[Didáctico artículo para explicar de forma sencilla, aunque firme, el concepto de «dictadura del proletariado» que tantos prejuicios levanta entre la población. Aunque no profundice mucho en algunos casos y haya algunos errores de expresión, es una muy buena herramienta para difundir el mensaje marxista-leninista.]
«¿Qué es la dictadura del proletariado y por qué es necesaria?».
Sólo con leer el título de este artículo el lector probablemente se haya horrorizado. Es posible que ahora se encuentre tan confuso como indignado. ¿Cómo va a ser necesaria una dictadura? ¿No tuvimos suficiente con 40 años de franquismo que los comunistas quieren quitarnos la poca democracia de la que gozamos? Y sobretodo, ¿porqué habla del proletariado, si este ya no existe? "Que no estamos en el siglo XIX, hombre". Y encima voy y pongo una imagen en la que aparecen mujeres armadas, haciendo clara apología a la violencia.
Estos comunistas todo lo hacemos mal, hablar de dictaduras está feo, no es comercial. Alguno no querrá ni seguir leyendo. Paciencia: vayamos por partes y expliquemos qué es la dictadura del proletariado y porqué es necesaria. Luego ya que el lector saque sus propias conclusiones.
1- ¿Qué es una dictadura?
A menudo cuando evocamos el término 'dictadura' nos referimos a regímenes en los cuales no hay libertades ni se respetan los derechos humanos. Se trata de países sin elecciones en los cuales el disidente está perseguido a diario. La España de Franco (1939-1975) sería un buen ejemplo de dictadura para la mayoría de la gente.
Los marxistas tenemos otro enfoque en cuando a la definición de dictadura, muy distinto del que acabo de exponer. Dicho esto, por supuesto que somos conscientes de que no es lo mismo un país con elecciones y ciertas libertades que un régimen autoritario. Distinguimos perfectamente entre la España de Franco y la de Rajoy, que no son sistemas políticos iguales aunque se les intenten sacar parecidos (que los hay). Los marxistas, como iba diciendo, vemos la política partiendo de la base de que existen diferentes clases sociales y que estas tienen intereses a menudo opuestos, y es de ahí de donde sacamos nuestra visión de lo que es una dictadura y lo que es una democracia. Pero si vamos a tomar como base para nuestro análisis la lucha entre clases sociales antes habrá que definir qué son exactamente las clases.
Cuando hablamos de clases sociales no nos referimos a pobres y ricos, ni a la clase baja y la clase media, sino a los grupos de personas que se distinguen por su posición en el sistema de producción y que tienen intereses distintos. Hablamos, en la sociedad capitalista, de la lucha existente entre el proletariado (los trabajadores, que no tenemos medios de producción y nos vemos obligados a vender nuestras capacidades laborales al mejor postor) y la burguesía (que posee bancos, grandes empresas, fuentes de materias primas...). El proletariado trabaja para la burguesía, que le entrega un salario para que pueda sobrevivir. También existen otras dos clases "secundarias" que no vamos a tratar: la pequeña burguesía (pequeños empresarios) y el lumpenproletariado (personas marginadas, como un mendigo o una prostituta). El revolucionario ruso Vladimir 'Lenin' explica así lo que son las clases:
«Las clases son grandes grupos de hombres que se diferencian entre sí por el lugar que ocupan en un sistema de producción social, históricamente determinado, por las relaciones en que se encuentran respecto a los medios de producción (relaciones que en gran parte quedan establecidas y formalizadas en las leyes), por el papel que desempeñan en la organización social del trabajo y, consiguienternente, por el modo y la proporción en que perciben la parte de la riqueza social de que disponen. Las clases son grupos humanos, uno de los cuales puede apropiarse del trabajo del otro, por ocupar puestos diferentes en un régimen determinado de economía social».
Sé que al lector les parecerán términos anticuados y poco familiares, y también sé que no se suele hablar de burguesía o de proletariado en los medios de comunicación, pero son los que tenemos para analizar la sociedad y son los que voy a utilizar.
Toda sociedad en la que persistan las clases sociales es una dictadura de una clase sobre otra. ¿Entonces la España de hoy en día es una dictadura? ¿La España de hoy en día es tan dictatorial como la de Franco? Los marxistas respondemos afirmativamente a ambas preguntas. Ambos regímenes son dictaduras de la burguesía (recordemos: bancos, oligarcas, grandes empresarios...) sobre los trabajadores. Es decir: la burguesía tiene el poder y lo utiliza para satisfacer sus necesidades de clase para desgracia de los trabajadores.
La España de hoy en día puede permitirse formas democráticas: elecciones cada cuatro años, cierta pluralidad informativa, cierta libertad de expresión... a diferencia de lo que pasó en 1936, cuando llegó al poder un partido de izquierdas (el Frente Popular) y la burguesía se vio obligada a dar un golpe de Estado para controlar la situación. Lo mismo vimos en Chile en 1973 o en Venezuela en 2002: cuando llega al poder un partido que no se somete a la burguesía esta pone en marcha un golpe e intenta implantar una dictadura represora. Así que si bien todo sistema de clases es siempre una dictadura, en algunas circunstancias se pueden tolerar formas pseudodemocráticas y libres. Distinguimos entre las dictaduras disfrazadas (la España de hoy) y las dictaduras abiertas (la España de Franco). Pero tranquilos: mientras nos sometamos gustosos y sigamos votando a partidos del sistema (PSOE, PP, UPyD...) no será necesaria ninguna dictadura abierta.
En 1919 Lenin escribió la tesis sobre lo que era la dictadura burguesa y lo que era la dictadura del proletariado. Allí dejó una frase, medio copiada al filósofo alemán F.Engels, que merece la pena analizar:
«incluso en las repúblicas más libres hay una dictadura de la burguesía».
Pero, ¿cómo puede ser esto? ¿cómo una república libre puede ser a la vez una dictadura? Lenin se refería aquí a los dos sistemas más "democráticos" de la época: EEUU y Suiza. Explicó que incluso en esos países se producían matanzas contra los obreros que osaban rebelarse, que los huelguistas eran satanizados por la prensa y que allí el parlamento no respondía a la voluntad general sino a la voluntad de banqueros, terratenientes y monopolistas. ¡Anda, igual que ahora! Solo que como hoy en día apenas osamos rebelarnos el Estado se limita a mandar a los antidisturbios para "mantener el orden público". El orden burgués, diría yo. En cuanto al parlamento, ¿acaso alguien duda de que no representa la voluntad popular sino la de los banqueros y la patronal? Tanto PP como PSOE salvan bancos, se someten a ellos y redactan reformas laborales que benefician al patrón y no al trabajador. ¿No es eso una dictadura, al fin y al cabo? Una dictadura disfrazada, claro, una dictadura de una clase (la burguesía) sobre otra (los trabajadores y sus hijos). Lenin dice, con respecto al parlamento burgués:
«Marx ya demostró (...) el carácter explotador de la democracia burguesa y del parlamentarismo burgués bajo los cuales las clases oprimidas tienen el derecho de decidir una vez cada determinado número de años qué miembros de las clases poseedoras han de "representar y aplastar" al pueblo en el Parlamento».
Decidir cada cuatro años quién nos aplasta. De eso se trata. ¿Es eso democracia para todos? Quizás sea democracia para el banquero que financia partidos y medios de comunicación, convenciendo así al trabajador de que vote a los partidos del régimen, dado que decide con comodidad sobre los asuntos políticos. Pero para mí, trabajador, esto no es una democracia. ¿Qué poder tengo yo? Ninguno. La PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca) ha hecho llegar al parlamento español una propuesta de ley -firmada por un millón y medio de personas- contraria a los intereses de los bancos y que, por supuesto, no va a aprobarse jamás. Vale más el poder del dictador banquero que el de millones de trabajadores. Y con esto queremos decir que existe democracia para la burguesía, que acumula un poder que apenas intuimos, pero dictadura para los trabajadores.
Por supuesto que no todo lo que se hace en el Parlamento está controlado por la burguesía. Hablamos de temas y leyes socioeconómicas que se desarrollan en interés de una clase o de otra. ¿Qué le importa al dirigente patronal que se apruebe la ley del matrimonio homosexual o que los catalanes estudien en castellano? Más bien poco. Además, la burguesía puede permitir algunas leyes que vayan contra sus intereses en caso de que los trabajadores que las reclaman tengan suficiente poder. A veces es mejor embaucar al proletariado con reformas y mantener el consenso social que provocar un levantamiento. No siempre es productivo sacar los tanques a la calle, de hecho es algo que ocurre en contadas ocasiones y en circunstancias muy especiales.
No podemos entender la noción de dictadura al margen de las clases sociales. Hay una dictadura, sí ¿pero para quién? También hay democracia pero, ¿para quién?. En nuestras sociedades hay democracia para los de arriba y dictadura para los de abajo. El Estado tiene pues una doble función: reprimir a los trabajadores y complacer a los capitalistas. Tal es la imagen que proyectan las leyes que emanan del parlamento. Por tanto el sistema es dictatorial, pero sólo para algunos, y democrático, pero sólo para algunos.
Es obvio que un Gobierno, en un país capitalista, por muy libre que este sea, debe elegir entre gobernar para unos o para otros: no puedes obrar a gusto de todos en una sociedad en la que hay distintos intereses económicos. O gobiernas para una clase o gobiernas para otra. O inviertes en sanidad o privatizas, o rescatas gente o rescatas bancos, o reprimes al trabajador o reprimes al patrón... Por eso los marxistas decimos que las sociedades de clases son dictaduras siempre, una vez más explicitas y otras menos.
¿Y cómo se llevan a cabo estas dictaduras? Pues con represión policial (hoy poca, dado que la protesta es aún débil), con medios de comunicación que nos someten ideológicamente, controlando el Parlamento etc. Las formas dependen de la situación concreta. Durante una huelga pueden bastar unos cuantos porrazos para evitar piquetes, pero si los trabajadores se organizan y realmente amenazan con tomar el poder entonces es hora de sacar los tanques a la calle. Si los trabajadores votan a partidos burgueses (partidos que legislan a favor de la burguesía) se pueden tolerar las elecciones, pero si estos toman conciencia y votan a partidos proletarios (o al menos a partidos de izquierdas que busquen ciertas mejoras importantes para el proletariado) entonces la burguesía mueve sus hilos y rápidamente se decanta por suprimir las elecciones y establecer una dictadura de corte militar. Ejemplos históricos tenemos de sobra, en todos los continentes y para todos los gustos.
Resumiendo:
Las clases sociales se definen no por su riqueza o por su estilo de vida sino por su posición en el sistema de producción. Hoy, en las sociedades capitalistas, distinguimos principalmente al proletariado (trabajadores) y a la burguesía (banqueros, terratenientes, monopolistas...)
Toda sociedad en la que coexisten clases sociales es una dictadura de una clase sobre otra. A veces esta dictadura es abierta y se percibe fácilmente (España de Franco) y otras es una dictadura disfrazada y que cuesta percibir (España de hoy).
Para ejercer su dominio, la clase dominante utiliza instituciones represoras (policía, dado el caso ejército...), medios de comunicación y órganos donde se toman decisiones vinculantes (parlamento, Gobierno...).
2- ¿Qué es la dictadura del proletariado? ¿para qué sirve?
Hemos dicho que todos los sistemas en los que persisten clases sociales son dictaduras de una clase sobre otra. Por ejemplo, en el feudalismo los terratenientes ejercían una dictadura (a veces más agresiva y a veces más "democrática") sobre el campesinado. Hoy en día es la burguesía (banqueros, grandes empresarios...) quien ejerce una dictadura -más o menos pacífica y disimulada- sobre el proletariado (los trabajadores, entre los cuales existen diferencias significativas en lo que a nivel socioeconómico se refiere). O sea, que vivimos en una dictadura burguesa.
El lector habrá deducido sin mucha dificultad que la dictadura del proletariado debe ser algo así como lo contrario de la dictadura de la burguesía: la opresión de los trabajadores hacia la burguesía. De primeras suena absurdo: ¿cómo y para qué ibamos a querer ejercer una dictadura sobre la burguesía? ¿pretendemos acaso poner a trabajar a esa pequeña clase social para nosotros tal y como hacen ellos con los trabajadores? Evidentemente no.
Históricamente toda clase social se ve obligada a hacer una revolución cuando el sistema económico no se haya acorde a sus intereses. La burguesía hizo su revolución cuando el feudalismo le impedía desarrollarse. Tuvo que romper con los privilegios feudales, dejar a los trabajadores "libres" para que pudieran ser contratados libremente por el capitalista, construir Estados nacionales sin aduanas incómodas y con idiomas únicos que permitiesen liberar el comercio y hacerlo más fácil etc. En cuanto al proletariado, hace su revolución cuando percibe que es absurdo estar trabajando para que otros se enriquezcan y que una sociedad en la que mandan los bancos y los grandes empresarios no puede ser democrática.
Pero una revolución no es algo sencillo ni pacífico. Es un levantamiento por el cual una clase social derroca a otra. ¿Y qué ocurre cuando la clase oprimida llega al poder? Que se convierte en clase opresora, al menos durante un tiempo. La burguesía formó vastos ejércitos para luchar contra la reacción feudal y para perseguir a sus enemigos. Los reyes, la nobleza y los terratenientes a menudo lucharon ferozmente contra las revoluciones burguesas, como es lógico. El proletariado deberá hacer su propia "tarea histórica": luchar con firmeza contra la burguesía y tomar el poder político. Una vez en el poder, implantará una dictadura sobre la burguesía agonizante para evitar que esta renazca de sus cenizas. Marx lo explica así:
«El armamento de todo el proletariado con fusiles, cañones y municiones debe ser realizado en el acto; necesitamos prevenir el resurgimiento de la vieja milicia burguesa, cosa que ha sido siempre hecha contra los trabajadores».
Dicho de otro modo: cuando realizan la revolución los trabajadores deben armarse y reprimir cualquier movimiento que pueda representar la vuelta de la burguesía al poder. Por ejemplo, el nuevo poder deberá ser dictatorial contra asociaciones contra-revolucionarias financiadas por potencias como EEUU. Pero a la vez será conciliador y pacífico con movimientos sociales disidentes, siempre que estos no pretendan la vuelta del capitalismo. ¡Es el mundo al revés! Marx sintetiza esta idea con este famoso extracto de su obra Crítica del programa de Gotha:
«Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista media el período de la transformación revolucionaria de la primera en la segunda. A este período corresponde también un período político de transición, cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado».
Entre tanto los revolucionarios crean nuevas formas de organización económica y política, como empresas socialistas, granjas colectivas o asambleas en los barrios. Esta es una de las características de la dictadura del proletariado.
«La revolución proletaria, dice Lenin, es imposible sin la destrucción violenta de la máquina del Estado burgués y sin su sustitución por una máquina nueva».
Esta forma de organización social y política en la cual los trabajadores unidos y organizados ejercen una dictadura contra la clase derrotada es de todo menos pacífica. Demos de nuevo la palabra al revolucionario ruso 'Lenin', que vivió la dictadura del proletariado en primera persona:
«La dictadura del proletariado es la guerra más abnegada y más implacable de la nueva clase contra un enemigo más poderoso, contra la burguesía, cuya resistencia se ve decuplicada por su derrocamiento... La dictadura del proletariado es una lucha tenaz, cruenta e incruenta, violenta y pacífica, militar y económica, pedagógica y administrativa contra las fuerzas y las tradiciones de la vieja sociedad».
Querido lector, no te eches las manos a la cabeza. Una revolución no es un juego ni algo romántico, sino una guerra a muerte entre dos clases que se disputan el poder político. La burguesía tampoco tuvo inconvenientes en usar métodos despiadados y sangrientos para conquistar el poder.
Igual que los ejércitos burgueses fueron fundamentales para mantener a su clase en el poder, así lo será el 'ejército socialista'. Así se expresa el comunista italiano Antonio Gramsci al respecto:
«La dictadura del proletariado debe, por propia necesidad de vida y de desarrollo, asumir un acentuado carácter militar. Por eso el problema del ejército socialista pasa a ser uno de los más esenciales a resolver; y se hace urgente en este periodo prerrevolucionario tratar de destruir las sedimentaciones del prejuicio determinado por la pasada propaganda socialista contra todas las formas de la dominación burguesa».
Se trata de destruir los prejuicios pacifistas y reformistas para hacer posible la revolución, que será violenta pese a quien le pese. Gramsci añade además que la dictadura del proletariado debe realizarse en un contexto disciplinado y con dirigentes firmes:
«Las condiciones reales objetivas en que se ejercerá la dictadura del proletariado serán condiciones de un tremendo desorden, de una espantosa indisciplina. Se hace necesaria la organización de un Estado socialista sumamente firme, que ponga fin lo antes posible a la disolución y la indisciplina, que devuelva una forma concreta al cuerpo social, que defienda la revolución de las agresiones externas y las rebeliones internas».
Esta es la cruda y fría realidad, querido lector. A nadie le gusta la violencia, pero esta es necesaria en ciertos contextos. No podemos esperar que la burguesía, una vez derrotada, se someta pacíficamente y no luche por recuperar su dominio. ¿Alguien se imagina a Emilio Botín aceptando trabajar para el Gobierno revolucionario? No nos podemos permitir pecar de ingenuos en una labor tan crucial como una revolución. No podemos esperar que las potencias imperialistas (como EEUU o Alemania) se queden de brazos cruzados mientras los trabajadores toman el poder en cualquier parte del mundo. Si ni siquiera pueden tolerar la llegada al poder de presidentes reformistas como Chávez o Allende, imaginen lo que harían contra una revolución.
Los campesinos y los trabajadores rusos debieron aprender a manejar las armas de inmediato para defenderse de los zaristas y de las agresiones de Europa y de Japón. Si hubiesen optado por la vía pacífica jamás habría nacido la URSS.
Para concluir este punto es necesario volver a recurrir a Lenin, quien en su artículo de 1916 El programa militar de la revolución proletaria escribe lo siguiente:
«Una clase oprimida que no aspirase a aprender el manejo de las armas, a tener armas, esa clase oprimida sólo merecería que se la tratara como a los esclavos. Nosotros, si no queremos convertirnos en pacifistas burgueses o en oportunistas, no podemos olvidar que vivimos en una sociedad de clases, de la que no hay ni puede haber otra salida que la lucha de clases. En toda sociedad de clases -ya se funde en la esclavitud, en la servidumbre, o, como ahora, en el trabajo asalariado-, la clase opresora está armada. (...) Bastará recordar el empleo del ejército contra los huelguistas en todos los países capitalistas».
3- La dictadura del proletariado es la máxima expresión de la democracia.
En principio suena contradictorio que una dictadura pueda ser a la vez una democracia. Sin embargo, ya hemos visto que el sistema capitalista es una dictadura para los trabajadores pero una democracia para la burguesía. Esto significa que las instituciones represoras del Estado (parlamento, policía, ejército, tribunales, Gobierno...) se muestran comprensivas y más o menos sumisas ante la burguesía, pero dictatoriales y despóticas ante los trabajadores. Creo que esto, sin ser algo absoluto, está a la vista de todos.
Pues bien; con la dictadura del proletariado se le da la vuelta a la tortilla. Las instituciones represoras del Estado pasan a ser democráticas para los trabajadores y dictatoriales para la burguesía. En las escuelas se promueven ideas acordes al sistema socialista (solidaridad, ciencia, pensamiento crítico...) en lugar de adoctrinar en la competencia y la ignorancia. La policía sigue siendo un órgano que garantice el orden público, solo que ya no actúa como institución represora contra los trabajadores. El parlamento se llena de representantes de la clase trabajadora y no de la burguesía (a la que en todo caso se le niega el derecho de voto). Se crean múltiples asambleas en las universidades, en los barrios y en los centros de trabajo (lo que en Rusia se conocieron como soviets). El Ejército socialista defiende a su país de agresiones externas y está al servicio del pueblo, ya no va por el mundo bombardeando en busca de petróleo y gas sino que protege los logros de la revolución.
Así que la dictadura del proletariado es como un señor que tiene dos cabezas. Una de ellas es agresiva y malhumorada y mira hacia la burguesía y sus siervos. Otra es democrática y agradable y mira hacia los trabajadores y sus hijos.
Un buen ejemplo de dictadura del proletariado, y ya con esto finalizo el artículo, fue la efímera y famosa Comuna de París. La Comuna se creó en marzo de 1871 cuando el Gobierno francés se trasladó a Versalles asustado por los ataques prusianos y dejó un vacío de poder en la capital. Entonces la Guardia Nacional, una milicia formada principalmente por trabajadores, tomó el poder junto con su clase social y estableció una democracia. Pero no se trataba de una democracia burguesa, en la que en el fondo gobernaban los ricos y sus ideas, sino una democracia obrera. La guillotina fue abolida, se adoptó la bandera roja en lugar de la tricolor, se crearon asambleas locales, se implantó el sufragio universal, todos los funcionarios (policía incluída) eran revocables de sus cargos, se puso fin al trabajo nocturno y se decretó la separación entre la Iglesia y el Estado.
Aún con todos sus problemas, que no eran pocos, les communards (los comuneros) se armaron de valor y resistieron en el poder más de dos meses teniendo enfrente a una potencia militar que no estaba dispuesta a tolerar aquel "experimento". Los parisinos también se armaron, por supuesto, con fusiles y pistolas. "Aux armes, les citoyens!" (¡a las armas, ciudadanos!) reza la Marsellesa, y no por casualidad: un pueblo armado es un pueblo respetado. Y la dictadura del proletariado requiere del armamento de los trabajadores, que ya no son trabajadores sino ciudadanos, para resistir contra el enemigo.
Seguro que el lector tiene poco que objetar a este régimen -si acaso su derrota-, que sería profundamente admirado por todos los revolucionarios hasta el día de hoy. Dudo que alguien se atreva a decir que en la Comuna imperaba un orden dictatorial o que impidiese el bienestar general. De hecho, apuesto lo que sea a que el trabajador español medio estaría dispuesto a vivir en un sistema parecido. Pues bien; veamos lo que dice Engels con respecto a la dictadura del proletariado y la Comuna de París:
«Últimamente, las palabras dictadura del proletariado han vuelto a sumir en santo horror al filisteo socialdemócrata. Pues bien, caballeros, ¿queréis saber qué aspecto presenta esta dictadura? Mirad la Comuna de París: ¡He ahí la dictadura del proletariado!».
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"La humanidad se ve obligada -si quiere subsistir- a trabajar para las clases dominantes del grupo de países de economía capitalista desarrollada: esa es la esencia, el motor, del capitalismo".
"El socialismo revolucionario, con el subsiguiente comunismo, es el proyecto histórico de la clase obrera".
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