En el prefacio de la Contribución a la crítica de la economía política, que constituye uno de sus escritos más célebres, Marx resume así su concepción: «El resultado general a que llegué y que, una vez adquirido, me sirvió de hilo conductor en mis estudios, puede resumirse así: en la producción social de su existencia, los hombres entran en relaciones determinadas, necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a un grado de desarrollo determinado de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual se levanta una superestructura jurídica y política y a la cual corresponden las formas de conciencia social determinadas. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de vida social, política e intelectual en general» Y en El Manifiesto Comunista vemos la misma afirmación: «¿Se necesita una gran penetración para comprender que los puntos de vista, las nociones y las concepciones de los hombres ―en una palabra: su conciencia― cambia según los cambios producidos en sus condiciones de existencia, en sus relaciones sociales y en su existencia colectiva?»
Se completa con este otro: «la evolución y la concentración naturales del capitalismo determinan la concentración y la evolución del proletariado, clase revolucionaria por excelencia llamada a sucederle y a realizar un día la humanidad sin clases. Llega un momento en que el desarrollo de las fuerzas materiales de producción, jurídicamente contenidas en unas formas de propiedad determinadas, entran en contradicción con las necesidades colectivas y se convierten en un obstáculo y una rémora. Se abre entonces una época de revolución social. El cambio en la base económica subvierte más o menos lenta o rápidamente toda la enorme superestructura. Tal es la ley del determinismo económico, de la formación de la conciencia revolucionaria de las masas trabajadoras, concentradas y cohesionadas por el propio desarrollo capitalista y conduciendo a la contradicción fundamental que hace necesaria la revolución transformadora de la sociedad»
En La crítica moralizadora, opúsculo escrito en 1847, Marx deja bien sentado que ni la sola voluntad revolucionaria ni las astucias políticas pueden sustituir las condiciones económicas. Dice textualmente: «En el curso de la evolución, los hombres deben empezar por producir las condiciones materiales de una nueva sociedad y ningún esfuerzo del entendimiento ni de la voluntad es capaz de sustraerlas a este destino» Diez años más tarde, el mismo Marx se opone a toda idea de revolución prematura al decir: «Una formación social no desaparece jamás antes de que se hayan desarrollado todas las fuerzas productivas que puede contener» Y, frente a toda idea de revolución catastrófica, añadía: «Los trabajadores saben que para realizar su propia emancipación, al mismo tiempo que la forma más noble hacia la que se dirige la sociedad actual por sus propias fuerzas económicas, tienen que conocer largas luchas y toda una serie de progresos históricos capaces de transformar las circunstancias y los hombres» Estas “largas luchas” y estos “progresos históricos”, capaces de “producir las condiciones materiales de una nueva sociedad”, constituyen otras tantas etapas según las condiciones concretas de tal o cual país. Así lo reconoce al decir que «la cuestión social es mucho más aguda en Francia que en Alemania, en Inglaterra que en Francia, en una monarquía constitucional que en una monarquía absoluta» Se refiere a la situación concreta de 1847. Reconoce asimismo que una victoria política del proletariado no significaría necesariamente el fin de la denominación económica de la burguesía. Cree que la Alemania de 1847 está en vísperas de una revolución burguesa y apunta que el papel del proletariado consiste en servir de fuerza de choque contra el absolutismo para instaurar la constitución más democrática posible. No es posible saltar las etapas: sin el triunfo de la revolución democrático-burguesa es imposible que se creen las condiciones favorables para el desarrollo de la revolución proletaria.
Todos los grandes discípulos de Marx han abundado en esas mismas posiciones, antes y después de la revolución bolchevique. Por ejemplo, en 1935 Carlos Kautsky afirmaba rotundamente: «Marx estimaba que la realización del socialismo únicamente podía ser obra de la propia clase obrera. Sólo creía posible esta realización en el lugar y en el momento en que la clase obrera hubiera alcanzado la fuerza y la educación necesarias. Según él, la condición para alcanzarlas consistía, por un lado en un desarrollo económico avanzado y, por el otro, en una gran libertad política, es decir, en una rigurosa ascensión del movimiento obrero»
► Segunda parte: Los métodos de Lenin
¡Salud y República!