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    El sindicalismo en Estados Unidos

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    Mensaje por AnarcComunis Sáb Oct 25, 2014 6:00 pm

    El sindicalismo en estados unidos

    por Pablo A. Pozzi

    Desde hace ya más de 50 años el sindicalismo norteamericano se debate entre la declinación en cantidad de afiliados y su cada vez mayor irrelevancia social y política. Desde que los sindicalistas norteamericanos cedieron (y colaboraron) ante el macartismo, flexibilizando las relaciones laborales, contribuyendo a los cada vez mayores índices de productividad, y burocratizando a las estructuras sindicales hasta convertirlas en “sindicatos-empresas”, se han enfrentado a un éxodo cada vez mayor de sus afiliados. En 1946 el 34% de los trabajadores norteamericanos estaban organizados; en 1970 sólo tenían 20%; hoy son apenas 12,5%. De estos últimos la vasta mayoría son empleados estatales (36,4 de todos los estatales) y los obreros industriales casi no están organizados (sólo 7,9%).

    Todo lo anterior fue publicitado hace unos meses por Andy Stern, el secretario general de Sindicato Internacional de Empleados de Servicios (SEIU). El SEIU, que tiene 1,8 millones de afiliados, es uno de los pocos gremios que están creciendo. En parte esto tiene que ver con genuinas campañas de afiliación (por ejemplo en el caso de porteros) pero en la mayoría de los casos este crecimiento proviene de afiliar trabajadores que ya estaban afiliados a otros gremios. Stern, que viene disputando la conducción de la confederación norteamericana AFL-CIO contra el actual dirigente John Sweeney, anunció la crisis al plantear un debate en torno a la reorganización del movimiento obrero norteamericano. A partir de caracterizar el fracaso de la gestión reformista de Sweeney, Stern plantea una serie de modificaciones dirigidas a reforzar el poder de la confederación sobre las organizaciones afiliadas de segundo grado. De ser aceptadas sus propuestas, la AFL-CIO tendría el poder para forzar fusiones, rediseñar jurisdicciones, y aplicar estrategias sindicales. De hecho, las propuestas de Stern implicarían convertir a los 15 principales sindicatos norteamericanos en “uniones generales”, mientras que por lo menos 40 sindicatos más pequeños serían disueltos o absorbidos por los anteriores. Estos quince tendrían jurisdicción, sobre todo un sector económico (por ejemplo, fusionaría metalúrgicos con mecánicos con neumático). La idea básica es revertir la decadencia concentrando recursos y afiliados en pocas pero inmensas organizaciones. Por supuesto, esto ha generado una guerra a muerte entre los burócratas que se beneficiarían de la propuesta y una gran masa que pueden desaparecer o ser postergados por el nuevo esquema gremial.

    La importancia de lo anterior es doble. Por un lado hace ya muchos años que el esquema sindical norteamericano (el business unionism) es aplicado en muchos países como la contrapartida gremial del neoliberalismo (basta recordar que a la Argentina llegó en la década de 1990). Los debates gremiales en Estados Unidos tienden a presagiar las políticas que poco tiempo más tarde intentan aplicar nuestros propios burócratas. Esto es así por que la trasnacionalización de la economía ha convertido al capitalismo por vez primera en un modo de producción mundial sometiendo a la clase obrera a condiciones similares a través del mundo. Los nuevos esquemas sindicales son la contrapartida necesaria, no para defender a la clase obrera sino para mantenerla controlada y sumisa.

    Pero más allá de estos problemas hay uno más de fondo e histórico. La clase obrera norteamericana ha sido una de las más combativas en la historia: como ejemplos recordemos que la Primera Internacional que terminó sus días en 1876 en la ciudad de Filadelfia, el primer Primero de Mayo, la huelga de Triangle Shirtwaist (que dio pie al Día Internacional de la Mujer), la IWW, las tomas de fábrica de la década de 1930, hasta las huelgas armadas de los mineros del carbón de la década de 1970, para llegar a la inmensa cantidad de conflictos durante los últimos diez años. A pesar de lo anterior, la clase obrera norteamericana jamás logró convertirse en una alternativa política (ni siquiera reformista o laborista). De alguna manera la lucha heroica de los trabajadores norteamericanos no se tradujo en un cuestionamiento siquiera tibio al sistema.

    Las razones de lo anterior son un tema de debate profundo. Podemos sugerir tres. La primera es que la represión de los trabajadores en Estados Unidos siempre ha sido (y es) absolutamente salvaje. Además de las constantes masacres de obreros y asesinato de dirigentes, podemos mencionar tres ejemplos para que se tenga noción de la profundidad de la misma. En 1842 el sindicato de sombrereros fue condenado a pagar “ganancias caídas” por haber realizado una huelga contra las patronales del sector. Cincuenta años más tarde, el Ejército norteamericano inauguró uno de los primeros usos del campo de concentración para aplastar la huelga de los mineros del cobre en Colorado. Y en 1927 el gobierno norteamericano ejecutó a los anarquistas Sacco y Vanzetti, claramente inocentes, por ser italianos y “subversivos”. Segundo, y más complicado, es que la vasta mayoría de los obreros norteamericanos (y muchos en América Latina) creen en el “sueño americano”. El país de Bush Jr. es un país represor y fascista, y sin embargo gran parte del mundo cree que es la patria de la democracia. Por último, otra razón ha sido el papel de los sindicalistas. Estos han creído siempre en que se podía colaborar con los capitalistas en beneficio de “todos”. De ahí que al decir de George Meany, primer secretario general de la AFL-CIO, “nunca hice una huelga, y estoy orgulloso de ello”.

    Una vez más la propuesta de los burócratas sindicales no es en función de la clase sino más bien para reforzar su poderío frente a la base, concentrado los recursos en menos manos. No se trata de movilizar a sus afiliados con fines clasistas, se trata simplemente de asegurar su propia reproducción como burócratas. De ahí que un discurso aparentemente “progre” en la práctica tiende a ser desmovilizador y a complementar el proyecto de Bush reforzando el control sobre los pocos obreros organizados.

    http://www.contratiempos.org.ar/article.php3?id_article=513

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