El primer gran hito de la revolución española fue el 19 de julio
de 1936: el día en que se desencadenó una revolución que se había
ido incubando desde la caída de Alfonso XIII en 1931 y que
había venido precedida por la gesta revolucionaria de la Comuna
asturiana de 1934. El 19 de julio de 1936, desobedeciendo al
gobierno del Frente Popular, las masas trabajadoras se armaron
e hicieron frente al levantamiento fascista, aplastándolo en la
mayor parte del territorio republicano.
Esta magnífica victoria de los obreros armados puso en marcha
una de las revoluciones más profundas que se han conocido.
Mientras el estado burgués republicano caía desmoronado,
emergía el poder obrero en las fábricas y los campos, en la retaguardia
y en el frente. Catalunya, el mayor bastión de la clase
trabajadora y el lugar donde el predominio de la CNT era más
indiscutible, fue donde la revolución llegó más lejos.
Como ocurre en toda verdadera revolución, se creó una situación
de doble poder. Teníamos, de un lado, el poder de los trabajadores,
en los primeros tiempos el único poder real y efectivo, y del
otro, el viejo estado republicano, con una existencia inicial fantasmal,
que a duras penas conservaba sus símbolos, sin fuerza
ni autoridad. Eran los momentos en que Companys decía a los
dirigentes de la CNT: “todo está en vuestro poder (…). Si no
me necesitáis o queréis como presidente, decídmelo”.
En los primeros meses, tomar el poder y establecer una república
de los trabajadores sólo requería una cosa: quererlo. Pero los dirigentes
de las principales organizaciones obreras no quisieron.
Por el contrario, con la excusa de “primero ganar la guerra”, se
dedicaron a reconstruir el derruido estado burgués republicano.
En esta tarea los más despiadados fueron los stalinistas, pero
casi todos participaron. Fue necesario que Largo Caballero, representante
del ala izquierda del PSOE y máximo dirigente de la
UGT, formara gobierno e integrara en él a la alta dirección anarquista1,
para iniciar el trabajo de demolición del poder obrero y
de reconstrucción del viejo estado republicano, con su policía,
su ejército y sus organismos burocráticos.
Se abrió, así, una amarga lucha entre los dos poderes. El impulso
revolucionario era demasiado profundo y poderoso para dejarse
arrebatar impunemente las conquistas del 19 de julio. Hicieron
falta más de nueve meses de agresiones, engaños e insidias para
que la contrarrevolución en el bando republicano se atreviera
a organizar el choque abierto con el principal baluarte de la
revolución: la clase obrera barcelonesa. Fueron los stalinistas
quienes lo protagonizaron, mediante la provocación del asalto
a la Telefónica de plaza Catalunya, controlada por la CNT. La
reacción espontánea fue la huelga general y el levantamiento armado
de los obreros barceloneses, adueñándose de la ciudad:
estos son los Hechos de Mayo de 1937, narrados con detalle por
Félix Morrow y reproducidos más adelante.
Las situaciones de doble poder son situaciones históricas excepcionales
que no pueden mantenerse mucho tiempo. Uno de los
dos poderes ha de vencer. Los Hechos de Mayo de 1937 plantearon
abiertamente el enfrentamiento entre los dos poderes enfrentados:
de un lado, la policía del estado republicano reconstituido
y, del otro, las patrullas y organismos de defensa de los
trabajadores, que aún mantenían su fuerza. Lo que planteaba la
insurrección armada de los obreros era, sencillamente, la toma
del poder. Ésta era la posición que defendieron los Amigos de
Durruti y los trotskistas en las barricadas de Barcelona. Al final,
sin embargo, después de rechazar durante cuatro días los
continuos llamamientos a abandonar las barricadas lanzados por
la dirección oficial anarquista - secundada por la dirección del
POUM-, los obreros barceloneses se retiraron. No fueron vencidos
por las armas sino desmoralizados por sus dirigentes, en
ausencia de una nueva dirección.
Las consecuencias de la derrota fueron dramáticas. Sólo durante
esos días hubo 500 asesinados. Una semana más tarde caía
Largo Caballero, sustituido por el gobierno Negrín, con los ministros
anarquistas y ugetistas expulsados y con los stalinistas
como fuerza dominante. Los revolucionarios fueron ilegaliza-
1 Con la oposición de Durruti, Berneri y muchos cuadros medios y militantes
de base anarquistas.
dos, perseguidos y asesinados y las conquistas revolucionarias
arrebatadas, las condiciones de vida de la población trabajadora
sufrieron graves retrocesos y la república se convirtió en un régimen
policíaco controlado por el SIM2. Negrín declaró que ahora
podía, por fin, asegurar “la tranquilidad absoluta en la retaguardia”,
lo que le permitiría lograr la victoria. Pero el “gobierno de
la victoria” sólo cosechó derrota tras derrota para, en abril de
1938, proclamar sus famosos “13 puntos para la paz”, que Franco
rechazó despectivamente.
Y es que, como había dicho Camillo Berneri, el gran revolucionario
anarquista italiano (asesinado por los stalinistas durante las
Jornadas de Mayo): “el dilema ‘guerra o revolución’ ya no tiene
significado. El único dilema es: victoria sobre Franco gracias a
la guerra revolucionaria, o derrota” La derrota de la revolución
trajo la desmoralización generalizada de los trabajadores. La derrota
militar sólo era cuestión de tiempo.
Saint-Just, el gran revolucionario jacobino francés afirmó:
“quienes hacen las revoluciones a medias cavan sus tumbas”.
La dirección oficial anarquista, decidida a mantener su colaboración
con el gobierno del Frente Popular, sacrificó cobardemente
la vida y el futuro de sus partidarios. Pero, una vez que lo hizo,
dejó de ser necesaria y fue expulsada del gobierno y atacada. Los
dirigentes del POUM, entraron al primer gobierno de la Generalitat
y sirvieron para frenar el movimiento y para anularse a si
mismos. Después, ya podían darles la patada. En Mayo de 1937
se aferraron de nuevo a los jefes de la CNT y dejaron a los suyos
y a sí mismos a merced de la represión contrarrevolucionaria.
Al final, hasta los propios stalinistas probaron su propia medicina.
Una vez completada su infame misión, y con la derrota militar
en ciernes, ellos mismos acabaron convirtiéndose en un estorbo
para firmar la paz con los franquistas. Los gobiernos inglés
y francés y los republicanos burgueses ya no los necesitaban. El
golpe de Besteiro-Miaja-Casado de marzo de 1939 los expulsó
del gobierno y lanzó la represión contra el PCE, golpeando duramente
a sus bases, mientras los jefes huían al exilio.
LAS JORNADAS DE MAYO, BARRICADAS EN BARCELONA
Barcelona siempre había sido el gran centro industrial de España;
lo fue aún más después del estallido de la Guerra Civil;
y esas fuerzas económicas estaban ahora en manos de obreros
y campesinos (así lo creían ellos). Allí estaba toda la industria
textil española. Sus obreros proveían al ejército y a la población
civil de ropa y mantas, y también de las vitales exportaciones.
Con el virtual aislamiento de las plantas metalúrgicas y siderúrgicas
de Bilbao del resto de España, los obreros metalúrgicos y
químicos de Cataluña habían creado, con heroico esfuerzo, una
gran industria bélica para pertrechar a los ejércitos antifascistas.
Las granjas colectivas, con las mejores cosechas de la historia
de España, alimentaban a los ejércitos y ciudades y exportaban
frutos cítricos. Los marineros de la CNT llevaban las exportaciones
con las que España conseguía créditos en el extranjero
y volvían con preciosas cargas para la lucha contra Franco. Las
masas de la CNT mantenían los frentes de Aragón; habían enviado
a Durruti y lo mejor de sus milicias para salvar Madrid en el
momento preciso. En una palabra, el proletariado catalán era la
espina dorsal de las fuerzas antifascistas, y lo sabía.
Más aún, después del 19 de julio el propio Companys reconoció
este poder… [dirigiéndose a la CNT]: “vosotros solos vencisteis
a los soldados fascistas (…) Habéis conquistado y todo
está en vuestro poder (…). Si no me necesitáis o queréis como
presidente, decídmelo (…)
En consecuencia, la alarma y rabia de las masas catalanas ante
los avances contrarrevolucionarios eran las emociones de hombres
liberados, amos de su destino, ante el peligro de volver a ser
esclavos. ¡Nada de someterse sin luchar!
El 17 de abril -al día siguiente del reingreso de los ministros de
la CNT a la Generalitat- una fuerza de carabineros llegó a Puigcerdà
y exigió que las patrullas obreras de la CNT entregaran
la aduana. Mientras los dirigentes máximos de la CNT acudían a
Puigcerdà a negociar una solución pacífica -o sea, a convencer a
los obreros de que entregaran el control de la frontera- guardias
de asalto y civiles fueron a Figueres y otras ciudades de la provincia
a tomar el control de policía de manos de las organizaciones
obreras. Al mismo tiempo, en Barcelona guardias de asalto
procedían a desarmar a los obreros en la calle. Durante la última
semana de abril informaron haber desarmado trescientos obreros:
Todas las noches había choques entre obreros y guardias.
Camiones cargados de guardias desarmaban a los obreros solitarios.
Los obreros respondían. Al obrero que no se entregaba, lo
fusilaban. A su vez, francotiradores obreros mataban guardias.
El 25 de abril fue asesinado en Molins de Llobregat el dirigente
sindical del PSUC, Roldán Cortada. Hasta el día de hoy no se
conoce al asesino. La CNT denunció el asesinato y propuso una
investigación. El POUM señaló como hecho notable que antes
de la fusión Cortada había sido correligionario de Caballero y
se oponía al espíritu de pogrom que trataban de imponer los stalinistas.
Pero el PSUC utilizó la ocasión para denunciar a los
“incontrolables”; “agentes fascistas ocultos”, etcétera. El 27 de
abril los representantes de la CNT y el POUM concurrieron al
funeral de Cortada, para encontrarse con una demostración de
las fuerzas contrarrevolucionarias. Durante tres horas y media,
el “cortejo” -soldados y policías del PSUC y del gobierno, traídos
desde los lugares más distantes y armados hasta los dientes-
atravesó los distritos obreros de Barcelona. Era un desafío
que las masas de la CNT no dejaron de ver. Al día siguiente el
gobierno envió una expedición punitiva a Molins de Llobregat,
arrestó a los dirigentes anarquistas locales y los llevó esposa-
3 Capítulo X de Revolución y contrarrevolución. Félix Morrow. Editorial
Pluma
dos a Barcelona. Esa noche y la siguiente, grupos de la CNT
y del PSUC-guardias de asalto se desarmaban mutuamente en
las calles. En las calles de los suburbios obreros aparecieron las
primeras barricadas.
Los Carabineros, reforzados por el PSUC, atacaron las patrullas
obreras de Puigcerdà. Antonio Martín, alcalde y dirigente de la
CNT, popular en toda Cataluña, fue fusilado por los stalinistas.
El Primero de Mayo, la más vieja y querida de las celebraciones
proletarias, amaneció con la prohibición gubernamental de realizar
demostraciones y mítines en toda España. En esas últimas
jornadas de abril, los obreros de Barcelona supieron por primera
vez, por las páginas de Solidaridad Obrera4, qué les había ocurrido
a sus camaradas en Madrid y Murcia a manos de la GPU
stalinista.
* * *
La Telefónica, edificio central de teléfonos que dominaba la plaza
más importante de Barcelona, había sido ocupada [en julio de
1936] por las tropas fascistas. Los Guardias de Asalto enviados
por el gobierno la habían entregado sin luchar. Su reconquista
le
había costado muchas bajas a la CNT: tanto más valiosa era la
posesión del edificio. Desde el 19 de julio ondeaba en su torre
la bandera roja y negra de la CNT. Los obreros de la ciudad la
veían. Desde el 19 de julio las comunicaciones telefónicas
habían
estado en manos de comités de la CNT-UGT, con la presencia
de una delegación gubernamental en el edificio. El persona
era de la CNT en su casi totalidad y guardias armadas de la CNT
lo defendían contra asaltos fascistas.
El control de la Telefónica era un caso concreto de doble poder.
La CNT podía escuchar las llamadas del gobierno. El bloque
burgués-stalinista jamás sería amo de Barcelona mientras los
obreros
estuviesen en condiciones de interrumpir la coordinación
telefónica
de las fuerzas gubernamentales.
El lunes 3 de mayo a las 15 horas tres camiones repletos de guardias
de asalto llegaron a la Telefónica, bajo el mando personal
de Rodríguez Salas, comisario de Orden Público del PSUC5.
Tomados por sorpresa, los guardias de los pisos bajos fueron
desarmados. Un poco más arriba, una ametralladora impedía
el ascenso. Salas pidió refuerzos. Los dirigentes anarquistas le
rogaron que abandonara el edificio. Se negó. La noticia corrió
4 Periódico central de la CNT
5 La prensa stalinista “solucionó” el problema espinoso de justificar la toma
armada de la Telefónica con al menos cuatro explicaciones distintas: (…) Esta
es la versión final, la historia contada por Salas, según la sección catalana de
la Komintern: “En primer lugar, no hubo ocupación de la Telefónica, ni se trataba
de ocuparla. Recibí del Consejero de Orden Público Aiguadé, la orden,
por escrito, de instalar un delegado gubernamental
en el edificio, quedando yo
responsable de cumplirla. Entré en el edificio con el capitán Menéndez y mi
guardia personal de cuatro hombres. Expliqué cuál era mi misión y pedí hablar
con algún miembro responsable del Comité. Se nos dijo que no había ninguno.
Sin embargo, quedamos esperando en la planta baja mientras subían a ver. Dos
minutos después, ciertos individuos empezaron a tirotearnos desde la escalera.
No hubo heridos. Inmediatamente llamé para que enviaran guardias, no para
ocupar el edificio, al que ya habíamos ingresado, sino para montar un cordón
a su alrededor e impedir la entrada (...) Eroles (funcionario policial anarquista)
y yo subimos
a la planta superior del edificio, donde ya se habían instalado con
una ametralladora, granadas de mano y fusiles. Subimos sin escolta ni armas.
Arriba expliqué el motivo de mi visita. Bajaron. Se instaló el delegado conforme
a las órdenes. Se retiraron las fuerzas. No hubo bajas ni arrestos.” Según la
CNT, esta historia es mentira: Salas desarmó a la guardia del edificio y obligó a
los trabajadores a levantar las manos; los guardias de los pisos altos se retiraron
al día siguiente, luego de un acuerdo general de retirada de ambos bandos, que
el gobierno se apresuró a violar. Las cuatro versiones stalinistas demuestran las
dificultades para encubrir
la sencilla verdad: querían poner fin al control obrero
de la Telefónica y lo hicieron.
como un reguero de pólvora a las fábricas y los barrios obreros.
En dos horas, a las 17, los obreros ya acudían a los locales de la CNT y del POUM para armarse y levantar barricadas. Desde los calabozos de la dictadura de Primo de Rivera hasta el día de hoy, la CNT siempre ha mantenido sus comités de defensa locales, con su tradición de iniciativa local. Mientras no hubo dirección, hasta la semana siguiente, los comités lo fueron. En la primera noche casi no hubo disparos, puesto que los obreros eran incomparablemente más fuertes que las fuerzas gubernamentales. En los barrios obreros muchos policías gubernamentales, que no tuvieron estómago para presentar pelea, entregaban sus armas pacíficamente. Un testigo ocular, Lois Orr, escribe:
Para la mañana siguiente (martes, 4 de mayo), los obreros armados dominaban casi toda Barcelona. Todo el puerto, y con él la fortaleza de Montjuïc, cuyos cañones dominan el puerto y la ciudad, lo tenían los anarquistas, todos los suburbios estaban en sus manos; las fuerzas gubernamentales, exceptuando algunos cuarteles aislados, estaban totalmente superadas en número y concentradas en el centro de la ciudad, el distrito burgués, donde se los podía atacar desde todos los ángulos como atacaron a los rebeldes el 19 de julio dé 1936.
Las crónicas de la CNT, el POUM y otras fuentes lo confirman. En Lérida los guardias civiles entregaron sus armas a los obreros en la noche del lunes; lo mismo ocurrió en Hostafranchs. El POUM y la CNT tomaron, como “medida preventiva”, los locales del PSUC y Estat Català en Tarragona y Girona. Esto no era sino un comienzo de lo que podía hacerse, porque las masas catalanas se agruparon en su abrumadora mayoría en torno al estandarte de la CNT. La toma formal de Barcelona, la constitución de un gobierno revolucionario hubieran llevado, del día a la noche, al poder obrero. Ni la CNT ni el POUM sostienen seriamente lo contrario6.
Es por eso que las bases izquierdistas del POUM y la CNT, más algunos sectores de la Juventud Libertaria, los Amigos de Durruti y los Bolcheviques-Leninistas7 llamaban a la toma del poder a los obreros a través de la creación de órganos democráticos de defensa. El día 4 los Bolcheviques-Leninistas repartieron este volante por las barricadas:
Viva la ofensiva revolucionaria
Nada de compromisos. Desarmar a la Guardia Nacional Republicana y los Guardias de Asalto reaccionarios. Este es el momento decisivo. Después será demasiado tarde. Huelga general en todas las industrias salvo las relacionadas con la prosecución de la guerra, hasta que renuncie el gobierno reaccionario. Sólo el poder proletario puede garantizar la victoria militar.
Total armamento de la clase obrera.
Viva la unidad de acción de CNT-FAI-POUM
Viva el frente revolucionario del proletariado.
Comités de defensa revolucionaria en talleres, fábricas y barrios.
Sección Bolchevique-Leninista de España (por la Cuarta Internacional)
Los volantes de Amigos de Durruti, que exigían la creación de “una Junta revolucionaria, desarme total de las Guardias de Asalto y la Guardia Nacional Republicana8”, saludaban al POUM por unirse a los obreros en las barricadas y caracterizaban la situación en los mismos términos que los Bolcheviques-Leninistas. Aún manteniendo la disciplina de sus respectivas organizaciones, la izquierda de la CNT, la izquierda del POUM y de la Juventud Libertaria, estaban potencialmente de acuerdo con los
6 Hasta Fenner Brockway, dirigente del ILP, siempre a la derecha del POUM, sostiene que “durante dos días los obreros estuvieron en la cúspide. Una acción audaz y unificada de la dirección de la CNT hubiese derrocado al gobierno.”
7 La pequeña sección de la IVª Internacional
8 Nuevo nombre de la antigua Guardia Civil
Bolcheviques-Leninistas.
Sin duda, estaban en lo cierto: Ningún exégeta de las direcciones de la CNT y el POUM ha podido presentar un argumento contra la toma del poder que resista el menor análisis. Ninguno se atreve a negar que los obreros podrían haber tomado fácilmente el poder en Cataluña. Defienden su capitulación con tres argumentos principales: 1) que la revolución habría quedado aislada, circunscrita a Cataluña y habría sido derrotada desde afuera; 2) que los fascistas podrían haber aprovechado esta brecha para irrumpir triunfantes; 3) que la intervención directa de Inglaterra y Francia habría aplastado la revolución. Examinemos estos argumentos de cerca:
1.- Aislamiento de la revolución: La forma más radical y plausible que recibe este argumento se basa en una analogía con la “movilización armada” de julio de 1917 en Petrogrado. “Hasta los bolcheviques, en julio de 1917, no se decidieron a tomar el poder y se limitaron a mantenerse a la defensiva, sacando a las masas de la línea de fuego para que hubiera el menor número de bajas posible” (…)
[Pero] La movilización armada de Petrogrado estalló sólo cuatro meses después de la Revolución de Febrero (…) “La abrumadora mayoría de la población de ese gigantesco país justo empezaba a salir de las ilusiones de febrero. En el frente había un ejército de 12 millones de hombres, a los que justo entonces les llegaban los primeros rumores acerca de los bolcheviques. En esas condiciones, la insurrección aislada del proletariado petrogradense hubiera provocado inevitablemente su aplastamiento. Había que ganar tiempo. Fueron estas las circunstancias que determinaron la táctica bolchevique.”
En cambio, Mayo de 1937 español vino después de seis largos años de revolución que permitieron a las masas de todo el país adquirir una experiencia enorme. Las ilusiones democráticas de 1931 ya se habían hecho humo (…) Las masas habían demostrado una y otra vez que estaban dispuestas a seguir hasta el fin (…) La analogía con el Petrogrado de julio de 1917 es infantil.
[Además] (…) en España más de un tercio de las fuerzas armadas llevaban sus carnets de afiliados a la CNT; casi otro tercio eran afiliados de la UGT, en su mayoría socialistas de izquierda o bajo su influencia. Aún suponiendo que la revolución no se extendiera inmediatamente a Madrid y a Valencia, ¡eso es una cosa muy distinta de decir que el gobierno de Valencia habría contado con tropas como para aplastar la república obrera de Cataluña! [En realidad] Inmediatamente después de las jornadas de. Mayo, las masas de la UGT se mostraron claramente hostiles a la represión del proletariado catalán. Fue una de las razones que tuvo Caballero para abandonar el gobierno. Tanto menor la posibilidad de utilizarlas contra una república obrera triunfante. Ni siquiera las bases stalinistas hubieran provisto un ejército para ese propósito (…)
Más aún: podemos decir que el ejemplo de Cataluña hubiera encontrado imitadores inmediatamente. (…) el ejemplo de Cataluña (…) hubiera puesto fin al sentimiento de “debemos esperar”.
El ejemplo catalán no hubiera afectado únicamente a la España leal. Una España obrera hubiera lanzado una guerra revolucionaria contra el fascismo que habría desintegrado las filas franquistas con armas políticas, antes que militares. (…) Pocos días después del 19 de julio, Trotsky escribió:
Todos saben que una guerra civil no se libra sólo con armas militares sino también políticas. Desde el punto de vista estrictamente militar, la Revolución Española es mucho más débil que su enemigo. Su fuerza yace en su capacidad de llevar a la acción a las grandes masas (…)
Es necesario proclamar que, en adelante, las tierras, fábricas
y talleres pasarán de los capitalistas a las manos del pueblo. Es necesario avanzar inmediatamente en la concreción de este programa en las provincias donde los obreros tengan el poder. El ejército fascista no podría resistir la influencia de semejante programa: los soldados atarían a sus oficiales de pies y manos y los entregarían al cuartel de milicia más cercano. Pero los ministros burgueses no pueden aceptar semejante programa. Al frenar la revolución social, obligan a los obreros y campesinos a verter diez veces su cuota de sangre en la guerra civil’.
La predicción de Trotsky se cumplió. Al temer a la revolución más que a Franco, el gobierno frentepopulista no dirigió propaganda alguna a los campesinos del ejército y la retaguardia de Franco. El gobierno se negó totalmente a prometer la entrega de la tierra a esos campesinos, y esa promesa no hubiera surtido el menor efecto a menos que el gobierno decretara la entrega de la tierra a los comités de campesinos en sus propias regiones, desde las cuales la noticia habría llegado por miles de vías a los campesinos del resto de España. Temiendo a la revolución más que a Franco, el gobierno rechazó todas las propuestas (inclusive la de Abd-el Krim y otros moros) de incitar a la revolución en Marruecos mediante una declaración de independencia para Marruecos. Temiendo a la revolución más que a Franco, el gobierno llamó al proletariado internacional a conseguir que “sus” gobiernos apoyaran a España pero jamás llamó al proletariado a ayudar a España a pesar de sus gobiernos y contra éstos.
(…) en mayo de 1937: Si se hubiera instaurado una república obrera en Cataluña, no habría sido aplastada ni aislada. Se habría extendido rápidamente al resto de España.
2. Los fascistas habrían aprovechado la brecha: la segunda excusa para no tomar el poder en Cataluña se superpone con la primera en la medida en que niega implícitamente el efecto de la toma del poder sobre las fuerzas de Franco9.
Aún reconociendo que una revolución proletaria en mayo se hubiera extendido al resto de la España leal, los dirigentes de la CNT sostienen que “es obvio que, si lo hubiésemos deseado, podríamos haber transformado el movimiento defensivo en un movimiento puramente libertario (…) pero los fascistas habrían aprovechado esa circunstancia para romper las líneas de resistencia.” (García Oliver)10
Aunque esta clase de argumentación se dirige aparentemente a la situación de mayo en Cataluña, es, en realidad, mucho más profunda: es un argumento contra la toma del poder por la clase obrera durante la guerra civil.
(…) Pero en el campo puramente militar el gobierno tampoco luchó consecuentemente contra Franco. Digamos, para ser más precisos, que en una guerra civil no hay un muro entre las tareas políticas y las tareas militares. Temiendo más a la revolución que a Franco, el gobierno concentraba grandes contingentes de
9 Un conocido dirigente anarquista me dijo: “Ustedes los trotskistas son más utópicos de lo que nosotros fuimos nunca. Franco gobierna Marruecos con mano de hierro. Nuestra declaración de independencia de Marruecos no tendría el menor efecto”. Le recordé que Lincoln proclamó su Declaración de Emancipación de los esclavos mientras todo el Sur seguía en manos de la Confederación. Al menos los marxistas recordarán que Marx y Engels dieron enorme importancia a este acto político para la derrota del Sur. Otro anarquista dijo: “Nuestros campesinos ya han tomado muchas tierras, pero ello no ha afectado a los campesinos bajo Franco”. Luego reconoció que el temor de los campesinos era que el gobierno recuperara la tierra después de la guerra. En noviembre de 1917 los campesinos rusos también tomaron muchas tierras. Sin embargo, las labraban con suspicacia y temor. El Decreto soviético de nacionalización de la tierra transformó la psicología de los campesinos y los convirtió en partidarios ardientes del régimen soviético.
10 Discurso en París, Spain and the World (Anarquista) 2 de julio de 1937.
tropas y policías escogidas en las ciudades, retirando así tropas y pertrechos que hacían falta en el frente. Temiendo más a la revolución que a Franco, el gobierno aplicaba una estrategia militar dilatoria que no podía llevar a la guerra a conclusión alguna, mientras llevaba a cabo la contrarrevolución. Temiendo a la revolución más que a Franco, el gobierno subordinaba a los obreros vascos y asturianos al mando de la traicionera burguesía vasca, que pronto iba a entregar el frente Norte. Temiendo a la revolución más que a Franco el gobierno saboteaba los frentes de Aragón y Levante, controlados por la CNT. Temiendo más a la revolución que a Franco, el gobierno daba a los agentes fascistas (Asensio, Villalba, etcétera) la oportunidad de entregar fortalezas leales a Franco (Badajoz, Irún, Málaga).
La contrarrevolución golpeó terriblemente la moral de las tropas antifascistas. “Para qué morir luchando contra Franco cuando el gobierno fusila a nuestros camaradas”. Este era el sentimiento, tan peligroso en la lucha contra el fascismo, que prevalecía después de las jornadas de mayo, y era muy difícil combatirlo. Con todo esto, por lo tanto, la política gubernamental facilitaba las incursiones militares de Franco. La instauración de una república obrera hubiera puesto fin a toda esta traición, sabotaje y atentados a la moral. Con el instrumento de la planificación estatal, la república obrera hubiera utilizado, como ningún régimen capitalista podía hacerlo, todos los recursos materiales y morales de la España leal. El poder obrero, lejos de permitir el triunfo fascista, era lo único que, podía llevar a la victoria sobre Franco.
3. La amenaza de intervención. La CNT hablaba oscuramente de barcos de guerra ingleses y franceses en el puerto el 3 de mayo, de planes de desembarcar tropas anglo-francesas. “En caso de triunfo del comunismo libertario, la intervención de las potencias capitalistas y democráticas lo hubiera aplastado poco después.” (García Oliver.)
Las referencias de la CNT (...) oscurecían deliberadamente el carácter fundamental del planteamiento: toda revolución social debe enfrentar el peligro de una intervención capitalista. La revolución rusa sobrevivió a una guerra civil financiada por el capitalismo y a la intervención directa del imperialismo.
(…) Ni la CNT ni el POUM osan aducir que había una situación coyuntural concreta que hacía más posible la intervención capitalista en mayo de 1937 que en cualquier otro momento. Se limitan a hacer referencias al peligro de intervención sin aportar un análisis específico. (…) en mayo de 1937 el proletariado francés entraba en el segundo año de esa alza que se había iniciado con las huelgas revolucionarias de junio de 1936. Es inverosímil que los millones de obreros socialistas y comunistas franceses, irritados por la neutralidad y frenados por sus dirigentes, permitieran la intervención capitalista en España, fuera por parte de la burguesía francesa o de cualquier otra. La transformación de la lucha en España de conflicto por el mantenimiento de una república burguesa en revolución social, estimularía al proletariado francés, belga e inglés mucho más que la revolución rusa: ¡esta vez, la revolución estaría en sus propias puertas!
(…)No necesitamos que nos digan que todas las potencias capitalistas tienen el objetivo común de liquidar toda amenaza de revolución social. Sin embargo, resulta claro que los dos factores que impidieron que la intervención liquidara a la revolución rusa hubieran vuelto a actuar en mayo de 1937: en 1917 la clase obrera mundial, inspirada por la revolución, frenó la intervención, a la vez que los imperialistas no podían soslayar sus diferencias [entre sí] hasta el punto de elaborar un plan común para el aplastamiento de la república obrera. Con la nueva alza del proletariado europeo, los imperialistas correrían peligro al tratar de sofocar el incendio español (…)
¿Los riesgos? “Sería muy fácil hacer la historia mundial si se
saliera a la lucha únicamente cuando se presentara la posibilidad de triunfar infaliblemente”, escribió Marx durante la Comuna de París (…) La lucha de la clase obrera contra la clase capitalista y su Estado ha entrado en una nueva fase con la lucha de París. Cualesquiera que sean los resultados inmediatos, se ha ganado un nuevo punto de partida de importancia histórica mundial.” (“Carta a Kugelmann”, 17 de abril de 1871.) Berneri tenía razón. Atrapada entre los prusianos-Franco y el Versalles-Valencia, la Comuna de Cataluña podría haber sido una antorcha que encendiera al mundo. ¡Y bajo condiciones incomparablemente más favorables que la Comuna! (…)
* * *
En la mañana del martes, 4 de mayo, los obreros armados de las barricadas se sintieron nuevamente, como el 19·de julio, amos de su mundo. Al igual que el 19 de julio, los elementos pequeño-burgueses y burgueses se ocultaron, aterrorizados en sus casas. Los sindicalistas del PSUC permanecieron pasivos. Sólo parte de la policía, las guardias armadas del PSUC y los matones armados de Estat Català permanecieron en las barricadas del gobierno. Esas barricadas estaban únicamente en el centro de la ciudad, rodeadas por los obreros armados.
El primer discurso radiofónico de Companys da un índice de la situación: declaró que la Generalidad no se responsabilizaba por lo ocurrido en la Telefónica. Todos los suburbios de la ciudad estaban en manos de los obreros, dirigidos por sus comités de defensa locales, con la ayuda de la CNT, el POUM y la Juventud Libertaria. Tan completo era el control obrero que en la noche del lunes casi no hubo disparos. Lo único que faltaba para imponer la supremacía era la coordinación y la acción conjunta dirigida desde el centro... En ese centro, la Casa CNT, los dirigentes prohibieron toda movilización y ordenaron a los obreros abandonar las barricadas11.
A los dirigentes de la CNT no les preocupaba organizar a las masas armadas. Se ocupaban de negociaciones interminables con el gobierno. Era el juego que más le convenía al gobierno: retener a las masas sin dirección en las barricadas, engañándolas con la esperanza de que se hallaría una solución digna. La reunión en el Palacio de la Generalidad se prolongó hasta las seis de la mañana. Esto dio a las fuerzas gubernamentales el respiro necesario como para fortificar los edificios de gobierno y, al igual que los fascistas en julio, ocupar las torres de la Catedral.
A las once de la mañana del martes se reunieron los funcionarios [sindicales de la CNT], no para organizar la defensa sino para elegir un nuevo comité de negociación con el gobierno. En ese momento Companys presentó una nueva exigencia. Por supuesto que podemos llegar a un acuerdo amistoso; todos somos antifascistas, etcétera, etcétera, dijeron Companys y el primer ministro Tarradellas, pero no podemos negociar sin limpiar las calles de hombres armados. El Comité Regional de la CNT apareció el martes en las barricadas con un micrófono para repetir el siguiente llamado: “Os llamamos a deponer las armas. Pensad en nuestro gran objetivo, común a todos… ¡La unidad ante todo! Deponed las armas. Una sola consigna: ¡Luchar para batir al fascismo!”
Solidaridad Obrera tuvo el descaro de publicar la noticia del ataque del lunes a la Telefónica en la página ocho -para no alarmar a los milicianos en el frente, que lo recibían por cientos de miles-sin mencionar las barricadas y sin dar ninguna directiva, salvo la de “mantener la calma”.
11 La crónica crítica de los acontecimientos de los dos días siguientes se basa en datos suministrados por dos camaradas norteamericanos, Loís y Charles Orr (éste fue editor de Spanish Revolution, el periódico del POUM en inglés) y al largo y documentado informe de los bolcheviques-leninistas españoles publicado en La Lutte Ouvrière, del 10 de junio de 1937.
A las cinco de la tarde llegaron delegaciones de los comités nacionales de UGT y CNT de Valencia y dirigieron un llamamiento conjunto al “pueblo”: Deponed las armas. Vásquez, secretario general de la CNT, hizo un llamamiento radiofónico conjunto con Companys. La noche pasó en medio de nuevas negociaciones -¡el gobierno siempre estaba dispuesto a hacer acuerdos que obligaran a los obreros a abandonar las barricadas!- en las que se acordó crear un gabinete provisional de cuatro miembros: CNT, PSUC, Unió de Rabassaires [campesinos] y Esquerra [Republicana] tendrían un representante cada uno. Se acordó que dirigentes importantes de la CNT concurrieran a los lugares de ofensiva obrera, como Collblanch, donde tuvieron que persuadir a los obreros de que desistieran de tomar los cuarteles locales. Mientras tanto, llegaban otras llamadas del local central de los Trabajadores del Cuero, del Sindicato Médico, de la Juventud Libertaria, pidiendo ayuda al Comité Regional... la policía atacaba.
Miércoles 5 de mayo: ni los numerosos llamamientos por radio, ni el llamado conjunto de la CNT y UGT, ni la creación de un nuevo gabinete habían servido para desalojar a los obreros armados de las barricadas. Allí los obreros anarquistas rompieron ejemplares de Solidaridad Obrera y agitaron puños y pistolas en dirección a las radios cuando Montseny -la habían llamado de apuro a Valencia cuando Vásquez y García Oliver fracasaron-exhortó a las barricadas a dispersarse. Los comités de defensa locales informaron a la Casa CNT: los obreros no se dispersarán incondicionalmente. Bien, les daremos condiciones. La CNT enviaba por radio sus propuestas al gobierno: cese de hostilidades, cada partido mantendrá sus posiciones, la policía y civiles que combaten en el bando de la CNT (es decir, los no afiliados) se retirarán, los comités correspondientes se informarán inmediatamente de cualquier ruptura del pacto, no se responderá al fuego aislado, los defensores de los locales sindicales permanecerán en los mismos aguardando instrucciones. El gobierno no tardó en manifestarse de acuerdo con las propuestas de la CNT ¿Por qué no? El único objetivo del gobierno era poner fin a los combates de las masas, para así quebrar su resistencia para siempre. Por otra parte, el “acuerdo” no obligaba al gobierno a cosa alguna. No es casual que no se mencionara el control de la Telefónica ni el desarme de las masas.
Durante la noche la CNT y la UGT (que controlaban los stalinistas) complementaron el acuerdo con llamadas a volver al trabajo. “Las organizaciones y partidos antifascistas reunidos en el Palacio de la Generalidad han resuelto el conflicto que creó esta situación anormal -decía el manifiesto conjunto-. Estos acontecimientos nos enseñan que de aquí en adelante deberemos establecer relaciones de camaradería y cordialidad, cuya falta lamentamos profundamente durante los últimos días” Sin embargo, como reconoce Souchy, las barricadas estuvieron defendidas durante la noche del miércoles.
Pero en la mañana del jueves, día 6, el POUM ordenó a sus miembros abandonar las barricadas, muchas de las cuales soportaban aún el asedio. El martes, el manifiesto de los Amigos de Durruti, que hasta el momento había tenido una actitud de frialdad para con el POUM, había saludado su presencia en las barricadas, calificándolo de “fuerza revolucionaria”. La Batalla12 del martes había permanecido en el marco de la teoría de que no había que derrocar al gobierno por la fuerza mientras durara la guerra civil, pero pedía la destitución de Salas y Aiguadé y la derogación de los decretos de disolución de las patrullas obreras, llamando a los obreros a permanecer tras las barricadas. Por limitado que fuese este programa, contrastaba tanto con el llamamiento del Comité Regional de la CNT de abandonar las barricadas, que el prestigio del POUM entre las masas anarquis
tas creció a pasos agigantados. El POUM tuvo la oportunidad sin precedentes de ponerse a la cabeza del movimiento.
En cambio, la dirección del POUM puso su destino en manos de la dirección de la CNT una vez más. No hizo propuestas públicas a la CNT para actuar de forma conjunta ante las masas, propuestas que darían a la rebelión elemental un eje de exigencias específicas para plantear a sus direcciones (en todo un año el POUM, con su actitud de obsecuencia [sumisión] servil hacia la dirección de la CNT, no había hecho una sola propuesta de frente único) sino una conferencia entre bambalinas con el comité regional de la CNT. Cualesquiera que fuesen las propuestas del POUM, la CNT las rechazó. ¿No estáis de acuerdo? Nada diremos y a la mañana siguiente La Batalla ni mencionaba las propuestas del POUM a la CNT, la cobardía de los dirigentes de la CNT, su negativa a organizar la defensa, etc. su negativa a organizar la defensa, etcétera: En lugar de ello, decía: “El proletariado de Barcelona ha ganado una batalla parcial a la contrarrevolución”. Veinticuatro horas más tarde: “rechazada la provocación contrarrevolucionaria, es necesario abandonar las calles. Trabajadores, volved al trabajo.” (La Batalla, 6 de mayo.)
Las masas habían exigido la victoria sobre la contrarrevolución. Los burócratas de la CNT se habían negado a pelear. ¡Los centristas del POUM cerraron el abismo entre las masas y los burócratas asegurándoles que la victoria era un hecho! Los Amigos de Durruti habían acudido al frente el miércoles, llamando a los obreros de la CNT a repudiar las órdenes de abandono de las barricadas emanadas de la Casa CNT y a seguir la lucha hasta tomar el poder. Habían acogido calurosamente la colaboración del POUM. Las masas seguían en las barricadas. El POUM, que tenía cuanto menos treinta mil obreros en Cataluña, podía inclinar la balanza inestable hacia cualquier lado. Su dirección inclinó la balanza hacia la capitulación. Otro golpe terrible para los aguerridos obreros: el Comité Regional de la CNT denunció a toda la prensa -incluida la stalinista y la burguesa- que los Amigos de Durruti eran agentes provocadores; desde luego que el jueves a la mañana todos los diarios publicaron esta noticia en primera plana. La prensa del POUM no defendió de ningún modo a la izquierda anarquista de las viles calumnias.
* * *
El jueves, día 6 de mayo, estuvo repleto de instancias de esa “victoria” en cuyo nombre el POUM llamó a los obreros a abandonar las barricadas. Por la mañana se descubrió el cadáver de Camillo Berneri allí donde lo habían arrojado los guardias del PSUC, que lo habían secuestrado enfermo en su casa la noche anterior. Berneri, dirigente espiritual del anarquismo italiano desde la muerte de Malatesta, dirigente de la insurrección de Ancona en 1914, escapado de las garras de Mussolini, había combatido a los reformistas (incluida la CNT) desde su influyente periódico Guerra di Classe. En pocas palabras definió la política stalinista: “Esto huele a Noske”. En tono enérgico desafió a Moscú: “Aplastada entre los prusianos y Versalles, la Comuna de París encendió un fuego que incendió el mundo. Recuérdenlo los generales Goded de Moscú”. A las masas de la CNT les había dicho: “El dilema ‘guerra o revolución’ ya no tiene significado. El único dilema es: victoria sobre Franco gracias a la guerra revolucionaria, o derrota.” ¡Cuán terriblemente acertada fue su identificación de los stalinistas con Noske! Así como el socialdemócrata Noske hizo secuestrar y asesinar a Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, los stalino-demócratas asesinaron a Camillo Berneri.
Honor a nuestro camarada Camillo Berneri. Recordémoslo con el mismo amor que sentimos por nuestros Karl y Rosa. En el momento de escribir estas líneas, no puedo dejar de llorar, camaradas, de llorar por Camillo Berneri. La lista de nuestros mártires es tan larga como la vida de la clase obrera. Afortunados aquéllos que cayeron en lucha abierta con el enemigo de clase, en medio de la batalla, al lado de sus camaradas. Es más terrible morir acuchillado por quienes se dicen socialistas o comunistas, como murieron Karl y Rosa, como mueren nuestros camaradas en el exilio en Siberia. La angustia de Camillo Berneri fue algo especial. Murió a manos de los “marxistas leninistas stalinistas” mientras sus mejores amigos, Montseny, García Oliver, Peiró, Vásquez, entregaban el proletariado de Barcelona a sus verdugos. Jueves 6 de mayo de 1937. Recordemos ese día.
Los dirigentes gubernamentales y anarquistas habían acudido a Lérida el miércoles para salir al paso de una fuerza escogida de cinco mil efectivos del POUM y la CNT que venían a marcha forzada desde Huesca, con artillería liviana. Representantes de Valencia y la Generalidad habían prometido que si las tropas obreras no avanzaban, el gobierno no llevaría más tropas a Barcelona. Esta promesa y las palabras de los dirigentes anarquistas detuvieron las tropas obreras. Sin embargo, el jueves, militantes de la CNT de los pueblos que alinean la ruta de Valencia a Barcelona habían telefoneado: hay cinco mil guardias de asalto en camino. ¿Debemos detenerlos?, preguntaban. Los dirigentes de la CNT ordenaron que se franqueara el paso a los Guardias, no llamaron a las tropas obreras acantonadas en Lérida y suprimieron la noticia de que los guardias estaban en camino.
El jueves día 6, a las 3, la Casa CNT ordenó a sus guardias evacuar la Telefónica. El gobierno y la CNT habían llegado a un acuerdo: ambos bandos retirarían sus fuerzas armadas. Apenas se fueron los guardias de la CNT, la policía ocupó todo el edificio y trajo partidarios del gobierno para ocupar los puestos técnicos de los obreros de la CNT. La CNT se quejó al gobierno: habéis roto vuestra promesa. La respuesta de la Generalidad fue: es un hecho consumado y no puede remediarse. “Si se hubiera informado inmediatamente a los trabajadores de los suburbios -reconoce el vocero de la CNT, Souchy- hubieran insistido en que se tomaran medidas más firmes y hubieran vuelto al ataque.” ¡De modo que los dirigentes anarquistas ultrademocráticos de la CNT simplemente se limitaron a suprimir la noticia!
Bajo las órdenes de la Casa CNT, los trabajadores anarquistas habían atendido todas las llamadas durante la lucha: revolucionarias y contrarrevolucionarias. Una vez que el gobierno se hizo cargo, los locales del FAI y la CNT quedaron totalmente aislados del centro. En las calles por las que los obreros iban y venían del trabajo, tal como les había ordenado la CNT-UGT, guardias de la policía y del PSUC registraban a todos, confiscaban carnets de la CNT, arrestaban a los militantes. A las 4 el PSUC y los Guardias de Asalto atacaron la estación ferroviaria central de Barcelona, en manos de la CNT desde el 19 de julio, con ametralladoras y granadas de mano. La pequeña guardia de la CNT trató de solicitar ayuda por teléfono... A las 4 el genera Pozas se presentó en la Consejería de Defensa de Cataluña (el consejero era de la CNT) e informó amablemente a los camaradas consejeros que el puesto de Consejero de Defensa de Cataluña había dejado de existir, que los ejércitos catalanes eran ahora la Cuarta Brigada del Ejército español, al mando del general Pozas. El gabinete de Valencia había adoptado esa decisión en cumplimiento de decretos militares que exigían un mando unificado, y que habían sido refrendados por los ministros de la CNT. La CNT, desde luego, entregó el mando a Pozas.
Noticias terribles provenían de Tarragona. En la mañana del miércoles una gran fuerza policial se había apoderado de la central telefónica. La CNT inmediatamente solicitó la inevitable reunión. Mientras proseguían las negociaciones, los stalinistas y republicanos se armaban; al día siguiente tomaron por asalto el local central de la Juventud Libertaria. Entonces la CNT solicitó otra reunión donde se le informó que habían llegado órdenes estrictas de la Generalidad de disolver las organizaciones anarquistas que no entregaran sus armas (recordemos que esas instrucciones provenían de un gobierno integrado por ministros anarquistas). Los representantes de la CNT acordaron entregar sus armas si el gobierno ponía en libertad a todos los presos, re
emplazaba a los guardias del PSUC y la policía por efectivos del ejército regular y garantizaba la inmunidad de todos los afiliados y locales de la CNT.
Por supuesto el delegado gubernamental, capitán Barbeta, estuvo de acuerdo. La CNT depuso las armas y durante la noche los guardias de asalto ocuparon los edificios de la CNT y asesinaron a varias decenas de anarquistas, entre ellos al escritor uruguayo Pedro Rúa, que había venido a combatir al fascismo y había ascendido a comandante de milicias. Casa CNT hizo notar que esto “rompía la palabra de honor empeñada por las autoridades el día anterior”. Mientras tanto, ni una palabra del asunto llegaba a las masas barcelonesas. Aunque la FAI-CNT estaba informada hora a hora de los acontecimientos13.
Jueves, día 6, a las 6 de la tarde: A la Casa CNT llega la noticia: el primer destacamento de Valencia, mil quinientos guardias de asalto, arribaron a Tortosa, en camino a Barcelona. Casa CNT envió la orden de no oponérseles, todo estaba arreglado, etcétera. Los guardias de asalto ocuparon todos los locales de CNT-FAI-Juventud Libertaria de Tortosa, arrestaron a todo el que encontraron y se llevaron a algunos, esposados, a las cárceles de Barcelona.
Las masas nada sabían de Tarragona, de Tortosa, de la Telefónica, de Pozas, de la llegada de los guardias valencianos. Pero los ataques a los trabajadores en las calles, en la estación de ferrocarril, el fuego abierto contra las barricadas, hicieron que muchos de los que se habían ido volvieran a las barricadas.
En respuesta a los cataclismos del jueves, Casa CNT “envió una delegación al gobierno para conocer sus intenciones” (Souchy), pero, sin esperar respuesta, emitió un nuevo manifiesto llamando a la calma. Mientras las barricadas tronaban, Casa CNT declaraba:
Ahora que hemos vuelto a la normalidad y los responsables del estallido han sido destituidos de toda función pública, que los obreros han vuelto al trabajo y Barcelona vuelve a la calma, la CNT y la FAI siguen colaborando lealmente, como en el pasado, con todos los sectores políticos y sindicales del frente antifascista. La mejor prueba de ello es que la CNT sigue colaborando lealmente con el gobierno central, el gobierno de la Generalidad y todas las municipalidades (…) La prensa de la CNT llamó a la calma y pidió a la población que volviera al trabajo, Las noticias enviadas por radio a los sindicatos y comités de defensa fueron otros tantos llamados a mantener la calma.
Una prueba más de que la CNT no quiso romper el frente antifascista, y no lo hizo, es que, cuando se formó el nuevo gobierno de la Generalidad el 5 de mayo, los representantes de la CNT de Cataluña le ofrecieron todas las facilidades y el secretario de la CNT integró el gobierno. Los miembros de la CNT que controlaban el Consejo de Defensa (Consejería) de la Generalidad dieron órdenes, a sus fuerzas de no intervenir en el conflicto a favor de bando alguno. Garantizaron el cumplimiento de dichas órdenes.
El Comité de Defensa de la CNT también dio órdenes a todos los distritos de Barcelona de que nadie viniera al centro a responder a las provocaciones, También se cumplieron esas órdenes (…) Muchas trampas acecharon a la CNT hasta el fin, pero la CNT permaneció firme en su posición y no se dejó provocar. _
Jueves día 6, a la noche: Guardias del PSUC y de asalto siguieron con los arrestos, asaltos, tiroteos. De modo que la Casa CNT-FAI envió una nueva delegación al gobierno con la propuesta de cese de hostilidades: todos los grupos deberán retirar sus guar
13 La historia apareció justo en la edición del 15-16 de mayo de Solidaridad Obrera.
dias armadas y patrullas de las barricadas; libertad a todos los presos; nada de represalias.
Noticias de Tarragona y de Reus, “donde miembros del PSUC y Estat Català, aprovechando (!) la presencia de algunos Guardias de Asalto que pasaban camino de- Barcelona, utilizaron su ventaja circunstancial para desarmar y matar a los obreros” (Souchy).
“La CNT trató de obtener del gobierno en Valencia y Barcelona la promesa de que las Guardias de Asalto no entrarían inmediatamente en la ciudad sino que se detendrían en las afueras hasta que se aclarara la situación... Sentían cierto escepticismo respecto de las garantías de que las tropas que vinieran serían leales a los obreros” Pero ese escepticismo (¿cuándo surgió?) no lo compartían los ministros de la CNT en los gabinetes de Valencia y Cataluña, que habían votado a favor de que el gobierno central se hiciera cargo del orden público en Cataluña. Con ello, la Consejería de Orden Público de Cataluña había dejado de existir el 5 de mayo.
La noche del 6 al 7 de mayo: “Una y otra vez, los anarquistas, ansiosos de poner fin al conflicto, pidieron negociar”. Desde luego, el gobierno siempre estaba dispuesto a negociar mientras sus fuerzas quebraban la resistencia de la clase obrera, encubiertas por la Casa CNT. Los obreros anarquistas de la vecindad acudieron en defensa de Tarragona y Tortosa. A las cuatro, el Comité Provincial informó a Casa CNT-FAI que estaban dispuestos a detener las Guardias provenientes de Valencia, No lo hagáis, respondió Casa CNT. A las 5,15 el gobierno y Casa CNT llegaron a otro acuerdo: armisticio, todos a abandonar las barricadas, ambos bandos a poner a los respectivos prisioneros en libertad, las patrullas obreras a reanudar sus funciones... Nuevamente, el Comité Regional informó a los obreros: “Habiendo logrado un acuerdo (…) queremos notificaros (…) que se ha establecido la paz y la calma (…) mantened la calma y la presencia de ánimo (…)”.
Viernes, día 7 de mayo: Cumpliendo órdenes de la Casa CNT-FAI, algunos obreros empezaron a desmantelar las barricadas. Pero las barricadas de la Guardia de Asalto, PSUC y Estat Català permanecieron intactas. Los guardias de asalto desarmaban sistemáticamente a los obreros. Una vez más, apenas vieron que el gobierno seguía la ofensiva, los obreros volvieron a las barricadas, contra la voluntad de CNT y POUM. Pero la desilusión y el desaliento habían hecha presa de muchos; numerosos obreros anarquistas confiaron en Casa CNT-FAI hasta el fina; otros, a medida que perdían su fe, buscaban una dirección en el POUM hasta que éste ordenó a sus militantes abandonar las barricadas. Los Amigos de Durruti y los Bolcheviques-Leninistas pudieron arrastrar a los obreros a las barricadas el jueves y viernes a la noche, pero sin la suficiente fuerza ni influencia entre estas masas como para organizarlas para una lucha prolongada.
Los guardias [de asalto] valencianos llegaran el viernes, día 7. Inmediatamente se apoderaron de la prensa y de los dirigentes de los “Amigos de Durruti”. Grupos de guardias patrullaban las calles para impresionar a los obreros. “El gobierno de la Generalidad ha aplastado la insurrección con sus propias fuerzas”, anunció Companys. Vamos, respondió la CNT, usted sabe que no fue una insurrección, usted mismo lo dijo. “Debemos eliminar a los incontrolables”, respondió Campanys...
No se cumplió la promesa de liberar a los presos; por el contrario, comenzaron los arrestos en masa. Otra promesa era la de no tomar represalias; durante las semanas subsiguientes se descargaron represalias brutales sobre las ciudades y barrios que habían osado resistir. El gobierno mantuvo el control de la Telefónica, desde luego: ése había sido el origen del conflicto. El control de la policía estaba ahora en Valencia. ¡Sería entregado
poco después... a los stalinistas! La consejería de Defensa y el ejército catalanes habían quedado en manos de Valencia: pronto serían entregados a Prieto. Poco después serían disueltas las patrullas obreras, mediante la aplicación del decreto de orden público de Aiguadé. Con el torrente de tropas valencianas se acabó la autonomía de Cataluña. Aiguadé, “destituido’” según la CNT, sería, una semana más tarde, representante de la Generalidad en el gobierno central en Valencia... en el que seguiría participando la CNT.
Cuando los Guardias de Asalto entraron en Barcelona, La Batalla se quejó: “Esta es una provocación. Tratan de convertir nuestra victoria en derrota mediante una demostración de fuerza.” y lloriqueó: “Fue el POUM el que aconsejó abandonar las calles y volver al trabajo; fue él -nadie puede dudarlo- quien más aportó a la normalización de la situación”. Sin embargo, la docilidad de la oveja poumista no la salvó del lobo. ¡Lamentables políticos las que no pueden distinguir la victoria de la derrota!
“No nos sentimos moral ni físicamente fuertes como para organizar a las masas para la resistencia”, declaró un miembro de la Ejecutiva del POUM a Charles Orr el martes, día 4. De modo que… convirtieron su impotencia en “victoria”, para justificar poner fin a la lucha.
Supongamos que el POUM se hubiese puesto al frente y, a pesar de la CNT, hubiese tratado de dirigir a los obreros hacia un verdadero armisticio, esto es, con los obreros armados en las calles y las fábricas, listos para repeler cualquier ofensiva futura. Supongamos que ello no hubiera ocurrido, que el POUM y los obreros hubieran sido vencidos por la fuerza de las armas. “En el peor de Íos casos -señala la oposición del POUM-, se hubiera podido organizar un comité de defensa, basado en representantes de las barricadas. Para eso hubiera bastado con celebrar una reunión de delegados de las barricadas del POUM y de los que quisieran venir de la CNT, para nombrar un comité central provisional. El comité local del POUM trató de poner en práctica esa línea el martes a la tarde, pero ‘no despertó el menor entusiasmo en la dirección”. Semejante organismo central, enraizado en las masas, habría podido al menos, organizar la resistencia a lo que vino después: asaltos, arrestos, represión de la prensa, ilegalización de Amigos de Durruti y del POUM.
Ese intento de organizar la resistencia no hubiera causado más víctimas, por cierto, de las que causó la capitulación: quinientos muertos, mil quinientos heridos, bajas producidas en su mayoría una vez que la CNT ordenó la retirada el martes por la tarde; cientos de muertos y heridos durante la “barrida” de las semanas posteriores; la “limpieza” de las tropas poumistas y anarquistas, enviadas durante las semanas siguientes a la primera línea de fuego sin protección de la artillería ni la aviación; el asesinato de Nin, Mena y otros dirigentes del POUM, el arresto de miles y decenas de miles de militantes en el período subsiguiente. La capitulación provocó, por lo menos, la misma cantidad de víctimas que hubiera provocado la lucha y la derrota.
La oposición del POUM -y no es una oposición trotskista- tuvo toda la razón cuando afirmó en su Boletín del 29 de mayo:
Esta retirada, ordenada sin condiciones, sin obtener el control del orden público sin la garantía de las patrullas obreras, sin órganos de frente único obrero y sin una explicación satisfactoria a la clase obrera, colocando a todos los elementos en pugna -revolucionarios y contrarrevolucionarios- en la misma bolsa, es una de las mayores capitulaciones y traiciones al movimiento obrero.
La lógica de hierro de la política es inexorable. El camino erróneo lleva a quienes lo emprenden a extremos insospechados. Decidida a continuar su política de colaboración con el Estado burgués, la dirección anarquista -parece que fue sólo ayer que estos mismos combatieron a muerte a la monarquía- sacrificó las vidas y el futuro de sus partidarios de la manera más cobarde. Aferrados a la cola de la CNT, los dirigentes del POUM alejaban a los obreros de las barricadas mientras éstas se hallaban aún bajo el fuego: Ni ellos mismos se hubieran creído capaces, hace un año de caer tan bajo. Los dirigentes que han traicionado a los obreros como lo hicieron éstos están perdidos irremediablemente para la causa revolucionaria; no pueden volver atrás, reconocer su terrible complicidad... Pero dan lástima, porque a la mañana siguiente de su traición, la burguesía, fortalecida por ellos, los liquidará también.
Recordemos a los exégetas del POUM otro aspecto en el que su analogía con el julio de 1917 en Petrogrado no es válida. Con la derrota de la “movilización armada” la burguesía salió salvajemente a cazar bolcheviques: Trotsky [fue] a la cárcel; Lenin y Zinoviev a ocultarse, los periódicos bolcheviques clausurados. Surgió el clamor: los bolcheviques son agentes alemanes. [Pero] Cuatro meses más tarde los bolcheviques dirigieron la Revolución de Octubre. En el momento de escribir estas líneas, han pasado seis meses desde las jornadas de mayo y el POUM sigue aplastado, muerto. La analogía no es válida en virtud de la siguiente diferencia: los bolcheviques se colocaron, sin miedo, a la cabeza de la movilización de julio, convirtiéndose así en carne y sangre de las masas. El POUM volvió la espalda a las masas
y éstas, a su vez, no se sintieron obligadas a salvar el POUM.
de 1936: el día en que se desencadenó una revolución que se había
ido incubando desde la caída de Alfonso XIII en 1931 y que
había venido precedida por la gesta revolucionaria de la Comuna
asturiana de 1934. El 19 de julio de 1936, desobedeciendo al
gobierno del Frente Popular, las masas trabajadoras se armaron
e hicieron frente al levantamiento fascista, aplastándolo en la
mayor parte del territorio republicano.
Esta magnífica victoria de los obreros armados puso en marcha
una de las revoluciones más profundas que se han conocido.
Mientras el estado burgués republicano caía desmoronado,
emergía el poder obrero en las fábricas y los campos, en la retaguardia
y en el frente. Catalunya, el mayor bastión de la clase
trabajadora y el lugar donde el predominio de la CNT era más
indiscutible, fue donde la revolución llegó más lejos.
Como ocurre en toda verdadera revolución, se creó una situación
de doble poder. Teníamos, de un lado, el poder de los trabajadores,
en los primeros tiempos el único poder real y efectivo, y del
otro, el viejo estado republicano, con una existencia inicial fantasmal,
que a duras penas conservaba sus símbolos, sin fuerza
ni autoridad. Eran los momentos en que Companys decía a los
dirigentes de la CNT: “todo está en vuestro poder (…). Si no
me necesitáis o queréis como presidente, decídmelo”.
En los primeros meses, tomar el poder y establecer una república
de los trabajadores sólo requería una cosa: quererlo. Pero los dirigentes
de las principales organizaciones obreras no quisieron.
Por el contrario, con la excusa de “primero ganar la guerra”, se
dedicaron a reconstruir el derruido estado burgués republicano.
En esta tarea los más despiadados fueron los stalinistas, pero
casi todos participaron. Fue necesario que Largo Caballero, representante
del ala izquierda del PSOE y máximo dirigente de la
UGT, formara gobierno e integrara en él a la alta dirección anarquista1,
para iniciar el trabajo de demolición del poder obrero y
de reconstrucción del viejo estado republicano, con su policía,
su ejército y sus organismos burocráticos.
Se abrió, así, una amarga lucha entre los dos poderes. El impulso
revolucionario era demasiado profundo y poderoso para dejarse
arrebatar impunemente las conquistas del 19 de julio. Hicieron
falta más de nueve meses de agresiones, engaños e insidias para
que la contrarrevolución en el bando republicano se atreviera
a organizar el choque abierto con el principal baluarte de la
revolución: la clase obrera barcelonesa. Fueron los stalinistas
quienes lo protagonizaron, mediante la provocación del asalto
a la Telefónica de plaza Catalunya, controlada por la CNT. La
reacción espontánea fue la huelga general y el levantamiento armado
de los obreros barceloneses, adueñándose de la ciudad:
estos son los Hechos de Mayo de 1937, narrados con detalle por
Félix Morrow y reproducidos más adelante.
Las situaciones de doble poder son situaciones históricas excepcionales
que no pueden mantenerse mucho tiempo. Uno de los
dos poderes ha de vencer. Los Hechos de Mayo de 1937 plantearon
abiertamente el enfrentamiento entre los dos poderes enfrentados:
de un lado, la policía del estado republicano reconstituido
y, del otro, las patrullas y organismos de defensa de los
trabajadores, que aún mantenían su fuerza. Lo que planteaba la
insurrección armada de los obreros era, sencillamente, la toma
del poder. Ésta era la posición que defendieron los Amigos de
Durruti y los trotskistas en las barricadas de Barcelona. Al final,
sin embargo, después de rechazar durante cuatro días los
continuos llamamientos a abandonar las barricadas lanzados por
la dirección oficial anarquista - secundada por la dirección del
POUM-, los obreros barceloneses se retiraron. No fueron vencidos
por las armas sino desmoralizados por sus dirigentes, en
ausencia de una nueva dirección.
Las consecuencias de la derrota fueron dramáticas. Sólo durante
esos días hubo 500 asesinados. Una semana más tarde caía
Largo Caballero, sustituido por el gobierno Negrín, con los ministros
anarquistas y ugetistas expulsados y con los stalinistas
como fuerza dominante. Los revolucionarios fueron ilegaliza-
1 Con la oposición de Durruti, Berneri y muchos cuadros medios y militantes
de base anarquistas.
dos, perseguidos y asesinados y las conquistas revolucionarias
arrebatadas, las condiciones de vida de la población trabajadora
sufrieron graves retrocesos y la república se convirtió en un régimen
policíaco controlado por el SIM2. Negrín declaró que ahora
podía, por fin, asegurar “la tranquilidad absoluta en la retaguardia”,
lo que le permitiría lograr la victoria. Pero el “gobierno de
la victoria” sólo cosechó derrota tras derrota para, en abril de
1938, proclamar sus famosos “13 puntos para la paz”, que Franco
rechazó despectivamente.
Y es que, como había dicho Camillo Berneri, el gran revolucionario
anarquista italiano (asesinado por los stalinistas durante las
Jornadas de Mayo): “el dilema ‘guerra o revolución’ ya no tiene
significado. El único dilema es: victoria sobre Franco gracias a
la guerra revolucionaria, o derrota” La derrota de la revolución
trajo la desmoralización generalizada de los trabajadores. La derrota
militar sólo era cuestión de tiempo.
Saint-Just, el gran revolucionario jacobino francés afirmó:
“quienes hacen las revoluciones a medias cavan sus tumbas”.
La dirección oficial anarquista, decidida a mantener su colaboración
con el gobierno del Frente Popular, sacrificó cobardemente
la vida y el futuro de sus partidarios. Pero, una vez que lo hizo,
dejó de ser necesaria y fue expulsada del gobierno y atacada. Los
dirigentes del POUM, entraron al primer gobierno de la Generalitat
y sirvieron para frenar el movimiento y para anularse a si
mismos. Después, ya podían darles la patada. En Mayo de 1937
se aferraron de nuevo a los jefes de la CNT y dejaron a los suyos
y a sí mismos a merced de la represión contrarrevolucionaria.
Al final, hasta los propios stalinistas probaron su propia medicina.
Una vez completada su infame misión, y con la derrota militar
en ciernes, ellos mismos acabaron convirtiéndose en un estorbo
para firmar la paz con los franquistas. Los gobiernos inglés
y francés y los republicanos burgueses ya no los necesitaban. El
golpe de Besteiro-Miaja-Casado de marzo de 1939 los expulsó
del gobierno y lanzó la represión contra el PCE, golpeando duramente
a sus bases, mientras los jefes huían al exilio.
LAS JORNADAS DE MAYO, BARRICADAS EN BARCELONA
Barcelona siempre había sido el gran centro industrial de España;
lo fue aún más después del estallido de la Guerra Civil;
y esas fuerzas económicas estaban ahora en manos de obreros
y campesinos (así lo creían ellos). Allí estaba toda la industria
textil española. Sus obreros proveían al ejército y a la población
civil de ropa y mantas, y también de las vitales exportaciones.
Con el virtual aislamiento de las plantas metalúrgicas y siderúrgicas
de Bilbao del resto de España, los obreros metalúrgicos y
químicos de Cataluña habían creado, con heroico esfuerzo, una
gran industria bélica para pertrechar a los ejércitos antifascistas.
Las granjas colectivas, con las mejores cosechas de la historia
de España, alimentaban a los ejércitos y ciudades y exportaban
frutos cítricos. Los marineros de la CNT llevaban las exportaciones
con las que España conseguía créditos en el extranjero
y volvían con preciosas cargas para la lucha contra Franco. Las
masas de la CNT mantenían los frentes de Aragón; habían enviado
a Durruti y lo mejor de sus milicias para salvar Madrid en el
momento preciso. En una palabra, el proletariado catalán era la
espina dorsal de las fuerzas antifascistas, y lo sabía.
Más aún, después del 19 de julio el propio Companys reconoció
este poder… [dirigiéndose a la CNT]: “vosotros solos vencisteis
a los soldados fascistas (…) Habéis conquistado y todo
está en vuestro poder (…). Si no me necesitáis o queréis como
presidente, decídmelo (…)
En consecuencia, la alarma y rabia de las masas catalanas ante
los avances contrarrevolucionarios eran las emociones de hombres
liberados, amos de su destino, ante el peligro de volver a ser
esclavos. ¡Nada de someterse sin luchar!
El 17 de abril -al día siguiente del reingreso de los ministros de
la CNT a la Generalitat- una fuerza de carabineros llegó a Puigcerdà
y exigió que las patrullas obreras de la CNT entregaran
la aduana. Mientras los dirigentes máximos de la CNT acudían a
Puigcerdà a negociar una solución pacífica -o sea, a convencer a
los obreros de que entregaran el control de la frontera- guardias
de asalto y civiles fueron a Figueres y otras ciudades de la provincia
a tomar el control de policía de manos de las organizaciones
obreras. Al mismo tiempo, en Barcelona guardias de asalto
procedían a desarmar a los obreros en la calle. Durante la última
semana de abril informaron haber desarmado trescientos obreros:
Todas las noches había choques entre obreros y guardias.
Camiones cargados de guardias desarmaban a los obreros solitarios.
Los obreros respondían. Al obrero que no se entregaba, lo
fusilaban. A su vez, francotiradores obreros mataban guardias.
El 25 de abril fue asesinado en Molins de Llobregat el dirigente
sindical del PSUC, Roldán Cortada. Hasta el día de hoy no se
conoce al asesino. La CNT denunció el asesinato y propuso una
investigación. El POUM señaló como hecho notable que antes
de la fusión Cortada había sido correligionario de Caballero y
se oponía al espíritu de pogrom que trataban de imponer los stalinistas.
Pero el PSUC utilizó la ocasión para denunciar a los
“incontrolables”; “agentes fascistas ocultos”, etcétera. El 27 de
abril los representantes de la CNT y el POUM concurrieron al
funeral de Cortada, para encontrarse con una demostración de
las fuerzas contrarrevolucionarias. Durante tres horas y media,
el “cortejo” -soldados y policías del PSUC y del gobierno, traídos
desde los lugares más distantes y armados hasta los dientes-
atravesó los distritos obreros de Barcelona. Era un desafío
que las masas de la CNT no dejaron de ver. Al día siguiente el
gobierno envió una expedición punitiva a Molins de Llobregat,
arrestó a los dirigentes anarquistas locales y los llevó esposa-
3 Capítulo X de Revolución y contrarrevolución. Félix Morrow. Editorial
Pluma
dos a Barcelona. Esa noche y la siguiente, grupos de la CNT
y del PSUC-guardias de asalto se desarmaban mutuamente en
las calles. En las calles de los suburbios obreros aparecieron las
primeras barricadas.
Los Carabineros, reforzados por el PSUC, atacaron las patrullas
obreras de Puigcerdà. Antonio Martín, alcalde y dirigente de la
CNT, popular en toda Cataluña, fue fusilado por los stalinistas.
El Primero de Mayo, la más vieja y querida de las celebraciones
proletarias, amaneció con la prohibición gubernamental de realizar
demostraciones y mítines en toda España. En esas últimas
jornadas de abril, los obreros de Barcelona supieron por primera
vez, por las páginas de Solidaridad Obrera4, qué les había ocurrido
a sus camaradas en Madrid y Murcia a manos de la GPU
stalinista.
* * *
La Telefónica, edificio central de teléfonos que dominaba la plaza
más importante de Barcelona, había sido ocupada [en julio de
1936] por las tropas fascistas. Los Guardias de Asalto enviados
por el gobierno la habían entregado sin luchar. Su reconquista
le
había costado muchas bajas a la CNT: tanto más valiosa era la
posesión del edificio. Desde el 19 de julio ondeaba en su torre
la bandera roja y negra de la CNT. Los obreros de la ciudad la
veían. Desde el 19 de julio las comunicaciones telefónicas
habían
estado en manos de comités de la CNT-UGT, con la presencia
de una delegación gubernamental en el edificio. El persona
era de la CNT en su casi totalidad y guardias armadas de la CNT
lo defendían contra asaltos fascistas.
El control de la Telefónica era un caso concreto de doble poder.
La CNT podía escuchar las llamadas del gobierno. El bloque
burgués-stalinista jamás sería amo de Barcelona mientras los
obreros
estuviesen en condiciones de interrumpir la coordinación
telefónica
de las fuerzas gubernamentales.
El lunes 3 de mayo a las 15 horas tres camiones repletos de guardias
de asalto llegaron a la Telefónica, bajo el mando personal
de Rodríguez Salas, comisario de Orden Público del PSUC5.
Tomados por sorpresa, los guardias de los pisos bajos fueron
desarmados. Un poco más arriba, una ametralladora impedía
el ascenso. Salas pidió refuerzos. Los dirigentes anarquistas le
rogaron que abandonara el edificio. Se negó. La noticia corrió
4 Periódico central de la CNT
5 La prensa stalinista “solucionó” el problema espinoso de justificar la toma
armada de la Telefónica con al menos cuatro explicaciones distintas: (…) Esta
es la versión final, la historia contada por Salas, según la sección catalana de
la Komintern: “En primer lugar, no hubo ocupación de la Telefónica, ni se trataba
de ocuparla. Recibí del Consejero de Orden Público Aiguadé, la orden,
por escrito, de instalar un delegado gubernamental
en el edificio, quedando yo
responsable de cumplirla. Entré en el edificio con el capitán Menéndez y mi
guardia personal de cuatro hombres. Expliqué cuál era mi misión y pedí hablar
con algún miembro responsable del Comité. Se nos dijo que no había ninguno.
Sin embargo, quedamos esperando en la planta baja mientras subían a ver. Dos
minutos después, ciertos individuos empezaron a tirotearnos desde la escalera.
No hubo heridos. Inmediatamente llamé para que enviaran guardias, no para
ocupar el edificio, al que ya habíamos ingresado, sino para montar un cordón
a su alrededor e impedir la entrada (...) Eroles (funcionario policial anarquista)
y yo subimos
a la planta superior del edificio, donde ya se habían instalado con
una ametralladora, granadas de mano y fusiles. Subimos sin escolta ni armas.
Arriba expliqué el motivo de mi visita. Bajaron. Se instaló el delegado conforme
a las órdenes. Se retiraron las fuerzas. No hubo bajas ni arrestos.” Según la
CNT, esta historia es mentira: Salas desarmó a la guardia del edificio y obligó a
los trabajadores a levantar las manos; los guardias de los pisos altos se retiraron
al día siguiente, luego de un acuerdo general de retirada de ambos bandos, que
el gobierno se apresuró a violar. Las cuatro versiones stalinistas demuestran las
dificultades para encubrir
la sencilla verdad: querían poner fin al control obrero
de la Telefónica y lo hicieron.
como un reguero de pólvora a las fábricas y los barrios obreros.
En dos horas, a las 17, los obreros ya acudían a los locales de la CNT y del POUM para armarse y levantar barricadas. Desde los calabozos de la dictadura de Primo de Rivera hasta el día de hoy, la CNT siempre ha mantenido sus comités de defensa locales, con su tradición de iniciativa local. Mientras no hubo dirección, hasta la semana siguiente, los comités lo fueron. En la primera noche casi no hubo disparos, puesto que los obreros eran incomparablemente más fuertes que las fuerzas gubernamentales. En los barrios obreros muchos policías gubernamentales, que no tuvieron estómago para presentar pelea, entregaban sus armas pacíficamente. Un testigo ocular, Lois Orr, escribe:
Para la mañana siguiente (martes, 4 de mayo), los obreros armados dominaban casi toda Barcelona. Todo el puerto, y con él la fortaleza de Montjuïc, cuyos cañones dominan el puerto y la ciudad, lo tenían los anarquistas, todos los suburbios estaban en sus manos; las fuerzas gubernamentales, exceptuando algunos cuarteles aislados, estaban totalmente superadas en número y concentradas en el centro de la ciudad, el distrito burgués, donde se los podía atacar desde todos los ángulos como atacaron a los rebeldes el 19 de julio dé 1936.
Las crónicas de la CNT, el POUM y otras fuentes lo confirman. En Lérida los guardias civiles entregaron sus armas a los obreros en la noche del lunes; lo mismo ocurrió en Hostafranchs. El POUM y la CNT tomaron, como “medida preventiva”, los locales del PSUC y Estat Català en Tarragona y Girona. Esto no era sino un comienzo de lo que podía hacerse, porque las masas catalanas se agruparon en su abrumadora mayoría en torno al estandarte de la CNT. La toma formal de Barcelona, la constitución de un gobierno revolucionario hubieran llevado, del día a la noche, al poder obrero. Ni la CNT ni el POUM sostienen seriamente lo contrario6.
Es por eso que las bases izquierdistas del POUM y la CNT, más algunos sectores de la Juventud Libertaria, los Amigos de Durruti y los Bolcheviques-Leninistas7 llamaban a la toma del poder a los obreros a través de la creación de órganos democráticos de defensa. El día 4 los Bolcheviques-Leninistas repartieron este volante por las barricadas:
Viva la ofensiva revolucionaria
Nada de compromisos. Desarmar a la Guardia Nacional Republicana y los Guardias de Asalto reaccionarios. Este es el momento decisivo. Después será demasiado tarde. Huelga general en todas las industrias salvo las relacionadas con la prosecución de la guerra, hasta que renuncie el gobierno reaccionario. Sólo el poder proletario puede garantizar la victoria militar.
Total armamento de la clase obrera.
Viva la unidad de acción de CNT-FAI-POUM
Viva el frente revolucionario del proletariado.
Comités de defensa revolucionaria en talleres, fábricas y barrios.
Sección Bolchevique-Leninista de España (por la Cuarta Internacional)
Los volantes de Amigos de Durruti, que exigían la creación de “una Junta revolucionaria, desarme total de las Guardias de Asalto y la Guardia Nacional Republicana8”, saludaban al POUM por unirse a los obreros en las barricadas y caracterizaban la situación en los mismos términos que los Bolcheviques-Leninistas. Aún manteniendo la disciplina de sus respectivas organizaciones, la izquierda de la CNT, la izquierda del POUM y de la Juventud Libertaria, estaban potencialmente de acuerdo con los
6 Hasta Fenner Brockway, dirigente del ILP, siempre a la derecha del POUM, sostiene que “durante dos días los obreros estuvieron en la cúspide. Una acción audaz y unificada de la dirección de la CNT hubiese derrocado al gobierno.”
7 La pequeña sección de la IVª Internacional
8 Nuevo nombre de la antigua Guardia Civil
Bolcheviques-Leninistas.
Sin duda, estaban en lo cierto: Ningún exégeta de las direcciones de la CNT y el POUM ha podido presentar un argumento contra la toma del poder que resista el menor análisis. Ninguno se atreve a negar que los obreros podrían haber tomado fácilmente el poder en Cataluña. Defienden su capitulación con tres argumentos principales: 1) que la revolución habría quedado aislada, circunscrita a Cataluña y habría sido derrotada desde afuera; 2) que los fascistas podrían haber aprovechado esta brecha para irrumpir triunfantes; 3) que la intervención directa de Inglaterra y Francia habría aplastado la revolución. Examinemos estos argumentos de cerca:
1.- Aislamiento de la revolución: La forma más radical y plausible que recibe este argumento se basa en una analogía con la “movilización armada” de julio de 1917 en Petrogrado. “Hasta los bolcheviques, en julio de 1917, no se decidieron a tomar el poder y se limitaron a mantenerse a la defensiva, sacando a las masas de la línea de fuego para que hubiera el menor número de bajas posible” (…)
[Pero] La movilización armada de Petrogrado estalló sólo cuatro meses después de la Revolución de Febrero (…) “La abrumadora mayoría de la población de ese gigantesco país justo empezaba a salir de las ilusiones de febrero. En el frente había un ejército de 12 millones de hombres, a los que justo entonces les llegaban los primeros rumores acerca de los bolcheviques. En esas condiciones, la insurrección aislada del proletariado petrogradense hubiera provocado inevitablemente su aplastamiento. Había que ganar tiempo. Fueron estas las circunstancias que determinaron la táctica bolchevique.”
En cambio, Mayo de 1937 español vino después de seis largos años de revolución que permitieron a las masas de todo el país adquirir una experiencia enorme. Las ilusiones democráticas de 1931 ya se habían hecho humo (…) Las masas habían demostrado una y otra vez que estaban dispuestas a seguir hasta el fin (…) La analogía con el Petrogrado de julio de 1917 es infantil.
[Además] (…) en España más de un tercio de las fuerzas armadas llevaban sus carnets de afiliados a la CNT; casi otro tercio eran afiliados de la UGT, en su mayoría socialistas de izquierda o bajo su influencia. Aún suponiendo que la revolución no se extendiera inmediatamente a Madrid y a Valencia, ¡eso es una cosa muy distinta de decir que el gobierno de Valencia habría contado con tropas como para aplastar la república obrera de Cataluña! [En realidad] Inmediatamente después de las jornadas de. Mayo, las masas de la UGT se mostraron claramente hostiles a la represión del proletariado catalán. Fue una de las razones que tuvo Caballero para abandonar el gobierno. Tanto menor la posibilidad de utilizarlas contra una república obrera triunfante. Ni siquiera las bases stalinistas hubieran provisto un ejército para ese propósito (…)
Más aún: podemos decir que el ejemplo de Cataluña hubiera encontrado imitadores inmediatamente. (…) el ejemplo de Cataluña (…) hubiera puesto fin al sentimiento de “debemos esperar”.
El ejemplo catalán no hubiera afectado únicamente a la España leal. Una España obrera hubiera lanzado una guerra revolucionaria contra el fascismo que habría desintegrado las filas franquistas con armas políticas, antes que militares. (…) Pocos días después del 19 de julio, Trotsky escribió:
Todos saben que una guerra civil no se libra sólo con armas militares sino también políticas. Desde el punto de vista estrictamente militar, la Revolución Española es mucho más débil que su enemigo. Su fuerza yace en su capacidad de llevar a la acción a las grandes masas (…)
Es necesario proclamar que, en adelante, las tierras, fábricas
y talleres pasarán de los capitalistas a las manos del pueblo. Es necesario avanzar inmediatamente en la concreción de este programa en las provincias donde los obreros tengan el poder. El ejército fascista no podría resistir la influencia de semejante programa: los soldados atarían a sus oficiales de pies y manos y los entregarían al cuartel de milicia más cercano. Pero los ministros burgueses no pueden aceptar semejante programa. Al frenar la revolución social, obligan a los obreros y campesinos a verter diez veces su cuota de sangre en la guerra civil’.
La predicción de Trotsky se cumplió. Al temer a la revolución más que a Franco, el gobierno frentepopulista no dirigió propaganda alguna a los campesinos del ejército y la retaguardia de Franco. El gobierno se negó totalmente a prometer la entrega de la tierra a esos campesinos, y esa promesa no hubiera surtido el menor efecto a menos que el gobierno decretara la entrega de la tierra a los comités de campesinos en sus propias regiones, desde las cuales la noticia habría llegado por miles de vías a los campesinos del resto de España. Temiendo a la revolución más que a Franco, el gobierno rechazó todas las propuestas (inclusive la de Abd-el Krim y otros moros) de incitar a la revolución en Marruecos mediante una declaración de independencia para Marruecos. Temiendo a la revolución más que a Franco, el gobierno llamó al proletariado internacional a conseguir que “sus” gobiernos apoyaran a España pero jamás llamó al proletariado a ayudar a España a pesar de sus gobiernos y contra éstos.
(…) en mayo de 1937: Si se hubiera instaurado una república obrera en Cataluña, no habría sido aplastada ni aislada. Se habría extendido rápidamente al resto de España.
2. Los fascistas habrían aprovechado la brecha: la segunda excusa para no tomar el poder en Cataluña se superpone con la primera en la medida en que niega implícitamente el efecto de la toma del poder sobre las fuerzas de Franco9.
Aún reconociendo que una revolución proletaria en mayo se hubiera extendido al resto de la España leal, los dirigentes de la CNT sostienen que “es obvio que, si lo hubiésemos deseado, podríamos haber transformado el movimiento defensivo en un movimiento puramente libertario (…) pero los fascistas habrían aprovechado esa circunstancia para romper las líneas de resistencia.” (García Oliver)10
Aunque esta clase de argumentación se dirige aparentemente a la situación de mayo en Cataluña, es, en realidad, mucho más profunda: es un argumento contra la toma del poder por la clase obrera durante la guerra civil.
(…) Pero en el campo puramente militar el gobierno tampoco luchó consecuentemente contra Franco. Digamos, para ser más precisos, que en una guerra civil no hay un muro entre las tareas políticas y las tareas militares. Temiendo más a la revolución que a Franco, el gobierno concentraba grandes contingentes de
9 Un conocido dirigente anarquista me dijo: “Ustedes los trotskistas son más utópicos de lo que nosotros fuimos nunca. Franco gobierna Marruecos con mano de hierro. Nuestra declaración de independencia de Marruecos no tendría el menor efecto”. Le recordé que Lincoln proclamó su Declaración de Emancipación de los esclavos mientras todo el Sur seguía en manos de la Confederación. Al menos los marxistas recordarán que Marx y Engels dieron enorme importancia a este acto político para la derrota del Sur. Otro anarquista dijo: “Nuestros campesinos ya han tomado muchas tierras, pero ello no ha afectado a los campesinos bajo Franco”. Luego reconoció que el temor de los campesinos era que el gobierno recuperara la tierra después de la guerra. En noviembre de 1917 los campesinos rusos también tomaron muchas tierras. Sin embargo, las labraban con suspicacia y temor. El Decreto soviético de nacionalización de la tierra transformó la psicología de los campesinos y los convirtió en partidarios ardientes del régimen soviético.
10 Discurso en París, Spain and the World (Anarquista) 2 de julio de 1937.
tropas y policías escogidas en las ciudades, retirando así tropas y pertrechos que hacían falta en el frente. Temiendo más a la revolución que a Franco, el gobierno aplicaba una estrategia militar dilatoria que no podía llevar a la guerra a conclusión alguna, mientras llevaba a cabo la contrarrevolución. Temiendo a la revolución más que a Franco, el gobierno subordinaba a los obreros vascos y asturianos al mando de la traicionera burguesía vasca, que pronto iba a entregar el frente Norte. Temiendo a la revolución más que a Franco el gobierno saboteaba los frentes de Aragón y Levante, controlados por la CNT. Temiendo más a la revolución que a Franco, el gobierno daba a los agentes fascistas (Asensio, Villalba, etcétera) la oportunidad de entregar fortalezas leales a Franco (Badajoz, Irún, Málaga).
La contrarrevolución golpeó terriblemente la moral de las tropas antifascistas. “Para qué morir luchando contra Franco cuando el gobierno fusila a nuestros camaradas”. Este era el sentimiento, tan peligroso en la lucha contra el fascismo, que prevalecía después de las jornadas de mayo, y era muy difícil combatirlo. Con todo esto, por lo tanto, la política gubernamental facilitaba las incursiones militares de Franco. La instauración de una república obrera hubiera puesto fin a toda esta traición, sabotaje y atentados a la moral. Con el instrumento de la planificación estatal, la república obrera hubiera utilizado, como ningún régimen capitalista podía hacerlo, todos los recursos materiales y morales de la España leal. El poder obrero, lejos de permitir el triunfo fascista, era lo único que, podía llevar a la victoria sobre Franco.
3. La amenaza de intervención. La CNT hablaba oscuramente de barcos de guerra ingleses y franceses en el puerto el 3 de mayo, de planes de desembarcar tropas anglo-francesas. “En caso de triunfo del comunismo libertario, la intervención de las potencias capitalistas y democráticas lo hubiera aplastado poco después.” (García Oliver.)
Las referencias de la CNT (...) oscurecían deliberadamente el carácter fundamental del planteamiento: toda revolución social debe enfrentar el peligro de una intervención capitalista. La revolución rusa sobrevivió a una guerra civil financiada por el capitalismo y a la intervención directa del imperialismo.
(…) Ni la CNT ni el POUM osan aducir que había una situación coyuntural concreta que hacía más posible la intervención capitalista en mayo de 1937 que en cualquier otro momento. Se limitan a hacer referencias al peligro de intervención sin aportar un análisis específico. (…) en mayo de 1937 el proletariado francés entraba en el segundo año de esa alza que se había iniciado con las huelgas revolucionarias de junio de 1936. Es inverosímil que los millones de obreros socialistas y comunistas franceses, irritados por la neutralidad y frenados por sus dirigentes, permitieran la intervención capitalista en España, fuera por parte de la burguesía francesa o de cualquier otra. La transformación de la lucha en España de conflicto por el mantenimiento de una república burguesa en revolución social, estimularía al proletariado francés, belga e inglés mucho más que la revolución rusa: ¡esta vez, la revolución estaría en sus propias puertas!
(…)No necesitamos que nos digan que todas las potencias capitalistas tienen el objetivo común de liquidar toda amenaza de revolución social. Sin embargo, resulta claro que los dos factores que impidieron que la intervención liquidara a la revolución rusa hubieran vuelto a actuar en mayo de 1937: en 1917 la clase obrera mundial, inspirada por la revolución, frenó la intervención, a la vez que los imperialistas no podían soslayar sus diferencias [entre sí] hasta el punto de elaborar un plan común para el aplastamiento de la república obrera. Con la nueva alza del proletariado europeo, los imperialistas correrían peligro al tratar de sofocar el incendio español (…)
¿Los riesgos? “Sería muy fácil hacer la historia mundial si se
saliera a la lucha únicamente cuando se presentara la posibilidad de triunfar infaliblemente”, escribió Marx durante la Comuna de París (…) La lucha de la clase obrera contra la clase capitalista y su Estado ha entrado en una nueva fase con la lucha de París. Cualesquiera que sean los resultados inmediatos, se ha ganado un nuevo punto de partida de importancia histórica mundial.” (“Carta a Kugelmann”, 17 de abril de 1871.) Berneri tenía razón. Atrapada entre los prusianos-Franco y el Versalles-Valencia, la Comuna de Cataluña podría haber sido una antorcha que encendiera al mundo. ¡Y bajo condiciones incomparablemente más favorables que la Comuna! (…)
* * *
En la mañana del martes, 4 de mayo, los obreros armados de las barricadas se sintieron nuevamente, como el 19·de julio, amos de su mundo. Al igual que el 19 de julio, los elementos pequeño-burgueses y burgueses se ocultaron, aterrorizados en sus casas. Los sindicalistas del PSUC permanecieron pasivos. Sólo parte de la policía, las guardias armadas del PSUC y los matones armados de Estat Català permanecieron en las barricadas del gobierno. Esas barricadas estaban únicamente en el centro de la ciudad, rodeadas por los obreros armados.
El primer discurso radiofónico de Companys da un índice de la situación: declaró que la Generalidad no se responsabilizaba por lo ocurrido en la Telefónica. Todos los suburbios de la ciudad estaban en manos de los obreros, dirigidos por sus comités de defensa locales, con la ayuda de la CNT, el POUM y la Juventud Libertaria. Tan completo era el control obrero que en la noche del lunes casi no hubo disparos. Lo único que faltaba para imponer la supremacía era la coordinación y la acción conjunta dirigida desde el centro... En ese centro, la Casa CNT, los dirigentes prohibieron toda movilización y ordenaron a los obreros abandonar las barricadas11.
A los dirigentes de la CNT no les preocupaba organizar a las masas armadas. Se ocupaban de negociaciones interminables con el gobierno. Era el juego que más le convenía al gobierno: retener a las masas sin dirección en las barricadas, engañándolas con la esperanza de que se hallaría una solución digna. La reunión en el Palacio de la Generalidad se prolongó hasta las seis de la mañana. Esto dio a las fuerzas gubernamentales el respiro necesario como para fortificar los edificios de gobierno y, al igual que los fascistas en julio, ocupar las torres de la Catedral.
A las once de la mañana del martes se reunieron los funcionarios [sindicales de la CNT], no para organizar la defensa sino para elegir un nuevo comité de negociación con el gobierno. En ese momento Companys presentó una nueva exigencia. Por supuesto que podemos llegar a un acuerdo amistoso; todos somos antifascistas, etcétera, etcétera, dijeron Companys y el primer ministro Tarradellas, pero no podemos negociar sin limpiar las calles de hombres armados. El Comité Regional de la CNT apareció el martes en las barricadas con un micrófono para repetir el siguiente llamado: “Os llamamos a deponer las armas. Pensad en nuestro gran objetivo, común a todos… ¡La unidad ante todo! Deponed las armas. Una sola consigna: ¡Luchar para batir al fascismo!”
Solidaridad Obrera tuvo el descaro de publicar la noticia del ataque del lunes a la Telefónica en la página ocho -para no alarmar a los milicianos en el frente, que lo recibían por cientos de miles-sin mencionar las barricadas y sin dar ninguna directiva, salvo la de “mantener la calma”.
11 La crónica crítica de los acontecimientos de los dos días siguientes se basa en datos suministrados por dos camaradas norteamericanos, Loís y Charles Orr (éste fue editor de Spanish Revolution, el periódico del POUM en inglés) y al largo y documentado informe de los bolcheviques-leninistas españoles publicado en La Lutte Ouvrière, del 10 de junio de 1937.
A las cinco de la tarde llegaron delegaciones de los comités nacionales de UGT y CNT de Valencia y dirigieron un llamamiento conjunto al “pueblo”: Deponed las armas. Vásquez, secretario general de la CNT, hizo un llamamiento radiofónico conjunto con Companys. La noche pasó en medio de nuevas negociaciones -¡el gobierno siempre estaba dispuesto a hacer acuerdos que obligaran a los obreros a abandonar las barricadas!- en las que se acordó crear un gabinete provisional de cuatro miembros: CNT, PSUC, Unió de Rabassaires [campesinos] y Esquerra [Republicana] tendrían un representante cada uno. Se acordó que dirigentes importantes de la CNT concurrieran a los lugares de ofensiva obrera, como Collblanch, donde tuvieron que persuadir a los obreros de que desistieran de tomar los cuarteles locales. Mientras tanto, llegaban otras llamadas del local central de los Trabajadores del Cuero, del Sindicato Médico, de la Juventud Libertaria, pidiendo ayuda al Comité Regional... la policía atacaba.
Miércoles 5 de mayo: ni los numerosos llamamientos por radio, ni el llamado conjunto de la CNT y UGT, ni la creación de un nuevo gabinete habían servido para desalojar a los obreros armados de las barricadas. Allí los obreros anarquistas rompieron ejemplares de Solidaridad Obrera y agitaron puños y pistolas en dirección a las radios cuando Montseny -la habían llamado de apuro a Valencia cuando Vásquez y García Oliver fracasaron-exhortó a las barricadas a dispersarse. Los comités de defensa locales informaron a la Casa CNT: los obreros no se dispersarán incondicionalmente. Bien, les daremos condiciones. La CNT enviaba por radio sus propuestas al gobierno: cese de hostilidades, cada partido mantendrá sus posiciones, la policía y civiles que combaten en el bando de la CNT (es decir, los no afiliados) se retirarán, los comités correspondientes se informarán inmediatamente de cualquier ruptura del pacto, no se responderá al fuego aislado, los defensores de los locales sindicales permanecerán en los mismos aguardando instrucciones. El gobierno no tardó en manifestarse de acuerdo con las propuestas de la CNT ¿Por qué no? El único objetivo del gobierno era poner fin a los combates de las masas, para así quebrar su resistencia para siempre. Por otra parte, el “acuerdo” no obligaba al gobierno a cosa alguna. No es casual que no se mencionara el control de la Telefónica ni el desarme de las masas.
Durante la noche la CNT y la UGT (que controlaban los stalinistas) complementaron el acuerdo con llamadas a volver al trabajo. “Las organizaciones y partidos antifascistas reunidos en el Palacio de la Generalidad han resuelto el conflicto que creó esta situación anormal -decía el manifiesto conjunto-. Estos acontecimientos nos enseñan que de aquí en adelante deberemos establecer relaciones de camaradería y cordialidad, cuya falta lamentamos profundamente durante los últimos días” Sin embargo, como reconoce Souchy, las barricadas estuvieron defendidas durante la noche del miércoles.
Pero en la mañana del jueves, día 6, el POUM ordenó a sus miembros abandonar las barricadas, muchas de las cuales soportaban aún el asedio. El martes, el manifiesto de los Amigos de Durruti, que hasta el momento había tenido una actitud de frialdad para con el POUM, había saludado su presencia en las barricadas, calificándolo de “fuerza revolucionaria”. La Batalla12 del martes había permanecido en el marco de la teoría de que no había que derrocar al gobierno por la fuerza mientras durara la guerra civil, pero pedía la destitución de Salas y Aiguadé y la derogación de los decretos de disolución de las patrullas obreras, llamando a los obreros a permanecer tras las barricadas. Por limitado que fuese este programa, contrastaba tanto con el llamamiento del Comité Regional de la CNT de abandonar las barricadas, que el prestigio del POUM entre las masas anarquis
tas creció a pasos agigantados. El POUM tuvo la oportunidad sin precedentes de ponerse a la cabeza del movimiento.
En cambio, la dirección del POUM puso su destino en manos de la dirección de la CNT una vez más. No hizo propuestas públicas a la CNT para actuar de forma conjunta ante las masas, propuestas que darían a la rebelión elemental un eje de exigencias específicas para plantear a sus direcciones (en todo un año el POUM, con su actitud de obsecuencia [sumisión] servil hacia la dirección de la CNT, no había hecho una sola propuesta de frente único) sino una conferencia entre bambalinas con el comité regional de la CNT. Cualesquiera que fuesen las propuestas del POUM, la CNT las rechazó. ¿No estáis de acuerdo? Nada diremos y a la mañana siguiente La Batalla ni mencionaba las propuestas del POUM a la CNT, la cobardía de los dirigentes de la CNT, su negativa a organizar la defensa, etc. su negativa a organizar la defensa, etcétera: En lugar de ello, decía: “El proletariado de Barcelona ha ganado una batalla parcial a la contrarrevolución”. Veinticuatro horas más tarde: “rechazada la provocación contrarrevolucionaria, es necesario abandonar las calles. Trabajadores, volved al trabajo.” (La Batalla, 6 de mayo.)
Las masas habían exigido la victoria sobre la contrarrevolución. Los burócratas de la CNT se habían negado a pelear. ¡Los centristas del POUM cerraron el abismo entre las masas y los burócratas asegurándoles que la victoria era un hecho! Los Amigos de Durruti habían acudido al frente el miércoles, llamando a los obreros de la CNT a repudiar las órdenes de abandono de las barricadas emanadas de la Casa CNT y a seguir la lucha hasta tomar el poder. Habían acogido calurosamente la colaboración del POUM. Las masas seguían en las barricadas. El POUM, que tenía cuanto menos treinta mil obreros en Cataluña, podía inclinar la balanza inestable hacia cualquier lado. Su dirección inclinó la balanza hacia la capitulación. Otro golpe terrible para los aguerridos obreros: el Comité Regional de la CNT denunció a toda la prensa -incluida la stalinista y la burguesa- que los Amigos de Durruti eran agentes provocadores; desde luego que el jueves a la mañana todos los diarios publicaron esta noticia en primera plana. La prensa del POUM no defendió de ningún modo a la izquierda anarquista de las viles calumnias.
* * *
El jueves, día 6 de mayo, estuvo repleto de instancias de esa “victoria” en cuyo nombre el POUM llamó a los obreros a abandonar las barricadas. Por la mañana se descubrió el cadáver de Camillo Berneri allí donde lo habían arrojado los guardias del PSUC, que lo habían secuestrado enfermo en su casa la noche anterior. Berneri, dirigente espiritual del anarquismo italiano desde la muerte de Malatesta, dirigente de la insurrección de Ancona en 1914, escapado de las garras de Mussolini, había combatido a los reformistas (incluida la CNT) desde su influyente periódico Guerra di Classe. En pocas palabras definió la política stalinista: “Esto huele a Noske”. En tono enérgico desafió a Moscú: “Aplastada entre los prusianos y Versalles, la Comuna de París encendió un fuego que incendió el mundo. Recuérdenlo los generales Goded de Moscú”. A las masas de la CNT les había dicho: “El dilema ‘guerra o revolución’ ya no tiene significado. El único dilema es: victoria sobre Franco gracias a la guerra revolucionaria, o derrota.” ¡Cuán terriblemente acertada fue su identificación de los stalinistas con Noske! Así como el socialdemócrata Noske hizo secuestrar y asesinar a Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, los stalino-demócratas asesinaron a Camillo Berneri.
Honor a nuestro camarada Camillo Berneri. Recordémoslo con el mismo amor que sentimos por nuestros Karl y Rosa. En el momento de escribir estas líneas, no puedo dejar de llorar, camaradas, de llorar por Camillo Berneri. La lista de nuestros mártires es tan larga como la vida de la clase obrera. Afortunados aquéllos que cayeron en lucha abierta con el enemigo de clase, en medio de la batalla, al lado de sus camaradas. Es más terrible morir acuchillado por quienes se dicen socialistas o comunistas, como murieron Karl y Rosa, como mueren nuestros camaradas en el exilio en Siberia. La angustia de Camillo Berneri fue algo especial. Murió a manos de los “marxistas leninistas stalinistas” mientras sus mejores amigos, Montseny, García Oliver, Peiró, Vásquez, entregaban el proletariado de Barcelona a sus verdugos. Jueves 6 de mayo de 1937. Recordemos ese día.
Los dirigentes gubernamentales y anarquistas habían acudido a Lérida el miércoles para salir al paso de una fuerza escogida de cinco mil efectivos del POUM y la CNT que venían a marcha forzada desde Huesca, con artillería liviana. Representantes de Valencia y la Generalidad habían prometido que si las tropas obreras no avanzaban, el gobierno no llevaría más tropas a Barcelona. Esta promesa y las palabras de los dirigentes anarquistas detuvieron las tropas obreras. Sin embargo, el jueves, militantes de la CNT de los pueblos que alinean la ruta de Valencia a Barcelona habían telefoneado: hay cinco mil guardias de asalto en camino. ¿Debemos detenerlos?, preguntaban. Los dirigentes de la CNT ordenaron que se franqueara el paso a los Guardias, no llamaron a las tropas obreras acantonadas en Lérida y suprimieron la noticia de que los guardias estaban en camino.
El jueves día 6, a las 3, la Casa CNT ordenó a sus guardias evacuar la Telefónica. El gobierno y la CNT habían llegado a un acuerdo: ambos bandos retirarían sus fuerzas armadas. Apenas se fueron los guardias de la CNT, la policía ocupó todo el edificio y trajo partidarios del gobierno para ocupar los puestos técnicos de los obreros de la CNT. La CNT se quejó al gobierno: habéis roto vuestra promesa. La respuesta de la Generalidad fue: es un hecho consumado y no puede remediarse. “Si se hubiera informado inmediatamente a los trabajadores de los suburbios -reconoce el vocero de la CNT, Souchy- hubieran insistido en que se tomaran medidas más firmes y hubieran vuelto al ataque.” ¡De modo que los dirigentes anarquistas ultrademocráticos de la CNT simplemente se limitaron a suprimir la noticia!
Bajo las órdenes de la Casa CNT, los trabajadores anarquistas habían atendido todas las llamadas durante la lucha: revolucionarias y contrarrevolucionarias. Una vez que el gobierno se hizo cargo, los locales del FAI y la CNT quedaron totalmente aislados del centro. En las calles por las que los obreros iban y venían del trabajo, tal como les había ordenado la CNT-UGT, guardias de la policía y del PSUC registraban a todos, confiscaban carnets de la CNT, arrestaban a los militantes. A las 4 el PSUC y los Guardias de Asalto atacaron la estación ferroviaria central de Barcelona, en manos de la CNT desde el 19 de julio, con ametralladoras y granadas de mano. La pequeña guardia de la CNT trató de solicitar ayuda por teléfono... A las 4 el genera Pozas se presentó en la Consejería de Defensa de Cataluña (el consejero era de la CNT) e informó amablemente a los camaradas consejeros que el puesto de Consejero de Defensa de Cataluña había dejado de existir, que los ejércitos catalanes eran ahora la Cuarta Brigada del Ejército español, al mando del general Pozas. El gabinete de Valencia había adoptado esa decisión en cumplimiento de decretos militares que exigían un mando unificado, y que habían sido refrendados por los ministros de la CNT. La CNT, desde luego, entregó el mando a Pozas.
Noticias terribles provenían de Tarragona. En la mañana del miércoles una gran fuerza policial se había apoderado de la central telefónica. La CNT inmediatamente solicitó la inevitable reunión. Mientras proseguían las negociaciones, los stalinistas y republicanos se armaban; al día siguiente tomaron por asalto el local central de la Juventud Libertaria. Entonces la CNT solicitó otra reunión donde se le informó que habían llegado órdenes estrictas de la Generalidad de disolver las organizaciones anarquistas que no entregaran sus armas (recordemos que esas instrucciones provenían de un gobierno integrado por ministros anarquistas). Los representantes de la CNT acordaron entregar sus armas si el gobierno ponía en libertad a todos los presos, re
emplazaba a los guardias del PSUC y la policía por efectivos del ejército regular y garantizaba la inmunidad de todos los afiliados y locales de la CNT.
Por supuesto el delegado gubernamental, capitán Barbeta, estuvo de acuerdo. La CNT depuso las armas y durante la noche los guardias de asalto ocuparon los edificios de la CNT y asesinaron a varias decenas de anarquistas, entre ellos al escritor uruguayo Pedro Rúa, que había venido a combatir al fascismo y había ascendido a comandante de milicias. Casa CNT hizo notar que esto “rompía la palabra de honor empeñada por las autoridades el día anterior”. Mientras tanto, ni una palabra del asunto llegaba a las masas barcelonesas. Aunque la FAI-CNT estaba informada hora a hora de los acontecimientos13.
Jueves, día 6, a las 6 de la tarde: A la Casa CNT llega la noticia: el primer destacamento de Valencia, mil quinientos guardias de asalto, arribaron a Tortosa, en camino a Barcelona. Casa CNT envió la orden de no oponérseles, todo estaba arreglado, etcétera. Los guardias de asalto ocuparon todos los locales de CNT-FAI-Juventud Libertaria de Tortosa, arrestaron a todo el que encontraron y se llevaron a algunos, esposados, a las cárceles de Barcelona.
Las masas nada sabían de Tarragona, de Tortosa, de la Telefónica, de Pozas, de la llegada de los guardias valencianos. Pero los ataques a los trabajadores en las calles, en la estación de ferrocarril, el fuego abierto contra las barricadas, hicieron que muchos de los que se habían ido volvieran a las barricadas.
En respuesta a los cataclismos del jueves, Casa CNT “envió una delegación al gobierno para conocer sus intenciones” (Souchy), pero, sin esperar respuesta, emitió un nuevo manifiesto llamando a la calma. Mientras las barricadas tronaban, Casa CNT declaraba:
Ahora que hemos vuelto a la normalidad y los responsables del estallido han sido destituidos de toda función pública, que los obreros han vuelto al trabajo y Barcelona vuelve a la calma, la CNT y la FAI siguen colaborando lealmente, como en el pasado, con todos los sectores políticos y sindicales del frente antifascista. La mejor prueba de ello es que la CNT sigue colaborando lealmente con el gobierno central, el gobierno de la Generalidad y todas las municipalidades (…) La prensa de la CNT llamó a la calma y pidió a la población que volviera al trabajo, Las noticias enviadas por radio a los sindicatos y comités de defensa fueron otros tantos llamados a mantener la calma.
Una prueba más de que la CNT no quiso romper el frente antifascista, y no lo hizo, es que, cuando se formó el nuevo gobierno de la Generalidad el 5 de mayo, los representantes de la CNT de Cataluña le ofrecieron todas las facilidades y el secretario de la CNT integró el gobierno. Los miembros de la CNT que controlaban el Consejo de Defensa (Consejería) de la Generalidad dieron órdenes, a sus fuerzas de no intervenir en el conflicto a favor de bando alguno. Garantizaron el cumplimiento de dichas órdenes.
El Comité de Defensa de la CNT también dio órdenes a todos los distritos de Barcelona de que nadie viniera al centro a responder a las provocaciones, También se cumplieron esas órdenes (…) Muchas trampas acecharon a la CNT hasta el fin, pero la CNT permaneció firme en su posición y no se dejó provocar. _
Jueves día 6, a la noche: Guardias del PSUC y de asalto siguieron con los arrestos, asaltos, tiroteos. De modo que la Casa CNT-FAI envió una nueva delegación al gobierno con la propuesta de cese de hostilidades: todos los grupos deberán retirar sus guar
13 La historia apareció justo en la edición del 15-16 de mayo de Solidaridad Obrera.
dias armadas y patrullas de las barricadas; libertad a todos los presos; nada de represalias.
Noticias de Tarragona y de Reus, “donde miembros del PSUC y Estat Català, aprovechando (!) la presencia de algunos Guardias de Asalto que pasaban camino de- Barcelona, utilizaron su ventaja circunstancial para desarmar y matar a los obreros” (Souchy).
“La CNT trató de obtener del gobierno en Valencia y Barcelona la promesa de que las Guardias de Asalto no entrarían inmediatamente en la ciudad sino que se detendrían en las afueras hasta que se aclarara la situación... Sentían cierto escepticismo respecto de las garantías de que las tropas que vinieran serían leales a los obreros” Pero ese escepticismo (¿cuándo surgió?) no lo compartían los ministros de la CNT en los gabinetes de Valencia y Cataluña, que habían votado a favor de que el gobierno central se hiciera cargo del orden público en Cataluña. Con ello, la Consejería de Orden Público de Cataluña había dejado de existir el 5 de mayo.
La noche del 6 al 7 de mayo: “Una y otra vez, los anarquistas, ansiosos de poner fin al conflicto, pidieron negociar”. Desde luego, el gobierno siempre estaba dispuesto a negociar mientras sus fuerzas quebraban la resistencia de la clase obrera, encubiertas por la Casa CNT. Los obreros anarquistas de la vecindad acudieron en defensa de Tarragona y Tortosa. A las cuatro, el Comité Provincial informó a Casa CNT-FAI que estaban dispuestos a detener las Guardias provenientes de Valencia, No lo hagáis, respondió Casa CNT. A las 5,15 el gobierno y Casa CNT llegaron a otro acuerdo: armisticio, todos a abandonar las barricadas, ambos bandos a poner a los respectivos prisioneros en libertad, las patrullas obreras a reanudar sus funciones... Nuevamente, el Comité Regional informó a los obreros: “Habiendo logrado un acuerdo (…) queremos notificaros (…) que se ha establecido la paz y la calma (…) mantened la calma y la presencia de ánimo (…)”.
Viernes, día 7 de mayo: Cumpliendo órdenes de la Casa CNT-FAI, algunos obreros empezaron a desmantelar las barricadas. Pero las barricadas de la Guardia de Asalto, PSUC y Estat Català permanecieron intactas. Los guardias de asalto desarmaban sistemáticamente a los obreros. Una vez más, apenas vieron que el gobierno seguía la ofensiva, los obreros volvieron a las barricadas, contra la voluntad de CNT y POUM. Pero la desilusión y el desaliento habían hecha presa de muchos; numerosos obreros anarquistas confiaron en Casa CNT-FAI hasta el fina; otros, a medida que perdían su fe, buscaban una dirección en el POUM hasta que éste ordenó a sus militantes abandonar las barricadas. Los Amigos de Durruti y los Bolcheviques-Leninistas pudieron arrastrar a los obreros a las barricadas el jueves y viernes a la noche, pero sin la suficiente fuerza ni influencia entre estas masas como para organizarlas para una lucha prolongada.
Los guardias [de asalto] valencianos llegaran el viernes, día 7. Inmediatamente se apoderaron de la prensa y de los dirigentes de los “Amigos de Durruti”. Grupos de guardias patrullaban las calles para impresionar a los obreros. “El gobierno de la Generalidad ha aplastado la insurrección con sus propias fuerzas”, anunció Companys. Vamos, respondió la CNT, usted sabe que no fue una insurrección, usted mismo lo dijo. “Debemos eliminar a los incontrolables”, respondió Campanys...
No se cumplió la promesa de liberar a los presos; por el contrario, comenzaron los arrestos en masa. Otra promesa era la de no tomar represalias; durante las semanas subsiguientes se descargaron represalias brutales sobre las ciudades y barrios que habían osado resistir. El gobierno mantuvo el control de la Telefónica, desde luego: ése había sido el origen del conflicto. El control de la policía estaba ahora en Valencia. ¡Sería entregado
poco después... a los stalinistas! La consejería de Defensa y el ejército catalanes habían quedado en manos de Valencia: pronto serían entregados a Prieto. Poco después serían disueltas las patrullas obreras, mediante la aplicación del decreto de orden público de Aiguadé. Con el torrente de tropas valencianas se acabó la autonomía de Cataluña. Aiguadé, “destituido’” según la CNT, sería, una semana más tarde, representante de la Generalidad en el gobierno central en Valencia... en el que seguiría participando la CNT.
Cuando los Guardias de Asalto entraron en Barcelona, La Batalla se quejó: “Esta es una provocación. Tratan de convertir nuestra victoria en derrota mediante una demostración de fuerza.” y lloriqueó: “Fue el POUM el que aconsejó abandonar las calles y volver al trabajo; fue él -nadie puede dudarlo- quien más aportó a la normalización de la situación”. Sin embargo, la docilidad de la oveja poumista no la salvó del lobo. ¡Lamentables políticos las que no pueden distinguir la victoria de la derrota!
“No nos sentimos moral ni físicamente fuertes como para organizar a las masas para la resistencia”, declaró un miembro de la Ejecutiva del POUM a Charles Orr el martes, día 4. De modo que… convirtieron su impotencia en “victoria”, para justificar poner fin a la lucha.
Supongamos que el POUM se hubiese puesto al frente y, a pesar de la CNT, hubiese tratado de dirigir a los obreros hacia un verdadero armisticio, esto es, con los obreros armados en las calles y las fábricas, listos para repeler cualquier ofensiva futura. Supongamos que ello no hubiera ocurrido, que el POUM y los obreros hubieran sido vencidos por la fuerza de las armas. “En el peor de Íos casos -señala la oposición del POUM-, se hubiera podido organizar un comité de defensa, basado en representantes de las barricadas. Para eso hubiera bastado con celebrar una reunión de delegados de las barricadas del POUM y de los que quisieran venir de la CNT, para nombrar un comité central provisional. El comité local del POUM trató de poner en práctica esa línea el martes a la tarde, pero ‘no despertó el menor entusiasmo en la dirección”. Semejante organismo central, enraizado en las masas, habría podido al menos, organizar la resistencia a lo que vino después: asaltos, arrestos, represión de la prensa, ilegalización de Amigos de Durruti y del POUM.
Ese intento de organizar la resistencia no hubiera causado más víctimas, por cierto, de las que causó la capitulación: quinientos muertos, mil quinientos heridos, bajas producidas en su mayoría una vez que la CNT ordenó la retirada el martes por la tarde; cientos de muertos y heridos durante la “barrida” de las semanas posteriores; la “limpieza” de las tropas poumistas y anarquistas, enviadas durante las semanas siguientes a la primera línea de fuego sin protección de la artillería ni la aviación; el asesinato de Nin, Mena y otros dirigentes del POUM, el arresto de miles y decenas de miles de militantes en el período subsiguiente. La capitulación provocó, por lo menos, la misma cantidad de víctimas que hubiera provocado la lucha y la derrota.
La oposición del POUM -y no es una oposición trotskista- tuvo toda la razón cuando afirmó en su Boletín del 29 de mayo:
Esta retirada, ordenada sin condiciones, sin obtener el control del orden público sin la garantía de las patrullas obreras, sin órganos de frente único obrero y sin una explicación satisfactoria a la clase obrera, colocando a todos los elementos en pugna -revolucionarios y contrarrevolucionarios- en la misma bolsa, es una de las mayores capitulaciones y traiciones al movimiento obrero.
La lógica de hierro de la política es inexorable. El camino erróneo lleva a quienes lo emprenden a extremos insospechados. Decidida a continuar su política de colaboración con el Estado burgués, la dirección anarquista -parece que fue sólo ayer que estos mismos combatieron a muerte a la monarquía- sacrificó las vidas y el futuro de sus partidarios de la manera más cobarde. Aferrados a la cola de la CNT, los dirigentes del POUM alejaban a los obreros de las barricadas mientras éstas se hallaban aún bajo el fuego: Ni ellos mismos se hubieran creído capaces, hace un año de caer tan bajo. Los dirigentes que han traicionado a los obreros como lo hicieron éstos están perdidos irremediablemente para la causa revolucionaria; no pueden volver atrás, reconocer su terrible complicidad... Pero dan lástima, porque a la mañana siguiente de su traición, la burguesía, fortalecida por ellos, los liquidará también.
Recordemos a los exégetas del POUM otro aspecto en el que su analogía con el julio de 1917 en Petrogrado no es válida. Con la derrota de la “movilización armada” la burguesía salió salvajemente a cazar bolcheviques: Trotsky [fue] a la cárcel; Lenin y Zinoviev a ocultarse, los periódicos bolcheviques clausurados. Surgió el clamor: los bolcheviques son agentes alemanes. [Pero] Cuatro meses más tarde los bolcheviques dirigieron la Revolución de Octubre. En el momento de escribir estas líneas, han pasado seis meses desde las jornadas de mayo y el POUM sigue aplastado, muerto. La analogía no es válida en virtud de la siguiente diferencia: los bolcheviques se colocaron, sin miedo, a la cabeza de la movilización de julio, convirtiéndose así en carne y sangre de las masas. El POUM volvió la espalda a las masas
y éstas, a su vez, no se sintieron obligadas a salvar el POUM.