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    Encuentro entre Iosif Stalin y Enver Hoxha; marzo-abril de 1949

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    Encuentro entre Iosif Stalin y Enver Hoxha; marzo-abril de 1949 Empty Encuentro entre Iosif Stalin y Enver Hoxha; marzo-abril de 1949

    Mensaje por NG Vie Dic 27, 2013 9:29 am

    El encuentro que reproducimos a continuación entre estos dos figuras, que discurrió en un amable y distendido ambiente de camaderia, enseña el especial interés que mostró Iosif Stalin frente a Enver Hoxha por conocer más sobre el pasado y presente del país Albania, así mismo –y como se puede detectar– la preocupación por el bienestar futuro del mismo país balcánico.

    Este encuentro no sólo sirve para ver que anécdotas ocurrieron entre figuras de tal calibre, sino para entender y en otros casos recordar puntos fundamentales de la doctrina marxista-leninista, en el presente documento podemos ver la interacción entre estos dos personajes en cuestiones como:

    –La ayuda del Partido Comunista (bolchevique) de la URSS y la Kominform al PTA en la lucha contra el revisionismo titioista.

    –La cuestión religiosa.

    -La cuestión de la colectivización del campo.

    –Las provocaciones de los países imperialistas a los Estados que emprenden la vía socialista –en ámbito de sabotaje local como  internacional público–.

    –La cuestión de la diferenciación entre las capas de la burguesía según la etapa.

    –Las relaciones entre dos países socialistas, sobre todo en condiciones de desigualdad económica entre ambos.

    –Las causas –según Enver Hoxha– de la derrota del Partido Comunista de Grecia en la guerra civil de 1946-1949. Para rescatar este asunto, y analizarlo mejor, traeremos un encuentro tripartito entre Iosif Stalin, Enver Hoxha y Nikos Zahariadis en breve.

    El documento:


    Encuentro entre Iosif Stalin y Enver Hoxha; marzo-abril de 1949 Wkpe
    Congregación multitudinaria  en Tirana frente a la estatua en honor a Stalin, durante el 5 de marzo de 1953, fecha del fallecimiento del dirigente soviético

    Encuentro entre Iosif Stalin y Enver Hoxha; marzo-abril de 1949

    SEGUNDO ENCUENTRO

    Marzo-Abril de 1949


    NUESTRA ACTITUD HACIA LA DIRECCIÓN YUGOSLAVA DESDE LOS AÑOS DE LA GUERRA. EL Iº CONGRESO DEL PCA. POLÍTICA DE TERROR EN KÓSOVO. EN RELACIÓN CON LAS DIVISIONES YUGOSLAVAS QUE IBAN A ENVIARSE A ALBANIA. LOS TITOISTAS ASPIRABAN CAMBIAR LA SITUACIÓN EN ALBANIA. SOBRE LA LUCHA DEL HERMANO PUEBLO GRIEGO. LOS PUNTOS DE VISTA ERRÓNEOS DE LA DIRECCION DEL PC DE GRECIA. LA VÍA DE DESARROLLO ECONÓMICO Y CULTURAL DE ALBANIA. LOS INGLESES PONEN COMO CONDICIÓN PARA RECONOCER A ALBANIA, LA INSTALACIÓN DE BASES MILITARES EN SUS PUERTOS. SOBRE LA SITUACIÓN DE NUESTRO CAMPESINADO. SOBRE LA HISTORIA, LA CULTURA, LA LENGUA Y LAS COSTUMBRES DEL PUEBLO ALBANÉS.

    Volví de nuevo a Moscú, el 21 de marzo de 1949, al frente de una delegación oficial del Gobierno de la República Popular de Albania y permanecí allí hasta el 11 de abril del mismo año.

    Habían salido al aeropuerto para recibirnos Mikoyan, Vishinski, etc. Así como todos los representantes diplomáticos de los países de democracia popular.

    El primer encuentro oficial que tuvimos fue con Vishinski, al día siguiente de nuestra llegada, y el 23 de marzo a las 22 y 5 minutos era recibido por el camarada Stalin en el Kremlin, en presencia de Vishinski y de Chubahin, embajador de la URSS en Albania. En este encuentro iba acompañado por Spiro Koleka y Mihal Prifti, que en aquel tiempo era nuestro embajador en Moscú.

    El camarada Stalin nos recibió en su oficina muy cordialmente. Una vez de habernos saludado, reparó ante mí:

    –Por tu aspecto, diría que has adelgazado. ¿Has estado enfermo? ¿o es que estás fatigado?

    –Por el contrario, me siento muy dichoso de volverlo a encontrar –le respondí–, y después de tomar asiento, manifesté mi deseo de plantearle algunas cuestiones.

    –Pueden disponer del tiempo que quieran –me dijo amigablemente, a fin de que pudiera hablarle de todo aquello que considerara necesario–.


    Le hice al camarada Stalin una exposición sobre una serie de problemas. Le hablé a grandes rasgos de la situación de nuestro partido y de nuestro país, de los últimos acontecimientos, de los errores constatados, así como de nuestra actitud respecto a la cuestión yugoslava. Le indiqué que debido a la influencia de la dirección trotskista yugoslava sobre la dirección de nuestro partido y la exagerada confianza que algunos de nuestros dirigentes habían demostrado por la traidora dirección yugoslava, se habían observado errores de gravedad, sobre todo en la linea organizativa del partido, tal como los constató el XIº Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Albania, de septiembre de 1948, cuyos trabajos se han desarrollado a la luz de las cartas del Comité Central del Partido Comunista Bolchevique de la Unión Soviética dirigidas al Comité Central del Partido Comunista Yugoslavo y de la Resolución de de la Kominform de verano de 1948: «Sobre la situación en el Partido Comunista Yugoslavo».

    El Comité Central de nuestro partido, le dije al camarada Stalin ha aprobado en su totalidad la Resolución de la Kominform, y a través de un comunicado especial, hemos condenado la vía traidora antialbanesa y antisoviética de la dirección trotskista yugoslava. La dirección de nuestro partido, acentuó, viene chocando desde hace años con la actividad hostil y confabuladora de los titoistas, con la arrogancia y las intrigas de Vukmanovic Tempo y Dushan Mugosha, emisarios de Tito. En vísperas de la liberación de Albania, le hice saber que, entre otras cosas, Tito envió a nuestro país una delegación del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia, encabezada por el delegado extraordinario Velimir Stonic, con el fin de realizar sus designios antialbaneses y antimarxistas. Éste y sus colaboradores secretos, los traidores Sejfulla Malëshjova, Koçi Xoxe, Pandi Kristo, etc, prepararon entre bastidores la nefasta y peligrosa intriga del IIº Pleno del CC del PCA, celebrado en la cuidad de Berat durante noviembre de 1944; el cual fue en sí un grave complot contra la justa linea seguida por el partido a lo largo de todo el periodo de la lucha, contra la persona del Secretario General del partido, etc. La parte sana de la dirección de nuestro partido, a pesar de ignorar el complot que habla sido tramado, se opuso con fuerza, ya desde Berat, a las acusaciones lanzadas contra ella y contra la linea seguida durante la lucha. Más tarde yo mismo, convencido de que en Berat se habían cometido graves errores de carácter antimarxista, presenté a nuestro Buró Político las tesis sobre la revisión del Pleno de Berat, pero, como consecuencia de la febril actividad subversiva desde la dirección yugoslava y de sus agentes infiltrados en nuestras filas, estas tesis no fueron admitidas. El posterior desarrollo de los acontecimientos, las cartas del Comité Central de vuestro partido así como la Resolución del Buró de información, dije más adelante al camarada Stalin, nos aclararon completamente la situación; se descubrió y constató la actividad hostil de la dirección yugoslava encabezada por Tito, y los conspiradores en las filas de nuestro partido fueron rotundamente desenmascarados en el XIº Pleno del CC del PCA de septiembre de 1948. El Iº Congreso del PCA de noviembre de 1948 ratificó y acentuó aún más el viraje que había marcado el XIº Pleno del Comité Central. El congreso consideró correcta la línea política seguida por el partido desde su fundación, mientras que las deformaciones particulares, que aparecieron después de la liberación, sobre todo en la línea organizativa del partido, las consideró como un resultado de la intervención yugoslava y de la actividad trotskista de Koçi Xoxe, Pandi Kristo y Kristo Themelko.

    Señalé que Koçi Xoxe y Pandi Kristo habían sido dos peligrosos agentes de los trotskistas yugoslavos en el seno de la dirección de nuestro partido, que orientados, apoyados y respaldados por los titoistas yugoslavos, hicieron todo lo posible para acceder y apoderarse de las posiciones clave de nuestro partido y de nuestro Estado de democracia popular, desplegaron toda su traidora actividad en aras de la política nacional-chovinista y colonialista de la dirección trotskista yugoslava con respecto a la República Popular de Albania. Asimismo, señalé, que Kristo Themelko había sido uno de los más influenciados por la dirección trotskista yugoslava, el que aplicó sin reservas sus directrices en el sector del ejército. Pero una vez que la traición de la dirección yugoslava fue descubierta por completo, éste reconoció sus errores y se autocrítico ante el partido. Stalin, que escuchaba con atención, me preguntó:

    –¿Y esos tres son eslavos, albaneses o qué son?

    –Kristo Themelko  –le dije–, es de origen macedonio, mientras que Koci Xoxe es oriundo de Albania, aunque sus padres han vivido en macedonia.


    Luego pasé a hablarle de la gran importancia que habían tenido para nuestro partido las cartas que el Comité Central del Partido Comunista Bolchevique de la Unión Soviética había enviado a la dirección yugoslava así como la Resolución de la Kominform. A la luz de estos documentos, que nos llegaron en unos momentos tan difíciles para nuestro partido y nuestro pueblo, le indiqué al camarada Stalin, el Comité Central de nuestro partido comprendió con toda claridad el carácter y los objetivos de la intervención yugoslava en Albania. Después de exponerle en líneas generales las múltiples y radicales medidas que nuestro partido había adoptado para liquidar esta actividad feroz, subversiva, antimarxista y antialbanesa, no obstante haber chocado y oponernos a sus actos dañinos desde los años de la guerra, nos sentimos igualmente responsables de no haber estado más vigilantes ante todo lo sucedido.

    El camarada Stalin intervino con estas palabras:

    –Nuestras cartas enviadas a la dirección yugoslava no incluyen todo, ya que muchas cuestiones han aparecido más tarde. No sabíamos que los yugoslavos, so pretexto de «defender» vuestro país del ataque de los fascistas griegos, querían introducir unidades de su ejercito en la República Popular de Albania. Esto lo intentarían hacer de forma muy secreta. De hecho, su objetivo en este sentido era totalmente hostil, ya que querían dar un vuelco a la situación en Albania. La información que ustedes nos han dado acerca de todo esto nos ha sido muy útil, ya que de lo contrario aún ignoraríamos lo de éstas divisiones que querían introducir en vuestro territorio. Ellos dejaban entrever, que esta acción la emprendían con el visto bueno de la Unión Soviética. En cuanto a lo que dijo, de que debían haber estado más vigilantes, la verdad es que en las relaciones con Yugoslavia, no sólo ha habido falta de vigilancia por su parte sino que en esto también a otros les ha faltado.

    Continuando mi discurso, le hice saber al camarada Stalin que aquellas difíciles situaciones creadas por los titoistas yugoslavos y los monarco-fascistas griegos, que actúan bajo las ordenes de los imperialistas estadounidenses e ingleses en sus intrigas contra nuestro país, se han superado con éxito gracias a la correcta linea del partido, el patriotismo de nuestro pueblo y la ayuda del Partido Comunista Bolchevique de la Unión Soviética. Esto fue para nosotros una gran prueba de la que hemos aprendido mucho y sacado muchas enseñanzas para corregir nuestros errores, para consolidar las victorias alcanzadas y para luchar para desarrollarlas aún más. Muestro ejército cumplió con su deber con audacia y elevado patriotismo.

    Durante este período difícil que hemos atravesado, las masas han dado muestra de su alto patriotismo. Su confianza en nuestro partido, en su justa línea y en la Unión Soviética ha permanecido inquebrantable. La actividad del enemigo interno no ha tenido una vida muy larga. Hemos neutralizado la actividad hostil de aquellos que estaban al servicio de la dirección trotskista yugoslava, le dije al camarada Stalin. Hemos adoptado diferentes actitudes hacia quienes de un modo u otro, estaban implicados en la actividad antialbanesa de la dirección trotskista de Yugoslavia. Algunos de ellos se han autocriticado por los errores que han cometido sin malas intenciones, mientras que aquellos que se comprometieron a fondo, están rindiendo cuentas actualmente ante el tribunal popular.

    –Defiendan a su patria y a su partido  –nos dijo el camarada Stalin–. El enemigo debe ser desenmascarado a fondo, con argumentos convincentes, para que el pueblo pueda ver claramente todo lo que el enemigo ha hecho y sea plenamente consciente de la amenaza que representa y de su peligrosidad. Un enemigo totalmente desenmascarado aunque no sea fusilado, está muerto moral y políticamente, porque sin el pueblo no podrá hacer absolutamente nada.

    –El juicio que se está desarrollando en Tirana  –le dije al camarada Stalin–, se lleva a cabo a puertas abiertas y todo lo que se dice en el salón del tribunal se publica en los periódicos. Al mismo tiempo  –agregué– aquellos que han comprendido a fondo sus errores, que han hecho una autocrítica sincera y convincente, los hemos tratado con paciencia y benevolencia, y les hemos dado la oportunidad de corregir sus errores y sus faltas en el trabajo y con fidelidad hacía el partido y el pueblo, incluso hemos pensado en mandar a uno de ellos a estudiar a la Unión Soviética.

    –¿Cómo, cómo?  –me preguntó Stalin mirándome directamente a los ojos– ¿Van a enviarlo a estudiar aquí?¿Es que todavía confían políticamente en él?

    –Si  –le dije–, su autocrítica es cada día más profunda y tenemos esperanzas de que se va a corregir.

    -¿Pero él quiere venir aquí?

    –Él mismo nos ha expresado este deseo.


    En este momento intervino Chubahin para dar algunas explicaciones para reforzar mi opinión.

    –Bueno, si han sopesado bien ésta cuestión, por nosotros no hay inconveniente que venga.

    Siguiendo mi exposición expliqué al camarada Stalin que durante este mismo período, los estadounidenses habían enviado desde Italia algunos grupos de saboteadores, lanzándolos en paracaídas por el sur y el norte de Albania. Una parte de estos agentes fueron abatidos, y el resto capturados. Previendo las dificultades que pudieran surgir en nuestra frontera sur y deseando tener las fuerzas necesarias para cualquier eventualidad, emprendimos una limpieza en las regiones del norte de Albania en contra de los grupos de bandidos políticos y comunes que actuaban al interior de nuestras fronteras bajo la dirección de los agentes enviados por Rankovich. Estas bandas al servicio de Yugoslavia, llevaron a cabo gran numero de asesinatos. Nuestra operación limpieza finalizó con éxito: liquidarnos algunas de estas bandas y las otras pasaron a territorio yugoslavo, donde se encuentran todavía hoy.

    –¿Continúan enviando otros agentes?  –preguntó Stalin–.

    –Pensamos que no han renunciado. La política de Tito y de Rankovic para atraer albaneses a sus territorios, y organizarlos en grupos de saboteadores y de espías, ha fracasado, y actualmente existen muy pocos casos de paso ilegal de fronteras. Nuestro gobierno ha adoptado medidas en el terreno económico y el trabajo político y organizativo del partido se ha reforzado. Los imperialistas preparan desde el exterior grupos de agentes de subversión, los monarco-fascistas griegos y los titoistas yugoslavos hacen lo propio y los italianos no se quedan atrás. Nuestro plan actual consiste en desbaratar los restos de bandidos que rondan nuestras montañas, a los que ya les hemos causado muchas dificultades, en destruir sus bases, que se encuentran sobre todo en los kulaks. La mayor parte de las agrupaciones reaccionarias de las ciudades han sido golpeadas por nuestra Seguridad del Estado que ha logrado muchos éxitos. Nuestro partido saneó la situación en el Ministerio del Interior, antiguo nido de titoistas, y la Seguridad del Estado se ha convertido en un arma muy fuerte y muy querida en manos de nuestro partido y de nuestro pueblo. El partido se ha planteado la tarea de fortalecer nuestras posiciones más y más cada día, para poder enfrentar y aplastar todos los ataques y eventuales tentativas de nuestros numerosos enemigos. Nuestro partido se está fortaleciendo día a día,  –indiqué a continuación al camarada Stalin– los militantes de nuestro joven partido se caracterizan por su gran audacia y su gran voluntad. El nivel ideológico y cultural de nuestros funcionarios del partido es poco elevado, pero en todos ellos se observa un gran deseo de aprender. Por otra parte, estamos actuando de lleno para mejorar esta situación. En nuestra labor de partido todavía tenemos muchas deficiencias, pero con nuestro trabajo perseverante, con la confianza puesta en el futuro y contando con la experiencia del partido bolchevique, no dudamos en que aquellos podrán superarse.


    Prosiguiendo nuestra conversación, hice al camarada Stalin una exposición general de la situación económica de Albania, de los resultados que habíamos logrado y de la gran lucha que nuestro partido y nuestro pueblo venían librando para enfrentar las dificultades que habían surgido en la economía a causa de la actividad hostil de los trotskistas yugoslavos y sus agentes. Nuestro pueblo, es un pueblo sencillo y laborioso. Bajo la dirección del partido ha desplegado todas sus energías para superar el atraso, para superar las dificultades y cumplir las tareas planteadas por el Iº Congreso de nuestro partido.

    Le indiqué que el Iº Congreso del PCA de noviembre de 1948, a la par de orientar en dirección a la industrialización socialista, había lanzado la directriz de consolidar el sector socialista en la agricultura, mediante el aumento del número de empresas estatales y con la colectivización gradual en forma de cooperativas agrícolas, a las que el Estado iba a respaldar en lo político, en lo económico y en lo organizativo.

    –¿Han creado muchas cooperativas de este tipo? ¿Qué criterios siguen para ello?  –me preguntó el camarada Stalin–.

    Le expliqué que el congreso había dado la orientación de que la colectivización de la agricultura siguiera un proceso gradual, de forma prudente y sobre la base del libre consentimiento. En éste camino no nos vamos a precipitar ni tampoco vamos a estancarnos.

    –En mi opinión –dijo el camarada Stalin– no deben apresurarse en la colectivización de la agricultura. Su país es montañoso y tiene un relieve que varia de una región a otra. En nuestras zonas montañosas, semejantes a las de su país, también nosotros hemos creado bastante tarde los koljoz.

    Recordé a continuación el trabajo que habíamos realizado para fortalecer la alianza obrero-campesina, la ayuda del Estado al campesino individual, el incremento de la producción agrícola y la política de acopio en relación a los productos agropecuarios.

    –Esto reviste una gran importancia –nos dijo el camarada Stalin–, y hacen muy bien en conceder toda la importancia que requiere. Si los campesinos albaneses tienen necesidad de tractores, de maquinarias agrícolas, animales de labor, semillas o algo semejante, deben ayudarles. Sin embargo, no deben limitarse a esto sino que también tienen que construir canales de riego y luego verán los resultados que esto puede lograr. Sería conveniente, en mi opinión, que las obligaciones que el campesinado contraiga con el Estado por las ayudas que recibe, las liquide en especie. El Estado –continuó el camarada Stalin–, debe crear estaciones de máquinas y tractores pero estos no deben pasar a ser propiedad de las cooperativas. El Estado debe ayudar también a los campesinos individuales a trabajar la tierra, si ellos buscan nuestra ayuda. De este modo los campesinos pobres, se irán dando cuenta de las ventajas de la colectivización, en cuanto a los excedentes de los productos agrícolas, los campesinos deben disponer de ellos a su gusto, porque si no se actúa así, no. van a colaborar con el gobierno. Si el campesino no ve concretamente la ayuda del Estado, no colaborará con el Estado.
    Luego, el camarada Stalin me dijo que no conocía la historia, ni las características de la burguesía de nuestro país.

    –¿Ha existido en vuestro país una burguesía mercantil?

    –Sí, ha habido una burguesía mercantil en embrión, –le dije– pero ahora no tiene ya ningún poder.

    –¿Ya los expropiaron todo?


    Respondiendo a esta pregunta, le expliqué al camarada Stalin la política que nuestro partido había seguido desde la guerra en relación con las clases ricas, el tratamiento diferenciado que se les había dado según su actitud con respecto a los ocupantes y como la gran mayoría se habían convertido en colaboradores de los fascistas, y después de haberse manchado las manos con la sangre de su pueblo habían huido con los invasores, o bien, al no poder hacerlo, fueron capturados por el pueblo y entregados a la justicia. En cuanto a los elementos que pertenecían principalmente a la burguesía media y a la pequeña burguesía con tendencias patrióticas, que se unieron a la lucha del pueblo y se opusieron al ocupante extranjero, el partido las respaldó, se intereso en ellos y les indicó el verdadero camino para contribuir al desarrollo del país y al fortalecimiento de la independencia de la Patria. Sin embargo en estos últimos años, le dije, debido a la actividad hostil de Koçi Xoxe y compañía, se han observado actitudes injustas y se han tomado medidas severas hacia una parte de estos elementos y hacia algunos intelectuales patriotas, pero el partido ha denunciado enérgicamente estos errores y no va a permitir que se repitan de nuevo.

    Sobre esto dijo el camarada Stalin, que en este problema al igual que en cualquier otro, hay que ajustarse a la situación y a las condiciones concretas de cada país.
    –De todas formas –dijo él–, pienso que en la primera etapa de la revolución se debe adoptar frente a la burguesía patriótica que verdaderamente quiere la independencia del país, una política tal, que permita que aquella pase a contribuir en esta etapa con los medios y riquezas de qué dispone. Lenin nos enseña –añadió– que durante la primera etapa de la revolución, allí donde esta revolución reviste un carácter antiimperialista, los comunistas pueden usar la ayuda de la burguesía patriótica. Naturalmente, esto depende de las condiciones concretas, de la actitud que adopte esta misma burguesía hacia los agudos problemas que enfrenta el país. En los países de democracia popular, por ejemplo, la gran burguesía se ha comprometido con los invasores alemanes y les ha ayudado. Cuando el ejército soviético liberó estos países, la burguesía vendida tomó el camino del exilio.

    Antes de proseguir, reflexionó un momento y me dijo :

    –Me parece que el ejercito soviético no llego a introducirse a Albania para ayudarle a liberarse. ¿Y el ejercito yugoslavo, acudió en su ayuda durante la Lucha de Liberación Nacional?

    –No –le respondí–. Nuestro Ejército de Liberación Nacional, por el contrario, fue quien envió dos divisiones de guerrilleros a combatir en territorio yugoslavo para ayudar a la liberación de los pueblos de Yugoslavia.


    Continuando con el tema, el camarada Stalin señaló que todo partido comunista y Estado socialista deben mostrar un especial cuidado en sus relaciones con los intelectuales. Con ellos hay que llevar a cabo un intenso trabajo, una labor atenta y clarividente, a fin de que todos aquellos que sean verdaderamente honestos y patriotas estrechen cada vez más sus lazos con el poder popular.

    Mencionando algunos rasgos particulares de la revolución rusa, el camarada Stalin puso de relieve que la Rusia de aquella época no estaba bajo el yugo de ninguna potencia imperialista extranjera, por eso nos levantamos solamente contra los explotadores del interior; mientras que la burguesía nacional rusa, en su condición de explotadora, no se conformó con la revolución. Luego, comentaba, nos enfrascamos en una fiera lucha por varios años en el país y la burguesía rusa buscó la ayuda y la intervención de los imperialistas.

    –Así pues, es evidente que existe una clara diferencia entre la revolución Rusa y la lucha que se desarrolla en los países víctimas de la agresión imperialista. Con esto quiero decir –prosiguió Stalin–, que es de una importancia primordial tener presente las condiciones concretas de cada país, ya que esta varia siempre de un país a otro. Por eso nadie debería copiar nuestra experiencia ni la de cualquier otro, sino solo estudiarla y aprovecharla aplicándola a las condiciones concretas de su propio país.

    El tiempo había volado sin darnos cuenta en esta entrevista. Volví a retomar el hilo a mi intervención y comencé a exponerle nuestro plan para potenciar lo defensa y desarrollar la economía y la cultura en la República Popular de Albania.

    –El jefe de su Estado Mayor –intervino el camarada Stalin–, nos ha hecho algunas demandas para su ejército y hemos ordenado que todas ellas sean satisfechas. ¿Recibieron lo que necesitan?

    -Hasta el momento no hemos sido informados todavía.


    Stalin llamó en el momento a un general y le encargó recoger información precisa sobre el caso. Poco más tarde sonó el teléfono, Stalin se puso al aparato y después de escuchar unos segundos me comunicó que los equipos estaban en camino.

    –¿Recibieron los rieles? –me preguntó– ¿Han acabado la vía férrea?

    –Ya los recibimos y ya hemos inaugurado el ferrocarril.


    Proseguí exponiéndole en lineas generales los principales objetivos del plan de desarrollo económico, cultural y de la defensa de nuestro país. Como venía al caso, aproveché la ocasión para plantearle las ayudas que necesitábamos de la Unión Soviética.

    Como siempre, el camarada Stalin acogió con agrado nuestras de mandas de ayuda y nos habló abiertamente:

    –Camaradas –nos dijo–, somos un país grande, pero ustedes saben que todavía no hemos eliminado todas las graves consecuencias de la guerra. De cualquier modo, les ayudaremos, hoy y en el futuro, quizás no tanto como quisiéramos, pero sí en la medida de nuestras posibilidades. Comprendemos perfectamente que ustedes tienen que crear y desarrollar el sector de la industria socialista y estamos dispuestos a satisfacer todas las peticiones que nos han hecho, así como también las que nos han presentado para el sector de la agricultura.
    Luego, sonriendo, agregó:

    –¿Pero los albaneses están dispuestos a ponerse a trabajar?


    Entendí porque me hizo esta pregunta. Era el resultado de la información tendenciosa del comerciante armenio Mikoyan, que en un encuentro que tuve con él, me habló no sólo en un tono muy distinto al de Stalin, sino que incluso llegó a utilizar términos muy duros en las críticas que hizo sobre la realización de nuestros planes, alegando que nuestro pueblo no trabaja, y otras cosas por el estilo. Todo esto lo hacía con la intención de reducir los ritmos de entrega y el volumen de las ayudas. Esta ha sido siempre la actitud de Mikoyan. Sin embargo Stalin decidió satisfacer todas nuestras demandas.

    –Les enviaremos también los cuadros que nos han pedido –prosiguió–, y ellos no escatimarán sus fuerzas en ayudarles, pero, evidentemente, no van a permanecer para siempre en Albania. Por lo tanto camaradas, es necesario que vayan pensando también en formar sus propios cuadros, sus propios especialistas, para que en un futuro próximo, sustituyan a los nuestros. Ésto es algo de vital importancia. Por muchos cuadros extranjeros que puedan ir a su país, no les va a ser menos indispensable poseer sus propios cuadros. Así, camaradas, les aconsejo, que abran también su propia universidad, y hagan de ella un gran centro de formación de futuros cuadros.

    –Hemos creado algunos institutos –le dije al camarada Stalin–, y funcionan bastante bien, pero todavía estamos dando los primeros pasos. Sin embargo todavía carecemos, además de experiencia y de textos, de cuadros necesarios para fundar nuestra universidad.

    –Lo importante es comenzar –añadió de inmediato–, luego poco a poco todo se irá perfeccionando. Por nuestra parte, vamos a ayudarles tanto en lo que se refiere a textos especializados como con expertos en diversas materias a fin de que puedan aumentar el número de sus institutos superiores, que son los que constituyen la base para la fundación de la futura universidad. Los especialistas soviéticos –nos dijo a continuación el camarada Stalin–, serán remunerados por el gobierno albanés en la misma medida que los especialistas albaneses, no hagan diferencias entre nuestros cuadros y los suyos.

    –Los especialistas soviéticos van a vivir lejos de su país –le respondí– y no podemos tratarlos igual que a los nuestros.


    El camarada Stalin intervino oponiéndose:

    –No, no, que vengan de Azerbaiyán o desde cualquier otra parte de la Unión Soviética. Tenemos nuestras propias reglas en lo que concierne al tratamiento de los especialistas que enviamos en ayuda de los pueblos hermanos. Es su deber trabajar con todas sus fuerzas, como revolucionarios internacionalistas, trabajar por el bien de Albania. Como lo harían por el de la Unión Soviética. El gobierno soviético asume las diferencias de retribución cuando lo considere justificado.

    Después de expresar mi agradecimiento al camarada Stalin, pasé a plantearle la cuestión de los equipos que necesitábamos para los estudios geológicos, hidroeléctricos y para la construcción de ferrocarriles, así como toda una serie de problemas relacionados con el desarrollo en perspectiva de nuestra industria. Habiéndome respondido positivamente a las cuestiones que le había planteado, el camarada Stalin me hizo entre otras las siguientes preguntas: «¿Tienen ríos con caudal suficiente para construir centrales hidroeléctricas?¿Tiene Albania muchas reservas de carbón?» Respondí a sus preguntas y le pregunté a continuación si podíamos enviar a la Unión Soviética algunos cuadros a especializarse en algunas ramas que nos eran particularmente urgentes e indispensables para nuestro país, o si no era posible, nos enviaran algunos especialistas soviéticos a fin de preparar nuestros cuadros en Albania.

    El camarada Stalin dijo entonces:

    –A este respecto es mejor que enviemos nosotros a Albania algunos instructores, porque si vuestros cuadros vienen aquí, el tiempo para su formación va a ser mas largo dado que también necesitarán aprender el ruso, etc.

    El camarada Stalin nos recomendó tratar este asunto en el Ministerio de Relaciones Exteriores de la Unión Soviética y después añadió:

    –Por nuestra parte es el camarada Vishinski quien se encarga de tramitar todas las negociaciones, así que las demandas que nos vayan a plantear se las pueden dirigir a él.

    Dije al camarada Stalin que estas habían sido en lineas generales, las cuestiones que quise discutir con él en relación a la situación interna de Albania y le manifesté mi deseo de hacer una breve exposición acerca de las posiciones políticas de Albania con respecto a la situación internacional.

    Miró su reloj y me preguntó:

    –¿Veinte minutos serán suficientes?

    –Tal vez necesite un poco más, camarada Stalin.


    Como ya había explicado la tensa situación existente en nuestras relaciones con Yugoslavia, la actividad hostil de los traidores yugoslavos, la cuestión de las bandas criminales, organizadas por ellos y su introducción en territorio albanés para realizar actividades de subversión y de sabotaje contra nuestro país, hablé al camarada Stalin de la política de salvaje terror que la camarilla de Tito practicaba contra los albaneses de Kósovo, Macedonia y Montenegro.

    –¿Y hay muchos albaneses en Yugoslavia? ¿De qué religión son?

    –Hay más de un millón –le dije, al decir esto Vishinski manifestó su asombro, pues al parecer ignoraba que hubiera un número tan grande de albaneses en Yugoslavia–, y la mayoría son de religión musulmana.

    –¿Como es que no han sido asimilados por los eslavos? –continuó Stalin– ¿Cuáles son las relaciones que mantienen estos albaneses que viven en Yugoslavia con los de Albania?

    –Los albaneses que viven en Yugoslavia se han distinguido desde siempre por su ardiente patriotismo y sus estrechos vínculos con la patria y sus compatriotas. Ellos siempre se han opuesto enérgicamente a los febriles esfuerzos expansionistas y de asimilación de los reaccionarios serbios y eslavos y han preservado con gran pasión su identidad de albaneses en todos los sentidos. Actualmente, la camarilla de Tito está siguiendo en Kósovo y en las comarcas de población albanesa de Montenegro y Macedonia la misma línea y los mismos métodos que emplearon en su tiempo sus semejantes, el rey Alejandro u otros. Kósovo constituye un punto muy vulnerable para la camarilla de Belgrado, por esto ejerce un gran terror, practica la deportación masiva, las detenciones y los trabajos forzados, procede a reclutamientos por la fuerza y a expropiaciones de gran número de familias. La población albanesa que vive en la Yugoslavia de Tito es golpeada con especial dureza, pues los actuales dirigentes yugoslavos conocen muy bien sus rasgos patrióticos y revolucionarios, saben muy bien que el problema nacional ha sido y sigue siendo, para esta población como una llaga abierta que necesita ser curada. Por otra parte, Kósovo y otras regiones yugoslavas con población albanesa han sido convertidos por los titoistas en importantes centros donde agrupan a albaneses traidores, bandidos y espías, los cuales son instruidos por el personal de la U.D.B para perpetrar actos de terror, subversión, sabotaje y ataques armados contra nuestro país. La camarilla de Belgrado ha puesto en movimiento viejos agentes serbios, ingleses y estadounidenses así como también agentes italianos y alemanes, para movilizar a la reacción albanesa de Kósovo y organizar con ella destacamentos, que, en combinación con los grupos de bandidos albaneses, penetran en nuestro territorio y provocan disturbios.


    Luego, le hablé brevemente al camarada Stalin de la lucha del pueblo griego contra los monarco-fascistas y los angloestadounidenses, del respaldo político que habíamos prestado a esta justa lucha del hermano pueblo griego y, le señalé, entre otras cosas, que el Ejército Democrático Griego estaba apartado del pueblo.

    –¿Cómo, cómo has dicho? –me preguntó asombrado el camarada Stalin al oír estas palabras–.

    Le completé mis explicaciones sobre este problema y también sobre los puntos de vista erróneos de Niko Zachariadhis y sus compañeros acerca del papel del partido y del comisario en el ejército, en el gobierno, etc.

    –Estimamos –proseguí–, que la dirección del Partido Comunista de Grecia. ha venido cometiendo un grave error desde el tiempo de la guerra contra los hitlerianos en lo concerniente a la cuestión de su reforzamiento y la expansión, en el campo y en la ciudad y estos errores han vuelto a manifestarse de nuevo durante la lucha contra la reacción interna y la intervención anglo-estadounidense. Al juzgar erróneamente que la ciudad debía jugar el papel decisivo en la victoria sobre los hitlerianos y la reacción interna, la dirección de Giorgio Siantos   había dado la orden en los años de la lucha antifascista de que el proletariado griego permaneciese en las ciudades. Ésto hizo que el sector más revolucionario del pueblo griego quedara expuesto a los terribles golpes de los hitlerianos locales y que el ELAS –Ejército Popular de Liberación Nacional– se viese privado del proletariado, que debía ser la fuerza motriz y dirigente de la revolución popular griega. A pesar del gran terror, y de los feroces ataques que los hitlerianos y la reacción interna descargaban contra el proletariado y los elementos revolucionarios en las ciudades –proseguí–, éstos, en general, permanecieron en las ciudades, donde fueron asesinados, torturados, capturados o internados en islas sin haberse siquiera lanzado a ganar las montañas, porque así era la directriz del Partido Comunista de Grecia. Bien es cierto que las ciudades fueron también escenario de importantes acciones armadas, como sabotajes, atentados, etc, pero éstas acciones en el marco general de la lucha del pueblo griego, sólo jugaban un papel secundario.

    Continué exponiendo mis ideas:

    –Éstas debilidades, se observaron también en el campo, donde el partido estaba relativamente poco extendido y con un funcionamiento organizativo relajado y deficiente, donde sus organizaciones se confundían a menudo con las organizaciones del EAM –Frente de Liberación Nacional–, y el oportunismo era dominante tanto en la organización como en la línea política de los consejos de liberación nacional al nivel de las aldeas, allí había una dualidad de poder y coexistencia con las organizaciones reaccionarias zervistas, etc, en las zonas liberadas y en todos lados. Hicimos saber a los camaradas griegos que el hecho de haber puesto al mando de su Ejército de Liberación Nacional bajo las órdenes del Estado Mayor de las fuerzas aliadas del Mediterráneo, las conversaciones y los acuerdos de carácter oportunista y capitulacionista con el reaccionario Napoleón Zervas y el gobierno reaccionario griego en el exilio, el hecho de que elementos campesinos y antiguos oficiales de carrera dominaran la dirección del ELAS –Ejército Popular de Liberación Nacional–, constituían errores de tal dimensión que iban a conducir la heroica lucha del pueblo griego directamente al fracaso. Los acuerdos de Varkiza de febrero de 1945 fueron la conclusión lógica de todos estos actos y puntos de vista erróneos, fueron el desactivador que condujo a la capitulación ante la reacción inglesa y la reacción interna. Incluso después de los acuerdos capitulacionistas de Varkiza y del período de «legalidad» del Partido Comunista de Grecia –le dije al camarada Stalin–, pensamos que la dirección de este partido, tampoco analizó su actividad en la medida y en la forma requerida, para enmendar totalmente sus anteriores errores. El fortalecimiento del partido en la ciudad, y en el campo, los sólidos lazos con las amplías masas del pueblo, deberían haber sido las primeras preocupaciones de la dirección del Partido Comunista de Grecia, ya que éstos eran los mayores errores que había cometido en el pasado. El dejar de actuar en esta dirección era debido a la incorrecta apreciación que hizo de la nueva situación creada con la derrota del fascismo, a que subestimó al enemigo interno y la reacción anglo-estadounidense, y no supo prever debidamente el gran peligro que iba a venirle de estas fuerzas de la reacción. Cifraba muchas esperanzas en el trabajo «legal» y en el parlamentarismo. De tal forma, el partido acabó quedando desarmado frente al enemigo y perdió sus sólidos lazos con el pueblo; la revolución popular griega entró en una profunda crisis; al pueblo se le hizo ver que la revolución iba a triunfar a través del juego electoral y parlamentario, y así en definitiva, este se encontró desorientado, sorprendido y desamparado entre los golpes de la reacción, el pueblo griego combatió heroicamente a los hitlerianos para conquistar su libertad, pero ella se le fue de las manos a causa de los errores de la dirección del Partido Comunista de Grecia. Todos estos errores se harían sentir en toda su magnitud con el desarrollo posterior de los acontecimientos, especialmente cuando se desvaneciera toda ilusión en la victoria por vía legal, y el partido decidiera reanudar la lucha pasando a la clandestinidad.

    Y señalé las consecuencias de estos puntos de vista para el futuro del partido:

    –El hecho es –le dije más adelante al camarada Stalin–, que antes de pasar a la clandestinidad, el partido había logrado reagrupar una parte de las fuerzas guerrilleras, conducirlas a las montañas y proseguir el combate. Esta acción era muy positiva. Pero estimamos que aquí reaparecen precisamente los puntos de vista erróneos de los camaradas dirigentes griegos referentes a su estrategia y táctica a seguir, a la organización de su partido en el campo y en la ciudad, a la organización en el ejército, y sobretodo, a sus lazos con las masas y al papel dirigente del partido. Los camaradas de la dirección del Partido Comunista de Grecia subestimaban a las fuerzas del enemigo e imaginaban que iban a tomar el poder tranquilamente; iban a liberar Grecia con toda facilidad de los anglo-norteamericanos extranjeros y a los monarco-fascistas locales según sus previsiones. Imbuidos por esta concepción errónea, no se prepararon para una lucha larga y difícil, subestimaron la lucha guerrillera, y caracterizaron las fuerzas guerrilleras que habían logrado reagrupar el «ejército regular». Sobre este «ejército regular» cifraron todas sus esperanzas de victoria, descuidando así el factor principal, el pueblo, ignorando el principio marxista-leninista de que «el ejército y el pueblo son uno solo». Los camaradas dirigentes griegos no valoraron correctamente la situación de Grecia en aquella época. Después de la derrota, el ímpetu revolucionario de las masas había decaído, por lo que se imponía que este ímpetu fuese reanimado, reorganizando poderosamente al partido en el camino y en la ciudad, corrigiendo radicalmente los antiguos errores y extendiendo la lucha guerrillera a todo el país. Al monarco-fascismo –subrayé a continuación–, le aterrorizaban dos cosas; su gran enemigo, el pueblo, y la lucha guerrillera. Estos dos factores han sido descuidados por la dirección del Partido Comunista de Grecia y el enemigo ha logrado aprovecharse de este error.

    Puntualicé:

    –El enemigo temía una lucha guerrillera que fuese tomando cuerpo día a día, a la que fueran incorporándose progresivamente las masas populares de la ciudad y del campo, una lucha que ganando en amplitud, acabase en insurrección general y llevase a la toma del poder. Si el enemigo se libró de ésto, fue debido a la táctica errónea que mantenía y sigue manteniendo la dirección griega, de oponer al enemigo el grueso de sus fuerzas en una guerra de posiciones y una defensa pasiva. Era precisamente lo que el enemigo quería, inmovilizar a las principales fuerzas del DSE –Ejército Democrático Griego– en algunos puntos y allí derrotarlas y aniquilarlas gracias a su superioridad numérica y en armamento. Aprovechando este grave error de la dirección del Partido Comunista de Grecia, los monarco-fascistas despojaron al DSE –Ejército Democrático Griego– del apoyo del pueblo, arrancaron al Partido Comunista de Grecia de su base natural. Mediante el terror y los asesinatos expulsaron a los habitantes de todas aquellas zonas donde el grueso del DSE –Ejército Democrático Griego–, sus fuerzas más activas se habían estacionado, no para atacar sino para defenderse. Esta táctica la consideramos como un error fatal. También en nuestro país durante la Lucha de Liberación Nacional, expliqué al camarada Stalin, el fascismo realizo matanzas, masacró a la población, incendio regiones enteras; pero el pueblo no se dejó encerrar en campos cercados de alambradas, sino que se lanzo al monte y combatió, luego regresó a sus chozas y resistió con firmeza, ya que nuestro partido le había enseñado a combatir y resistir. Nuestro Ejército de Liberación Nacional jamás se ha separado del pueblo, pues era en el pueblo donde nuestro partido tenía sus solidas bases. Pensamos que si el enemigo consiguió aislar a los guerrilleros griegos en montañas desiertas, fue debido a que el Partido Comunista de Grecia no tenía solidas bases en el pueblo. Por eso afirmé anteriormente que la dirección del Partido Comunista de Grecia se privó por si sola y privó al Ejército Democrático de su base natural que era el pueblo.

    Para finalizar le hablé al camarada Stalin de las amenazas que Albania recibía de parte de sus enemigos externos.

    Él me había escuchado atentamente y se dispuso a dar su opinión sobre los problemas planteados:

    –Por lo que se refiere a la lucha del pueblo griego –dijo entre otras cosas–, siempre la hemos considerado como una lucha justa, la hemos apoyado y respaldado de todo corazón. Toda lucha popular no sólo cuenta con la participación de los comunistas, sino con la participación del pueblo y lo importante es que los comunistas se pongan a la cabeza. Tasidaris está pasando malos tragos y trata de salvar su régimen con la ayuda de los angloamericanos. En cuanto a los aullidos que lanzan los enemigos externos en torno a la repartición de Albania, es una de las formas de tratar de intimidarles, yo pienso que por el momento nada hay que temer al respecto. Y ésto no es porque los enemigos sean «benévolos», sino por una serie de razones. Primero, Albania es un país libre e independiente con un pueblo que ha tomado el poder y él podrá y sabrá defender su independencia al igual que ha sabido conquistaría. En segundo lugar, los propios enemigos externos tienen también sus divergencias con respecto a la cuestión de Albania. Ninguno quiere que Albania pertenezca solamente a uno de ellos. En caso de que Grecia pretenda anexionarse Albania, esto no le conviene ni a Italia ni a Yugoslavia, que van a oponerse rotundamente, y así en los demás casos. Por otra parte –acentuó el camarada Stalin–, la independencia de Albania ha sido reconocida y confirmada por la declaración de los tres grandes: la Unión Soviética, Inglaterra y los Estados Unidos. Esta declaración realmente puede ser violada, pero esto no es tan fácil. De todos modos se puede decir que la independencia de Albania está garantizada.

    El camarada Stalin nos recalcó varias veces que si el gobierno albanés sabe llevar una política ponderada, inteligente y perspicaz sus asuntos marcharán correctamente.

    Luego nos aconsejó:

    –Deben estudiar la posibilidad de establecer relaciones con Italia, pues es un estado vecino, pero deben tomar medidas previas para defenderse de la actividad de los fascistas italianos.

    Hablando de la importancia que tenía el reconocimiento de nuestro país en la arena internacional, me preguntó:

    –¿Qué otro Estado llama a sus puertas en busca de relaciones diplomáticas? ¿Cómo están sus relaciones con los franceses?

    –Con los franceses  –le expliqué–, ya hemos establecido relaciones diplomáticas, ellos tienen su representación en Tirana, y nosotros tenemos la nuestra en París.

    –¿Y con Estados Unidos y Gran Bretaña?

    –No tenemos relaciones diplomáticas con ninguno de ellos  –le respondí –. Desde 1945, los Estados Unidos nos vienen imponiendo como condición previa al establecimiento de relaciones que reconozcamos a sus antiguos acuerdos con el gobierno antipopular de Zogu. No podemos considerar como legítimos estos acuerdos porque tienen un carácter esclavizador y han sido anulados expresamente por el Congreso de Permet de 1944. Los ingleses, por su parte, exigen para reconocernos que les dejemos instalar bases militares en nuestros puertos. Ellos tratan de materializar desde hace tiempo sus proyectos en este sentido. En tiempos de guerra, cuando ya habíamos aniquilado a las fuerzas del ejército nazi y teníamos liberado a casi todo el país, los ingleses, valiéndose de algunas misiones militares que tenían en nuestro país, y utilizando la máscara de aliados de la lucha antifascista nos habían pedido insistentemente que, en tanto que «aliados», emprendiéramos conjuntamente una acción con uno de sus comandos, para destruir una guarnición alemana acantonada en Sarainda, nuestro puerto del Sur. Aceptamos su petición a condición de que una vez terminada la operación, se hicieran a la mar y tomasen el camino por donde habían venido. Terminó la operación y los ingleses no sólo quisieron quedarse, sino que también pretendieron adentrarse en todo nuestro territorio. El Estado Mayor General del Ejército de Liberación Nacional les dio el ultimátum de alejarse inmediatamente, si no les arrojaríamos al mar por la fuerza. Tras esto los ingleses levaron anclas y volvieron a Grecia. Sin embargo no han renunciado a sus designios.

    –Actúan según el interés de su país. En cuanto a las bases que los ingleses buscan instalar en sus puertos, no deben aceptarlas de ningún modo. Y guarden bien sus puertos.

    –No, no se los cederemos a nadie, estamos dispuestos a morir si se presenta el caso, pero nuestros puertos nunca los abandonaremos.

    –Ustedes deben defenderlos y no morirse  –dijo el camarada Stalin sonriendo–. Aquí se necesita la diplomacia.


    A continuación se levantó del asiento, nos fue saludando uno a uno y salió de la sala.

    Nos encontramos algunos días después en una cena ofrecida en el Kremlin en honor de nuestra delegación. Nos habíamos sentado en la mesa en torno al camarada Stalin. En esta cena, igual que en todos los otros encuentros que habíamos tenido, nos impresionó y nos emocionó el gran cariño que Stalin sentía por nuestro país y nuestro pueblo, su deseo de conocer nuevos aspectos de la historia, la cultura, la lengua y las costumbres de nuestro pueblo.

    Inició la conversación interesándose por algunas palabras albanesas:

    –Quiero oír  –me dijo–, ¿cómo suenan en albanés las palabras: pueblo, hombre, pan, regalo, marido, mujer, tierra?

    Me puse a pronunciarlas y él me seguía con mucha atención. Recuerdo que en una de esas se produjo una situación humorística. Me había preguntado cómo se decía en albanés la palabra rusa «dar» .

    –Poshqesh  –le respondí en seguida–.

    –¡Ah no!  –dijo riéndose– Poshqesh no es una palabra albanesa, es una palabra turca.
    Tenía, una risa franca, sincera, una risa que le salía del corazón. Después de oírme pronunciar estas palabras albanesas, precisó:

    –Su lengua es muy antigua, ha sido transmitida de generación en generación por tradición oral. Este es otro hecho que testimonia la resistencia de su pueblo, su gran fuerza para no dejarse asimilar a pesar de los reveses que ha tenido que afrontar.


    Y siguiendo en torno a estos problemas me preguntó:

    –¿Cual es la composición nacional del pueblo albanés? ¿Existen en Albania minorías nacionales, serbias o croatas?

    –Nuestro pueblo, se compone en su inmensa mayoría de albaneses; existe una minoría de nacionalidad griega –alrededor de 28.000 personas– y un pequeño número de macedonios –cinco pequeñas aldeas en total–, pero no hay ni serbios ni croatas.

    –¿Cuántas religiones hay en Albania? Y, ¿qué lengua hablan?

    -En nuestro país, hay tres religiones, la religión musulmana, la ortodoxa y la católica. La población que cultiva éstas tres creencias pertenecen a la misma nación, la albanesa, por eso la lengua que se utiliza es únicamente la albanesa, a excepción de la minoría nacional griega, que emplea su lengua materna.


    Mientras hablaba, Stalin iba sobando su pipa de tanto en tanto. Noté que no utilizaba ningún tabaco especial, desliaba cigarrillos «Kasbek», y los iba vaciando en su pipa. Después de haber escuchado mi respuesta dijo:

    –Ustedes son un pueblo con su propia identidad de origen, como son los persas o los árabes, con la misma religión que tienen los turcos. La religión no tiene nada que ver con la nación y la nacionalidad.

    En el curso de nuestro diálogo, me pregunto:

    –¿Y usted, camarada Enver, come carne de cerdo?

    –¡Sí!

    –El Islam se lo prohíbe a sus fieles. Es una vieja costumbre que ya le ha pasado su época. En cualquier caso  –prosiguió–, el problema religioso debe ser tratado con mucha atención, hay que actuar con sumo cuidado en este terreno, ya que al pueblo no se le pueden pisotear sus sentimientos religiosos. Estos sentimientos han sido cultivados desde hace siglos, en el interior de las personas así hay que proceder con mucha cautela en esta materia si no se quiere influir negativamente en la cohesión y la unidad del pueblo.


    La cena se desarrolló en una atmósfera de entusiasmo y de amistad. El camarada Stalin, después de brindar por el ejército albanés y el ejército soviético, volvió a la cuestión de la lucha del pueblo griego. Hablaba con profunda simpatía del pueblo griego, de este pueblo valiente y ansioso de libertad de sus actos de heroísmo, de sus sacrificios, y la sangre que estaba derramando en su justa lucha.

    -Nosotros igual que ustedes, todos los revolucionarios y los pueblos  –dijo el camarada Stalin–, estamos por la justa lucha del pueblo griego, por sus aspiraciones de libertad y democracia. Nuestro apoyo y respaldo ideológico y político no les faltará jamás. Ustedes que limitan con Grecia, prosiguió, deben mostrar un especial cuidado y vigilancia frente a cualquier provocación de los monarco-fascistas contra su país.

    Durante la cena se fueron haciendo brindis por cada uno de los camaradas que estábamos presentes. También hicimos uno a la salud de Omar Nishani .

    Molotov, levantando de vez en cuando su copa, me insistía que bebiera más, y viendo que no lo hacia, me preguntó:

    –¿Por qué bebe tan poco? ¡Anoche bebía más!

    –¡Ah! Anoche era diferente  –le respondí sonriendo–.


    En este momento Molotov se dirigió al camarada Stalin:

    –Anoche fuimos a cenar con el camarada Enver a casa de Vishinski. Recibimos la noticia de que ayer, día 31, la mujer del camarada Enver dio a luz un niño. Para festejarlo, bebimos un poco más.

    –¡Todas mis felicitaciones!  –me dijo Stalin y levantó su copa en mí dirección– ¡Bebamos a la salud de su hijo y de su esposa!


    Le di las gracias al camarada Stalin y le desee una larga vida y una buena salud, por el bien del partido bolchevique, del Estado soviético, por el bien de la revolución y del marxismo-leninismo.

    Pasamos varias horas en esta atmósfera tan entusiasta, cordial y familiar. Mis camaradas y yo guardaremos siempre grabados en nuestra memoria la amabilidad y los rasgos del glorioso Stalin, de éste hombre, cuyo nombre y cuya obra hacían temblar a los enemigos imperialista, fascistas, trotskistas y reaccionarios de toda laya, mientras que a los comunistas, a los proletarios y a los pueblos, los encendía de alegría y entusiasmo, incrementaba sus fuerzas y su confianza en el porvenir.

    Durante toda la cena mantuvo un humor extraordinario, estaba alegre y sonriente, muy atento a cualquier detalle en toda nuestra conversación informal, se esforzaba porque todos los presentes se sintieran a sus anchas. Hacia las 23 horas nos propuso ir a tomar un café.
    Todos nos levantamos y pasamos a la sala contigua. Mientras nos servían el café, dos camaradas soviéticos en una mesa próxima a la nuestra, animaban entre bromas a Xhafer Spahiu a seguir bebiendo, Stalin, que lo había advertido se dirigió en tono jocoso a los camaradas soviéticos:

    –Ah, no. ¡No es justo! Nuestro huésped no está en condición de igualdad con ustedes. Son dos contra uno.

    Todos reímos y continuamos discutiendo y bromeando como en familia. Poco después Stalin se levantó y nos dijo:

    –Camaradas, ahora les invito a que vayamos al cine.
    Stalin nos condujo al cine del Kremlin, donde él mismo escogió las películas que íbamos a presenciar. Eran algunos documentales en color que presentaban panoramas de diversas regiones de la Unión Soviética, y también la película «La novia lejana».


    Con esto terminó nuestra segunda visita a Stalin.

    Enver Hoxha
    Con Stalin (memorias), 1984

      Fecha y hora actual: Lun Nov 18, 2024 1:37 am