El concepto de transición en el pensamiento marxista - Eduardo Sevilla Guzmán y Manuel González de Molina
Hoy nos centramos en el concepto de transición en la tradición marxista con especial atención a la agricultura. Como exponen en la introducción los autores Eduardo Sevilla Guzmán y Manuel González de Molina (expertos en estudios agrarios), “desde una perspectiva semántica transición significa “el cambio o mudanza de un modo de ser o estar a otro distinto”; en nuestro caso se trata del paso de unos sistemas económicos sociales y políticos preservadores de privilegios, potenciadores de la desigualdad y depredadores de la naturaleza hasta cotas próximas a la irresponsabilidad de la autodestrucción a sistemas ecológicamente sanos y sostenibles: económicamente viables y socialmente justos”.
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EL CONCEPTO DE TRANSICION EN EL PENSAMIENTO MARXISTA: REFLEXIONES DESDE LA AGROECOLOGÍA - Eduardo Sevilla Guzmán y Manuel González de Molina
LA TRANSICIÓN EN EL CONTEXTO TEÓRICO DEL MARXISMO ORTODOXO EN LA CUESTION AGRARIA
Tanto Marx como Engels, fundadores del Materialismo Histórico, elaboraron una forma de pensar la historia encaminada a descubrir las estructuras esenciales de la sociedad para, a través de ellas, explicar sus mecanismos de evolución (1). En sus obras subyace, por tanto, una teoría de los modos de producción y de las formaciones socioeconómicas. De una manera simplificada podría decirse que el esquema marxista del proceso histórico parte de la hipótesis general de que “la historia de la humanidad es la de la transición de formas de organización social sin clases a las sociedades de clases” (2).
En tales esquemas de pensamiento, el marxismo condena a la desaparición, por anacrónicas, determinadas formas de explotación. En efecto, tales categorías fueron integradas en el Materialismo Histórico en el contexto de los “órdenes económicos” respectivos en los que se encontraron y analizados de acuerdo no con sus dinámicas internas específicas, sino con las que marcaban la evolución de tales “órdenes económicos”.
El hecho de que tal teoría general de la evolución histórica, elaborada por los fundadores del Marxismo, no aparezca en un trabajo definido sino que se encuentre dispersa a lo largo de sus obras ha generado un “equívoco histórico” respecto al papel de la agricultura en tal esquema teórico. El único lugar donde Marx estudia específicamente la evolución de la agricultura es en el análisis de la génesis de la renta capitalista el suelo que realiza en el Tomo I de El Capital. Diversas formas de explotación son aquí esbozadas en aquellos aspectos relacionados con la evolución histórica de la renta del suelo. Y es este concepto el elemento conductor de una argumentación explicitada como sólo válida teóricamente para Europa (3). Por otra parte, este análisis se realizó mediante la ficción metodológica del dominio del capitalismo en todas las ramas de la producción, por un lado, y mediante la proyección, desde el pasado hacia el presente, de los elementos escrutados (4).
La marginación paulatina de la pequeña explotación campesina en el proceso de penetración del capitalismo en el campo a favor de la explotación agraria a gran escala es analizada por Marx en el tomo I de El Capital utilizando la experiencia inglesa (“enclosures acts”, leyes de pobres, etc.) como forma de contrastación empírica. Por ello la visión unilineal del proceso histórico aquí reflejado, sólo es válida para la configuración inicial del centro del sistema económico mundial (5). Pues bien, la extrapolación de este análisis y su categorización teórica como explicación universal constituye el núcleo teórico central a través del cual se interpreta la evolución de la agricultura en el proceso histórico, interpretación ésta que aquí denominamos como Marxismo Ortodoxo en la Cuestión Agraria (6). Sus formuladores fueron Karl Kautsky, por un lado, y Vladimir I. Lenin, por otro (7). Aun cuando ambos autores tuvieran un fuerte enfrentamiento en el terreno de la práctica política [8], su visión del avance del capitalismo en el campo es sustantivamente similar. Y ello no es casual ya que ambos pretendieron dar continuidad teórica al trabajo de Marx y a la lectura que ambos hicieron del capítulo de El Capital antes señalado con un profundo conocimiento de su obra hasta entonces conocida.
En un esfuerzo de síntesis el Marxismo Ortodoxo en la Cuestión Agraria podría definirse como el esquema teórico que interpreta la evolución de las estructuras agrarias en el proceso histórico a través de las siguientes características: 1) Una evolución unilineal de la agricultura determinada por el crecimiento de las “fuerzas productivas” y la configuración del progreso como resultado (9); 2) Una secuencia histórica de fases o modos de producción irreconciliables entre sí que disciplinan los cambios en la agricultura; 3) La centralización y concentración como procesos necesarios al capitalismo industrial eliminan al campesinado de la agricultura agraria posee una potencial superioridad técnica que, a través de las ventajas de las “economías de escala”, permitirán el crecimiento de su composición orgánica del capital, avanzando así hacia la socialización de la producción agraria, y 5) La existencia de una contraposición básica entre la gran y pequeña explotación cuyo desenlace será la proletarización del campesinado y la polarización social en el campo.
Aun cuando Kautsky y Lenin formularan el contexto teórico de las características apuntadas, la riqueza del análisis realizado por ambos, al intentar explicar la evolución del capitalismo en la agricultura, permite encontrar en sus trabajos multitud de elementos teóricos plenos de fertilidad analítica (10). En efecto, aunque fueron ambos quienes sentaron las bases teóricas del Marxismo Ortodoxo en la Cuestión Agraria (hasta aquí caracterizado a través de una lectura, por parte de sus seguidores, de sus obras en el “contexto teórico distorsionado” de El Capital) también han sido ellos quienes, en el seno de los Estudios Campesinos y de la Sociología de la Agricultura han contribuido a la renovación teórica del neomarxismo que desembocaría en la Agroecología.
En el contexto teórico de Marxismo Ortodoxo en la cuestión Agraria respecto a la “Transición” es interpretada como una especie de “necesidad histórica” en el paso del capitalismo al socialismo. Existe, empero, un primer episodio de la transición: el paso del feudalismo al capitalismo donde se produce el derrocamiento del poder político de la aristocracia al final del desarrollo del feudalismo con la toma del poder por la burguesía, a través de la revolución burguesa. Sin embargo en sentido estricto la “transición” es el episodio último; es decir, el proceso que ineluctablemente culmina con la llegada a una sociedad sin clases: la sociedad del “comunismo”. (11)
El núcleo teórico del que surge la interpretación ortodoxa del concepto de transición lo constituyen la Crítica del Programa de Gotha (12) y El Manifiesto Comunista (13). En el primero de estos textos se diferencian una fase inferior del comunismo, en la que no se ha producido todavía la subsunción real, y otro superior donde se rompen; por un lado, la “subordinación esclavizadadora del individuo a la división del trabajo” y por otra, la alentadora antítesis entre trabajo físico y mental. La primera fase (inferior) es la del socialismo “donde todavía existen clases sociales y elementos de economía de mercado” y en segunda (superior) el comunismo donde se alcanza tal abundancia de bienes, como consecuencia del desarrollo de las fuerzas productivas, que los bienes podrían distribuirse entre todos de acuerdo con las necesidades e cada uno. En el segundo texto (El Manifiesto) la interpretación tiene un sentido más lato: la transición es una serie de pasos que terminan por “revolucionar” el modo de producción capitalista: el proletariado toma el poder y se conquista la democracia por el Estado obrero a través de la “dictadura del proletariado”. Tanto la crítica anarquista, especialmente de Bakunin como la reformista de Bernstein inician un debate en el que aparecerán en el proceso de acumulación recogido en estos papeles.
LA TRANSICIÓN EN LOS MARCOS TEÓRICOS DE LA RENOVACIÓN MARXISTA
El vacío teórico generado como consecuencia de la crisis de las teorías de la modernización de las que –según hemos visto- el Marxismo Ortodoxo en la Cuestión Agraria participó activamente, significó la gradual sustitución de la dicotomía tradicional/moderno por una nueva manera de entender la evolución de las sociedades que supuso un cambio cualitativo de gran entidad: el análisis de las formas heterogéneas de organización de lo social desde la perspectiva de la dialéctica centro/periferia. Con ello se trasvasaba el foco de atención de las “sociedades avanzadas” (en las que supuestamente debían desaparecer el campesinado, por un lado, y el obrero agrícola, por otro, para imponerse el modelo agroindustrial) a las sociedades denominadas “en desarrollo” donde continuarían subsistiendo tales “residuos” preindustriales.
Hasta entonces el marxismo clásico había asumido –como ha señalado acertadamente Hanza Alavi (14) la “perversa creencia” de que en estas “sociedades en desarrollo” el capitalismo generaría nuevas contradicciones de las que surgirían nuevas fuerzas sociales que impulsarían su desarrollo. Sin embargo y contra lo esperado, en las sociedades avanzadas, de una parte, persistieron formas de explotación basadas en la fuerza de trabajo familiar y, aunque en menor medida, focos de marginación jornalera (15), y, de otra parte, en las “sociedades en desarrollo” lo que realmente se desarrolló fue el subdesarrollo.
Un conjunto de teorías neomarxistas trataron, entonces, de explicar tal mantenimiento de formas, por un lado, y de situaciones, por otro, consideradas por Marx como de transición (16). Aquella parte del conjunto de cuestiones replanteada con el nuevo enfoque, que nos interesa particularmente, era la de sí las relaciones de producción en el seno de las formas de explotación en transición eran capitalistas o, por el contrario, tenían una naturaleza precapitalista.
El enfoque mayoritario de los estudios sobre el “subdesarrollo” buscaba, ante todo, las causas profundas del mantenimiento del mismo atribuyendo al “centro” la principal responsabilidad. No obstante, lo que realmente se hizo fue realinear la dicotomía Tradicional /Moderno al sistema económico mundial, “nuevo concepto teórico” en el que se buscó la génesis y pervivencia del atraso. Quizá el esquema conceptual más logrado y representativo de esta corriente fue el de Gunder Frank-Inmanuel Wallerstein sobre “La Economía Mundo”. En este contexto teórico, la transición adquiere una acepción analítica menos ambiciosa que la del Marxismo Agrario Ortodoxo. Aquí la cuestión es la del paso de feudalismo al capitalismo ya reseñada en el pie de página (XX). Desde la perspectiva de las fuentes originales el contexto teórico aquí viene establecido por: 1) el Manifiesto Comunista. Ya considerado; 2) La ideología Alemana (17), 3) Las formaciones económicas precapitalistas (18) y 4) El Capital, en lo referente a los debates sobre la acumulación primitiva y el capital comercial (19).
En el primero de los textos aparecen tan solo “escuetas proposiciones” sobre qué naturaleza tiene la transición al capitalismo ya que el tema, como hemos considerado anteriormente, se trata de una manera muy genérica. Por el contrario, en la “Ideología” se llevaron a cabo esbozos sugestivos sobre la naturaleza de la transición y la disgregación del feudalismo (20) y en los FORMEN aparece ya una rica complejidad desvelada por Eric Hobsbawn y Maurice Godelier (21). El marco teórico centro-periferia posee una fuerte rigidez, sin embargo, este enfoque mantenía aún grandes problemas para aprehender la heterogeneidad de formas de explotación presentes en formaciones sociales tanto del centro como de la periferia. Y ello porque tenderá a categorizar a los países de la periferia y del centro como exponentes de dos únicos modos de producción: el precapitalista en el país subdesarrollado y el capitalista en el centro desarrollado, reduciendo su interpretación del capitalismo a términos de mercado (22). Con ello se olvidaba que desde la Alta Edad Media existieron numerosas sociedades cuyos sistemas de producción de bienes solían, en mayor o menor grado, intercambiarse en el mercado sin que por ello pudiéramos afirmar su carácter inequívocamente capitalista, es decir la transición es un mero proceso de descomposición.
La resistencia del campesinado a desaparecer con el desarrollo del capitalismo y la pervivencia estable, incluso, de otras formas de explotación no capitalistas en la periferia, convenció finalmente a un grupo de teóricos sociales marxistas de la necesidad de indagar él por qué los esquemas de evolución unilineales hacia la progresiva transformación de dichas formas de explotación en capitalistas o bien sufrían patrones cronológicamente considerables o desmentían el carácter unidireccional de tales esquemas. De esta reflexión surgieron nuevos planteamientos teóricos como el esquema conceptual de la disolución-descomposición de los modos de producción no capitalistas (23) y, sobre todo, las diversas versiones de la teoría de la “Articulación” de los modos de producción, debidas entre otros a Pierre-Philippe Rey (24) y Claude Meillassoux principalmente (25).
La virtud de este replanteamiento en la evolución de los “órdenes económicos” consistía en que, por primera vez en las versiones más o menos ortodoxas del marxismo, se reconocía la posibilidad de que existieran con carácter estable formas de explotación no capitalistas incluso en fechas muy avanzadas el siglo XX sin que, por ello, estuvieran condenadas de antemano a la desaparición: la concepción leninista de la irreconciabilidad quedaba así rota. La supervivencia de distintos modos de producción precapitalistas con mayor o menor intensidad según nos alejáramos del centro a la periferia era ahora enfocado desde la propia lógica del desarrollo desigual del capitalismo que los “articulaba” a través del mercado y de otros mecanismos de dominación. La coexistencia de diversos modos de producción no sólo era posible sino que era la forma más usual en la que el capitalismo se extendió por la periferia. Era ahora enfocado desde la propia lógica del desarrollo desigual del capitalismo que los “articulaba” a través del mercado y de otros mecanismos de dominación. La coexistencia de diversos modos de producción no sólo era posible sino que era la forma más usual en la que el capitalismo se extendió por la periferia.
En este contexto teórico la transición es contemplada desde las interpretaciones de Hobsbawn y Godelier de los FORMEN, ya consideradas; existe un centro capitalista y una periferia donde coexisten distintos modos precapitalistas de producción. Sin embargo “en todas las formas de producción de una sociedad hay un específico tipo de producción que predomina sobre todos los demás cuyas relaciones asignan, así, un rango y una influencia sobre los restantes modos de producción; es como una suerte de iluminación que colorea y modifica las particularidades de estos” (26). Es este texto, los GRUNDRISSE, el central para comprender el concepto de transición en el contexto del marco teórico de las teorías de la articulación. Y junto a los conceptos de subsunción formal y real elaborados por Marx en los capítulos dedicados a la Plusvalía Absoluta y Relativa (cap. XIV) y a la llamada Acumulación originaria (cap. XXIV) de El Capital. (27)
Sin embargo, esta nueva concepción no carecerá de graves problemas: no sólo no abandonaba la óptica del desarrollo unilineal representado por el capitalismo que dominaba a través de la articulación al resto de los modos de producción, sino que al considerar las diversas formas de explotación no capitalistas como modos de producción, permaneció dentro de la lógica del análisis macro sociológico. La confrontación entre lo tradicional y lo moderno se trasladaba a la periferia, pero para realzar la función estrictamente pasiva que lo tradicional jugaba en el desarrollo a pesar de todo imparable de lo moderno. Ignoraba, de esta manera la especificidad que las formas de explotación no capitalistas imprimen a cada sociedad subordinada relegando el problema a un mecánico impacto externo transformador, que solo produce una forma externa de dominación (28). La subordinación de cualquier forma de explotación al capitalismo venía determinada según esta visión casi exclusivamente por factores externos (29), olvidando las condiciones estructurales que actúan no sólo a niveles económicos sino a nivel de las estructuras de poder y de las mentalidades que sustentan las instituciones sociales como una unidad modelada por la historia. No podía ser de otra manera en tanto el capitalismo fuese considerado como un estadio superior de la racionalidad posible y, aún deseable, en el avance irrefrenable de las fuerzas productivas y éstas siguiesen considerándose como el demiurgo que finalmente condujese a los pueblos a grados superiores de bienestar, dado su carácter socializador inmanente (30). Sólo la crisis ecológica y el cuestionamiento subsiguiente tanto del impacto del desarrollo tecnológico como del concepto mismo de progreso podría como veremos poner en cuestión tales axiomas.
LA TRANSICIÓN EN LOS ENFOQUES NEOMARXISTAS ALTERNATIVOS
En efecto, la virulencia de la crisis ecológica, el cuestionamiento de los paradigmas usuales en las ciencias sociales, basados en un antropocéntrico concepto de progreso ilimitado, junto con la reflexión que generó en el seno de “la nueva tradición de los Estudios Campesinos”, la pervivencia del campesinado fue dando lugar a nuevas formas de entender la evolución de las órdenes económicas. La repercusión de Chayanov y de aspectos poco conocidos del propio Marx constituyen los primeros resultados de un replanteamiento crítico de la relación entre las formas de explotación capitalistas y no capitalistas, que han conducido a una crítica global del Marxismo Ortodoxo en la Cuestión Agraria.
No se trataba, como en tantas ocasiones, de averiguar cuál sería el auténtico Marx, el de ésta o aquella época, sino si era posible fundamentar en él una lectura distinta de los procesos sociales que, partiendo de la coexistencia de una pluralidad de formas de explotación, se distanciara ampliamente de los esquemas unilineales de la tradición marxista. Varios han sido los autores que han pretendido reconstruir, desde esta perspectiva, una concepción distinta del proceso histórico. Los que nos interesan aquí han sido quienes lo han hecho desde la perspectiva de los estudios campesinos, es decir, los que se han centrado en la caracterización del papel central del campesinado en el mismo. Respecto al análisis de las estructuras socioeconómicas precapitalistas son Thompson, Hobsbawn y Godelier, fundamentalmente (31), respecto al campesinado en el capitalismo, junto a los dos últimos citados, son Galeski, Shanin, Alavi y Palerm quienes nos interesan especialmente (32). Lamentablemente este último dejó inconclusa la más prometedora reconstrucción de la teoría general desde el enfoque de los estudios campesinos. (33)
En efecto, el enfoque teórico que Marx fue imprimiendo a su trabajo en la última década de su vida acabó por modificar su propia teoría de los modos de producción y las formaciones socioeconómicas, atribuyendo en ella una multiplicidad de posibilidades de actuación al campesinado. El análisis exhaustivo de la producción de Marx desde 1.870 a 1.883 y la interpretación de los manuscritos y cartas de estos años en el contexto de las lecturas que Marx fue realizando de los autores populistas (sobre todo de Chernyschevski) muestran una evolución de su pensamiento que desembocó en un claro replanteamiento del papel del campesinado en el proceso histórico (34), atribuyendo a este último una clara dimensión multilínea. Pero quien planteó la cuestión con mayor crudeza fue Chayanov, quien por los años veinte señaló que “solo raramente encontramos en la vida económica un orden económico …puro… Lo usual es que los sistemas económicos existan unos al lado de otros formando conglomerados muy complejos. Hoy día quedan bloques importantes e unidades de trabajo familiar campesino, entremezclados en el sistema capitalista mundial”, Lo cual exigía “concebir una serie de sistemas teóricos adecuados al rango de los ordenes económicos del presente y del pasado y que nos permita descubrir las formas de su coexistencia y de su evolución”. (35)
Se debe a Rosa Luxemburg la llamada de atención primera, dentro del Marxismo, sobre esta cuestión al plantear las lagunas derivadas de la aplicación de la teoría del Capitalismo que Marx realizara en El capital a otros contextos sociales en los que coexistían distintos sistemas económicos (36). Sin embargo, aunque la huella de Luxembug es evidente en las teorías neomarxistas que tratan de explicar las formas de penetración del capitalismo tanto en los espacios oscuros del centro como en los países periféricos existe un generalizado olvido a la hora de citar su obra, sea por pudor político o académico. Para nosotros, su reflexión metodológica sobre la obra de Marx y el germen teórico de su visión sobre el proceso de intercambio entre la producción capitalista y los espacios no capitalistas del sistema mundial constituye un punto de partida.
Punto de partida que no sólo es válido para un análisis histórico sino que resulta hoy de imprescindible utilidad. ¿Cómo sino analizar fenómenos cada vez más generalizados como el de las economías sumergidas o informales, o el “resurgimiento” de las explotaciones familiares como base de unos complejos agroindustriales más preocupados del suministro de crédito y de factores de producción y la distribución de las cosechas que de transformar el proceso de producción? Como afirma Shanin: “Un elemento central de la sociedad global contemporánea es el fracaso de las sociedades capitalistas y de las centralizadas en avanzar sin limites y en asegurar el bienestar general en las formas esperadas por las teorías del progreso del siglo XIX, tanto socialistas como liberales. El control y la magnitud de los beneficios de las empresas capitalistas multinacionales están avanzando al ritmo de la retirada de las formas de producción capitalista usuales y de la organización social en cuanto a la progresión del desempleo y del “subempleo”, de las “economías informales” y de otras estructuras de supervivencia. (37)
Estos planteamientos “neomarxistas” han partido y parten, efectivamente, de los supuestos de coexistencia mencionados, pero desde una doble perspectiva: desde la perspectiva de los procesos de transición y desde el alejamiento, e incluso rechazo, del carácter irreconciliable de tales formas de producción en el interior de un mismo espacio económico. Este cambio de enfoque no sólo ha significado una redefinición de las concepciones dicotómicas usuales: tradicional/moderno y centro/periferia, sino que han implicado también una ruptura con la unílinealidad en la evolución de los órdenes socioeconómicos. La necesidad, primero, de análisis macrosociales donde el estudio e los procesos de trabajo y las formas concretas de producción deben adquirir un papel central- para, después, intentar su inserción en un contexto capitalista (o de otro modo de producir distinto y dominante) ha necesitado la resolución de problemas derivados de las modalidades de interrelación entre los dos niveles micro y macrosocial, de análisis. Ello ha conducido a la revalorización de los conceptos de subsunción “formal” y “real” al capitalismo que elaborara Marx y que quedaron relegados a lugares secundarios en el conjunto de su obra42. En las páginas que siguen vamos a examinar, aun cuando sea esquemáticamente, tales posiciones al objeto de incorporar determinados aspectos de éstas a nuestra posterior propuesta teórica. Veamos, en primer lugar, las modificaciones que establecemos al esquema teórico de Godelier para adaptarlo a nuestro contexto teórico.
--fin del mensaje nº 1--
Hoy nos centramos en el concepto de transición en la tradición marxista con especial atención a la agricultura. Como exponen en la introducción los autores Eduardo Sevilla Guzmán y Manuel González de Molina (expertos en estudios agrarios), “desde una perspectiva semántica transición significa “el cambio o mudanza de un modo de ser o estar a otro distinto”; en nuestro caso se trata del paso de unos sistemas económicos sociales y políticos preservadores de privilegios, potenciadores de la desigualdad y depredadores de la naturaleza hasta cotas próximas a la irresponsabilidad de la autodestrucción a sistemas ecológicamente sanos y sostenibles: económicamente viables y socialmente justos”.
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EL CONCEPTO DE TRANSICION EN EL PENSAMIENTO MARXISTA: REFLEXIONES DESDE LA AGROECOLOGÍA - Eduardo Sevilla Guzmán y Manuel González de Molina
LA TRANSICIÓN EN EL CONTEXTO TEÓRICO DEL MARXISMO ORTODOXO EN LA CUESTION AGRARIA
Tanto Marx como Engels, fundadores del Materialismo Histórico, elaboraron una forma de pensar la historia encaminada a descubrir las estructuras esenciales de la sociedad para, a través de ellas, explicar sus mecanismos de evolución (1). En sus obras subyace, por tanto, una teoría de los modos de producción y de las formaciones socioeconómicas. De una manera simplificada podría decirse que el esquema marxista del proceso histórico parte de la hipótesis general de que “la historia de la humanidad es la de la transición de formas de organización social sin clases a las sociedades de clases” (2).
En tales esquemas de pensamiento, el marxismo condena a la desaparición, por anacrónicas, determinadas formas de explotación. En efecto, tales categorías fueron integradas en el Materialismo Histórico en el contexto de los “órdenes económicos” respectivos en los que se encontraron y analizados de acuerdo no con sus dinámicas internas específicas, sino con las que marcaban la evolución de tales “órdenes económicos”.
El hecho de que tal teoría general de la evolución histórica, elaborada por los fundadores del Marxismo, no aparezca en un trabajo definido sino que se encuentre dispersa a lo largo de sus obras ha generado un “equívoco histórico” respecto al papel de la agricultura en tal esquema teórico. El único lugar donde Marx estudia específicamente la evolución de la agricultura es en el análisis de la génesis de la renta capitalista el suelo que realiza en el Tomo I de El Capital. Diversas formas de explotación son aquí esbozadas en aquellos aspectos relacionados con la evolución histórica de la renta del suelo. Y es este concepto el elemento conductor de una argumentación explicitada como sólo válida teóricamente para Europa (3). Por otra parte, este análisis se realizó mediante la ficción metodológica del dominio del capitalismo en todas las ramas de la producción, por un lado, y mediante la proyección, desde el pasado hacia el presente, de los elementos escrutados (4).
La marginación paulatina de la pequeña explotación campesina en el proceso de penetración del capitalismo en el campo a favor de la explotación agraria a gran escala es analizada por Marx en el tomo I de El Capital utilizando la experiencia inglesa (“enclosures acts”, leyes de pobres, etc.) como forma de contrastación empírica. Por ello la visión unilineal del proceso histórico aquí reflejado, sólo es válida para la configuración inicial del centro del sistema económico mundial (5). Pues bien, la extrapolación de este análisis y su categorización teórica como explicación universal constituye el núcleo teórico central a través del cual se interpreta la evolución de la agricultura en el proceso histórico, interpretación ésta que aquí denominamos como Marxismo Ortodoxo en la Cuestión Agraria (6). Sus formuladores fueron Karl Kautsky, por un lado, y Vladimir I. Lenin, por otro (7). Aun cuando ambos autores tuvieran un fuerte enfrentamiento en el terreno de la práctica política [8], su visión del avance del capitalismo en el campo es sustantivamente similar. Y ello no es casual ya que ambos pretendieron dar continuidad teórica al trabajo de Marx y a la lectura que ambos hicieron del capítulo de El Capital antes señalado con un profundo conocimiento de su obra hasta entonces conocida.
En un esfuerzo de síntesis el Marxismo Ortodoxo en la Cuestión Agraria podría definirse como el esquema teórico que interpreta la evolución de las estructuras agrarias en el proceso histórico a través de las siguientes características: 1) Una evolución unilineal de la agricultura determinada por el crecimiento de las “fuerzas productivas” y la configuración del progreso como resultado (9); 2) Una secuencia histórica de fases o modos de producción irreconciliables entre sí que disciplinan los cambios en la agricultura; 3) La centralización y concentración como procesos necesarios al capitalismo industrial eliminan al campesinado de la agricultura agraria posee una potencial superioridad técnica que, a través de las ventajas de las “economías de escala”, permitirán el crecimiento de su composición orgánica del capital, avanzando así hacia la socialización de la producción agraria, y 5) La existencia de una contraposición básica entre la gran y pequeña explotación cuyo desenlace será la proletarización del campesinado y la polarización social en el campo.
Aun cuando Kautsky y Lenin formularan el contexto teórico de las características apuntadas, la riqueza del análisis realizado por ambos, al intentar explicar la evolución del capitalismo en la agricultura, permite encontrar en sus trabajos multitud de elementos teóricos plenos de fertilidad analítica (10). En efecto, aunque fueron ambos quienes sentaron las bases teóricas del Marxismo Ortodoxo en la Cuestión Agraria (hasta aquí caracterizado a través de una lectura, por parte de sus seguidores, de sus obras en el “contexto teórico distorsionado” de El Capital) también han sido ellos quienes, en el seno de los Estudios Campesinos y de la Sociología de la Agricultura han contribuido a la renovación teórica del neomarxismo que desembocaría en la Agroecología.
En el contexto teórico de Marxismo Ortodoxo en la cuestión Agraria respecto a la “Transición” es interpretada como una especie de “necesidad histórica” en el paso del capitalismo al socialismo. Existe, empero, un primer episodio de la transición: el paso del feudalismo al capitalismo donde se produce el derrocamiento del poder político de la aristocracia al final del desarrollo del feudalismo con la toma del poder por la burguesía, a través de la revolución burguesa. Sin embargo en sentido estricto la “transición” es el episodio último; es decir, el proceso que ineluctablemente culmina con la llegada a una sociedad sin clases: la sociedad del “comunismo”. (11)
El núcleo teórico del que surge la interpretación ortodoxa del concepto de transición lo constituyen la Crítica del Programa de Gotha (12) y El Manifiesto Comunista (13). En el primero de estos textos se diferencian una fase inferior del comunismo, en la que no se ha producido todavía la subsunción real, y otro superior donde se rompen; por un lado, la “subordinación esclavizadadora del individuo a la división del trabajo” y por otra, la alentadora antítesis entre trabajo físico y mental. La primera fase (inferior) es la del socialismo “donde todavía existen clases sociales y elementos de economía de mercado” y en segunda (superior) el comunismo donde se alcanza tal abundancia de bienes, como consecuencia del desarrollo de las fuerzas productivas, que los bienes podrían distribuirse entre todos de acuerdo con las necesidades e cada uno. En el segundo texto (El Manifiesto) la interpretación tiene un sentido más lato: la transición es una serie de pasos que terminan por “revolucionar” el modo de producción capitalista: el proletariado toma el poder y se conquista la democracia por el Estado obrero a través de la “dictadura del proletariado”. Tanto la crítica anarquista, especialmente de Bakunin como la reformista de Bernstein inician un debate en el que aparecerán en el proceso de acumulación recogido en estos papeles.
LA TRANSICIÓN EN LOS MARCOS TEÓRICOS DE LA RENOVACIÓN MARXISTA
El vacío teórico generado como consecuencia de la crisis de las teorías de la modernización de las que –según hemos visto- el Marxismo Ortodoxo en la Cuestión Agraria participó activamente, significó la gradual sustitución de la dicotomía tradicional/moderno por una nueva manera de entender la evolución de las sociedades que supuso un cambio cualitativo de gran entidad: el análisis de las formas heterogéneas de organización de lo social desde la perspectiva de la dialéctica centro/periferia. Con ello se trasvasaba el foco de atención de las “sociedades avanzadas” (en las que supuestamente debían desaparecer el campesinado, por un lado, y el obrero agrícola, por otro, para imponerse el modelo agroindustrial) a las sociedades denominadas “en desarrollo” donde continuarían subsistiendo tales “residuos” preindustriales.
Hasta entonces el marxismo clásico había asumido –como ha señalado acertadamente Hanza Alavi (14) la “perversa creencia” de que en estas “sociedades en desarrollo” el capitalismo generaría nuevas contradicciones de las que surgirían nuevas fuerzas sociales que impulsarían su desarrollo. Sin embargo y contra lo esperado, en las sociedades avanzadas, de una parte, persistieron formas de explotación basadas en la fuerza de trabajo familiar y, aunque en menor medida, focos de marginación jornalera (15), y, de otra parte, en las “sociedades en desarrollo” lo que realmente se desarrolló fue el subdesarrollo.
Un conjunto de teorías neomarxistas trataron, entonces, de explicar tal mantenimiento de formas, por un lado, y de situaciones, por otro, consideradas por Marx como de transición (16). Aquella parte del conjunto de cuestiones replanteada con el nuevo enfoque, que nos interesa particularmente, era la de sí las relaciones de producción en el seno de las formas de explotación en transición eran capitalistas o, por el contrario, tenían una naturaleza precapitalista.
El enfoque mayoritario de los estudios sobre el “subdesarrollo” buscaba, ante todo, las causas profundas del mantenimiento del mismo atribuyendo al “centro” la principal responsabilidad. No obstante, lo que realmente se hizo fue realinear la dicotomía Tradicional /Moderno al sistema económico mundial, “nuevo concepto teórico” en el que se buscó la génesis y pervivencia del atraso. Quizá el esquema conceptual más logrado y representativo de esta corriente fue el de Gunder Frank-Inmanuel Wallerstein sobre “La Economía Mundo”. En este contexto teórico, la transición adquiere una acepción analítica menos ambiciosa que la del Marxismo Agrario Ortodoxo. Aquí la cuestión es la del paso de feudalismo al capitalismo ya reseñada en el pie de página (XX). Desde la perspectiva de las fuentes originales el contexto teórico aquí viene establecido por: 1) el Manifiesto Comunista. Ya considerado; 2) La ideología Alemana (17), 3) Las formaciones económicas precapitalistas (18) y 4) El Capital, en lo referente a los debates sobre la acumulación primitiva y el capital comercial (19).
En el primero de los textos aparecen tan solo “escuetas proposiciones” sobre qué naturaleza tiene la transición al capitalismo ya que el tema, como hemos considerado anteriormente, se trata de una manera muy genérica. Por el contrario, en la “Ideología” se llevaron a cabo esbozos sugestivos sobre la naturaleza de la transición y la disgregación del feudalismo (20) y en los FORMEN aparece ya una rica complejidad desvelada por Eric Hobsbawn y Maurice Godelier (21). El marco teórico centro-periferia posee una fuerte rigidez, sin embargo, este enfoque mantenía aún grandes problemas para aprehender la heterogeneidad de formas de explotación presentes en formaciones sociales tanto del centro como de la periferia. Y ello porque tenderá a categorizar a los países de la periferia y del centro como exponentes de dos únicos modos de producción: el precapitalista en el país subdesarrollado y el capitalista en el centro desarrollado, reduciendo su interpretación del capitalismo a términos de mercado (22). Con ello se olvidaba que desde la Alta Edad Media existieron numerosas sociedades cuyos sistemas de producción de bienes solían, en mayor o menor grado, intercambiarse en el mercado sin que por ello pudiéramos afirmar su carácter inequívocamente capitalista, es decir la transición es un mero proceso de descomposición.
La resistencia del campesinado a desaparecer con el desarrollo del capitalismo y la pervivencia estable, incluso, de otras formas de explotación no capitalistas en la periferia, convenció finalmente a un grupo de teóricos sociales marxistas de la necesidad de indagar él por qué los esquemas de evolución unilineales hacia la progresiva transformación de dichas formas de explotación en capitalistas o bien sufrían patrones cronológicamente considerables o desmentían el carácter unidireccional de tales esquemas. De esta reflexión surgieron nuevos planteamientos teóricos como el esquema conceptual de la disolución-descomposición de los modos de producción no capitalistas (23) y, sobre todo, las diversas versiones de la teoría de la “Articulación” de los modos de producción, debidas entre otros a Pierre-Philippe Rey (24) y Claude Meillassoux principalmente (25).
La virtud de este replanteamiento en la evolución de los “órdenes económicos” consistía en que, por primera vez en las versiones más o menos ortodoxas del marxismo, se reconocía la posibilidad de que existieran con carácter estable formas de explotación no capitalistas incluso en fechas muy avanzadas el siglo XX sin que, por ello, estuvieran condenadas de antemano a la desaparición: la concepción leninista de la irreconciabilidad quedaba así rota. La supervivencia de distintos modos de producción precapitalistas con mayor o menor intensidad según nos alejáramos del centro a la periferia era ahora enfocado desde la propia lógica del desarrollo desigual del capitalismo que los “articulaba” a través del mercado y de otros mecanismos de dominación. La coexistencia de diversos modos de producción no sólo era posible sino que era la forma más usual en la que el capitalismo se extendió por la periferia. Era ahora enfocado desde la propia lógica del desarrollo desigual del capitalismo que los “articulaba” a través del mercado y de otros mecanismos de dominación. La coexistencia de diversos modos de producción no sólo era posible sino que era la forma más usual en la que el capitalismo se extendió por la periferia.
En este contexto teórico la transición es contemplada desde las interpretaciones de Hobsbawn y Godelier de los FORMEN, ya consideradas; existe un centro capitalista y una periferia donde coexisten distintos modos precapitalistas de producción. Sin embargo “en todas las formas de producción de una sociedad hay un específico tipo de producción que predomina sobre todos los demás cuyas relaciones asignan, así, un rango y una influencia sobre los restantes modos de producción; es como una suerte de iluminación que colorea y modifica las particularidades de estos” (26). Es este texto, los GRUNDRISSE, el central para comprender el concepto de transición en el contexto del marco teórico de las teorías de la articulación. Y junto a los conceptos de subsunción formal y real elaborados por Marx en los capítulos dedicados a la Plusvalía Absoluta y Relativa (cap. XIV) y a la llamada Acumulación originaria (cap. XXIV) de El Capital. (27)
Sin embargo, esta nueva concepción no carecerá de graves problemas: no sólo no abandonaba la óptica del desarrollo unilineal representado por el capitalismo que dominaba a través de la articulación al resto de los modos de producción, sino que al considerar las diversas formas de explotación no capitalistas como modos de producción, permaneció dentro de la lógica del análisis macro sociológico. La confrontación entre lo tradicional y lo moderno se trasladaba a la periferia, pero para realzar la función estrictamente pasiva que lo tradicional jugaba en el desarrollo a pesar de todo imparable de lo moderno. Ignoraba, de esta manera la especificidad que las formas de explotación no capitalistas imprimen a cada sociedad subordinada relegando el problema a un mecánico impacto externo transformador, que solo produce una forma externa de dominación (28). La subordinación de cualquier forma de explotación al capitalismo venía determinada según esta visión casi exclusivamente por factores externos (29), olvidando las condiciones estructurales que actúan no sólo a niveles económicos sino a nivel de las estructuras de poder y de las mentalidades que sustentan las instituciones sociales como una unidad modelada por la historia. No podía ser de otra manera en tanto el capitalismo fuese considerado como un estadio superior de la racionalidad posible y, aún deseable, en el avance irrefrenable de las fuerzas productivas y éstas siguiesen considerándose como el demiurgo que finalmente condujese a los pueblos a grados superiores de bienestar, dado su carácter socializador inmanente (30). Sólo la crisis ecológica y el cuestionamiento subsiguiente tanto del impacto del desarrollo tecnológico como del concepto mismo de progreso podría como veremos poner en cuestión tales axiomas.
LA TRANSICIÓN EN LOS ENFOQUES NEOMARXISTAS ALTERNATIVOS
En efecto, la virulencia de la crisis ecológica, el cuestionamiento de los paradigmas usuales en las ciencias sociales, basados en un antropocéntrico concepto de progreso ilimitado, junto con la reflexión que generó en el seno de “la nueva tradición de los Estudios Campesinos”, la pervivencia del campesinado fue dando lugar a nuevas formas de entender la evolución de las órdenes económicas. La repercusión de Chayanov y de aspectos poco conocidos del propio Marx constituyen los primeros resultados de un replanteamiento crítico de la relación entre las formas de explotación capitalistas y no capitalistas, que han conducido a una crítica global del Marxismo Ortodoxo en la Cuestión Agraria.
No se trataba, como en tantas ocasiones, de averiguar cuál sería el auténtico Marx, el de ésta o aquella época, sino si era posible fundamentar en él una lectura distinta de los procesos sociales que, partiendo de la coexistencia de una pluralidad de formas de explotación, se distanciara ampliamente de los esquemas unilineales de la tradición marxista. Varios han sido los autores que han pretendido reconstruir, desde esta perspectiva, una concepción distinta del proceso histórico. Los que nos interesan aquí han sido quienes lo han hecho desde la perspectiva de los estudios campesinos, es decir, los que se han centrado en la caracterización del papel central del campesinado en el mismo. Respecto al análisis de las estructuras socioeconómicas precapitalistas son Thompson, Hobsbawn y Godelier, fundamentalmente (31), respecto al campesinado en el capitalismo, junto a los dos últimos citados, son Galeski, Shanin, Alavi y Palerm quienes nos interesan especialmente (32). Lamentablemente este último dejó inconclusa la más prometedora reconstrucción de la teoría general desde el enfoque de los estudios campesinos. (33)
En efecto, el enfoque teórico que Marx fue imprimiendo a su trabajo en la última década de su vida acabó por modificar su propia teoría de los modos de producción y las formaciones socioeconómicas, atribuyendo en ella una multiplicidad de posibilidades de actuación al campesinado. El análisis exhaustivo de la producción de Marx desde 1.870 a 1.883 y la interpretación de los manuscritos y cartas de estos años en el contexto de las lecturas que Marx fue realizando de los autores populistas (sobre todo de Chernyschevski) muestran una evolución de su pensamiento que desembocó en un claro replanteamiento del papel del campesinado en el proceso histórico (34), atribuyendo a este último una clara dimensión multilínea. Pero quien planteó la cuestión con mayor crudeza fue Chayanov, quien por los años veinte señaló que “solo raramente encontramos en la vida económica un orden económico …puro… Lo usual es que los sistemas económicos existan unos al lado de otros formando conglomerados muy complejos. Hoy día quedan bloques importantes e unidades de trabajo familiar campesino, entremezclados en el sistema capitalista mundial”, Lo cual exigía “concebir una serie de sistemas teóricos adecuados al rango de los ordenes económicos del presente y del pasado y que nos permita descubrir las formas de su coexistencia y de su evolución”. (35)
Se debe a Rosa Luxemburg la llamada de atención primera, dentro del Marxismo, sobre esta cuestión al plantear las lagunas derivadas de la aplicación de la teoría del Capitalismo que Marx realizara en El capital a otros contextos sociales en los que coexistían distintos sistemas económicos (36). Sin embargo, aunque la huella de Luxembug es evidente en las teorías neomarxistas que tratan de explicar las formas de penetración del capitalismo tanto en los espacios oscuros del centro como en los países periféricos existe un generalizado olvido a la hora de citar su obra, sea por pudor político o académico. Para nosotros, su reflexión metodológica sobre la obra de Marx y el germen teórico de su visión sobre el proceso de intercambio entre la producción capitalista y los espacios no capitalistas del sistema mundial constituye un punto de partida.
Punto de partida que no sólo es válido para un análisis histórico sino que resulta hoy de imprescindible utilidad. ¿Cómo sino analizar fenómenos cada vez más generalizados como el de las economías sumergidas o informales, o el “resurgimiento” de las explotaciones familiares como base de unos complejos agroindustriales más preocupados del suministro de crédito y de factores de producción y la distribución de las cosechas que de transformar el proceso de producción? Como afirma Shanin: “Un elemento central de la sociedad global contemporánea es el fracaso de las sociedades capitalistas y de las centralizadas en avanzar sin limites y en asegurar el bienestar general en las formas esperadas por las teorías del progreso del siglo XIX, tanto socialistas como liberales. El control y la magnitud de los beneficios de las empresas capitalistas multinacionales están avanzando al ritmo de la retirada de las formas de producción capitalista usuales y de la organización social en cuanto a la progresión del desempleo y del “subempleo”, de las “economías informales” y de otras estructuras de supervivencia. (37)
Estos planteamientos “neomarxistas” han partido y parten, efectivamente, de los supuestos de coexistencia mencionados, pero desde una doble perspectiva: desde la perspectiva de los procesos de transición y desde el alejamiento, e incluso rechazo, del carácter irreconciliable de tales formas de producción en el interior de un mismo espacio económico. Este cambio de enfoque no sólo ha significado una redefinición de las concepciones dicotómicas usuales: tradicional/moderno y centro/periferia, sino que han implicado también una ruptura con la unílinealidad en la evolución de los órdenes socioeconómicos. La necesidad, primero, de análisis macrosociales donde el estudio e los procesos de trabajo y las formas concretas de producción deben adquirir un papel central- para, después, intentar su inserción en un contexto capitalista (o de otro modo de producir distinto y dominante) ha necesitado la resolución de problemas derivados de las modalidades de interrelación entre los dos niveles micro y macrosocial, de análisis. Ello ha conducido a la revalorización de los conceptos de subsunción “formal” y “real” al capitalismo que elaborara Marx y que quedaron relegados a lugares secundarios en el conjunto de su obra42. En las páginas que siguen vamos a examinar, aun cuando sea esquemáticamente, tales posiciones al objeto de incorporar determinados aspectos de éstas a nuestra posterior propuesta teórica. Veamos, en primer lugar, las modificaciones que establecemos al esquema teórico de Godelier para adaptarlo a nuestro contexto teórico.
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Última edición por RioLena el Lun Sep 01, 2014 9:50 pm, editado 1 vez