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    Reflexiones y visiones de un asistema

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    Reflexiones y visiones de un asistema Empty Reflexiones y visiones de un asistema

    Mensaje por nunca Sáb Abr 11, 2015 2:45 pm

    Por el reconocimiento de los derechos de los asistemas.

    “Es curioso que, en los tiempos pasados, una pareja de amantes tuvieran total libertad para impedir el nacimiento de una criatura que había sido concebida ya en el vientre materno, o para separarse cuando habían dejado de amarse, y no tuvieran la misma posibilidad para emanciparse de un ente no humano (ni siquiera natural) en el que no creían, como era el sistema, quedándoles la única alternativa del vagabundeo y la mendicidad, lo cual tampoco les garantizaba una independencia total con respecto a aquél.” (Reflexión futurista)

    Igual que, en su día, los ateos exigieron que su derecho a no creer en Dios fuera respetado por aquellos que sí creían, actualmente, se hace necesaria la elaboración de un manifiesto que exija el respeto hacia aquellos que han dejado de creer en la necesidad de un sistema político, económico o social que les tutele (y su derecho a obrar en consecuencia). Un Manifiesto Asistema que les proteja frente a la ira y el fanatismo de los fieles sistemáticos.

    Igual que un ateo, un asistema no pretende convencer a nadie de sus creencias (o mejor dicho, de sus no creencias). Igual que un ateo no exige que la gente creyente deje de profesar sus cultos religiosos, un asistema no exige que la gente, que no quiera, deje de someterse a un determinado sistema, tan sólo reclama el derecho, de quien lo desee, a poder emanciparse de él. Desgraciadamente, igual que ayer los ateos fueron considerados como herejes, de igual modo hoy, los asistemas sufren el mismo cruel destino por culpa del fanatismo y la intolerancia dominante.

    Para un asistema, la vida en los tiempos actuales es tan difícil (o más) a como lo fuera para un ateo en los tiempos de la Inquisición, pues, al igual que éste debía entonces hacer profesión de una fe en la que ya no creía si no quería ser condenado a la hoguera, un asistema se ve obligado a hacer mil cosas diferentes por un sistema en el que ya no cree si no quiere acabar en la cárcel, en el manicomio o apaleado por el fanatizado vulgo sistemático. A las anteriores dificultades se añade la de que un asistema nace en un mundo totalmente sistemático (como un ateo del pasado nacía en un mundo totalmente teocéntrico), lo cual hace que, además de tener que enfrentarse a las dificultades exteriores, deba llevar a cabo una feroz lucha interior para derribar los prejuicios adquiridos desde su nacimiento.

    Ya va siendo hora de que el derecho de una persona a no creer en el tipo de sistema político, económico o social que sea, y el derecho a obrar en consecuencia con ello, sean reconocidos y respetados, del mismo modo que se reconoce y respeta el derecho de una persona a no creer en Dios y a no hacer ningún tipo de acto de profesión de fe al respecto.

    Indudablemente, queda mucho camino por recorrer, pero del mismo modo que hoy se consideraría aberrante que una persona que no cree en Dios tuviera que ir obligatoriamente a misa, confesarse, pagar el diezmo y demás obligaciones que las personas tenían con la iglesia en los tiempos pasados, en un futuro se considerará igualmente aberrante que un ser humano, que ha dejado de creer en los sistemas, tuviera que vivir en urbes macropobladas, realizar trabajos robóticos, cumplir ciertos deberes con el Estado (desde el cumplimiento de leyes, al pago de impuestos), adaptarse a las modas dominantes de tipo social, cultural, científico… si no quería verse expuesto, no sólo a la furia de las instituciones, sino también a la del populacho. Del mismo modo que hoy un hombre es libre para someterse o no a la autoridad divina, mañana lo será para estar sujeto o no a la del sistema.

    Las dudas y preocupaciones que asaltan hoy al fanático sistemático, con respecto a los derechos del asistema, son las mismas que asaltaron ayer al fanático teológico, con respecto a los derechos de los ateos, pero, tal y como se pudo comprobar posteriormente, el reconocimiento de los derechos de éstos, sólo sirvió para beneficiar a ambas partes. De igual modo ocurrirá cuando los derechos de los asistemas sean reconocidos: tanto éstos como los sistemáticos se verán beneficiados por este nuevo avance.

    Por todo lo anteriormente expuesto, os animo, desde estas líneas, a la elaboración de manifiestos, ensayos o tratados que reivindiquen el reconocimiento de los derechos de los asistemas como un paso más (necesario e inevitable) en el progreso de la especie humana. Ya va siendo hora de que la humanidad, en su imparable desarrollo, logre despojarse de otro pesado lastre; algo que, tarde o temprano, terminará por ocurrir de todas formas.

    A continuación, y a modo de ejemplo, propongo seis puntos (y una cita de encabezamiento) que bien podrían formar parte de un futuro Manifiesto Asistema:

    “Una misma ley para el león y para el buey es opresión.” (William Blake)

    - Cuando una persona toma conciencia de los mitos, leyendas y falsedades que envuelven a todo sistema, ya sea político, económico o social, no podrá volver jamás a someter su mente a este tipo de creencias, convirtiéndose, a partir de ese trascendental momento, en un asistema para el resto de sus días, obligado a tomar las riendas de su propio destino.

    - Un asistema no es un antisistema, es decir, un asistema no pretende destruir el sistema dominante (pues para ello tendría que erigir otro aún más poderoso y, por lo tanto, más opresivo), tan sólo exige su derecho a que su no creencia en el sistema, así como su derecho a obrar en consecuencia con ello, sean respetados y reconocidos, tal y como se reconoce y respeta la creencia de los sistemáticos en el sistema.

    - Aunque existe una gran diversidad de asistemas, y no se puede hablar de un asistema estándar, sí existe unas pocas cosas comunes que les vinculan, como su no creencia en todo tipo de sistema y la repulsa hacia los pilares que los sustentan: educación obligatoria, medios de comunicación y entretenimiento, aparato jurídico, policial y militar, modas culturales, sociales, científicas…, por lo que verse sometido de forma permanente y obligatoria a todo ello constituye, para los asistemas, la misma tortura que para los ateos suponía asistir obligatoriamente a cualquier tipo de acto o ceremonia religiosa en los tiempos antiguos.

    - El derecho a no formar parte de cualquier tipo de sistema debe de ser considerado de forma tan natural como hoy se considera el derecho a no formar parte de cualquier clase de equipo deportivo, partido político, organización religiosa o grupo coral; y del mismo modo que no se obliga a quienes no forman parte de estos últimos a cumplir con las obligaciones necesarias para su mantenimiento, tampoco se puede obligar a quienes no desean formar parte de un determinado sistema a cumplir las obligaciones que éste exige para su mantenimiento.

    - El principal temor de los sistemáticos, con respecto a conceder a una persona el derecho a emanciparse del sistema, consiste en que creen que esto podría ser aprovechado por algunos para eludir las obligaciones, mientras siguen disfrutando de las supuestas ventajas del sistema. Esto no es más que un prejuicio irracional e infundado, pues, para un asistema, tales obligaciones y “ventajas” son igualmente nocivas en el camino hacia su emancipación, por lo que rechazará con el mismo desdén las segundas que las primeras. Por otra parte, si se diera el caso de que alguien, utilizando este derecho, hiciera lo que los sistemáticos tanto parecen temer, debería ser motivo de alegría para ellos, pues, en tal caso, el falso asistema no dejaría, de algún modo, de seguir vinculado con el sistema que los sistemáticos tanto desean conservar.

    - Si los anteriores razonamientos no terminan de convencer al sistemático, los asistemas estaríamos dispuestos a dejar constancia, por escrito, de nuestro deseo de renunciar tanto a las obligaciones que impone un sistema, como a todo aquello que los sistemáticos consideran como ventajas (internet, televisión digital, automóviles, aire acondicionado, depilación láser...); todo ello con el objetivo de llevar hasta las últimas consecuencias nuestro ideal.

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    Mensaje por nunca Sáb Abr 11, 2015 2:49 pm


    Reflexiones sobre Zombilandia.

    - El liberalismo tiene muy poco que ver con la libertad y sí mucho con una codicia compulsiva alienante.

    - Mientras no seas capaz de comprender que la sociedad de masas se creo con el único objetivo de concentrar al mayor número posible de personas en un reducido espacio, con el fin de poder recurrir a ellas con mayor facilidad y usarles como esclavos al servicio de la maquinaria de los creadores de tal sociedad (codiciosos compulsivos); o que los llamados avances sociales (sanidad, educación, medios de comunicación, entretenimientos...) no tienen otro objetivo que el de aumentar el grado de eficiencia de dichos esclavos, no serás capaz de comprender nada.

    - La diferencia entre una democracia y otras formas de gobierno es que en la democracia el ser humano acepta con mayor conformidad su condición de esclavo, mientras que en otras reacciona con rebeldía. Pensado de este modo, cualquier forma de gobierno es preferible a la democracia, que se ha revelado como la forma de esclavismo más eficaz.

    - Democracia: sistema político en el que una minoría intelectual manipula y direcciona, en un determinado sentido, los vicios, la ignorancia y la estupidez de la gran mayoría.

    - La disolución de la mente del individuo en la masa, a través de la televisión, internet, la educación obligatoria, el trabajo asalariado o las diversiones sociales, ha sido la táctica utilizada para alcanzar su peculiar "Ordo ab chao".

    - Las ciberdemocracias de masas consumistas se han revelado como eficaces sistemas para construir personas dóciles, sin talento y fácilmente predecibles, ¡el sueño de todo tirano!

    - El orientalismo digital se está revelando como un efectivo método para adaptar a los individuos a un mundo cada vez más deshumanizado, hostil y ridículo; eso explica el interés de los llamados liberales en su promoción.

    - Uno de los aportes más devastadores de la democracia liberal a nuestro sistema de ideas es que nos ha hecho creer que cualquiera servía para cualquier cosa. Esto ha llevado a personas de gran talento y valía a rodearse, sin ningún reparo, de seres estúpidos y perversos en todos los ámbitos de sus vidas, de tal modo que éstos últimos terminaron por anular y destruir a los primeros. Las consecuencias de esta tragedia no han sido sólo individuales, sino también colectivas, pues, al ir perdiendo talentos, la humanidad se ha ido estupidizando y pervirtiendo cada vez más.

    - El marxismo ha sido uno de los mayores colaboradores en la construcción de la inhumana sociedad actual, animando a miles de millones de individuos a adaptarse a unos trabajos brutales y alienantes con la esperanza de que sus condiciones mejorarían, en lugar de incitarles a que los abandonaran radicalmente antes de que se convirtieran en robots.

    - ¡Extraños tiempos éstos en los que hasta aquellos que se denominan anarquistas apoyan las reivindicaciones de los espíritus pequeño-burgueses!

    - No puedo dejar de admirar la prodigiosa alquimia mental, llevada a cabo por algunos, para conciliar sistemas de ideas cuya base es la más absoluta repudia a la codicia material, como el cristianismo, el budismo o las enseñanzas del Corán, con otro cuya base es la estimulación de la codicia material, como el capitalismo. Supongo que el dogmatismo presente en todos ellos habrá sido el nexo de unión.

    - Uno de los mayores errores de los analistas político-sociales, al denunciar la deshumanización de la sociedad actual, ha sido el de centrarse en la crítica del poder y dejar de lado la responsabilidad que en ello ha tenido la obediencia de los sometidos. El poder corrompe, pero la obediencia también.

    - Vincularte, del modo que sea, con una mujer (u hombre) mínimamente abducida por las convenciones sociales puede convertirse en el comienzo de la desintegración de lo más grandioso que hay en ti. No te conviertas en otro Epimeteo; desprecia ese regalo envenenado; huye de él como de la peste. Comprometerte lo más mínimo con alguien así es sacar un billete directo hacia el abismo de la más infernal mediocridad.

    - En un momento como el actual, en el que los sujetos han interiorizado, hasta lo más profundo, la competitividad capitalista, las conocidas como "armas de seducción" sólo tienen un objetivo: la dominación del otro. Así que tú verás en quien te fijas.

    - No esperes mucho de los otros; el capitalismo ha colonizado la práctica totalidad de las mentes de quienes te rodean, debido a lo cual, su interés hacia ti radica en tu mayor o menor predisposición para aceptar sus "ofertas" y "descuentos". Hoy las relaciones entre personas se basan en criterios puramente mercantiles, nunca humanos.

    - La estupidez humana y el engreimiento de aquellos que la poseen ha alcanzado tales cotas, que no es buen momento para pasar imprudentemente a la acción, sino para esperar valientemente cultivando tu interior. Gastar tiempo en tratar de convencer a un vulgar, orgulloso de su vulgaridad, será un paso atrás en tu crecimiento.

    - Hoy, la inquisición ya no necesita una sede física, al estar firmemente asentada en las mentes de la gran mayoría de los seres humanos gracias a la ayuda, principalmente, de los llamados medios de comunicación (que no son otra cosa que medios de hipnotismo).

    - Con el correr de los años, la televisión, al igual que otros medios de comunicación (internet, cine, radio, prensa, vallas publicitarias, comics...), serán vistos con el mismo horror con el que hoy contemplamos los aparatos de tortura de la inquisición, y la gente se asombrará de que sus antepasados se sometieran de forma voluntaria a algo que atentaba tan profundamente contra su independencia emocional, sentimental y creativa. Esto no querrá decir que el hombre haya alcanzado un mayor grado de libertad, sino que el tirano habrá transformado sus medios de dominación en otros más sutiles.


    - Una forma muy eficaz de vulgarizar o denigrar una obra de arte o un pensamiento filosófico es convirtiéndolos en materia de estudio en institutos o universidades.

    - Una sociedad enferma necesita normalizar las patologías de los individuos que la componen. Por eso, hoy, a la codicia se le llama espíritu emprendedor; a la incapacidad de los sujetos para asumir las riendas de sus vidas, elecciones democráticas; al sadomasoquismo, relaciones laborales o educación; a la vanidad y al chismorreo, redes sociales; o a la mediocridad y al conformismo, ciudadanía.

    - Hoy, se considera como una utopía pretender ser plenamente humano, y se admite como racional, y deseable, un elevado grado de robotización en el individuo. Esto ha conducido a que las personas únicamente se preocupen por aquello que les permite seguir ejecutando de forma efectiva sus cualidades robóticas.

    - La locura ha llegado a tal extremo, que si aún existiera el puesto de verdugo, y se produjera un despido improcedente de alguno de ellos, los sindicatos clamarían, al unísono, por su readmisión inmediata, para que continuase con su labor de cortar cabezas. De igual modo, si a tal puesto se accediera por oposiciones, éstas estarían totalmente concurridas (¿no pasa ya con las pruebas de acceso a policía o militar? ¿Dudaría lo más mínimo la inmensa mayoría de los desempleados en trabajar en una fabrica de armas, si hubiera algún puesto vacante?).

    - Si la sociedad actual te asquea, ¡enhorabuena!, aún hay posibilidades de que no te hayas convertido en un robot.

    - Una sociedad inhumana e inmoral, como en la que vives, sólo puede funcionar con sujetos inhumanos e inmorales capaces de adaptarse a ella. En tus manos está fracasar en esta adaptación o fracasar como ser humano.

    - No aspirar al éxito en una sociedad enferma es ya todo un triunfo.

    - Antes la gente vendía su alma por pasar una buena vida. Hoy venden su alma y su vida, pero soy incapaz de comprender exactamente para qué.

    - Alcanzar la fama en un mundo de zombis no dice nada bueno de aquel que ha alcanzado la fama.

    - Aquellos que se alegran porque cada vez haya más vigilancia en las calles, serán los mismos que se alegrarán en el futuro de que al ser humano se le pueda encender y apagar con un botón.
    A personas así se les podrían decir cosas como éstas:

    1º Termina una carrera, consigue un buen trabajo, esfuérzate todo lo posible y, sobre todo, date mucha prisa, no vayas a llegar tarde a tu entierro.
    2º Ni educación pública ni privada, la lobotomía es lo más efectivo.
    3º Exige una educación pública de calidad y un trabajo digno, ¡no renuncies nunca a tu condición de esclavo!
    4º Manifiéstate, apúntate al 15M, protesta contra la corrupción de las clases dirigentes, ¡tienes toda la razón! Quizá la esperanza se encuentre en la ausencia total de valores humanos y en la estupidez galopante de las clases dirigidas.
    5º Consideras tu deber tener un hijo, ¡adelante! Él nunca podrá agradecerte lo suficiente el derroche de “generosidad” y “sabiduría” que llevaste a cabo al traerle a un mundo depravado y miserable como éste.
    6º Si realmente estás convencida de que la verdadera razón por la que usas esos tacones de 10 centímetros, con los que apenas puedes caminar, o esa superminifalda, en pleno invierno, es porque te hacen sentirte más guapa (y no poderosa), ¡enhorabuena!, por fin has conseguido tranquilizar tu conciencia.
    7º Ten mucho cuidado con el violador del ascensor, pero no te olvides de la hormiga mutante de doce patas, ni del enano de los pedos cósmicos, pueden estar esperándote a la vuelta de la esquina.
    8º Tranquilo, los polos aún siguen ahí, lo que hace tiempo que se derritió fue la inteligencia humana.
    9º Tienes toda mi comprensión. En una sociedad como en la que vives, que ha sobrepasado en años luz el gasto de propaganda de la Alemania nazi o de la Rusia estalinista, entiendo perfectamente que alguien como tú no tenga más remedio que ser como ellos quieren que seas.
    10º Me preocuparía mucho si alguien como tú pensase sobre mí de otra manera.

    - Lo siento, pero tengo que darte una mala noticia: vives rodeado de dementes, ¿cómo explicar si no el hecho de que la máxima aspiración de quienes te rodean sea encontrar un trabajo alienante al que entregar los mejores años de sus vidas? Por no hablar del resto de sus aspiraciones secundarias, igualmente demenciales (como vivir el resto de sus existencias encerrados en enjambres de acero y hormigón). En un mundo así resulta realmente complicado conservar la cordura, por eso, sólo puedo desearte mucho ánimo.

    - Desengáñate, el problema no está en la codicia y el egoísmo sin límites de las clases dirigentes, sino en que los dirigidos no sean mucho mejores.

    Advertencia final: Que el análisis crítico de la realidad no te lleve al pesimismo. Nunca antes el camino de la liberación fue tan fácil de vislumbrar como en los tiempos actuales. Basta con observar el comportamiento deshumanizado y miserable de la inmensa mayoría, y hacer exactamente lo contrario.

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    Mensaje por nunca Sáb Abr 11, 2015 2:54 pm

    Mensaje tranquilizador a la "ciudadanía" ante la actual situación.

    Tranquilos, tranquilos, no perdáis la calma. Muchos de vosotros estáis en paro, otros habéis perdido la casa, a algunos les han retirado las subvenciones, a muchos les han bajado el sueldo y les han aumentado la jornada de trabajo, la inmensa mayoría está sufriendo las consecuencias de los recortes en la sanidad y en la escuela pública; pero de verdad, estad tranquilos, todo volverá a la normalidad, sólo tenéis que tener un poco de paciencia, ya cada vez falta menos. Os aseguro que ellos están orgullosos de vosotros, lo estáis haciendo muy bien (especialmente aquéllos y aquéllas que estáis participando tan desinteresadamente en sus revueltas prefabricadas).

    El plan consiste en haceros desear con todas vuestras fuerzas las cadenas que hace tiempo os impusieron; en darle un nuevo colorido a las paredes de la prisión en la que estáis encerrados. Ellos pensaron lo siguiente: “¿Cómo podemos hacer que estos seres humanos deseen con todos sus fuerzas seguir viviendo en cautiverio? ¿Qué podemos hacer para que no se les vuelva a pasar por la cabeza la idea de abandonar el rebaño? ¿Cómo podemos conseguir que sigan amando una forma de vida tan aberrante y desnaturalizada como la que viven hoy en día? Muy fácil, representemos a escala mundial un drama en diferentes actos: crisis económica, despidos masivos, recortes, manifestaciones, huelgas, desalojos, corrupción política y empresarial (y muchas otras cosas que aún quedan por llegar). Hagámosles pasar durante un tiempo por situaciones que les provoquen graves estados de estrés y ansiedad, y cuando por fin estén a punto de reventar, volvamos a ofrecernos como sus salvadores. Cambiaremos algunas pequeñas cosillas para que nada cambie y asunto resuelto. Les tendremos otra vez comiendo de nuestras manos con más ganas y pasión que nunca”.

    Por eso, estad tranquilos, no perdáis la calma, se trata sólo de una situación temporal, pasajera, tras la cual, todo volverá a ser como antes. Sólo tenéis que esperar un poquito. Recuperaréis vuestros alienantes y embrutecedores puestos de trabajo, con aumento de sueldo incluido, para que podáis compraros un nuevo hueco en esas torres de ladrillos y hormigón llamadas edificios, construidos en esas macrocárceles hiperpobladas y deshumanizadas llamadas ciudades. Vuestros hijos volverán a ser adoctrinados y lobotomizados con mucha mayor eficacia que antes en las escuelas y universidades. Vuestra salud volverá a estar en manos de mercenarios, cuyo objetivo principal será el de haceros yonquis de por vida de los productos farmacéuticos, con el fin de convertiros en robots más productivos y más adaptados a una sociedad contranatura.

    Cuando todo esto pase, tan sólo lo recordaréis como una terrible pesadilla; una pesadilla que se os quedará gravada a fuego en vuestro subconsciente para toda la vida (y que vosotros mismos os encargaréis de gravar en la mente de las generaciones venideras). De este modo, las cadenas con las que os volverán a esclavizar os darán la impresión de ser menos cadenas, y las cárceles en las que os volverán a encerrar, menos cárceles. Habréis conseguido hacer su sueño realidad: los prisioneros convertidos en sus propios carceleros.

    Ánimo, sólo tenéis que aguantar un poco más, cuando por fin hayan conseguido borrar de vuestras mentes el significado de la palabra Libertad, todo habrá acabado.

    “La explotación del país, la extensión de la soberanía sobre la tierra, en la medida que excede de las fuerzas naturales del individuo, sólo ha sido posible hasta hoy en la historia porque antes de instituir la propiedad de la tierra, o al mismo tiempo, se realizó la necesaria servidumbre del hombre. En los periodos ulteriores de la evolución esa servidumbre se suavizó, y su aspecto actual en los Estados más civilizados es un salariado.” Karl Eugen Dühring, ideólogo burgués de mediados del siglo XIX (extraído del Anti-Dühring, Parte II, Cap. IV, Engels).

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    Mensaje por nunca Sáb Abr 11, 2015 2:59 pm

    Buscando una alternativa a la autodestrucción inducida por la civilización.

    “Esta actividad del filósofo, que desenmascara los falsos valores, que denuncia las trampas alienantes de una sociedad envilecida y vana, no se presenta como revolucionaria, porque el destinatario del mensaje filosófico es siempre el individuo. Sólo a la persona que decide seguir este camino le ofrece una senda para la liberación y la serenidad.” (Carlos García Gual, Epicuro, cap. 3)

    Como ya expuse en el artículo anterior, la civilización, para poder sobrevivir, ha necesitado, desde sus comienzos, reprimir todo lo posible los instintos de vida y libertad de los individuos que han venido formando parte de ella, de lo contrario habría caído en la anarquía y habría desaparecido (1).

    Históricamente, esto se ha considerado un logro de la humanidad, sin tener en cuenta que este supuesto triunfo del hombre (civilización) sobre la naturaleza (anarquía) se ha conseguido a costa de sacrificar la salud mental de casi la totalidad de la humanidad.

    Como decía, la represión ejercida sobre el individuo, desde su más tierna infancia hasta prácticamente su muerte, ha sido el mecanismo de supervivencia de la civilización. Esta temprana represión ha engendrado, según su mayor o menor grado, individuos más o menos reprimidos, con todos los traumas y trastornos psicológicos más o menos graves (depresión, ansiedad, estrés, neurosis o psicopatías varias) que ello conlleva.

    Han sido los individuos que más han interiorizado esta represión (los que en el artículo anterior denominé caracteres sádicos y masoquistas) los principales encargados de perpetuar la civilización. Una represión, inducida a través del miedo, que les lleva a sentir la imperiosa necesidad de defender, al precio que sea, el orden artificial y antinatural que es la civilización, al que consideran imprescindible para su supervivencia (2).

    En otras palabras, la civilización es un producto del desequilibrio mental de los seres humanos, que se perpetúa, desde hace siglos, gracias a producir individuos cada vez más desequilibrados, incapaces de vivir sin ella. Un círculo vicioso (más bien una espiral) cuyos perniciosos efectos se van agravando con el transcurrir del tiempo.

    Desgraciadamente, el número de individuos desequilibrados, así como el grado de su desequilibrio ha ido creciendo en el planeta progresivamente, a lo largo de la historia. Perfectamente, podríamos calificar a la civilización como un agente transmisor de un trastorno mental incurable y que se contagia con gran facilidad, ampliando, de generación en generación, su grado de destructividad (3).

    Fueron los filósofos epicúreos en occidente y los sabios taoístas y zen en oriente quienes mejor analizaron este trastorno psíquico degenerativo e incurable que la civilización produce en la especie humana, y quienes mejores propuestas hicieron para tratar de protegerse de este mal, y paliar, en la medida de lo posible, sus efectos, conscientes de la imposibilidad de dar marcha atrás y volver al estado de “el salvaje feliz”.

    ¿Qué hacer?

    En primer lugar, no queda más remedio que aceptar el carácter incurable y degenerativo de este mal que es la civilización; algo casi imposible para la mentalidad idealista platónica que predomina, hoy en día, en la mayor parte de los individuos, y que lleva a éstos a intentar “mejorarla”, lo cual no hace sino retroalimentar y perfeccionar su perversidad: El individuo, al tratar de “humanizar” la maquinaria civilizatoria, lo que consigue es hacerla más perfecta y sofisticada y, por lo tanto, más difícil el librarse algún día de ella.

    La civilización está ahí, nunca desaparecerá, sino que continuará perfeccionando sus mecanismos represivos cada vez más. Se trata de una cruda verdad, pero necesaria, para poder dar los siguientes pasos.

    Una vez asumido lo anteriormente dicho, es necesario asumir también que las soluciones colectivas masivas no son posibles (pues la mayor parte del género humano está “perdido” de antemano) y que la única solución viable es la "salvación" personal y la de aquellos pocos que comparten nuestras inquietudes. Empeñarse en soluciones colectivas masivas es asegurarse el mismo destino sufrido por Sócrates, Jesucristo o, si se quiere, por Neo, el protagonista de la saga cinematográfica “Matrix” (4). Toda propuesta que nos induzca a la autoinmolación personal en pro de la supervivencia de la civilización tiene un origen bien definido: aquellas personas profundamente reprimidas que han desarrollado un carácter sádico- masoquista insano (principalmente las clases dirigentes).

    Epicuro, igual que los sabios zen, era consciente de que la vuelta al “paraíso” era imposible, y que tratar de convencer a la mayoría de sus semejantes de la necesidad de ello era aún más difícil, por lo que decidió apartarse lo más posible de la ya alienante civilización de entonces con aquellos pocos que pensaban como él, con el fin de atenuar los daños psíquicos sufridos, así como evitar sufrir más.

    A lo largo de la historia, su ejemplo ha sido seguido de diferentes formas por multitud de personas; el problema ahora, unos cuantos siglos después, es que debido al carácter degenerativo de esta plaga civilizatoria, el espectro de individuos afectados por ella se ha ido ampliando cada vez más, así como sus resistencia a cualquier tipo de “antídoto” (pues cada vez están más convencidos de la normalidad de su “locura”).

    En los tiempos actuales, no sólo se ha hecho cada vez más difícil tratar de situarse al margen de la civilización (pues, debido al control estatal de prácticamente todos los rincones y recursos del planeta, es prácticamente imposible hacerlo), sino también encontrar a alguien con quien hacerlo.

    Hoy, como en los tiempos de Epicuro, sigue siendo una utopía la vuelta al “paraíso”, pues como he explicado antes, la perpetuación de la civilización, de generación en generación, es imparable; pero tampoco parece realizable la solución propuesta por Epicuro en su día (el Jardín), es decir, la de aquel apartamiento de la sociedad por parte de un pequeño grupo de personas que conseguían ser autosuficientes en cuanto a las necesidades básicas se refiere.

    En los tiempos de Epicuro, el aparato estatal no estaba tan desarrollado como en los tiempos actuales, ni la propiedad de la tierra tan controlada, por lo que entonces era mucho más fácil retirarse de las grandes ciudades y formar una pequeña comunidad autosuficiente que pudiera pasar desapercibida durante años para el Estado (5).

    Tratar de llevar a cabo, y al pie de la letra, el ideal del Jardín de Epicuro, en la actualidad, creo que sería un grave error, que podría acarrearnos consecuencias parecidas a las de poner en práctica el ideal de “salvar a la humanidad”. Debemos aceptar que todo ha empeorado (y seguirá empeorando), y que las muchas posibilidades que antes se le ofrecían al ser humano para ser libre, se han reducido ostensiblemente. Esto no nos debe llevar al pesimismo, sino, sencillamente, a adaptarnos a los tiempos que corren y a las posibilidades que tengamos. No se trata de ser “puros” (algo que por otra parte nos conduciría a la desesperación, al aislamiento y seguidamente a la autodestrucción), sino de ser realistas y tratar de “contaminarnos” lo menos posible (y "descontaminarnos" lo más posible), en función de las posibilidades de cada uno.

    “También la frugalidad tiene su medida; el que no la tiene en cuenta sufre poco más o menos lo mismo que el que desborda todos los límites con su inmoderación.” (Epicuro, SV 63)

    En cualquier caso, y como dice el manifiesto antitanático, publicado en este blog, no a todos nos vienen bien exactamente las mismas cosas que a otros, ni siquiera a uno mismo le vienen bien siempre las mismas cosas durante toda su vida (“El hombre que jamás cambia de opinión es como el agua estancada: engendra los reptiles de la mente” W. Blake). Por eso, es muy importante no tomarse nunca nada al pie de la letra, sino tratar de adaptarlo a nuestras propias capacidades personales, teniendo en cuenta que éstas van variando a lo largo de nuestra existencia; cogiendo lo que consideremos más adecuado y rechazando aquello que consideremos menos oportuno, según el estado en el que nos encontremos.

    El lema "No tienes más derecho que hacer tu voluntad", con todo lo que conlleva, enunciado por Aleister Crowley, creo que puede ser también una propuesta eficaz para combatir la autodestrucción (o muerte en vida) inducida por la represión civilizatoria. Crowley, tras estudiar minuciosamente las leyes que regían el comportamiento de la naturaleza, y ver que ésta obedecía únicamente a su propia voluntad (el movimiento de la luna, de la tierra o del sol, por ejemplo), determinó que los seres humanos (como parte de la naturaleza que somos), una vez superada la represión civilizatoria, y descubierto cuál era su verdadera voluntad, sólo tenían el derecho de cumplirla y no hacer nada más que eso: su voluntad. Lo cual tampoco es tarea sencilla, teniendo en cuenta el alto grado de represión al que nos ha sometido la civilización actual.

    En cualquier caso, OS MANDO MUCHO ÁNIMO a aquellos y aquellas que estéis buscando el camino de la liberación, pues las dificultades son muchas y no nos queda otra.

    (1) Me refiero a que habría desaparecido la civilización, no el ser humano como especie.
    (2) Estos individuos no son sólo los dirigentes de los estados, sino también la gran mayoría de sus súbditos.
    (3) Como comenté en un artículo anterior, W. Reich utilizó el término peste o plaga emocional para calificar un tipo de trastorno del carácter ocasionado por la represión civilizatoria. Muchos siglos antes, Epicuro calificó de “enfermedad sagrada” los trastornos ocasionados en el individuo por la civilización.
    (4) Estos modelos de mártires (y muchos otros), propuestos o promocionados por las clases dirigentes, han tenido el objeto de motivar e involucrar a los individuos en la renovación o revolucionarización de la civilización, a costa de sacrificar su propia vida.
    (5) En cualquier caso, las comunidades Epicúreas, con el paso del tiempo, fueron sufriendo persecuciones cada vez más duras.

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    Reflexiones y visiones de un asistema Empty Re: Reflexiones y visiones de un asistema

    Mensaje por nunca Sáb Abr 11, 2015 5:26 pm

    La civilización: un orden psicopatológico.

    “En mi primera infancia mi padre me dio un consejo que, desde entonces, no ha cesado de darme vueltas. Cada vez que te sientas inclinado a criticar a alguien -me dijo- ten presente que no todo el mundo ha tenido tus ventajas.” (F. Scott Fitzgerald, El Gran Gatsby)

    La civilización es un orden antinatural y perverso. Para su supervivencia ha precisado, desde su nacimiento, de la represión de los instintos de vida de los seres humanos que han venido formando parte de ella a lo largo de los siglos (1); con tal objetivo, se ha venido dotando de diferentes instituciones: familia, escuela, iglesia, ejército, policía, medicina, medios de comunicación, etc…

    La ecuación es simple: sin la represión de la mayoría, el desarrollo productivo sobre el que se cimenta toda civilización (especialmente la capitalista) no podría llevarse a cabo.

    Esta represión que se ejerce sobre los individuos, prácticamente desde su nacimiento, provoca diversos desequilibrios psíquicos de mayor o menor gravedad, según el grado de represión al que se haya estado sometido. Estos desequilibrios pueden ir desde la depresión, ansiedad o estrés, a la neurosis o psicopatías de diverso grado. Precisamente, son los individuos que han desarrollado este último tipo de trastorno, los encargados principales de perpetuar el sistema civilizatorio.

    Las personas que desarrollan la psicopatía (en sus diferentes niveles), son personas que desde su infancia han sufrido un alto grado de represión; una represión que ha ido, poco a poco, anulando sus instintos de vida y forjando un carácter sádico, lo que Freud llamaba erróneamente (o interesadamente) instintos de muerte (2). Un sadismo que, de un modo inconsciente, tiende a la destrucción de aquellos caracteres vitalistas (aquellos que se han visto menos influidos por la represión civilizatoria o han logrado escapar de ella) que no están dispuestos a someterse a la represión propia del sistema civilizatorio, siendo considerados por tal motivo como una amenaza a la estabilidad de dicho sistema.

    Es decir, las personalidades sádicas han interiorizado de tal modo la represión sufrida desde su infancia, que consideran como natural y, sobre todo, como necesaria, la represión de los instintos de vida de los seres humanos; por lo que todo aquel que no se someta voluntariamente a la represión constituye una amenaza potencial para la estabilidad y continuidad del orden represivo establecido; un individuo al que hay que combatir para mantener este insano orden que ellos consideran como natural y necesario.

    El psicópata (o sádico) prefiere morir en vida (y que sus semejantes también lo hagan), para que la civilización represiva sobreviva.

    El carácter psicopático es prácticamente incorregible, pues éste es incapaz de identificar su comportamiento como insano. Igualmente, son incorregibles las circunstancias que construyen este tipo de carácter (la propia cultura). Se podría decir que, desde hace siglos, la humanidad entró en un círculo vicioso (la civilización) del que parece que ya no tiene (al menos de momento) escapatoria posible: La civilización crea millones de individuos con personalidad psicopática, que perpetuarán, gracias a su psicopatía e instintos sádicos, el orden civilizatorio represivo. Estos individuos no sólo ocupan los altos puestos del poder, sino que se encuentran en todas las esferas de la civilización: un padre de familia, un profesor de instituto o un simple compañero de trabajo; un hecho que hace posible la extensión de la represión a todos los niveles de la civilización (3).

    Este orden también sobrevive gracias a la colaboración de lo que podríamos denominar como personalidades neuróticas (4). Su número es, sin lugar a dudas, el más elevado. Son aquellos individuos que, profundamente atemorizados por la represión sufrida, han desarrollado un carácter masoquista (5) y son incapaces de vivir sin amos (personalidades psicopáticas), a los cuales defenderán, con el fin de proteger el orden impuesto por éstos, el cual les proporciona una cierta ilusión de seguridad. Estas personas tienen la capacidad de cambiar de amos (habitualmente como consecuencia de la manipulación de individuos de carácter psicopático que quieren ocupar puestos de poder ocupados por otras personalidades psicopáticas: las revoluciones son un ejemplo), pero nunca de destruir el orden civilizatorio vigente.

    Por último, el número de individuos que han desarrollado unos instintos de vida sanos (aquellos que han sido menos influidos por la represión o han podido liberarse de ella) son la minoría y, como comenta Gustave Le Bon, en su “Psicología de las masas”, incapaces de hacer frente al orden civilizatorio. Estos individuos pueden también verse afectadas por trastornos como la ansiedad o la depresión o, incluso, llegar a convertirse en neuróticos (masoquista) o psicópatas (sádico), si no son capaces de reaccionar a tiempo y de forma adecuada.

    No suele existir un individuo con un carácter sádico o masoquista completamente puro, sino que ambos caracteres suelen estar mezclados en un mismo individuo, con un mayor o menor predominio de uno u otro rasgo.

    Los individuos en los que predomina el carácter sádico, o en los que predomina el masoquista, cuyos instintos de vida han quedado completamente (o casi completamente) anulados por la represión sufrida, seguirán surgiendo y reproducirán la civilización que les volverá a engendrar, y así sucesivamente. Igualmente, seguirán surgiendo individuos que han sido menos influidos por la represión sufrida, o han logrado superarla, los cuales, si no son conscientes del hecho anteriormente descrito, y se empeñan en cambiar al resto de la humanidad a su imagen y semejanza, corren el riesgo de acabar adquiriendo también un carácter sádico-masoquista o, como mínimo, desarrollar algún otro tipo de trastorno psíquico como la depresión o la ansiedad.

    Tanto los individuos psicopáticos que desarrollan principalmente un carácter sádico, como los neuróticos que desarrollan principalmente un carácter masoquista, padecen un desequilibrio que podría considerarse como irreversible en la inmensa mayoría de los casos, al haber anulado por completo sus instintos de vida y haber desarrollado en su plenitud las pulsiones de muerte inducidas por la represión civilizatoria. Ante esto, el individuo sano, o que aspira a ser sano (pues ningún miembro de la civilización, por el mero hecho de formar parte de ella, está sano del todo), puede optar por dos opciones: o empeñarse en tratar de “salvar a la humanidad” (hacerles ver su desequilibrio psíquico) a costa de entregar su propia vida en el esfuerzo, al estilo platónico o cristiano (algo que además de ser una utopía, suele ser la opción propuesta por las personalidades sádicas que ocupan puestos de poder, con el fin de anular también a las personalidades vitales e involucrarles en su proyecto civilizatorio), o evitar el martirio y aprender a disfrutar de sus capacidades vitales plenamente, compartiendo este conocimiento con aquéllos que verdaderamente desean lo mismo.

    ¿Cómo llevar a cabo este proyecto con un cierto nivel de éxito, teniendo en cuenta el fuerte condicionamiento interno al que nos ha conducido la civilización? ¿Cómo hacerlo sin sufrir el hostigamiento de los sádicos y masoquistas que considerarán un ataque personal cualquier conducta que trate de eludir la represión civilizatoria? ¿Cómo evitar caer en el aislamiento por evitar dicho hostigamiento? Estas son, sin duda, algunas de las preguntas claves, cuya respuesta han tratado de dar tantas personas a lo largo de la historia (6).

    (1) Este instinto de vida es un instinto inherente a todo ser vivo, cuyo objetivo es la búsqueda de su máximo desarrollo; por ello, más que un instinto de placer, debería ser interpretado como un instinto creador o de libertad. Freud, como buen representante de las élites dirigentes, justificó su necesaria represión para el mantenimiento del orden civilizatorio que mantenía a aquéllas en el poder.
    (2) Estos instintos de muerte o destrucción no son más que una consecuencia de la represión ejercida sobre el individuo por la civilización para asegurar su perpetuación, y no algo innato en él, como defendía Freud o el propio Hobbes con el fin de justificar la perversidad del orden civilizatorio; por lo tanto, se trataría de un fenómeno artificial e inducido, al contrario que los instintos de vida, que acompañan al ser humano desde su nacimiento.
    (3) Andrew Lobaczewski, en su obra "Ponerología política", analiza minuciosamente el carácter psicopatológico de las clases dirigentes.
    (4) En el artículo anterior trato de explicar más concretamente cómo, a través de la estrategia del miedo, se origina este tipo de carácter.
    (5) Erich Fromm, en su obra “El miedo a la libertad”, analiza magistralmente los caracteres sádicos y masoquistas, aunque, desde mi punto de vista, comete el error de pensar (igual que Marcuse o Reich) que puede llegar a existir una civilización sana, es decir, sin la presencia de dichos caracteres.
    (6) La siguiente escena de la película "Matrix" es una magnífica alegoría de la situación en la que se encuentran los espíritus vitalistas en una civilización insana, formada en su mayoría por caracteres psicóticos y neuróticos difícílmente (pero no imposiblemente) corregibles, y de cómo éstos reaccionan ante las ansias vitales de aquéllos [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

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    Reflexiones y visiones de un asistema Empty Re: Reflexiones y visiones de un asistema

    Mensaje por nunca Sáb Abr 11, 2015 5:27 pm

    La represión inducida a través del miedo como fundamento de toda civilización.

    El fundamento de toda civilización ha sido siempre el dominio de una minoría sobre una mayoría. Esa ha sido la única razón de su existencia. Para alcanzar y perpetuar este orden, ha sido necesario reprimir los instintos de libertad y vida de dicha mayoría (1); para lo cual se han utilizado las más diversas estrategias, donde el miedo ha sido la base de todas ellas.

    Primero, se difunde una especie de miedo irracional y paranoico entre la población (antiguamente a través de la iglesia; hoy en día, a través de los llamados medios de comunicación de masas), con el objetivo de que los individuos sientan temor a desarrollar plenamente sus instintos de vida y libertad (totalmente opuestos a la sumisión exigida en toda civilización). A continuación, los gobernantes (el Estado) ofrecen a los individuos protección frente a tales miedos (en su día, el infierno; en la actualidad, el terrorismo o el cambio climático), a cambio de la sumisión a sus leyes y a sus costumbres. Por último, y no menos importante, los ciudadanos más persuadidos por la estrategia del miedo se convierten en los mejores aliados del propio Estado, al cual están dispuestos a proteger para conservar la ficticia seguridad que éste les proporciona, frente a aquellos cuyas ansias de libertad no pueden ser totalmente sobornadas por dicha estrategia.

    La ecuación es muy sencilla: cuantos más individuos reprimidos e incapaces de disfrutar de la vida (por el miedo inducido), más posibilidades tendrán la élite gobernante (mucho más reprimida aún) (2) de utilizarles, como si de títeres se tratase, para sus intereses personales.

    Hoy en día, gracias al desarrollo tecnológico e intelectual alcanzado por las élites gobernantes, los medios para inducir miedo entre la población son mucho más sofisticados que nunca, por lo que el grado de represión en los individuos es muy alto a pesar de la apariencia de libertad pregonada. El miedo a perder el empleo, la casa, el miedo al SIDA, a la violencia de género, al cambio climático, al terrorismo, a las guerras y a tantos otros fenómenos sociales provocados o manipulados por las élites, y difundidos masivamente 24 horas al día, 7 días a la semana, ha creado individuos totalmente atemorizados y reprimidos, angustiados por el mañana y completamente incapaces de disfrutar del presente.

    Un primer paso para escapar del círculo miedo-autorrepresión sería el de intentar evitar (en la medida de lo posible) toda propaganda del miedo difundida no sólo por los medios de la élites (televisión, cine, radio, periódicos, internet, vallas publicitarias, instituciones…), sino también la de aquellos grupos o individuos que, engañados por la estrategia del miedo, se han convertido, inconscientemente, en aliados de dichas élites (intelectuales independientes, partidos comunistas, algunas organizaciones anarquistas, o los llamados movimientos sociales como el 15M), perpetuando y retroalimentando con sus reivindicaciones (en las que el mensaje alarmista es la tónica) el orden de opresores (gobernantes) y oprimidos (súbditos) inherente a toda civilización (3).

    En definitiva, se trata de huir lo más lejos posible de todo discurso cuyo eje principal gire entorno al miedo (y a la seguridad o protección), pues su objetivo y consecuencia última será la autorrepresión de los individuos a los que va dirigido, por muy buenas intenciones con que se haga (si se quiere ayudar a la gente, lo último que se debe hacer es meterle más miedo).

    Es importante tener en cuenta que, debido a que prácticamente desde nuestro nacimiento se nos educa con la estrategia del miedo, con el fin de subordinar nuestros instintos de vida a la civilización, es muy difícil conseguir una desrrepresión total.

    A continuación, atenuado parcialmente el miedo, es hora de tomar decisiones. En nuestra sociedad, la primera y más importante sería la de abandonar nuestro trabajo asalariado (especialmente si se trata de un trabajo en el que no nos sentimos realizados, o que realizamos con el único fin de ganar dinero), sustituirlo por otro de mucha menor carga horaria o trabajar de forma ocasional. En caso de no tener trabajo, no preocuparse demasiado por encontrar uno fijo o de mucha carga horaria. La razón fundamental de esta decisión es que no hay nada, en esta sociedad, que reprima tanto nuestros instintos de vida como el trabajo asalariado, al supeditar la mayor parte de nuestra existencia a su disciplina e inflexibilidad horaria: si un día te apetece levantarte más tarde, no puedes; si un día de trabajo quieres ir a la montaña, tampoco puedes; si te toca trabajar un fin de semana que te apetecía irte con tu amante a un romántico paraje, tampoco; y así ad aeternum. Como decía Henry David Thoreau: “Yo creo que no hay nada, ni tan siquiera el crimen, más opuesto a la poesía, a la filosofía, a la vida misma, que ese incesante trabajar.”

    Es importante saber que optar por una forma de vida no reprimida puede conllevar riesgos, como que el resto de individuos (la gran mayoría), tremendamente reprimidos, te consideren una amenaza a su forma de vida (4). Cómo evitar o atenuar este peligro, o evitar el aislamiento, son otras de las claves (una vez superada la represión propia) para una vida sana, en una sociedad de individuos en su inmensa mayoría insanos (5).

    (1) Esta represión tiene como objetivo que los seres humanos no puedan disponer con absoluta libertad e independencia de sus vidas.
    (2) Pues dicha élite no sería otra que la de los débiles, decadentes y resentidos, incapaces de saborear plenamente la vida, a los que Nietzsche alude en gran parte de su obra.
    (3) Los mensajes y reivindicaciones de estas personas y colectivos (involuntaria o voluntariamente) nunca van dirigidos a desmontar el orden civilizatorio, sino a perfeccionarlo o hacerlo más confortable para los súbditos.
    (4) Wilhelm Reich explica esto muy bien en su obra “Análisis del carácter”, al tratar el concepto de Plaga Emocional: “El individuo aquejado por la plaga emocional tiene miedo a los impulsos naturales. Este miedo es el que le impulsa a hechos peligrosos si alguien amenaza seriamente su sistema social.” (Cap. XII, a)
    (5) Os invito a leer una reflexión de Graham Sutherland en este sentido, en el siguiente enlace: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]


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