Una cuestión previa
Antes de entrar en mayores honduras sobre el documento que estamos tratando, nos gustaría mencionar un pequeño detalle que nos ha llamado poderosamente la atención. No es otro que el sorprendente hecho de que los “teóricos” de los CJC pretendan respaldar sus posiciones recurriendo a varias citas de Stalin.
Nos dicen que algunos jóvenes «sin la suficiente formación o información» se pueden ver atraídos por nuestro Partido. Pues bien, para que quienes militen o pretendan militar en el PCPE-CJC cuenten con la suficiente información y no vayan por el mundo a ciegas, como parece que les ocurre a los jóvenes que se acercan a nuestro Partido, nos gustaría aportar alguna información sobre estos comunistas de los pueblos de España, sobre cuáles son sus orígenes y hasta qué punto sus postulados no tienen nada que ver en absoluto con los que defendiera Stalin.
El PCPE no surge, como surgimos otros, hace ya más de cuarenta años, en la lucha que en aquellos momentos se desató entre el revisionismo y el comunismo revolucionario. Surge bien entraditos los 80, por lo que comparten con los carrilistas no sólo todo el proceso de degeneración política e ideológica que se inició a partir de la adopción por el PCE de la política de reconciliación nacional, sino también lo que fue la culminación de ese proceso; es decir, la llamada transición, donde se plegaron hasta casi partirse el espinazo a los intereses de la oligarquía financiera y de los franquistas. El PCPE, en este sentido, es partícipe y cómplice del carrillismo en aquella farsa en la que se echó por tierra y se pisotearon décadas de la más heroica lucha antifascista.
Por otra parte, el PCPE no nace como una escisión revolucionaria del PCE, sino que simplemente es una criaturita del ultradegenerado PCUS de los años 80. El PCE se había desmarcado de la URSS para abrazar el eurocomunismo, y, ante eso, el PCUS necesitaba crear un partido que continuara cumpliendo el papel de testaferro del revisionismo soviético en nuestro país. De aquí nace el PCPE, son éstos sus heroicos orígenes: mientras algunos continuamos manteniendo en alto la bandera de la resistencia y de la lucha por el socialismo (cuando esta bandera ya había sido arrojada al barro por la mayor parte de las organizaciones que se autodenominaban “comunistas”), otros se dedicaban a “trincar rublos” (como diría algún periodista), generosamente donados por la mafia que en aquellos momentos se había instalado en el gobierno, el partido y el Estado soviéticos. ¿Puede dar lecciones de marxismo-leninismo una organización semejante?
El PCPE puede hacer todos los requiebros ideológicos que quiera; ha sido, es y será parte del campo revisionista.
Y es aquí donde entra la cuestión de Stalin. Pocas organizaciones hay más ajenas a Stalin que el PCPE. Ni siquiera cabe aplicarles el concepto de jruschovistas. Su revisionismo no es ni siquiera el del XX Congreso del PCUS. Es algo mucho peor. El PCUS de los años 80, su alma mater, más que revisionista, era un semillero de agentes del imperialismo apenas disimulados. ¿A cuento de qué se dedican los peceperos a citar a Stalin? Su pretensión de hacerse pasar por “estalinistas” (entendiendo “estalinista” como sinónimo de marxista-leninista) resulta, más que cómica, patética. El PCPE representa un proyecto viciado en origen, emparentado con los Carrillo, los Gorbachov y elementos similares. Actualmente, no es más que el ala izquierda del revisionismo. Es más, resulta incomprensible que no opte por integrarse directamente en IU, coalición de la que fue miembro fundador. Desde la óptica de los comunistas revolucionarios, no se aprecian grandes diferencias entre el tal Carmelo Suárez y los Cayo Lara y Llamazares. Todos comparten la misma impronta ideológica, la que les viene del tronco común del carrillismo.
Sobre el carácter del Estado, la República Popular y los lugares comunes del oportunismo.
Parece que todas las variantes del oportunismo, de “izquierda” y de derecha, coinciden en los mismos elementos a la hora de hacer una crítica de la línea de nuestro Partido. Los peceperos no iban a ser menos.
Niegan que el Estado español tenga un carácter fascista. Dicen que «España, a la muerte de Franco y con la posterior “transición política” se equipara al resto de las democracias burguesas occidentales, quedando una serie de reminiscencias del antiguo régimen (tribunales especiales, corona, etc.) pero que en ningún momento condicionan la correcta caracterización de España como una democracia burguesa al uso. Además, una vez finalizada la dictadura fascista, España se incorpora de facto a la cadena imperialista europea».
La última frase de esta cita resulta bastante incomprensible. ¿Es que España, antes de la farsa transicional, era un Estado antiimperialista y sólo después «se incorpora de facto a la cadena imperialista»? Por el tono que los ideólogos de los CJC utilizan a lo largo de este documento, da la impresión de que tienen un alto concepto de sí mismos en el plano teórico. Sin embargo, en ciertas afirmaciones, como ésta que mencionamos, demuestran tener graves carencias políticas e ideológicas y ser más unos diletantes que marxistas más o menos formados. El franquismo estaba incorporado a la cadena imperialista desde el 18 de julio de 1936.
Por otro lado, hay algunos datos que se les olvida mencionar a los ideólogos de marras, aunque quizá no deberíamos tenérselo en cuenta, pues, ciertamente, el PCPE sí ha vivido en una democracia burguesa al uso, en el sentido de que estas más de tres décadas que han transcurrido desde la farsa transicional han representado para este partido un período extraordinariamente apacible, parafraseando a Mayor Oreja (que, al igual que los peceperos, también cree firmemente que vivimos en una democracia, y, en su momento, cuando desempeñaba las funciones de ministro del interior, se marcó el objetivo de convencernos a todos de ello, con lo medios más pedagógicos).
Lo que olvidan mencionar nuestros jóvenes comunistas es que las reminiscencias del franquismo que arrastramos, no sólo consisten en la existencia de un tribunal especial o de la institución monárquica (que más que una reminiscencia franquista es una reminiscencia feudal), sino en otras muchas; a saber: la utilización de la tortura de forma sistemática en la represión de la disidencia política, la utilización del terrorismo de Estado y la guerra sucia (en fechas tan recientes como 2009 todavía el Estado secuestró, torturó, asesinó y desapareció a un militante antifascista, como es el caso del independentista vasco Jon Anza), la ilegalización de organizaciones políticas, el encarcelamiento de militantes políticos, cuyas condenas se cuentan por décadas (esas condenas que en este documento se consideran «ridículas desde el punto de vista militante»)... La democracia española al uso resulta en realidad muy sui generis, y mantiene tantas concomitancias con el franquismo que a algunos nos lleva a cometer el imperdonable error, propio de unos incorregibles izquierdistas, absolutamente ignaros de los principios del marxismo-leninismo, de considerar que vivimos bajo un Estado fascista. Pero es que nosotros vivimos en una realidad paralela... la que le toca vivir a las organizaciones revolucionarias. La realidad de los comunistas al uso que viven en democracias al uso es bien diferente.
Y, a riesgo de resultar reiterativos, nos gustaría traer aquí una cita muy interesante, cuya procedencia revelaremos al final de la misma: «España es el Estado europeo donde más población reclusa existe, donde más duro es el Código Penal y donde las normas sancionadoras se aplican con menores garantías, respecto a otros Estados del continente.
»Con más de un millar de presos políticos, con más de una veintena de organizaciones ilegalizadas o disueltas a base de persecuciones, con reiterados informes de los diferentes relatores de Naciones Unidas, constatando la práctica reiterada de la tortura durante las custodias de detenidos o presos, así como las escasas o nulas consecuencias penales para sus autores, merece la pena analizar la represión con especial hincapié.
(...)
»Tras las leyes de amnistía dictadas por las Cortes franquistas en 1976 y 1977, izquierdas y derechas parlamentarias han proclamado al mundo la plena consecución de las libertades públicas en España, así como la absoluta inexistencia de presos políticos en su territorio.
(...)
»En la medida en que la estructura política, económica y militar del Estado español quedó apenas intacta tras la promulgación de la Constitución de 1978, era evidente que volvería a haber presos políticos, y la realidad que hoy vivimos deja muy clara esta afirmación.
»En el año 2002, los dos grandes partidos de la burguesía, PSOE y PP, lanzaban la promulgación de la conocida como Ley de Partidos, instrumento legal que ha sido indispensable en la conculcación de los derechos civiles de miles de personas en todo el Estado. En virtud de este texto, más de una veintena de organizaciones políticas, sociales, de defensa de los derechos humanos o culturales han sido ilegalizadas, y decenas de dirigentes y militantes encarcelados, así como de mucha gente que ha sido relacionada con organizaciones o movimientos sin ser parte de ellos, para poder condenarles sin ningún tipo de prueba real, bajo la argumentación de ser un instrumento legal con fines terroristas. Este tipo de condenas se han dado en procesos judiciales con múltiples irregularidades, mediante tribunales de excepción y sin las debidas garantías procesales. (...)
»De una manera o de otra, los procesos penales que se han dado en los últimos 30 años contra la disidencia en todo el Estado, han sido denunciados por diferentes organismos internacionales por la total ausencia de garantías de los mismos: autoinculpaciones y confesiones obtenidas bajo tortura durante los días que la Ley Antiterrorista habilita para que el detenido no tenga medios de defensa, condenas formuladas en base a diligencias policiales y sin pruebas, o la existencia de tribunales de excepción como la Audiencia Nacional, son la base para una represión que afecta a militantes comunistas, anarquistas, independentistas, antimonárquicos y jóvenes inconformistas con este sistema en general (...).
»Este marco represivo que, con unos medios de comunicación totalmente domesticados y el silencio general en la izquierda reformista, abre el camino para que se reabran viejas fórmulas represivas y el terrorismo de Estado, fórmulas que de hecho nunca fueron cesadas. Actualmente, existe un pacto de Estado sobre malos tratos y tortura, que involucra a jueces, que ni investigan ni condenan a fuerzas policiales; políticos, que dirigen en la sombra; policías y guardias civiles, que ejecutan; y medios de comunicación, que silencian o desacreditan las denuncias. (...)
»Es igualmente ilustrativo el sistema carcelario español que, reconocido por sus propios mentores como uno de los más crueles de Europa, se configura no solamente como aparato de represión, sino que supone el medio esencial para la anulación física de las personas reclusas, donde la represión abarca todas sus formas. Torturas y aislamiento son los métodos habituales de trabajo del personal de prisiones.»
Sólo cabe extraer una conclusión de estas líneas, y no es otra que la de la pervivencia del fascismo tras el tongo de la transición. ¿Qué otra conclusión cabe sacar cuando se dice que en «la medida en que la estructura política, económica y militar del Estado español quedó apenas intacta tras la promulgación de la Constitución de 1978, era evidente que volvería a haber presos políticos» o que prácticas como el terrorismo de Estado «nunca fueron cesadas»?
¿Y de dónde ha sido extraída esta cita? ¿Tal vez es un producto de nuestra ultraizquierdista y retorcida mente? Va a ser que no. Esta cita viene de otro lado. El título del documento, muy poético y combativo, es “La juventud a la ofensiva construyendo revolución”, y sus autores son... los propios CJC. Y no es un simple articulillo publicado por alguna oveja descarriada de estos colectivos, sino que viene a ser algo así como el informe político que se sometió a debate en el 7º congreso de las juventudes del PCPE. Sorprendente, ¿no?
Y ahora lo que hay que analizar es cuál es la verdadera posición de los CJC: si la que se expresa en el documento “interno” “ultrasecreto” o el documento del 7º congreso. Nosotros consideramos que en ambos documentos se expresa la verdadera posición de los CJC (el oportunismo, siempre por encima del bien y del mal, puede permitirse el lujo de defender una cosa y la contraria). Y nos explicamos: con el documento del 7º congreso pretendían contentar al sector más combativo de sus militantes; y con el documento “ultrasecreto” lo que pretenden es neutralizar las tendencias revolucionarias de esos mismos sectores combativos. Hay una compatibilidad total entre ambos documentos, desde el punto de vista de la estrategia de los peceperos y de sus juventudes para retener a sus militantes, no vaya a ser que, faltos de «formación e información», se decidan a ir por otros derroteros políticos e ideológicos, alejándose para ya no volver de este producto de la perestroika que es el PCPE-CJC.
Continuando con los lugares comunes en que suelen incurrir gran parte de las organizaciones oportunistas a la hora de criticar a nuestro Partido, debemos entrar en la cuestión de la República Popular y qué papel juega en la estrategia y la táctica que defendemos.
Los oportunistas suelen defender que nuestro Partido no lucha por el socialismo, sino que nos limitamos a defender un proyecto “populista” (en el sentido en el que el leninismo entiende este concepto), meramente democrático-revolucionario. Quienes hacen esta interpretación de nuestras posiciones, y no son pocos, o bien no saben leer o bien se dedican a acercar el ascua a su sardina y no entienden otro modo de atraer al personal a su organización que manipulando y falseando las posiciones de la competencia. Los CJC, a este respecto, dicen en su documento que nuestro posicionamiento sobre el carácter fascista del Estado español «tiene un único objetivo: rechazar la necesidad estratégica de la revolución socialista». A esto podríamos contestar que el posicionamiento de los peceperos sobre el carácter no fascista del Estado español tiene también un único objetivo: el de justificar su apego a la legalidad burguesa, al electoralismo y a los métodos de lucha no revolucionarios.
Nuestro Partido, por activa y por pasiva, siempre ha dicho que la revolución pendiente en España sólo puede tener un carácter socialista. ¿Podría ser de otro modo en un país de capitalismo monopolista de Estado como el nuestro?
Ahora bien, ¿cómo llegamos al socialismo? ¿Cómo nos acercamos al socialismo? ¿Es necesaria alguna fase intermedia? Nosotros creemos que sí.
Partimos de la base de que toda revolución socialista, aunque se dé en un país imperialista, tiene, nos guste o no, un cierto componente popular. Esos purismos de “clase contra clase” tienen más que ver con el trotskismo que con el marxismo. Ciertamente, las clases determinantes en las sociedades capitalistas son la burguesía y el proletariado; son estas dos clases los principales actores en la lucha por el socialismo.
Pero existen también los llamados sectores populares (trabajadores autónomos, pequeños propietarios, campesinos...), sectores no proletarios que los comunistas debemos saber ganarnos para la revolución o neutralizarlos en caso de que lo primero no sea posible, sencillamente porque, de no hacerlo, los tendremos enfrente, en el campo de la burguesía, del fascismo. Y hay que tener en cuenta que estos sectores no proletarios representan todo un ejército formado por millones de personas. Sería, desde luego, una política muy poco inteligente dejar que esta fuerza social se decantara hacia el campo de la reacción.
No se puede derrotar a un Estado fascista, armado hasta los dientes y dispuesto a desencadenar, como ya ha demostrado en numerosas ocasiones (antes y después de 1978), la más sanguinaria y terrorista represión contra el movimiento revolucionario, sin forjar la más amplia unidad obrera y popular, que es a lo que nosotros denominamos como Movimiento de Resistencia Popular.
Existen, además, algunas cuestiones democráticas que resolver, como es el caso de la opresión nacional; y, en relación con esto, debemos establecer relaciones de colaboración y entendimiento con las expresiones progresistas de los movimientos de liberación nacional de las nacionalidades oprimidas por el Estado español, cuyo componente de clase tampoco es precisamente proletario.
Éste es el sentido de nuestras posiciones democrático-populares y ésta es la razón por la que consideramos que la revolución socialista deberá pasar por un breve período de transición (tal vez de sólo unos meses) que prepare las condiciones para iniciar el proceso de construcción del socialismo como tal. En nuestro programa, se expresa con bastante claridad: «Con la instauración de la República Popular se inicia el periodo que va desde el derrocamiento del Estado fascista e imperialista a la implantación de la dictadura del proletariado. Dicho periodo cubrirá una corta etapa de transición que puede ser considerada también como de comienzo de la reestructuración socialista».
Nuestro planteamiento sobre la República Popular y el gobierno provisional democrático-revolucionario encaja perfectamente con lo que Dimitrov, en el VII Congreso de la Internacional Comunista, definía, siguiendo a Lenin, como las «formas especiales de transición o de acercamiento a la revolución proletaria». Quien quiera encontrar contradicciones, ambigüedades o posiciones ajenas al marxismo-leninismo en un planteamiento como el nuestro, o es un manipulador o no entiende absolutamente nada de la teoría, de la práctica y de la historia del movimiento comunista. Encontramos un poco de todo esto en el documento de los jóvenes “comunistas”.
No hay en nuestra posición ninguna innovación en lo que se refiere a la lucha por el socialismo. Todos los procesos de construcción socialista que se han dado a lo largo de la historia han tenido este componente popular: antes de la Revolución de Octubre se dio la revolución de febrero, y el gobierno surgido de Octubre no era un gobierno puramente obrero, sino un gobierno obrero y campesino; por no hablar del período de la NEP, en el que se estableció una alianza temporal no sólo con la pequeña burguesía campesina, sino también con la pequeña y mediana burguesía industrial y comercial. Ahí tenemos también la revolución china o los procesos que se dieron en las democracias populares de Europa del este. Y este componente popular, aunque en menor medida, dado el grado de desarrollo actual del capitalismo en todos los países, que tiende a simplificar al máximo el conflicto de clase (sin llegar a reducirlo totalmente a la purísima fórmula de burguesía versus proletariado), continuará jugando un papel en el futuro. Nuestro Partido cree que este papel debe ser tomado en cuenta y tener su reflejo en la táctica revolucionaria. Por el contrario, las organizaciones que pretendan soslayarlo, sólo estarán demostrando que tienen una concepción abstracta, puramente teoricista y metafísica de la lucha de clases y una manifiesta incapacidad para desenvolverse en el plano de la realidad, en el plano de lo concreto.
El “señuelo” de los presos políticos
En otra parte del documento se dicen cosas como ésta: «Mediante su praxis, el PCE(r) busca en los frentes no la hegemonía, como debiera hacer un destacamento comunista, sino atraer a militantes a su organización utilizando por ejemplo la solidaridad hacia los presos políticos (...). Debido a esto, muchos militantes están en la cárcel cumpliendo condenas ridículas desde el punto de vista militante, lo cual es verdaderamente peligroso y resulta improductivo para el avance de las posiciones revolucionarias en el seno de la clase obrera».
Al margen de la cuestión de los presos políticos, esta parrafada nos suscita un par de reflexiones. La primera es que nos vuelve a dejar estupefactos la capacidad que tienen nuestros críticos para decir tonterías a diestro y siniestro (más a diestro que a siniestro, teniendo en cuenta la organización en la que militan). Lanzan contra nuestro Partido la gravísima acusación de que queremos atraer militantes a nuestra Organización, en vez de buscar la hegemonía.
Nuestro Partido, como todos los partidos comunistas que son y han sido, tiene entre sus objetivos fundamentales el de atraer militantes a sus filas y fortalecerse orgánicamente. ¿Es que el PCPE acude a los frentes de lucha buscando únicamente adhesiones morales? Y, por otro lado, ¿de qué manera se puede obtener esa hegemonía si no se cuenta con una organización fuerte, no sólo en lo político e ideológico, sino también en lo orgánico?
Y, en la última parte de la cita, se lanza una advertencia a quienes pretendan tomar el camino de la lucha revolucionaria, intentando meterles el miedo en el cuerpo y demostrando cuál es el carácter del PCPE-CJC. Vienen a decir que hacerse militante del PCE(r) es algo «verdaderamente peligroso» (y no es propio de comunistas... al menos no lo es en el caso de los comunistas de los pueblos de España... correr peligros de ningún tipo) porque se puede acabar en la cárcel y, lo que es peor, terminar haciendo el ridículo, pues las condenas que se nos imponen son «ridículas desde el punto de vista militante». No sabemos qué se pretende expresar con esto de lo ridículo desde el punto de vista militante. Debe ser otra ocurrencia de nuestros aprendices de marxistas, que cuando no saben qué decir, salen por la tangente con frases rimbombantes de este tenor. Lo que ocurre es que, en este caso, les han traicionado los duendes del subconsciente y ha salido el contrarrevolucionario que llevan dentro.
¿Ridículas las condenas a los militantes del PCE(r)? ¿Deben considerar igualmente ridículas “desde el punto de vista militante” la muerte de José Ortín, de Sevillano, de Crespo Galende y de muchos otros presos políticos y militantes comunistas asesinados por el terrorismo de Estado?
Los cabecillas del PCPE-CJC, aunque no lo manifiesten a menudo (si lo hicieran, buena parte de sus propias bases se los comerían vivos), profesan un profundo odio a nuestro Partido y a nuestros militantes, presos incluidos. Su documento “interno” es una clara prueba de ello. Y es bastante entendible este odio, en el que coinciden todos los reformistas y oportunistas: somos el espejo en el que se deben mirar y lo que ven no les gusta nada; somos el contrapunto a su claudicación, a su venalidad, a su inconsecuencia. Desean de todo corazón que desaparezcamos del mapa de una vez para siempre, pues, de ese modo, podrían hacerse pasar por revolucionarios ante la imposibilidad de establecer una comparativa entre los bolcheviques de postal, que tienen la completa seguridad de que dormirán cada noche en su casa -después de leer apaciblemente algún clásico del marxismo con la bata y las pantuflas-, y entre quienes creen que la lucha por el socialismo exige un grado de compromiso y de sacrificio que está a años luz del que están dispuestos a asumir estos señores. Los auténticos comunistas no tienen ningún complejo y no temen hacer el mayor de los ridículos dando con sus huesos en la cárcel si a eso les conduce su compromiso revolucionario; y el compromiso revolucionario, cuando es auténtico, suele tener la desagradable consecuencia de conducir a los militantes comunistas a los cuarteles, comisarías y mazmorras del fascismo.
Y aquí enlazamos con la cuestión de los presos políticos, que según los peceperos no son más que el señuelo que utilizamos para captar militantes «sin la suficiente formación e información». Como siempre, y siendo consecuentes con la mezquindad política que rezuma el documento que estamos analizando, nuestros jóvenes diletantes interpretan las cosas de la peor manera, pretendiendo adjudicarnos sus propias cualidades morales.
Nosotros no nos dedicamos a manipular a la gente (como hacen los CJC en su documento) ni utilizamos la cuestión de los presos políticos como un caramelito con el que embaucar a ningún pobre ingenuo (los peceperos parten de la base de que todos aquéllos que no militan en sus organizaciones están aquejados de la más profunda estupidez y falta de luces). Los presos políticos no son ningún señuelo; más bien son un testimonio. ¿Un testimonio de qué? Pues, sencillamente, son el testimonio de quiénes están dispuestos en este país a luchar hasta las últimas consecuencias.
Sí, los presos políticos representan un polo de atracción para los militantes más honestos. Pero no por los motivos que creen los peceperos, no por un humanista sentido de la solidaridad, no porque nos dediquemos a explotar la vena sensible del personal relatándoles compungidos la situación tan penosa en que están nuestros pobres presos. Éste no es nuestro estilo. En las charlas que dan nuestros ex-presos o en las cartas que escriben los que aún se encuentran dentro, se transmiten cosas muy diferentes a esta patética sensiblería. Se denuncia, como no podía ser de otro modo, la situación en que viven los presos, las palizas, el aislamiento, etc. (sobre lo cual el PCPE-CJC guarda en general, salvo honrosas y contadas excepciones, un sepulcral silencio, haciéndose con ello cómplice de los actos criminales del fascismo). Pero, sobre todo, se anima a continuar la lucha, a organizarse, a seguir combatiendo por el socialismo. Y esto es lo que valoran los jóvenes combativos y los sectores avanzados de la clase obrera: cómo en las condiciones más difíciles se pueden mantener la moral, el espíritu y los principios revolucionarios. Ya lo hemos dicho: un movimiento que cuenta con presos políticos demuestra que va en serio en esto de hacer la revolución. Y esto no es un señuelo de nada; es un hecho objetivo, tangible, que se explica por sí mismo. ¿Qué demuestra, por su parte, el PCPE-CJC? Con presentarse a las elecciones, obtener dos concejales en todo el Estado, practicar el más mezquino seguidísimo respecto a las mafias sindicales al servicio del capital (ya hasta hace sus mítines en la sede central de la UGT) y enmierdar a las organizaciones revolucionarias de aquí a la India (la posición del PCPE respecto a los naxalitas dice mucho de la naturaleza contrarrevolucionaria de este partido) tiene suficiente. Y esto también se explica por sí mismo. ¿Alguien se va a extrañar cuando a la vuelta de no mucho tiempo no quede en este partido ni un solo militante honesto? Quedarán el tal Carmelo Suárez (insigne dirigente y “teórico” marxista) y los cuatro gatos de la extinta Unión Proletaria (dónde quedaron los buenos tiempos de “La Forja”, en que estos señores se presentaban como los sumos guardianes de las esencias del marxismo-leninismo, partidarios de la organización clandestina y de los métodos ilegales de lucha...). Si en este momento son algunos más, ello sólo se debe a que la represión se ha encargado durante cuarenta años de que en este país la alternativa auténticamente revolucionaria se haya visto imposibilitada de desarrollarse a un mayor nivel. Ésta es la razón de que organizaciones como el PCPE hayan adquirido alguna fuerza. Y, siendo así, resulta muy llamativo que los peceperos afirmen en su documento que el relativo desarrollo que en momentos de agudización de la lucha de clases se produce en lo que ellos llaman el “izquierdismo” se debe a «la ayuda que le brinda el Estado burgués a estos grupos para acometer lo que mejor saben hacer, dinamitar el trabajo del Partido de la revolución marxista-leninista». Una de dos: o los “ideólogos” del PCPE-CJC tienen serios problemas en el córtex frontal y perciben la realidad como les viene en gana o pretenden tomarnos a todos por imbéciles. ¿A quién ha ayudado el Estado burgués? ¿Al PCE(r), contra el que el Estado ha practicado todas las formas habidas y por haber de represión y terrorismo? ¿O al PCPE, “el-partido-de-la-revolución-marxista-leninista”, que lleva vegetando en la legalidad burguesa desde su mismo nacimiento?
Animamos encarecidamente al PCPE-CJC a que continúe por esta línea, a que siga hundiéndose en la charca revisionista. La crisis y el colapso de esta organización son tan inevitables como la crisis y el colapso del propio capitalismo, por cuanto el proceso de destrucción del capitalismo está indisolublemente ligado al proceso de destrucción del revisionismo y el reformismo. Por nuestra parte, tenemos la certeza de que, a pesar de la represión y de la labor que los oportunistas de todos los colores desarrollan contra nosotros, seremos capaces de articular la alternativa revolucionaria que la clase obrera, los sectores populares y la propia situación política y económica están reclamando. No nos cabe duda de que aún nos quedan muchos golpes por recibir, de que aún debemos superar no pocas dificultades, de que aún tenemos por delante un ingente trabajo que realizar. Pero sabremos estar a la altura de las exigencias de la lucha revolucionaria. El futuro, ya lo hemos dicho muchas veces, es de los que persisten.
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