Foro Comunista

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    Valoración de UP sobre el MAI

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    Mensaje por Ленина Dom Oct 27, 2013 10:02 am

    IV. NUESTRA EXPERIENCIA “IZQUIERDISTA”
    Una vez fuera del PCPE, construimos una nueva organización sobre las bases políticas forjadas en nuestra lucha contra el revisionismo y planificando el proceso hacia la reconstitución del Partido Comunista. Tardamos pocos meses en sufrir una crisis y una fractura. En la batalla contra el revisionismo de derecha, la mayoría de nosotros había desarrollado una concepción unilateral, demasiado escorada hacia la “izquierda” y, por tanto, falseada del marxismo-leninista. Nuestros limitados conocimientos teóricos, dentro de un contexto de profundización en el retroceso del movimiento obrero, nos llevaron a exagerar la importancia del estudio en detrimento de la práctica política. Así, concebimos el conjunto de tareas necesarias de una manera no dialéctica, sino mecanicista: empezar por la teoría y sólo después ir al encuentro con las masas para así minimizar el riesgo de desviaciones. Sin embargo, lo que estábamos desarrollando era una desviación teoricista, intelectualista e incluso ideologista (dado el carácter de la teoría a la que nos referíamos). Frente a ella, se alzó una minoría de camaradas que enseguida se escindió para seguir su propia andadura. Pero, sin apenas fuerzas y en un contexto muy adverso marcado por la ofensiva anticomunista generalizada, estos camaradas se reunificaron a los pocos años con la mayoría, cediendo a los postulados idealistas de ésta, pero confiando en poder corregirlos con el tiempo.

    Durante los años 90, al tiempo que estudiábamos las obras fundacionales del marxismo-leninismo, defendíamos esta teoría y sus realizaciones prácticas, continuábamos la necesaria lucha contra el revisionismo y el oportunismo en general, y difundíamos a las masas estas posiciones a través de nuestros medios de propaganda. Pero toda esta lucha la hacíamos con un marcado sesgo “izquierdista” y cada vez más sectario y antiunitario. Y nuestra crítica hacia las desviaciones de “izquierda” se dirigía únicamente a la práctica aventurera terrorista de ETA y de los GRAPO, al antiparlamentarismo absoluto (aunque propugnábamos la abstención “en las condiciones actuales en que el Partido Comunista todavía no se ha reconstituido”) y al antisindicalismo (aunque nuestra contribución positiva a los sindicatos quedaba abrumadoramente eclipsada por nuestros ataques a la aristocracia obrera y a la burocracia sindical), sin reconocer las contradicciones existentes entre nuestro “izquierdismo” intelectualista y el contenido integral de la teoría marxista-leninista. Hizo falta, primero, que nos topáramos con una situación de estancamiento de nuestra organización y, después, que esta constatación agudizase los conflictos internos entre los sectarios convencidos y el resto de los militantes. Merece la pena que analicemos con cierto detalle la lucha de dos líneas que sostuvimos contra estas posiciones, porque posteriormente nos las hemos vuelto a encontrar en otras organizaciones, con ligeras modificaciones en la forma.

    Nuestro partido, formado sobre todo al calor de la lucha contra el revisionismo de derecha, no había sido capaz de advertir la presencia en sus filas de camaradas que tendían al revolucionarismo pequeñoburgués y que, por consiguiente, no asumían cabalmente la crítica del marxismo-leninismo hacia el “izquierdismo”, aunque tardaran años en desarrollar su afinidad con esta desviación. Si finalmente lo hicieron plenamente y consiguieron arrastrar con ellos a la dirección del partido durante los últimos años del MAI, fue por los errores que ya cometimos en nuestros inicios. Nuestra acertada convicción de que el revisionismo es el obstáculo principal para la recuperación del movimiento revolucionario del proletariado nos había llevado a obcecarnos con un tratamiento unilateralmente ideológico y teórico del problema: olvidamos de una manera cada vez más escandalosa la causa material y social de los fenómenos ideológicos –entre ellos, el revisionismo- y, por consiguiente, creíamos que, para derrotar a éste, debíamos extirpar sus raíces a base de una actividad exclusivamente teórica y propagandística.

    Así, la causa última del actual retroceso de la Revolución Proletaria Mundial no se explicaba ya por las contradicciones sociales concretas, sino por impurezas o incoherencias que habían contaminado la ideología comunista, por los errores o el “revisionismo” de Stalin e incluso de Lenin, Marx y Engels; la teoría revolucionaria se reconocía como imprescindible para una práctica revolucionaria, pero la construcción de esa teoría se desvinculaba de nuestra participación en las luchas económicas y políticas de la clase obrera (ideología proletaria, sin el proletariado); la vanguardia revolucionaria del proletariado podía empezar a construirse “escindida” de sus masas; la lucha contra el oportunismo podía realizarse sin práctica unitaria de los marxistas-leninistas entre sí y con las masas obreras y populares; el proceso de la revolución y de la construcción del partido comunista era concebido como una sucesión mecánica de fases cualitativamente diferentes y definidas de antemano, de tal manera que cada una debía completar sus tareas antes de poder pasar a la siguiente . En definitiva, nuestro pensamiento discurría por cauces ajenos a los principios del materialismo dialéctico, el cual exige explicar la conciencia por lo material, por el ser social; transformar el mundo en lugar de interpretarlo; la práctica social como origen de las ideas, como criterio de su veracidad y como objetivo genuino de los comunistas; partir de lo concreto y de lo interno; la interdependencia del desarrollo de la vanguardia y de las masas, así como de la lucha económica, política y teórica de clases; etc. Nuestro afán por recuperar la pureza original del marxismo-leninismo nos desviaba hacia todo lo opuesto: el idealismo, el intelectualismo, el subjetivismo, el racionalismo abstracto y la metafísica del mecanicismo y de la negación absoluta. En resumen, hacia un revisionismo, esta vez, de “izquierda”.

    En el último período del MAI, se tomaba como sujeto político a los intelectuales, en vez del proletariado; el marxismo-leninismo era concebido como la síntesis del saber universal y no como la expresión consciente de los intereses de clase de los trabajadores asalariados; y el objetivo del partido comunista era la emancipación de la humanidad entendida como algo más “elevado” que la de los obreros (aspiración a la que nuestros intelectualistas descalificaban como obrerismo, reconociendo en privado su odio hacia la clase obrera). Quedaba pues en evidencia que nuestra desviación ideológica y los dirigentes que la habían impulsado hasta provocar la escisión de nuestro partido tenían su raíz de clase en el sector oprimido y radicalizado de la pequeña burguesía.

    La actitud y la práctica consecuentes con esta desviación eran el sectarismo, el fraccionalismo y el escisionismo, en todas las circunstancias, ya fuera en relación con nuestra organización, con el Movimiento Comunista Internacional o con las masas. A los militantes del partido, los “izquierdistas” les exigían la completa autotransformación o revolucionarización de sus conciencias individuales, al margen de la lucha revolucionaria de los obreros y como condición previa para participar en ella. Trataban como antagónicas las contradicciones de los miembros del partido con su entorno familiar, laboral y de masas en general. Pretendían así convertirlos en una élite intelectual con la que construir lo que denominaban vanguardia teórica. Su perspectiva organizativa consistía en ganar adeptos al nuevo dogma según un esquema de círculos concéntricos, conspirando contra el movimiento obrero y comunista, y fomentando la escisión con todos los que discreparan de su idea del comunismo. No tenían voluntad de aprender de otros ni de comprobar sus posiciones teóricas en la práctica social. Su estilo de trabajo era prepotente, despótico y mesiánico.

    Afortunadamente, ante el sectarismo y dogmatismo crecientes de estos dirigentes, varios miembros del Comité Central y la mayoría de nuestra organización exigieron debatir el problema entre todos los militantes. Aquéllos se opusieron a someter sus posiciones a un debate democrático y abierto. Incapaces de imponer inquisitorialmente sus posiciones, decidieron abandonar el partido.

    A la luz de esta experiencia, exhortamos particularmente a los jóvenes e intelectuales progresistas a que estén en guardia contra estos “cantos de sirena” ultrarrevolucionarios que arrecian en períodos reaccionarios y a que sigan confiando en la clase obrera, contribuyendo con sus valiosos conocimientos a su desarrollo revolucionario, sin pretender suplantarla como sujeto revolucionario.
    Extraído del documento "Balance de la experiencia de Unión Proletaria".

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