Bueno camaradas espero que lean esto que escribí, y que sirva como aporte para el debate. Saludos fraternales...
Un intento de salir de las lógicas hegemónicas
El conflicto social armado que lleva más de 6 décadas en Colombia no es una creación artificial por vía de laboratorio de ningún grupo conspirativo, sino que es producto de una ardua pugna en el interior de la nación por la resolución de problemas que atraviesan toda la estructura del pais, en las ciudades y en el campo, donde las contradicciones de unsistema capitalista en crisis explotan con el espoleo de las tensiones acumuladas desde la época de la colonia.
El objetivo de este ensayo no es el de realizar una radiografía academicista del conflicto colombiano, porque no plantea obtener una objetividad que esté por encima de los bandos en pugna, sino que se coloca, decisivamente, sobre el bando insurgente y el de las clases subalternas, motor insaciable de esta larga lucha.
Parece que la guerra interna en Colombia ha sido objeto de todo tipo de interpretaciones y análisis sesudos, desde los pertenecientes a la prensa burguesa internacional y desde los análisis fragmentarios de las izquierdas que por temor a salirse de sus esquemas teóricos esclerosados, repiten a viva voz los argumentos del enemigo. No se trata tampoco que querer estar por encima de las contradicciones, por encima del bien y del mal, dirán algunos, sino que se trata de tomar partido, tomar posición política, y ser consecuentes con la misma.
Un poco de historia...
El conflicto social y político en Colombia tiene unas raíces que se remontan hacia 1948, con el asesinato del lider popular Jorge Eliecer Gaitán, que dió lugar al famoso “Bogotazo”, y cuyas consecuencias espolearon los sucesos de la década conocida como “la violencia”. La sociedad colombiana, presa del estallido de la represión hacia las clases subalternas como medida desesperada de las clases dominantes para mantener en vilo cualquier posibilidad de que un caudillo con fuerte apoyo popular como Gaitán llegase al poder, comienza a vivenciar una ola de crimenes que no cesarán y que continuarán hasta el día de hoy, ensanchando una interminable lista de mártires populares que son una suerte de pesadilla que alimenta los miedos que corroen a la nación bolivariana.
Colombia, país caracterizado por un desarrollo capitalista deformado, dependiente, subdesarrollado y supeditado enteramente a los dictamenes del amo del Norte, supo expresar mejor que ningún país de la región los resultados del neocolonialismo, con sus crudas expresiones, que no dejan nada que desear a los crimenes cometidos por las bestias hitlerianas. Un sistema económico basado en la explotación de las mayorías nacionales por una oligarquia que ha entregado la soberania nacional a la voracidad de los capitalistas monopolistas extranjeros. Una economía de enclave que no ha logrado modernizar la estructura productiva, aumentar la cualificación técnica de la población, ni lograr un desarrollo independiente, porque ha optado ser una burguesia parasitaria, extractivista, gerenciadora de un modelo de acumulación capitalista basado en la exportación de materias primas y en la apertura de las puertas de la nación a las manufacturas foráneas y a los capitalistas imperialistas, principalmente norteamericanos. Estos pulpos capitalistas han dejado la tierra arrasada por donde anduvieron, a las masas exhaustas, empobrecidas y embrutecidas, y no han dejado nada bueno para el país, sólo herrumbe y dependencia.
De la naturaleza de este tipo particular de capitalismo desarrollado en Colombia y de sus formas de expresión politica y social dependen los diversos tipos de respuestas que las clases populares han dado al Estado burgués Colombiano, un Estado enviciado con la entrega y la subordinación. Por ello es que de las clases gobernantes en Colombia no se ha podido esperar jamás nada que aliviane las cargas que el pueblo lleva acumuladas durante décadas, por eso podemos hablar de una respuesta política, que a su vez, deviene respuesta militar, que tiene un carácter lógico, dado la forma y el contenido de la represión, que se enraiza en las formas de control de la fuerza de trabajo de la época colonial, donde se domesticaba a las fuerzas laboriosas mediante un aplastamiento de multiple tipo: cultural, ideológico, religioso, y físico. Es el mismo aplastamiento que hasta el día de hoy pesa sobre las campesinos, sobre los afrodescendientes, sobre los pueblos originarios, sobre las mujeres y obreros de la ciudad.
Entender las causas que motivaron y continuan motivando la insurgencia en Colombia requiere un análisis minucioso de la cuestión agraria: esto requiere considerar como base de todo análisis, el examen de las relaciones juridicas en el campo colombiano, donde la demanda que motivó el alzamiento en armas de las primeras guerrillas liberales y que hasta hoy es bandera de reinvidicación de las fuerzas insurgentes, es la cuestión de la reforma en el régimen de propiedad de la tierra. La reforma agraria, jamás concretada en la historia de Colombia es la base del conflicto. Todo gira alrededor de este punto. Ahora hay que avanzar sobre los nudos del conflicto, si es que queremos entenderlo, y si es que queremos tener una compresión más amplia, y no estereotipada. Un cambio en el régimen de la propiedad de la tierra en Colombia es el programa político que motiva a las mayorías nacionales a la lucha contra el régimen. El fin del latifundio, y la expropiación de todas las tierras ociosas y mal cultivadas o subexplotadas es la base de toda posibilidad cierta de paz. Porque no se puede hablar de paz, sino tocamos este punto. La paz no es un problema militar. No se trata de enviar más tropas o de dotar a estas con mayor tecnología. No se trata de seguir contando con el apoyo norteamericano. El idealismo de la oligarquia neofascista que gobierna Colombia los lleva a creer en una posibilidad de victoria definitiva. Por eso hablan del “din del fin”, y por eso lo repiten en todas sus usinas ideológicas. Y sus lenguaraces de todo tipo lo repiten, como si fuera un dogma biblico. Pretenden que los cursos de contra-insurgencia acaben con un conflicto cuyas causas son profundas, y están ligadas a la noción que engloba todo el conflicto, que lo antecede y permite explicarlo: la noción de territorio. Aunque parece que desde algunos organismos tienen una visión más concreta que la de la casta lumpen-burguesa que hoy dirige el pais. Por eso recurren a una estrategia de guerra integral contra la insurgencia. Y dentro de esa estrategia se encuentra la invasión silenciosa de las ONG´S.
Estas ONG´s autoproclamadas como salvadoras de la nación y que dicen poseer un modelo alternativo de desarrollo no hacen más que plantear la teoría de los dos demonios, equiparando a las fuerzas estatales y paraestatales con la guerrilla. Lo hacen desde un discurso humanista, pretendidamente objetivo, que dice estar más allá del bien y el mal, y que busca solucionar el conflicto de forma decisiva. Pero sus modelos alternativos de desarrollo económico no alteran en forma definitiva y sustancial la raíz del problema, porque no quieren meterse en semejante lío: prefieren proponer de la mano de sus especialistas y académicos la difusión de modelos de autogestión y de economía social, de cultivos alternativos y de modelos de desarrollo sustentable que no tienen ningún presente ni futuro por no tener una perspectiva a largo plazo, que sólo puede ser eficaz y cierta si acaba con la raíz de todos los males en Colombia, que como ya la citamos más arriba, es la acumulación y centralización de tierras en Colombia por parte de una oligarquia neofascista socia de los capitales monopolistas extranjeros y que no desestima ningún recurso para exterminar a quien proponga un modelo alternativo de desarrollo sustentable REAL, no a quienes desde las usinas de las ONG´s y desde las facultades pretenden que los 6 millones de campesinos desplazados se dediquen a proyectos de cultivo a pequeña escala. Colombia importa 10 millones de toneladas de alimentos al año, lo que indica que no hay microproyectos productivos que alcancen para solucionar el drama de la soberania alimentaria en el país. Porque enfrentar el modelo actual imperante en la explotación y saqueo de los recursos naturales es enfrentarse a la codicia de los pulpos monopolistas extranjeros, que proponen que Colombia sea un cuenco interminable de riquezas a succionar, como una peste de langostas, para luego irse hacia otros lados, a exterminar con la biodiversidad, y dejar consecuencias medioambientales, socioeconómicas, culturales y humanitarias severisimas, que afectan a largo plazo la posibilidad de supervivencia de la especie en el globo. Su modelo de saqueo, de extractivismo feroz, es la herencia de un proyecto neoliberal de choque, basado en la apertura de las fronteras nacionales a las empresas extranjeras. Este modelo no sólo no trae aparejado crecimiento, renovación y progreso nacional, sino que pone en peligro la continuidad de nuestramerica como el subcontinente más rico del mundo en recursos naturales.
A este modelo solo cabe oponerle un modelo de transformación de las estructuras productivas de la nación que comienze con una superación de la lógica de acumulación capitalista en Colombia, comenzando por una reforma de las relaciones de propiedad en el campo colombiano: la nacionalización y democratización de todas las tierras productivas a lo largo y a lo ancho del país. Esto es el punto inicial, para discutir un proyecto que debe comprometer a las mayorias nacionales para debatir y proyectar un programa económico y social que contemple, desde una perspectiva ecologista, de desarrollo sustentable, la realidad particular en el campo colombiano y que emprenda el camino hacia la modernización productiva del país. Para esto no se requiere de una secta iluminada que presenta su programa a las masas,sino que se requiere de un amplio debate nacional donde las masas oprimidas del campo y la ciudad discutan los puntos estratégicos de desarrollo nacional, basándose en pautas esenciales como el cuidado y el respeto por la biodiversidad, la utilización de mecanismos alternativos de potenciación de la flora colombiana, el establecimiento de sistemas de riego y la modernización de la infraestructura del país mediante un plan estratégico que combine la necesidad de multiplicar la productividad del campo colombiano sin descuidar la relación de respeto hacia las fuerzas de la naturaleza. Por ello es que los aportes de la experiencia ancestral acumulada por los campesinos y los pueblos originarios colombianos, junto a las máximas innovaciones de la técnica son esenciales para un desarrollo productivo nacional que no hipoteque el futuro de la especie, como ha acostumbrado a hacer la oligarquia colombiana. Este proyecto de reforma agraria integral debe contemplar en su programa la diversificación de cultivos, el erradicamiento de las prácticas nocivas hacia las especies animales y vegetales y hacia la tierra como son el uso intensivo de fertilizantes, plaguicidas, fungicidas, etc.
La propiedad social de la tierra y su trabajo colectivo son los argumentos fundamentales para una correcta superación del modelo imperante hoy en día. No se trata unicamente de una expropiación y repartición anarquica de tierras, sino que se requiere de una construcción, en un marco nacional, teniendo en cuenta las singularidades geográficas y regionales, de un proyecto que permita la producción agraria en pos de la satisfacción de las necesidades sociales, no en busca de la rentabilidad capitalista, que todo lo pudre.
Por eso es que grandes extensiones colectivas de tierras pueden ser trabajados y gestiones por comunas agrarias y por asociaciones de pequeños productores. Un modelo alternativo agrario debe permitir el trabajo rural basandose en un plan estrategico nacional, que esté orientado por objetivos comunes, que apunten a terminar con la miseria y el hambre, con la desnutrición y la malnutrición, y que permitan aumentar la esperanza de vida de la población, mejorando la dieta de todos los habitantes de la nación, siendo estos los objetivos fundamentales de la SOBERANIA ALIMENTARIA.
El territorio es un concepto que engloba la cuestión agraria y que no sólo la contiene sino que la enaltece, y le brinda una cualidad mayor, superadora, de nuevo tipo, que permite ingresar este proyecto de reforma agraria integral en una perspectiva a largo plaza, que es, necesariamente, de naturaleza socialista. Porque el territorio no es la semilla ni es el pasto ni el arbol que se tala, ni el sistema de regadío, ni la montaña. El territorio es un marco dende se imbrican relaciones sociales en las cuales hombres y mujeres transforman la naturaleza en una relación de simbiosis, amplificando la utilización de la técnica y favoreciendo el mayor despeguere de las fuerzas productivas, ligado a una nueva dimensión, que no es de naturaleza exclusivamente económica, sino que es política, social, cultural, antropológica, vivencial, afectiva y moral. Una relación de retorno a la principal expresión de progreso humano, la salvaguarda de la principal fuente de riquezas: el territorio. No se trata aquí de remontarnos a las utopias románticas del siglo XIX ni a las actuales, ni a las que pretenden reformar ciertos aspectos de la explotación agraria sin trastornar las relaciones de propiedad de la tierra, sino que planteamos como fuente, origen y base de cambio a la superación de la lógica de acumulación capitalista de riquezas. Así si puede construirse una alternativa al modelo extractivista actual, enfrentando a una relación de explotación del hombre y de la naturaleza que anula el progreso de la especie y pone en riesgo mortal a la biodiversidad, madre de todo proyecto de superación del mercantilismo burgués, que cosifica a las personas y niega el progreso, y por ende, se convierte en un proyecto de muerte. Las FARC EP han elaborado su concepción de "territorio":
"El territorio es factor fundamental de existencia, abrigo de vida y de estancia armónica con la naturaleza, cuya apropiación la concebimos en perspectiva social y no mercantilista." No se trata de dominar a la naturaleza para explotarla mejor, sino que se busca establecer una relación armónica con ella, evitando desequilibros ambientales y favoreciendo un mayor despliegue de la técnica humana desde una nueva moral, una moral ecosocialista.
Las FARC EP postulan una visión no utilitarista ni de dominio antropocentrista, de relacionamiento con el suelo, el subsuelo y el sobre-suelo como conjunto en el que se desenvuelven relaciones socio-históricas, incluyendo el aspecto de definición de la soberanía, que pongan freno a la apropiación desaforada de sus componentes orgánicos e inorgánicos. "El territorio es factor fundamental de existencia, abrigo de vida y de estancia armónica con la naturaleza, cuya apropiación es concebida en perspectiva social y no mercantilista. " No se trata entonces, de alimentar los sueños de tecnocratas y de productivistas que confian la solución del problema a una intensificación del dominio capitalista sobre los recursos del planeta, ni de creer en revoluciones verdes, de la mano de la alimentación transgénica, que altera los ciclos vitales de la naturaleza y somete a las especies naturales a un proceso irreversible de privatización y confiscación. No se puede patentar la naturaleza.
Esa es una base para la paz, para la solución del conflicto armado en Colombia. Inevitablemente, un proyecto de desarrollo agrario integral, va ligado a una transformación global de las relaciones juridicas en su conjunto, ya sea en el campo y en la ciudad, por vía de la conversión de las masas populares en clase consciente de sus objetivos y de sus desafíos históricos. Si esperaban que diga que hay que hacer una revolución, no les voy a dar el gusto, porque mejor no decir cosas redundantes, porque de eso estamos podridos y repletos. La insurgencia colombiana, protagonista y motor, dinamizador y sujeto activo y consciente de sus objetivos y programas, están hoy, junto a los sectores de avanzada del pueblo, en lucha decisiva, con el merito de soportar la carga militar y la ofensiva ideologica de un enemigo que trasciende las fronteras de su pais y que tiene nombre y apellido. Sus enemigos recogerán las mismas calumnias de siempre y tal vez les agregarán algunas nuevas, y sus voceros las divulgarán. Los izquierdistas extraviados sacaran de su mochila los viejos motes peyorativos, como “militaristas”,“foquistas” (quienen usan la palabra “foquismo” como moneda comun para ningunear a las fuerzas insurgentes deberian leer el libro de Regis Debray, de donde sale el concepto, porque parece que no se han tomado el trabajo de hacerlo). No hay peor ciego que el no quiere ver. No hay peor marxista que el escolastico. No hay peor militante que el no estudia las particularidades nacionales. Algunos encubren su pacifismo criticando a quien empuña las armas. Parece que no conocen de masacres cotidianas, de violaciones de mujeres, de niños castrados, de seres humanos abiertos en canal con motosierras. Si conocieran eso, o al menos no fueran tan miopes, comprenderian mejor las formas y métodos de lucha.
Hay que omprender que la insurgencia se nutre de su pueblo, porque no es una creacion de laboratorio. Nadie resiste medio siglo en el monte si no tiene apoyo popular. Así como cambian las naturalezas de los regimenes politicos en los diferntes paises de nuestro subcontinente, cambian las formas de gobierno, sea por represión o por consenso. Y la peor represión es la que se disfraza de consenso, la que revista una apariencia de legalidad democratica. Y no olvidamos el fantasma del narcotrafico. Un fanstama que existe, que tiene vida, y que hace estragos en la sociedad colombiana. Pero lo menciono como un “fantasma”, porque su nombre viene a reemplazar, tras la caida del muero de Berlin, el nombre del comunismo. Y todo el coro funebre de las ONG´s instaladas en Colombia cantan en esa dirección. El proeso de extranjerización de la tierra y la concentración de capital y de medios de producción en cada vez menos menos, trajo como consecuencia el empobrecimiento generalizado de los campesinos colombianos, que se vieron obligados, debido al alza del precio de la hoja de coca, dedicarse a su cultivo.
Es la cocaina la que ha penetrado en todos los estamentos estatales, y que producido una ola de corrupción sin precedentes y un fenomeno temible que se conoce como la “parapolitica”. nacidos como ejercitos privados de los narcotraficantes, los paramilitares colombianos han devenido en una fuerza contrainsurgente que asola toa la vida del pais, y engordados con el dinero del trafico de la cocaina, se han convertido en fuerzas profesionales, con un manto de impunidad que les permitio convertir a colombia en un pais donde se han encontrado mas de 3 mil fosas comunes. Hoy dia se habla de que hace unos años, este fenomeno perdio fuerza. Y ahi tenemos el circo de la “desmovilizacion” de los paramilitares, un proceso que recuerda mucho a lo ocurrido en la argentina durante el juicio a las juntas militares. Unos 30 mil paramilitares habrian dejado de operar y sus maximos jefes habian sido detenidos y enviados a prision. Se esperaba con esto, salvar el honor de las clases gobernantes, Pero el tiro les salio por la culata. Estos jefes paracos denunciaron sus vinculos con el poder politico y con las elites economicas. Metieron preso a sus caras visibles para hacerle creer al mundo que el poder colombiano habia cambiado. Y esta es la nueva ideologia, la que difunden las ONG´s, equiparan a paracos con guerrilleros, dicen que la sociedad civil queda atrapad en el medio... ¿No les resulta familiar esta ideología? Es la misma ideologia alfonsinista... Nada nuevo bajo el sol.
Pero con la fuerza bruta no basta. La historia lo ha demostrado. La explicacion a la persistencia de las guerrillas está en el caracter singular del capitalismo colombiano. Estudiar sus expresiones y manifestaciones permite aproximar a un mejor entendimiento. Por eso la clave de todo se halla en el problema de la tierra.
La paz solo será el resultado de la incorporación de las mayorias del pueblo colombiano a las luchas politicas: la paz vendrá de la mano de un proyecto que país, y dicho país para que sea viable, deberá ser construido sobre otras bases, racionales. Y este proyecto, de acuerdo a las particularidades del caso colombiano, deberá ser, antiimperialista, antioligarquico, socialista y bolivariano. Porque es la historia de la liberacion de la nacion colombiana la que quedó inconclusa. El proyecto de Simón Bolivar fue traicionado por las burguesias autoctonas, que prefieron someterse a los poderes extranjeros y devenir en parasitarias, dejando de lado la unidad de los pueblos latinoamericanos. El desenvolvimiento de este proyecto dependerá de contar con un sustento ideologico superador de las limitaciones epocales, y por eso es que será socialista, porque supone la unidad de los pueblos sobre otro orden social. La historia sigue su movimiento, a partir de las luchas de los pueblos, y con ellas se construye el porvenir del continente, liberado, socialista y en amistad con todos los pueblos del mundo. Hoy multiples fuerzas sociales enfrentan en Colombia al apetito de las transnacionales y de sus socios menores, y todas ellas brindan su caracter singular, a una lucha que al envolverlas y superarlas en un nuevo proyecto siembre las bases para comenzar a disctuir otro tipo de sociedad, sin explotadores ni explotados. Y para ello es necesario de la participación popular. No se trata solo de hombres armados enfrentando al poder. La lucha es mucho más amplia, pero el poder la disimula. El pueblo lucha, las armas acompañan, no pretenden dirigir, solo resisten. La contradicción principal es pueblo o monopolios. Liberacion nacional y liberacion social son las dos caras de la misma moneda. Esta consigna debe imponerse a como de lugar, y convertirse en fuerza motriz de las aspiraciones obreros, campesinos, estudiantes, afrodescendientes, indigenas, mujeres, en fin, todo los oprimidos y perseguidos por el regimen.
El proceso de paz no implica la caducidad de los metodos ni la claudicación de la insurgencia. Un proceso de paz, real, asentado sobre cimiento solidos, permitirá desarrollar un nuevo marco donde la participación de todas los oprimidos tenga lugar; es la posibilidad de ampliación del potencial politico del pueblo. No se trata de una rendición. Mal entienden la dialectica histórica quienes ven repeticiones o farsas de momentos anteriores. Hacen de una frase sacada de contexto una verdad universal. Quienes deben pagar el precio de la paz no serán los oprimidos, sino los poderosos, porque esta paz solo saldrá a luz sobre la liquidación de sus privilegios históricos. Nadie puede esconder la lucha de clases, ni con represión ni con ONG´s.