Este post es un complemento del anterior sobre el Programa de Transición, y se propone mostrar brevemente los supuestos económicos sobre los que descansa. Intenta mostrar la conexiòn necesaria que existe entre las nociones clásicas de "estancamiento de las fuerzas productivas" e "imperialismo como fase superior del capitalismo", con su premisa necesaria: el dominio de los monopolios sobre la economía. La crítica de cualquiera de estos conceptos conlleva la crítica de los demás.
La revisión crítica de las ideas del estancamiento de las fuerzas productivas y de la transformación del capitalismo en imperialismo, nos remite obligatoriamente al análisis de la que es su premisa fundamental: el reemplazo o marginación de la libre competencia capitalista, por el dominio de los monopolios.
Las corrientes monopolistas admiten en el capitalismo del siglo XIX, la existencia de ese mundo de competencia donde los burgueses están en permanente guerra unos con otros, y en el que su principal arma para ganar mercados es la baja de precios.
Este escenario determina una dinámica particular, ya que el medio más efectivo para ganar en la lucha competitiva es invertir en tecnología que abarate los costos de producción por unidad y aumente la cantidad de unidades producidas en un periodo dado. Debido a esto, se verifica la tendencia a que las fuerzas productivas se desarrollan. Además, sólo en estas condiciones puede existir una determinación objetiva de los precios por el ajuste permanente en torno a los costos de producción (tiempo de trabajo socialmente necesario) que actúan como centros de gravedad. Sin este proceso regulatorio, los precios no dependerían de ley alguna y no sería posible su análisis científico, como advirtieron Ricardo y Marx.
La teoría de los monopolios nos lleva exactamente a esa indeterminación. El nivel de los precios pasa a depender de la voluntad de los vendedores y de la voluntad y capacidad de compra de los consumidores. Esto anula toda ley del valor y anula la presión competitiva que empuja a revolucionar permanentemente las fuerzas productivas. El mundo dominado por los monopolios sería cada vez más estático, con poca o nula inversión productiva, donde la competencia toma apenas la forma de la diferenciación de productos y la lucha por nuevos mercados se realiza mediante la conquista bélica que permite realizar el excedente que el subconsumo interno no puede absorber. El estancamiento de las fuerzas productivas determina la senilidad del capitalismo, que se vuelve incapaz de otorgar mejoras a la clase trabajadora, y necesita de la rapiña externa para sobrevivir, con lo que las guerras mundiales y las revoluciones serán inevitables y permanentes, hasta la victoria del socialismo o la instauración de la barbarie fascista.
Este dominio del monopolio da lugar al imperialismo. Según las versiones clásicas, se trata de un sistema económico nuevo que reemplaza al capitalismo, o en su defecto, de una superestructura de relaciones estatales determinada por la superestructura económica del dominio de los monopolios a nivel nacional, a su vez montada sobre un sustrato de capitalismo de libre competencia que aún sobrevive.
En cualquier caso, la idea central es que la concentración de capitales y formación de trusts de fines del siglo XIX y principios del XX habrían conducido a la formación de monopolios conducidos por el capital financiero, en cada una de las potencias capitalistas. Cada estado representaría en la arena internacional, los intereses de sus respectivos monopolios nacionales. Estos intereses son los de realizar el excedente que la propia dinámica monopolizada de la economía nacional y la tendencia al subconsumo, no permiten realizar internamente. En consecuencia, el capital monopólico desarrollaría dos estrategias complementarias: la de exportar capitales a los países atrasados y lucrar con los intereses y dividendos, y la de conquistar colonias y establecer zonas de influencia, como única forma de ampliar los mercados y asegurarse el suministro exclusivo de materias primas. Las migajas del saqueo colonial servirían para “sobornar” a la “aristocracia obrera” de los países imperialistas, adormeciendo la lucha de clases. Los “pueblos oprimidos” cobran relevancia como sujeto revolucionario, en el marco de las luchas independentistas. El choque por el reparto del mundo entre las potencias sería inevitable y recurrente, y llevaría a las guerras mundiales y a la revolución.
Las posteriores modificaciones y actualizaciones de esta noción de imperialismo, siguen manteniendo como base al dominio del monopolio (ver “Valor, mercado mundial y globalización”, capítulo 5), mientras que el abandono de esta premisa determina la necesidad de elaborar una nueva teoría del imperialismo.
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Como mi intención es mostrar las conexiones entre los conceptos para que la idea sea lo más clara posible, no me pareció conveniente detenerme a demostrar algunos puntos que a muchos pueden sonarle polémicos. Sobre todo, dado que cada uno de los tres conceptos centrales han sido criticados en sendos artículos por R. Astarita, me remito a ellos como punto de partida para cualquier discusión particular.