Nació el 25 de Octubre de 1941 en Tucumán. Su infancia, sin embargo, transcurrió en la provincia de Salta. A los 14 años, en 1955, comenzó a trabajar como aprendiz de tornero e inició sus estudios secundarios en el Colegio Industrial Nicolás Avellaneda, de Santa Fe, Argentina.
Entre 1957 y 1958 participó, durante tres meses, de la huelga internacional de obreros metalúrgicos en solidaridad con los obreros metalúrgicos de Detroit.
Durante la cursada de su secundaria también participó de la lucha estudiantil “laicos y libres” en conjunto con los estudiantes de la Universidad Nacional de La Plata.
En enero de 1962 ingresó al servicio militar obligatorio en el que recibió instrucción militar. Durante el tiempo que permaneció en el ejército sucedieron hechos políticos en los cuales intervino dicha fuerza: el golpe de estado a Arturo Frondizi y dieciséis pronunciamientos militares entre los que estuvieron el enfrentamiento entre azules y colorados y el levantamiento de Punta Indio en 1963. Permaneció de licencia entre el 30 de abril y el 25 de mayo de 1963, fecha en que finalmente le dieron la baja y lo degradaron del cargo de Dragoniante por participar de un enfrentamiento con las autoridades del regimiento por la negativa de estas autoridades a darles la baja a los soldados de su clase. Durante su permanencia como soldado dentro de las filas del ejército recibió entrenamiento antiguerrillero contemplado por el entonces vigente “Plan Conintes”.
A la salida del servicio militar obligatorio ingresó como oficial tornero en Auto Unión. Al poco tiempo fue elegido delegado de sección y como tal participó, entre 1963-1964, del plan de lucha de la CGT cuando Augusto Timoteo Vandor era el Secretario General.
En 1965 fue despedido de Auto Unión como consecuencia del enfrentamiento con la UOM y pasó a integrar las listas “negras” del sindicato en Santa Fe, por lo cual se trasladó a Buenos Aires.
En Buenos Aires, durante 1965, fue contratado por Ford donde se desempeñó como preparador de máquinas automáticas y participó de las luchas entre la CGT de los Argentinos y la CGT Azopardo, y allí conoció a Raimundo Ongaro con quien colaboró.
A mediados de 1968 se contactó con Montoneros y luego con el PRT donde terminó ingresando como aspirante y participando de un grupo proveniente de la Brigada Masetti de las FAL.
Cuando se creó el Ejército Revolucionario del Pueblo, en Julio de 1970, pasó a ser combatiente del mismo integrando uno de sus comandos.
Mientras tanto, trabajó como obrero en diferentes lugares: Talleres Navales, Fábrica Argentina de Engranajes, Citroen y otras. Nunca fue un militante rentado, ya que toda su militancia se conjugó con su trabajo de obrero metalúrgico.
En 1972, el comando al que pertenecía participó, junto con otro, en el secuestro de Oberdam Sallustro, Gerente General de la Fiat Concord Latinoamericana y tercero en orden de importancia de la Fiat mundial. Diez días antes de ser ejecutado el empresario, Ponce de León fue detenido, torturado y condenado a reclusión perpetua más el Art. 52 del Código Penal. Permaneció preso hasta el 25 de Mayo de 1973, fecha en que el presidente Héctor Cámpora firmó la amnistía para todos los presos políticos. Salió en libertad en esa fecha y regresó a trabajar como oficial múltiple en la misma fábrica en que trabajaba antes de caer detenido: Castells Hermanos.
Continuó como militante del PRT y el 8 de Junio de 1973 fue promovido, dentro de la organización, como responsable político de Capital Federal, zona independiente dentro de la organización, por lo cual se relacionaba directamente con el buró político del partido integrado, entre otros, por Mario Roberto Santucho, Benito Urteaga, Domingo Menna y Antonio del Carmen Fernández.
Pese a su oposición a continuar la lucha armada contra las fuerzas armadas, fue elegido para integrar la escuadra que atacaría el Comando de Sanidad del Ejército. Disciplinadamente obedeció lo dispuesto por el Partido Revolucionario de los Trabajadores y el 6 de Septiembre de 1973 ejecutó la orden. En ese asalto fue detenido, nuevamente, junto con casi todos los integrantes de la escuadra de la cual sólo dos lograron escapar. Fue juzgado y condenado a dieciocho años de prisión por el Juez Marquart y a diecinueve años de prisión por la Cámara Federal integrada por Piotti y Del Pino, entre otros.
Permaneció preso desde el 6 de Septiembre de 1973 hasta el 7 de Agosto de 1984 cuando, mediante una huelga de hambre realizada en la Cárcel de Devoto junto con otros compañeros, durante el gobierno de Raúl Alfonsín, logró, finalmente, su libertad y la de todos los compañeros que podían ser incluidos en el “dos por uno”.
Ya en libertad se volvió a reintegrar al trabajo como obrero metalúrgico y se siguió desempeñando como oficial múltiple.
Participó de cuatro intentos de reconstrucción partidaria: el primero con los ex exiliados Amílcar Santucho (hermano de Mario Roberto Santucho) y Roberto Guevara (hermano de Ernesto “Che” Guevara). Por el sesgo político que tomó este intento dirigido por éstos, se opuso tenazmente al reformismo imperante en el partido por lo cual fue expulsado en 1994.
Intentó reconstruir el PRT dos veces más con diferentes ex compañeros de militancia, intentos que fracasaron.
En 1999 participó de la experiencia del PT dirigida por Daniel de Santis, experiencia que implotó en Mayo de 2001.
A partir de esa fecha comenzó el cuarto y último intento de reconstrucción del Partido Revolucionario de los Trabajadores que, actualmente, continúa y donde hoy milita en la formación de cuadros a partir de una amplia revisión de los hechos pasados y de una autocrítica de la desviación militarista del PRT en el cual comenzó su militancia, reivindicando la abnegación y convicción de cada uno y todos sus compañeros muertos y desaparecidos. Este intento logró consolidarse a partir del VIº Congreso realizado en 2002.
El actual Partido Revolucionario de los Trabajadores ha realizado ya su IXº Congreso, siempre en la línea de profundizar la autocrítica tendiente a elaborar una herramienta revolucionaria que lleve al proletariado al poder.
Después de catorce años de trabajo ininterrumpido como oficial múltiple en una fábrica metalúrgica dedicada a la fabricación de bienes de capital, cumplidos los 65 años, Carlos Ponce de León se jubiló como obrero metalúrgico y continúa su militancia en la reconstrucción del Partido Revolucionario de los Trabajadores y como integrante del mismo es director y columnista de "El Combatiente", órgano de prensa de la organización.
FRENTE A LA INFAMIA Y LA MENTIRA ES MI DEBER ACLARAR
Frente a las infamantes mentiras de algunos ex compañeros de militancia, que no tienen pudor ni vergüenza, debo concluir en que no la tuvieron nunca; personajes e individuos que han sido parte periférica del Partido Revolucionario de los Trabajadores y que llegaron a militantes de la única manera en que pueden hacerlo los trepadores y arribistas: anti-estatutariamente. Frente a ellos, debo contar la verdad de los hechos que culminaron con mi expulsión en el año 1994.
Me refiero a aquéllos que vinieron del exilio atornillados a los cargos de dirección. Cuando salieron del país, ninguno de ellos eran miembros plenos del Partido: pertenecían a las categorías de simpatizantes y colaboradores, algunos como abogados; otros, quizás, pertenecieron a la Juventud Guevarista o tal vez eran periferia o, como algunos, tenían algún pariente de honroso apellido en puestos de responsabilidad. ¿Quién sabe…? Las consignas “no cuentes ni dejes que te cuenten”, “no preguntes ni dejes que te pregunten” escondieron y esconden monumentales imposturas. El hecho palpable, ése donde mueren las palabras, es que no eran ni son militantes del “viejo” Partido. Me refiero a los que vinieron con “cargos” en el Comité Central, no a los distraídos que se llenan los ojos con oropeles y cuentan hazañas que no protagonizaron…
Debemos dejar muy en claro que el Partido Revolucionario es Partido siempre y cuando esté en el país que le dio y da vida y sustento. Fuera de ese ámbito deja de cumplir el papel, el rol para el que fue creado: transformar la sociedad en la que nació y se nutre. Al salir del país -tal como salió el PRT- en el exilio dejó de existir, no era ni tenía razón de existencia fuera del país. Por tanto, todas las decisiones y resoluciones que se tomaron fuera del país no se correspondían ni se corresponden con las razones que le dieron vida. Ésta es la razón por la cual los que continuamos con la historia -la verdadera- del PRT desconocemos el 6º Congreso realizado en el exterior y todos los congresos realizados por la camarilla que fue parte de la destrucción del Partido en el exilio: más allá de lo que sostenga Mattini y compañía, se fueron del país para exiliarse. Esa dirección, salvo honrosas excepciones, SE FUE, dando la espalda al enemigo y no como sostiene uno de los magos actuales de la mentira en sus libros publicados. Esa dirección SE FUE dejando atrás a compañeros que se negaron a seguirlos y se quedaron, compañeros que creían -y creen- que “A vencer o morir por la Argentina” era y es mucho más que una consigna porque es la forma de vida que elijen los verdaderos revolucionarios. Compañeros de los cuales muy pocos quedaron vivos, después de haber sido tenazmente perseguidos… Muchos terminaron en los campos de exterminio; otros, muy pocos, sobrevivieron... Esa dirección SE FUE y dejó a todos los presos en manos del enemigo. Dicen que pensaban volver... Pero, no volvieron. Y ésa es la cruda verdad. Pero todos los que vinieron como miembros de un Comité Central elegido a espaldas de los que éramos miembros plenos del Partido participaron activamente en hacer pedazos al partido en el exilio; tarea que le sirvió y benefició al enemigo. Los métodos que usaron los dos bandos son típicos de mafiosos. Un capítulo aparte son las amenazas, las condenas a muerte, la descategorización (se ponía de simpatizantes o de colaboradores a mujeres y hombres de probada militancia) cuando manifestaban estar en desacuerdo con lo que se estaba haciendo. Se los tachaba de servicios del enemigo para descalificar sus posiciones. Ésas y otras más eran las prácticas que usaron tanto el sector de Mattini como el de Gorriarán. Así caracterizaron a Rubén Batallés (un compañero que salió de las cárceles en 1982), cuando les planteó que debían poner los cargos a disposición de un Plenario o un Congreso con la participación de los presos liberados. Lo echaron como a un leproso, a pesar de que los había ayudado a ingresar al país, a volver... Es vergonzoso reproducir todo lo que dijeron.
Sin embargo, nunca dieron ninguna explicación de lo que había pasado en México. La versión que tengo es la que me dio el Gringo Porco. Puedo asegurarles que no es edificante y deja muchas dudas y sospechas. Allí cayeron presos como doscientos compañeros, pero aquí llegaron menos de veinte... Otros quedaron presos. ¿Dónde quedaron los demás…? Se fueron para nunca más volver. ¿Cuál era el objetivo que reconocían? Necesitaban dinero para volver. ¿Por qué no trabajaban, en lugar de ensuciar el lugar del exilio? Nunca, jamás trabajaron: eran y son unos inútiles. México no fue una excepción, por el contrario, fue una constante. No trabajaban. Sé de presos en Carabanchel abandonados a su suerte, sin abogados, sin nada. Tachar de colaborador del enemigo a los que no acordaban era una constante. Todavía lo es. Ensuciar es lo único que saben.
Salí de la cárcel de Devoto el 7 de agosto de 1984, después de una huelga de hambre de 35 días. Una huelga que empezamos 32 y terminamos 6 compañeros. Obligamos a Alfonsín a aprobar en el Congreso la Ley del 2x1. En virtud de esa ley salí con la libertad condicional. Salí militando junto con otros tres compañeros. Con ellos editábamos cuatro o cinco números de un boletín que se llamaba “Libertad”. Nos ayudaban las chicas del PI (Partido Intransigente). Amílcar Santucho, hermano mayor de Mario Roberto Santucho, nos mandó un emisario con el objetivo de que no siguiéramos con la huelga de hambre. Se equivocaron, nosotros no acatábamos directivas de nadie y mucho menos cuando teníamos una evaluación de las debilidades y los objetivos del gobierno: éramos uno de los dos demonios en el platillo de su balanza. Le rompimos el platillo y la balanza. Poco después. Alfonsín tuvo que sacarse la máscara y aprobar la ley de “Obediencia debida y punto final”… Pregunté y me sigo preguntando qué evaluación hacían cuando nos pedían que finalizáramos con nuestra huelga de hambre. Creí, en ese momento y sigo creyendo hoy, que lo único que los guiaba era y es el MIEDO. “No hagan olas” era la consigna que los guiaba y estaban tan derrotados y tan quebrados, que creían en la democracia burguesa… Las cosas que fueron sucediendo me confirmaron esa creencia.
Al poco tiempo de salir, uno de los compañeros del grupo de cuatro se nos convirtió en un sex-simbol. Dos, se contactaron con el grupo de Amilcar y decidieron militar con ellos. Pedí una charla porque no me convencían las posiciones que sostenían. Tuve la charla. Planteé mi desacuerdo con las dos consignas centrales: “Defensa de la democracia” y “Profundización de la democracia”, pero acordé militar con ellos. Fue un acuerdo. Me basé en algo que es una mentira monumental: la confianza de que verían el error y que se podría cambiar ese PRT “desde adentro”. El tiempo me demostraría que estaba equivocado, muy equivocado. Pero me quedó la enseñanza de que la práctica es el único criterio de verdad, que aquello que pensaba sólo funcionaría con buena gente, con buenas personas, con verdaderos revolucionarios. No pasó mucho tiempo -más precisamente en 1985 y sólo para nombrar algunos- sucedieron tres hechos: a) El PC hace un acto en Ferro. El equipo que yo atendía hizo una bandera del Partido de 8 metros de largo por 2 de ancho para ponerla en la tribuna. ¡La cortaron! Su miedo era mucho más grande que la bandera. b) Luego del acto, me entero de que Amílcar estaba en tratativas con el PC para “fusionar” el PRT con el PC. En la primera reunión que tuve puse el “grito en el cielo”. No se hizo tal “fusión”. c) Impulsaron -le dieron “aire”- al compañero Papucho para “conseguir” dinero “extraordinario” para no sé que “proyecto”. Como consecuencia de la acción para hacer “finanzas”, Papucho fue detenido, acusado de un secuestro extorsivo que no había hecho y fue condenado. El día en que lo arrestaron ningún miembro de la “dirección” apareció en la cita que tenía con ellos. Salí a defender al compañero y frenar las posibles consecuencias sobre los compañeros liberados. Ese mismo día tenía reunión con la dirección, pero no aparecieron. Unos compañeros que habían sido del PST me llevaron, solidariamente, a una casa de ellos porque temían lo que me pudiera pasar por lo que dije en la conferencia de prensa que se había realizado en Familiares. La dirección de ese “PRT” no apareció hasta bastante tiempo después. Los critiqué y el silencio fue su respuesta. Papucho fue abandonado absolutamente. Ni siquiera un paquete de cigarrillos le hicieron llegar. Fueron otras personas quienes estuvieron acompañándolo hasta que salió en libertad en 1992 o 1993, no recuerdo el año exacto. Cuando salió, vino a verme y me contó los entretelones que también son lamentables. Debo reconocer que me enojé muchísimo con él, porque a pesar de haber sido uno de los combatientes del ERP, fui crítico a la decisión de seguir con la lucha armada en los niveles en que se planteaba, pero también fui disciplinado. Amílcar y el resto de la dirección creían y pensaban que yo era un militarista como casi todos los que no me conocían. Lo sabía, pero no me importaba.
En el año 1987 se realizó el 7º congreso y participé. Fue inmensa la vergüenza que sentí por dos razones: la primera, porque no pude torcer la decisión de cambiar el logo de El Combatiente y, lo que es peor, no logré el cambio de la consigna que llevaba dentro del logo: se borró “Por la revolución obrera latinoamericana y socialista” y se puso “Por la revolución democrática popular antiimperialista”. Protesté y pedí que se agregue “hacia el socialismo”. Como la mayoría apoyó, se la incorporó. También se cambió el globo terráqueo de la tapa por la cara de Santucho. La segunda, porque tampoco pude lograr que se cambie la dirección: siguieron siendo mayoría los exiliados que nunca fueron del Partido. A ellos les consta que no trajeron a nadie al Partido, como también les consta que muchos se quedaron por la historia y porque mal que les pese, soy parte de la historia del PRT. No alcanza con el apellido y el parentesco: la revolución no se hereda con los genes.
1987 fue el año de la “legalización” del Partido para incorporarlo al FRAL. Fui parte de la Junta Promotora. Junto con el “Nono” Rey fuimos los Apoderados. A mi nombre están los trámites de “El Combatiente”, los trámites de la Editorial 19 de julio. Fui tan ingenuo que creía que se hacía así para preservar a la dirección. ¡Qué tonto! No veía que sólo escondían el terror, el miedo cerval que sentían. Entramos al FRAL, fuimos a las elecciones. ¡Tengo el orgullo de ser el ¡primer candidato por el PRT! Y lo fui una o dos veces más. El Partido Comunista, “el gran Partido”, al que nunca dejó de pertenecer Amílcar, nos jugó sucio en el frente que llevaba al Fiscal Molinas como candidato y quedamos “colgados de la brocha”, como también nos jugó sucio en el Frente del Sur para entrar al Frente Grande. Armamos un frente de “apuro” con el PSOL-MODEPA y otros, nos presentamos a elecciones. Fue triste, muy triste, escuchar los cálculos que se hacían. Y más tristes aún los lamentos y acusaciones luego de las elecciones. Mis planteos siempre fueron por la no participación en las elecciones. Pero no se escuchaban, se descartaban. Tanto el dinero de las elecciones, como luego el de la Fundación Grosinsky y otros ingresos, nunca fueron rendidos. Las finanzas eran algo que mantenían muy en secreto.
Era miembro del Comité Central, miembro pleno a partir de la muerte del Nono Rey en 1987. Era el representante del Partido en el Frente. En los hechos, teníamos posiciones distintas y a veces antagónicas, pero evitaba llevarlas hasta la ruptura. Creo que ellos también lo evitaban. Contaré un hecho para que ilustre un poco las contradicciones y las imposturas. En 1988 o 1989 llegan al local del MODEPA dos chicos buscando al PRT. Miembros de la dirección del PRT los atienden y les dicen que el compañero del PRT venía el miércoles o jueves. Vuelven los chicos al jueves siguiente y esos mismos miembros de la dirección les dicen que yo estaba en el fondo (es decir, yo era el único del PRT…). Los chicos se incorporaron al partido. Imaginen su asombro cuando descubrieron que los mismos que los atendieron y negaban ser del PRT ¡eran! Y, para colmo, eran miembros de la dirección. ¡Cuánto costaba explicar algunas cosas…!
En diciembre de 1988, en el local del Partido Socialista, el 1º de Mayo, terminada la reunión del Acuerdo Popular, un periodista de Clarín me pide una entrevista. Me hace una serie de preguntas sobre Monte Chingolo. Me pregunta sobre Gorriarán, le contesto que había sido expulsado en el Sexto Congreso realizado en el exilio y que no pertenecía al PRT. La entrevista fue publicada textualmente. Muy poco después me llamaron desde la dirección. Pretendían que mintiera, que cambiara mis dichos, porque estaban en “conversaciones” con el MTP… Menos de un mes después, el 23 de enero de 1989, el MTP copaba La Tablada. Los diputados nacionales Jaroslavsky y Alsogaray decían por los medios que el PRT estaba dentro del cuartel. A las diez y media de la mañana llamé a la dirección del Partido. ¿Resultado? Ausentes, no estaban donde debían estar. Tomé la decisión de ir al Ministerio del Interior. Fui hasta allí, como apoderado, a deslindar responsabilidades y sacar al Partido del problema que seguro se venía, mientras ayudábamos a los militantes del MTP que nos pedían ayuda. Mientras tanto, la dirección seguía ausente, vaya a saber bajo de qué cama estaban. Me dejaron abandonado, lo mismo a mi familia. Después, mandaron un compañero para que me informara la decisión de “la Dirección” para que me presentara a una conferencia de prensa que se hizo en el local del MODEPA, en la calle Malabia. Allí fui y me encontré con otro que traía “directivas” para que condenara a los compañeros de La Tablada. Me negué porque jamás condené a ningún compañero, por más diferencias que tenga. Los problemas y contradicciones entre compañeros se discuten mano a mano y no frente a los medios del enemigo. No fui, no soy ni seré basura. A raíz de esa conferencia de prensa aparezco por primera vez en televisión. El 23 de febrero, a un mes de la Tablada, la televisión repite todos los hechos y declaraciones de ese día 23 de enero, el dueño de la fábrica donde trabajaba me vio en pantalla y no dudó en despedirme. Estuve cuatro meses sin trabajo. Nunca les pedí nada. Tenía un hijo pequeño y otro en camino que nació en el mes de mayo. No tenía ni para pagar el alquiler y mucho menos para comer. No importa. Pero no dieron ninguna explicación de por qué “desaparecieron”. Estos hechos los hice conocer a todos los que quisieron escucharme dentro del Partido, pero nadie dijo nada. La cobardía era y es generalizada en esa organización.
Por esos años vino un compañero a preguntar si sabía de alguien que quisiera compartir vivienda y alquiler. Le comento sobre uno que yo sabía que vivía solo, llamado Cristóbal, y que militaba con nosotros. Al poco tiempo, el compañero me llamó alarmado y me mostró un libro de su compañero de alquiler: era un Teniente del Batallón 601 de Inteligencia del Ejército. Quien lo había traído al Partido era una persona de la que yo sospechaba desde antes de salir de la cárcel, alguien que iba a visitar a uno de los compañeros que militaban e hicieron la huelga de hambre hasta el final. Al salir, formaron pareja (1). En su domicilio conocí varios personajes que me parecieron sospechosos. Informé a la dirección de esta bicha y les recordé mis sospechas sobre la persona que lo había acercado. Respuesta: no pasó nada. Todo transcurría como si nada. En ese interín me entero de que esa persona de la que yo sospechaba estaba de responsable del grupo central de Formación Política... Conclusión, conocía a la inmensa mayoría de los militantes del Partido. Como si eso fuera poco, la pusieron para atender a las embajadas. Un día, me llaman de una de ellas y me dicen que esa persona estaba trabajando para el enemigo. Rápidamente informo y pido la expulsión sí o sí. Pero veo que en medio de este lío, aparece otro personaje que había conocido en la casa de esa persona. Para sintetizar, este personaje, en una elección se habría presentado como candidato a concejal en el partido de General Sarmiento, más precisamente San Miguel, el candidato Enrique Millán, venía con planes para hacer finanzas y se reunía con la dirección. En 1993 o 1994, un día voy a la casa de una pareja: él, Secretario General del MODEPA y ella, militante del Partido (PRT) y el MODEPA. La dirección la había citado para una reunión con Millán, Amilcar y Roberto Guevara. ¡Qué sorpresa se llevó cuando abrió el diario Clarín: en un asalto a un camión blindado, en La Reja, había caído presa una súper banda, compuesta por militares, marinos y “desaparecidos” de la ESMA! Enrique Millán era uno de ellos y figuraba como teniente del Batallón 601 de Inteligencia, más la historia de su candidatura. Tomé un colectivo y fui al lugar de la reunión de la dirección y les dije de todo. Eso y una discusión sobre un documento de un compañero economista que no decía lo que ellos pensaban y que querían rechazar en lugar de ponerlo a discusión, como corresponde a un período pre-congreso más el resultado de un plenario, donde perdieron, fue el principio del fin de mi relación con esa camarilla.
En mayo de 1994 me citan en Larrea y Córdoba para una reunión de Comité Central. Voy, espero, pero nadie fue. Sabía que era para expulsarme. Me enteré por otro compañero, al que también expulsaron, de mi propia expulsión. La cobardía es la esencia de esta camarilla. Publicaron mi expulsión en el diario Ámbito Financiero, diciendo, que los había entregado para que me paguen la indemnización como preso político… ¿Para qué los iba a entregar, si estaban regalados? Que se sepa, ninguno estuvo o está preso. Eso sí, hay uno que es drogadicto y deberían mandarlo a rehabilitación, el otro tiene vocación para alcahuete. Lo mandaban a vigilar a un obrero de La Cantábrica para que no tome vino. Su hermano es un quebrado que perteneció al Comité Central, pero no es el único quebrado, necesitaríamos un semi-remolque lleno de yeso para todos los quebrados. Ahora dicen que entregué a los compañeros de La Tablada. En fin, sólo puedo pedirles que se cuiden, porque alguien cercano, muy cercano a ellos, les acerca agentes del enemigo y ellos los incorporan. No necesitan que nadie los “venda” y tampoco creo que el enemigo se ocupe de ellos ante tan manifiesta inutilidad.
Aclaro, en diciembre de 1999, cinco años y seis meses después de que me expulsaran, cobré la indemnización. Soy uno de los últimos en cobrarla, mejor dicho, fui casi el último al que le pagaron. Nunca ví a ninguno de ellos en ninguna marcha, acto ni nada que se le parezca, en solidaridad con los compañeros del MTP. Los hechos hablan más que las malas lenguas. Han cambiado, porque he visto algunos periódicos, la consigna del logo, pero su política demuestra que no tienen política: oscilan desde el más puro oportunismo a la más descarnada adoración al espontaneísmo. ¡Apoyaron a los piqueteros terratenientes! ¡Flagrante oportunismo! La organización que pregonan es la “auto-convocatoria”. ¡Puro espontaneísmo! ¿Crear conciencia? ¡Nunca! ¿Para qué?
CARLOS PONCE DE LEÓN
(1) Recuerdo el primer volante que pedimos con el chileno Moretti, compañero de la uruguaya que yo caracterizaba como infiltrada. Era para la primera concentración de la CGT que se hizo sobre la 9 de Julio en los años ’80. Por “orden” de la “dirección”, los volantes fueron impresos ¡sin firma! Con el chileno les pusimos PRT con marcador y los distribuimos. La verdad es que se creían tan importantes y “peligrosos” que pensaban que los “servicios” estaban pendientes de ellos.
¡Cuánta impostura! Hay mucho más, pero elegí contar sólo estos hechos para no cansar a los lectores, pero pienso que es suficiente para ilustrar la catadura moral de los que dirigen ese “PRT”. Sostuve, sostengo y sostendré que las siglas no pertenecen a nadie en particular y mucho menos a los que vinieron a destruir la IDEA del Partido Revolucionario, llevándolo a transitar las cenagosas aguas del reformismo y de la conciliación de clases. También les pido a mis compañeros que no entren en las provocaciones de ningún militante de base de esa camarilla. Ellos creen en su dirección. La lucha es esencialmente política. Ya la han perdido, están derrotados. De ahí su desesperación que los lleva a inventar nuevas mentiras. A los militantes de base de esa dirección les pido que se informen, que investiguen quién es quién. Que no se queden con lo que les dicen. Un revolucionario no es un fanático, es esencialmente irreverente. Busquen los antecedentes de sus dirigentes y comparen hechos con dichos. Nuevamente, HASTA SIEMPRE. A VENCER O MORIR POR LA ARGENTINA.