El MAI es una secta mística que, como cualquier otra, se confiesa a sí misma como "clarividente" (Stalin. Del marxismo al revisionismo, pg.6), que debe ser algo así como el punto intermedio entre lo evidente lo invidente. Apenas se diferencia en nada de los vulgares publicistas burgueses ya que, como ellos, también predica el "fin de la historia", aunque se diferencian por el uso de un lenguaje un poco más rebuscado: lo califican como un agotamiento del ciclo revolucionario de octubre. La URSS es cosa del pasado, del sigo pasado.
En su bola de cristal el MAI ha vislumbrado que "nos hallamos en una etapa histórica de transición entre dos ciclos de la Revolución Proletaria Mundial" (ídem). Eso lo consideran como una tesis incontrovertible, que no se puede cuestionar ni matizar: "El ciclo revolucionario que inauguró la Revolución de Octubre está agotado, ha sido clausurado definitivamente. Lo cual significa que casi todas las premisas políticas y muchas de las premisas teóricas de las que partía el movimiento revolucionario entre 1917 y 1990 han caducado: no sirven, no rigen completamente la realidad o no están a la altura de las necesidades que imponen las tareas revolucionarias en la actualidad". El fin del socialismo real supone el fin del socialismo cientico. Hay que bajar el telón; todo se ha acabado.
Es como si tras el fracaso de la Comuna de París Marx y Engels hubieran hablado del agotamiento del ciclo correspondiente, hubieran renegado de sí mismos, de sus postulados científicos, hubieran propuesto la liquidación de la I Internacional y en lugar de intervenir en la fundación del partido socialdemócrata alemán, se hubieran dedicado a "estudiar y debatir".
El supuesto fin del ciclo de octubre exige que el MAI asuma el mismo papel que Bernstein desempeñó en 1900, tras otro "cambio de ciclo" del capitalismo premonopolista al imperialismo. Como el marxismo no se puede conservar en formol, la secta reclama para sí la revisión de todos y cada uno de los fundamentos ideológicos y políticos del comunismo: "Hay que comenzar de nuevo, de que hay que volver a construir el edificio de la revolución desde sus mismos cimientos, hay que reiniciarlo todo desde sus bases primordiales" (ídem).
No cabe duda de que el MAI se situa confesadamente fuera del comunismo. Han eliminado de su iconografía la hoz y el martillo (sustituido por un martinete), e incluso las imágenes de Marx, Engels y Lenin. A veces ni siquiera estampan sus iniciales en algunos de los documentos que publican, como si se vergonzaran del misticismo que desprenden. Aunque no se atreven a decirlo con franqueza, lo que pretenden es la liquidación pura y simple del marxismo-leninismo tal y como hoy lo conocemos, porque "se requiere un punto de vista que se sitúe fuera del proceso mismo, que lo observe y estudie desde una perspectiva exterior, que lo comprenda como ciclo terminado" (ídem, pg.7).
Es bueno que el MAI lo reconozca, porque es cierto: sólo el imperialismo y las sectas anticomunistas de esa naturaleza pueden afirmar que el ciclo de octubre ha terminado y, a la inversa, quien dice que el ciclo de octubre ha terminado se sitúa fuera del comunismo. Como la Comuna de París, la Revolución de 1917 ha sido finalmente derrotada, pero ninguna de ellas fueron el final de nada sino el principio de algo: la revolución proletaria.
El misterio de la vanguardia que no es partido
Es natural que, por sus formas organizativas, una secta como el MAI no conozca lo que es un partido comunista y para disimular su misticismo ideológico en lugar de "partido" ellos prefieren hablar de "vanguardia". Hasta ahora los comunistas siempre habían creído -equivocadamente por lo que parece- que el partido comunista era la vanguardia, pero ahora resulta que no, que hay vanguardias que no son un partido y, por supuesto, hay partidos que no son vanguardias. ¿Cómo es posible que exista una vanguardia que no sea un partido? Ese es uno de los grandes misterios que envuelven a esta secta.
Pero aunque ellos ponen las etiquetas que les da la gana a todos los demás, sobre todo a esos partidos que no son auténticas vanguardias, toman muchas precauciones para no definirse a sí mismos. Después de escribir "¿Qué es el MAI?" la pregunta queda sin responder: ¿Qué es el MAI?, ¿cómo se consideran a sí mismos?, ¿son una vanguardia pero no un partido? Desde hace mucho tiempo los comunistas saben lo que son este tipo de sectas, pero hubiera sido interesante saber lo que ellos mismos ven cuando se miran en el espejo cada mañana.
La concepción "vanguardista" del MAI se caracteriza por la separación entre la teoría y la práctica. Su "vanguardia" es literaria. Cuando ellos hablan de "vanguardia" se refieren, en realidad, a panfletos, a documentos, a debates, a discusiones, a tertulias y a teorías: "Hay que dotarse de los conocimientos y de un método de carácter científico que nos permita comprender, explicar y poner en práctica la base ideológica del proletariado revolucionario: el marxismo-leninismo" ("¿Qué es el MAI?"). Por extravagantes que sean, las teorías son el sello característico de las sectas. No hay secta sin teoría ni teoría sin secta, y el MAI no podía ser una excepción.
En su galimatías, el MAI separa a la vanguardia teórica de la práctica. Debe ser otra de esas novedades introducidas por ellos como consecuencia del agotamiento del ciclo. El leninismo se ha quedado obsoleto. Lo que ellos sostienen es una redundancia: que "la vanguardia teórica es la portadora de la ideología de vanguardia". El caso es que el MAI no sale de un teoricismo estrecho repetido de mil formas diferentes. En su declaración de intenciones "¿Qué es el MAI?" confiesan: "Trabajamos por un asentamiento de las bases marxistas-leninistas [...] siendo estas bases de carácter teórico, cultural, ideológico y metodológico".
Pero hay algo aún peor que eso: todas esas tertulias culturales, ideológicas y metodológicas nada tienen que ver con las masas, con sus problemas, con sus luchas, ni con sus necesidades: "Nos proponemos organizar el discurso teórico-político marxista-leninista en función de los problemas concretos que presenta la vanguardia revolucionaria". Su monólogo lo organizan (sic) no en función de la práctica, ni de la crisis del capitalismo, ni de la lucha de clases sino exactamente de eso: de la vanguardia. Es una teoría por y para esa "vanguardia teórica", es decir, un verdadero conciliábulo propio de iniciados que dormitan en una torre de marfil.
¿Cómo pueden reconstruir un partido comunista quienes ignoran su naturaleza? Ese tipo de cofrades lo único que pueden construir y reconstruir son sectas creadas a imagen y semejanza de sus progenitores. El MAI también define la reconstrucción de la vanguardia como "teórica e ideológica" y consiste en una supuesta "hegemonía" dentro de la vanguardia (?) que se llena de tópicos tales como "investigación", "estudio", "conocimiento", "necesidades teóricas", "reconstitución ideológica" o "formación de cuadros revolucionarios", en fin, un rollo verdaderamente infumable, típico de esta secta.
Ellos mismos resumen muy bien su idealismo metafísico en el binomio "teoría revolucionaria" y "su plasmación práctica". Debe ser otra novedad propia del nuevo ciclo porque Lenin defendió todo lo contrario: "La doctrina de Marx es un resumen de la experiencia" (El Estado y la revolución) o, por decirlo de otra manera, de la práctica, del movimiento y de la lucha. "Una acertada teoría revolucionaria -escribió también Lenin- sólo se forma de manera definitiva en estrecha conexión con la experiencia práctica de un movimiento verdaderamente de masas y verdaderamente revolucionario" (El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo). Pero al MAI no le hables de marxismo porque se ponen intratables con todo lo que suene a "práctica", "experiencia", "movimiento" y "masas".
Una ideología propia de compadres
En una peculiar taxonomía del movimiento comunista, el MAI clasifica y subclasifica de modo escolar y escolástico a un sinfín de "vanguardias teóricas", algunas de ellas reconocidamente ajenas al marxismo-leninismo, como por ejemplo, los "comunistas de izquierda" o los anarquistas.
No debería sorprender que esta secta incluya dentro de su peculiar "vanguardia teórica", en un mismo plano, tanto a los comunistas como a los oportunistas. Lo necesitan para integrar "dentro" del movimiento comunista a corrientes que están fuera de él, para luego introducir de matute la famosa "lucha de líneas", que consideran como el motor de la reconstrucción del partido comunista.
Pero aunque el MAI indica -vagamente- lo que puede ser su "vanguardia teórica no marxista-leninista", no nos dice lo que nos debería decir: dónde está la vanguardia que si es marxista-leninista. ¿Lo serán ellos? Si no sabemos quiénes son marxistas-leninistas, ¿como diferenciarlos de los que no lo son?
La "lucha de líneas" es el motor de la reconstrucción del partido comunista, según el MAI: "La reconstitución ideológica del comunismo significa que el marxismo-leninismo recupere su posición hegemónica entre la vanguardia teórica". Dentro de ella, y no fuera, el trabajo de los marxistas-leninistas debe ir dirigido a los "comunistas de izquierda", anarquistas y similares para "conquistarles" para el marxismo-leninismo. Lo mismo que los misioneros cristianos convierten a los infieles, el MAI también aspira a convertir a los infieles del marxismo-leninismo con sus catequesis, que ellos llaman "lucha de líneas".
No nos explican cómo ha sido posible que esos infieles hayan persistido en sus respectivas infidelidades durante tanto tiempo. ¿Cómo es posible que el MAI logre ahora lo que no lograron Marx y Engels con Proudhon hace un siglo y medio? Si los innegables encantos de Lenin no lograron "conquistar" a los izquierdistas en su época, ¿es posible que el MAI, cuyos encantos no están tan claros, logre eso mismo ahora? Para explicar esa posibilidad -una innovación propia del agotamiento del ciclo de octubre- hay que recurrir otra vez a la varita mágica que ha aparecido últimamente dentro del movimiento comunista, la "lucha de líneas", un perfume subyugante al que ningún marxista-leninista auténtico se puede resistir.
Hasta ahora los marxistas-leninistas habían creído que un partido comunista se construye, se reconstruye y se fortalece en lucha contra las tendencias oportunistas que hay dentro ("un partido se fortalece depurándose") y fuera de él mismo ("para combatir al imperialismo hay que luchar contra el oportunismo"). Pero estaban equivocados, o sea que los equivocados no eran los oportunistas sino los comunistas, que desde su mismo origen han estado luchando contra ellos. Afortunadamente ha llegado el MAI para poner las cosas en su sitio; durante el ciclo de octubre los comunistas volvieron el calcetín del revés: para reconstruir un auténtico partido comunista hay que arrojarse en los brazos del oportunismo: "Para que el conjunto del movimiento antiimperialista converja en la lucha por el Comunismo, es necesaria la interrelación del marxismo-leninismo con el resto de las corrientes teóricas que influyen sobre el proletariado, mediante la lucha de dos líneas, proceso en el cual el marxismo-leninismo las destruye asimilándolas, las supera incluyéndolas" (Stalin. Del marxismo al revisionismo).
Este el programa de esta secta sincrética que aspira a "incluir" a corrientes "teóricas", como el anarquismo, por ejemplo, u otras que "influyen" -no importa si bien o mal- sobre el proletariado, dentro del movimiento comunista porque de esa manera, mediante la "interrelación", es como se destruyen. Ahora que el ciclo de octubre se ha agotado, el MAI se ha dado cuenta de que Marx y Engels eran unos ineptos. Se "interrelacionaron" muy mal con Bakunin en la Primera Internacional; se equivocaron, no supieron "incluirle" ni "asimilarle" ni "superarle" sino que le expulsaron y por eso el anarquismo sigue sin haber sido destruido.
El cambio de ciclo tiene que rectificar todos estos errores de Marx, Engels y Lenin. Tirad sus impíos libros a la hoguera, arrepentíos, confesad vuestros pecados y estad muy atentos a los futuros misales y devocionarios que publique el MAI en su Santa Sede. Amén.