El mes pasado el presidente chino, Xi Jinping, viajó a la provincia de Hebei, al pueblo desde donde Mao Zedong preparó el ataque a Pekín de 1949, que convertiría al Partido Comunista en el partido dirigente del país. Durante su visita, Xi prometió que “el color rojo de China nunca cambiaría,” según la agencia de noticias estatal Xinhua.
No es solo la retórica de Xi la que ha adquirido recientemente tonos maoístas, también sus decisiones estratégicas imitan las de Mao, el político carismático y dictador que llevó a cabo una serie de campañas masivas que derivaron a una hambruna y a la muerte de millones de chinos. Su palabras vienen de la mano de una campaña de "rectificación" para purificar el Partido Comunista y limitar las discusiones sobre ideas como “democracia” y “ley.”
El posicionamiento del presidente se ha dado mientras las autoridades chinas se preparaban para el juicio que ha empezado este jueves del político caído en desgracia Bo Xilai, exsecretario del partido en Chongqing, acusado de malversación y soborno, y que dirigió un movimiento de revitalización maoísta hasta su defenestración el año pasado.
Muchos defensores de reformas políticas, que tenían esperanzas de que la caída de Bo significara un rechazo de su estilo autocrático y pudiera llevar a un fortalecimiento del sistema legal y a otras limitaciones de poder del partido, están frustrados por el uso de tácticas similares a las de Bo por parte del presidente.
Pero los antiguos partidarios de Bo que abogan por un liderazgo más centralizado para solucionar los problemas del país están esperanzados. El movimiento intelectual “Nueva Izquierda,” que defiende un alejamiento de las políticas orientadas al mercado y la revisión de los métodos políticos de Mao, apoya a Xi, ya que sus recientes discursos muestran que ha absorbido plenamente la agenda política del grupo, tal y como escribió en su blog el mes pasado Zhang Hongliang, economista de la “Nueva Izquierda” y profesor asociado en la Universidad China de Hong Kong.
El presidente Xi lanzó en julio esta campaña, que se extenderá a lo largo de un año, para purificar el partido y restaurar la reputación de este a través de una base pública e ideológica, que tiene muchas similitudes con la "rectificación" de Mao para deshacerse de sus rivales e implementar su disciplina ideológica.
Xi ordenó a generales de la Armada y altos oficiales que reconectaran con las masas y sirvieran como soldados de a pie durante mínimo 15 días. Se ha ordenado también a altos cargos del Gobierno a luchar contra la expansión de los "siete problemas serios," entre los cuales se incluyen los valores universales, la libertad de prensa, la sociedad civil y la independencia de los tribunales.
Desde el mes pasado, los medios locales han estado publicando una serie de ataques en contra de la sociedad civil y la idea de que el poder del partido puede estar limitado por su propia Constitución.
El presidente también recalcó que el partido debe acercarse a las masas para evitar su desaparición. Cada soldado, exigió Xi, debe “mirarse en el espejo, cuidar su atuendo, tomarse un baño, y buscar soluciones” para limpiar el partido del formalismo, la burocracia, el hedonismo y la extravagancia, según Xinhua.
Esta campaña se está llevando a cabo en paralelo con otra campaña en contra de la corrupción, que empezó en abril pasado, justo al comienzo de la presidencia de Xi, para reconectar con las masas en un momento en que el crecimiento económico se está ralentizando y hay un creciente descontento con el Gobierno.
El uso de imágenes, retórica y estrategias maoístas por parte de Xi es lo que le diferencia de sus predecesores, que enfatizaron el liderazgo colectivo del partido. Su predecesor Hu Jintao, y también Jiang Zemin llevaron a cabo campañas para erradicar la corrupción, pero ninguno puso en marcha estas campañas ni tan rápido ni con términos tan explícitamente maoístas.
La postura política de Xi en relación a Bo -ahora sometido a un juicio por corrupción que culmina su purga en el partido- es sorprendente dado el contexto de la controversia, ya que la esposa de Bo fue condenada por el asesinato de empresario británico el año pasado.
Al ser detenido, muchos pensaba que Bo se había hecho enemigos poderoso con su política en Chongqing, la ciudad que gobernaba, que incluyeron un ataque contra el crimen organizado y una campaña para revivir los valores maoístas con canciones revolucionarias.
Ahora, sin embargo, muchos expertos dicen que los cargos contra Bo son mucho menos graves de lo esperado.
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