¿Puede su reputación sobrevivir la publicación de sus propias palabras?
El 10 de diciembre de 1953, le escribió a su tía desde San José, Costa Rica, “En El Paso tuve la oportunidad de pasar por los dominios de la United Fruit convenciéndome una vez más de lo terrible que son esos pulpos capitalistas. He jurado delante de un estampa del viejo y llorado camarada Stalin que no descansaré hasta que vea aniquilados a esos pulpos capitalistas.” Otra carta enviada a la misma tía la firmo como "Stalin II." [2, p. 167]. Aun más importante fue el hecho de que cuando Guevara visitó la URSS en su capacidad como uno de los líderes más importantes de la revolución cubana victoriosa en noviembre de 1960, insistió en depositar un tributo floral en la tumba de Stalin [1, p. 181]. Es importante tener en cuenta que esto ocurrió más de cuatro años después de las revelaciones de Khrushche sobre los crímenes de Stalin.
El individuo que algunos pretenden presentar como un ser justiciero y de profundo espíritu cristiano, le escribió una carta a su madre, el 15 de julio de 1956 desde una prisión mejicana, "No soy Cristo ni un filántropo, soy todo lo contrario de un Cristo. Lucho por las cosas en las que creo con todas las armas de que dispongo y trato de dejar muerto al otro para que no me claven en ninguna cruz o en ninguna otra cosa."
En una frase de una carta a su a su primera esposa Hilda Gadea, redactada el 28 de enero de 1957, poco después de desembarcar en Cuba, que fue publicada en su libro Ernesto: Memorias del Che Guevara en Sierra Maestra, se puede apreciar su voluntad violenta y sádica: "Querida vieja: Aquí, en la selva cubana, vivo y sediento de sangre, escribo estas ardientes líneas inspiradas en Martí." No es una sorpresa que durante la lucha armada contra Batista, y después de la entrada triunfal en La Habana, Guevara asesinó o supervisó las ejecuciones en juicios sumarios de numerosas personas.
En sus diarios de viaje a través de América Latina hizo la siguiente observación: "siento que mi nariz se dilata saboreando el olor acre de la pólvora y la sangre, de la muerte del enemigo; ahora tenso mi cuerpo, listo para la lucha, y preparo mi ser como un lugar sagrado de modo que en el resuenen con nuevas vibraciones y nuevas esperanzas el aullido bestial del proletariado triunfante." Los diarios de motocicletas omitieron de la película esta observación incomoda de los diarios del Che.
[1] Jorge Castañeda, Compañero: The Life and Death of Che Guevara (New York: Vintage, 1998).
[2] Jon Lee Anderson, Che Guevara: A Revolutionary Life (New York: Grove Press, 1997).
Cuando un muchacho en las fuerzas de Guevara robó un poco de alimento, él dio la orden de fusilarlo. En enero de 1957 Guevara mató de un disparo a Eutimio Guerra porque sospechaba que estaba pasando información al enemigo y describió el acto en su diario de la Sierra Maestra: "Acabé con el problema dándole un tiro con una pistola del calibre 32 en el lado derecho de su cerebro, con el orificio de la salida en el temporal derecho. Él jadeó por un corto tiempo y murió. Procedí a quitarle sus pertenencias, yo no podía quitarle el reloj que tenia atado por una cadena a su cinturón, y entonces el me dijo en una voz firme mas allá del miedo: arráncalo, muchacho, que mas da… Así lo hice y sus pertenencias ahora son mías.” [2, p. 237]
Mas tarde le daría un tiro a Aristidio, un campesino que expresó su deseo de abandonar la lucha cuando los rebeldes se trasladaran a otro lugar. Mientras se preguntaba si esta víctima en concreto "realmente era lo suficientemente culpable como para merecer la muerte", no le tembló el pulso a la hora de ordenar el asesinato de Echevarría, hermano de uno de sus camaradas, por crímenes no especificados: "Tenía que pagar el precio". En otras ocasiones simulaba ejecuciones, aunque no las llevara a cabo, como método de tortura psicológica.
Él le escribió a René Ramos Latour ("Daniel"), Coordinador Nacional del Movimiento 26 de Julio, en diciembre de 1957, “Debido a mi formación ideológica, pertenezco a aquellos que creen que la solución de los problemas del mundo está detrás de la llamada cortina de hierro ....” [/b] [3, p. 269]
El testimonio de Jaime Costa Vázquez, un ex comandante del ejército revolucionario conocido como "El Catalán", sostiene que muchas de las ejecuciones atribuidas a Ramiro Valdés, quien más tarde se convertiría en ministro del Interior de Cuba, fueron responsabilidad directa de Guevara, porque Valdés estaba bajo sus órdenes en las montañas.
"Ante la duda, mátalo" eran las instrucciones del Che. Según Costa, en vísperas de la victoria, el Che ordenó la ejecución de dos decenas de personas en Santa Clara, en el centro de Cuba, adonde había llegado su columna como parte del ataque final sobre la isla. Algunos fueron fusilados en un hotel, tal como ha escrito Marcelo Fernández Sayas, otro ex revolucionario que se hizo periodista, y quien agregó que entre los ejecutados, conocidos como casquitos, había campesinos que se habían unido al ejército sólo para escapar al desempleo.
[2] Jon Lee Anderson, Che Guevara: A Revolutionary Life (New York: Grove Press, 1997)).
[3] Carlos Franqui, Diary of the Cuban Revolution (New York: Viking Press, 1980).
Y podría seguir...
Saludos.