José Catalán Deus es periodista y escritor. Ha sido corresponsal en Londres y Roma y ha publicado más de diez libros. Experto en el Vaticano, también ha escrito y dirigido el documental La chispa y la pradera, una crónica audiovisual del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP). También vivió dos años en Tirana, cuando de Albania conocíamos poco o nada. Nunca volvió, y nunca ha hablado de su experiencia en un país que recuerda “con lágrimas en los ojos”. A raíz de un comentario de José Catalán en el artículo Carta de un lector albanés en español, y descubrir su paso por Tirana, el autor, Elvi Sidheri, contactó con él para realizar esta entrevista vía email.
¿Qué sabíais de Albania antes de visitarla por primera vez?
Sólo conocíamos la propaganda exaltadora y triunfalista que hacían del país las publicaciones del FRAP que agrupaba a los partidarios y defensores españoles de Enver Hoxha y su régimen comunista. En ellas se presentaba a Albania como el paraíso de los trabajadores, el faro del socialismo, una especie de edén utópico.
Todo ello nos parecía más verdad que las versiones de la prensa legal del régimen de Franco que hablaban muy poco de Albania y cuando lo hacían era para mostrarla como una cárcel llena de miseria. Al ser yo comunista y marxista-leninista quería creer en la versión nuestra; y creía.
¿Cómo cambió tu visión?
Por supuesto, esta versión edulcorada y falsa cayó por tierra al poco de llegar al país hacia febrero de 1974. Nada era como lo contaban. Veníamos preparados a encontrar un país pobre, gente humilde y economía de subsistencia, pero la realidad iba superando cualquier previsión. Las cosas eran mucho más difíciles de lo que uno podía imaginar: la comida casi racionada; las tiendas casi vacías; la vida casi limitada a la subsistencia; el miedo a dar una opinión propia o hacer una crítica, omnipresente; la presencia opresiva de la estructura gubernamental, insoportable; era una dictadura mucho más dictadura que la que dejábamos atrás; era como la España rural del siglo XIX.
Lo más positivo es que parecían mínimas las diferencias de clase, que reinaba un igualitarismo en la escasez generalizada. Pero con el tiempo veías los privilegios de los que formaban parte de los vencedores –el Partido del Trabajo, sus miembros, sus familias- y la marginación de todos aquellos a los que se consideraba hostiles o tibios.
Finalmente, tras dos años de vida cotidiana, cuando partí en enero de 1976, la visión idílica había desaparecido, pero aún seguía defendiendo a la Albania oficial, disculpando sus carencias y problemas. Pero íntimamente, toda la esperanza comunista se había cuarteado y mis creencias estaban dañadas. Pocos meses después, en septiembre de 1976 decidí abandonar para siempre el PCE, el partido que dirigía el FRAP.
¿Cómo era vuestra vida en Tirana?
Éramos unos invitados mimados y protegidos. Vivíamos gratis en una villa construida por los italianos en la Segunda Guerra Mundial, en un piso grande y cómodo, con terraza y todos los gastos de mantenimiento pagados. Teníamos una persona a nuestro servicio, una mujer estupenda que se llamaba Bijia (o algo así) que se encargaba de limpiar y cocinar. Teníamos un buen sueldo del que nos sobraba dinero pues apenas había en qué gastarlo. Íbamos a los restaurantes del centro el domingo, íbamos a merendar al Hotel Dajti (histórico de Tirana, construido por los italianos), comprábamos buenos alimentos cuando había –pocas veces al año- (plátanos, gambas…), y en lo que más gastábamos era en recuerdos típicos de artesanía albanesa, que guardábamos para, cuando regresáramos a España, regalarlos a nuestras familias.
Trabajábamos bastante. Yo en Radio Tirana estaba a cargo de las emisiones en lengua española; mi esposa en la editorial “Naim Frashëri”, supervisando las traducciones al español. Todos los días además yo daba clases de español durante dos horas. A menudo, locutaba en las transmisiones. Supervisamos los tres tomos de las Obras Escogidas de Enver Hoxha en español que se publicaron por esa época y que todavía guardo, uno de los pocos recuerdos de entonces.
Por las tardes solíamos dar un paseo con nuestra hija, que llegó con cuatro meses de edad. Y luego mucha lectura de la prensa española e internacional y un poco de televisión por la noche. Vacaciones de un mes en Durrës en una villa del Partido. Algunas excursiones y visitas, alguna asistencia a conmemoraciones, algunas visitas y reuniones con otros extranjeros en las mismas condiciones. Apenas contacto con la gente, salvo profesional. Al PPSH (Partido del Trabajo) no le gustaba que los albaneses tuvieran relaciones con los extranjeros por más que fueran de confianza.
Era una vida de profesionales sin problemas económicos, muy austera, muy íntima. Como en una burbuja, no nos enterábamos de nada en realidad.
¿Donde trabajaba?
Yo iba a inaugurar los estudios de español en la universidad de Tirana, pero el plan se suspendió a última hora sin saber por qué. Entonces se suplió con la formación de dos jóvenes trabajadoras de Radio Tirana, Elsa Bashkevani y Rina: cuando llegué no sabían ni una palabra de español, cuando me fui, sabían bastante, fueron traductoras oficiales durante muchos años y una de las dos aún lo es. Es decir, que yo era profesor de español, redactor y locutor de Radio Tirana, supervisor editorial de libros en español publicados por la editorial oficial (donde Skënder Semini, formado en Cuba, era el traductor oficial, y una especie de embajador oficioso de los amigos y correligionarios españoles del régimen albanés).
¿Cómo era la organización de Radio Tirana en la sección de lenguas extranjeras?
Radio Tirana era una de las emisoras europeas que tenía más emisiones en lenguas extranjeras, dos docenas. La de español era media hora diaria en diferentes horarios y anchos de banda para España y América. Llevaba noticias y comentarios de España e Hispanoamérica redactados por nosotros (había otra pareja española y una pareja chilena dedicadas a ello) y noticias y comentarios de Albania decididos por el personal de la radio y traducidos al español.
El departamento de lenguas extranjeras de Radio Tirana era grande; la sección española tenía un jefe, algunos redactores –Piro Andoni y otros-, dos traductores albaneses, Leo Prela y Nico Revi… No recuerdo mucho, creo que ocupábamos una planta entera del edificio de la radio, que estaba enfrente de la embajada china. Había indonesios, neozelandeses, brasileños (como por ejemplo Bernardo Joffily, único traductor en portugués de las obras de Ismail Kadaré), gente de toda Europa, unas tres o cuatro docenas de extranjeros yo creo. Calculo un centenar de personas por lo menos los que allí trabajaban. En los estudios de grabación se trabajaba todo el día continuamente.
¿Su familia se acostumbró al estilo de vida de Albania?
Mi esposa nunca se acostumbró en realidad. Lo llevaba bien, porque estábamos juntos y nuestra hija crecía mucho mejor que lo que hubiera sido nuestra vida de refugiados políticos en otro país, pero veía los defectos de aquel sistema mucho mejor que yo. Penaba por la escasez reinante en artículos de uso cotidiano, y no tenía la consolación que yo tenía con mi ideología. Mi hijita creo que tuvo una vida feliz, fue a la guardería, pero era tan pequeña que poco más se puede decir.
¿Cómo percibía usted el impacto del régimen en la vida de los albaneses?
Lavado de cerebro general, mucho miedo, vida muy pobre, una opresión absoluta que limitaba la vida a la pura subsistencia. Unas capas privilegiadas de confianza –militares, cuadros- y una minoría inaccesible de dirigentes que vivía en la zona prohibida de Tirana (El “Bllok”).
¿Tirana tenía algún tipo de vida nocturna en aquel periodo?
Cero absoluto, que supiéramos. Creo que acababa de realizarse una gran purga contra la influencia occidental en la juventud y se había reducido mucho el acceso a la televisión italiana. Solamente a veces, cuando íbamos a tomar algo a los quioscos veraniegos junto al lago, veíamos grupos de estudiantes un poco más relajados. Pero la verdad es que todo parecía un gigantesco monasterio laico, de gentes grises y tristes, de hombres y mujeres todos iguales.
¿Cómo era el desarrollo de la vida cultural albanesa?
Sólo existía la cultura nacionalista y popular al estilo socialista. Se abrió un museo de arte contemporáneo pero era sólo la escuela llamada ‘realismo socialista’. Había festivales de música, pero sólo folclore tradicional con letras propagandísticas. Las películas que se ponían en televisión eran pocas y muy deficientes técnicamente, siempre a favor del régimen. Los escritores se reducían a Ismail Kadaré (al que nos presentaron como dirigente de la Liga de Escritores) y poco más. Creo que nunca fuimos al teatro. De fuera sólo vinieron cosas chinas del extranjero de visita. La vida cultural era asfixiante.
¿Qué le parecía el estado de la economía albanesa bajo el sistema socialista?
Una cosa eran las apariencias y otra la realidad. Parecía que había un cierto desarrollo y progreso, pero eran menores a los del mundo circundante. Las diferencias siempre fueron enormes con la Europa Occidental. Sólo se exportaban productos agrícolas y minerales. La planta siderúrgica de Elbasan (tecnología china) parece que nació ya anticuada. La extracción de petróleo no creo que fuera más que simbólica. A esas alturas, con 30 años de régimen socialista, el fracaso era absoluto.
¿Pudo notar signos de pobreza evidente entre los albaneses?
En el campo se vivía muy pobremente, casi miserablemente. En la ciudad, mejor, pero sin pasar de la subsistencia. Era una pobreza limpia y digna, sin mendigos ni suciedad en las calles, con ropa limpia pero fea, con los mínimos resueltos pero nada más.
¿Un extranjero podía comprender la realidad que se vivía cada día en Albania?
Era imposible, porque vivíamos aislados de la realidad, estábamos predispuestos por nuestras ideas políticas a creer lo que nos contaban, nunca nadie se atrevió a formular la más ligera crítica en nuestra presencia porque se jugaban la vida probablemente. La frase común de la gente que trabajaba con y para nosotros era ‘Detyra ione’ (nuestra obligación) cuando se hablaba de condiciones de trabajo o de vida. Fue purgado y fusilado probablemente el ministro de Defensa Beqir Balluku y no nos enteramos. Desapareció un camarada peruano –Félix Soto- que mantenía relaciones muy mal vistas con una mujer albanesa, y no se volvió a saber de ambos. Se me ocurrió comentar de pasada con mis alumnas si es que había una base naval en Vlora y casi me expulsan del país. En fin la situación era tan demencial que hoy día parece imposible.
¿Qué le parecía el ateísmo oficial de Albania?
Impuesto, brutal. Entonces, lo aprobaba. No conocía y/o disculpaba la forma terrible en que se impuso.
¿Los extranjeros creían todo lo que la propaganda del régimen proclamaba?
Sí, éramos huéspedes oficiales, equivalentes a diplomáticos afines, adoctrinados a nuestra vez por nuestros partidos. Pero la realidad abría grietas, primero inconscientes, poco a poco imposibles de ignorar.
¿Cuál era en aquel entonces, la percepción que los albaneses tenían de los españoles y España?
La guerra civil perdida por la República, las Brigadas Internacionales con la presencia de Mehmet Shehu, lo malo que era Franco, lo bueno que era el Real Madrid Club de Fútbol, y que los que allí íbamos éramos incondicionales, aunque poco de fiar, por nuestras costumbres decadentes –yo llevaba bigote- .
Después de tantos años, ¿cuál es su opinión de Albania?
Un país y una gente que llevo en el corazón, a los que siempre querré mucho, que siempre recuerdo con lágrimas en los ojos, y a quienes deseo lo mejor. Todos se portaron bien con nosotros, sólo puedo estar agradecido.