ellos surge en la etapa preparatoria y la forma en que se resuelva da la medida de la decisión de lucha y claridad de fines que tengan las fuerzas populares. Cuando el estado burgués avanza contra las posiciones del pueblo, evidentemente tiene que producirse un proceso de defensa contra el enemigo que, en ese momento de superioridad, ataca. Si ya se han desarrollado las condiciones objetivas y subjetivas mínimas, la defensa debe ser armada, pero de tal tipo que no se conviertan las fuerzas populares en meros receptores de los golpes del enemigo; no dejar tampoco que el escenario de la defensa armada simplemente se transforme en un refugio extremo de los perseguidos. La guerrilla, movimiento defensivo del pueblo en un momento dado, lleva en sí, y constantemente debe desarrollarla, su capacidad de ataque sobre el enemigo. Esta capacidad es la que va determinando con el tiempo su carácter de catalizador de las fuerzas populares. Vale decir, la guerrilla no es autodefensa pasiva, es defensa con ataque y, desde el momento en que se plantea como tal, tiene como perspectiva final la conquista del poder político.
Este momento es importante. En los procesos sociales la diferencia entre violencia y no violencia no puede medirse por las cantidades de tiros intercambiados; responde a situaciones concretas y fluctuantes. Y hay que saber ver el instante en que las fuerzas populares, conscientes de su debilidad relativa, pero al mismo tiempo de su fuerza estratégica, deben obligar al enemigo a que dé los pasos necesarios para que la situación no retroceda. Hay que violentar el equilibrio dictadura oligárquica-presión popular. La dictadura trata constantemente de ejercerse sin el uso aparatoso de la fuerza; el obligar a presentarse sin disfraz, es decir, en su aspecto verdadero de dictadura violenta de las clases reaccionarias, contribuirá a su desenmascaramiento lo que profundizará la lucha hasta extremos tales que ya no se pueda regresar. De cómo cumplan su función las fuerzas del pueblo abocadas a la tarea de obligar a definiciones a la dictadura -retroceder o desencadenar la lucha-, depende el comienzo firme de una acción armada de largo alcance.
Sortear el otro momento peligroso depende del poder del desarrollo ascendente que tengan las fuerzas populares. Marx recomendaba siempre que una vez comenzado el proceso revolucionario, el proletariado tenía que golpear y golpear sin descanso. Revolución que no se profundice constantemente es revolución que regresa. Los combatientes, cansados, empiezan a perder la fe y puede fructificar entonces alguna de las maniobras a que la burguesía nos tiene tan acostumbrados. Estas pueden ser elecciones con la entrega del poder a otro señor de voz más meliflua y cara más angelical que el dictador de turno, o un golpe dado por los reaccionarios, encabezados, en general, por el ejército y apoyándose, directa o indirectamente, en las fuerzas progresistas. Caben otras, pero no es nuestra intención analizar estratagemas tácticas. Llamamos la atención principalmente sobre la maniobra del golpe militar apuntada arriba. ¿Qué pueden dar los militares a la verdadera democracia? ¿Qué lealtad se les puede pedir si son meros instrumentos de dominación de las clases reaccionarias y de los monopolios imperialistas y como casta, que vale en razón de las armas que posee, aspiran solamente a mantener sus prerrogativas?
Cuando, en situaciones difíciles para los opresores, conspiren los militares y derroquen a un dictador, de hecho vencido, hay que suponer que lo hacen porque aquél no es capaz de preservar sus prerrogativas de clase sin violencia extrema, cosa que, en general, no conviene en los momentos actuales a los intereses de las oligarquías. Esta afirmación no significa, de ningún modo, que se deseche la utilización de los militares como luchadores individuales, separados del medio social en que han actuado y, de hecho, rebelados contra él. Y esta utilización debe hacerse en el marco de la dirección revolucionaria a la que pertenecerán como luchadores y no como representantes de una casta.
En tiempos ya lejanos, en el prefacio de la tercera edición de "La guerra civil en Francia", Engels decía: "Los obreros, después de cada revolución, estaban armados; por eso, el desarme de los obreros era el primer mandamiento de los burgueses que se hallaban al frente del estado. De ahí que, después de cada revolución ganada por los obreros, se llevara a cabo una nueva lucha que acababa con la derrota de éstos..." (cita de Lenin, El Estado y la Revolución.)
Este juego de luchas continuas en que se logra un cambio formal de cualquier tipo y se retrocede estratégicamente, se ha repetido durante decenas de años en el mundo capitalista. Peor aún, el engaño permanente al proletariado en este aspecto lleva más de un siglo de producirse periódicamente. Es peligro o también que, llevados por el deseo de mantener durante algún tiempo condiciones más favorables para la acción revolucionaria mediante el uso de ciertos aspectos de la legalidad burguesa, los dirigentes de los partidos progresistas confundan los términos, cosa que es muy común en el curso de la acción, y se olviden del objetivo estratégico definitivo: la toma del poder.
Estos dos momentos difíciles de la revolución, que hemos analizado someramente, se obvian cuando los partidos dirigentes marxistas-leninistas son capaces de ver claro las implicaciones del momento y de movilizar las masas al máximo, llevándolas por el camino justo de la resolución de las contradicciones fundamentales.
En el desarrollo del tema hemos supuesto que eventualmente se aceptará la idea de la lucha armada y también la fórmula de la guerra de guerrillas como método de combate. ¿Por qué estimamos que, en las condiciones actuales de América, la guerra de guerrillas es la vía correcta? Hay argumentos fundamentales que, en nuestro concepto, determinan la necesidad de la acción guerrillera en América como eje central de la lucha.
Primero: aceptando como verdad que el enemigo luchará por mantenerse en el poder, hay que pensar en la destrucción del ejército opresor; para destruirlo hay que oponerle un ejército popular enfrente. Ese ejército no nace espontáneamente, tiene que armarse en el arsenal que brinda su enemigo, y esto condiciona una lucha dura y muy larga, en la que las fuerzas populares y sus dirigentes estarían expuestos siempre al ataque de fuerzas superiores sin adecuadas condiciones de defensa y maniobrabilidad.
En cambio, el núcleo guerrillero, asentado en terrenos favorables a la lucha, garantiza la seguridad y permanencia del mando revolucionario. Las fuerzas urbanas, dirigidas desde el estado mayor del ejército del pueblo, pueden realizar acciones de incalculable importancia. La eventual destrucción de estos grupos no haría morir el alma de la revolución, su jefatura, que, desde la fortaleza rural, seguiría catalizando el espíritu revolucionario de las masas y organizando nuevas fuerzas para otras batallas.
Además, en esta zona comienza la estructuración del futuro aparato estatal encargado de dirigir eficientemente la dictadura de clase durante todo el período de transición. Cuanto más larga sea la lucha, más grandes y complejos serán los problemas administrativos y en su solución se entrenarán los cuadros para la difícil tarea de la consolidación del poder y el desarrollo económico, en una etapa futura.
Segundo: La situación general del campesinado latinoamericano y el carácter cada vez más explosivo de su lucha contra las estructuras feudales, en el marco de una situación social de alianza entre explotadores locales y extranjeros.
Volviendo a la Segunda Declaración de La Habana: "Los pueblos de América se liberaron del coloniaje español a principios del siglo pasado, pero no se liberaron de la explotación. Los terratenientes feudales asumieron la autoridad de los gobernantes españoles, los indios continuaron en penosa servidumbre, el hombre latinoamericano en una u otra forma siguió esclavo y las mínimas esperanzas de los pueblos sucumbieron bajo el poder de las oligarquías y la coyunda del capital extranjero. Esta ha sido la verdad de América, con uno u otro matiz, con alguna que otra variante. Hoy América Latina yace bajo un imperialismo mucho más feroz, mucho más poderoso y más despiadado que el imperialismo colonial español.
"Y ante la realidad objetiva e históricamente inexorable de la revolución latinoamericana, ¿cuál es la actitud del imperialismo yanqui? Disponerse a librar una guerra colonial con los pueblos de América Latina; crear el aparato de fuerza, los pretextos políticos y los instrumentos pseudo legales suscritos con los representantes de las oligarquías reaccionarias para reprimir a sangre y fuego la lucha de los pueblos latinoamericanos".
Esta situación objetiva nos muestra la fuerza que duerme, desaprovechada, en nuestros campesinos y la necesidad de utilizarla para la liberación de América.
Tercero: El carácter continental de la lucha. ¿Podría concebirse esta nueva etapa de la emancipación de América como el cotejo de dos fuerzas locales luchando por el poder en un territorio dado? Difícilmente. La lucha será a muerte entre todas las fuerzas populares y todas las fuerzas de represión. Los párrafos arriba citados también lo predicen. Los yanquis intervendrán por solidaridad de intereses y porque la lucha en América es decisiva. De hecho, ya intervienen en la preparación de las fuerzas represivas y la organización de un aparato continental de lucha. Pero, de ahora en adelante, lo harán con todas sus energías; castigarán a las fuerzas populares con todas las armas de destrucción a su alcance; no dejarán consolidarse al poder revolucionario y, si alguno llegara a hacerlo, volverán a atacar, no lo reconocerán, tratarán de dividir las fuerzas revolucionarias, introducirán saboteadores de todo tipo, crearán problemas fronterizos, lanzarán a otros estados reaccionarios en su contra, intentarán ahogar económicamente al nuevo estado, aniquilarlo, en una palabra.
Dado este panorama americano, se hace difícil que la victoria se logre y consolide en un país aislado. A la unión de las fuerzas represivas debe contestarse con la unión de las fuerzas populares. En todos los países en que la opresión llegue a niveles insostenibles, debe alzarse la bandera de la rebelión, y esta bandera tendrá, por necesidad histórica, caracteres continentales. La cordillera de los Andes está llamada a ser la Sierra Maestra de América, como dijera Fidel, y todos los inmensos territorios que abarca este continente están llamados a ser escenarios de la lucha a muerte contra el poder imperialista.
No podemos decir cuándo alcanzará estas características continentales, ni cuánto tiempo durará la lucha, pero podemos predecir su advenimiento y su triunfo, porque es resultado de circunstancias históricas, económicas y políticas inevitables y su rumbo no se puede torcer. Iniciarla cuando las condiciones estén dadas, independientemente de la situación de otros países, es la tarea de la fuerza revolucionaria en cada país. El desarrollo de la lucha irá condicionando la estrategia general; la predicción sobre el carácter continental es fruto del análisis de las fuerzas de cada contendiente, pero esto no excluye, ni mucho menos, el estallido independiente. Así como la iniciación de la lucha en un punto de un país está destinada a desarrollarla en todo su ámbito, la iniciación de la guerra revolucionaria contribuye a desarrollar nuevas condiciones en los países vecinos.
Las negritas son mías, el texto no está completo citado. http://pendientedemigracion.ucm.es/info/bas/utopia/html/che20.htm
http://www.nahuelmoreno.org/pdf/guevara/guevara6.pdf
Primero, vuelvo a hacer referencia a que el Che no negaba el papel del Partido revolucionario. Se muy bien que los compañeros Thiago y Dzerjinskii no se refieren a lo escrito, sino a lo que ocurrió en la práctica. A pesar de que considero errónea la ida del Che a Bolivia, no puedo dejar de señalar que el asesinato del Che no significo el desmantelamiento del ELN, siguió combatiendo y mutó en otras organizaciones convirtiéndose en parte de la experiencia de la lucha de clases boliviana; que este tuvo más apoyo de los mineros que campesinos también es un hecho. Si nos fijamos en lo escrito por el Che, el indudablemente se refiere a las tareas democráticas pendientes en los países latinoamericanos y que estas deben ser fuerza de tracción para los campesinos, pero que la lucha debe estar dirigida por la vanguardia proletaria, y su programa debe superar el programa democrático burgués. Considero erróneo que haya ido a Bolivia, como decía, precisamente porque allí, los golpistas no habían derogado la reforma agraria impulsada por el MNR, pero Guevara, no fue a ciegas ni mucho menos ¿Acaso el Partido Comunista Boliviano no tuvo ningún papel? Guevara no era necesario para la guerrilla que se intentaba impulsar, Cuba debería haberse limitado a un apoyo solidario a una guerrilla formada por los Bolivianos, pero el problema residía en el tipo de Partido que buscaba dirigir esa guerrilla. La ruptura con el PCB, significó el aislamiento, la guerrilla no había sido planificada ni a espaldas ni por fuera del PCB. A las FARC y al FPMR les pasó algo similar, con la diferencia que contaron por lo menos con el impulso del Partido por más tiempo.
La lucha guerrillera en América Latina, como bien indica el Che, no la inicia ni él ni los cubanos. La experiencia triunfante cubana, y su viraje al socialismo, mostró que se podría derrotar a los ejércitos imperialista en las narices del imperialismo yanqui. Pero, no por Guevara, se lanzan "jóvenes pequeñoburgueses a la lucha armada" sino que constituía una tradición de las formas de lucha de latinoamérica, parte de la experiencia de la lucha de clases. Ésta sin embargo, estaba orientada principalmente a resolver las tareas democráticas y nacionales, a romper con el imperialismo y con los resabios feudales. Guiarlas hacia el socialismo, es lo que hacen los revolucionarios que había dentro del M-26, y mostrar que es posible convertir la lucha nacional en lucha revolucionaria por el socialismo también. Esto si se quiere es a lo que más apunta Guevara en diferentes textos, continuando con una línea propia del leninismo.
Thiago escribió:En la teoría castrista-guevarista, el partido del proletariado, el partido marxista-leninista, no existe por ningún lado; su lugar está ocupado por una vanguardia político-militar. El partido sólo aparece después del triunfo de la revolución, hasta entonces es la pequeña vanguardia móvil, guerrillera, la que encabeza la lucha revolucionaria.
El rechazo a todo lo que sea teórico o ideológico-político es evidente en la teoría castrista-guevarista de la revolución. Es la sumisión al espontaneísmo más ramplón. Ahí no interesa la consciencia socialista en la clase obrera, el análisis marxista de la formación social, el estudio de las contradicciones, la formulación de la estrategia y la táctica de la revolución en cada país, etc. Para la teoría del foco guerrillero esos problemas no existen: se puede ir a cualquier país, y en cuestión de pocos meses informarse sobre las notas más saltantes de la historia, la economía, la situación política, la demografía y la geografía, para “conocer” el escenario. (¿De qué sirvió entonces que partidos se dividieran en torno a esa cuestiones fundamentales, a lo largo de su historia, en todos los países? !Si todo era tan simple!). En cambio, especial atención debe prestarse al que va a ser el teatro de operaciones y para ello es vital proveerse de buenos mapas.
Sinceramente creo que esto es una reducción de lo dicho y hecho por Guevara. No creo que existiera ni de cerca el rechazo a lo que sea teórico o ideológico. El aporte a la construcción del socialismo en Cuba por parte de Guevara (las discusiones mantenidas, los textos y discursos producidos) fácilmente verifica lo que digo, sino se vuelve a considerar "la guerrilla" lo único a tener en cuenta. Por otra parte no considero que exista una teoría castrista-guevarista de la revolución (si no me equivoco Fidel Castro varias veces se desligó de un papel teórico de su parte) por eso hago extensivo tu comentario a los otros aspectos.
Thiago escribió:Sin embargo, la guerrilla de Salta, Argentina, en 1964, alentada por el Che y Cuba, se inicia casi al mismo tiempo del restablecimiento de la constitucionalidad burguesa con la presidencia de Illia. De igual forma las guerrillas del MIR y el ELN, en el Perú de 1965, inician sus operaciones y son derrotadas el mismo año durante el gobierno constitucional de Belaúnde.
Es cierto, la guerrilla de Oran, de Massetti (Comandante Segundo), fue una experiencia desastrosa, producto de un análisis erróneo y un entusiasmo revolucionario que llevó a anticipaciones innecesarias. Pero, la experiencia del EGP, de Uturuncos (la guerrilla peronista de Taco Ralo, cuyos integrantes provenían del campo popular), etc, sirvieron como acumulación para lo que fue la lucha revolucionaria que se dio años después en Argentina. Fueron experiencias, de sus errores se aprendió, mostrándole a los sectores revolucionarios que errores no cometer, y no por el contrario desanimándolos para la lucha. En el caso de Uturuncos, se convirtieron en bandera y motivaron la irrupción de organizaciones guerrilleras de origen obrero peronista de distinto tipo.
Hoxha escribió:Esa corriente está desacreditando las tesis sobre la insurrección armada. ¡Qué graves perjuicios ocasiona a la revolución! Con la muerte de Che Guevara, las masas sencillas infectadas de las influencias que ejercen sobre ellas las concepciones anarquistas pensarán que ¡ya no hay quien las dirija para liberarse! O bien puede surgir un nuevo grupo de personas como el de Che Guevara y echarse a las montañas “para hacer la revolución”. Es posible que las masas que esperan mucho de ellas, ansiosas de luchar contra la burguesía, se dejen engañar y les sigan. Y entonces ¿qué ocurriría? Ocurriría lo que para nosotros es evidente. Dado que esas personas no constituyen la vanguardia de la clase obrera ni se guían por los luminosos principios del marxismo-leninismo, se encontrarán con la incomprensión de las amplias masas y tarde o temprano fracasarán, pero junto con ello se desacreditará ante las masas la verdadera lucha, la lucha armada, porque éstas la mirarán con desconfianza. Debemos preparar a las masas política e ideológicamente y convencerlas por medio de su experiencia práctica. Por todas estas razones afirmamos que la teoría frenante y reaccionaria que se propaga por América Latina sobre la revolución es un engendro del revisionismo moderno y debe ser desenmascarada por los marxista-leninistas.
Vuelvo a lo mencionado anteriormente, a juzgar por lo acontecido en América Latina, el fracaso de algunas experiencias, no desalentó, sino que motivó el desarrollo de formas de lucha superadoras aprendiendo de los errores de las anteriores. El PRT, que se denominaba guevarista, estuvo lejos de ser el EGP de Massetti. El FSLN tampoco fue el sandinismo de los 30, o las guerrillas liberales colombianas no fueron lo mismo que las FARC. De la misma forma que el pensamiento nacional revolucionario se fue ligando cada vez más, muchas veces incluso hasta asumirlo, con el marxismo leninismo.
Hoxha escribió:Hemos defendido la revolución cubana porque estaba dirigida contra el imperialismo norteamericano. Como marxistas-leninistas, detengámonos un momento para analizar esta revolución y las ideas que la inspiraron. La revolución cubana no se inició sobre la base del marxismo-leninismo ni se desarrolló según las leyes de la revolución proletaria, por las cuales se rige un partido marxista-leninista. Tampoco después de la liberación del país, Castro se encauzó por el camino marxista-leninista, sino que por el contrario, continuó inspirándose en las ideas liberales. Es un hecho, y nadie puede negarlo, que los integrantes de esta revolución empuñaron las armas y ganaron las montañas, pero también es un hecho incontestable que no lucharon como marxistas-leninistas. Eran combatientes libertadores que se levantaron en lucha contra la camarilla de Batista y la vencieron, precisamente porque ésta constituía un eslabón débil del capitalismo. Batista era un dócil lacayo del imperialismo que oprimía al pueblo cubano, y éste se levantó en lucha contra esta camarilla y contra el imperialismo yanqui y los derrotó...
Fijémonos en este punto. ¿Un movimiento de liberación nacional, no puede encauzarse a la lucha revolucionaria por el socialismo?¿No fue acaso el M-26 de Julio un movimiento nacionalista revolucionario?¿No hubo cuadros como Guevara que intentaron encauzarlo hacia el socialismo, y que tuvieron éxitos notables haciendo aportes significativos a la construcción socialista?
Hoxha, reconoce su apoyo a Cuba frente al Imperialismo, pero descree del papel de los marxistas leninistas dentro del M-26, entre ellos de Guevara.
Informe de la comisión sobre los problemas nacional y colonial escribió:(...) Es indudable que todo movimiento nacional puede ser sólo democrático-burgués, pues la masa fundamental de la población en los países atrasados está compuesta de campesinos, que representan las relaciones burguesas y capitalistas. Sería utópico pensar que los partidos proletarios, si es que en general pueden surgir en estos países atrasados, puedan aplicar una táctica y una política comunistas sin mantener determinadas relaciones con el movimiento campesino y sin apoyarlo en los hechos. Pero aquí se ha objetado que si hablamos de movimiento democrático-burgués, se borrará toda diferencia entre el movimiento reformista y el revolucionario. Sin embargo, esta diferencia se ha manifestado con toda claridad en el último tiempo en los países atrasados y coloniales, pues la burguesía imperialista trata con todas sus fuerzas de introducir también entre los pueblos oprimidos el movimiento reformista. Entre la burguesía de los países explotadores y la de las colonias se ha producido cierto acercamiento, de modo que muy a menudo -- tal vez en la mayoría de los casos -- la burguesía de los países oprimidos, aunque apoye los movimientos nacionales, al mismo tiempo lucha de acuerdo con la burguesía imperialista, es decir, juntamente con ella, contra todos los movimientos revolucionarios y contra todas las clases revolucionarias. En la Comisión se ha demostrado esto de modo irrefutable, y hemos considerado que lo único acertado es tomar en consideración esta distinción y sustituir en casi todos los lugares la expresión "democrático-burgués" por la de "nacional-revolucionario". El sentido de esta sustitución consiste en que los comunistas debemos apoyar y apoyaremos los movimientos burgueses de liberación en las colonias sólo cuando estos movimientos sean realmente revolucionarios, cuando sus representantes no nos impidan educar y organizar en el espíritu revolucionario a los campesinos y a las grandes masas de explotados.(...)
A falta de una Internacional, Cuba de apoya en el bloque socialista. Algo criticado por sectores de izquierda, pero ¿que se iba a hacer?
Saludos.
Seguro me quedaron varios aspectos por mencionar y responder, con tiempo seguiré.