Foro Comunista

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    Mensaje por Condigleri Sáb Ago 31, 2013 8:02 am

    Paulatinamente se van abriendo fisuras en las interpretaciones más generalizada del marxismo que derriban muros dogmáticos, sucios intelectualmente hablando así como visiones y enfoques clásicos de éstas interpretaciones generalizadas y rápidas de marxismo. A su paso, la corriente intelectual renueva el debate, la crítica, en suma, el uso de la dialéctica que deja atrás lo viejo y abre lo nuevo. Estas pequeñas, pero poderosas corrientes cargadas de frescor teórico merecen de toda la atención pues son un medio de plantear nuevos puntos de vista y enfoques, enriqueciendo la capacidad de análisis del marxismo.


    Contra el poder popular

    PODER POPULAR Y SOCIALISMO DEL SIGLO XXI
    LOS MODERNOS TRAJES DE LA SOCIALDEMOCRACIA


    El cacareado socialismo del siglo XXI no es más que el frentepopulismo del siglo XX. El viejo ensopado socialdemócrata vuelve a servirse en la mesa del proletariado para tomar coraje y salir a combatir a la derecha, al neoliberalismo, al imperialismo, a los fascistas, a los yanquis o a quien se designe políticamente como el nuevo enemigo en el próximo foro social, contra-foro o encuentro cultural. Para así tratar de impedir un enfrentamiento total con nuestro enemigo de clase: la burguesía mundial, aquí o allá, de izquierda o de derecha, que es siempre representante del Capital.

    Es así que hoy, particularmente en Latinoamérica, los gobiernos progresistas mitifican estratégicamente ciertos sectores de la burguesía engrandeciendo a unos y tirando mierda a otros. Una estrategia similar que, salvando el tiempo y las distancias, funcionó en la década del 30 del siglo pasado, liquidando a los sectores más combativos del proletariado internacional, particularmente en la región ibérica donde llegaron revolucionarios de todas las latitudes y que tuvo su broche de oro con la masacre proletaria que supuso la llamada Segunda Guerra Mundial. La creación de pseudo-antagonismos como fascismo/antifascismo trabajan para la burguesía mundial, no es ninguna novedad evadir el antagonismo de clase para llamar a luchar contra tal o cual sector de la clase dominante.

    Los mismos que nos llaman a apoyar las fuerzas progresivas de la burguesía nacional, de los antiimperialistas, de los burgueses industriales contra «el atraso del campo» son los mismos que en otras ocasiones nos llaman a combatir contra esas fuerzas. Le llamarán estrategia, le llamarán política… Es el progreso del Capital y ellos son sus agentes. El mantenimiento del orden capitalista, con su paz y su guerra, está basado en esta desorientación, en los golpes a ciegas, en la canalización del proletariado en proyectos burgueses disfrazados de revolucionarios. La llamada a construir poder popular es uno de ellos. Si bien no todos los partidarios del poder popular lo son del socialismo del Siglo XXI, y hasta puede haber grandes disputas entre ellos, ambos conceptos comparten su matriz ideológica. No pretendemos inmiscuirnos en las luchas terminológicas y politiqueras, sino marcar sus principales características.

    Los llamados a construir poder popular, desde autodenominados comunistas o anarquistas hasta chavistas, se caracterizan a grandes rasgos por una insistencia en un populismo aclasista y una indefinición -propia de la necesidad de captar la mayor cantidad de sectores posibles- que recurre a artimañas terminológicas tanto cuando precisa definir «lo popular» como cuando debe hacerlo con «poder» derivando en el «poder hacer», el contra-poder, el doble-poder, la toma del poder institucional, la no-toma del poder institucional, la lucha por fuera de las instituciones, el apoyo crítico a tal gobierno, etc, etc. Poder popular puede significar la disputa de poder político por parte del pueblo, o el crecimiento de las organizaciones populares que se dedican a la lucha por reformas hasta tener la fuerza suficiente para dar el paso electoral, puede significar poder hacer para crear escuelas populares, cooperativas, emprendimientos autogestivos de salud, comunicación, alimentación, etc; que en la mayoría de los casos son impulsados por el Estado o no logran mantenerse al margen de este, e incluso en los casos más «radicales», de aparente total independencia del Estado, lejos de perturbar el orden capitalista no hacen más que gestionarlo y en ese aspecto son también parte del Estado. En Venezuela incluso se le agregó al nombre de cada ministerio el sufijo «de Poder Popular», y cuando Chávez murió lo lloraron desde burgueses a libertarios de apoyo crítico. Pero el chavismo y su oposición burguesa no son más que dos formas de gestión capitalistas, dos alternativas para mantener la marcha del Capital.

    No nos importa delimitar sus propuestas sino afirmar que sus proyectos, aprovechando nuestras debilidades actuales como clase, niegan la revolución social como ruptura total para convertirla en un proceso de absorción o de reformas políticas donde las instituciones y sus funciones comenzarán a ser «del pueblo», de negar el carácter proletario de la revolución, de negar que es la burguesía quien tiene el poder. De lo que se trata es de destruir su poder, de negarlo, de imponerle la revolución total, de comprender que la necesidad de revolución no deriva de una idea abstracta sino de la generalización de todas nuestras necesidades y deseos humanos, y no en la unidad amorfa y etapista de las reivindicaciones convertidas en meras reformas separadas y clasificadas en políticas, económicas, culturales, ecológicas, de género, inmediatas, históricas.

    Es tal el reformismo de estas tendencias que en muchos casos ni siquiera hablan ya de revolución sino de cambio social, de procesos de cambio. De este reformismo que todo lo separa surgen a su vez la invención de «nuevos sujetos de cambio» asignados a tal o cual «sector popular», clasificaciones sociológicas otorgadas por académicos y políticos, que siempre utilizan para dividir, aislar y forzar al proletariado a someterse a la burguesía y mantener la explotación. Nos hablan de indígenas, estudiantes, mujeres, campesinos, trabajadores desocupados, precarizados, profesionales, clase media, intelectuales, del pueblo… En fin, de ciudadanos, y si justamente buscan ahí un sujeto de cambio es porque no quieren cambiar nada y mucho menos una revolución proletaria. Por el contrario, buscan la destrucción del proletariado y su programa, manteniendo intocables al Estado, a la democracia y sus derechos, al trabajo asalariado y la propiedad privada.

    Los pocos que se atreven a hablar de clase trabajadora, obrera o explotada, lo hacen de manera apologética para seguir defendiendo el trabajo asalariado y conciben a la clase como la suma de todos esos sujetos o sectores populares que nos deberíamos unir tras uno u otro proyecto político que dará respuestas a cada sector en particular. ¡Nuevamente no es más que la noción socialdemócrata de revolución como mero cúmulo de reformas!

    Donde más evidente se hace el carácter burgués de estos proyectos es cuando busca canalizar al proletariado en el latinoamericanismo, que no es más que una suma de nacionalismos, no es más que la defensa de los intereses de un grupo determinado de burgueses a través de un grupo de Estados. Todo Estado es imperialista por más débil que sea su economía nacional o atrasada su industria. En las guerras del Capital como en los mercados solo hay en juego intereses burgueses imperialistas y nunca los intereses del proletariado. La separación ideológica entre primer mundo-tercer mundo o «países desarrollados» y «en desarrollo» enfrenta a los proletarios entre sí, a la vez que confunde y destruye las tareas revolucionarias. La noción etapista de la revolución nos dice que en Latinoamérica hay que realizar las tareas democrático-burguesas desarrollando la industria nacional, fortaleciendo la democracia. Otra vez el cuento de la liberación nacional pero esta vez más a través de las urnas que de las armas.

    Las críticas a estas tendencias son tan viejas como el enfrentamiento revolución-contrarevolución. A pesar de presentarse como novedoso, del siglo XXI, no son más que el viejo reformismo con una nueva cara, defendido tanto en nombre de la «revolución» como negando su necesidad. Pero la reforma es siempre, y en todos los casos, el arma de los enemigos, de los explotadores y los opresores contra las necesidades humanas. La revolución, la imposición y generalización de estas necesidades, no puede realizarse reformando esta sociedad basada en la explotación, en el sacrificio, en la negación más brutal de la vida en favor de la valorización del Capital, sino única y exclusivamente mediante su destrucción violenta.

    Las reformas y construcciones que propone el poder popular no es que sean incompletas o se queden a mitad de camino ¡es qué van en otra dirección! Pues son parte de la política de la burguesía para canalizar y negar la fuerza revolucionaria del proletariado y transformarla en fuerza productiva del capital.

    Toda defensa de la economía nacional, se pinte o no de socialista, es la defensa de nuestra explotación.

    Contra las alternativas de gestión burguesas, opongamos la organización y centralización de las luchas proletarias.

    Ante la catástrofe capitalista hay un solo camino para la vida: la destrucción revolucionaria del trabajo asalariado y la mercancía.
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    Mensaje por Condigleri Sáb Ago 31, 2013 8:03 am

    MAYO DE 1937 -MAYO DE 2007
    Seguimos luchando contra el capitalismo, sus defensores y sus falsos críticos


    España, mayo de 1937; la transformación de la guerra de clases en guerra imperialista va dando sus últimos pasos. Las estructuras del Estado que habían mordido el polvo el 19 de julio ante el torrente revolucionario, se encuentran ya a principios de mayo reconstruidas casi en su totalidad. La sagrada familia PSOE-PC-CNT y demás apéndices juegan el papel central de esta reconstrucción en la llamada zona republicana. Cataluña representa el último bastión donde el proletariado aun no ha sido sometido. El Estado decide que es el momento de intervenir.

    Se provoca al proletariado irrumpiendo el 3 de mayo en los locales de telefónica en Barcelona que está en manos de obreros afiliados a CNT. La reacción generada en las calles deja a todos los burgueses pálidos. En un abrir y cerrar de ojos toda Barcelona y demás pueblos y ciudades catalanas se cubren de barricadas, como si ocultas desde el 19 de julio, un mecanismo secreto las hubiera sacado de golpe a la superficie. El gobierno republicano envía por un lado a dirigentes de la CNT y UGT para tratar de calmar y desarmar a los insurrectos, mientras, por otro lado moviliza a cinco mil guardias de asalto y tres navíos de guerra dispuestos a lanzarse sobre las barricadas. Será la CNT seguida por el POUM quien asuma el papel principal.

    El pensamiento que desde meses atrás roía la mente y los nervios del proletariado en España se confirmaba. La CNT desde el otro lado de la barricada, auxiliada por el POUM, llamaba a los combatientes a retirarse. Desde todos los medios a su alcance (manifiestos, periódicos, comités, históricos combatientes como García Oliver o Federica Montseny…) se insistía en volver al trabajo, en abrazarse con los estalinistas, o en irse a casa a reflexionar. Mientras, los enfrentamientos comenzaban a dejar numerosa sangre obrera en la barricada.

    No es de extrañar que, como decía Munis, en numerosas barricadas no se hablar a de otra cosa que de fusilar a García Oliver mientras se quemaba el periódico Solidaridad Obrera que martilleaba con propaganda de colaboración antifascista. Sólo pequeños grupos como la agrupación de los Amigos de Durruti y la sección bolchevique-leninista quisieron impulsar y extender la lucha, pero poco a poco las barricadas van siendo abandonadas cuando no son sangrientamente retiradas. Como martillazos resonaba la propaganda gubernamental de la defensa de la democracia contra la dictadura armada de los obreros. Mucho antes, la CNT, adelantándose a las jornadas de mayo y preparando su colaboración abierta con toda la socialdemocracia del frente popular, así como su estreno en el gobierno republicano, ya había planteado públicamente la alternativa de o dictadura anarquista o olaboración antifascista, eligiendo rápidamente la segunda. En realidad se trataba de o dictadura proletaria o dictadura democrática, o imposición armada del proletariado contra la contrarrevolución o imposición armada de la contrarrevolución contra el proletariado. En mayo del 37 se planteó en toda su crudeza esta alternativa y venció la última. Represión, desaparición, explotación, asesinato y cárcel, pasó a ser la moneda corriente desde entonces contra los revolucionarios. La revolución estaba vencida y la burguesía podía regocijarse viendo la carnicería entre el polo fascista y el antifascista, capitalistas los dos. Si en Rusia fue el partido bolchevique el que aplastó la revolución, en España fue la acción conjunta del gobierno republicano PSOE-CNT-PC en un lado y Franco en el otro. Pesó mucho en el proletariado la ideología antifascista así como la incapacidad por parte de las pequeñas organizaciones revolucionarias de romper el aislamiento de la lucha y de plantear claramente las rupturas y los objetivos.

    Hoy en España, setenta años después, los nietos del Frente Popular (PSOE, IU…) continúan sirviendo al Estado burgués y reprimen a quienes luchamos contra este sistema social. Ayer echaban a nuestros compañeros de las tierras y fábricas tomadas, hoy, de las empresas en conflicto y casas ocupadas; ayer los interrogaban y torturaban en las checas; hoy, en las comisarías; ayer encerraron a miles de compañeros en las cárceles antifascistas, hoy hacen lo mismo con otros tantos como Juan y Nuria, compañeros encarcelados recientemente en Cataluña; ayer participaron en la masacre imperialista de obreros, hoy adiestran militares iraquis o asesinan en Afganista, Líbano bajo el mandato de la ONU.

    Por eso continuaremos con las luchas contra el Estado burgués, haremos lo posible por extender y unificar las diferentes luchas. Estamos por la revolución social mundial, por esos nos reconocemos en las luchas de los explotados en Oaxaca, Kabilia o donde sea. Y siempre tendremos presente que luchas como mayo del 37 servirán a la revolución social sólo si estructuramos esa experiencia histórica y la expresamos conscientemente en nuestra práctica como clase revolucionaria.


    SEA FASCISTA O ANTIFASCISTA
    ¡LA DICTADURA DEL CAPITAL ES LA DEMOCRACIA!
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    Mensaje por Condigleri Sáb Ago 31, 2013 8:04 am

    LAS PROTESTAS DEL “15M” Y LAS MINORÍAS REVOLUCIONARIAS

    El 15 de mayo, tras diversas convocatorias, la puerta del sol de Madrid es tomada por unos pocos miles de manifestantes que se muestran hartos de seguir soportando el empeoramiento de sus condiciones de vida. La policía decide intervenir para echarlos, lo que provoca una reacción en todo el país con decenas y decenas de miles de proletarios saliendo a las calles. Las plazas de ayuntamiento de casi un centenar de ciudades son tomadas y pasarán a ser el centro de gravitación de las protestas.

    Lo primero que tenemos que subrayar es que estamos ante una protesta masiva del proletariado que tras décadas sin expresarse como clase en esta región del mundo, vuelve a salir a ella para protestar contra sus condiciones de vida, expresándose colectivamente en estructuras -asambleas- fuera de partidos y sindicatos. Por supuesto su hererogeneidad y contradicciones son tremendas, como no puede ser de otra forma por cómo ha irrumpido y por el mismo desarrollo del proletariado tras décadas de contrarrevolución, desestructuración y de sumisión democrática. Ante todo hay que tener en cuenta que es la primera aparición seria del proletariado al margen de partidos y sindicatos en estas tierras desde hace mucho, pero que mucho tiempo.

    Hay que dejar claro también que entre los convocantes, entre las consignas, hay mucha fuerza de la socialdemocracia, hay mucho ciudadanismo, mucho reformismo, mucho pacifismo, mucho gestionismo en las plazas, “reivindicaciones” que no respondenden a las necesidades humanas. Sin embargo por primera vez en mucho tiempo hay algo fundamental: las protestas han roto la moribunda apatía y el individualismo, asustando a las fuerzas del capital por su fulgurante irrupción. Pese a que efectivamente las ideologías que dominan las protestas son democráticas, el impulso que hay detrás es claramente clasista. Los que han salido a la calle, han salido porque no aguantan más la soga del capital.

    Pese a que estas protestas se inscriben en la oleada de luchas que recorre el mundo, pese a que estas protestas y los enfrentamientos en Magreb, en Oriente Medio, en Grecia… son expresiones de una misma lucha por imponer las necesidades humanas contra el látigo del capital, los niveles de enfrentamientos son obviamente diferentes y lo que se está jugando son diferentes aspectos de la lucha internacional. En en el norte de África los proletarios han llegado hasta tal punto que están obligados a dar el todo por el todo, a esbozar una tentativa insurreccional. En España el proletariado no ha llegado a ese punto y lo que se está planteando de forma inmediata en las protestas actuales es el retorno, tras décadas de contrarrevolución, del asociacionismo proletario masivo, de las estructuras para la lucha proletaria. Está en juego la ruptura con el aislamiento, la creación de estructuras de combate, la organización de la comunidad de lucha, pues nuestra clase está tratando de articular su fuerza e imponer sus necesidades fuera de los aparatos burgueses, busca concretar herramientas para defender sus condiciones de vida.

    Las calles están abarrotadas, en las protestas se lee y se discuten sobre cómo luchar, la no-vida por y para el capital es rota para plantear colectivamente la lucha contra lo que nos convierte en esclavos. Los proletarios ven necesario luchar y tratan de expresar organizativamente su hartazgo y sus necesidades. Pese a que la mayoría no se reconocen aun explicitamente como una clase que es explotada, sí que lo han asumido en las protestas de forma implicita rompiendo todas las categorías que nos impone el capital (parados, trabajadores, estudiantes, inmigrantes, jovenes, viejos… se ha unificado en las calles). El corsé de espectador se ha roto y la tentativa de reconstrucción del sujeto de la revolución, aun de forma totalmente embrionaria y sin reconocerse como lo que es, ya está sobre la mesa.

    Dicho esto, tenemos que insistir en que esta realidad irrumpe con una tremenda fuerza de las posiciones clásicas de la socialdemocracia que son un agujero para la neutralización de este proceso, para la canalización de las protestas al interior del Estado. Y bajo esas condiciones se ventilará en estos días próximos la cuestión fundamental: o consolidación del asociacionismo proletario o recuperación burguesa de las estructuras que se están creando. En todas las acampadas, en todos los nucleos en torno a los cuales se centralizan por el momento las protestas, se están dando ya elementos que van a marcar el devenir de los acontecimientos de forma inmediata. Está materializádose la puja (en la mayoría de los casos velada) entre dirección proletaria y dirección burguesa, entre transformación de esas estructuras en partes del Estado o su consolidación como estructuras de combate para las necesidades proletarias, puja oscurecida por las ideologías y la formulaciónes bajo las que éstas se materializan. Y hay sitios en los que, desgraciadamente, no nos va nada bien y la canalización nos gana terreno.

    La actuación de las minorías revolucionarias es fundamental en todo este proceso. Es fundamental combatir las posiciones de nuestro enemigo e impulsar las posiciones proletarias, denunciar las posiciones que no buscan más que un lavado de cara para mantener todo intacto, y defender lo que va hacia la defensa de nuestras condiciones de vida, en definitiva tenemos que luchar contra el reformismo y por la ruptura proletaria, para impedir la recuperación burguesa de las asambleas y consolidarlas como estructuras de combate. Aquellos que se autodenominan revolucionarios y miran espectantes el trascurrir de los acontecimientos, o aquellos que descalifican las protestas por las debiles expresiones formales que se están levantando, o esos otros que participan de forma acrítica en ellas sin luchar contra las ideologías ni impulsar nuestros intereses, serán cualquier cosa menos revolucionarios, pues están participando, de una u otra forma, en todo el proceso de encuadramiento de la protesta, en el exterminio del potencial asociacionista que se está esbozando. Los primeros no son más que cadáveres vivos, espectadores de una realidad que solo tratan de observarla e interpretarla, pero que en absoluto buscan transformarla. Los segundos son cuerpos sin percepción de la realidad, pues lo único que perciben y comprenden es mediado por el idealismo y el Estado, de ahí que usando la codificación y el análisis burgués de la protesta, las reduzcan a lo que dicen algunas nefastas banderas de los que luchan, siendo incapaces de ver lo que todo esto oculta, siendo incapaces de comprender que “no es lo que dicen, sino lo que hacen”. Y los terceros son títeres sin vida que ni impulsan las protestas ni combaten sus debilidades, simplemente “estan allí” dejándose llevar por lo que haya, no sólo viendo sin pestañear como la socialdemocracia encuadra la protesta, sino peor aún, sirviendo de mano de obra para realizar este encuadramiento.

    Desde luego, lo que caracteriza a los revolucionarios es, en primer lugar, ser la expresión más decidida y combativa de las luchas que se desarrollan contra el capitalismo, independientemente de sus debilidades. Y en segundo lugar, ser un polo de agrupamiento para luchar contra todas las debilidades, ideologías y fuerzas de la burguesía. Por ello las minorías revolucionarias tenemos que estar en el seno de estas protestas, tenemos que combatir las debilidades que hay -¡que tenemos!-, tenemos que enfrentarnos a las ideologías y fuerzas del capital que buscan asimilar el movimiento, tenemos que impulsar la lucha por la imposición de las necesidades humanas contra la dictadura de la economía. Nuestro lugar está en asumir lo que somos: la fuerza que genera el proletariado en su seno como la más decidida y combativa.

    Por eso impulsamos a todos lo compañeros, a todas las minorías revolucionarias a defender nuestros intereses de clase y a combatir el encuadramiento burgués en estas protestas. Llamamos también a fortificar y extender los contactos entre nosotros, a crear redes organizativas.

    En las asambleas, comisiones y nucleos organizativos de las protestas podemos apreciar que los intereses proletarios y los burgueses están ya en pugna. Podemos apreciar rápidamente como la contraposición ya se manifiesta nítidamente, salvo que miremos las cosas con ojeras ideológicas.

    Por un lado están representados los intereses burgueses. El capital se personifica principalmente mediante toda fuerza que busca encuadrar, conscientemente o no, la protesta y sus estructuras al interior del Estado. Podemos observar cómo hay sectores que buscan orientar todo hacia meros cambios de gestión en el parlamento. Tal y como unos compañeros comentan en un texto y muchos hemos percibido rápidamente, en cuanto se está un poco en las asambleas o comisiones y se está tratando de lo fundamental, del contenido clasista de la protesta, se ve como toda su oratoria va dirigida a intentar hacernos creer que el problema principal es reformar la ley electoral, reivindicar la separación de poderes… Buscan canalizar todo hacia el cambio en las formas de gestión capitalistas. “Nos hacen creer que, una vez solucionado el tema de representación de partidos, todos nuestros problemas se acabarán, porque así controlaremos nosotros a los políticos.” Lo que concierne a las condiciones de vida, a todos los aspectos cotidianos que destruyen nuestras vidas, están totalmente en segundo plano y se trata de borrarlos de las reivindicaciones mínimas a asumir. Peticiones, ruegos, cartas, modificaciones en las leyes… Algunas facciones burguesas tratan incluso de utilizar las protestas como plataforma electoral. Izquierda Unida y todos los partidillos minoritarios están moviendo sus hilos. Incluso el PSOE, tras su fracaso electoral, ha decido ponerse al frente de la recuperación por muy paradójico que sea él el partido gobernante (las asociaciones de vecinos, las cuales están en su mayor parte bajo su control, está siendo ya uno de sus caballos de troya, ¡incluso las delegaciones del gobierno tratan de meter sus tentáculos en algunos asambleas!).

    Estas fuerzas y maniobras materializan la fuerza principal de nuestro enemigo que si se impone transformará toda la protesta y sus estructuras en un nuevo chute temporal para el capital (quedando todo en un movimiento ciudadanista haciendo peticiones legales al Estado, pidiendo un referendum, transformando todo en expresiones de partidos…). De momento todo esto se articula en torno a los tres puntos que quieren imponer: reforma de la ley electoral, transparencia política… Pese al despliegue que se hace desde todas las fuerzas del capital (prensa, televisión, políticos…) para que sea la principal, y a poder ser la única, articulación del movimiento, no han podido por el momento, al menos que sepamos, imponerlo en ninguna asamblea.

    Por otro lado están los intereses proletarios. Lo personifican la mayoría de los que tomaron las calles y que están hartos del empeoramiento de sus condiciones de vida. Buscan, independientemente de cómo lo formulen, articular en fuerza organizada sus necesidades, que su hartazgo existente encuentre formas organizativas para luchar. Su preocupación se centra no en las formas de gestión capitalistas, sino en los aspectos concretos que les afectan, en sus condiciones de vida (ámbito laboral, ayudas sociales, sanidad, pensiones, vivienda…). Es la expresión que busca imponer los intereses humanos contra la economía, y trata de articular y concretar formas de imponer esos intereses al capital. Y lo trata de hacer sabiendo que para nada valen partidos y sindicatos pues no los considera para nada sus representantes, sino representantes de los intereses económicos, parte integrante e inseparable del problema. Es verdad que muchas formulaciones son muy pobres, pero detrás están las necesidades de una clase, el impulso por imponer los intereses humanos al capital, es decir la lucha que acabará tarde o temprano con todas las condiciones existentes. También es verdad que en algunos casos las formulaciones son algo más claras (impedir que desalojen de sus viviendas a los que no puden pagarlas; buscar mecanismos para que los parados dispongan alimentos y viviendas, entre los cuales han salido al tapete organizar expropiaciones a supermercados y ocupaciones de viviendas vacías; llevar las estructuras a los centros de trabajo, a los centros de educación…) Aquí está nuestra fuerza, la fuerza de nuestra clase, y si se impone asistiremos al regreso del asociacionismo proletario masivo tras tantos años de aislamiento e individualismo.

    Esta lucha de contraposición de intereses y necesidades que se despliega en las asambleas y comisiones, y que aparece a veces entremezclada, refleja la lucha burguesía-proletariado, economía-humanidad, la lucha por transformar las organizaciones que se están desarrollando en órganos burgueses para la reforma o en órganos proletarios de combate.

    Nuestro sitio en todo esto está, en tanto que revolucionarios, en pelear con todas nuestras fuerzas y posibilidades por la recomposición de las estructuras de clase. Está en juego que empiece a cambiar la correlación de clases, que regrese con fuerza el asociacionismo proletario de antaño. Hoy podemos ver, pese a la fuerza de la socialdemocracia, que ya se vislumbra esa realidad. Hay materiales clasistas que antes solo estaban en locales militantes y que hoy están a disposición de decenas de miles de proletarios que los cojen con confianza y cercanía, los discuten, expresan su enfado gritando bonitas consignas. Hace unos días sólo en pequeños círculos se discutía organizarse fuera y en contra de los sindicatos; hoy decenas de miles lo plantean, lo discuten y de momento ya se sitúan afuera de ellos. Hace unos días solo la militancia revolucionaria reivindicaba la lucha contra la paz social y la lucha de clases; hoy son decenas de miles los que ven necesario rebasar la legalidad y, pese al nefasto discurso pacifista que domina actualmente, discuten ya sobre el uso de la violencia. Hoy está gestándose la expresión organizativa de todo el descontento que soltaban los proletarios desde hace años, pero que no se expresaba organizativamente quedando en indignación individual. Y está en juego también que esto influya en toda la correlación mundial de clases, no sólo haciendo que la oleada de luchas que recorre el mundo llegue aquí, sino que las estructuras que se hoy tratan de concretarse emerjan con fuerza en esa oleada.

    En pocos días las protestas comenzarán a definirse: o canalización burguesa o ruptura proletaria. Nuestra tarea es luchar por que la segunda se abra paso contra la primera. Si así fuera hay que tener claro que esto nunca es definitivo y la tentativa de canalización siempre estará presente. Y si se impone el capital, si sufrimos otra derrota y todo es encuadrado por nuestro enemigo, tenemos que sacar fuerzas y directivas para próximas luchas, tenemos que consolidar las estructuras y lazos que hayamos creado entre compañeros, tenemos que transformar la derrota en fuerza actuante para próximos envites. Pues ante todo tenemos que ser conscientes de que esto no ha hecho más que empezar, que esto es solo un prolegómeno de lo que está por venir, tanto aquí como en todo el mundo.

    ¡ASUMAMOS LA LUCHA POR LA RUPTURA REVOLUCIONARIA!!
    ¡Nos vemos en las calles!
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    Mensaje por Condigleri Sáb Ago 31, 2013 8:07 am

    Cabe decir que este frescor teórico del que hablo se agradece especialmente a la hora de leer análisis históricos, políticos así como de la actualidad de primer orden. Acostumbra a ser lo más preciso y acertado en las formas, y enriquecedor en el contenido, alejándose de argumentos pre-establecidos fruto de luchas partidarias.
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    Mensaje por el_republicano2 Sáb Ago 31, 2013 12:38 pm

    ¿Frescor teórico? Podredumbre trotskista, diría yo. Cumple excelentemente la función, como mínimo el texto sobre Mayo de 1937, de reflejar la ideología dominante desde una óptica y una verborrea izquierdistas: el comunismo es tan malo (¡o incluso peor!) como el fascismo. Y la consigna en mayúsculas del final tiene también tela.
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    Mensaje por Condigleri Lun Sep 02, 2013 5:22 pm

    el_republicano2 escribió:
    ¿Frescor teórico? Podredumbre trotskista, diría yo. Cumple excelentemente la función, como mínimo el texto sobre Mayo de 1937, de reflejar la ideología dominante desde una óptica y una verborrea izquierdistas: el comunismo es tan malo (¡o incluso peor!) como el fascismo. Y la consigna en mayúsculas del final tiene también tela.
    Ya claro. Para qué volver a los esquemas originales, para qué re-pensar y re-analizar lo escrito si todo está ya escrito. Sólo hay que creer. Eso es un acto de fe, más próximo a una religión que a la ideología revolucionaria del proletariado. Que a todos los comunistas que históricamente han estado en desacuerdo con las versiones oficiales (y no me estoy refiriendo al trotskismo) se les ha catalogado con toda clase de epítetos vulgares y ofensivos al buen sentido tal como tú haces, no es nuevo.  

    El frescor teórico del que este grupo es sólo una expresión más también se encuentra presente en otros grupos y colectivos que nadie, salvo alguien envuelto en una profunda disonancia cognitiva, osaría catalogar de trotskistas. Y es que no sé dónde se encuentra la ideología dominante expresada en el texto que mencionas. Lo que se expresa son los profundos intereses de las amplias masas proletarias hastiadas de una guerra en la que ninguno de los bandos en pugna, expresaba sus intereses. Hay que ser muy cerrado para concluir que el texto expresa que «el comunismo es tan malo (¡o incluso peor!) como el fascismo». O eso, o alguno se ha tragado hasta el fondo el republicanismo español mezclado con leves tintes de comunismo. Luego nos sorprende que el revisionismo español adopte como escudo y bandera la II República.

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