1. Introducción
En la anterior entrega de este trabajo, dedicado a la crítica del artículo “El papel internacional de China”[1], escrito en marzo de 2011 por Elisseos Vagenas, responsable de relaciones internacionales del Partido Comunista de Grecia (KKE), había hablado de las bases ideológicas de la concepción del mundo que subyace tras este artículo, que permitían explicar las posiciones adoptadas por el autor del mismo con respecto a China. También había hablado de la ruptura sino-soviética en los años 50-60 del siglo pasado, que también explica en parte de dónde proviene el odio que el camarada Vagenas siente hacia China. Una vez despejadas estas cuestiones ideológicas, en esta entrega vamos a meternos más de lleno en el análisis del artículo en cuestión, sin por ello renunciar a explicar ciertas cuestiones históricas, con el humilde propósito de facilitar el acercamiento a China para los no iniciados en la materia.
Al principio de su artículo, el camarada Vagenas dice lo siguiente: “el interés sobre la fuerza creciente de China es contradictorio porque se realiza bajo las banderas rojas y con el Partido Comunista de China en el poder”. Con estas palabras, Vagenas deja caer la idea de que China sólo es socialista en apariencia, lo cual nos indica por qué derroteros va a ir su “análisis”. Normalmente, para todo comunista o militante de izquierdas debería ser motivo de alegría el hecho de que un país socialista, o que al menos tiene un “Partido Comunista en el poder”, tenga “una fuerza creciente”. Sin embargo, parece ser que para el camarada Vagenas sólo fue motivo de alegría la “fuerza creciente” que tuvo la URSS en el pasado, mientras que el crecimiento de China en el terreno económico, comercial, político y militar en la actualidad debería generar recelo porque vendría a evidenciar el auge de una nueva potencia “capitalista”, véase “imperialista”, que sólo puede suponer una amenaza para el movimiento obrero y los movimientos de emancipación de los pueblos en el mundo.
A continuación, en el apartado “Desarrollos en relación con la posición internacional de China”, el camarada Vagenas enumera una serie de datos objetivos acerca del desarrollo económico de China, que en sí mismos no permiten sacar muchas conclusiones interesantes (crecimiento de las exportaciones y las importaciones; comercio con los países capitalistas más avanzados; presencia del sector privado en China; etc.). Sin embargo, como se puede concluir de la lectura completa de su artículo, el camarada Vagenas ofrece estos datos con la intención de condicionar al lector, inoculando la teoría neo-colonial del “peligro amarillo”, teoría que constituye un eje central de su artículo, y que por otra parte se trabaja con particular esmero desde los servicios de inteligencia del imperio.
El camarada Vagenas nos dice que “el aumento de la fuerza económica de China es un hecho incuestionable” y menciona el hecho de que en 2011 China ya era la segunda economía del mundo[2], superando a Japón. Entre otras cosas, Vagenas menciona que “China exporta 50 000 productos diferentes a 182 países, mientras con 80 de estos ha firmado acuerdos comerciales y protocolos de cooperación. Los socios principales de China son los grandes países capitalistas (Japón, EE.UU., países de la UE), que representan el 55% de las transacciones de su comercio exterior”. Aparentemente, el camarada Vagenas nos quiere decir con esto que habría que reprocharle a China el hecho de comerciar con estos países para promover su desarrollo económico, y que al establecer relaciones comerciales con países capitalistas, China es “carne de la carne del sistema imperialista internacional”, como afirma con bíblicas palabras en otro lugar de su artículo. El camarada Vagenas también nos dice a continuación que “un hecho que indica el cambio que ha ocurrido en los últimos veinte años es que mientras en 1993 China exportaba petróleo, hoy en día se ve obligada no solamente a hacer importaciones, sino que desde 2009 se compara con los EE.UU. en las importaciones mundiales de petróleo”, como si, a modo de sofisma barato, quisiera hacer algún tipo de amalgama entre China y el imperialismo estadounidense, por el simple hecho de que China necesite importar petróleo para su desarrollo industrial.
Ahora bien, lo primero que llama particularmente la atención es que, después de dedicar dos breves párrafos para hablarnos de las exportaciones e importaciones de China, sin solución de continuidad el camarada Vagenas nos dice que “China ocupó la segunda posición a nivel mundial (después de EE.UU.) en número de multimillonarios (130 personas) cuya propiedad se incrementó en 222% dentro de un año”, como si este dato tuviera un interés científico relevante o nos permitiera saber algo más sobre el sistema socio-económico de China; las formas de propiedad existentes; el régimen democrático; la situación y los logros de la clase obrera y del campesinado; etc. Y en el más genuino estilo Joseph Goebbels, esto nos lo dice “olvidando” decirnos que en 2011 China era el país más poblado del mundo, con 1.344 millones de habitantes, lo que supone que aproximadamente 1 de cada 5 habitantes del planeta era chino. En este sentido, si se reconoce algo tan sumamente obvio como que desde hace décadas China tolera la propiedad capitalista de manera controlada, a nadie le puede caber duda de que China es el país con más capitalistas y millonarios del mundo. Como tampoco puede caber duda de que es el país con más comunistas del mundo (por mucho que el camarada Vagenas le niegue esta condición a 82 millones de militantes del PCCh, de los cuales unos 49,82 millones son obreros, trabajadores del campo, estudiantes y jubilados – datos de 2011), y al igual que, con toda certeza, China es el país con más tuertos, mancos y cojos del mundo.
Por lo tanto, no estaría de más que Vagenas aclarase si lo que se critica de China es que: a) el capitalismo sea tolerado e incluso fomentado; o b) el hecho de que tenga una población elevada, y por lo tanto “muchos millonarios”, crítica tal vez válida para hacer una denuncia moralista-cristiana de las desigualdades sociales, pero poco útil para hacer un análisis científico de la sociedad china. Vamos a ponernos en el mejor de los casos, suponiendo que la razón por la cual el camarada Vagenas se rasga las vestiduras es la presencia per se de capitalistas en China, independientemente de su número. Esto es lo que parece decirnos señala en su artículo que “los datos oficiales muestran que en el periodo 2004-2010 el número de empresas privadas en China se incrementó en un 81% y alcanzaron las 3.596 millones”, sin por supuesto decirnos nada sobre el tamaño de estas empresas; su contribución al PIB; el papel que desempeñan en el conjunto de la economía; los sectores económicos en los que operan; si han permitido una mejoría de las condiciones de vida del pueblo chino; etc.
Otro ejemplo de manipulación goebbelsiana lo tenemos cuando el camarada Vagenas escribe: “Solamente mencionamos que según las estimaciones de la unión de empresarios chinos tal como ha sido transmitido por la televisión china: el 8,5% de los 500 más grandes monopolios en el mundo son chinos”, “olvidándose” mencionar que estos monopolios son empresas estatales. En efecto, según la lista Fortune 500 elaborada por el Magazine Forbes, en el año 2005 había 15 empresas chinas que figuraban en la lista de las 500 mayores empresas del mundo. Todas ellas eran de propiedad estatal. Podemos atrevernos a pensar que entre el año 2005 y 2011 (año de publicación del artículo del camarada Vagenas), estos datos no habían variado mucho. Este tipo de propaganda recuerda a lo afirmado de manera histérica por el catedrático de economía y trotskista Jorge Fonseca en el programa de televisión de la cadena Hispan TV “Fort Apache” del 23 de agosto de 2013, en el que afirmaba sin sonrojarse: “Hay que ver las relaciones de propiedad en China, aumenta la propiedad capitalista. Si uno mira los datos, hoy en día, los dos bancos más grandes del mundo son chinos”[3]. Sin por supuesto mencionar que estos “dos bancos más grandes del mundo” son el Industrial Commercial Bank of China y el China Construction Bank, ambos bancos estatales y que por lo tanto no tienen capitalistas. De hecho, están sujetos a la supervisión del Consejo de Estado de la República Popular China. Resulta sumamente interesante observar la coincidencia, no solamente en cuando a la valoración general de China, sino también en cuanto a los métodos de manipulación, entre Elisseos Vagenas y el trotskista Jorge Fonseca.
No es ningún secreto que las relaciones capitalistas de producción están ampliamente presentes en China, especialmente desde que Deng Xiaoping impulsara a partir de 1978 la política de reforma y apertura, que diversificó en gran medida las formas de propiedad en China y supuso a posteriori un recurso masivo al capitalismo y a la inversión extranjera para desarrollar las fuerzas productivas del país. Con una evolución variable, China lleva 35 años siguiendo este lineamiento en materia de política económica. Por lo tanto, lo que menos debería sorprender es que existan capitalistas en China. Desde luego, no serán los dirigentes chinos quienes tratarán de esconder este hecho, ni mucho menos[4]. El propio Vagenas lo menciona como con indignación en su artículo cuando escribe que “China, especialmente a partir de los años ‘80, ha vinculado su economía con el mercado capitalista internacional. Es un hecho que el liderazgo chino no niega, sino que lo exalta.”
Por lo tanto, parece que la cuestión de fondo que plantea grandes divergencias entre Elisseos Vagenas y los que defendemos el socialismo en China, son: a) la concepción sobre el socialismo (¿etapa de transición hacia el comunismo, o sociedad socialista “pura” con un 100% de propiedad estatal? – cosa que, dicho sea de paso, tampoco presupone la propiedad del pueblo); y b) la cuestión de si el capitalismo es perverso per se (en tal caso nos situaríamos en el terreno del socialismo utópico) o si tiene en China y otros países atrasados algún papel progresivo que desempeñar (en tal caso nos situaríamos en el terreno del socialismo científico, o marxismo). Federico Engels ya había criticado las posiciones moralistas pequeño-burguesas que ponían el grito en el cielo ante la “desigualdad” que generaba el capitalismo: “La toma de posesión de todos los medios de producción por la sociedad ha estado más o menos clara a la vista, como ideal del futuro, para muchos individuos y sectas enteras desde la aparición histórica del modo capitalista de producción. Pero esa idea no podía convertirse en necesidad histórica sino cuando se presentaron las condiciones materiales de su realización. Como todos los progresos sociales, éste no resulta sin más viable porque se haya comprendido que la existencia de las clases contradice a la justicia, a la igualdad, etc., ni por la mera voluntad de suprimir esas clases, sino gracias a determinadas nuevas condiciones económicas.”[5]
Si aceptamos la posibilidad de que sea lícito e incluso necesario recurrir al capitalismo y desarrollar el mercado en China, tal y como se hizo en la Rusia de Lenin durante la Nueva Política Económica (NEP) entre los años 1921 y 1927 (un hecho histórico real, por mucho que el camarada Vagenas trate de justificarse mediante argumentos espurios), entonces, si uno realmente es comunista y se preocupa realmente por el bienestar del pueblo, en lo que habría que reparar es si tal política económica supone un progreso para el país, y no tanto rasgarse las vestiduras por el hecho de que “hay ricos”[6]. Todo el mundo sabe que desde hace 35 años China aplica conscientemente una política económica basada en una fórmula que combina capitalismo e intervención estatal, por lo que al decir que hay millonarios en China, el camarada Vagenas tampoco está haciendo un gran descubrimiento. A menos que esperase que pudieran existir relaciones de producción capitalistas sin personas que se enriquezcan, cosa que parece difícil de conseguir.
Aquí nos detendremos en otra afirmación, bastante más polémica, que hace el camarada Vagenas en el mismo apartado dedicado a la economía de China. Vagenas dice que “Podríamos contraponer a los elementos anteriores otros que muestren la miseria y la explotación que experimentan cientos de millones de trabajadores en China actualmente como resultado de la política de “¡Enriquézcanse!” que sigue el Partido Comunista de China durante los últimos 30 años.”
Mediante esta otra manipulación goebbelsiana, el camarada Vagenas pretende confundir lo dicho por Deng Xiaoping con la consigna “¡Enriqueceos!” pronunciada por el dirigente bolchevique Nikolai Bujarin en la URSS durante los años 20 del siglo pasado, consigna que iba dirigida principalmente a los terratenientes y campesinos medios (kulaks) del campo soviético. Pero lo cierto es que lo que dijo Deng fue algo muy distinto, o que al menos tuvo un significado bastante diferente de la consigna de Bujarin. Y es que mientras Bujarin hacía un llamamiento a los kulaks a que se enriquezcan, lo que realmente dijo Deng fue “el socialismo no es lo mismo que pobreza compartida”, en contra de las falsas concepciones igualitaristas de la “Revolución Cultural”. Afirmación que difícilmente podría refutar un marxista que no lo sea sólo de palabra. A no ser que el camarada Vagenas se refiera a la frase, mal atribuida a Deng, pero que nunca dijo ni escribió, “enriquecerse es glorioso”, una idea original del historiador Orville Schell, que tituló así un capítulo de un libro sobre la apertura económica de China en los años 80, pero sin atribuir en ningún momento esta frase a Deng. Sin embargo, esta frase fue puesta en boca de Deng por individuos aquejados de pereza mental, y la atribución corrió como la pólvora hasta nuestros días. Así, vemos como en su afán por calumniar a China, Vagenas le hace el juego a la reacción burguesa.
De todas formas, aunque fuera cierta la autoría de esta frase, tampoco sería incorrecta desde la posición del marxismo, porque hay varias formas de enriquecerse. Por una parte, uno puede enriquecerse explotando a otras personas, en base a la codicia, la avaricia y el egoísmo (y nadie niega que exista un sector minoritario de la población en China que se enriquece en base a la explotación del trabajo asalariado). Pero por otra parte, difícilmente se podrá negar que el socialismo también supone el aumento de la riqueza global y por tanto del bienestar de la población (a menos que Vagenas comparta el postulado de la “Revolución Cultural” sobre el “comunismo ascético”, cosa que le haría el juego a la propaganda burguesa, que lanza contra el comunismo la acusación de ser el “reparto de la pobreza”). A esto mismo se refería Marx cuando decía que “en la fase superior de la sociedad comunista”, cuando “hayan crecido las fuerzas productivas junto con el desarrollo completo de los individuos”, entonces fluirán “con mayor abundancia todos los manantiales de la riqueza colectiva.”[7] Por supuesto, China está a años-luz de la fase superior del comunismo, pero no por ello pierde validez el objetivo de hacer crecer con abundancia la riqueza colectiva, con las fuerzas productivas y los medios para administrarlas que estén disponibles. Y pese a que haya habido una parte de la población de China que se ha enriquecido más que otras, en estos últimos 35 años China no ha hecho otra cosa que incrementar constantemente la riqueza colectiva.
La forma con la que Vagenas describe la situación social en China, resumiéndolo todo a un cuadro dantesco en el que, mientras los capitalistas son cada vez más ricos, cientos de millones de trabajadores sufren la “miseria y la explotación”, parece sencillamente sacada de un telediario elaborado para consumo interno de masas alienadas de Occidente. Es una táctica clásica de la propaganda anti-china, tanto por parte de la extrema izquierda como de la burguesía occidental, el resaltar enfáticamente el crecimiento de las rentas de los más ricos en China, sin tan siquiera mencionar lo más importante, o al menos lo que debería ser lo más importante, que son los gigantescos progresos que ha experimentado China en materia de desarrollo humano, nivel de vida, seguridad social, etc. en los últimos 35 años.
El objetivo de esta propaganda neo-colonial es el de equiparar a China a un país capitalista cualquiera, como son nuestros maravillosos países capitalistas de Europa, donde reina el paro, la pobreza creciente pobreza, las privatizaciones, las políticas de austeridad y la alienación intelectual. Al difundir el mensaje de que China es “un país capitalista más”, la burguesía imperialista y los dogmático-revisionistas pretenden cortar de raíz toda simpatía desde la izquierda hacia la República Popular China por los progresos que ha logrado y por su papel positivo en las relaciones internacionales. Un papel equiparable al que tiene el trotskismo, cuya función es impedir la solidaridad internacionalista entre las masas de Occidente y los pueblos agredidos por el imperialismo (Serbia, Libia, Siria, etc.). De esta forma, la burguesía consigue su objetivo, que es hacer que reine la resignación entre los trabajadores, al propagar la creencia, ampliamente difundida desde el final de la Guerra Fría, de que no se puede transformar la sociedad.
La burguesía, que es inteligente (y desde luego bastante más inteligente que muchos comunistas), sabe adecuar muy bien su discurso en función de la situación concreta y de las circunstancias históricas. En efecto, en los tiempos de la Guerra Fría, cuando se quería evidenciar el “fracaso del comunismo” se solía machacar en los medios de comunicación con los innegables problemas, defectos y carencias derivadas de la planificación socialista en la URSS, que en las consciencias colectivas se asociaba más fácilmente al “comunismo” puesto que, aparentemente, el socialismo soviético era un sistema con un 100% de propiedad estatal. Hoy, cuando el llamado “campo socialista” se ha derrumbado en Europa del Este y en la URSS, en el caso de China el objetivo sigue siendo el mismo (evidenciar el fracaso del “comunismo”), pero la propaganda burguesa lo hace a través de una táctica diferente. Contrariamente a la URSS, China aparenta ser más bien “capitalista” (se llega a hablar incluso de “capitalismo salvaje”), creencia también difundida por algunos que se dicen comunistas, lo que aligera la carga de trabajo de los servicios de inteligencia del imperio. Pero al ser imposible negar el gigantesco desarrollo económico experimentado por China en las últimas décadas, aquí se nos dice en cambio que ello se debe a que “China ahora es capitalista”. Cosa que, como veremos después, es manifiestamente falsa, por mucho que los neoliberales quieran hacernos creer lo contrario[8]. La conclusión es la misma: el “comunismo” ha fracaso, no existe alternativa al régimen capitalista en el que vivimos en el “mundo desarrollado”. Este tipo de propaganda burguesa-imperialista no sería un gran problema, de no ser porque aquellos mismos que se dicen comunistas asumen el discurso del enemigo y se suman de buena gana a esta propaganda.
En un artículo, el filósofo italiano marxista Domenico Losurdo ya había denunciado la relativización pequeño-burguesa de los gigantescos logros obtenidos en China. Después de una visita a China en julio de 2010 por invitación del PCCh, junto con otras delegaciones de los partidos comunistas de Francia, Portugal, el mismo KKE y Die Linke, Losurdo comentaba acerca del impetuoso crecimiento de China que “En Occidente no faltará, a este respecto, los que van a hacer muecas: desarrollo, crecimiento, industrialización, urbanización, milagro económico de una amplitud y duración sin precedentes en la historia, ¡qué vulgaridad! Este esnobismo del bello mundo parece considerar insignificante el hecho de que millones de personas hayan escapado a un destino que los condenaba a la desnutrición, al hambre y a la muerte por inanición.”[9] En efecto, algunos auto-denominados comunistas de estómago agradecido en Occidente, muestran un desprecio obsceno hacia el hecho de que China haya sacado a cientos millones de personas de la miseria. Y es que en los países de nuestro confortable “primer mundo” (y Grecia es uno de ellos), las direcciones de muchos partidos comunistas han sido copadas por elementos de la pequeña-burguesía y la aristocracia obrera, influenciando a estos partidos con sus concepciones neo-coloniales. Esto no es una afirmación a la ligera: basta con investigar un poco sobre las profesiones a las que se dedica esta gente. Estos elementos sociales, que por supuesto no saben lo que es pasar hambre o sufrir carencias, y que en no pocas ocasiones están completamente desligados del mundo del trabajo, atacan a China mientras juegan a los comunistas en sus ratos libres, haciendo gala de una fraseología radical de cliché, pero siendo incapaces de tomar el poder en sus respectivos países – algunos después de 95 años. Sin embargo, pese a su inoperancia en sus respectivos países, y la auto-condescendencia con la que justifican tal inoperancia, se creen legitimados para marcar con prepotencia la hoja de ruta de los países socialistas, con todo tipo de exigencias a países como China (y otros países socialistas), a la que atacan duramente y de manera infundada por no construir el socialismo (“guión-comunismo”, si algunos lo prefieren) de la manera que desean y en el plazo fijado desde su comodidad pequeño-burguesa.
Haciendo una lectura más “materialista” del asunto, se puede plantear una hipótesis que explique estas acusaciones de “capitalista” e “imperialista” contra China por parte de estos auto-denominados comunistas, por no hablar de otras afirmaciones provenientes de otros sectores acerca del “peligro amarillo”, de que los chinos van a dominar el mundo, agotar los recursos naturales y cargarse el planeta, hundirnos en la miseria por su “competencia desleal”[10], etc. Y es que, de acuerdo con Lenin, cuando el capitalismo alcanza su fase superior, es decir imperialista, el “monopolio da superganancias, es decir, un exceso de ganancias por encima de las ganancias normales, ordinarias del capitalismo en todo el mundo. Los capitalistas pueden gastar una parte de estas superganancias […] para sobornar a sus obreros, creando algo así como una alianza […] de los obreros de un país dado, con sus capitalistas contra los demás países.” Esta alianza es lo que genera en los países imperialistas la formación de una “aristocracia obrera” que la oligarquía financiera, los trusts, etc., pueden sobornar “y de esta manera oprimen, subyugan, arruinan y atormentan con creciente intensidad a la masa de proletarios y semiproletarios”[11].
Con su política de desarrollo pacífico y su política comercial, consistente en buscar el beneficio mutuo con una multitud de países del “tercer mundo”, y en especial con el continente africano, China está logrando minar las bases de la generación de estas “superganancias” que permitían “sobornar a un puñado de las capas superiores” de la clase obrera, haciendo que empeore paulatinamente el estatus social del que gozaba esta aristocracia obrera. Con el hundimiento del socialismo en los países de Europa del Este y en la URSS, y con la consiguiente involución del movimiento obrero y comunista, podemos suponer que, ante la pérdida de influencia de los partidos comunistas, se haya producido un debilitamiento del carácter proletario de los mismos, produciéndose un aumento de la presencia de militantes surgidos de las filas de la pequeña-burguesía y la aristocracia obrera. Parece ser que, conscientemente o no, algunos cuadros comunistas son portadores de la ideología de una aristocracia obrera “rebotada” al ver que China, al ayudar a una serie de países del “tercer mundo” a liberarse de las cadenas que los ataban a las antiguas metrópoli rentistas, está contribuyendo a minar las bases materiales de su estatus social. Esto podría explicar en parte el discurso neo-colonial de algunos auto-denominados comunistas con respecto a China, y parece ser el caso de ciertos cuadros del KKE, partido que no ha asimilado el marxismo-leninismo en su integralidad, pese a sus innegables aciertos.
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[2] Dato que ya está obsoleto a día de hoy, en un momento en que China ha superado a Estados Unidos como primera potencia económica.
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[4] En una entrevista en la revista Etudes Marxistes en 2003, el responsable de relacionales internacionales del Partido el Trabajo de Bélgica Baudouin Deckers declaraba haberse entrevistado con un cuadro del PCCh que le había confesado que: “Sí, hoy hay explotadores, capitalistas en China. No hablamos de “clase de los capitalistas”, porque no están constituidos como fuerza política separada y prohibimos la formación de un partido político de estos capitalistas. Pero somos conscientes de que, inevitablemente, un cierto número de ellos buscará constituirse como partido político.” (Cuestiones sobre el desarrollo del socialismo en la República Popular China, Etudes Marxistes nº64, 2003). Por otra parte, en el documental del año 2007 “Deng Xiaoping: The making of a leader”, Chen Zhan’an, responsable de la escuela de formación del PCCh, declaraba lo siguiente: “Obviamente, la gente está siendo explotada en nuestras fábricas. Pero en última instancia, ello ayudará a la construcción del comunismo. De hecho, estamos fomentando la explotación hoy, de manera a erradicarla mañana.”
[5] Federico Engels, Anti-Dühring
[6] Esto lo había entendido muy bien Gramsci, un teórico que puede serle muy útil a la izquierda occidental para entender los retos actuales de los países socialistas. En relación a la NEP en la URSS, Gramsci escribía: “…no se ha visto jamás en la historia que una clase dominante, en su conjunto, tenga condiciones de existencia inferiores a las de ciertos elementos y estratos de la clase dominada y supeditada. La historia ha reservado esta inaudita contradicción al proletariado; en esta contradicción residen los mayores peligros para la dictadura del proletariado, particularmente en los países donde el capitalismo no había alcanzado un gran desarrollo y no había logrado unificar las fuerzas productivas […] Y sin embargo, el proletariado […] no puede mantener su hegemonía y su dictadura si, pese a haberse transformado en clase dominante, no sacrifica sus intereses inmediatos a los intereses generales y permanentes de la clase. En efecto, es fácil hacer demagogia en este particular, fácil insistir en los aspectos negativos de la contradicción: “¿Eres tú el dominador, oh obrero mal vestido y mal alimentado? o ¿el hombre de la NEP, con su abrigo de pieles y todos los bienes de la tierra a su disposición?” También los reformistas, tras una huelga revolucionaria que ha incrementado la cohesión y la disciplina de las masas, pero que ha empobrecido aún más a los trabajadores, dicen: “¿Para qué haber luchado? Ahora quedáis más arruinados y pobres.” Es fácil hacer demagogia en este terreno y es difícil no hacerla cuando la cuestión ha sido planteada en los términos del espíritu corporativista y no en los del leninismo…” (A. Gramsci, Carta al Comité Central del Partido Comunista Soviético, octubre de 1926).
[7] Carlos Marx, Crítica del programa de Gotha
[8] Hablando de la reforma y apertura en China, el economista egipcio Samir Amin comentaba en un reciente artículo: “Pese al hecho de que esta apertura ha coincidido con el triunfo mundializado del neoliberalismo […] la opinión a favor de un “socialismo de mercado”, o mejor aún, de un “socialismo con mercado” como fundamento de esta segunda fase de desarrollo acelerado está muy justificada en mi opinión. En unos cuantos decenios China ha construido una urbanización industrial y productiva que agrupa a 600 millones de seres humanos, dos terceras partes de los cuales (¡una población casi equivalente a la de toda Europa!) han sido urbanizados en el curso de las dos últimas décadas. Un resultado atribuible al Plan, no al mercado.” (Samir Amin, “¿China es capitalista o socialista?”, El Viejo Topo nº302, marzo 2013).
[9] Domenico Losurdo, Un viaje instructivo a China: reflexiones de un filósofo
[10] En el programa electoral del Frente Nacional de Francia para las elecciones presidenciales de 2012, en un apartado titulado “Apoyo a las empresas y comercios: el patriotismo económico”, aparece la siguiente propuesta: “Se pondrá en marcha una protección inteligente a las fronteras para lucha contra la competencia desleal de los países a muy bajo coste de mano de obra y las deslocalizaciones que son consecuencia de ello”.
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[11] V.I. Lenin, El imperialismo y la escisión del socialismo
Fuente: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
En la anterior entrega de este trabajo, dedicado a la crítica del artículo “El papel internacional de China”[1], escrito en marzo de 2011 por Elisseos Vagenas, responsable de relaciones internacionales del Partido Comunista de Grecia (KKE), había hablado de las bases ideológicas de la concepción del mundo que subyace tras este artículo, que permitían explicar las posiciones adoptadas por el autor del mismo con respecto a China. También había hablado de la ruptura sino-soviética en los años 50-60 del siglo pasado, que también explica en parte de dónde proviene el odio que el camarada Vagenas siente hacia China. Una vez despejadas estas cuestiones ideológicas, en esta entrega vamos a meternos más de lleno en el análisis del artículo en cuestión, sin por ello renunciar a explicar ciertas cuestiones históricas, con el humilde propósito de facilitar el acercamiento a China para los no iniciados en la materia.
Al principio de su artículo, el camarada Vagenas dice lo siguiente: “el interés sobre la fuerza creciente de China es contradictorio porque se realiza bajo las banderas rojas y con el Partido Comunista de China en el poder”. Con estas palabras, Vagenas deja caer la idea de que China sólo es socialista en apariencia, lo cual nos indica por qué derroteros va a ir su “análisis”. Normalmente, para todo comunista o militante de izquierdas debería ser motivo de alegría el hecho de que un país socialista, o que al menos tiene un “Partido Comunista en el poder”, tenga “una fuerza creciente”. Sin embargo, parece ser que para el camarada Vagenas sólo fue motivo de alegría la “fuerza creciente” que tuvo la URSS en el pasado, mientras que el crecimiento de China en el terreno económico, comercial, político y militar en la actualidad debería generar recelo porque vendría a evidenciar el auge de una nueva potencia “capitalista”, véase “imperialista”, que sólo puede suponer una amenaza para el movimiento obrero y los movimientos de emancipación de los pueblos en el mundo.
A continuación, en el apartado “Desarrollos en relación con la posición internacional de China”, el camarada Vagenas enumera una serie de datos objetivos acerca del desarrollo económico de China, que en sí mismos no permiten sacar muchas conclusiones interesantes (crecimiento de las exportaciones y las importaciones; comercio con los países capitalistas más avanzados; presencia del sector privado en China; etc.). Sin embargo, como se puede concluir de la lectura completa de su artículo, el camarada Vagenas ofrece estos datos con la intención de condicionar al lector, inoculando la teoría neo-colonial del “peligro amarillo”, teoría que constituye un eje central de su artículo, y que por otra parte se trabaja con particular esmero desde los servicios de inteligencia del imperio.
El camarada Vagenas nos dice que “el aumento de la fuerza económica de China es un hecho incuestionable” y menciona el hecho de que en 2011 China ya era la segunda economía del mundo[2], superando a Japón. Entre otras cosas, Vagenas menciona que “China exporta 50 000 productos diferentes a 182 países, mientras con 80 de estos ha firmado acuerdos comerciales y protocolos de cooperación. Los socios principales de China son los grandes países capitalistas (Japón, EE.UU., países de la UE), que representan el 55% de las transacciones de su comercio exterior”. Aparentemente, el camarada Vagenas nos quiere decir con esto que habría que reprocharle a China el hecho de comerciar con estos países para promover su desarrollo económico, y que al establecer relaciones comerciales con países capitalistas, China es “carne de la carne del sistema imperialista internacional”, como afirma con bíblicas palabras en otro lugar de su artículo. El camarada Vagenas también nos dice a continuación que “un hecho que indica el cambio que ha ocurrido en los últimos veinte años es que mientras en 1993 China exportaba petróleo, hoy en día se ve obligada no solamente a hacer importaciones, sino que desde 2009 se compara con los EE.UU. en las importaciones mundiales de petróleo”, como si, a modo de sofisma barato, quisiera hacer algún tipo de amalgama entre China y el imperialismo estadounidense, por el simple hecho de que China necesite importar petróleo para su desarrollo industrial.
Ahora bien, lo primero que llama particularmente la atención es que, después de dedicar dos breves párrafos para hablarnos de las exportaciones e importaciones de China, sin solución de continuidad el camarada Vagenas nos dice que “China ocupó la segunda posición a nivel mundial (después de EE.UU.) en número de multimillonarios (130 personas) cuya propiedad se incrementó en 222% dentro de un año”, como si este dato tuviera un interés científico relevante o nos permitiera saber algo más sobre el sistema socio-económico de China; las formas de propiedad existentes; el régimen democrático; la situación y los logros de la clase obrera y del campesinado; etc. Y en el más genuino estilo Joseph Goebbels, esto nos lo dice “olvidando” decirnos que en 2011 China era el país más poblado del mundo, con 1.344 millones de habitantes, lo que supone que aproximadamente 1 de cada 5 habitantes del planeta era chino. En este sentido, si se reconoce algo tan sumamente obvio como que desde hace décadas China tolera la propiedad capitalista de manera controlada, a nadie le puede caber duda de que China es el país con más capitalistas y millonarios del mundo. Como tampoco puede caber duda de que es el país con más comunistas del mundo (por mucho que el camarada Vagenas le niegue esta condición a 82 millones de militantes del PCCh, de los cuales unos 49,82 millones son obreros, trabajadores del campo, estudiantes y jubilados – datos de 2011), y al igual que, con toda certeza, China es el país con más tuertos, mancos y cojos del mundo.
Por lo tanto, no estaría de más que Vagenas aclarase si lo que se critica de China es que: a) el capitalismo sea tolerado e incluso fomentado; o b) el hecho de que tenga una población elevada, y por lo tanto “muchos millonarios”, crítica tal vez válida para hacer una denuncia moralista-cristiana de las desigualdades sociales, pero poco útil para hacer un análisis científico de la sociedad china. Vamos a ponernos en el mejor de los casos, suponiendo que la razón por la cual el camarada Vagenas se rasga las vestiduras es la presencia per se de capitalistas en China, independientemente de su número. Esto es lo que parece decirnos señala en su artículo que “los datos oficiales muestran que en el periodo 2004-2010 el número de empresas privadas en China se incrementó en un 81% y alcanzaron las 3.596 millones”, sin por supuesto decirnos nada sobre el tamaño de estas empresas; su contribución al PIB; el papel que desempeñan en el conjunto de la economía; los sectores económicos en los que operan; si han permitido una mejoría de las condiciones de vida del pueblo chino; etc.
Otro ejemplo de manipulación goebbelsiana lo tenemos cuando el camarada Vagenas escribe: “Solamente mencionamos que según las estimaciones de la unión de empresarios chinos tal como ha sido transmitido por la televisión china: el 8,5% de los 500 más grandes monopolios en el mundo son chinos”, “olvidándose” mencionar que estos monopolios son empresas estatales. En efecto, según la lista Fortune 500 elaborada por el Magazine Forbes, en el año 2005 había 15 empresas chinas que figuraban en la lista de las 500 mayores empresas del mundo. Todas ellas eran de propiedad estatal. Podemos atrevernos a pensar que entre el año 2005 y 2011 (año de publicación del artículo del camarada Vagenas), estos datos no habían variado mucho. Este tipo de propaganda recuerda a lo afirmado de manera histérica por el catedrático de economía y trotskista Jorge Fonseca en el programa de televisión de la cadena Hispan TV “Fort Apache” del 23 de agosto de 2013, en el que afirmaba sin sonrojarse: “Hay que ver las relaciones de propiedad en China, aumenta la propiedad capitalista. Si uno mira los datos, hoy en día, los dos bancos más grandes del mundo son chinos”[3]. Sin por supuesto mencionar que estos “dos bancos más grandes del mundo” son el Industrial Commercial Bank of China y el China Construction Bank, ambos bancos estatales y que por lo tanto no tienen capitalistas. De hecho, están sujetos a la supervisión del Consejo de Estado de la República Popular China. Resulta sumamente interesante observar la coincidencia, no solamente en cuando a la valoración general de China, sino también en cuanto a los métodos de manipulación, entre Elisseos Vagenas y el trotskista Jorge Fonseca.
No es ningún secreto que las relaciones capitalistas de producción están ampliamente presentes en China, especialmente desde que Deng Xiaoping impulsara a partir de 1978 la política de reforma y apertura, que diversificó en gran medida las formas de propiedad en China y supuso a posteriori un recurso masivo al capitalismo y a la inversión extranjera para desarrollar las fuerzas productivas del país. Con una evolución variable, China lleva 35 años siguiendo este lineamiento en materia de política económica. Por lo tanto, lo que menos debería sorprender es que existan capitalistas en China. Desde luego, no serán los dirigentes chinos quienes tratarán de esconder este hecho, ni mucho menos[4]. El propio Vagenas lo menciona como con indignación en su artículo cuando escribe que “China, especialmente a partir de los años ‘80, ha vinculado su economía con el mercado capitalista internacional. Es un hecho que el liderazgo chino no niega, sino que lo exalta.”
Por lo tanto, parece que la cuestión de fondo que plantea grandes divergencias entre Elisseos Vagenas y los que defendemos el socialismo en China, son: a) la concepción sobre el socialismo (¿etapa de transición hacia el comunismo, o sociedad socialista “pura” con un 100% de propiedad estatal? – cosa que, dicho sea de paso, tampoco presupone la propiedad del pueblo); y b) la cuestión de si el capitalismo es perverso per se (en tal caso nos situaríamos en el terreno del socialismo utópico) o si tiene en China y otros países atrasados algún papel progresivo que desempeñar (en tal caso nos situaríamos en el terreno del socialismo científico, o marxismo). Federico Engels ya había criticado las posiciones moralistas pequeño-burguesas que ponían el grito en el cielo ante la “desigualdad” que generaba el capitalismo: “La toma de posesión de todos los medios de producción por la sociedad ha estado más o menos clara a la vista, como ideal del futuro, para muchos individuos y sectas enteras desde la aparición histórica del modo capitalista de producción. Pero esa idea no podía convertirse en necesidad histórica sino cuando se presentaron las condiciones materiales de su realización. Como todos los progresos sociales, éste no resulta sin más viable porque se haya comprendido que la existencia de las clases contradice a la justicia, a la igualdad, etc., ni por la mera voluntad de suprimir esas clases, sino gracias a determinadas nuevas condiciones económicas.”[5]
Si aceptamos la posibilidad de que sea lícito e incluso necesario recurrir al capitalismo y desarrollar el mercado en China, tal y como se hizo en la Rusia de Lenin durante la Nueva Política Económica (NEP) entre los años 1921 y 1927 (un hecho histórico real, por mucho que el camarada Vagenas trate de justificarse mediante argumentos espurios), entonces, si uno realmente es comunista y se preocupa realmente por el bienestar del pueblo, en lo que habría que reparar es si tal política económica supone un progreso para el país, y no tanto rasgarse las vestiduras por el hecho de que “hay ricos”[6]. Todo el mundo sabe que desde hace 35 años China aplica conscientemente una política económica basada en una fórmula que combina capitalismo e intervención estatal, por lo que al decir que hay millonarios en China, el camarada Vagenas tampoco está haciendo un gran descubrimiento. A menos que esperase que pudieran existir relaciones de producción capitalistas sin personas que se enriquezcan, cosa que parece difícil de conseguir.
Aquí nos detendremos en otra afirmación, bastante más polémica, que hace el camarada Vagenas en el mismo apartado dedicado a la economía de China. Vagenas dice que “Podríamos contraponer a los elementos anteriores otros que muestren la miseria y la explotación que experimentan cientos de millones de trabajadores en China actualmente como resultado de la política de “¡Enriquézcanse!” que sigue el Partido Comunista de China durante los últimos 30 años.”
Mediante esta otra manipulación goebbelsiana, el camarada Vagenas pretende confundir lo dicho por Deng Xiaoping con la consigna “¡Enriqueceos!” pronunciada por el dirigente bolchevique Nikolai Bujarin en la URSS durante los años 20 del siglo pasado, consigna que iba dirigida principalmente a los terratenientes y campesinos medios (kulaks) del campo soviético. Pero lo cierto es que lo que dijo Deng fue algo muy distinto, o que al menos tuvo un significado bastante diferente de la consigna de Bujarin. Y es que mientras Bujarin hacía un llamamiento a los kulaks a que se enriquezcan, lo que realmente dijo Deng fue “el socialismo no es lo mismo que pobreza compartida”, en contra de las falsas concepciones igualitaristas de la “Revolución Cultural”. Afirmación que difícilmente podría refutar un marxista que no lo sea sólo de palabra. A no ser que el camarada Vagenas se refiera a la frase, mal atribuida a Deng, pero que nunca dijo ni escribió, “enriquecerse es glorioso”, una idea original del historiador Orville Schell, que tituló así un capítulo de un libro sobre la apertura económica de China en los años 80, pero sin atribuir en ningún momento esta frase a Deng. Sin embargo, esta frase fue puesta en boca de Deng por individuos aquejados de pereza mental, y la atribución corrió como la pólvora hasta nuestros días. Así, vemos como en su afán por calumniar a China, Vagenas le hace el juego a la reacción burguesa.
De todas formas, aunque fuera cierta la autoría de esta frase, tampoco sería incorrecta desde la posición del marxismo, porque hay varias formas de enriquecerse. Por una parte, uno puede enriquecerse explotando a otras personas, en base a la codicia, la avaricia y el egoísmo (y nadie niega que exista un sector minoritario de la población en China que se enriquece en base a la explotación del trabajo asalariado). Pero por otra parte, difícilmente se podrá negar que el socialismo también supone el aumento de la riqueza global y por tanto del bienestar de la población (a menos que Vagenas comparta el postulado de la “Revolución Cultural” sobre el “comunismo ascético”, cosa que le haría el juego a la propaganda burguesa, que lanza contra el comunismo la acusación de ser el “reparto de la pobreza”). A esto mismo se refería Marx cuando decía que “en la fase superior de la sociedad comunista”, cuando “hayan crecido las fuerzas productivas junto con el desarrollo completo de los individuos”, entonces fluirán “con mayor abundancia todos los manantiales de la riqueza colectiva.”[7] Por supuesto, China está a años-luz de la fase superior del comunismo, pero no por ello pierde validez el objetivo de hacer crecer con abundancia la riqueza colectiva, con las fuerzas productivas y los medios para administrarlas que estén disponibles. Y pese a que haya habido una parte de la población de China que se ha enriquecido más que otras, en estos últimos 35 años China no ha hecho otra cosa que incrementar constantemente la riqueza colectiva.
La forma con la que Vagenas describe la situación social en China, resumiéndolo todo a un cuadro dantesco en el que, mientras los capitalistas son cada vez más ricos, cientos de millones de trabajadores sufren la “miseria y la explotación”, parece sencillamente sacada de un telediario elaborado para consumo interno de masas alienadas de Occidente. Es una táctica clásica de la propaganda anti-china, tanto por parte de la extrema izquierda como de la burguesía occidental, el resaltar enfáticamente el crecimiento de las rentas de los más ricos en China, sin tan siquiera mencionar lo más importante, o al menos lo que debería ser lo más importante, que son los gigantescos progresos que ha experimentado China en materia de desarrollo humano, nivel de vida, seguridad social, etc. en los últimos 35 años.
El objetivo de esta propaganda neo-colonial es el de equiparar a China a un país capitalista cualquiera, como son nuestros maravillosos países capitalistas de Europa, donde reina el paro, la pobreza creciente pobreza, las privatizaciones, las políticas de austeridad y la alienación intelectual. Al difundir el mensaje de que China es “un país capitalista más”, la burguesía imperialista y los dogmático-revisionistas pretenden cortar de raíz toda simpatía desde la izquierda hacia la República Popular China por los progresos que ha logrado y por su papel positivo en las relaciones internacionales. Un papel equiparable al que tiene el trotskismo, cuya función es impedir la solidaridad internacionalista entre las masas de Occidente y los pueblos agredidos por el imperialismo (Serbia, Libia, Siria, etc.). De esta forma, la burguesía consigue su objetivo, que es hacer que reine la resignación entre los trabajadores, al propagar la creencia, ampliamente difundida desde el final de la Guerra Fría, de que no se puede transformar la sociedad.
La burguesía, que es inteligente (y desde luego bastante más inteligente que muchos comunistas), sabe adecuar muy bien su discurso en función de la situación concreta y de las circunstancias históricas. En efecto, en los tiempos de la Guerra Fría, cuando se quería evidenciar el “fracaso del comunismo” se solía machacar en los medios de comunicación con los innegables problemas, defectos y carencias derivadas de la planificación socialista en la URSS, que en las consciencias colectivas se asociaba más fácilmente al “comunismo” puesto que, aparentemente, el socialismo soviético era un sistema con un 100% de propiedad estatal. Hoy, cuando el llamado “campo socialista” se ha derrumbado en Europa del Este y en la URSS, en el caso de China el objetivo sigue siendo el mismo (evidenciar el fracaso del “comunismo”), pero la propaganda burguesa lo hace a través de una táctica diferente. Contrariamente a la URSS, China aparenta ser más bien “capitalista” (se llega a hablar incluso de “capitalismo salvaje”), creencia también difundida por algunos que se dicen comunistas, lo que aligera la carga de trabajo de los servicios de inteligencia del imperio. Pero al ser imposible negar el gigantesco desarrollo económico experimentado por China en las últimas décadas, aquí se nos dice en cambio que ello se debe a que “China ahora es capitalista”. Cosa que, como veremos después, es manifiestamente falsa, por mucho que los neoliberales quieran hacernos creer lo contrario[8]. La conclusión es la misma: el “comunismo” ha fracaso, no existe alternativa al régimen capitalista en el que vivimos en el “mundo desarrollado”. Este tipo de propaganda burguesa-imperialista no sería un gran problema, de no ser porque aquellos mismos que se dicen comunistas asumen el discurso del enemigo y se suman de buena gana a esta propaganda.
En un artículo, el filósofo italiano marxista Domenico Losurdo ya había denunciado la relativización pequeño-burguesa de los gigantescos logros obtenidos en China. Después de una visita a China en julio de 2010 por invitación del PCCh, junto con otras delegaciones de los partidos comunistas de Francia, Portugal, el mismo KKE y Die Linke, Losurdo comentaba acerca del impetuoso crecimiento de China que “En Occidente no faltará, a este respecto, los que van a hacer muecas: desarrollo, crecimiento, industrialización, urbanización, milagro económico de una amplitud y duración sin precedentes en la historia, ¡qué vulgaridad! Este esnobismo del bello mundo parece considerar insignificante el hecho de que millones de personas hayan escapado a un destino que los condenaba a la desnutrición, al hambre y a la muerte por inanición.”[9] En efecto, algunos auto-denominados comunistas de estómago agradecido en Occidente, muestran un desprecio obsceno hacia el hecho de que China haya sacado a cientos millones de personas de la miseria. Y es que en los países de nuestro confortable “primer mundo” (y Grecia es uno de ellos), las direcciones de muchos partidos comunistas han sido copadas por elementos de la pequeña-burguesía y la aristocracia obrera, influenciando a estos partidos con sus concepciones neo-coloniales. Esto no es una afirmación a la ligera: basta con investigar un poco sobre las profesiones a las que se dedica esta gente. Estos elementos sociales, que por supuesto no saben lo que es pasar hambre o sufrir carencias, y que en no pocas ocasiones están completamente desligados del mundo del trabajo, atacan a China mientras juegan a los comunistas en sus ratos libres, haciendo gala de una fraseología radical de cliché, pero siendo incapaces de tomar el poder en sus respectivos países – algunos después de 95 años. Sin embargo, pese a su inoperancia en sus respectivos países, y la auto-condescendencia con la que justifican tal inoperancia, se creen legitimados para marcar con prepotencia la hoja de ruta de los países socialistas, con todo tipo de exigencias a países como China (y otros países socialistas), a la que atacan duramente y de manera infundada por no construir el socialismo (“guión-comunismo”, si algunos lo prefieren) de la manera que desean y en el plazo fijado desde su comodidad pequeño-burguesa.
Haciendo una lectura más “materialista” del asunto, se puede plantear una hipótesis que explique estas acusaciones de “capitalista” e “imperialista” contra China por parte de estos auto-denominados comunistas, por no hablar de otras afirmaciones provenientes de otros sectores acerca del “peligro amarillo”, de que los chinos van a dominar el mundo, agotar los recursos naturales y cargarse el planeta, hundirnos en la miseria por su “competencia desleal”[10], etc. Y es que, de acuerdo con Lenin, cuando el capitalismo alcanza su fase superior, es decir imperialista, el “monopolio da superganancias, es decir, un exceso de ganancias por encima de las ganancias normales, ordinarias del capitalismo en todo el mundo. Los capitalistas pueden gastar una parte de estas superganancias […] para sobornar a sus obreros, creando algo así como una alianza […] de los obreros de un país dado, con sus capitalistas contra los demás países.” Esta alianza es lo que genera en los países imperialistas la formación de una “aristocracia obrera” que la oligarquía financiera, los trusts, etc., pueden sobornar “y de esta manera oprimen, subyugan, arruinan y atormentan con creciente intensidad a la masa de proletarios y semiproletarios”[11].
Con su política de desarrollo pacífico y su política comercial, consistente en buscar el beneficio mutuo con una multitud de países del “tercer mundo”, y en especial con el continente africano, China está logrando minar las bases de la generación de estas “superganancias” que permitían “sobornar a un puñado de las capas superiores” de la clase obrera, haciendo que empeore paulatinamente el estatus social del que gozaba esta aristocracia obrera. Con el hundimiento del socialismo en los países de Europa del Este y en la URSS, y con la consiguiente involución del movimiento obrero y comunista, podemos suponer que, ante la pérdida de influencia de los partidos comunistas, se haya producido un debilitamiento del carácter proletario de los mismos, produciéndose un aumento de la presencia de militantes surgidos de las filas de la pequeña-burguesía y la aristocracia obrera. Parece ser que, conscientemente o no, algunos cuadros comunistas son portadores de la ideología de una aristocracia obrera “rebotada” al ver que China, al ayudar a una serie de países del “tercer mundo” a liberarse de las cadenas que los ataban a las antiguas metrópoli rentistas, está contribuyendo a minar las bases materiales de su estatus social. Esto podría explicar en parte el discurso neo-colonial de algunos auto-denominados comunistas con respecto a China, y parece ser el caso de ciertos cuadros del KKE, partido que no ha asimilado el marxismo-leninismo en su integralidad, pese a sus innegables aciertos.
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[2] Dato que ya está obsoleto a día de hoy, en un momento en que China ha superado a Estados Unidos como primera potencia económica.
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[4] En una entrevista en la revista Etudes Marxistes en 2003, el responsable de relacionales internacionales del Partido el Trabajo de Bélgica Baudouin Deckers declaraba haberse entrevistado con un cuadro del PCCh que le había confesado que: “Sí, hoy hay explotadores, capitalistas en China. No hablamos de “clase de los capitalistas”, porque no están constituidos como fuerza política separada y prohibimos la formación de un partido político de estos capitalistas. Pero somos conscientes de que, inevitablemente, un cierto número de ellos buscará constituirse como partido político.” (Cuestiones sobre el desarrollo del socialismo en la República Popular China, Etudes Marxistes nº64, 2003). Por otra parte, en el documental del año 2007 “Deng Xiaoping: The making of a leader”, Chen Zhan’an, responsable de la escuela de formación del PCCh, declaraba lo siguiente: “Obviamente, la gente está siendo explotada en nuestras fábricas. Pero en última instancia, ello ayudará a la construcción del comunismo. De hecho, estamos fomentando la explotación hoy, de manera a erradicarla mañana.”
[5] Federico Engels, Anti-Dühring
[6] Esto lo había entendido muy bien Gramsci, un teórico que puede serle muy útil a la izquierda occidental para entender los retos actuales de los países socialistas. En relación a la NEP en la URSS, Gramsci escribía: “…no se ha visto jamás en la historia que una clase dominante, en su conjunto, tenga condiciones de existencia inferiores a las de ciertos elementos y estratos de la clase dominada y supeditada. La historia ha reservado esta inaudita contradicción al proletariado; en esta contradicción residen los mayores peligros para la dictadura del proletariado, particularmente en los países donde el capitalismo no había alcanzado un gran desarrollo y no había logrado unificar las fuerzas productivas […] Y sin embargo, el proletariado […] no puede mantener su hegemonía y su dictadura si, pese a haberse transformado en clase dominante, no sacrifica sus intereses inmediatos a los intereses generales y permanentes de la clase. En efecto, es fácil hacer demagogia en este particular, fácil insistir en los aspectos negativos de la contradicción: “¿Eres tú el dominador, oh obrero mal vestido y mal alimentado? o ¿el hombre de la NEP, con su abrigo de pieles y todos los bienes de la tierra a su disposición?” También los reformistas, tras una huelga revolucionaria que ha incrementado la cohesión y la disciplina de las masas, pero que ha empobrecido aún más a los trabajadores, dicen: “¿Para qué haber luchado? Ahora quedáis más arruinados y pobres.” Es fácil hacer demagogia en este terreno y es difícil no hacerla cuando la cuestión ha sido planteada en los términos del espíritu corporativista y no en los del leninismo…” (A. Gramsci, Carta al Comité Central del Partido Comunista Soviético, octubre de 1926).
[7] Carlos Marx, Crítica del programa de Gotha
[8] Hablando de la reforma y apertura en China, el economista egipcio Samir Amin comentaba en un reciente artículo: “Pese al hecho de que esta apertura ha coincidido con el triunfo mundializado del neoliberalismo […] la opinión a favor de un “socialismo de mercado”, o mejor aún, de un “socialismo con mercado” como fundamento de esta segunda fase de desarrollo acelerado está muy justificada en mi opinión. En unos cuantos decenios China ha construido una urbanización industrial y productiva que agrupa a 600 millones de seres humanos, dos terceras partes de los cuales (¡una población casi equivalente a la de toda Europa!) han sido urbanizados en el curso de las dos últimas décadas. Un resultado atribuible al Plan, no al mercado.” (Samir Amin, “¿China es capitalista o socialista?”, El Viejo Topo nº302, marzo 2013).
[9] Domenico Losurdo, Un viaje instructivo a China: reflexiones de un filósofo
[10] En el programa electoral del Frente Nacional de Francia para las elecciones presidenciales de 2012, en un apartado titulado “Apoyo a las empresas y comercios: el patriotismo económico”, aparece la siguiente propuesta: “Se pondrá en marcha una protección inteligente a las fronteras para lucha contra la competencia desleal de los países a muy bajo coste de mano de obra y las deslocalizaciones que son consecuencia de ello”.
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[11] V.I. Lenin, El imperialismo y la escisión del socialismo
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