Octubre contra El Capital. El nombre y el verbo
texto de Antonio Fernández Ortiz
publicado en febrero de 2014 en El Viejo Topo nº 313
se publica en 2 mensajes
MARX, LOS MARXISTAS Y RUSIA
El marxismo fue parte inseparable de la cultura rusa con anterioridad a la Revolución de Octubre desde que se publicó por primera vez el Tomo I de El Capital en ruso. La propia historia de su traducción y publicación es muy interesante y giró al rededor de la figura de Nicolai Frantsevich Danielson, economista, publicista, editor, traductor y populista revolucionario. Tras la salida del primer tomo de El Capital en 1867, Danielson fue de las primeras personas en leerlo, e inmediatamente comenzó a organizar su traducción al ruso y su publicación en Rusia. La primera persona que comenzó a traducir El Capital fue G. A. Lopatin, pero en el transcurso de un año apenas si consiguió iniciar el trabajo. En otoño de 1869 el trabajo le fue ofrecido a Mijail Bakunin, quien lo aceptó e incluso recibió dinero por adelantado en concepto de honorarios. Sin embargo, Bakunin renunció a continuar con la traducción en el verano de 1870. Lopatin hizo un nuevo intento de traducción después de entablar una relación personal con Marx y de acordar que el propio autor supervisaría la marcha de la traducción. Después de llevar traducido casi un tercio del libro, Lopatin abandonó el empeño y le propuso a Danielson continuar con la traducción, quien aceptó y llevó a cabo la traducción del texto restante con la excepción del primer capítulo, que había quedado a la espera con la intención de que Marx lo adaptara para una mejor comprensión de los lectores. Marx no pudo hacerse cargo de esa adaptación por exceso de trabajo y finalmente N. Liobavin tradujo el primer capítulo sin la adaptación prevista. Tras una redacción final de Danielson, el primer tomo de El Capital fue finalmente publicado en Rusia en 1872.
Marx, que ya había aprendido ruso, revisó personalmente la traducción sometiéndola a un continuo seguimiento y valorándola finalmente de forma muy positiva (llegó a calificarla de magnífica). Danielson resultó de una gran ayuda para Marx y Engels, ya que a través de él, tuvieron acceso a una gran cantidad de materiales bibliográficos sobre Rusia.
Desde finales del siglo XIX el marxismo se convirtió en el principal instrumento teórico de la intelligentsia rusa, dominando prácticamente la conciencia social en Rusia. Todo el pensamiento que pretendía ser moderno se expresó utilizando el lenguaje del marxismo. Casi todos los economistas rusos eran marxistas, aunque muchos de ellos odiaban o renegaban del marxismo. En su momento fueron marxistas importantes líderes del partido Kadete como P. B. Struve o A. S. Izgoev, economistas como M. I. Tugan-Baranovskii, filósofos religiosos co mo N. Berdiaev, S. N. Bulgakov o S. Frank.
Quizá el ejemplo más brillante fue Lenin. Sus trabajos se convirtieron en clásicos del pensamiento marxista y marcaron el camino para posteriores trabajos y para una interpretación de la historia rusa y soviética en clave del materialismo histórico. Los más importantes líderes de la Revolución de Octubre trataron de contribuir al desarrollo del pensamiento marxista y a la lectura de la historia y del presente ruso en clave marxista. Convertido en la ideología oficial del sistema soviético, el marxismo siguió en la URSS una trayectoria accidentada tanto en su propio desarrollo filosófico como en la capacidad para interpretar y explicar la historia rusa y el propio presente soviético. Incluso ahora, después de la desaparición de la URSS y de la renuncia al marxismo por parte de importantes sectores de la intelectualidad rusa, el marxismo y el materialismo histórico siguen jugando un papel fundamental en los estudios históricos y en el pensamiento filosófico.
Desde sus primeros escritos, Marx trató de descifrar y desmitificar el capitalismo. Uno de sus objetivos era encontrar las leyes objetivas que rigen el funcionamiento del capitalismo y que pueden propiciar el cambio social. El objeto de estudio de Marx fue el capitalismo en la forma y en el estado de evolución que a él le era contemporáneo, es decir, el capitalismo europeo. No había otro capitalismo. De esta manera, los estudios de Marx llevaban implícitos un fuerte componente de estudio de la historia europea y estaban imbuidos del eurocentrismo que impregnaba, e impregna, a la cultura europea.
El contenido principal del eurocentrismo consiste en que hay una única trayectoria histórica representada por los países europeos occidentales y que todos los países del mundo deben repetir dicha trayectoria. Esta idea fue elaborada por el pensamiento europeo, en especial a partir de la Revolución científica. Un exponente clásico de este pensamiento fue Hegel. Sus ideas sobre la civilización occidental son una clara manifestación del eurocentrismo de la filosofía europea. Para Hegel, la civilización universal es la cultura europea occidental y en concreto el mundo germánico. Todas aquellas sociedades que se encuentran fuera de la trayectoria histórico-geográfica que representan Grecia, Roma y el mundo germánico, se encuentran fuera de la civilización universal. La única opción para los que se encuentran “fuera” es tratar de incorporarse a ella repitiendo el camino trazado por los que están “dentro”.
Esta idea fue desarrollada por la cultura europea occidental con diferentes variantes. No obstante, el mito fundacional sigue siendo que la sociedad contemporánea europea occidental es fruto de un desarrollo ininterrumpido desde la antigüedad clásica, supuesta “cuna” de la civilización. En el marxismo eurocentrista esta idea se transformó en las “leyes objetivas universales” de la sucesión de estadios históricos. De esta manera, para este marxismo vulgarizado, todos los países del mundo, todas las sociedades deberán pasar por los estadios históricos descritos por Marx para la experiencia histórica de Europa occidental, para poder llegar finalmente al comunismo.
En realidad, lo que el eurocentrismo propone como continuidad son mitos elaborados por la cultura europea en el proceso de reelaboración de su propia historia ocurrido desde los inicios de la Modernidad. Uno de esos mitos es Grecia, a la que se presenta como parte de Occidente, cuando en realidad era parte inseparable de Oriente. Pero lo más interesante es que se ha querido monopolizar la herencia griega clásica y así Europa Occidental se presenta como su única heredera a través de Roma, obviándose, por ejemplo, que el mundo oriental cristiano ortodoxo, a través de Bizancio (la segunda Roma), es tan heredero del legado clásico como lo pueda ser Europa occidental. Marx fue consciente de las limitaciones “geográficas” y “culturales” de sus investigaciones y advirtió que de sus estudios no podía hacerse una ley universal del cambio social y de la evolución histórica. Por ejemplo, en 1877, escribió una carta a la revista Rusa Otechestvennie zapiski (Notas patrióticas) 1 en la que expresaba su protesta por los intentos de los marxistas rusos de convertir su teoría sobre las formaciones históricas en una teoría general del cambio histórico:
“El capítulo sobre la acumulación primaria del capital pretende solamente describir el proceso por el que en Europa occidental el sistema capitalista salió del núcleo del sistema económico feudal… Así pues, ¿qué es lo que puede deducir mi crítico de este ensayo histórico para ser aplicado a Rusia? Sólo lo siguiente. Si en Rusia hay una tendencia para llegar a convertirse en una nación capitalista según el modelo de las naciones de Europa occidental, y en los últimos años Rusia se está esforzando no poco en esta dirección, no lo conseguirá si no convierte a una parte significativa de sus campesinos en proletarios. Y después de esto, cuando se encuentre ya en el seno del sistema capitalista, se encontrará sujeta a sus leyes inexorables como el resto de los pueblos impíos. Y eso es todo. Pero esto es poco para mi crítico. Él necesita convertir mi ensayo histórico sobre la aparición del capitalismo en Europa occidental en la teoría histórico-filosófica de un único camino, por el que de manera fatídica están condenados a pasar todos los pueblos, independientemente de cuáles fuesen las condiciones históricas en las que se encontrasen, para llegar, a final de cuentas, a la formación económica que les permita, junto con un gran florecimiento de las fuerzas productivas y del trabajo social, un mayor y profundo desarrollo de la persona. Pero yo le pido a él disculpas. Esto sería al mismo tiempo demasiado halagüeño y demasiado vergonzoso para mi”. 2
Por cierto, y dicho sea de paso, en otro párrafo de este mismo artículo Marx dice lo siguiente:
“Para tener la posibilidad de hacer juicios sobre el desarrollo económico de la Rusia contemporánea con conocimiento de causa, he estudiado la lengua rusa y después, en el curso de largos años he estudiado ediciones oficiales y otras ediciones que tienen relación con este tema”.3
Los cambios que experimentó Marx al conocer la realidad del movimiento revolucionario ruso y las particularidades sociales e históricas de Rusia han sido sistemáticamente ignorados por el marxismo oficial socialdemócrata y comunista en todos sitios, sea Francia, Italia, Inglaterra Alemania o la URSS. Muchos de los escritos de Marx sobre este tema, la mayoría en forma epistolar, fueron literalmente escondidos y retirados de la circulación durante mucho tiempo, y sólo a principios de los años treinta del siglo XX empezaron a ser conocidos, aunque siempre han gozado de una difusión muchísimo menor que los estudios de Marx considerados como los “clásicos”.
Hay, evidentemente, honrosas excepciones. Así, por ejemplo, Teodor Shanin 4 o Hobsbawm han escrito sobre este tema. En palabras de Hobsbawm, “no hay falseamiento más grotesco de todos los que se han hecho de la doctrina de Marx que el consistente en atribuirle el pensamiento de que la única esperanza de realización de la revolución estaba en los países industrialmente avanzados del occidente”.5 El desarrollo del movimiento revolucionario en Rusia durante el siglo XIX, y el estudio del mismo por Marx, llevó a este último a “poner sus esperanzas en este país para una eventual revolución europea” 6. En el libro citado anteriormente, en nota a pie de página, Hobsbawm dice: “Engels se refiere a la esperanza que los dos tenían [Engels y Marx] en una revolución rusa en los últimos años de la década del 70 y, en 1894, prevé, específicamente, la posibilidad de que ‘la revolución rusa dé la señal para la revolución de los obreros en Occidente, de tal modo que se complementen’.”7
Hobsbawm también dice: “Sabemos que [Marx] fue un admirador de los valores sociales contenidos en la comunidad primitiva, a pesar de su carácter atrasado. En toda ocasión en que trató este tema, como en el volumen tercero de El Capital y con motivo de las polémicas relativas a Rusia a que nos hemos referido, subrayó cada vez más la viabilidad de la comuna primitiva, su poder de resistencia a la desintegración histórica, e incluso su capacidad para desarrollarse en una forma más elevada de economía sin destrucción previa, si bien esta opinión sólo fue expresada con ocasión de la discusión con los narodniki”.8
CONTRA EL CAPITAL
El marxismo resultante de la visión eurocentrista de la historia se convirtió en dominante dentro del pensamiento marxista y no estuvo en condiciones de entender las particularidades históricas de Rusia como sociedad que no estaba encuadrada en la misma trayectoria histórica que Europa occidental. El prisma eurocentrista impedía ver con nitidez las contradicciones particulares intrínsecas al proceso histórico ruso.
Contra toda previsión y en contra de las “leyes” objetivas de la historia, la primera revolución socialista tuvo lugar en una sociedad campesina, es más, en una sociedad que se encontraba fuera de la trayectoria histórica europea, fuera de “la civilización universal” de Hegel. La Rusia campesina, con su revolución socialista, fue la primera que puso en cuestión las “leyes objetivas” y la universalización del proceso histórico europeo. Mas tarde, China, Vietnam o Cuba, por poner sólo los ejemplos más evidentes, corroboraron que la excepción se estaba convirtiendo en norma, algo sobre lo que el marxismo ortodoxo apenas si ha comenzado a reflexionar, a pesar de todo lo que ha llovido en las últimas décadas. Como ya hemos visto, el propio Marx previó parte de los acontecimientos y habló del papel del campesinado y de la comuna campesina en la revolución de las sociedades no capitalistas (Rusia), que podría llevar a evitar el paso por el capitalismo como estadio histórico previo al socialismo. Es decir, la posibilidad de un salto histórico cualitativo que permitiría a ciertas sociedades precapitalistas, o no capitalistas, pasar directamente al socialismo.
En realidad la Revolución de Octubre fue la negación del capitalismo. Una revolución dirigida a negar la posibilidad del capitalismo. No a superarlo como fase histórica, sino a evitarlo. A evitar su materialización en Rusia (“huir del capitalismo”). Esta negación del capitalismo fue interpretada por muchos marxistas (por ejemplo, los socialdemócratas mencheviques) como una “herejía” con respecto al dogma del marxismo institucionalizado.
Otros marxistas contemporáneos a la Revolución de Octubre sí percibieron y entendieron las particularidades de la Revolución de Octubre. En su artículo La revolución contra El Capital, Gramsci dijo de ella:
“La revolución de los bolcheviques [...] es una revolución contra El Capital de Carlos Marx. El Capital de Marx fue en Rusia el libro de los burgueses más que el de los proletarios. Era la demostración crítica de la necesidad ineluctable de que en Rusia se formase una burguesía, se iniciase una era capitalista, se instaurase una civilización de tipo occidental, antes de que el proletariado pudiera siquiera pensar en su insurrección, en sus reivindicaciones de clase, en su revolución. Los hechos han superado las ideologías. Los hechos han reventado los esquemas críticos según los cuales la historia de Rusia hubiera debido desarrollarse según los cánones del materialismo histórico. Los bolcheviques reniegan de Marx al afirmar, con el testimonio de la acción desarrollada, de las conquistas obtenidas, que los cánones del materialismo histórico no son tan férreos como se pudiera pensar y se ha pensado. No obstante, hay una ineluctabilidad incluso en estos acontecimientos y si los bolcheviques reniegan de algunas afirmaciones de El Capital, no reniegan el pensamiento inmanente, vivificador. No son marxistas, eso es todo. No han compilado en las obras del Maestro una doctrina exterior de afirmaciones dogmáticas e indiscutibles. Viven el pensamiento marxista [...] Y este pensamiento sitúa siempre como máximo factor de la historia no los hechos económicos en bruto, sino el hombre, la sociedad de los hombres, de los hombres que se acercan unos a otros, que se entienden entre sí, que desarrollan a través de estos contactos (civilidad) una voluntad social, colectiva.”9
Conviene hacer aquí una referencia a las reflexiones de Max Weber sobre la revolución rusa.10 Del análisis de la sociedad rusa Weber llegó a varias conclusiones muy interesantes. Una, que al contrario de lo que era habitual afirmar entre los marxistas de aquellos años (y también entre los de la actualidad), ya era demasiado tarde para que en Rusia pudiese tener lugar una revolución burguesa. Otra, la abundancia de lo que él denominaba “círculos viciosos”, de los que era imposible salir sin generar situaciones de conflicto. Los más importantes eran los generados alrededor de la comunidad campesina tradicional rusa y de lo que él denominó “comunismo campesino arcaico”.
La disolución de las comunidades campesinas tradicionales provocada por las presiones del gran capital y el desarrollo del capitalismo generaba el radicalismo de los campesinos, y la revolución. El mantenimiento de las comunidades campesinas, desde la lógica del desarrollo capitalista, impedía la modernización y el desarrollo del capitalismo en Rusia. A mayor desarrollo del capitalismo en Rusia, mayor “hambre de tierras” y mayor desarrollo e influencia entre las masas campesinas rusas de la ideología del “comunismo campesino arcaico”.
--fin del mensaje nº 1--
texto de Antonio Fernández Ortiz
publicado en febrero de 2014 en El Viejo Topo nº 313
se publica en 2 mensajes
MARX, LOS MARXISTAS Y RUSIA
El marxismo fue parte inseparable de la cultura rusa con anterioridad a la Revolución de Octubre desde que se publicó por primera vez el Tomo I de El Capital en ruso. La propia historia de su traducción y publicación es muy interesante y giró al rededor de la figura de Nicolai Frantsevich Danielson, economista, publicista, editor, traductor y populista revolucionario. Tras la salida del primer tomo de El Capital en 1867, Danielson fue de las primeras personas en leerlo, e inmediatamente comenzó a organizar su traducción al ruso y su publicación en Rusia. La primera persona que comenzó a traducir El Capital fue G. A. Lopatin, pero en el transcurso de un año apenas si consiguió iniciar el trabajo. En otoño de 1869 el trabajo le fue ofrecido a Mijail Bakunin, quien lo aceptó e incluso recibió dinero por adelantado en concepto de honorarios. Sin embargo, Bakunin renunció a continuar con la traducción en el verano de 1870. Lopatin hizo un nuevo intento de traducción después de entablar una relación personal con Marx y de acordar que el propio autor supervisaría la marcha de la traducción. Después de llevar traducido casi un tercio del libro, Lopatin abandonó el empeño y le propuso a Danielson continuar con la traducción, quien aceptó y llevó a cabo la traducción del texto restante con la excepción del primer capítulo, que había quedado a la espera con la intención de que Marx lo adaptara para una mejor comprensión de los lectores. Marx no pudo hacerse cargo de esa adaptación por exceso de trabajo y finalmente N. Liobavin tradujo el primer capítulo sin la adaptación prevista. Tras una redacción final de Danielson, el primer tomo de El Capital fue finalmente publicado en Rusia en 1872.
Marx, que ya había aprendido ruso, revisó personalmente la traducción sometiéndola a un continuo seguimiento y valorándola finalmente de forma muy positiva (llegó a calificarla de magnífica). Danielson resultó de una gran ayuda para Marx y Engels, ya que a través de él, tuvieron acceso a una gran cantidad de materiales bibliográficos sobre Rusia.
Desde finales del siglo XIX el marxismo se convirtió en el principal instrumento teórico de la intelligentsia rusa, dominando prácticamente la conciencia social en Rusia. Todo el pensamiento que pretendía ser moderno se expresó utilizando el lenguaje del marxismo. Casi todos los economistas rusos eran marxistas, aunque muchos de ellos odiaban o renegaban del marxismo. En su momento fueron marxistas importantes líderes del partido Kadete como P. B. Struve o A. S. Izgoev, economistas como M. I. Tugan-Baranovskii, filósofos religiosos co mo N. Berdiaev, S. N. Bulgakov o S. Frank.
Quizá el ejemplo más brillante fue Lenin. Sus trabajos se convirtieron en clásicos del pensamiento marxista y marcaron el camino para posteriores trabajos y para una interpretación de la historia rusa y soviética en clave del materialismo histórico. Los más importantes líderes de la Revolución de Octubre trataron de contribuir al desarrollo del pensamiento marxista y a la lectura de la historia y del presente ruso en clave marxista. Convertido en la ideología oficial del sistema soviético, el marxismo siguió en la URSS una trayectoria accidentada tanto en su propio desarrollo filosófico como en la capacidad para interpretar y explicar la historia rusa y el propio presente soviético. Incluso ahora, después de la desaparición de la URSS y de la renuncia al marxismo por parte de importantes sectores de la intelectualidad rusa, el marxismo y el materialismo histórico siguen jugando un papel fundamental en los estudios históricos y en el pensamiento filosófico.
Desde sus primeros escritos, Marx trató de descifrar y desmitificar el capitalismo. Uno de sus objetivos era encontrar las leyes objetivas que rigen el funcionamiento del capitalismo y que pueden propiciar el cambio social. El objeto de estudio de Marx fue el capitalismo en la forma y en el estado de evolución que a él le era contemporáneo, es decir, el capitalismo europeo. No había otro capitalismo. De esta manera, los estudios de Marx llevaban implícitos un fuerte componente de estudio de la historia europea y estaban imbuidos del eurocentrismo que impregnaba, e impregna, a la cultura europea.
El contenido principal del eurocentrismo consiste en que hay una única trayectoria histórica representada por los países europeos occidentales y que todos los países del mundo deben repetir dicha trayectoria. Esta idea fue elaborada por el pensamiento europeo, en especial a partir de la Revolución científica. Un exponente clásico de este pensamiento fue Hegel. Sus ideas sobre la civilización occidental son una clara manifestación del eurocentrismo de la filosofía europea. Para Hegel, la civilización universal es la cultura europea occidental y en concreto el mundo germánico. Todas aquellas sociedades que se encuentran fuera de la trayectoria histórico-geográfica que representan Grecia, Roma y el mundo germánico, se encuentran fuera de la civilización universal. La única opción para los que se encuentran “fuera” es tratar de incorporarse a ella repitiendo el camino trazado por los que están “dentro”.
Esta idea fue desarrollada por la cultura europea occidental con diferentes variantes. No obstante, el mito fundacional sigue siendo que la sociedad contemporánea europea occidental es fruto de un desarrollo ininterrumpido desde la antigüedad clásica, supuesta “cuna” de la civilización. En el marxismo eurocentrista esta idea se transformó en las “leyes objetivas universales” de la sucesión de estadios históricos. De esta manera, para este marxismo vulgarizado, todos los países del mundo, todas las sociedades deberán pasar por los estadios históricos descritos por Marx para la experiencia histórica de Europa occidental, para poder llegar finalmente al comunismo.
En realidad, lo que el eurocentrismo propone como continuidad son mitos elaborados por la cultura europea en el proceso de reelaboración de su propia historia ocurrido desde los inicios de la Modernidad. Uno de esos mitos es Grecia, a la que se presenta como parte de Occidente, cuando en realidad era parte inseparable de Oriente. Pero lo más interesante es que se ha querido monopolizar la herencia griega clásica y así Europa Occidental se presenta como su única heredera a través de Roma, obviándose, por ejemplo, que el mundo oriental cristiano ortodoxo, a través de Bizancio (la segunda Roma), es tan heredero del legado clásico como lo pueda ser Europa occidental. Marx fue consciente de las limitaciones “geográficas” y “culturales” de sus investigaciones y advirtió que de sus estudios no podía hacerse una ley universal del cambio social y de la evolución histórica. Por ejemplo, en 1877, escribió una carta a la revista Rusa Otechestvennie zapiski (Notas patrióticas) 1 en la que expresaba su protesta por los intentos de los marxistas rusos de convertir su teoría sobre las formaciones históricas en una teoría general del cambio histórico:
“El capítulo sobre la acumulación primaria del capital pretende solamente describir el proceso por el que en Europa occidental el sistema capitalista salió del núcleo del sistema económico feudal… Así pues, ¿qué es lo que puede deducir mi crítico de este ensayo histórico para ser aplicado a Rusia? Sólo lo siguiente. Si en Rusia hay una tendencia para llegar a convertirse en una nación capitalista según el modelo de las naciones de Europa occidental, y en los últimos años Rusia se está esforzando no poco en esta dirección, no lo conseguirá si no convierte a una parte significativa de sus campesinos en proletarios. Y después de esto, cuando se encuentre ya en el seno del sistema capitalista, se encontrará sujeta a sus leyes inexorables como el resto de los pueblos impíos. Y eso es todo. Pero esto es poco para mi crítico. Él necesita convertir mi ensayo histórico sobre la aparición del capitalismo en Europa occidental en la teoría histórico-filosófica de un único camino, por el que de manera fatídica están condenados a pasar todos los pueblos, independientemente de cuáles fuesen las condiciones históricas en las que se encontrasen, para llegar, a final de cuentas, a la formación económica que les permita, junto con un gran florecimiento de las fuerzas productivas y del trabajo social, un mayor y profundo desarrollo de la persona. Pero yo le pido a él disculpas. Esto sería al mismo tiempo demasiado halagüeño y demasiado vergonzoso para mi”. 2
Por cierto, y dicho sea de paso, en otro párrafo de este mismo artículo Marx dice lo siguiente:
“Para tener la posibilidad de hacer juicios sobre el desarrollo económico de la Rusia contemporánea con conocimiento de causa, he estudiado la lengua rusa y después, en el curso de largos años he estudiado ediciones oficiales y otras ediciones que tienen relación con este tema”.3
Los cambios que experimentó Marx al conocer la realidad del movimiento revolucionario ruso y las particularidades sociales e históricas de Rusia han sido sistemáticamente ignorados por el marxismo oficial socialdemócrata y comunista en todos sitios, sea Francia, Italia, Inglaterra Alemania o la URSS. Muchos de los escritos de Marx sobre este tema, la mayoría en forma epistolar, fueron literalmente escondidos y retirados de la circulación durante mucho tiempo, y sólo a principios de los años treinta del siglo XX empezaron a ser conocidos, aunque siempre han gozado de una difusión muchísimo menor que los estudios de Marx considerados como los “clásicos”.
Hay, evidentemente, honrosas excepciones. Así, por ejemplo, Teodor Shanin 4 o Hobsbawm han escrito sobre este tema. En palabras de Hobsbawm, “no hay falseamiento más grotesco de todos los que se han hecho de la doctrina de Marx que el consistente en atribuirle el pensamiento de que la única esperanza de realización de la revolución estaba en los países industrialmente avanzados del occidente”.5 El desarrollo del movimiento revolucionario en Rusia durante el siglo XIX, y el estudio del mismo por Marx, llevó a este último a “poner sus esperanzas en este país para una eventual revolución europea” 6. En el libro citado anteriormente, en nota a pie de página, Hobsbawm dice: “Engels se refiere a la esperanza que los dos tenían [Engels y Marx] en una revolución rusa en los últimos años de la década del 70 y, en 1894, prevé, específicamente, la posibilidad de que ‘la revolución rusa dé la señal para la revolución de los obreros en Occidente, de tal modo que se complementen’.”7
Hobsbawm también dice: “Sabemos que [Marx] fue un admirador de los valores sociales contenidos en la comunidad primitiva, a pesar de su carácter atrasado. En toda ocasión en que trató este tema, como en el volumen tercero de El Capital y con motivo de las polémicas relativas a Rusia a que nos hemos referido, subrayó cada vez más la viabilidad de la comuna primitiva, su poder de resistencia a la desintegración histórica, e incluso su capacidad para desarrollarse en una forma más elevada de economía sin destrucción previa, si bien esta opinión sólo fue expresada con ocasión de la discusión con los narodniki”.8
CONTRA EL CAPITAL
El marxismo resultante de la visión eurocentrista de la historia se convirtió en dominante dentro del pensamiento marxista y no estuvo en condiciones de entender las particularidades históricas de Rusia como sociedad que no estaba encuadrada en la misma trayectoria histórica que Europa occidental. El prisma eurocentrista impedía ver con nitidez las contradicciones particulares intrínsecas al proceso histórico ruso.
Contra toda previsión y en contra de las “leyes” objetivas de la historia, la primera revolución socialista tuvo lugar en una sociedad campesina, es más, en una sociedad que se encontraba fuera de la trayectoria histórica europea, fuera de “la civilización universal” de Hegel. La Rusia campesina, con su revolución socialista, fue la primera que puso en cuestión las “leyes objetivas” y la universalización del proceso histórico europeo. Mas tarde, China, Vietnam o Cuba, por poner sólo los ejemplos más evidentes, corroboraron que la excepción se estaba convirtiendo en norma, algo sobre lo que el marxismo ortodoxo apenas si ha comenzado a reflexionar, a pesar de todo lo que ha llovido en las últimas décadas. Como ya hemos visto, el propio Marx previó parte de los acontecimientos y habló del papel del campesinado y de la comuna campesina en la revolución de las sociedades no capitalistas (Rusia), que podría llevar a evitar el paso por el capitalismo como estadio histórico previo al socialismo. Es decir, la posibilidad de un salto histórico cualitativo que permitiría a ciertas sociedades precapitalistas, o no capitalistas, pasar directamente al socialismo.
En realidad la Revolución de Octubre fue la negación del capitalismo. Una revolución dirigida a negar la posibilidad del capitalismo. No a superarlo como fase histórica, sino a evitarlo. A evitar su materialización en Rusia (“huir del capitalismo”). Esta negación del capitalismo fue interpretada por muchos marxistas (por ejemplo, los socialdemócratas mencheviques) como una “herejía” con respecto al dogma del marxismo institucionalizado.
Otros marxistas contemporáneos a la Revolución de Octubre sí percibieron y entendieron las particularidades de la Revolución de Octubre. En su artículo La revolución contra El Capital, Gramsci dijo de ella:
“La revolución de los bolcheviques [...] es una revolución contra El Capital de Carlos Marx. El Capital de Marx fue en Rusia el libro de los burgueses más que el de los proletarios. Era la demostración crítica de la necesidad ineluctable de que en Rusia se formase una burguesía, se iniciase una era capitalista, se instaurase una civilización de tipo occidental, antes de que el proletariado pudiera siquiera pensar en su insurrección, en sus reivindicaciones de clase, en su revolución. Los hechos han superado las ideologías. Los hechos han reventado los esquemas críticos según los cuales la historia de Rusia hubiera debido desarrollarse según los cánones del materialismo histórico. Los bolcheviques reniegan de Marx al afirmar, con el testimonio de la acción desarrollada, de las conquistas obtenidas, que los cánones del materialismo histórico no son tan férreos como se pudiera pensar y se ha pensado. No obstante, hay una ineluctabilidad incluso en estos acontecimientos y si los bolcheviques reniegan de algunas afirmaciones de El Capital, no reniegan el pensamiento inmanente, vivificador. No son marxistas, eso es todo. No han compilado en las obras del Maestro una doctrina exterior de afirmaciones dogmáticas e indiscutibles. Viven el pensamiento marxista [...] Y este pensamiento sitúa siempre como máximo factor de la historia no los hechos económicos en bruto, sino el hombre, la sociedad de los hombres, de los hombres que se acercan unos a otros, que se entienden entre sí, que desarrollan a través de estos contactos (civilidad) una voluntad social, colectiva.”9
Conviene hacer aquí una referencia a las reflexiones de Max Weber sobre la revolución rusa.10 Del análisis de la sociedad rusa Weber llegó a varias conclusiones muy interesantes. Una, que al contrario de lo que era habitual afirmar entre los marxistas de aquellos años (y también entre los de la actualidad), ya era demasiado tarde para que en Rusia pudiese tener lugar una revolución burguesa. Otra, la abundancia de lo que él denominaba “círculos viciosos”, de los que era imposible salir sin generar situaciones de conflicto. Los más importantes eran los generados alrededor de la comunidad campesina tradicional rusa y de lo que él denominó “comunismo campesino arcaico”.
La disolución de las comunidades campesinas tradicionales provocada por las presiones del gran capital y el desarrollo del capitalismo generaba el radicalismo de los campesinos, y la revolución. El mantenimiento de las comunidades campesinas, desde la lógica del desarrollo capitalista, impedía la modernización y el desarrollo del capitalismo en Rusia. A mayor desarrollo del capitalismo en Rusia, mayor “hambre de tierras” y mayor desarrollo e influencia entre las masas campesinas rusas de la ideología del “comunismo campesino arcaico”.
--fin del mensaje nº 1--
Última edición por RioLena el Lun Sep 08, 2014 3:11 pm, editado 1 vez