A PROPOSITO DEL NUEVODEMOCRATISMO
Frente al marxismo-leninismo, Mao Tze Dong adoptó su conocida fórmula para el tratamiento de la cultura extranjera: «Todo lo que nos pueda servir debe ser asimilado. Pero las cosas del extranjero son como los alimentos que deben primero ser masticados y sufrir la acción de la saliva y de los jugos gástricos en el estómago y en los intestinos, antes de que esta acción los haya separado en sus dos elementos: lo nutritivo y el residuo. Eliminado el residuo asimilaremos la parte nutritiva» (16). Esta extraña forma de tratar a la ciencia de Marx y Lenin, ha dado como producto el «marxismo-chinizado» que no consiste simplemente en expresar el marxismo de «una manera china que agrade al oído y alegre la vista del pueblo chino» (17), sino que es su completa adulteración y castración; su conversión en una teoría utópico-reaccionaria, sustento ideológico de un chovinismo enfermizo. Conversando con A. L. Strong, el año de 1949, Liu Shao chi, vicepresidente del PCCh en ese entonces, expresó lo siguiente: «El gran mérito de Mao Tze Dong consiste en haber transformado el marxismo europeo, dándole una forma asiática ... Mao Tze Dong es chino ... ha creado una variedad asiática o china del marxismo» (18).
Un aspecto importante de la «chinización» del marxismo es la adulteración y falsificación de la teoría leninista de la transformación dialéctica de la revolución democrático-burguesa en revolución socialista. Hemos de hacer hincapié en esta cuestión porque su esclarecimiento tiene gran importancia para las luchas nuestra clase obrera y su vanguardia política.
En la historia del movimiento revolucionario, peruano, todas las divergencias sustanciales surgidas en su seno, han tenido relación directa con la teoría leninista de la transformación dialéctica de la revolución democrática en revolución socialista. No hablamos de los grupos trotskistas, cuyo «permanentismo» refutado mil veces por la vida es bien conocido. No; nos referimos a los grupos y corrientes que en el curso de enconadas luchas internas fueron enfrentándose dentro del movimiento obrero.
La dictadura de Odría aplastó con métodos típicamente terroristas al movimiento popular y revolucionario. Esta situación determinó que una parte de la militancia revolucionaria se pasara a posiciones capitulacionistas y otra tomara el camino del «izquierdismo». El paso de la etapa de la «legalidad» vivida durante el régimen de Bustamante y Rivero, a la de absoluta clandestinidad que impuso el ochenio de Odría, fue sumamente difícil y duro. Un debate profundo se abrió en las filas del PCP en torno al problema del carácter de la revolución peruana. En las mazmorras del Sexto, la Penitenciaría y el Frontón los cuadros del Partido intercambiaban opiniones y discutían, algunas veces acaloradamente, en torno a la línea del Partido y los problemas de la revolución peruana.
Fue durante esos años (1952-1956) que comenzaron a circular entre los grupos revolucionarios, las tesis de Mao Tze Dong sobre la nueva democracia. Sus defensores afirmaban que Mao había superado a Lenin y que las «Dos tácticas de la Socialdemocracia» ya no tenían vigencia. Hoy mismo los grupos llamados «pekineses», no se cansan de hablar de la «revolución de la nueva democracia en los países coloniales y semicoloniales». Y Pekín, con el título de «América Latina y su proceso revolucionario», ha editado un folleto dedicado exclusivamente a divulgar, actualizar y aplicar a la realidad de nuestros países la teoría de la nueva democracia. Nos toca, pues, examinar por lo menos los aspectos principales de esta teoría del «comunismo chino».
Partiendo de las formulaciones hechas por Marx y Engels acerca de la revolución ininterrumpida y de la necesidad de combinar la revolución proletaria con el movimiento campesino revolucionario, Lenin elaboró en forma genial la teoría científica de la transformación de la revolución democrático burguesa en revolución socialista. En su obra «Quiénes son los amigos del pueblo y cómo luchan contra los socialdemócratas», planteó por primera vez la alianza de la clase obrera con el campesinado, como condición indispensable para el triunfo de la revolución. Sin embargo, es en su obra célebre, «Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática», que la teoría de la transformación dialéctica de la revolución democrática en revolución socialista logra toda su plenitud. No faltará gente que considerándose marxista-leninista, nos diga que sí, pero que en la práctica no ha tenido una vigencia completa, porque las revoluciones de los países de Europa Oriental, América, Asia, y otros continentes no se han desarrollado según las indicaciones de Lenin. La verdad es otra, porque en todos los casos ha quedado confirmada la esencia de la teoría de la transformación. Son aspectos aislados de la misma los que no se han realizado, y esto es explicable porque fue elaborada de conformidad a la realidad imperante en la Rusia de hace más de medio siglo. Ahora bien, la teoría de la nueva democracia, constituye una grosera falsificación de la teoría de la transformación de la revolución democrática en revolución socialista, como pasamos a demostrar:
1) Lenin señaló que el “desenlace de la revolución depende del papel que desempeñe en ella la clase obrera: de que se limite a ser un mero auxiliar de la burguesía, aunque sea un auxiliar poderoso por la intensidad de su empuje contra la autocracia pero políticamente impotente, o de que asuma el papel de dirigente de la revolución popular’” (19). Quiere decir, pues, que sin hegemonía del proletariado en el movimiento revolucionario no cabe un desarrollo triunfante de la revolución, ni es posible su paso de la etapa democrático burguesa a la etapa socialista. Sólo conquistando la hegemonía en la revolución popular, la clase obrera hace posible que los acontecimientos se desarrollen hasta llegar a la revolución socialista. Clase consecuentemente revolucionaria hasta el fin y organizada por las propias exigencias de la lucha de clases, con larga experiencia de combate y dirigida por un partido revolucionario marxista-leninista, el proletariado reúne todas las condiciones para alcanzar el control y dirección del movimiento revolucionario.
En la teoría de la nueva democracia, la tesis leninista de la hegemonía del proletariado ha sido mistificada totalmente. En su lugar propone una «unión de las clases revolucionarias», incluyendo a la burguesía y la pequeña burguesía, para instaurar «una república en la cual la dictadura será ejercida por la unión de todos los elementos antiimperialistas y antifeudales» (20).
Según Mao Tze Dong, la República de la nueva democracia es una forma de transición, pero una forma irremplazable e indispensable para todos los países coloniales y dependientes en general. Se trata de una revolución de «nuevo tipo» que «busca establecer en su primer período una sociedad de la nueva democracia, y un Estado donde se ejerza la dictadura de las diferentes clases revolucionarias unidas. Esta revolución, en su proceso, será a raíz de la evolución de circunstancias favorables o contrarias, subdividida en otras etapas, pero su naturaleza fundamental continuará siendo la misma ya que ella no llega a la etapa de la revolución socialista» (21).
El leninismo desprende del principio de la hegemonía del proletariado en el movimiento revolucionario, la necesidad de la alianza obrero-campesina, y la instauración de la dictadura no de «todas las clases revolucionarias» sino la «dictadura democrática de obreros y campesinos», en la cual ningún papel le toca jugar a la burguesía. No estamos negando el hecho real de que en los países coloniales y dependientes la revolución democrático-burguesa se entronca con la revolución antiimperialista y, por lo mismo, su base social se ensancha. Sin embargo, la revolución triunfante, en estos casos, no puede establecer otro régimen que no sea la dictadura democrático-revolucionaria del proletariado y los campesinos, con tareas específicas: aplastar la resistencia de las fuerzas contrarrevolucionarias, destruir la propiedad feudal entregando la tierra a quien la trabaja, y erradicar todos los enclaves imperialistas. Que la dictadura democrático revolucionaria de obreros y campesinos cuente con el apoyo de vastos sectores del pueblo, incluyendo algunas capas de la burguesía, no quiere decir, de ningún modo, que se trate de una «dictadura de todas las clases revolucionarias».
Queda claro que, Mao Tze Dong, ha revisado y suplantado la teoría leninista sobre la dictadura democrático revolucionaria de obreros y campesinos, proponiendo una dictadura de «todas las clases revolucionarias», entre las que incluye a la burguesía. «En China —dice Mao— la burguesía, por el hecho de ser colonial y semicolonial y verse explotada por el enemigo, posee durante un período determinado y en un grado determinado, un carácter revolucionario. Entre nosotros el proletariado tiene el deber de no despreciar este carácter revolucionario de la burguesía que ofrece la posibilidad de establecer un frente unido contra el imperialismo y contra el gobierno burocrático y militarista» (22).
2) En la teoría de la transformación de la revolución democrática en revolución socialista, el desarrollo ininterrumpido de la revolución es cuestión fundamental. Lenin, señaló que entre la revolución democrático-burguesa y la revolución socialista no debe existir una barrera infranqueable; es plenamente factible que la primera se convierta en la segunda, que las tareas de ambas se entrelacen y que, con frecuencia, los plazos de transición se acorten considerablemente.
El nuevodemocratismo rebaja esta concepción científica de Lenin. Escuchemos lo que dice Mao Tze Dong: «Podemos entonces resumir los diferentes regímenes políticos del mundo entero, clasificados según su contenido social, en estos 3 tipos fundamentales: 1) La república de la dictadura burguesa; 2) La república de la dictadura del proletariado; 3) La república de dictadura de la unión de las clases revolucionarias» (23).
De acuerdo a Mao la nueva democracia no es una simple etapa, previa a la revolución socialista, cuya duración depende únicamente del grado de organización de la clase obrera y del control que haya logrado en el movimiento popular revolucionario, sino un objetivo en sí, una etapa histórica con tareas propias que se realizan dentro de una «república de nueva democracia». «El tipo de régimen democrático que necesitamos ahora no es el viejo ni tampoco el socialista —dice Mao—, sino el de nueva democracia, que corresponde a las actuales condiciones de China. El régimen constitucional que nos disponemos a implantar debe ser de nueva democracia» (24).
Así, pues, la revolución de la nueva democracia se institucionaliza en una república de «nueva democracia», con un ordenamiento jurídico que tiene por base una Constitución que no corresponde ni al régimen capitalista ni al socialista. Y de este modo el principio leninista de la revolución, como un proceso ininterrumpido, queda totalmente desvirtuado, porque allí donde los objetivos democrático burgueses no se cumplen con la finalidad exclusiva de desbrozar el camino a la revolución socialista, no puede darse la transformación dialéctica de la revolución democrática en revolución socialista.
Una de las enseñanzas más importantes de Lenin, con relación al punto que estamos tratando, es que el proletariado no debe detenerse en la etapa democrática de la revolución; debe pasar directamente al socialismo una vez que la antigualla feudal ha sido barrida.
El proceso ininterrumpido de la revolución fue presentado por Lenin en una forma sencilla: «Imaginaos —decía— que debo sacar del corral dos montones de basura. Pero sólo tengo un carro. Y en un solo carro no se puede sacar más que un montón. ¿Qué debo hacer? Renunciar por completo a limpiar mi corral, aduciendo que sería la mayor injusticia sacar un montón de basura puesto que es imposible de una sola vez los dos?» (25).
En otras palabras, la clase obrera no puede evitar cumplir su misión histórica por partes, en los países que no han tenido una revolución burguesa. Sin embargo, cumplida la primera etapa debe pasar a la segunda sin detenerse, sin perder tiempo, sin institucionalizar la primera.
«El proletariado —dice Lenin— debe llevar a término la revolución democrática, atrayéndose a las masas campesinas para aplastar por la fuerza la resistencia de la autocracia y paralizar la inestabilidad de la burguesía. El proletariado debe llevar a cabo la revolución socialista atrayéndose a la masa de elementos semiproletarios de la población, para romper por la fuerza la resistencia de la burguesía, paralizar la inestabilidad de los campesinos y de la pequeña burguesía» (26).
3) La nueva democracia, según su creador, corresponde a todo un período histórico en el cual no se produce el desarrollo no capitalista de la economía. «Todo aquello que la revolución de la nueva democracia tiende a eliminar -dice Mao Tze Dong- son el feudalismo y el capitalismo monopolista, la clase de los terratenientes y la burguesía burocrática (gran burguesía) Y NO EL CAPITALISMO EN GENERAL NI LA PEQUEÑA O MEDIANA BURGUESIA» (27).
Es oportuno recordar que Lenin en su Informe al II Congreso de la Internacional Comunista, ya formuló la tesis de la posibilidad de que los países atrasados, luego de liberarse de la opresión imperialista, pasen al socialismo eludiendo el capitalismo, con la ayuda de los países más avanzados. Y el año de 1928, la Internacional Comunista, señaló en su Programa la posibilidad de que en los países más atrasados de Asia y África, una insurrección nacional victoriosa, podía abrir el camino al socialismo, saltando la etapa del capitalismo con la ayuda de los países socialistas. Esta no fue una afirmación antojadiza, pues ya en ese entonces marchaban por la vía no capitalista las repúblicas soviéticas de Asia Central y la República Popular de Mongolia.
No debe olvidarse sin embargo, que en la concepción leninista del desarrollo no capitalista se engarzan la liberación nacional, las tareas de la revolución democrática y la lucha por el socialismo. Para, Lenin, las premisas técnico-económicas necesarias para la revolución socialista no constituyen ningún tabú. En su lucha contra el menchevismo demostró que el poco desarrollo del capitalismo y de las fuerzas productivas en Rusia, no podían constituir un obstáculo insalvable para que el proletariado pasara rápidamente de la revolución democrático burguesa a la revolución socialista. La experiencia histórica ha demostrado y confirmado la veracidad de esta concepción de Lenin. Ahora ya nadie puede dudar que la revolución democrático nacional que se transforma en revolución socialista, es el único camino que permite a los países coloniales y dependientes liberados de la opresión imperialista, eludir el desarrollo capitalista. Un desarrollo no capitalista que no sea un desarrollo al socialismo, es algo utópico que sólo puede caber en la imaginación de pequeños burgueses adeptos del tercerismo.
En su «Nueva Democracia», Mao Tze Dong, no se limita a plantear la no eliminación del capitalismo, sino que propugna su desarrollo. He aquí sus palabras textuales: «A causa del retardo de la economía China, aún después de la victoria de la revolución en escala nacional, la existencia de la economía capitalista representada por la vasta clase de la pequeña y mediana burguesía, debe ser tolerada durante un largo período; además de acuerdo con la división de las funciones de la economía nacional el desarrollo de todos los sectores de esta economía capitalista aprovechables por la economía nacional, será mientras tanto necesario y formará parte indispensable de la economía nacional en su conjunto» (28).
Queda claro que en la nueva democracia maoísta, no hay lugar para el desarrollo no capitalista. Todo lo contrario, se considera necesario el desarrollo capitalista durante todo un período histórico. Pero el desarrollo del capitalismo no puede conducir sino al desarrollo de la propia burguesía, y, a la postre a la dictadura de ésta. Por eso, las frases aisladas de Mao Tze Dong sobre el paso al socialismo, como segunda etapa de la revolución, son del todo ajenas al contexto de su teoría sobre la nueva democracia. Es a todas luces claro que allí donde no hay marcha ininterrumpida de la revolución y donde, además, se protege el desarrollo del capitalismo, como en la nueva democracia, el paso a la etapa socialista de la revolución no es posible.
«El principio dirigente de la economía nacional —dice Mao— de la democracia nueva debe ser el de conseguir, como objetivo general, el DESARROLLO DE LA PRODUCCION, DE LA PROSPERIDAD ECONOMICA, DE LOS INTERESES A LA VEZ PUBLICOS Y PRIVADOS Y DE BENEFICIO TANTO PARA EL ASALARIADO COMO PARA EL PATRON. LOS PRINCIPIOS POLITICOS Y LOS METODOS QUE SE SEPAREN DE ESTE OBJETIVO GENERAL SON FALSOS» (29).
Es como si estuviéramos escuchando a alguno de los representantes del llamado «pluralismo económico», que han venido teorizando durante los últimos años sobre el «modelo peruano» de revolución «ni capitalista ni comunista»; «modelo» que no hace otra cosa que combinar la economía estatal con la economía privada capitalista, a la que se agrega algunas formas de propiedad de grupo. Es en la «Nueva Democracia» de Mao Tze Dong que se encuentra delineado este sistema social y, por eso, no es raro que la intelectualidad pequeño burguesa tenga una simpatía franca por lo que llama «modelo chino de socialismo» y repita toda la cháchara antisoviética que propala Pekín.
4) El nuevo democratismo de Mao Tze Dong es extraño y opuesto al leninismo. Se inspira y fundamenta en las concepciones liberal -burguesas de Sun Yat Sen, quien se imaginó que la China podía construir un «socialismo» en el que la clase obrera no tuviera el control del poder del Estado. Este «socialismo» debía surgir sobre la base de lo que Sun Yet Sen llamó «los tres grandes principios»: a) alianza con la URSS; b) alianza con los comunistas», y e) alianza con los obreros y campesinos».
Es fácil establecer la diferencia sustancial que se desprende de la confrontación del nuevodemocratismo con la teoría leninista de la transformación de la revolución democrática en revolución socialista. Mao, siguiendo a Sun Yat sen, parte de posiciones burguesas y propugna una simple «alianza con los obreros y campesinos», mientras que el leninismo plantea la necesidad perentoria de que el proletariado gane la dirección absoluta del movimiento popular revolucionario.
No fue casual que Haya de la Torre definiera al Apra, durante los últimos años de la década del 20, como el Kuomintang latinoamericano. Es que, como Sun Yat sen y Mao, aceptaba la alianza de «las clases antiimperialistas», pero no admitía ni en broma que el proletariado tuviera la hegemonía del movimiento revolucionario. José Carlos Mariátegui, refiriéndose a tal definición escribió lo siguiente: «El Kuomintang fue Sun Yat sen, pero es también Chang-Kay-shek» y agregó: «El Kuomintang finalmente se encuentra en crisis, y en gran parte por no haber sido explícita y funcionalmente una alianza, un frente único. Sus rumbos estaban subordinados al predominio de sus elementos de derecha, centro e izquierda que correspondían al de sus respectivos sentimientos e intereses de clase» (30).
En la polémica que sobre «alianza o partido» sostuvo Mariátegui con Haya, de hecho elucidó la cuestión cardinal de la hegemonía del proletariado en el movimiento revolucionario. El jefe aprista, anticipándose al nuevodemocratismo, rechazaba de plano la teoría científica de Lenin sobre la transformación dialéctica de la revolución democrática en revolución socialista bajo la dirección de la clase obrera, y postulaba la alianza de «todas las clases antiimperialistas».
En conclusión el «nuevodemocratismo» de Mao es totalmente ajeno al leninismo. Se desprende directamente de las teorías de Sun Yat sen sobre una futura China sin lucha de clases, en la cual puedan prosperar tanto obreros como capitalistas. Este es precisamente el fondo y sustento de la llamada «alianza de las clases revolucionarias» de la nueva democracia, en la cual no encontramos ni hegemonía del proletariado, ni desarrollo ininterrumpido de la revolución, ni dictadura democrático revolucionaria de obreros y campesinos, ni posterior dictadura del proletariado.
«¿Pero qué clase de régimen democrático necesitamos hoy? —pregunta Mao—, y responde: No el de la pretendida democracia, viejo, caduco y de estilo europeo norteamericano, que es la dictadura burguesa, y tampoco la democracia de tipo soviético, que es la dictadura del proletariado» (31).
Esta es la razón por la cual hemos dicho que en el maoismo la dirección del movimiento revolucionario por el proletariado, es una frase sin sentido.
«Levantar un muro artificial entre la revolución democrático burguesa y la revolución socialista es la mayor tergiversación del marxismo, es adocenarlo, reemplazarlo por el liberalismo», ha dicho Lenin en forma certera, desenmascarando a los oportunistas, que niegan el rol directriz del proletariado y separan con muralla china las etapas de los procesos revolucionarios en los países coloniales y dependientes.
(16) Mao Tse tung, La Nueva Democracia. Editorial Austral Santiago de Chile, pág. 115.
(17) Mao Tse tung. Obras Escogidas, t. 3, pág. 270.
(18) Véase «China y los países en vías de desarrollo», Ediciones Interpress, Varsovia 1976, pág. 17.
(19) Lenin, Obras Escogidas, t. 1, pág. 585.
(20) Mao Tse tung, La Nueva Democracia, pág. 75.
(21) Ibídem, pág. 67.
(22) Ibídem, pág. 73.
(23) Ibídem, pág. 75.
(24) Mao Tse tung, Obras Escogidas, t. 2, págs. 426-427.
(25) Citado de «La teoría leninista de la revolución socialista y la época actual», Editorial Progreso Moscú, pág. 36-37.
(26) Lenin, Dos Tácticas de la Socialdemocracia en la revolución democrática, Ediciones en Lenguas Extranjeras Moscú, pág. 101.
(27) Mao Tse tung, La Nueva Democracia, pág. 135.
(28) Ibídem, págs. 135-136.
(29) Ibídem, pág. 137.
(30) Martínez de la Torre, Apuntes para una interpretación marxista de historia social del Perú, t. II, pág. 300.
(31) Mao Tse tung, Obras Escogidas, t. II, pág. 426.