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“Ortodoxo”, una palabra usada con frecuencia en calidad de ataque dentro de las disputas teóricas sobre el marxismo, y al parecer, ya resulta infaltable en todo argumento la ceremonial delimitación entre ortodoxos y creativos. Se da por descontado que nadie quiere contarse entre aquellos acusados de defender un “marxismo ortodoxo” y todos se esfuerzan por mostrar sus pasaportes como “marxistas creadores y heroicos”. La cuestión, a pesar de las apariencias, no resulta ser tan obvia o carente de complicaciones. Debemos reflexionar sobre lo que es ser o no ser ortodoxo, aunque esto parezca un ejercicio escolástico o un divertimento absurdo.
En la atmósfera intelectual contemporánea la opinión mayoritaría es la que utiliza como sinónimos de marxismo ortodoxo el marxismo-leninismo, el marxismo soviético, o “los manuales”; esta forma de concebir lo ortodoxo se ha vuelto tan común que nadie tiene intención en ahondar en ella, se la acepta como si fuera evidente por sí misma, sin necesidad de argumento o explicación alguna, en este punto, los marxistas creativos y críticos no poseen nada ni de creativos ni de críticos.
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En la atmósfera intelectual contemporánea la opinión mayoritaría es la que utiliza como sinónimos de marxismo ortodoxo el marxismo-leninismo, el marxismo soviético, o “los manuales”; esta forma de concebir lo ortodoxo se ha vuelto tan común que nadie tiene intención en ahondar en ella, se la acepta como si fuera evidente por sí misma, sin necesidad de argumento o explicación alguna, en este punto, los marxistas creativos y críticos no poseen nada ni de creativos ni de críticos.
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