Sinopsis y Prólogo, de Erlantz Cantabrana Berrio
SIPNOSIS
El 23 de diciembre de 1938, Nikolai I. Yezhov, comisario del Pueblo para Asuntos Internos de la URSS, presenta su dimisión. Esto ocurre varios días después de que las autoridades soviéticas redacten un documento en el que critican todas las ilegalidades y excesos que se han cometido durante las purgas de los años treinta, que habían dejado al NKVD a merced de todo tipo de enemigos del Pueblo. Lavrenti P. Beria, sustituyendo a Yezhov, está dispuesto a purgar de cualquier elemento antisoviético al Comisariado que debe salvaguardar la construcción del socialismo en el país.
La Oficina, tal como se conoce popularmente al NKVD de la república socialista soviética de Severstovia, es un hervidero lleno de arribistas, derechistas... ocultos bajo el mando de un acérrimo yezhovista que no espera mas que ver órdenes de arresto y ejecución sobre su mesa. Y si el Partido severstoviano no es capaz de afrontar la situación, será desde Moscú donde se prepare el fin de la Oficina, siendo aquel invierno de 1938 el último que existiría tal y como se le había conocido los últimos años...
PRÓLOGO
Leí la novela “Gudaro, 1936” sin conocer a Ekaitz Zabalza Gaztelu. Me gustó tanto Gudaro, que redacté una crítica para su editorial, Templando el Acero.
Cuando conocí a Ekaitz en persona, porque los arrieros nos conocemos en las calles, me sorprendió muy muy gratamente. Ha empezado muy joven a estudiar la verdadera historia, a desbrozar la memoria, sobre todo la de los perdedores. En una comida casera ya empezamos a debatir sobre marxismo-leninismo, sobre memoria histórica... Pensé ¡que le dé al lápiz, al “documento en archivo para estudiar”! [porque yo estaba haciendo lo mismo]. ¡Que desate toda esa ansia y energía que todo joven -y por ello con ideas antagónicas de sociedad a la impuesta por el monopolismo capitalista- soorta como una losa encima!.
Si lo hace desde un lado político revolucionario, muy muy muy bien. Y si se puede editar, pues mejor, que faltos andamos de muletas izquierdas.
La nueva novela de Ekaitz interesará a la gente que ya porta esa muleta. Tal vez minoritarias. Tal vez muy importantes.
Sobre “El último invierno de la Oficina”
Cuando hace ya unos cuantos años las autoridades rusas desclasificaron los documentos secretos referentes a la seguridad en la URSS, me pasé infinidad de horas consultando muchos de ellos volcados en internet o revistas especializadas. El periodo que más me interesaba era el de las llamadas “purgas de Stalin”. Saqué varias conclusiones.
Que el número de afectados era bastante menor que las cifras, hinchadas hasta el delirio, publicitadas por el imperialismo capitalista. Que la gran mayoría de ellos había tenido un juicio, con muy diversas condenas, desde la pena de muerte a la simple expulsión del Partido y de los posibles cargos.
Que, sin embargo, en algunos lugares, sí se habían cometido purgas injustas. Que Stalin, cuando fue informado de ello, trató de enderezar en todo momento la situación tras esas purgas de inocentes que se cometieron en ese tiempo. Que muchas de las purgas de inocentes, fueron causadas en su mayoría por facciones contrarrevolucionarias infiltradas en nomenclaturas soviéticas. El socialismo era una etapa totalmente nueva en la sociedad. La dictadura del proletariado llevaba apenas 20 años en marcha en la URSS. Y no olvidaban que un ejemplo a seguir -La Comuna de París- duró unas poquitas semanas, sepultada a sangre y fuego.
La URSS se hizo dura, sí. ¿Qué país del mundo mundial puede presumir de lo contrario?
Y en un territorio gigantesco, con cien millones de personas. Donde ante la agresión imperialista abierta a partir de 1917, se había llevado hasta extremos insospechados la resistencia, pero también el desgaste. Pero lo peor era que muchos de los enemigos seguían dentro de las propias fronteras. Era inevitable. Y algunos, con mucho poder en el ejercer.
De este tema narra la novela de Ekaitz.
La dirección de seguridad de una república de la extensa URSS, conocida como “La Oficina” alberga al menos dos sectores contrarrevolucionarios en su seno: los ''fanáticos'' al estilo de Yezhov (que solo buscan cifras de arrestos y ejecuciones), como Lavronenko; y los arribistas, como Okunev. De fondo, la supuesta persecución al “terrorista Lukyanenko”, troskysta.
También en la dirección están los Cinco de Moscú (en los cargos más importantes de la seguridad estatal), que son verdaderos marxistas-leninistas con los que cuenta Moscú para enderezar la penosa situación en Severstovia. Pero son purgados por los “fanáticos” para afianzar su posición.
En las bases del NKVD, están comunistas honestos: Verzhbitski, el sargento Martinov... Salvo Sokurov, que es cualquier chulo que se siente superior por vestir un uniforme y poder matar.
Yezhov dimite a finales de noviembre de 1938 y la sesión del pleno del CC es en enero del 39. O sea, mes y medio de la vida última de “La Oficina”.
Trepidante, durísima -pues hablamos de la ejecución de personas-, pero con el trasfondo de la lucha de clases siempre presente. Esa fue también la URSS, por culpa de los “fanáticos”, arribistas y anticomunistas de tanto pelaje.
Y Ekaitz le ha dado un toque a novela negra, que hace de “El último invierno en la Oficina un parecido a la crudeza negra, ensimismadora, que relataban los Cuentos del Don de Mijaíl A. Shólojov. Sigue así Ekaitz.