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    Stalin, clases sociales y restauración del capitalismo - texto del medio de difusión Revolución o Barbarie

    Revolución o Barbarie
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    Mensaje por Revolución o Barbarie Lun Ene 06, 2014 11:32 pm

    Introducción

    La Revolución de Octubre, realizada por las masas proletarias y campesinas del Imperio Ruso dirigidas por el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (bolchevique), dio lugar a la implantación de la primera dictadura revolucionaria del proletariado en la historia de la humanidad, exceptuando la breve -tanto espacial como temporalmente- experiencia anterior de la Comuna de París. Además, significó el inicio de la edificación socialista en los antiguos territorios del Imperio de los Zares. Pero la Revolución de 1917 no solo supuso la creación de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia, y posteriormente de la URSS, sino que también provocó la escisión del ala revolucionaria de la socialdemocracia internacional que constituiría la Komintern en el año 1919; también marcó el inicio de una serie de revoluciones –en países como Alemania, Hungría, Finlandia, China, Albania, Grecia, Vietnam, etc.- que se alargarían durante todo el siglo XX y que en algunos casos darían lugar a la formación de Estados de dictadura democrático-popular y de Estados de dictadura del proletariado. Durante este período histórico se desarrolló la construcción del socialismo en países como la URSS y China, alcanzando logros tales como la eliminación de la propiedad privada sobre los medios de producción, la colectivización del campo, la elevación del nivel de vida de las masas trabajadoras, etc.

    Con la Revolución Socialista de Octubre nació todo un ciclo de la Revolución Proletaria Mundial que se extendería durante la mayor parte del siglo pasado. El desarrollo de este ciclo revolucionario no fue lineal, sino que tuvo sus altibajos, sus momentos de ofensiva revolucionaria (que se centran en los periodos posteriores a las dos Guerras Mundiales y en menor medida durante la segunda mitad de la década de los 60) y sus momentos de retroceso, con la toma del poder en los Estados socialistas por parte de los revisionistas, primero en la URSS en el año 1956 y como consecuencia de ello en las democracias populares del Este de Europa, y después en China en 1976, hasta que en 1989-1991 se vendrían abajo los restos de lo que en el pasado fuera el campo socialista. Esto, el derrumbe de lo que antaño fueran Estados socialistas o democrático-populares, sería contemplado por la inmensa mayoría de la vanguardia revolucionaria y de las masas explotadas, con la inestimable colaboración de la burguesía y sus plumíferos, como el final del comunismo, del movimiento político que durante el siglo XX constituía una alternativa real al capitalismo, a la explotación a la cual somete a las masas de trabajadores este sistema, y pondría término al Ciclo revolucionario de Octubre.

    Esto enlaza directamente con la situación en la cual nos encontramos los comunistas actualmente, situación en la que el movimiento comunista, salvo excepciones representadas por unos pocos partidos maoístas que han sabido recoger lo mejor de la experiencia del pasado ciclo (aunque también con las limitaciones de esta) y poner en marcha procesos revolucionarios, no es capaz de situarse como faro para los oprimidos del mundo y llevarlos a la toma del poder político en el sendero hacia su emancipación. En este contexto, la tarea de los marxistas-leninistas debe ser la reconstitución del movimiento revolucionario para que el proletariado pueda erigirse en clase dominante (instaurando así su dictadura de clase sobre los explotadores) e iniciar un nuevo ciclo revolucionario, que esta vez sí suponga la liquidación completa del último modo de producción clasista de la historia, que es el capitalismo, y su sustitución por una sociedad que no esté basada en la explotación del ser humano por el ser humano, la sociedad comunista.

    Para este objetivo, la reconstitución del movimiento revolucionario del proletariado, es necesario realizar el análisis de la experiencia del movimiento comunista que nos lega la oleada revolucionaria que comenzó en 1917. Una de las cuestiones objeto de análisis cuya importancia es esencial son los factores, causas y condiciones que permitieron que en Estados de dictadura proletaria los representantes de los intereses de clase de la burguesía, los revisionistas, se pudieran hacer con el poder político, acabando con el proceso de edificación de la sociedad comunista y transformando la esencia de clase de estos Estados en su contrario, en Estados de dictadura de la burguesía burocrática.

    Para dicha empresa, este texto se centra en el periodo de construcción del socialismo en la URSS y en las concepciones ideológicas imperantes en el Partido Comunista (bolchevique) respecto del significado de la eliminación de la propiedad privada individual sobre los medios de producción y lo que ello suponía, según los dirigentes bolcheviques, para la existencia de clases sociales en la Unión Soviética y las posibilidades de que el proceso hacia la sociedad comunista se revirtiera y el socialismo, la dictadura del proletariado, fuese sustituido por la dictadura burguesa y el modo de producción capitalista.

    Stalin y los límites del Ciclo de Octubre

    Antes de meternos directamente en la cuestión que motiva este texto, creemos necesario hacer unas aclaraciones respecto a Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin, y el origen de una serie de concepciones ideológicas existentes, no solo en el bolchevismo “staliniano”, sino también en todas las corrientes que rompieron orgánica y políticamente con la socialdemocracia en el período del fin de la I.ª Guerra Mundial y la Revolución de Octubre.

    En este artículo emplearemos fundamentalmente artículos, conferencias e informes de Stalin para mostrar las concepciones que defendía el PC(b), pero ello no implica que achaquemos la responsabilidad exclusiva -ni siquiera mayoritaria o determinante- de estas formulaciones a su secretario general. Desde el materialismo histórico no se puede sostener lo que hacen los académicos burgueses y algunas corrientes comunistas que surgieron durante el Ciclo de Octubre, como el trotskismo o el eurocomunismo: achacar el devenir de la historia, el desarrollo político, social o  económico de un país a una sola persona, en este caso concreto a Stalin. Esta posición historiográfica es por completo opuesta al estudio científico de la historia, puesto que sustituye las condiciones materiales que determinan la existencia de clases sociales y la lucha entre estas como el motor del desarrollo histórico por la voluntad de un individuo o una camarilla.

    Stalin, que ya poseía una dilatada trayectoria como militante comunista (siendo miembro del POSDR desde el año de su fundación, 1898, y de la fracción bolchevique, también desde su constitución, en 1903), tras la enfermedad y pronto fallecimiento de Lenin asumió la defensa y sistematización del leninismo frente a las desviaciones oportunistas existentes en el seno de los bolcheviques. De este modo supo darle salida a una problemática nueva con la que se encontró la Revolución de Octubre, como fue el hecho de que la revolución no triunfara en ningún otro país y la Unión Soviética quedara aislada a nivel internacional. Este era un problema nuevo al que se tenían que enfrentar los marxistas revolucionarios, ya que hasta ese momento, aunque Lenin ya había esbozado la posibilidad de la construcción del socialismo en un solo país antes de la revolución de 1917 (1), formaba parte de las concepciones teóricas de los marxistas que la revolución triunfaría en varios países. Pero la experiencia práctica demostró, tras el fracaso de las revoluciones que se produjeron en Europa de 1918 a 1923, que esta tesis ya no era válida para la etapa imperialista del modo de producción capitalista. En este contexto, Stalin desarrolló la teoría del socialismo en un solo país, conjugando la posibilidad de construcción del socialismo en un Estado rodeado de países capitalistas con el internacionalismo proletario y estableciendo que el país de dictadura del proletariado debería actuar como base de la Revolución Proletaria Mundial, lo cual supuso una aportación al socialismo científico de importancia fundamental.

    En la lucha de líneas que se produjo en los años 20 contra las líneas oportunistas de izquierda y derecha, Stalin defendió la línea marxista-leninista frente a estas desviaciones, lo cual permitió que el proceso de edificación del socialismo continuase adelante en el Estado soviético.

    La oposición de izquierda encabezada por Trotski, que se manifestó en el seno del Partido a partir de 1923, y a la que luego se sumarían Zinoviev y Kamenev entre otros, consideraba que en la URSS no era posible la construcción del socialismo por tratarse de un país aislado y atrasado económicamente, llevando la teoría de las fuerzas productivas legada de la socialdemocracia a sus últimas consecuencias. Además, se oponían a la Nueva Política Económica (NEP). Frente a esto, como ya dijimos anteriormente, Stalin desarrolló la teoría del socialismo en un solo país (ya enunciada por Lenin), la cual demostró en la práctica que efectivamente la edificación del socialismo en un solo país, en la Unión Soviética, era posible asegurando la alianza en el marco de la NEP del proletariado soviético con los campesinos, que constituían la mayoría de la población del País de los Soviets.

    En los años 1927-1928, con el agotamiento de la NEP se manifestó otra línea oportunista, en este caso de derechas, encabezada por Bujarin. Esta oposición derechista defendía el prolongamiento de la NEP, es decir, la explotación privada por parte de los campesinos sobre la tierra, y propugnaba la construcción del socialismo “a paso de tortuga”, a pesar de la situación a la cual se había llegado a finales de los años 20 en la que existía una gran diferenciación entre clases sociales en el campo y los campesinos ricos estaban especulando con el grano, provocando el desabastecimiento de las zonas urbanas. Ante esta fracción oportunista, la mayoría del PC(b), con Stalin al frente, elaboraron la línea de industrialización y colectivización del campo que permitió eliminar la propiedad privada individual sobre los medios de producción y un desarrollo gigantesco de las fuerzas productivas. Esta política también tuvo una importancia esencial para que la URSS saliese vencedora de la agresión militar más potente de la historia, la que sufriría una década después por parte de la Alemania nazi y sus aliados fascistas.

    En lo que atañe a la herencia ideológica del marxismo de la socialdemocracia, como señalábamos al principio de este epígrafe, no solo influenció a Stalin y a sus colaboradores, sino también a todas las organizaciones y tendencias que surgieron mediante la escisión del ala izquierda de la II Internacional. Efectivamente, las corrientes que, como el bolchevismo, terminaron rompiendo con el movimiento socialdemócrata surgieron dentro de la propia socialdemocracia y, aunque se desarrollaron en lucha contra los paradigmas teóricos más degenerados de esta, recibieron inevitablemente su influencia. El partido guía del movimiento marxista era el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), que se había constituido mediante la unión de dos corrientes políticas, el lassallismo, ajeno al marxismo, y la corriente eisenachiana, que, aunque influidos por el marxismo, profesaban una  ideología que mezclaba diversas tendencias teóricas. Además, su creación se produjo cuando aún Marx y Engels no habían desarrollado completamente su concepción científica del mundo y parte de sus obras aún no habían salido a la luz. Todo ello contribuyó a que el marxismo del SPD, que a través de este partido se expandiría por el resto de organizaciones socialdemócratas del orbe, y del que fue su principal líder político, Karl Kautski, contuviese en su seno determinados paradigmas ideológicos extraños al socialismo científico y que inevitablemente se reprodujeron en las organizaciones que rompieron con la II Internacional.

    Así, una serie de premisas ideológicas cuyos orígenes se remontan a la socialdemocracia y que eran compartidas por la práctica totalidad del movimiento comunista tendrán una influencia negativa para el proceso de edificación del socialismo y facilitarán el camino al revisionismo. Una de estas premisas es la identificación de la propiedad jurídica de los medios de producción con las relaciones sociales de producción, que se plasmaba en la consideración de que, una vez los medios de producción fueran estatalizados, estos pasarían a ser de propiedad de toda la sociedad, obviando las contradicciones existentes en ella y las prácticas burguesas (tales como la división social del trabajo) que se seguían reproduciendo en las unidades de producción. Esto llevaba aparejado que, tras la eliminación de la propiedad privada sobre los medios de producción, se considerase que desaparecerían las clases sociales antagónicas y la tarea primordial pasaría a ser la del desarrollo de las fuerzas productivas para alcanzar el comunismo.

    Así, por ejemplo, Trotski, que nos es presentado por los intelectuales burgueses y por los propios trotskistas como el personaje antagónico de Stalin, defendía estas mismas premisas ideológicas, y en el caso de la teoría de las fuerzas productivas incluso la llevaba a sus límites extremos, como ya hemos mencionado antes respecto a las posibilidades de construcción del socialismo en un solo país. Trotski, al igual que el PC(b) de Stalin (como tendremos ocasión de ver en el siguiente epígrafe), consideraba que la eliminación de la propiedad privada individual sobre los medios de producción llevaba aparejada la inexistencia de burguesía y de clases antagónicas en la sociedad soviética (2). En su famosa obra titulada La revolución traicionada, el ucraniano, mencionando las clases y capas sociales existentes en la URSS a mediados de los años 30, afirmaba: “el proletariado soviético existe aún como clase, profundamente distinto al campesinado, a los técnicos intelectuales y a la burocracia;”. Como se ve en la cita, Trotski no menciona la existencia de burguesía –en otros fragmentos de la obra afirma directamente su inexistencia-, de lo que habla es de una burocracia que según él era el “grupo dirigente” en la URSS, pero a este grupo (la burocracia) no lo consideraba una clase social, sino una capa social. A pesar de que afirmaba que la burocracia dirigía a la Unión Soviética, al mismo tiempo defendía que esta seguía siendo un Estado obrero por “la nacionalización del suelo, de los medios de producción, de los transportes y de los cambios, así como el monopolio del comercio exterior”. Aquí se observa la plena identificación de Trotski con la tesis que equipara las relaciones jurídicas de propiedad con las relaciones de producción, ya que en base a su visión, pese a que el poder en la URSS no estaba en manos del proletariado sino de una burocracia usurpadora, el país soviético mantenía su esencia de clase proletaria por el hecho de que los medios de producción eran de propiedad estatal (por cierto, tesis muy similar a la que defienden hoy en día los revisionistas que provienen del campo prosoviético para el periodo post-XX Congreso).

    Por último, para contextualizar las concepciones teóricas dominantes en el Partido Comunista (bolchevique) de la URSS hay que sumarle a las limitaciones ideológicas heredadas por el marxismo de la II Internacional que acabamos de mencionar, el hecho de que el proceso soviético fue la primera experiencia de construcción del socialismo en la historia. Los bolcheviques, tras la conquista del poder político por la clase obrera y el establecimiento de su dictadura revolucionaria de clase, se enfrentaban a problemas enteramente nuevos, a cuestiones que nunca antes les fueron planteadas a ningún grupo de personas en la historia de la humanidad, temas sobre los que no existía práctica anterior de la que poder extraer lecciones para desarrollar el proceso con mayores garantías de éxito. Y tampoco se pueden olvidar los límites materiales a los que se enfrentaban los comunistas soviéticos al producirse la revolución en un país atrasado económicamente, donde la mayoría de la población era aún campesina, es decir, pequeñoburguesa, donde todavía existían relaciones de producción feudales en zonas rurales; un país que había acabado destruido tras tres años de guerra imperialista y tres años de guerra civil e intervención imperialista, etc. Por todos estos motivos, el desenlace del primer proceso de edificación del comunismo fue, en gran medida, lógico.

    Sin embargo, en la actualidad los marxistas-leninistas, a diferencia de los bolcheviques, poseemos un rico bagaje histórico de construcción del socialismo en la URSS y en otros países como China. Por eso, el balance de estas experiencias es una tarea esencial para que los comunistas podamos emprender en el futuro el camino liberador de la humanidad en una posición cualitativamente superior a la de nuestros camaradas durante el primer ciclo revolucionario.
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