“La categoría pueblo no suplanta teórica ni políticamente a las clases sociales”
publicado en el Órgano de expresión del Comité Central del PCMLE en mayo de 2012
A propósito del aniversario del fallecimiento de Agustín Cueva (1937–1992), seguramente el más importante pensador social ecuatoriano del siglo XX, publicamos un acápite de su obra La Teoría Marxista (1987) en la que desarrolla el análisis de una serie de categorías marxistas, básicamente relacionadas a la definición de las clases sociales, la cultura, la nación, la formación económica social, entre otras.
En el prólogo escrito a la segunda edición de su obra Entre la Ira y la Esperanza, Cueva sostiene que su “… proceso de adhesión al marxismo obedeció, en proporciones probablemente equiparables, tanto a una opción ético-política como a la fascinación por la única ciencia social que jamás pierde de vista la totalidad del hombre y de su historia, que aspira siempre a reconstituir.”
“PUEBLO” Y CLASES SOCIALES
Dada la importancia del fenómeno populista en América Latina, así como los claros rebrotes de neopopulismo en el plano teórico (en la obra de un Ernesto Laclau por ejemplo 29), es necesario precisar que en el materialismo histórico el concepto de pueblo se refiere al conjunto de clases y capas subordinadas que, por el mismo hecho de serlo poseen fundamentales intereses en común, constituyendo por lo tanto los protagonistas de lo que podríamos denominar el bloque popular. Entre nosotros, latinoamericanos, este bloque incluye por regla general al proletariado, el campesinado, la pequeña burguesía, las capas medias y el subproletariado.
Ahora bien, todo el problema reside en que las categorías de “pueblo” y “popular” no pueden suplantar teórica ni políticamente a las clases sociales, en ningún nivel, so pena de franquear la frontera que separa al marxismo del populismo y de ciertas concepciones “eurodemócratas” y afines. Concepciones que, por lo demás, distan mucho de ser novedosas, como lo atestiguan estas polémicas líneas de Marx en el 18 Brumario:
“Pero el demócrata, como representa a la pequeña burguesía, es decir, a una clase en transición, en la que los intereses de dos clases se embotan el uno contra el otro, cree estar por encima del antagonismo de clases en general. Los demócratas reconocen que tienen en frente a una clase privilegiada, pero ellos, con todo el resto de la nación que los circunda, forman el pueblo. Lo que ellos representan son los derechos del pueblo, lo que les interesa es el interés del pueblo. Por eso, cuando se preparan para una lucha, no necesitan examinar los intereses y las posiciones de las distintas clases. No necesitan ponderar con demasiada escrupulosidad sus propios medios. No tienen más que dar la señal, para que el pueblo, con todos sus recursos inagotables, caiga sobre los opresores”30.
Con menor ironía que Marx, Rosa Luxemburgo no es menos enfática en recalcar que: “...En una sociedad de clases, el pueblo, como un todo social y político homogéneo, no existe, mientras que sí existen en cada nación las clases sociales con sus intereses y ‘derechos’ antagónicos”31.
Lenin, por su lado, insiste en que “al emplear la palabra ‘pueblo’, Marx no velaba con ella las diferencias de las clases, sino que unificaba determinados elementos capaces de llevar la revolución hasta el final”; para luego subrayar que aquella diferenciación no se hace con el fin de que “la clase de vanguardia se encierre en sí misma, se limite con una medida estrecha... sino para que la clase de vanguardia, sin adolecer de las vacilaciones, la inconstancia y la indecisión de las clases intermedias, luche con la mayor energía y el mayor entusiasmo por la causa de todo el pueblo, al frente de todo el pueblo”32.
Con la categoría “pueblo” ocurre, pues, prácticamente lo mismo que con el concepto de “sociedad civil”: utilizados sin referencia a una estructura de clases y muchas veces para soslayar a ésta, constituyen una buena “puerta falsa” que permite alejarse discretamente del marxismo.
NOTAS:
29 Ernesto Laclau: Política e ideología en la teoría marxista, 2a. ed., Siglo XXI, México, 1980. 30 La ideología alemana, ed. cit., p. 30. 31 R. Luxemburgo: La cuestión nacional y la autonomía, Cuadernos de Pasado y Presente, Siglo XXI, México, 1979. 32 Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática, Ed. Progreso, Moscú, 1977, p. 103.
publicado en el Órgano de expresión del Comité Central del PCMLE en mayo de 2012
A propósito del aniversario del fallecimiento de Agustín Cueva (1937–1992), seguramente el más importante pensador social ecuatoriano del siglo XX, publicamos un acápite de su obra La Teoría Marxista (1987) en la que desarrolla el análisis de una serie de categorías marxistas, básicamente relacionadas a la definición de las clases sociales, la cultura, la nación, la formación económica social, entre otras.
En el prólogo escrito a la segunda edición de su obra Entre la Ira y la Esperanza, Cueva sostiene que su “… proceso de adhesión al marxismo obedeció, en proporciones probablemente equiparables, tanto a una opción ético-política como a la fascinación por la única ciencia social que jamás pierde de vista la totalidad del hombre y de su historia, que aspira siempre a reconstituir.”
“PUEBLO” Y CLASES SOCIALES
Dada la importancia del fenómeno populista en América Latina, así como los claros rebrotes de neopopulismo en el plano teórico (en la obra de un Ernesto Laclau por ejemplo 29), es necesario precisar que en el materialismo histórico el concepto de pueblo se refiere al conjunto de clases y capas subordinadas que, por el mismo hecho de serlo poseen fundamentales intereses en común, constituyendo por lo tanto los protagonistas de lo que podríamos denominar el bloque popular. Entre nosotros, latinoamericanos, este bloque incluye por regla general al proletariado, el campesinado, la pequeña burguesía, las capas medias y el subproletariado.
Ahora bien, todo el problema reside en que las categorías de “pueblo” y “popular” no pueden suplantar teórica ni políticamente a las clases sociales, en ningún nivel, so pena de franquear la frontera que separa al marxismo del populismo y de ciertas concepciones “eurodemócratas” y afines. Concepciones que, por lo demás, distan mucho de ser novedosas, como lo atestiguan estas polémicas líneas de Marx en el 18 Brumario:
“Pero el demócrata, como representa a la pequeña burguesía, es decir, a una clase en transición, en la que los intereses de dos clases se embotan el uno contra el otro, cree estar por encima del antagonismo de clases en general. Los demócratas reconocen que tienen en frente a una clase privilegiada, pero ellos, con todo el resto de la nación que los circunda, forman el pueblo. Lo que ellos representan son los derechos del pueblo, lo que les interesa es el interés del pueblo. Por eso, cuando se preparan para una lucha, no necesitan examinar los intereses y las posiciones de las distintas clases. No necesitan ponderar con demasiada escrupulosidad sus propios medios. No tienen más que dar la señal, para que el pueblo, con todos sus recursos inagotables, caiga sobre los opresores”30.
Con menor ironía que Marx, Rosa Luxemburgo no es menos enfática en recalcar que: “...En una sociedad de clases, el pueblo, como un todo social y político homogéneo, no existe, mientras que sí existen en cada nación las clases sociales con sus intereses y ‘derechos’ antagónicos”31.
Lenin, por su lado, insiste en que “al emplear la palabra ‘pueblo’, Marx no velaba con ella las diferencias de las clases, sino que unificaba determinados elementos capaces de llevar la revolución hasta el final”; para luego subrayar que aquella diferenciación no se hace con el fin de que “la clase de vanguardia se encierre en sí misma, se limite con una medida estrecha... sino para que la clase de vanguardia, sin adolecer de las vacilaciones, la inconstancia y la indecisión de las clases intermedias, luche con la mayor energía y el mayor entusiasmo por la causa de todo el pueblo, al frente de todo el pueblo”32.
Con la categoría “pueblo” ocurre, pues, prácticamente lo mismo que con el concepto de “sociedad civil”: utilizados sin referencia a una estructura de clases y muchas veces para soslayar a ésta, constituyen una buena “puerta falsa” que permite alejarse discretamente del marxismo.
NOTAS:
29 Ernesto Laclau: Política e ideología en la teoría marxista, 2a. ed., Siglo XXI, México, 1980. 30 La ideología alemana, ed. cit., p. 30. 31 R. Luxemburgo: La cuestión nacional y la autonomía, Cuadernos de Pasado y Presente, Siglo XXI, México, 1979. 32 Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática, Ed. Progreso, Moscú, 1977, p. 103.