Pero lo que aquí se quiere discutir no es esa contradicción, que es solo aparente. Lo más importante de lo expresado por Altamira a los estudiantes de Harvard es una confesión, de las que confirman lo que hace mucho se viene denunciando en este espacio: el trotskismo no es de izquierda, sino de derecha; es la expresión política del neoliberalismo, pero con retórica socialista y envase de color rojo.
Es posible que, al estar tan lejos de la Patria y tan cerca del Imperio, a Altamira le hayan faltado los filtros, tan necesarios en la actividad política; o simplemente quizá ya no le importe blanquearse a esta altura de su vida. Sea como fuere, esto es lo que dijo Altamira en los EE.UU.:
“(…) nosotros somos antiestatistas. Y esto es interesante porque todo el mundo piensa ‘si son de izquierda, son estatistas’. No. La izquierda o el marxismo tienen por finalidad la abolición del Estado. Somos más liberales que los liberales norteamericanos.”
Más allá de semejante interpretación finalista del marxismo (que omite todo lo que está en el medio, o sea, el propio marxismo) estas declaraciones suscitan las siguientes preguntas: ¿quién podría ser más liberal que los liberales yanquis? ¿Quién, en todo el arco político, podría desear más que la derecha liberal de los EE.UU. la destrucción del Estado nacional? Solo hay en el mercado dos corrientes que expresen dicha ideología: el anarcocapitalismo, por una parte, y por otra el neoliberalismo.
El anarcocapitalista no suele participar en el juego democrático político más que de una manera marginal y, en algunos casos, oscura. Por su propia naturaleza anárquica, no suele agruparse en partidos ni participar en elecciones. Un famoso activista de dicha ideología es principal socio capitalista y dueño de Facebook, el escurridizo Peter Thiel. Sí, el poder fáctico.
No, Altamira y el trotskismo no son del palo de Peter Thiel. Están organizados en un partido relativamente estable (todo lo estable que pueden llegar a ser los trotskistas) e incluso participan en elecciones, aunque sin mucho éxito. Altamira y sus secuaces son en realidad neoliberales porque persiguen un Estado mínimo, un Estado que conserve apenas sus fuerzas de manutención del orden y de la propiedad privada, es decir, los aparatos de policía, y nada más. Todo lo demás, para los trotskistas, debería regularse por la “mano invisible” del mercado.
¿Por qué quieren eso? Porque para el trotskismo la revolución solo es posible si es un acto desesperado, si es un manotazo de ahogado. El “cuanto peor, mejor” enunciado por Lenin para describir el escenario revolucionario ideal en la Rusia de 1917, en la opinión de los trotskistas, debe aplicarse en todo tiempo y lugar. Esa “izquierda boba del todo o nada” piensa que en un régimen neoliberal extremo, de total polarización de clases (una pequeña mayoría concentrando toda la riqueza y todos los demás en la más absoluta miseria), el pueblo, muerto de hambre, desesperado y sin nada que perder, se levantaría heroicamente y haría la revolución redentora de manera espontánea, estableciendo de una vez y para siempre el comunismo final sin Estado ni clases. El sustrato antipolítico y cristiano de esta concepción podría discutirse en otro artículo.
Esta es la razón por la que el trotskismo se siente más cómodo con gobiernos de derecha que con gobiernos de izquierda y populares: el progreso sostenido de las clases trabajadores, sus conquistas políticas en el tiempo y su movilidad social ascendente van alejando a los pueblos del “cuanto peor, mejor” y, por lo tanto, del escenario revolucionario soñado por los trotskistas. Ellos se sienten más cómodos en el menemismo que en el kirchnerismo, en una palabra.
Así es como, finalmente, la “extrema izquierda” empalma en el arco político con la extrema derecha: ambas tienen por objetivo el fracaso de las clases populares. La Revolución bolchevique (que resultó luego en el mayor proyecto político de la historia, la Unión Soviética) ocurrió hace ya casi un siglo y tuvo lugar en Rusia. Pretender que esas mismas condiciones se repitan en la Argentina del año 2015 es algo que únicamente puede concebir un trotskista neoliberal. Ya es hora de madurar y dejar de llamar “izquierda” a estos muchachos.
http://www.labatallacultural.org/2015/04/el-empleado-de-la-cia.html
Y este es uno de los comentarios para debatir.
El troskismo o trostkismo no es más que un "ala izquierda" del pensamiento neoliberal. Plantean siempre la discusión desde el marco teórico (si es posible asimilar al troskismo con un pensamiento científico) para nunca plasmar en la práxis sus postulados, ya que están reservados por sus patrones a ser únicamente el sostenedor "simpático" de las transnacionales. Buscan siempre un "chivo expiatorio" para descargar toda su onanismo mental, para servir de distracción y permitir, con ello, el paso casi inadvertido de todos sus titiriteros, verdaderas multinacionales de la peor calaña del capitalismo más rancio y esclavista. Ellos hablan de Chevrón, de Monsanto, bla bla bla, para que los llamen desde las usinas del poder capitalista y terminen diciendo que son más neoliberales que los propios neoliberales, una invitación que suena más a un llamado a que aclaren sus dichos. Son los verdaderos remolinos que captan a mentes que buscan verdadera independencia, pero que son inocentes en descubrir verdaderas intenciones, para ser arrastrados al fondo de esos espacios (las organizaciones trosketas) que son verdaderos centros de vigilancia, control y neutralización del pensamiento nacional y soberano.
Última edición por pablo13 el Mar Abr 07, 2015 3:10 am, editado 1 vez