Según un estudio del sitio Hang The Bankers, Nestlé encuentra una región económicamente débil, compra un terreno que rodee una fuente de agua y luego negocia con los gobiernos locales, quienes ven de buen grado la inversión extranjera, las fuentes de empleo y la riqueza local. El problema es que no hay riqueza local, pues eventualmente las fuentes de agua se agotan y Nestlé simplemente muda sus operaciones a otra parte.
Como si la galería de monstruos corporativos no estuviera suficientemente plagada de horrores con Monsanto, Nestléamenaza con convertirse en el primer vampiro acuífero del mundo; a pesar de que la compañía suiza tiene una imagen mucho más familiar y cercana a los consumidores que Monsanto, podría rebasarla en su desproporcionado abuso de los recursos naturales.
El antiguo CEO de Nestlé, Peter Brabeck-Letmathe, afirmó en el 2005 que el agua no debería ser considerada un derecho humano, sino por el contrario, que el agua debería venderse siempre. Sus declaraciones fueron alarmantes, aunque podemos darle la razón si vemos el contexto de sus declaraciones: más del 98% del agua potable se desperdicia, así que si la gente efectivamente pagara por ella tal vez la apreciarían más. Pero algunos años han pasado y la estrategia de Nestlé parece encaminarse precisamente a la privatización y comercialización de los bienes más preciados para la gente.
Según un estudio del sitio Hang The Bankers, Nestlé encuentra una región económicamente débil, compra un terreno que rodee una fuente de agua y luego negocia con los gobiernos locales, quienes ven de buen grado la inversión extranjera, las fuentes de empleo y la riqueza local. El problema es que no hay riqueza local, pues eventualmente las fuentes de agua se agotan y Nestlé simplemente muda sus operaciones a otra parte. Lo anterior no ha ocurrido solamente en países del llamado Tercer Mundo, sino también en las ciudades estadunidenses de Denver, Sacramento, Fryeburg y Mecosta.
¿Los gobiernos locales no deberían limitar la cantidad de agua de la que Nestlé puede disponer? Tal vez en un mundo ideal: los residentes de Hillsburg, un pequeño pueblo canadiense cerca de Ontario, pensaron que los 1.1 millones de litros de agua que la compañía extraía diariamente permitiría un abasto suficiente tanto para la operación de Nestlé como para el consumo del pueblo. Sin embargo, después de algunas “negociaciones”, Nestlé consiguió que no limitaran su acceso al agua.
“Encontramos muy problemático que el gobierno de Ontario haya llegado a ese acuerdo con Nestlé”, afirma Maude Barlow del Council of Canadians. “Ontario debe dar priorizar el derecho al agua de las comunidades por sobre la sed de ganancias de una compañía privada. Nuestro gobierno debe pensar en la disponibilidad de agua para nuestros nietos, bisnietos y demás.”
Y las declaraciones sobre la sed de ganancias no son en absoluto exageradas: Nestlé paga al gobierno $3.71 dólares por cada millón de litros que extrae de los mantos freáticos; luego de empacarla en botellas de plástico y venderla al público, por cada millón de litros la compañía se embolsa hasta $2 millones de dólares, lo que implica una ganancia para Nestlé de 53,000,000.
Pensemos que en este caso se trata de un país de Primer Mundo, con educación y conciencia ambiental. ¿Qué pasa en los países de menores ingresos que buscan desesperadamente formas de contribuir al desarrollo económico de sus poblaciones? Monsanto puede parecer una compañía con prácticas corporativas y ética a largo plazo detestable, pero Nestlé literalmente está dejando seco al planeta.
Comprar agua embotellada no sólo genera un excedente extra de basura que probablemente terminará en el mar, sino que contribuye a que compañías que navegan con banderas socialmente responsables se enriquezcan a costa de los recursos no renovables del planeta.
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