El Poder Púrpura
artículo escrito por José Enrique Centén
publicado por Hablando República en marzo de 2013
El cristianismo desde su fundación como Iglesia en el siglo I, empezó a actuar tal como definió posteriormente Karl Marx, en su obra El Estado y la religión, “Todo nacimiento de un Estado tiene que ser revestido por la obediencia a Dios (hoy es la Economía), siendo el mejor político aquel que mejor utiliza la Teología, sea esta buena o mala, o algo que no sea ella misma (la política) y respaldado por la fuerza”. Para proclamar la pureza de su religión, condenó en cuarenta y seis ocasiones a los que consideraban desviaciones religiosas, veintisiete de dudas propias sobre el culto.
A partir del año 313 con el Edicto de Milán de Constantino I, se abrieron nuevas vías de expansión para los cristianos, incluyendo el derecho a competir con los paganos en el tradicional cursus honorum para las altas magistraturas del gobierno, otorgando privilegios al clero (exención, por ejemplo, de ciertos impuestos) y los líderes cristianos alcanzaron una mayor importancia (como ejemplo de ello, los obispos adoptaron unas posturas agresivas en temas públicos que nunca antes se habían visto en otras religiones). Y desde el siglo IV declararon diez y nueve herejías, todas aquellas que criticaban a la jerarquía eclesiástica por ir contra los principios del Maestro, la pobreza y el poder.
La última no considerada como herejía, la “Teología de la Liberación”, fue perseguida por Juan Pablo II y el entonces Prefecto de la Congragación, el Cardenal Ratzinger, deslegitimando a sus principales defensores y legitimando al mismo tiempo las dictaduras militares del cono sur, con torturas y desapariciones, declarando a sus seguidores contrarios a la fe y expulsando a los teólogos Leonardo Bloff en 1985 y Jon Sobrino en el 2007, por considerar la Teología de la Liberación un acto que emana de una experiencia de compromiso y trabajo, con y por los pobres, de horror ante la pobreza y la injusticia. Otro de sus máximos exponentes fue, el jesuita Ignacio Ellacuría, asesinado en 1989, defensor de la civilización de la pobreza, contrapuesta a la de la riqueza, puesto que ésta se ha revelado como un nuevo Moloch que devora a las personas y el planeta.
Ratzinger como Benedicto XVI en su encíclica “CARITAS IN VERITATE“, indica: “La economía y las finanzas, al ser instrumentos, pueden ser mal utilizados cuando quien los gestiona tiene sólo referencias egoístas…Por eso, no se deben hacer reproches al medio o instrumento sino al hombre, a su conciencia moral y a su responsabilidad personal y social”.
Cuasi una declaración de sumisión para mantener los privilegios económicos, siempre a la sombra del poder.
Durante veinte siglos la única teología que importaba se fabricaba en Europa, fuese católica, presbiteriana o protestante. La dependencia de los distintos países respecto al mundo rico, no sólo era económica y política, sino también eclesial y teológica, la rebeldía surgió en Sudamérica inspirándose en el derecho para los negros de EEUU, o en Sudáfrica la lucha contra el Apartheid, se extendió también en Asia, en Corea la Teología Minjung o la Teología Campesina en Filipinas.
Y en el siglo XXI sin apagarse los rescoldos de las intrigas internas y la lucha por el poder, Benedicto XVI abdica. Elegirán al nuevo que sirva mejor a esa multinacional en que se ha convertido la Iglesia, y será alguien que esté cerca del poder financiero.
artículo escrito por José Enrique Centén
publicado por Hablando República en marzo de 2013
El cristianismo desde su fundación como Iglesia en el siglo I, empezó a actuar tal como definió posteriormente Karl Marx, en su obra El Estado y la religión, “Todo nacimiento de un Estado tiene que ser revestido por la obediencia a Dios (hoy es la Economía), siendo el mejor político aquel que mejor utiliza la Teología, sea esta buena o mala, o algo que no sea ella misma (la política) y respaldado por la fuerza”. Para proclamar la pureza de su religión, condenó en cuarenta y seis ocasiones a los que consideraban desviaciones religiosas, veintisiete de dudas propias sobre el culto.
A partir del año 313 con el Edicto de Milán de Constantino I, se abrieron nuevas vías de expansión para los cristianos, incluyendo el derecho a competir con los paganos en el tradicional cursus honorum para las altas magistraturas del gobierno, otorgando privilegios al clero (exención, por ejemplo, de ciertos impuestos) y los líderes cristianos alcanzaron una mayor importancia (como ejemplo de ello, los obispos adoptaron unas posturas agresivas en temas públicos que nunca antes se habían visto en otras religiones). Y desde el siglo IV declararon diez y nueve herejías, todas aquellas que criticaban a la jerarquía eclesiástica por ir contra los principios del Maestro, la pobreza y el poder.
La última no considerada como herejía, la “Teología de la Liberación”, fue perseguida por Juan Pablo II y el entonces Prefecto de la Congragación, el Cardenal Ratzinger, deslegitimando a sus principales defensores y legitimando al mismo tiempo las dictaduras militares del cono sur, con torturas y desapariciones, declarando a sus seguidores contrarios a la fe y expulsando a los teólogos Leonardo Bloff en 1985 y Jon Sobrino en el 2007, por considerar la Teología de la Liberación un acto que emana de una experiencia de compromiso y trabajo, con y por los pobres, de horror ante la pobreza y la injusticia. Otro de sus máximos exponentes fue, el jesuita Ignacio Ellacuría, asesinado en 1989, defensor de la civilización de la pobreza, contrapuesta a la de la riqueza, puesto que ésta se ha revelado como un nuevo Moloch que devora a las personas y el planeta.
Ratzinger como Benedicto XVI en su encíclica “CARITAS IN VERITATE“, indica: “La economía y las finanzas, al ser instrumentos, pueden ser mal utilizados cuando quien los gestiona tiene sólo referencias egoístas…Por eso, no se deben hacer reproches al medio o instrumento sino al hombre, a su conciencia moral y a su responsabilidad personal y social”.
Cuasi una declaración de sumisión para mantener los privilegios económicos, siempre a la sombra del poder.
Durante veinte siglos la única teología que importaba se fabricaba en Europa, fuese católica, presbiteriana o protestante. La dependencia de los distintos países respecto al mundo rico, no sólo era económica y política, sino también eclesial y teológica, la rebeldía surgió en Sudamérica inspirándose en el derecho para los negros de EEUU, o en Sudáfrica la lucha contra el Apartheid, se extendió también en Asia, en Corea la Teología Minjung o la Teología Campesina en Filipinas.
Y en el siglo XXI sin apagarse los rescoldos de las intrigas internas y la lucha por el poder, Benedicto XVI abdica. Elegirán al nuevo que sirva mejor a esa multinacional en que se ha convertido la Iglesia, y será alguien que esté cerca del poder financiero.
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