La riumóchnaya es una 'institución' claramente soviética. Y ya no sólo soviética, sino de Leningrado. Los sombríos hombres de Leningrado siempre bebieron en la riumóchnaya.
Dostoievski escribió sobre San Petersburgo: "Ésta es una ciudad medio loca. En pocos lugares encontramos tanta influencia de lo oscuro, lo violento y lo extraño sobre el alma humana, como en Petersburgo ¡Su influencia climática es única!".
Aquí el invierno llega en noviembre y lo deja en abril. El viento penetrando por las bahías, aguanieve. Por la calle uno sólo puede moverse de refugio en refugio: del cálido vestíbulo del metro hasta una librería o una tienda de soldaditos de plomo.
La riumóchnaya es la guarida donde para para aprovecharse del calor sin que ninguno de los presentes le moleste; es como un pozo en el desierto. Precios de calderilla, silencio, orden. Todo el mundo está callado, como con un gran sentido de la dignidad. Los alterados corren más lejos: hacia casa, al hotel, a la filarmónica.
El nacimiento del género
La vieja Rusia no conocía las riumóchnayas. Su función la cumplían parcialmente las tabernas de bebidas espirituosas, cervecerías y restaurantes: un establecimiento para cada clase. Toda esta diversidad desapareció en 1914 con la introducción de la ley seca, y reapareció en 1925, después de la Revolución y la guerra civil. Pero los bares de Leningrado en la era de la NEP parecían una parodia de sus predecesores antes de la revolución. Aquí jaraneaban, como si fuera su última noche, trapicheros, malversadores y atracadores, mezclándose con visitantes bastante decentes.
El Plan Quinquenal de Stalin parecía enterrar la idea de bebidas y aperitivos. La situación se salvó gracias a una combinación de las dos máximas del líder soviético: "La vida se ha vuelto mejor; la vida se ha vuelto más divertida" y "Los obreros lo deciden todo". De acuerdo con esta tesis, las castas altas de la sociedad soviética dieron por supuesto que, en particular los restaurantes, era algo inaccesible para los simples mortales. Allí los legisladores, académicos y artistas nacionales consumían suntuosos platos.
Pero en la vida de la clase obrera tiene que haber un poco de diversión. Así que, a finales de los años 30, surgen cafeterías, bares, tenderetes de 'Cerveza y Agua', y, por último, las riumóchnayas. La esencia de todas estas variedades era una: hacer que el pueblo bebiera 'culturalmente', con algo para picar y las autoridades mirando de cerca.
El caso de Leningrado
El apogeo de la riumóchnaya tuvo lugar en el Leningrado en la posguerra. Recuerda el escritor Valeri Popov que "la riumóchnaya se convirtió en un lugar de reunión, debate, de citas, de relaciones institucionales y, por supuesto, no sólo para el ciudadano íntegro, sino también para el elemento criminal".
Una de las principales características de la riumóchnaya de la posguerra fue el interclasismo. Los restaurantes eran todavía inaccesibles para la gran mayoría de la población. Y todos, desde funcionarios a estudiantes, desde aquellos 'inclinados' a la mala vida de la noche hasta los mejores trabajadores, estaban alrededor de las mesas redondas con tapas de mármol artificial.
El paisaje comenzó a cambiar en algún punto hacia los años 60. La generación de Brodsky y Dovlátov descubre las posibilidades del restaurante: los precios en realidad resultan no ser tan prohibitivos.
Aparecen análogos de la riumóchnaya para la clase media. Se trata de cafeterías tipo buffet, sin camareros. Aquí se ven las capas negras de oficiales navales y los abrigos de astracán de sus bellas damas. Como recuerda un cliente habitual: "En la barra siempre había de tres a cinco tipos del mejor coñac, champán de todas las clases, caviar rojo y negro, pescado... y beber allí coñac del bueno (o coñac con champán, el llamado Brown Bear), una copa hasta arriba antes de la cena, era la felicidad absoluta.”.
La riumóchnaya siguió siendo un refugio para los trabajadores calificados como 'inteligentes', cosa que define el rostro social de la ciudad: hombres serios, de provecho. Estos asilos para quienes acababan de completar una jornada de trabajo desempeñaron el mismo papel que los pubs en Inglaterra. Afortunadamente, cada uno de los 15 distritos tenían un promedio de 103 establecimientos donde se servía alcohol (se podían llamar bocaterías, bares de tapas, cafeterías).
La riumóchnaya ante el capitalismo
En la década de los 90, las costumbres soviéticas eran muchas y la mayoría de veces se trataba de parodias poco divertidas. La nostalgia las ha envuelto de un halo irónico. Sin embargo, todos los restaurantes pseudosoviéticos complacían, salvo los extranjeros. No obstante, la riumóchnaya no cambió, y no desapareció de ninguna parte. Eran símbolos de San Petersburgo y sus funciones no han mutado.
La riumóchnaia clásica es una institución donde se bebe de pie, apoyando el vaso y la tapa en una barra, o en las mesas altas y redondas. Se bebe vodka, y se pasa del coñac y el porto. Para picar, bocadillos.
Una mujer estricta, a menudo tártara, conocedora de los clientes habituales, evita rápidamente cualquier violación del orden. Incluso los propios bebedores encuentran amor en sus subidas de tono de voz hacia los clientes borrachos de mirada infeliz, y pueden sacarles a la calle. También al contrario, si un cliente habitual se merece aprobación por su comportamiento, se le invita.
La edad media de quienes la frecuentan roza la jubilación; casi todos, personas bien educadas en el género sencillo y austero de la riumóchnaya. Es cierto que ahora aquí ya no se citan los colegas de negocios, sino aquellos que van a la misma escuela, que viven alrededor del mismo patio: jubilados, ingenieros, docentes, conductores, mecánicos, profesores de física y de educación física. La gente no está demasiado satisfecha con la vida de su alrededor. En cuanto a la tendencia política, la mayoría son básicamente comunistas.
La riumóchnaya no se ha lavado la cara. Ha habido varios intentos de crear algo de este género para un público más joven y solvente. Todos ellos han fracasado. Los jóvenes beben mucho menos que sus padres y abuelos: su alma no se apega al vodka. Prefieren los locales hipster, tomar un chupito en el bar de moda, en algún lugar de la Duma o Fontanka. Aunque a los verdaderos conocedores del género no les estiran los nuevos establecimientos, porque son caros.
La riumóchnaya aún vive, pero va muriendo lentamente con sus clientes, como las revistas gruesas o las partidas de dominó en el patio.
Fuente: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Dostoievski escribió sobre San Petersburgo: "Ésta es una ciudad medio loca. En pocos lugares encontramos tanta influencia de lo oscuro, lo violento y lo extraño sobre el alma humana, como en Petersburgo ¡Su influencia climática es única!".
Aquí el invierno llega en noviembre y lo deja en abril. El viento penetrando por las bahías, aguanieve. Por la calle uno sólo puede moverse de refugio en refugio: del cálido vestíbulo del metro hasta una librería o una tienda de soldaditos de plomo.
La riumóchnaya es la guarida donde para para aprovecharse del calor sin que ninguno de los presentes le moleste; es como un pozo en el desierto. Precios de calderilla, silencio, orden. Todo el mundo está callado, como con un gran sentido de la dignidad. Los alterados corren más lejos: hacia casa, al hotel, a la filarmónica.
El nacimiento del género
La vieja Rusia no conocía las riumóchnayas. Su función la cumplían parcialmente las tabernas de bebidas espirituosas, cervecerías y restaurantes: un establecimiento para cada clase. Toda esta diversidad desapareció en 1914 con la introducción de la ley seca, y reapareció en 1925, después de la Revolución y la guerra civil. Pero los bares de Leningrado en la era de la NEP parecían una parodia de sus predecesores antes de la revolución. Aquí jaraneaban, como si fuera su última noche, trapicheros, malversadores y atracadores, mezclándose con visitantes bastante decentes.
El Plan Quinquenal de Stalin parecía enterrar la idea de bebidas y aperitivos. La situación se salvó gracias a una combinación de las dos máximas del líder soviético: "La vida se ha vuelto mejor; la vida se ha vuelto más divertida" y "Los obreros lo deciden todo". De acuerdo con esta tesis, las castas altas de la sociedad soviética dieron por supuesto que, en particular los restaurantes, era algo inaccesible para los simples mortales. Allí los legisladores, académicos y artistas nacionales consumían suntuosos platos.
Pero en la vida de la clase obrera tiene que haber un poco de diversión. Así que, a finales de los años 30, surgen cafeterías, bares, tenderetes de 'Cerveza y Agua', y, por último, las riumóchnayas. La esencia de todas estas variedades era una: hacer que el pueblo bebiera 'culturalmente', con algo para picar y las autoridades mirando de cerca.
El caso de Leningrado
El apogeo de la riumóchnaya tuvo lugar en el Leningrado en la posguerra. Recuerda el escritor Valeri Popov que "la riumóchnaya se convirtió en un lugar de reunión, debate, de citas, de relaciones institucionales y, por supuesto, no sólo para el ciudadano íntegro, sino también para el elemento criminal".
Una de las principales características de la riumóchnaya de la posguerra fue el interclasismo. Los restaurantes eran todavía inaccesibles para la gran mayoría de la población. Y todos, desde funcionarios a estudiantes, desde aquellos 'inclinados' a la mala vida de la noche hasta los mejores trabajadores, estaban alrededor de las mesas redondas con tapas de mármol artificial.
El paisaje comenzó a cambiar en algún punto hacia los años 60. La generación de Brodsky y Dovlátov descubre las posibilidades del restaurante: los precios en realidad resultan no ser tan prohibitivos.
Aparecen análogos de la riumóchnaya para la clase media. Se trata de cafeterías tipo buffet, sin camareros. Aquí se ven las capas negras de oficiales navales y los abrigos de astracán de sus bellas damas. Como recuerda un cliente habitual: "En la barra siempre había de tres a cinco tipos del mejor coñac, champán de todas las clases, caviar rojo y negro, pescado... y beber allí coñac del bueno (o coñac con champán, el llamado Brown Bear), una copa hasta arriba antes de la cena, era la felicidad absoluta.”.
La riumóchnaya siguió siendo un refugio para los trabajadores calificados como 'inteligentes', cosa que define el rostro social de la ciudad: hombres serios, de provecho. Estos asilos para quienes acababan de completar una jornada de trabajo desempeñaron el mismo papel que los pubs en Inglaterra. Afortunadamente, cada uno de los 15 distritos tenían un promedio de 103 establecimientos donde se servía alcohol (se podían llamar bocaterías, bares de tapas, cafeterías).
La riumóchnaya ante el capitalismo
En la década de los 90, las costumbres soviéticas eran muchas y la mayoría de veces se trataba de parodias poco divertidas. La nostalgia las ha envuelto de un halo irónico. Sin embargo, todos los restaurantes pseudosoviéticos complacían, salvo los extranjeros. No obstante, la riumóchnaya no cambió, y no desapareció de ninguna parte. Eran símbolos de San Petersburgo y sus funciones no han mutado.
La riumóchnaia clásica es una institución donde se bebe de pie, apoyando el vaso y la tapa en una barra, o en las mesas altas y redondas. Se bebe vodka, y se pasa del coñac y el porto. Para picar, bocadillos.
Una mujer estricta, a menudo tártara, conocedora de los clientes habituales, evita rápidamente cualquier violación del orden. Incluso los propios bebedores encuentran amor en sus subidas de tono de voz hacia los clientes borrachos de mirada infeliz, y pueden sacarles a la calle. También al contrario, si un cliente habitual se merece aprobación por su comportamiento, se le invita.
La edad media de quienes la frecuentan roza la jubilación; casi todos, personas bien educadas en el género sencillo y austero de la riumóchnaya. Es cierto que ahora aquí ya no se citan los colegas de negocios, sino aquellos que van a la misma escuela, que viven alrededor del mismo patio: jubilados, ingenieros, docentes, conductores, mecánicos, profesores de física y de educación física. La gente no está demasiado satisfecha con la vida de su alrededor. En cuanto a la tendencia política, la mayoría son básicamente comunistas.
La riumóchnaya no se ha lavado la cara. Ha habido varios intentos de crear algo de este género para un público más joven y solvente. Todos ellos han fracasado. Los jóvenes beben mucho menos que sus padres y abuelos: su alma no se apega al vodka. Prefieren los locales hipster, tomar un chupito en el bar de moda, en algún lugar de la Duma o Fontanka. Aunque a los verdaderos conocedores del género no les estiran los nuevos establecimientos, porque son caros.
La riumóchnaya aún vive, pero va muriendo lentamente con sus clientes, como las revistas gruesas o las partidas de dominó en el patio.
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