Golpe suave apoyado por EEUU fracasa en Venezuela
Yusuf Fernandez
Un golpe suave patrocinado por EEUU contra el gobierno de Venezuela y el recientemente elegido presidente Nicolás Maduro fracasó después de que las autoridades y el pueblo venezolanos contuvieran con éxito la ola de violencia desatada contra activistas pro-gubernamentales, ocho de los cuales fueron brutalmente asesinados el 15 de abril, en una noche de extrema violencia, por unas multitudes indignadas de seguidores de Henrique Capriles Randoski, un político derechista pro-estadounidense que ocupa, en la actualidad, el cargo de gobernador del estado de Miranda.
Las sedes del partido gubernamental, el PSUV, en algunas ciudades fueron incendiadas o atacadas. Los activistas de la oposición también incendiaron 18 Centros de Diagnóstico Central (CDIs) y tres mercados subsidiados (Mercal). Grupos de matones atacaron la vivienda de la directora del Centro Nacional Electoral (CNE), Tibisay Lucena, y las oficinas de dos canales de televisión, Telesur y VTV.
El candidato derrotado se negó a reconocer la victoria de Maduro y convocó una marcha a la sede del CNE en Caracas y una huelga general al día siguiente. Sin embargo, poco después desconvocó la marcha y la huelga general se convirtió en un fracaso porque los trabajadores y estudiantes optaron por ignorarla.
Capriles perdió las elecciones por poco más de 250.000 votos y pidió un recuento de los votos, aunque fue incapaz de presentar ninguna evidencia real de un posible fraude electoral. Él sólo proporcionó un ejemplo de irregularidades, pero éste demostró ser falso. Él dijo que en un centro de votación en el estado de Trujillo, donde el censo electoral es de 536 electores, habían sido depositados un total de 717 votos. Sin embargo, los resultados del CNE en este centro de votación muestran que sólo 369 votos fueron depositados, no 717.
En realidad, el sistema electoral venezolano ha sido alabado por su transparencia y exactitud. En octubre, Jimmy Carter dijo: “El sistema electoral en Venezuela es el mejor del mundo.” Pese a todo, el 19 de abril, la presidenta del Consejo Electoral Nacional (CNE), Tibisay Lucena, accedió a contar el 100% de los votos.
Por su parte, el nuevo presidente, Nicolás Maduro, advirtió a los círculos derechistas que estaban promoviendo violentas propuestas que ellos serían considerados responsables ante la ley. Él culpó también a Capriles por las ocho muertes de miembros del PSUV.
Maduro dijo que la violencia formaba parte de un plan para “sacar a Venezuela de la senda de la democracia” y pidió a sus seguidores que se mantuvieran pacíficos y no cayeran en provocaciones. Él declaró también que “el golpe de estado ha sido abortado”, pero añadió que la “desestabilización podría continuar”.
Implicación estadounidense
El presidente venezolano también acusó a la Embajada de EEUU en Caracas de promover los incidentes. “La Embajada de EEUU ha financiado la violencia aquí. El Pentágono, el Departamento de Estado de EEUU y la CIA son los que gobiernan EEUU. Aquí en Venezuela es el pueblo el que lo hace.” Él añadió que la injerencia de EEUU en los asuntos internos de Venezuela en los últimos meses, y en particular durante la campaña electoral, había sido “brutal y vulgar”... “Su coordinación directa con los oligarcas ha sido auténticamente obscena”, señaló.
Según muchos medios, la oposición venezolana ha estado recibiendo dinero y otro tipo de apoyo de la National Endowment for Democracy (NED), el Instituto Republicano Internacional (IRI), la USAID y varias ONGs apoyadas por EEUU. Algunos medios han afirmado también que Capriles planea sus estrategias electorales con asesores estadounidenses.
Un mes antes de las elecciones, Roberta Jacobson, secretaria de Estado adjunto para el Hemisferio Occidental, dijo en una entrevista con el periódico español El País, conocido por su hostilidad hacia la Revolución Bolivariana, que “será un poco difícil” que las elecciones venezolanas “sean limpias y transparentes”, añadiendo que “Capriles podría ser muy buen presidente”. Venezuela, por su parte, rechazó las críticas de EEUU contra su sistema electoral. “Las declaraciones de responsables estadounidenses son parte de una larga campaña dirigida a desacreditar a las instituciones venezolanas,” dijo un responsable del Consejo Nacional Electoral (CNE).
La Administración Obama se ha negado también a reconocer a Nicolás Maduro como presidente. Durante un testimonio ante el Congreso, el secretario de Estado, John Kerry, respaldó la exigencia de Capriles de un recuento de votos. Él advirtió también que si se averiguaba que había habido irregularidades en el proceso electoral, tal y como había afirmado la oposición, Washington pediría “serias explicaciones” al gobierno de Venezuela. Por su parte, la extremista congresista republicana nacida en Cuba Ileana Ros-Lehtinen pidió a Kerry que no legitimara “las políticas corruptas de un seguidor de Chávez”, refiriéndose a Maduro.
En realidad, los llamamientos estadounidenses en favor de un recuento supusieron una grosera injerencia en los asuntos internos de un estado soberano y un apoyo abierto al candidato derechista del que Washington esperaba que pudiera poner fin a las políticas independientes de Venezuela y a las políticas revolucionarias de tipo social y económico, que han llevado a una drástica reducción de la pobreza y el analfabetismo en el país.
Además, la postura de EEUU acerca de las elecciones en Venezuela constituye una flagrante muestra de hipocresía. Las elecciones presidenciales estadounidenses de 2000 son un buen ejemplo de ello. En 2001, dos estudios -uno conducido por el Washington Post y el otro por Tribune Co, propietaria del Chicago Tribune y otros periódicos- confirmaron que el Demócrata Al Gore había ganado las elecciones en Florida por unos 30.000 votos y que George W. Bush había perdido. Sin embargo, Bush fue instalado como presidente después de una intervención antidemocrática sin precedentes del Tribunal Supremo de EEUU. Estos estudios fueron ignorados por los medios estadounidenses, excepto por los periódicos que los encargaron.
América Latina apoya a Maduro
Sin embargo, Washington ha quedado aislado una vez más con sus políticas hacia Venezuela tanto a nivel de América Latina como en el contexto internacional. Países como Brasil, Argentina, Uruguay, Costa Rica, México, Colombia, Perú, Guatemala, China, Rusia e Irán han expresado públicamente su apoyo al presidente Nicolás Maduro.
El gobierno de Ecuador, por ejemplo, dijo que las elecciones libres y democráticas en Venezuela deberían ser respetadas y que la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR) “no tolerará un golpe” en ese país o en cualquier otro en la región.
El Ministerio de Asuntos Exteriores declaró que “todas las agencias independientes que controlaron el proceso electoral lo han legitimado”, incluyendo UNASUR, el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), el Parlamento Central Centroamericano (PARLACEN) y la Unión Interamericana de Organismos Electorales (UNIORE), entre otros. El Ministerio señaló que “la petición de EEUU y la Organización de Estados Americanos (controlada por EEUU) está fuera de lugar” y constituyó una “simple intrusión” en los asuntos internos de Venezuela. “Los hermanos latinoamericanos no permitirán que las fronteras de Venezuela sean violadas”, añadió la declaración.
El presidente de Bolivia, Evo Morales, acusó a EEUU de estar planeando un golpe en Venezuela y condenó el cuestionamiento del resultado de las elecciones venezolanas por parte de Washington, calificándolo de “injerencia”. “Estoy seguro de que detrás de tales declaraciones, EEUU está preparando un golpe de estado en Venezuela,” dijo Morales. “Me gustaría expresar que esto (la demanda de EEUU en favor del recuento) es una flagrante injerencia en la democracia de Venezuela, ya que ni el portavoz estadounidense (que hizo tales declaraciones) ni el gobierno norteamericano tienen la autoridad moral para cuestionar los resultados electorales en ningún país latinoamericano ni en ningún otro en el mundo”.
El antiguo presidente brasileño, Luiz Inacio Lula da Silva, también calificó la posición del gobierno estadounidense de pedir un recuento electoral de “acto de injerencia”. “Los norteamericanos deberían de ocuparse de sus propios asuntos y dejarnos escoger nuestro destino,” señaló Lula, que felicitó a Maduro desde Belo Horizonte, una ciudad situada en el corazón de Brasil. Él apareció al lado de la actual presidenta, Dilma Roussef, en un encuentro destinado a celebrar el décimo aniversario de la llegada al poder del Partido de los Trabajadores (PT). Significativamente, la multitud estalló en aplausos cuando Lula se refirió a Maduro, haciéndose eco de un sentimiento popular que está muy difundido en toda América Latina. Por su parte, Roussef telefoneó a Maduro, le felicitó y le dijo que estaba “preparada para trabajar juntos”.
En realidad, los países latinoamericanos son conscientes de que Venezuela es todavía el epicentro de la lucha por la integración e independencia de América Latina. Maduro fue una figura clave en este proceso durante los seis años en los que ocupó el puesto de ministro de Exteriores. Desde esa posición, él se convirtió en uno de los promotores de los nuevos bloques latinoamericanos tales como Petrocaribe, ALBA, UNASUR o CELAC, y trabajó también activamente en favor de un nuevo orden mundial multipolar.
De este modo, las maniobras estadounidenses contra Venezuela se han vuelto en contra de sus promotores. Los venezolanos consideran que las hostiles acciones y los dobles raseros de Washington -al criticar, por un lado, el sistema electoral transparente de un país, mientras respalda a usurpadores que no han sido elegidos, por otro- contra Venezuela representaron una razón más para votar a favor de Maduro. Además, el apoyo abrumador a Maduro en toda América Latina y Venezuela llevará, sin duda, los planes de EEUU para expulsarle del poder y poner fin a la Revolución Bolivariana a otro sonoro fracaso.