El Congreso prohibió las carreras de galgos en todo el país. El submundo de los galgueros pasó de los blogs y los grupos de Facebook a las calles porteñas y los medios e intentó, con escasa suerte, explicar los motivos de su pasión por los perros corredores. En 2009, el jefe de redacción de Anfibia siguió durante unos días a galgueros, cuidadores y largadores para narrar las tensiones y pliegues del vínculo hombre-animal, la exigencia o el maltrato sobre los perros, las apuestas semiclandestinas y las zonas grises de una práctica arraigada en hombres y mujeres suburbanos y de provincias que ahora es ilegal.