La segunda contradicción del capitalismo
texto de James O’Connor
publicado en el blog Marx desde cero en junio de 2014
publicado en el foro en 3 mensajes
INTRODUCCIÓN
Este capítulo expone una versión elemental de la tradicional teoría marxista de la contradicción entre las fuerzas y las relaciones de producción, la sobreproducción del capital y la crisis económica, y el proceso de la restructuración de las fuerzas productivas y las relaciones de producción, inducido por la crisis, hacia formas socialmente más transparentes, y por ende potencialmente socialistas. Este artículo representa un punto de partida para una teoría “marxista ecológica” de la contradicción entre las relaciones productivas capitalistas, las fuerzas productivas y las condiciones de producción, la subproducción del capital y la crisis económica, y el proceso de restructuración, inducido por la crisis, de las condiciones de producción y de las consiguientes relaciones sociales, también en formas socialmente más transparentes y, por ende, potencialmente socialistas.
Aunque los dos procesos de sobreproducción y subproducción capitalista de ninguna manera son mutuamente excluyentes, pueden cancelarse o compensarse de maneras que crean la apariencia de procesos de desarrollo capitalista relativamente estables (véase la adenda a este capítulo). El estudio del desarrollo combinado de los dos procesos en la nueva economía global puede arrojar luz sobre la declinación del trabajo tradicional y los movimientos socialistas, y el surgimiento de “nuevos movimientos sociales” como agentes de transformación social (véase la Introducción de este libro). El marxismo tradicional esclarece las prácticas de los movimientos laborales tradicionales, y de manera similar el marxismo ecológico puede esclarecer las prácticas de los nuevos movimientos sociales. Si bien la ecología y la naturaleza, la política del cuerpo, el feminismo y la familia, los movimientos urbanos y temas relacionados suelen discutirse en términos posmarxistas, la retórica que se despliega en este capítulo es deliberadamente marxista y destinada a atraer a los teóricos marxistas y a los compañeros de viaje cuya obra sigue estando dentro del marco de un discurso científico social, y que por lo tanto son los que menos probabilidades tienen de ser convencidos por los análisis posmarxistas del problema del uso y abuso de la naturaleza (incluyendo la naturaleza humana) por parte del capital en el mundo (pos)moderno. Sin embargo, el énfasis que se hace aquí en un discurso económico político o “científico” es táctico, no estratégico. En realidad, las relaciones sociales más o menos autónomas, muchas de ellas no capitalistas o anticapitalistas, constituyen la “sociedad civil”, a la que por consiguiente hay que dirigirse en sus propios términos prácticos y teóricos. En otras palabras, la acción social y colectiva no debe construirse como una mera derivación de las fuerzas sistémicas que se analizan en este capítulo (véase la tercera parte de este libro).
En 1944 Karl Polanyi publicó su obra maestra, La gran transformación, que analiza varias formas en que el crecimiento del mercado y de las relaciones económicas capitalistas afectaba o destruía, en general, sus propias condiciones sociales y ambientales.1 Los temas de los límites ecológicos al crecimiento económico y las interrelaciones entre desarrollo y ambiente fueron reintroducidos al pensamiento occidental en los sesenta y principios de los setenta. Los resultados han sido mixtos y muchas veces sumamente dudosos. La obra de Polanyi sigue siendo una luz brillante en un cielo lleno de estrellas moribundas y agujeros negros de naturalismo burgués, neomalthusianismo, tecnocracia del Club de Roma, ecologismo romántico profundo y la visión de un mundo único de las Naciones Unidas.2 En las visiones de ese tipo están ausentes la explotación de clase, la acumulación capitalista por medio de la crisis, el desarrollo capitalista desigual y combinado, las luchas nacionales y muchos temas relacionados. Los resultados de estos esfuerzos (y otros similares) por discutir el problema del capitalismo, la naturaleza y el socialismo, fracasan en parte porque no se concentran en el significado de la escasez específicamente capitalista, es decir, el proceso por el cual el capital es su propia barrera (¿o límite?) debido a sus formas autodestructivas de proletarización de la naturaleza humana, enajenación de la fuerza de trabajo, apropiación del trabajo y capitalización de la naturaleza externa y de lo “urbano”.3 Los acercamientos usuales al problema, la identificación de “límites al crecimiento” en términos de “escasez de recursos”, “fragilidad ecológica”, “tecnología industrial nociva”, “valores culturales destructivos”, “tragedia de las áreas comunes”, “sobrepoblación”, “consumo dispendioso”, “producción imparable” y demás, ignoran o retuercen las teorías de tipo marxista sobre las formas de naturaleza históricamente producidas y la acumulación y el desarrollo capitalistas.
Esto no resulta sorprendente ya que el mismo Marx escribió muy poco respecto a las formas en que el capital se limita a sí mismo afectando sus propias condiciones sociales y ambientales y, por lo tanto, elevando sus costos y gastos, poniendo en peligro así su capacidad de producir utilidades, es decir, creando el riesgo de acarrear una crisis económica. También escribió poco o nada sobre los efectos de los conflictos socioeconómicos y políticos organizados en torno a la provisión de las condiciones de producción sobre los costos y gastos, así como sobre la variabilidad (flexibilidad) del capital. Tampoco teorizó respecto a las relaciones entre las dimensiones sociales y materiales de las condiciones de producción, aparte de sus notas acerca de los efectos de diferentes procesos de ecorregularidad en diversas industrias sobre la circulación y reproducción del capital, y de su largo análisis de la renta de la tierra (es decir, las relaciones sociales entre el capital terrateniente e industrial, y las relaciones materiales y económicas entre las materias primas y la producción industrial). No obstante, Marx da la impresión de haber estado convencido de por lo menos tres cosas. La primera es que las deficiencias de las condiciones de producción o de las “condiciones naturales” (“malas cosechas”) pueden adoptar la forma de crisis económicas.4 Segundo, creía en la proposición más general de que si bien algunas barreras a la producción son realmente externas al modo de producción (por ejemplo, “la productividad del trabajo está determinada por las condiciones físicas”),5 en el capitalismo estas barreras asumen la forma de una crisis económica.6 Dicho de otra manera, algunas barreras son “generales”, no “específicas” del capitalismo; lo que es específico del capitalismo es que estas barreras asumen la forma de crisis económicas. Tercero, Marx creía que el capital subvalúa la naturaleza, de lo que se deriva que, por ejemplo, la agricultura capitalista sea nociva para el suelo, así como que la explotación capitalista es física y biológicamente dañina para los trabajadores y destructiva para la comunidad.
En suma, Marx creía que las granjas capitalistas (por ejemplo) arruinan la calidad del suelo. Pensaba también que las malas cosechas adoptan la forma de crisis económicas. No obstante (aunque afirmó que una agricultura racional es incompatible con el capitalismo),7 nunca tomó en consideración la posibilidad de que los métodos agrícolas ecológicamente destructivos pudieran elevar los costos de los elementos del capital, lo cual, a su vez, podría amenazar con crisis económicas de un tipo particular, a saber, la subproducción de capital.8 Dicho de otra manera, Marx no llegó a sumar dos más dos y afirmar que las “barreras naturales” pueden ser barreras producidas de modo capitalista, es decir, una “segunda” naturaleza capitalizada.9 Insinuó, pero no desarrolló, la idea de que puede existir una contradicción del capitalismo que conduzca a una teoría “ecológica” de la crisis y la transformación social.
DOS CLASES DE TEORÍA DE LA CRISIS
El punto de partida de la teoría marxista tradicional de la crisis económica y la transición al socialismo es la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción capitalistas.10 La forma específica de esta contradicción se da entre la producción y la realización (o apropiación) del valor y el plusvalor, una especie de contradicción entre la producción y la circulación del capital. La clase trabajadora es el agente de la revolución socialista. Las relaciones de producción capitalistas constituyen el objeto inmediato de la transformación social. Las sedes de la transformación son el sistema político y el estado, así como el proceso de producción e intercambio.
En contraste, el punto de partida de una teoría marxista ecológica11 de la crisis económica y la transición al socialismo es la contradicción entre las relaciones de producción capitalistas (y las fuerzas productivas), por un lado, y las condiciones de producción capitalista, o “relaciones y fuerzas de reproducción social capitalistas”,12 por el otro.
Marx definió tres clases de condiciones de producción. La primera son las “condiciones físicas externas”,13 o elementos naturales que intervienen en el capital constante y el variable. Segundo, la “fuerza de trabajo” de los trabajadores se definió como las “condiciones personales de producción”. Tercero, Marx se refirió a “las condiciones comunales, generales, de la producción social”, por ejemplo, los “medios de comunicación”.14
En la actualidad las “condiciones físicas externas” se analizan en términos de la viabilidad de los ecosistemas, los niveles adecuados de ozono atmosférico, la estabilidad de las líneas costeras y las cuencas, la calidad del suelo, el aire y el agua, y cosas por el estilo. La “fuerza de trabajo” se discute en términos del bienestar físico y mental de los trabajadores, la clase y el grado de socialización de los mismos y de los seres humanos, en general, como fuerzas productivas sociales y organismos biológicos. Las “condiciones comunales” se analizan en términos del “capital social”, la “infraestructura”, y así sucesivamente (incluyendo, desde hace muy poco, el “capital comunitario”). En los conceptos de “condiciones físicas externas”, “fuerza de trabajo” y “condiciones comunales” están implícitos los conceptos de espacio y de “ambiente social”, De esta manera incluimos como una condición de producción el “espacio urbano” (“naturaleza urbana capitalizada”) y otras formas de espacio que estructuran –y son estructuradas por– la relación entre la gente y el “ambiente”,15 lo cual, a su vez, ayuda a producir ambientes sociales. En pocas palabras, las condiciones de producción incluyen la materialidad y la socialidad capitalizadas o convertidas en mercancías, excluyendo la producción, distribución y cambio de las mercancías mismas, estrictamente definidas.
La forma específica de la contradicción entre las relaciones (y fuerzas) de producción y las condiciones de producción capitalistas se da también entre la producción y la realización del valor y el plusvalor. Los agentes de la transformación social son los “nuevos movimientos sociales” o luchas sociales, incluyendo los conflictos dentro de la producción acerca de la salud y la seguridad en el sitio de trabajo, la producción y eliminación de desechos tóxicos, el uso de los recursos naturales y el espacio urbano, y así sucesivamente. Las relaciones sociales de reproducción de las condiciones de producción (por ejemplo el estado y la familia como estructuras de relaciones sociales, y también las mismas relaciones de producción en la medida en que dentro de la producción capitalista se producen “nuevas luchas”), constituyen el objeto inmediato de la transformación social. La sede inmediata de la transformación es el proceso material de la producción y reproducción de las condiciones de producción (por ejemplo, la división del trabajo dentro de la familia, los patrones de uso de la tierra, la educación, etc.) y el mismo proceso de producción, nuevamente en la medida en que dentro del lugar de trabajo capitalista se producen nuevas luchas.
En la teoría marxista tradicional la contradicción entre la producción y la realización del valor y las crisis económicas adopta la forma de una “crisis de realización”, o sobreproducción de capital. En la teoría marxista ecológica la crisis económica asume la forma de una “crisis de liquidez”, o subproducción de capital. En la teoría tradicional la crisis económica es el crisol en el cual el capital restructura las fuerzas productivas y las relaciones de producción de formas que hacen que ambas resulten más transparentemente sociales en su forma y su contenido; por ejemplo, fusiones y adquisiciones, planeación indicativa, redes corporativas, nacionalización, división de beneficios y cosas por el estilo. En el marxismo ecológico la crisis económica es el crisol en el cual el capital restructura las condiciones de producción, también de maneras que las vuelven más transparentemente sociales en su forma y su contenido; por ejemplo, bosques de explotación permanente, recuperación de tierras, uso y/o planeación de recursos de tierras regionales, política poblacional, política de salud, reglamentación del mercado de trabajo, planeación para eliminar los desechos tóxicos, y así sucesivamente.
En la teoría tradicional el desarrollo de formas más sociales de fuerzas productivas y relaciones de producción se ve como una condición necesaria pero no suficiente para la transición al socialismo (productivista). En el marxismo ecológico el desarrollo de formas más sociales para la provisión de las condiciones de producción es también una condición necesaria pero no suficiente para el socialismo (ecológico). El “socialismo ecológico” sería diferente del que imaginaron los marxistas tradicionales; primero, porque desde la perspectiva de las condiciones de producción la mayoría de las luchas tienen fuertes dimensiones particularistas, a veces “anticapitalistas románticas”, y por ende son “defensivas” más que “ofensivas”; y, segundo, porque se ha hecho obvio que gran parte de la tecnología capitalista y muchas de sus formas de trabajo, así como la ideología misma del progreso material, se han convertido en parte del problema, no de la solución. En síntesis, puede no haber una sino dos “vías al socialismo” o, para ser más precisos, dos tendencias que, en conjunto, llevan a una socialización mayor (aunque históricamente reversible) de las fuerzas productivas, las relaciones de producción, las condiciones de producción, y las relaciones sociales de la producción y reproducción de estas condiciones.
LA VERSIÓN MARXISTA TRADICIONAL DEL CAPITALISMO COMO SISTEMA EXPUESTO A LA CRISIS
En el marxismo tradicional la contradicción entre la producción y la circulación de capital es “interna” al capitalismo, porque la producción capitalista no es sólo producción de mercancías sino también producción de plusvalor (basada en la explotación del trabajo). Es un proceso de valorización en el cual los capitalistas extraen de la clase trabajadora no sólo trabajo socialmente necesario (trabajo requerido para reproducir el capital constante .y el variable), sino también trabajo excedente. Si todas las demás condiciones permanecen constantes,16 toda cantidad dada de plusvalor producido (o toda tasa dada de explotación), tendrá el efecto de crear una determinada reducción de la demanda de mercancías a precios de mercado. O, planteado desde el punto de vista contrario, toda reducción dada de demanda de bienes presupone una cantidad dada de plusvalor producido o una tasa dada de explotación. Además, cuanto mayor sea la cantidad de plusvalor producido o más alta sea la tasa de explotación, mayor será la dificultad para realizar el valor y el plusvalor en el mercado. El problema básico del capitalismo es dónde se origina la demanda extra de mercancías que se requiere para comprar el producto del trabajo excedente. Las respuestas tradicionales incluyen el consumo de la clase capitalista; la inversión de capital que se realiza independientemente de cambios en el avance de los salarios y la demanda de los consumidores; los mercados creados por estas nuevas inversiones; nuevo gasto en inversión, consumo o presupuesto gubernamental financiado por más crédito comercial, al consumo o gubernamental, y el robo de mercados de otros capitales y/o de capitales en otros países. Sin embargo, estas “soluciones” al problema de la realización de valor (mantener un nivel suficiente de demanda agregada de mercancías para conservar determinada tasa de utilidades sin el riesgo de crisis económicas y de la devaluación del capital fijo) se convierten en otras clases de “problemas” potenciales del capitalismo. El consumo capitalista constituye un uso improductivo del plusvalor, y lo mismo ocurre con la utilización del capital en la esfera de circulación con el objetivo de vender más rápido las mercancías. La nueva inversión de capital puede expandirse más rápido que la nueva demanda de consumo, o independientemente de ella, con el resultado de que aumenten las posibilidades de una crisis de desproporcionalidad o de una crisis de realización más grave en el futuro. Aunque un sistema de crédito bien desarrollado puede ampliar la demanda de mercancías al margen de aumentos en jornales y salarios, la expansión de la demanda de consumo basada en elevaciones del crédito al consumo o hipotecario mayores que dos aumentos de jornales y salarios presenta el riesgo de transformar una crisis potencial de sobreproducción capitalista en una crisis de subproducción capitalista. Además, toda expansión del crédito crea deuda (así como activos), especulación financiera e inestabilidades de las estructuras financieras, lo que puede presentar el peligro de una crisis del sistema financiero. El robo de mercados de otros capitales implica la concentración y/o centralización de capital y, por ende, el empeoramiento del problema de la realización de valor en el futuro, o de inquietud social debida a la destrucción de capitales más débiles, o inestabilidad política, amargas rivalidades internacionales, proteccionismo y guerra. En pocas palabras, la crisis económica puede asumir diversas formas además de la tradicional “crisis de realización”, incluyendo crisis de liquidez, crisis o colapso financiero, crisis fiscal del estado y tendencias a crisis sociales y políticas relacionadas. No obstante, cualesquiera que sean las formas específicas de las crisis históricas (la lista anterior pretende ser sugestiva, no exhaustiva), y cualquiera que sea el curso específico de su desarrollo y solución, la mayoría de los marxistas –si no todos– aceptan la premisa basada en las condiciones reales de explotación capitalista de que el capitalismo es un sistema expuesto a las crisis.
LA VISIÓN MARXISTA TRADICIONAL DEL CAPITALISMO COMO SISTEMA DEPENDIENTE DE LA CRISIS, Y LA TRANSICIÓN AL SOCIALISMO
En el marxismo tradicional el capitalismo no sólo está expuesto a las crisis sino que también depende de ellas. El capital acumula por medio de las crisis, que funcionan como mecanismo de disciplina económica. La crisis es la ocasión que aprovecha el capital para restructurarse y racionalizarse a fin de restaurar su capacidad de explotar el trabajo y acumular. Hay dos formas generales, interdependientes, en las que el capital se transforma para explotar la crisis y resolverla a su favor. Una consiste en hacer cambios en las fuerzas productivas; la otra en hacer cambios en las relaciones de producción. Los cambios en cualquiera de las dos presuponen o requieren, casi siempre, nuevas formas de cooperación directa e indirecta dentro y entre los capitales individuales y/o dentro y entre el estado y/o entre capital y estado. La mayor cooperación o planeación tiene el efecto de hacer más transparentemente social la producción, al tiempo que subvierte el fetichismo de las mercancías y el capital, o el aparente “carácter natural” del capital y de la economía capitalista. Así, el thelos de la crisis consiste en crear la posibilidad de imaginar una transición al socialismo.
Los cambios inducidos en las fuerzas productivas por la crisis por parte de capitales que procuran defender o restaurar las utilidades (y que ejemplifican los cambios tecnológicos que reducen los costos por unidad, aumentan la flexibilidad de la producción, etc.), tienen el efecto sistemático de disminuir los costos de reproducción de la fuerza de trabajo; volver más baratas las materias primas o más eficiente su utilización; reducir el periodo de producción y/o de circulación, y así sucesivamente. Cualesquiera que sean las fuentes inmediatas de la crisis, la restructuración de las fuerzas productivas con el objetivo de elevar las utilidades es una conclusión evidente. Más aún, los cambios de las fuerzas productivas inducidos por la crisis implican o presuponen formas más sociales de relaciones de producción, por ejemplo formas de cooperación más directa dentro de la producción.17 Entre los ejemplos de cambios actuales de las fuerzas productivas, y de cambios asociados en las relaciones de producción, se cuentan los sistemas de fabricación computarizados, flexibles, y la robotización, los cuales se asocian con el desarrollo de “juego creativo en equipo” y otras formas de cooperación en el lugar de trabajo y de participación en las utilidades, entre otras novedades. Y, por supuesto, la principal fuerza productiva es la cooperación humana. La ciencia o la producción social de conocimiento teórico y práctico se han vuelto una empresa casi totalmente cooperativa,18 en parte como resultado de crisis históricas económicas, sociales y políticas acumulativas.
La segunda manera en que el capital se restructura a sí mismo es realizando cambios, inducidos por la crisis, en las relaciones de producción dentro y entre el capital, dentro del estado y/o entre el estado y el capital, que se introducen con el propósito de ejercer mayor control de la producción, las inversiones, los mercados y demás; por ejemplo, la instauración de más planeación. Históricamente la planeación ha adoptado muchas formas (por ejemplo nacionalización, política fiscal, planeación indicativa), incluyendo, en el nivel político, el fascismo, el “new dealismo” y la democracia social. Cualesquiera que sean las fuentes inmediatas de la crisis, se puede dar por descontada la restructuración de las relaciones de producción con el fin de desarrollar más control del trabajo, del abasto de materias primas y demás. Más aún, los cambios de las relaciones de producción inducidos por la crisis implican o presuponen formas más sociales de las fuerzas productivas, por ejemplo, formas más directas de cooperación. Los ejemplos actuales de cambios de las relaciones de producción incluyen “acuerdos estratégicos” entre capitales de alta tecnología, una enorme intervención del estado en los mercados financieros, y la centralización de capital por medio de compras y fusiones. Estos cambios implican compartir o socializar los secretos de alta tecnología y personal técnico, nuevas formas de control financiero, y la restructuración de los sistemas de administración y producción, respectivamente.
texto de James O’Connor
publicado en el blog Marx desde cero en junio de 2014
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INTRODUCCIÓN
Este capítulo expone una versión elemental de la tradicional teoría marxista de la contradicción entre las fuerzas y las relaciones de producción, la sobreproducción del capital y la crisis económica, y el proceso de la restructuración de las fuerzas productivas y las relaciones de producción, inducido por la crisis, hacia formas socialmente más transparentes, y por ende potencialmente socialistas. Este artículo representa un punto de partida para una teoría “marxista ecológica” de la contradicción entre las relaciones productivas capitalistas, las fuerzas productivas y las condiciones de producción, la subproducción del capital y la crisis económica, y el proceso de restructuración, inducido por la crisis, de las condiciones de producción y de las consiguientes relaciones sociales, también en formas socialmente más transparentes y, por ende, potencialmente socialistas.
Aunque los dos procesos de sobreproducción y subproducción capitalista de ninguna manera son mutuamente excluyentes, pueden cancelarse o compensarse de maneras que crean la apariencia de procesos de desarrollo capitalista relativamente estables (véase la adenda a este capítulo). El estudio del desarrollo combinado de los dos procesos en la nueva economía global puede arrojar luz sobre la declinación del trabajo tradicional y los movimientos socialistas, y el surgimiento de “nuevos movimientos sociales” como agentes de transformación social (véase la Introducción de este libro). El marxismo tradicional esclarece las prácticas de los movimientos laborales tradicionales, y de manera similar el marxismo ecológico puede esclarecer las prácticas de los nuevos movimientos sociales. Si bien la ecología y la naturaleza, la política del cuerpo, el feminismo y la familia, los movimientos urbanos y temas relacionados suelen discutirse en términos posmarxistas, la retórica que se despliega en este capítulo es deliberadamente marxista y destinada a atraer a los teóricos marxistas y a los compañeros de viaje cuya obra sigue estando dentro del marco de un discurso científico social, y que por lo tanto son los que menos probabilidades tienen de ser convencidos por los análisis posmarxistas del problema del uso y abuso de la naturaleza (incluyendo la naturaleza humana) por parte del capital en el mundo (pos)moderno. Sin embargo, el énfasis que se hace aquí en un discurso económico político o “científico” es táctico, no estratégico. En realidad, las relaciones sociales más o menos autónomas, muchas de ellas no capitalistas o anticapitalistas, constituyen la “sociedad civil”, a la que por consiguiente hay que dirigirse en sus propios términos prácticos y teóricos. En otras palabras, la acción social y colectiva no debe construirse como una mera derivación de las fuerzas sistémicas que se analizan en este capítulo (véase la tercera parte de este libro).
En 1944 Karl Polanyi publicó su obra maestra, La gran transformación, que analiza varias formas en que el crecimiento del mercado y de las relaciones económicas capitalistas afectaba o destruía, en general, sus propias condiciones sociales y ambientales.1 Los temas de los límites ecológicos al crecimiento económico y las interrelaciones entre desarrollo y ambiente fueron reintroducidos al pensamiento occidental en los sesenta y principios de los setenta. Los resultados han sido mixtos y muchas veces sumamente dudosos. La obra de Polanyi sigue siendo una luz brillante en un cielo lleno de estrellas moribundas y agujeros negros de naturalismo burgués, neomalthusianismo, tecnocracia del Club de Roma, ecologismo romántico profundo y la visión de un mundo único de las Naciones Unidas.2 En las visiones de ese tipo están ausentes la explotación de clase, la acumulación capitalista por medio de la crisis, el desarrollo capitalista desigual y combinado, las luchas nacionales y muchos temas relacionados. Los resultados de estos esfuerzos (y otros similares) por discutir el problema del capitalismo, la naturaleza y el socialismo, fracasan en parte porque no se concentran en el significado de la escasez específicamente capitalista, es decir, el proceso por el cual el capital es su propia barrera (¿o límite?) debido a sus formas autodestructivas de proletarización de la naturaleza humana, enajenación de la fuerza de trabajo, apropiación del trabajo y capitalización de la naturaleza externa y de lo “urbano”.3 Los acercamientos usuales al problema, la identificación de “límites al crecimiento” en términos de “escasez de recursos”, “fragilidad ecológica”, “tecnología industrial nociva”, “valores culturales destructivos”, “tragedia de las áreas comunes”, “sobrepoblación”, “consumo dispendioso”, “producción imparable” y demás, ignoran o retuercen las teorías de tipo marxista sobre las formas de naturaleza históricamente producidas y la acumulación y el desarrollo capitalistas.
Esto no resulta sorprendente ya que el mismo Marx escribió muy poco respecto a las formas en que el capital se limita a sí mismo afectando sus propias condiciones sociales y ambientales y, por lo tanto, elevando sus costos y gastos, poniendo en peligro así su capacidad de producir utilidades, es decir, creando el riesgo de acarrear una crisis económica. También escribió poco o nada sobre los efectos de los conflictos socioeconómicos y políticos organizados en torno a la provisión de las condiciones de producción sobre los costos y gastos, así como sobre la variabilidad (flexibilidad) del capital. Tampoco teorizó respecto a las relaciones entre las dimensiones sociales y materiales de las condiciones de producción, aparte de sus notas acerca de los efectos de diferentes procesos de ecorregularidad en diversas industrias sobre la circulación y reproducción del capital, y de su largo análisis de la renta de la tierra (es decir, las relaciones sociales entre el capital terrateniente e industrial, y las relaciones materiales y económicas entre las materias primas y la producción industrial). No obstante, Marx da la impresión de haber estado convencido de por lo menos tres cosas. La primera es que las deficiencias de las condiciones de producción o de las “condiciones naturales” (“malas cosechas”) pueden adoptar la forma de crisis económicas.4 Segundo, creía en la proposición más general de que si bien algunas barreras a la producción son realmente externas al modo de producción (por ejemplo, “la productividad del trabajo está determinada por las condiciones físicas”),5 en el capitalismo estas barreras asumen la forma de una crisis económica.6 Dicho de otra manera, algunas barreras son “generales”, no “específicas” del capitalismo; lo que es específico del capitalismo es que estas barreras asumen la forma de crisis económicas. Tercero, Marx creía que el capital subvalúa la naturaleza, de lo que se deriva que, por ejemplo, la agricultura capitalista sea nociva para el suelo, así como que la explotación capitalista es física y biológicamente dañina para los trabajadores y destructiva para la comunidad.
En suma, Marx creía que las granjas capitalistas (por ejemplo) arruinan la calidad del suelo. Pensaba también que las malas cosechas adoptan la forma de crisis económicas. No obstante (aunque afirmó que una agricultura racional es incompatible con el capitalismo),7 nunca tomó en consideración la posibilidad de que los métodos agrícolas ecológicamente destructivos pudieran elevar los costos de los elementos del capital, lo cual, a su vez, podría amenazar con crisis económicas de un tipo particular, a saber, la subproducción de capital.8 Dicho de otra manera, Marx no llegó a sumar dos más dos y afirmar que las “barreras naturales” pueden ser barreras producidas de modo capitalista, es decir, una “segunda” naturaleza capitalizada.9 Insinuó, pero no desarrolló, la idea de que puede existir una contradicción del capitalismo que conduzca a una teoría “ecológica” de la crisis y la transformación social.
DOS CLASES DE TEORÍA DE LA CRISIS
El punto de partida de la teoría marxista tradicional de la crisis económica y la transición al socialismo es la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción capitalistas.10 La forma específica de esta contradicción se da entre la producción y la realización (o apropiación) del valor y el plusvalor, una especie de contradicción entre la producción y la circulación del capital. La clase trabajadora es el agente de la revolución socialista. Las relaciones de producción capitalistas constituyen el objeto inmediato de la transformación social. Las sedes de la transformación son el sistema político y el estado, así como el proceso de producción e intercambio.
En contraste, el punto de partida de una teoría marxista ecológica11 de la crisis económica y la transición al socialismo es la contradicción entre las relaciones de producción capitalistas (y las fuerzas productivas), por un lado, y las condiciones de producción capitalista, o “relaciones y fuerzas de reproducción social capitalistas”,12 por el otro.
Marx definió tres clases de condiciones de producción. La primera son las “condiciones físicas externas”,13 o elementos naturales que intervienen en el capital constante y el variable. Segundo, la “fuerza de trabajo” de los trabajadores se definió como las “condiciones personales de producción”. Tercero, Marx se refirió a “las condiciones comunales, generales, de la producción social”, por ejemplo, los “medios de comunicación”.14
En la actualidad las “condiciones físicas externas” se analizan en términos de la viabilidad de los ecosistemas, los niveles adecuados de ozono atmosférico, la estabilidad de las líneas costeras y las cuencas, la calidad del suelo, el aire y el agua, y cosas por el estilo. La “fuerza de trabajo” se discute en términos del bienestar físico y mental de los trabajadores, la clase y el grado de socialización de los mismos y de los seres humanos, en general, como fuerzas productivas sociales y organismos biológicos. Las “condiciones comunales” se analizan en términos del “capital social”, la “infraestructura”, y así sucesivamente (incluyendo, desde hace muy poco, el “capital comunitario”). En los conceptos de “condiciones físicas externas”, “fuerza de trabajo” y “condiciones comunales” están implícitos los conceptos de espacio y de “ambiente social”, De esta manera incluimos como una condición de producción el “espacio urbano” (“naturaleza urbana capitalizada”) y otras formas de espacio que estructuran –y son estructuradas por– la relación entre la gente y el “ambiente”,15 lo cual, a su vez, ayuda a producir ambientes sociales. En pocas palabras, las condiciones de producción incluyen la materialidad y la socialidad capitalizadas o convertidas en mercancías, excluyendo la producción, distribución y cambio de las mercancías mismas, estrictamente definidas.
La forma específica de la contradicción entre las relaciones (y fuerzas) de producción y las condiciones de producción capitalistas se da también entre la producción y la realización del valor y el plusvalor. Los agentes de la transformación social son los “nuevos movimientos sociales” o luchas sociales, incluyendo los conflictos dentro de la producción acerca de la salud y la seguridad en el sitio de trabajo, la producción y eliminación de desechos tóxicos, el uso de los recursos naturales y el espacio urbano, y así sucesivamente. Las relaciones sociales de reproducción de las condiciones de producción (por ejemplo el estado y la familia como estructuras de relaciones sociales, y también las mismas relaciones de producción en la medida en que dentro de la producción capitalista se producen “nuevas luchas”), constituyen el objeto inmediato de la transformación social. La sede inmediata de la transformación es el proceso material de la producción y reproducción de las condiciones de producción (por ejemplo, la división del trabajo dentro de la familia, los patrones de uso de la tierra, la educación, etc.) y el mismo proceso de producción, nuevamente en la medida en que dentro del lugar de trabajo capitalista se producen nuevas luchas.
En la teoría marxista tradicional la contradicción entre la producción y la realización del valor y las crisis económicas adopta la forma de una “crisis de realización”, o sobreproducción de capital. En la teoría marxista ecológica la crisis económica asume la forma de una “crisis de liquidez”, o subproducción de capital. En la teoría tradicional la crisis económica es el crisol en el cual el capital restructura las fuerzas productivas y las relaciones de producción de formas que hacen que ambas resulten más transparentemente sociales en su forma y su contenido; por ejemplo, fusiones y adquisiciones, planeación indicativa, redes corporativas, nacionalización, división de beneficios y cosas por el estilo. En el marxismo ecológico la crisis económica es el crisol en el cual el capital restructura las condiciones de producción, también de maneras que las vuelven más transparentemente sociales en su forma y su contenido; por ejemplo, bosques de explotación permanente, recuperación de tierras, uso y/o planeación de recursos de tierras regionales, política poblacional, política de salud, reglamentación del mercado de trabajo, planeación para eliminar los desechos tóxicos, y así sucesivamente.
En la teoría tradicional el desarrollo de formas más sociales de fuerzas productivas y relaciones de producción se ve como una condición necesaria pero no suficiente para la transición al socialismo (productivista). En el marxismo ecológico el desarrollo de formas más sociales para la provisión de las condiciones de producción es también una condición necesaria pero no suficiente para el socialismo (ecológico). El “socialismo ecológico” sería diferente del que imaginaron los marxistas tradicionales; primero, porque desde la perspectiva de las condiciones de producción la mayoría de las luchas tienen fuertes dimensiones particularistas, a veces “anticapitalistas románticas”, y por ende son “defensivas” más que “ofensivas”; y, segundo, porque se ha hecho obvio que gran parte de la tecnología capitalista y muchas de sus formas de trabajo, así como la ideología misma del progreso material, se han convertido en parte del problema, no de la solución. En síntesis, puede no haber una sino dos “vías al socialismo” o, para ser más precisos, dos tendencias que, en conjunto, llevan a una socialización mayor (aunque históricamente reversible) de las fuerzas productivas, las relaciones de producción, las condiciones de producción, y las relaciones sociales de la producción y reproducción de estas condiciones.
LA VERSIÓN MARXISTA TRADICIONAL DEL CAPITALISMO COMO SISTEMA EXPUESTO A LA CRISIS
En el marxismo tradicional la contradicción entre la producción y la circulación de capital es “interna” al capitalismo, porque la producción capitalista no es sólo producción de mercancías sino también producción de plusvalor (basada en la explotación del trabajo). Es un proceso de valorización en el cual los capitalistas extraen de la clase trabajadora no sólo trabajo socialmente necesario (trabajo requerido para reproducir el capital constante .y el variable), sino también trabajo excedente. Si todas las demás condiciones permanecen constantes,16 toda cantidad dada de plusvalor producido (o toda tasa dada de explotación), tendrá el efecto de crear una determinada reducción de la demanda de mercancías a precios de mercado. O, planteado desde el punto de vista contrario, toda reducción dada de demanda de bienes presupone una cantidad dada de plusvalor producido o una tasa dada de explotación. Además, cuanto mayor sea la cantidad de plusvalor producido o más alta sea la tasa de explotación, mayor será la dificultad para realizar el valor y el plusvalor en el mercado. El problema básico del capitalismo es dónde se origina la demanda extra de mercancías que se requiere para comprar el producto del trabajo excedente. Las respuestas tradicionales incluyen el consumo de la clase capitalista; la inversión de capital que se realiza independientemente de cambios en el avance de los salarios y la demanda de los consumidores; los mercados creados por estas nuevas inversiones; nuevo gasto en inversión, consumo o presupuesto gubernamental financiado por más crédito comercial, al consumo o gubernamental, y el robo de mercados de otros capitales y/o de capitales en otros países. Sin embargo, estas “soluciones” al problema de la realización de valor (mantener un nivel suficiente de demanda agregada de mercancías para conservar determinada tasa de utilidades sin el riesgo de crisis económicas y de la devaluación del capital fijo) se convierten en otras clases de “problemas” potenciales del capitalismo. El consumo capitalista constituye un uso improductivo del plusvalor, y lo mismo ocurre con la utilización del capital en la esfera de circulación con el objetivo de vender más rápido las mercancías. La nueva inversión de capital puede expandirse más rápido que la nueva demanda de consumo, o independientemente de ella, con el resultado de que aumenten las posibilidades de una crisis de desproporcionalidad o de una crisis de realización más grave en el futuro. Aunque un sistema de crédito bien desarrollado puede ampliar la demanda de mercancías al margen de aumentos en jornales y salarios, la expansión de la demanda de consumo basada en elevaciones del crédito al consumo o hipotecario mayores que dos aumentos de jornales y salarios presenta el riesgo de transformar una crisis potencial de sobreproducción capitalista en una crisis de subproducción capitalista. Además, toda expansión del crédito crea deuda (así como activos), especulación financiera e inestabilidades de las estructuras financieras, lo que puede presentar el peligro de una crisis del sistema financiero. El robo de mercados de otros capitales implica la concentración y/o centralización de capital y, por ende, el empeoramiento del problema de la realización de valor en el futuro, o de inquietud social debida a la destrucción de capitales más débiles, o inestabilidad política, amargas rivalidades internacionales, proteccionismo y guerra. En pocas palabras, la crisis económica puede asumir diversas formas además de la tradicional “crisis de realización”, incluyendo crisis de liquidez, crisis o colapso financiero, crisis fiscal del estado y tendencias a crisis sociales y políticas relacionadas. No obstante, cualesquiera que sean las formas específicas de las crisis históricas (la lista anterior pretende ser sugestiva, no exhaustiva), y cualquiera que sea el curso específico de su desarrollo y solución, la mayoría de los marxistas –si no todos– aceptan la premisa basada en las condiciones reales de explotación capitalista de que el capitalismo es un sistema expuesto a las crisis.
LA VISIÓN MARXISTA TRADICIONAL DEL CAPITALISMO COMO SISTEMA DEPENDIENTE DE LA CRISIS, Y LA TRANSICIÓN AL SOCIALISMO
En el marxismo tradicional el capitalismo no sólo está expuesto a las crisis sino que también depende de ellas. El capital acumula por medio de las crisis, que funcionan como mecanismo de disciplina económica. La crisis es la ocasión que aprovecha el capital para restructurarse y racionalizarse a fin de restaurar su capacidad de explotar el trabajo y acumular. Hay dos formas generales, interdependientes, en las que el capital se transforma para explotar la crisis y resolverla a su favor. Una consiste en hacer cambios en las fuerzas productivas; la otra en hacer cambios en las relaciones de producción. Los cambios en cualquiera de las dos presuponen o requieren, casi siempre, nuevas formas de cooperación directa e indirecta dentro y entre los capitales individuales y/o dentro y entre el estado y/o entre capital y estado. La mayor cooperación o planeación tiene el efecto de hacer más transparentemente social la producción, al tiempo que subvierte el fetichismo de las mercancías y el capital, o el aparente “carácter natural” del capital y de la economía capitalista. Así, el thelos de la crisis consiste en crear la posibilidad de imaginar una transición al socialismo.
Los cambios inducidos en las fuerzas productivas por la crisis por parte de capitales que procuran defender o restaurar las utilidades (y que ejemplifican los cambios tecnológicos que reducen los costos por unidad, aumentan la flexibilidad de la producción, etc.), tienen el efecto sistemático de disminuir los costos de reproducción de la fuerza de trabajo; volver más baratas las materias primas o más eficiente su utilización; reducir el periodo de producción y/o de circulación, y así sucesivamente. Cualesquiera que sean las fuentes inmediatas de la crisis, la restructuración de las fuerzas productivas con el objetivo de elevar las utilidades es una conclusión evidente. Más aún, los cambios de las fuerzas productivas inducidos por la crisis implican o presuponen formas más sociales de relaciones de producción, por ejemplo formas de cooperación más directa dentro de la producción.17 Entre los ejemplos de cambios actuales de las fuerzas productivas, y de cambios asociados en las relaciones de producción, se cuentan los sistemas de fabricación computarizados, flexibles, y la robotización, los cuales se asocian con el desarrollo de “juego creativo en equipo” y otras formas de cooperación en el lugar de trabajo y de participación en las utilidades, entre otras novedades. Y, por supuesto, la principal fuerza productiva es la cooperación humana. La ciencia o la producción social de conocimiento teórico y práctico se han vuelto una empresa casi totalmente cooperativa,18 en parte como resultado de crisis históricas económicas, sociales y políticas acumulativas.
La segunda manera en que el capital se restructura a sí mismo es realizando cambios, inducidos por la crisis, en las relaciones de producción dentro y entre el capital, dentro del estado y/o entre el estado y el capital, que se introducen con el propósito de ejercer mayor control de la producción, las inversiones, los mercados y demás; por ejemplo, la instauración de más planeación. Históricamente la planeación ha adoptado muchas formas (por ejemplo nacionalización, política fiscal, planeación indicativa), incluyendo, en el nivel político, el fascismo, el “new dealismo” y la democracia social. Cualesquiera que sean las fuentes inmediatas de la crisis, se puede dar por descontada la restructuración de las relaciones de producción con el fin de desarrollar más control del trabajo, del abasto de materias primas y demás. Más aún, los cambios de las relaciones de producción inducidos por la crisis implican o presuponen formas más sociales de las fuerzas productivas, por ejemplo, formas más directas de cooperación. Los ejemplos actuales de cambios de las relaciones de producción incluyen “acuerdos estratégicos” entre capitales de alta tecnología, una enorme intervención del estado en los mercados financieros, y la centralización de capital por medio de compras y fusiones. Estos cambios implican compartir o socializar los secretos de alta tecnología y personal técnico, nuevas formas de control financiero, y la restructuración de los sistemas de administración y producción, respectivamente.
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