Foro Comunista

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    Sistemas mixtos:Paises Nordicos

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    Mensaje por DP9M Dom Feb 20, 2011 8:51 pm

    Abro un debate.

    Se comenta que los paises nordicos, europeos disponen de una mezcla de sistemas sociales y capitalistas, ¿ veis posible este modelo en paises como España por ejemplo ? Podria alguien analizarlo desde una perspectiva marxista ? ¿ de que forma es posible exportar ese modelo ? ¿ Es realmente factible ? ¿ Que tipo de depredación capitalista constituye ?
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    Mensaje por DP9M Dom Feb 20, 2011 9:13 pm

    ENTREVISTA A ASSAR LINDBECK, ECONOMISTA SUECO EXPERTO EN EL ESTADO DE BIENESTAR (El País, 25.11.2007)
    Título: ENTREVISTA A ASSAR LINDBECK, ECONOMISTA SUECO EXPERTO EN EL ESTADO DE BIENESTAR (El País, 25.11.2007)
    Categoría: Noticias
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    Añadido: Jun 1, 2009
    Assar Lindbeck (Lulea, Suecia, 1930) es uno de los gurús del Estado de bienestar, un tema sobre el que ha escrito decenas de libros y centenares de artículos. Lindbeck, miembro del comité Nobel durante 25 años, ha aprovechado al máximo, con visitas al Prado y al Thyssen, su estancia en Madrid, invitado por la Fundación Carolina, para dar una lección magistral sobre las perspectivas del modelo social europeo.

    Pregunta. En realidad, los Nobel de Economía no son Nobel de verdad. Los creó el Banco Central sueco en 1969. Alfred Nobel no pensó nunca en premiar a economistas, pese a que en su tiempo hubo grandes figuras en esta disciplina.

    Respuesta. Sí. Personas muy inteligentes, con grandes dotes de observación, pero en realidad el desarrollo de la economía, su conversión en una herramienta rigurosa, es cosa de la segunda mitad del siglo XX.

    P. ¿Cree usted que Karl Marx hubiera merecido el Nobel?

    R. Es una pregunta muy difícil. No sé. Lo dudo. Tuvo intuiciones brillantes. Fue capaz de entender hasta qué punto la innovación tecnológica estaba cambiando de forma drástica la estructura económica. Pero fue ingenuo, porque pensó que, una vez introducidas las innovaciones y cuando la masa de capital se hubiera consolidado, sólo quedaría administrarlo. No vio la necesidad constante de innovación y de inversión.

    P. También se equivocó respecto a las contradicciones internas del capitalismo, que sigue vivo y con buena salud.

    R. Sí, el capitalismo no ha dejado de extenderse por el mundo. Pero cada vez tiene más problemas. Uno de ellos es la falta de disciplina en los mercados financieros. Muchos actores, en estos mercados, asumen demasiados riesgos, y eso afecta a la economía. Lo hemos visto con la crisis del mercado inmobiliario en Estados Unidos. Una y otra vez, los mercados crean problemas al conjunto de la economía.

    P. Entonces, ¿se necesita más regulación?

    R. Hay que hacer algo. Creo que sería necesaria una inspección financiera más cualificada para ver los riesgos y poder intervenir a tiempo. Hay mucha gente lista inventando instrumentos financieros cada vez más sofisticados. Lo malo es que no son lo bastante listos como para prevenir sus riesgos.

    P. A la gente normal le preocupa más el mantenimiento y desarrollo del Estado de bienestar. Un tema en el que ustedes, los suecos, han sido pioneros, ¿siguen yendo por delante?

    R. No. El modelo sueco no es muy diferente del de los países del norte de Europa. España, igual que Grecia y Portugal, está un poco por detrás. En lo único que difiere el sistema sueco es en su generosidad en la protección a las familias con hijos. El permiso de maternidad [remune-rado con la paga total] es de 14 meses, y hay muchas ayudas para padres con niños pequeños. Pero hay países, como Francia, que tienen ayudas parecidas.

    P. España ha dado pasos adelante últimamente, pero queda mucho por hacer. Poder cuidar con más tranquilidad a los hijos, supongo que tiene un impacto en esta sociedad.

    R. Sí. Es lo que ha propiciado, en las sociedades nórdicas, que la presencia de las mujeres en el mercado laboral llegue casi al 80%. Ha habido otro elemento que lo ha hecho posible, la protección que otorga el Estado a los ancianos. Porque han estado tradicionalmente al cuidado de las mujeres. Es decir, nuestro modelo ha favorecido la emancipación femenina.

    P. Todo el mundo se mira en el espejo sueco y considera ese modelo un gran éxito social.

    R. Hasta cierto punto. En estos momentos tenemos un problema: la utilización indebida de los subsidios. Fíjese que en tres países europeos que alardean de ofrecer una excelente cobertura sanitaria a sus ciudadanos, Holanda, Noruega y Suecia, se dan los índices más elevados de bajas por enfermedad. La gente está sana, pero pide la baja médica. Hay una picaresca tremenda. En Suecia, la gente falta al trabajo una media de 22 días al año, cuando en Japón la media es sólo de tres. Ambos casos son extremos. Pero no es sólo la baja por enfermedad. En mi país, los padres pueden faltar al trabajo cuando los hijos están enfermos. Lo cual está muy bien. Pero en la práctica, la gente se queda en casa aunque el niño se haya recuperado completamente. Toda esta picaresca está destruyendo el Estado de bienestar. La gente se jubila muy pronto en muchos países europeos, se van a casa con 55 años, o menos; otros se acogen al paro aunque puedan obtener un trabajo. Y la gente lo ve tan normal. Hicimos una encuesta no hace mucho para saber si a los ciudadanos les parecía bien cogerse la baja por enfermedad sin estar enfermos, y el 60% de los encuestados dijo que sí.

    P. Lo que significa que el sistema no funciona cuando no hay un compromiso real de la gente por defenderlo. Un compromiso que existía al principio.

    R. Sabemos por qué ocurre esto. Cuando se creó el Estado de bienestar, después de la II Guerra Mundial, la gente estaba acostumbrada a trabajar para mantenerse. Sólo se recurría a las ayudas en caso de necesidad, porque las leyes sociales así lo dictaban. Con el tiempo, esas leyes se han ido relajando. La gente ha empezado a ver bien el vivir de los subsidios. Y de ahí han pasado a engañar al Estado de bienestar. Es lo que ha ocurrido en los últimos 10 o 15 años en Suecia.

    P. ¿Por qué cree usted que ocurre? ¿Tiene algo que ver en esto la inmigración?

    R. No tiene nada que ver, en absoluto. Lo que ocurre es que los subsidios son muy altos en relación con los salarios. En muchos casos, la diferencia entre cobrar el desempleo y cobrar el sueldo es sólo del 10%. A veces, no hay diferencia alguna.

    P. Entonces, ¿qué se puede hacer?

    R. Hay soluciones. Una es reducir los subsidios; otra, aumentar los controles. Pero eso es bastante difícil, porque la mayoría de los enfermos tienen síntomas que ningún médico puede comprobar. El 60% de las bajas son por dolores de espalda y por depresión. Una solución que están utilizando británicos y estadounidenses es pagar subsidios al que trabaja, es decir, incentivar al que trabaja.

    P. ¿Y la gente que realmente lo necesita?

    R. Ya. Algo hay que hacer, porque estamos en una situación verdaderamente crítica. En Suecia hemos hecho estudios y hay zonas en las que la gente falta a trabajar una media de tres días al año, y otras zonas, con los mismos niveles de atención sanitaria, en los que faltan una media de 54 días. Sin que haya ninguna diferencia en salud de la gente.

    P. Suecia optó por quedarse fuera del euro. ¿Qué tal le ha ido?

    R. Tarde o temprano entraremos en la UME, pero no me parece catastrófico estar fuera. Seremos admitidos en cuanto queramos. El mayor problema es que nuestras exportaciones no han aumentado tanto como la media europea en los últimos cinco años, pero las exportaciones son el 40% del PIB.

    P. A los 77 años sigue usted siendo profesor en la Universidad de Estocolmo. ¿Qué opina de la jubilación a los 65 años?

    R. Me parece una locura. La esperanza de vida ha aumentado muchísimo. Y la gente joven, al menos en Suecia, no se incorpora al mercado laboral a los 16 años como antes. Ahora, los estudiantes no trabajan hasta los 27. La vida productiva es demasiado corta y eso resulta carísimo. Además, como yo digo, se necesita llegar a los 75 para empezar a entender algo.
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    Mensaje por DP9M Dom Feb 20, 2011 9:15 pm

    Orígenes
    Hay una disputa acerca de si el estado de bienestar se originó en Suecia en los 1930 o a fines del siglo XIX, antes que los socialdemócratas accedieran, por primera vez, al poder. Tanto en 1847 como en 1853 se aprobaron en Suecia "Leyes de ayuda a los pobres", tomándose así los primeros pasos hacia el estado de bienestar. La Confederación de Sindicatos Suecos (Landsorganisationen i Sverige, literalmente "Organización Nacional en Suecia", referida comúnmente como LO) fue fundada en 1898 con un estrecho lazo al partido socialdemócrata. Pero ya en 1913 el partido liberal (no socialista), con el apoyo general de la población, comenzó a expandir el ámbito de los beneficios sociales. Otros países industrializados esperaron hasta la gran depresión de los 1930 para tomar medidas similares. Una explicación posible, a menudo aducida para explicar esos avances son ciertas normas culturales que se remontan a una sociedad de pequeñas aldeas agrícolas que se industrializo relativamente tarde. Esos valores culturales promueven igualitarismo, cooperación y conformidad por sobre el individualismo -ver lagom y Ley de Jante -.

    El estado de bienestar como tal fue construido mayormente gracias a la colaboración por un lado, entre el partido socialdemócrata sueco y los liberales y, por el otro, entre los sindicatos, que envolvían casi a la totalidad de la población y las industrias, universalmente sindicalizadas. Incluso en el presente los sindicatos juegan un papel importante en la sociedad sueca. En Enero del 2002. la L.O. tenia 1.900.000 miembros (de una población total de 9.000.000 de habitantes) Las industrias suecas mayores cuentan, desde los fines del siglo XIX, con unas cuantas industrias "globales" tales como Electrolux, Volvo y Ericsson que, en 1902 se unieron en una confederación que, desde 2001, se llama la "Confederación Sueca de Empresas" que consiste en 48 asociaciones sectoriales representando cerca de 55.000 empresas con más de un millón y medio de empleados.

    El partido liberal paso la Ley de Pensiones en 1913 a fin de proveer seguridad para los ancianos. En 1918 un gobierno de coalición liberal-socialdemócrata aprobó una nueva ley de los pobres, transfiriendo la responsabilidad de cuidar a quien requiriera ayuda a los gobiernos locales (municipalidades) con el gobierno nacional a cargo de proveer apoyo administrativo. Esta ley se constituyó en la piedra base del sistema sueco de asistencia social por las próximas cuatro décadas.

    En 1938 se firmó el acuerdo de "Saltsjöbaden" (una pequeña localidad) entre los representantes de los trabajadores y los de los empresarios. Ese acuerdo resolvió varios problemas relacionados con el mercado del trabajo. Esto formó las bases de un arreglo de relaciones industriales particular a Suecia, el llamado "espíritu de Saltsjöbaden", caracterizado por una voluntad de cooperación y un sentido de responsabilidad mutua para resolver asuntos laborales. Este acuerdo representó también el deseo de ambas partes de evitar legislación, es decir mantener libertad de acción en relación a la habilidad de representar sus miembros.2 Este acuerdo todavía esta vigente.
    El desarrollo de ese sistema continuó durante las décadas del 1950 y 60, período en el cual Suecia llegó a ser el segundo país más prospero del mundo, con un nivel prácticamente nulo de paro o desempleo. Llegó a su cumbre en la década de 1970 cuando llegó a incluir la totalidad de la población, con sistemas de asistencia social desde el cuidado de recién nacidos a retirados, pasando por educación gratuita y subsidiada a todos los niveles y seguros de desempleo.
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    Mensaje por Honecker Dom Feb 20, 2011 9:47 pm

    ya está en liquidación..desde el punto de vista marxista es evidente el papel del "estado del bienestar" como contención revolucionaria...hoy el capital ya no necesita de ello y lo esta liquidando...
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    Mensaje por DP9M Dom Feb 20, 2011 10:26 pm

    Es lo que me parecia. Honeker ¿ tienes algo mas extenso sobre el tema ? ¿ Algo que muestre esa liquidación en los paises nordicos ?

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    Mensaje por DP9M Dom Feb 20, 2011 11:13 pm

    “Del Estado de Bienestar al Neoliberalismo: procesos ideológicos y económicos”
    August 2, 2006

    -Por Diego ALejo Vázquez

    A lo largo del siglo XX se han producido muy diversos cambios en los métodos de producción, en el discurso político y en la estructura financiera del capitalismo. Esto se debe, en gran medida, a su estructura interna y a factores externos a éste. Desde el inicio de la década de los 80as a nuestros días, ha habido un cambio en el funcionamiento de las políticas económicas de los países capitalistas, pasando de las políticas keynesianas del Estado de bienestar hasta un capitalismo post industrial estructurado en las políticas neoliberales. La pregunta central en esto es ¿a que se ha debido este cambio en las relaciones Estado-capital? Para poder entender esto es necesario enfocarnos en 3 aspectos clave: primero la historia del Estado de Bienestar y su desarrollo, segundo, la evolución ideológica en las prácticas políticas y el discurso de los estados capitalistas y por último el paso del Estado de bienestar al neoliberalismo y su contexto. El presente trabajo se cifra en la idea de que el Estado de Bienestar se generó no sólo por causas económicas sino políticas, y tenía que ver más con el control de las clases obreras y su alineación a la ideología burguesa; esto se dio en un contexto de lucha entre dos grandes bloques ideológicos: comunismo versus capitalismo. Cuando el mundo comunista comenzó su decadencia tanto material como ideológica, los países capitalistas comenzaron (de nuevo) a fomentar políticas contra los obreros y las clases populares, viendo en ellos una falta de conciencia de clase y un sustento ideológico en decadencia.

    El primer gran cambio del capitalismo del siglo se dio en el contexto de la primera Guerra Mundial. Esta guerra se dio por la competencia acérrima de las potencias imperialistas en Europa y a su término se dio de manifiesto la inviabilidad del capitalismo imperialista: Europa dejó de ser el centro económico y financiero del mundo y el movimiento internacionalista obrero había tenido su primer triunfo nacional en Rusia con la creación de la URSS. Había una depresión muy severa en Europa y Estados Unidos tuvo que intervenir para rescatar financieramente la región. A su vez, el capitalismo había pasado de ser meramente productivo a predominantemente financiero, y su centro financiero paso de Londres a Nueva York; la crisis mas fuerte vino en 1929. “[...]se producía el crack en la Bolsa de Nueva York, punto de arranque de una depresión que se inició en Estados Unidos y que en poco tiempo se extendió al conjunto del mundo capitalista. La crisis se caracterizó por una profundidad inédita, detectable en la caída de la producción, del comercio exterior y en el enorme incremento de la
    desocupación;”(Saborido, 1999: 65)

    Estos síntomas pronosticados ya muy bien por Lenin en su libro “El Imperialismo: fase superior del capitalismo”, significaban contradicciones del sistema capitalista, donde la competencia imperialista y el monopolio habían destrozado el sistema anterior a la Gran Guerra y además existían ya condiciones objetivas en los países industrializados para una revolución obrera: el sindicalismo era fuerte en países como Inglaterra o Alemania y los partidos de izquierda comenzaban a surgir y a tener gran apoyo, en parte esto debido a la incompetencia de las democracias occidentales y sus políticas económicas y sociales. Además, la Unión Soviética renacía pujante económica y militarmente después de la NPE y representaba una amenaza para el capitalismo europeo (a tal grado, que durante los 20es ingleses, alemanes y rusos desterrados formaron los batallones blancos que combatieron al Ejército Rojo). “Simultáneamente, en los margenes del mundo regido por el mercado se concretaba la acelerada industrialización soviética, dirigida con dureza por Stalin”( Saborido, 1999: 65)

    Pero el capitalismo logró sobreponerse a la crisis con las políticas económicas propuestas por Sir John Maynard Keynes, donde se reestructuran fuertemente los fundamentos del capitalismo y se toman medidas estatales para restringir la concentración monopólica, combatir el desempleo y aumentar la demanda agregada impulsando los salarios altos y un consumo marginal elevado. El gasto público del Estado creció de manera importante, al igual que las condiciones de vida de los obreros. Desde el punto de vista ideológico, las políticas de Keynes lograron mitigar parcialmente las contradicciones de clase y sustituyeron la identidad de clase del obrero por la ego-ideología de la clase dominante cuyo sistema prometía una movilidad social. De esta manera, grandes masas de obreros fueron alienados a favor de la burguesía nacional de sus países, el caso más evidente sucedió con la Alemania nazi, donde los obreros apoyaron incondicionalmente al sinarquismo fascista representado por Hitler.

    Desde el punto de vista ideológico estas acciones generaron un cambio social producido por la clase dominante exitoso por centrarse en la cualificación más que en el sometimiento violento (a excepción del caso del fascismo, que usó una política del terror para sofocar la disidencia). El cambio social que se dio después de 1929 se debió al a descomposición del sistema en su infraestructura y a la falta de legitimidad de su ideología en lo discursivo. El cambio social se dio con medidas tanto discursivas (propaganda anti comunista) como no discursivas (medidas sociales y económicas). Esto sofocó para siempre la posibilidad de una revolución marxista o comunista en los países capitalistas industrializados al destruir todas las posibilidades de creación de una alter-ideología, sustituyéndola por la ego-ideología de la clase dominante con el argumento de la movilidad social. Pero movilidad social sólo significa reforzar el aparato burgués, lo que genera un mantenimiento de las estructuras de explotación y la perpetúa. Esto se consiguió en gran parte con un Estado “neutral” que mediaba con empresarios y sindicatos que a su vez tenían una alianza que daba mutuos beneficios y reforzaba la unidad nacional, factor (o vacuna) que todos los capitalistas necesitaban para combatir el comunismo.

    Este modelo fue muy exitoso en Occidente y trajo condiciones de vida nunca antes vistas en los países del primer mundo, pero a finales de los setentas y principios de los ochentas surgieron críticas a este sistema. La llamada corriente neoliberal, encabezada intelectualmente por Nozick y Friedman, criticaba la ineficiencia del Estado de Bienestar Keynesiano y pugnaba por la organización de la sociedad y la liberalización del mercado. A su vez, en estos países la izquierda perdía poder al ir perdiendo eficacia las políticas económicas keynesianas al aumentar el déficit público. A su vez, la Unión Soviética sufría una lenta descomposición debido a lo monolítico y monopólico que se había vuelto el Partido Comunista. Después de la muerte de Brezhnev en el 82, diversos líderes comunistas trataron de mantener el orden en la región sin conseguirlo. La represión de los países de Europa del Este y las invasiones rusas a Afganistán deslegitimaron el discurso que hasta ese momento se oponía al capitalismo y fortalecieron las posiciones conservadoras. Con la subida de Gorbachov al poder se trató de renovar al comunismo con la Perestroika y la Glasnot, pero era demasiado tarde: el sistema se hizo insostenible y en 1990 la Unión Soviética se desvaneció, y con ello, el único equilibrio que se mantenía entre los intereses capitalistas y la estabilidad social.

    El contexto de la instauración de políticas neoliberales es muy claro y muestra la falta de condiciones materiales e ideológicas de la clase obrera para poder combatirlas. Por un lado, la división y especialización del trabajo impide al obrero adquirir conciencia de clase o alter ideología; por otro lado, ya no existe ningún ejemplo a seguir o estructura de influencia (como lo era la URSS) que sirva de ejemplo, apoyo o referente para combatir a la burguesía financiera. La caída de la Unión Soviética representó el triunfo del capitalismo y la hegemonía Norteamericana sobre todo el mundo. Con ello, ya no había necesidad de mantener el bienestar de las masas trabajadoras: ellas ya no representan un peligro inminente, al contrario, ahora son vistos como un gasto innecesario del Estado. La lógica del capitalismo neoliberal es la misma del capitalismo financiero prekeynesiano: una gran especulación financiera, acumulación del capital en la elite financiera y un imperialismo que ahora se transforma en Imperio, pero sigue siendo igual de belicoso como el de inicios de siglo XX.

    En conclusión, el cambio de un Estado de Bienestar hacia uno neoliberal tiene que ver mucho con las fallas internas del Estado de Bienestar, pero más que nada, tiene su origen en el empoderamiento de los grupos empresariales conservadores y reaccionarios que aprovecharon el descrédito de la izquierda de los ochentas y noventas para subir al poder e imponer sus políticas financieras y sociales sin una oposición obrera o campesina organizada ni estructurada, sin una base teórica en la cual cifrar su lucha, después de la caída del comunismo y el socialismo real. El sistema capitalista articula su funcionamiento de acuerdo a sus condiciones históricas y económicas específicas, y el neoliberalismo no esta haciendo otra cosa que aumentar la explotación de la clase burguesa constituida por stockholders, grandes empresarios y banqueros hacia una clase obrera sin identidad y un lumpen proletariado sin capacidad de maniobrar políticamente.



    Bibliografía Biblioteca Digital:

    · GIROUX, Henry, “The Terror of Neoliberalism: Rethinking the Significance of Cultural Politics”, en College Literature, West Chester: Winter 2005, Vol. 32. · FOSTER, John Bellamy, “The End of Rational Capitalist”, en Monthly Review, New York: March 2005, Vol. 56

    Libros · SABORIDO, Jorge R. E. y Rubén L. Berenblum, Breve Historia económica del Siglo XX, Buenos Aires, Argentina: 1999, Ediciones Macchi, pp. 22-80 · JESSOP, Bob, Crisis del Estado de Bienestar, Santa Fé, Bogotá: 1999, Siglo del Hombre Editores, pp. 64-100


    · MADDISON, Angus, Historia del desarrollo capitalista. Sus Fuerzas Dinámicas, Barcelona, España: 1998, Editorial Ariel, pp.121-136

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    Mensaje por rebelderojo Lun Feb 21, 2011 12:01 am

    En argentina ha habido estado de bienestar y a dia de hoy algo de el se mantiene mas que nada con el gobierno de ahora,pero cuando los peronistas lo repusieron hace poco ha generado que los trabajos mas dificiles no los quiera hacer nadie,estonces hay inmigrantes que los hacen mientras que algunos se quedan en las villas de emergencia (chabolas) y cobrar algo,aunque sea poco y no trabajar,por ejemplo,en la ciudad de Paraná eso acabo con parte de la flota pesquera,los pescadores cobraban tan poco que dejaron de trabajar,en argentina se da al reves que en suecia,los sueldos son muy bajos XD,ademas los estado de bienestar tienden a crear vagancia,bajas de productividad y algo de frustracion
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    Mensaje por Ereshkigal Lun Feb 21, 2011 12:06 am

    El estado del bienestar no es más que una máscara que se pone el capitalismo para disfrazar su verdadera naturaleza.


    Cinco puntos contra el estado del bienestar
    Jorge Valín

    1. El capitalismo es la ley de la jungla: Son los medios políticos, y no el libre mercado, quienes han creado un impuesto privado como el de la SGAE. Los que han creado bancos centrales que monopolizan el dinero o un sistema bancario hiperdesarrollado. Ha sido la política quien ha instaurado monopolios de iure, regalando dinero a grandes corporaciones, como las del lobby verde. El estado del bienestar es la ley de la jungla donde abiertamente una parte de la sociedad, bajo lemas sociales y políticamente correctos, vive a expensas de la clase productiva. Un pequeño grupo de parásitos vive del resto de la sociedad.

    2. Lobbies: En un sistema de libertad total (laissez faire) los lobbies también existirían, no son más que parte de la diversidad social y económica. Pero sólo bajo el estado del bienestar estos lobbies se convierten en gobernantes de facto. Todos los políticos occidentales son instrumentos de estos lobbies ya sean financieros, de la farándula o ecologista. El estado del bienestar, lejos de ser una democracia, es un estado oligopólico. ¿Qué diferencia hay entre la política exterior de Obama y Bush? Ninguna. La "Guerra contra el Terror" de Bush sigue marcando la agenda de Estados Unidos.

    3. Igualitarismo: Este punto es uno de las grandes contradicciones del sistema. Por una parte los políticos nos hablan de la grandeza de la diversidad y, por otro, la atacan contundentemente. La justicia se dedica a cerrar medios de comunicación, impone censores como el CAC que fiscalizan los medios no afines al Gobierno, prohíbe estilos de vida y veta conductas individuales por razones de salud o criminalidad inventadas. Hace un siglo fueron las drogas, ahora el tabaco, le seguirá el alcohol, comida rápida y en no mucho tiempo necesitaremos permisos administrativos hasta para irnos a la cama con quien queramos.

    El estado del bienestar impulsa con dinero público estilos de vida afines, como el colegio público y su educación para la ciudadanía, subvenciona los medios de comunicación masivos para que sean complacientes con los desvaríos gubernamentales y así alcanzar el llamado "pensamiento único".

    4. Escasez: El estado del bienestar provoca escasez. En el momento en que el Estado marca precios máximos u ofrece bienes gratis, automáticamente ese bien o servicio, en algún momento, escaseará. En un sistema de libre competencia, el regulador de la oferta es el precio. El mercado decide a qué precio se ha de vender un bien y en qué cantidad. Los bienes y servicios más regulados, son los que más escasean o dificultades tienen: en épocas secas, el agua; la electricidad, con apagones; servicios sobrerregulados, como el trabajo o la sanidad, son los que peor comportamiento tienen en la actualidad.

    Curiosamente, esta escasez que crea la regulación provoca que sólo una minoría plutocrática o del gobierno consigan los mejores bienes y servicios (siempre tienen la mejor educación para sus hijos, medicina, les sobre el trabajo, coches, etc.). El estado del bienestar incentiva aquello contra lo que pretende luchar.

    5. El estado del bienestar crea dependencia: ¿Se ha preguntado por qué los grandes bancos no se acogen al FROB? Para no depender del Estado y que no deberle favores. En el momento en que el Gobierno se convierte en el gran mecenas de la gente y empresas, quedan expuestos a sus arbitrariedades. Piense en la jubilación. Se ha convertido en un monopolio del Gobierno. Usa las pensiones para ganar elecciones y, a diferencia de cómo se establecen los contratos en empresas privadas, cambia las cláusulas cuando le da la gana. Los que por creencia o por necesidad (necesidad que el mismo estado del bienestar ha creado) se acogen a la mendicidad del Estado se convierten inexorablemente en marionetas del sistema. Sólo la economía privada crea la independencia del ciudadano.

    Todos los males que se atribuyen hoy día al capitalismo provienen del estado del bienestar. El gran malentendido tal vez proviene del término. Capitalismo no es el sistema actual. Lo que hoy gobierna nuestras vidas es el capitalismo de estado o economía del fascismo. Es la guerra de todos contra todos. Cada lobby y ciudadano intenta imponer su estilo de vida, ya sea conservador, socialista, militarista, católico, musulmán, pro-aborto, antiaborto, etc. apelando al Gobierno y a las leyes. Nuestra época será conocida como la de las prohibiciones e intransigencia. El hombre medio de hoy día partidario del socialismo y estado del bienestar no es menos retrógrado que el inquisidor medieval que perseguía herejes. No deja de hacer lo mismo, pero con el consentimiento del Estado en lugar de la Iglesia.
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    Mensaje por Ereshkigal Lun Feb 21, 2011 12:53 am

    El fin del Estado de bienestar

    Paralelamente al proceso de desmonte del modelo de trabajo productivo de la sociedad industrial, se produjo el de desmantelamiento de la estructura social del Estado de bienestar. El Estado de bienestar fue la forma de organización política que crearon los países industrializados después de la Segunda Guerra Mundial, tras superar, gracias al desarrollo de las fuerzas productivas tecnológicas, el problema de miseria material y pobreza de las mayorías. Además, en virtud del reconocimiento de las luchas sociales y políticas de los trabajadores, de la aplicación de políticas equitativas de justicia social y del desarrollo de los contenidos normativos de los derechos económicos y sociales, el Estado de bienestar alcanzó altos niveles de inclusión social, de participación política y de prosperidad económica. Esta forma de organización política comprendía el conjunto de instituciones y regulaciones para la protección de aquellos sectores de la población que resultaban excluidos –ya fuera como desempleados o como incapacitados por enfermedad o vejez– en razón de la competencia propia del mercado.

    El Estado de bienestar sirvió a la protección de la comunidad como una totalidad y al aseguramiento de las condiciones necesarias para que se desempeñara de manera óptima la economía moderna capitalista. Este tipo de Estado logró así un gran acercamiento entre las exigencias sistémicas de la economía capitalista, que demandaban la capacitación y profesionalización de la fuerza de trabajo, y las exigencias de bienestar material y seguridad a las que aspiraba la mayoría de la sociedad. El Estado de bienestar pudo ocuparse de todas aquellas tareas sociales, educativas, políticas y culturales que no podían ser realizadas por las empresas, pero que resultaban necesarias para que la sociedad siempre tuviera la capacidad de preparar la fuerza de trabajo que tales empresas requerían.

    En la justificación neoliberal del desmonte del Estado de bienestar se juntaron una argumentación técnica y otra política. La argumentación técnica señalaba que el Estado de bienestar era ineficiente, incompetente e improductivo. El liberalismo social de origen keynesiano fue puesto en el banquillo de los acusados por los grandes teóricos del neoliberalismo, Milton Friedman, Ludwig von Mises y Friedrich A. Hayek. Sus críticas mostraron que las políticas de pleno empleo financiadas con el gasto público conducían a inflaciones altas con estancamiento económico. La alta tributación reducía aún más la rentabilidad privada y desincentivaba nuevas inversiones. El Estado interventor era poco progresivo porque indujo al letargo tecnológico de las empresas, al propiciar, a través
    de medidas proteccionistas, que las empresas privadas se mantuvieran aisladas de la competencia.
    Además, los intereses creados por el sindicalismo impedían tanto el incremento de la productividad en las empresas privadas, como el aprovechamiento de los recursos públicos en beneficio de todos los grupos sociales. En suma, el diagnóstico de los analistas neoliberales mostró que los grandes déficit de las distintas economías nacionales eran en gran parte resultado de la improductividad de las empresas públicas y de los obstáculos que tenía la empresa privada para aumentar sus inversiones. La alternativa propuesta para revertir esta situación fue la disminución del tamaño del
    Estado, limitando sus funciones a la prestación de algunos servicios públicos esenciales y transfiriendo a las empresas privadas la prestación de servicios que ellas podrían administrar de mejor manera. Estas ideas fueron puestas en práctica con un programa de reducción de los impuestos, disminución de los gastos sociales, reducción de los salarios y desconocimiento de negociaciones colectivas y derechos sindicales vigentes.

    Por su parte, la argumentación política estructuró un discurso según el cual las políticas asistenciales favorecían la corrupción, la ineficiencia, la vagancia y la exclusión laboral. Las políticas de asistencia social fueron así estigmatizadas por constituir un escamoteo sobre el dinero de los contribuyentes. Esta crítica al Estado de bienestar se centró en mostrar que la sociedad no podía continuar soportando el pago de costos a parásitos sociales (vagos, alcohólicos, drogadictos, familias destruidas). Así, el argumento político contra el Estado de bienestar se condensó en la idea de que éste condenaba a la sociedad a cubrir costos que amenazaban su solvencia. Tal como escribió recientemente Zigmunt Bauman:

    El hecho de que ahora escuchemos que nosotros, los contribuyentes, ya nopodemos permitirnos ese gasto, no significa sino que el Estado, la comunidad, ya no considera que el refrendo de los costos humanos y sociales de la solvencia económica (que bajo las condiciones del mercado, equivale a rentabilidad) sea algo adecuado y deseable. En lugar de esto, transfiere el pago a sus propias víctimas, presentes y futuras. Rechaza su responsabilidad hacia su funesto destino. [...] Nada queda del aseguramiento colectivo contra el riesgo; la tarea de hacer frente a los riesgos producidos colectivamente se ha privatizado.

    La articulación de aquellas dos argumentaciones contra el Estado de bienestar ha sido posible por el peso que ha ido adquiriendo entre la opinión pública la idea de que loúnico correcto es lo que es correcto económicamente: "En efecto, de un modo gradual pero inexorable, la idea de que todo lo que tenga sentido económicamente no necesita apoyarse en ningún otro sentido y no necesita excusarse por carecer de cualquier otro sentido -político, social o abiertamente humano- se está convirtiendo en un axioma del discurso público"

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    Mensaje por Honecker Lun Feb 21, 2011 7:37 am

    ya se me han adelantado otros camaradas...el estado del bienestar viene siendo desmantelado,también en los países nórdicos, desde la contrarevolución ultra de Reagan y Thatcher, en Suecia, por ejemplo, a pesar de partir del nivel más alto se ha retrocedido mucho..pero sigue siendo todavía alto en comparación con España, por ejemplo.

    Esta crisis sistemica del capitalismo es una vuelta de tuerca mas al estado del bienestar, cuando yo llegue a la jubilación¿? ya no habrá jubilación pública en España o será una miseria...200 euros, por decir algo...
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    Mensaje por Ereshkigal Lun Feb 21, 2011 3:04 pm

    Honecker escribió:ya se me han adelantado otros camaradas...el estado del bienestar viene siendo desmantelado,también en los países nórdicos, desde la contrarevolución ultra de Reagan y Thatcher, en Suecia, por ejemplo, a pesar de partir del nivel más alto se ha retrocedido mucho..pero sigue siendo todavía alto en comparación con España, por ejemplo.

    Esta crisis sistemica del capitalismo es una vuelta de tuerca mas al estado del bienestar, cuando yo llegue a la jubilación¿? ya no habrá jubilación pública en España o será una miseria...200 euros, por decir algo...

    Tienes razón, las cosas cada vez están peor. ¿Han privatizado ya el servicio de limpieza de hospitales? Así vamos en este país.

    De todas formas, el estado del bienestar es desmantelado porque no funciona y es insostenible. Es una venda sobre los ojos y está muy relacionado con el modo de ser nórdico y anglosajón, con el luteranismo y el protestantismo y la socialdemocracia.

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    Mensaje por Ereshkigal Lun Feb 21, 2011 3:20 pm

    El Estado de bienestar en los países del centro y la periferia

    Si bien es cierto que en las sociedades más desarrolladas el Estado de bienestar pudo reducir en gran medida la miseria material, y consiguió una progresiva y significativa inclusión social y política de las mayorías, en las sociedades de los países periféricos los niveles de inclusión fueron realmente muy reducidos. El modelo del Estado de bienestar fue adoptado en muchos de estos países como estrategia política e ideológica para insertarse en los procesos de modernización e industrialización. Pero la estrategia sirvió más para adecuar estructuras de producción y trabajo a las necesidadesde intercambio de materias primas y recursos naturales de los países industrializados del centro, que para realizar los contenidos normativos de justicia social de la modernización. En los países de la periferia no se estableció el Estado de bienestar de forma universal; allí fue apenas una tosca caricatura que no logró relacionar las estructuras políticas del Estado-nación con las estructuras sociales del Estado de bienestar (lo cual había sido determinante para alcanzar la paz social en los países desarrollados después de la segunda guerra). En la periferia, el proyecto de industrialización, enmarcado en el proteccionismo de las economías nacionales, fue concebido para construir burguesías nacionales, para expandir el mercado capitalista a través del desmantelamiento de las formas productivas tradicionales y para incorporar
    mano de obra barata en la industria que florecía de la mano con la urbanización. El espacio de protección que pudo desarrollar el Estado mediante el aseguramiento de algunos derechos y libertades siempre fue precario, por la limitación de recursos materiales, por la corrupción de las elites políticas, así como también por la ineficiencia y burocratización de las instituciones públicas. De una u otra forma, la consecuencia fue la creación de dos tipos de espacios de acción con los que se relaciona el Estado:

    a) un espacio estructurado por las relaciones de intercambio entre propietarios, trabajadores y consumidores, regulado y contractualizado por el derecho positivo y asegurado por el Estado. Allí el Estado operó como Estado protector y pudo garantizar en cierta medidalas condiciones formales y materiales para que el mercado funcionara, y los ciudadanos
    disfrutaran de sus derechos y libertades, y b) un espacio no estructurado por la economía moderna ni por el Estado; un espacio constituido por zonas nocontractualizadas o zonas salvajes, creadas por las dinámicas de exclusión económica,
    social y política; un espacio al cual el Estado nunca llegó y que, entonces, se reprodujo bajo el imperio de la ley hobbesiana del más fuerte.

    En las críticas que los economistas neoliberales hicieron al modelo proteccionista y a sus políticas sociales, no se tuvo en cuenta esta diferencia. La ausencia de esta distinción a la hora de justificar y aplicar programas de ajuste estructural e inserción en el proceso de globalización, explica precisamente un impacto también diferencial en las economías nacionales: El impacto negativo de esos programas sobre la población más pobre de los países de la periferia ha sido mayor que aquel producido en los países del centro. Las razones concretas son estas:

    a) Uno de los efectos más perjudiciales de la globalización, resultante de la tendencia a la imposición mundial de nuevos esquemas tecnológicos y de división internacional del trabajo, tiene que ver con la modificación radical de los volúmenes globales de ocupación y de la composición del trabajo en la producción de bienes y servicios. La orientación dominante es la destrucción de los empleos mejor pagados en la industria y el aumento de los puestos de trabajo que apenas superan el salario
    mínimo. Así, de la globalización resulta una creciente desigualdad que tiene que ver con el trabajo calificado; los trabajadores altamente calificados tienen mayores posibilidades de conseguir trabajo, mientras que los menos calificados, son cada vez menos demandados. Esto tiene como consecuencia la producción de una nueva estratificación mundial: la globalización incluye en su círculo de productividad, crecimiento y mejoramiento de la calidad de vida, a unos pocos países, regiones,
    grupos humanos y personas, a la vez que excluye de sus influjos benéficos a la mayoría. Y entre éstos, los más perjudicados son los habitantes pobres de los países de la periferia, debido a la regla de admisión fundamental del mercado: “el que
    tiene dinero entra y el que no, se queda fuera”; quienes quedan dentro son aquellos que aún tienen trabajo, capacitación adecuada, medios de salud, vivienda, alimentación y seguridad social. En este sentido, hay una correspondencia entre el
    progreso de la globalización y el avance de la pobreza en el mundo.

    b) En los países más desarrollados en los cuales aún tienen vigencia las instituciones jurídicas del Estado-nación que protegen los derechos civiles, políticos y sociales, los excluidos por las dinámicas de flexibilización del mercado del trabajo tienen por lo menos un seguro de desempleo y conservan por tanto algún grado de seguridad social. Por el contrario, en los países donde las instituciones del Estado solamente cubren una parte de la población, como sucede particularmente en América Latina, las consecuencias para los nuevos desempleados y para quienes nunca tuvieron un empleo son más graves. Los primeros, carecen también de seguro de desempleo y de seguridad social, con lo que pierden los derechos propios de un participante legítimo del orden civil: no se reconocen sus derechos de ciudadanía, particularmente los sociales y económicos, considerados inalienables en el orden político anterior. Los segundos heredan las cargas negativas de su exclusión histórica. Sin los derechos de ciudadanía, los excluidos pasan de la condición de ciudadanos a la condición de dependientes.

    En estas sociedades, dado que los desempleados y quienes nunca tuvieron un empleo pertenecen a lo que Bauman denomina "espacios desterritorializados", donde ya no rigen los imperativos normativos de los Estados nacionales (es decir, los humanos civiles y políticos), el uso de la "fuerza" del capital "global" se aplica en su contra sin ningún límite. Con la pérdida del poder de los Estados nacionales en el espacio donde previamente ejercían su soberanía, y con la ocupación de este espacio por los mercados y el gran capital, los habitantes de estas "tierras de nadie" quedan en el más absoluto desamparo.

    c) Las exigencias que los organismos multilaterales, concretamente el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio, hicieron a los países de la periferia (reducir el tamaño del Estado, privatizar las empresas públicas, abrir los mercados y los flujos financieros), fueron propuestas a partir de la idea de que con la supresión de las barreras al comercio y la mayor integración de las economías nacionales se conseguiría el mejoramiento de las condiciones de vida de la sociedad y, particularmente, de los más pobres. En el mundo feliz y monetarista del capital nómada, escribe Bauman, "se dice que, al abrir las esclusas y dinamitar las represas mantenidas por el Estado, el mundo se convertirá en el reino de la libertad para todos. La libertad (primera y principal, la de comercio y movilidad del capital) es el caldo de cultivo para que la riqueza crezca con mayor rapidez que nunca; y una vez que se multiplique habrá más para todos."

    Sin embargo, el resultado fue otro. Las políticas de liberalización, de apertura de los mercados y de privatización, beneficiaron –como buscaron beneficiar– básicamente los intereses comerciales, financieros e industriales de los países más ricos y de las elites económicas de los países en desarrollo.

    En las décadas del ochenta y del noventa, los países más desarrollados forzaron la eliminación de barreras comerciales y el desmonte de los subsidios de bienes industriales en los países pobres, aunque simultáneamente ese mismo mundo rico subsidiaba la agricultura de sus países y conservaba sus barreras comerciales.10 Así, los precios que los países de la periferia cobran con relación a lo que pagan por sus importaciones es cada vez menor; lo que quiere decir, en palabras del marxismo clásico, que en el actual sistema global, a través de esta forma de "intercambio desigual", se produce la transferencia de riquezas de las zonas más pobres del planeta a las más ricas.

    Esto permite entender el sentido de las políticas que los países más desarrollados introdujeron para destruir el proteccionismo, privatizar y liberalizar los mercados: la explotación y la transferencia de riquezas se efectúan de una manera más fácil, sin cortapisas y de forma ilimitada, sin el Estado o con un Estado extremadamente reducido. Las exigencias para que los países más pobres entraran en la gran vía de la globalización y de la superación de la miseria, el desempleo y la pobreza, produjeron entonces el efecto de un debilitamiento político de estos países y un mayor empobrecimiento de gran parte de sus poblaciones.

    En las razones presentadas puede apreciarse por qué el impacto del ajuste estructural impuesto por el neoliberalismo globalizador ha producido consecuencias más negativas en los países de la periferia. Y es indudable que en las sociedades
    desarrolladas la globalización también genera exclusión, desigualdad, concentración de la riqueza y pobreza, pero la diferencia entre estos países y aquellos radica en el alcance que aún tiene en los últimos el sistema colectivo de protección social de la comunidad.

    El más reciente Informe sobre el desarrollo humano de la ONU señala que la riqueza total de los primeros 358 multimillonarios globales equivale a la suma de ingresos de los 2.300 millones de personas más pobres, o sea el 45% de la población mundial. Apenas el 22% de la riqueza global pertenece a los llamados países en vías de desarrollo, que comprenden al 80% de la población mundial. Sin embargo, éste difícilmente será el límite de la polarización actual, ya que la parte de los ingresos globales que reciben los pobres es aún menor: en 1991, el 85% de la población mundial recibía el 15% de los ingresos. No es casual que el paupérrimo 2,3% de la riqueza global que recibía el 20 % de los países más pobres haya caído actualmente al 1,4%.11

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    Mensaje por DP9M Jue Feb 24, 2011 3:00 am

    Muchisimas gracias camaradas!!

    Muchas gracias Eresh!! Me ha servido de mucho!!

    Un beso!
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    Mensaje por Ereshkigal Jue Feb 24, 2011 3:43 am

    ¿Gracias? ¿Por qué? No sé el resto de los camaradas pero yo llevo mal que me den las gracias y menos en un foro como este en el que aporto poquísimo en comparación con las cosas que aprendo; la verdad es que me considero afortunada en ese sentido. Very Happy

    Consideraciones sobre el Estado de Bienestar
    Jorge Saborido


    Prólogo

    Uno de los temas que en los últimos tiempos ha suscitado en mayor medida el interés de los estudiosos en los diferentes campos de las ciencias sociales es el de los cambios producidos en el funcionamiento y accionar del Estado en el marco del sistema capitalista. La razón más importante de este interés reside en el protagonismo que ha asumido la institución estatal, fundamentalmente desde la Segunda Guerra Mundial, afectando todos los ámbitos de la vida social. El llamado Estado benefactor o Estado de bienestar (Welfare State) se ha constituido tomando apreciable distancia en algunos aspectos básicos respecto de las concepciones que apuntalaron el surgimiento y desarrollo del Estado liberal.

    El presente trabajo apunta a sintetizar el proceso histórico de constitución y consolidación del Estado de Bienestar, e revisar las teorías explicativas que se han elaborado a partir del surgimiento y a dar cuenta de los debates que se han suscitado alrededor de su vigencia a partir de los años 70. Su antecedente es el artículo “El Estado benefactor y el escenario económico - social de la segunda posguerra” (en Campins, 2001), y la presente versión constituye una ligera ampliación de los argumentos desplegados allí, así como también se incorpora un apéndice en el que se destaca una de las oposiciones planteadas en relación con la potenciación del Estado de bienestar frente a las consecuencias generadas por el proceso de globalización en el terreno social.

    1. Definición

    Antes de elaborar las diferentes temáticas vinculadas con esta trascendente realidad del escenario económico - social contemporáneo al concepto de Estado benefactor. La definición de Isuani (1991) constituye un razonable punto de partida:

    [El Estado Benefactor] consiste en un conjunto de instituciones públicas supuestamente destinado a elevar la calidad de vida de la fuerza de trabajo o de la población en su conjunto y a reducir las diferencias sociales ocasionadas por el funcionamiento del mundo.

    Estas instituciones actúan como mecanismos redistributivos del ingreso, de diferentes maneras: 1) a través de transferencias monetarias, las que pueden ser directas –seguros de desempleos, pensiones, asignaciones familiares- o indirectas –subsidios a productos de consumos básicos-; 2) mediante la provisión de bienes –programas de asistencia alimentaria- y prestación de servicios –educación salud -, y 3) estableciendo normas de protección de condiciones de trabajo, del medio ambiente o de la calidad de productos y servicios.
    Existen sin embargo abordajes más abarcativos, que atribuyen a la gestión estatal un papel más amplio. Así, Estruch (1996: 230) se refiere al Estado de bienestar como:

    ...una forma de organización institucional basada en el compromiso público con pleno empleo, la política económica anticíclica, la existencia de sistemas más o menos amplios de provisión universal de cientos bienes, servicios y transferencias y las políticas redistributivas en pos de la reducción de la desigualdad económico y social.

    Desde esta perspectiva, el Estado benefactor se vincula estrechamente con las llamadas “políticas keynesianas”,1 definidas como una serie de medidas fiscales y monetarias destinadas a atenuar las fluctuaciones de la actividad económicas, uno de los rasgos característicos del capitalismo desde sus orígenes.

    2. Orígenes históricos del Estado de bienestar

    Es plausible afirmar, en principio, que el Estado de bienestar constituye una formación histórica específica con un punto de partida preciso, el fin de la Segunda Guerra Mundial. No obstante, se encuentran antecedentes, incluso muy lejanos en el tiempo, de intervenciones estatales en el terreno social, hecho que lleva a algunas corrientes de investigación a sostener que lo ocurrido después de 1945 constituye el periodo de expansión del Estado de bienestar (Ochando Claramunt, 1999). Existen expertos que lo remontan a la legislación inglesa sobre pobres de 1601 (García Cotarelo, 1987); otros destacan que el primer esfuerzo sistemático de intervención del Estado se produjo en Suecia y Dinamarca a fines del siglo XIX, como resultado fundamentalmente de la presión social de la pequeña burguesía agraria, afectada por las difíciles condiciones en las que se encontraba el sector como consecuencia de la penetración de los productos alimenticios provenientes de la periferia. No obstante, la mayoría de los analistas destacan la importancia de la legislación social implantada en Alemania en la década del 80 del siglo XIX durante el gobierno de Otto Von Bismarck. Entre esas leyes se destacan la ley de seguro de enfermedad y maternidad (1883), la ley de accidente de trabajo (1884) y la ley de enfermedad, jubilación y defunción (1889).

    Más allá de las motivaciones coyunturales que determinaron la adaptación de esta legislación en el imperio alemán, básicamente el intento del canciller Bismarck de neutralizar el crecimiento del socialismo dentro de la clase obrera alemana-, la misma aparece como una respuesta de las clases dominantes al conflicto fundamental que afectó a la sociedad europea del siglo XIX, suscitado por la expansión de la economía de mercado frente al despliegue del ideario democrático e igualitario desde los acontecimientos de la Revolución Francesa en adelante.

    En efecto: por otra parte, el mercado, entendido como el más eficaz asignador de los recursos en la actividad económica, aspira a conquistar plena autonomía respecto de la política, la moral y, en general, de cualquier instancia no estrictamente económica. Por otra, las exigencias de igualdad planteadas por las clases bajas cuestionen justamente la estructura social que se configuraba como consecuencia de una distribución no sujeta a regulación alguna.

    Estas tensiones se trasladaron al terreno del pensamiento político: mientras que el liberalismo en su manifestación ortodoxa acortaba al máximo el papel del Estado, algunas variantes le atribuían un rol activo, planteando que su objetivo era el logro de la felicidad de los ciudadanos; a su vez, dentro del socialismo también surgieron a principio del siglo XX concepciones que el Estado podía ser un instrumento adecuado en la creación mejores condiciones para la clase trabajadora.

    Estas discusiones nos introducen en la interesante distinción que se ha realizado entre Estado social y Estado benefactor. El Estado social, que arranca justamente con Bismarck, tiene una orientación conservadora y concibe la política social como integración desde arriba, de las clases trabajadoras, compensando la inexistencias de libertades y la exclusión (parcial o total) del movimiento obrero organizado. En cambio el Estado de bienestar considera la política social como expansión de los derechos sociales o materialización de los derechos políticos democráticos; pera integrar a la reforma social pactada, explícita o implícitamente, para integrar las clases trabajadoras en el sistema capitalista.

    Ejemplos, si bien menos estructurados, de la intensión del Estado en cuestiones de protección social, los encontramos en Gran Bretaña a principios del siglo XX, cuando se crea un sistema de pensiones y un seguro por enfermedad.
    Finalmente, es preciso destacar (aunque sólo sea como apunte que se ampliará más adelante) que el incremento del papel del Estado en la economía se inscribe en un marco más amplio: el de la construcción y consolidación de Estados - nación organizados de forma de forma burocrática, orientados a gestionar el proceso simultáneo de desarrollo de una economía de mercado y de emergencia de una democracia de masas.

    * * *

    La crisis de los años 30, iniciada con la quiebra de la Bolsa Nueva York en los últimos días de Octubre de 1929, constituyó para la mayoría de los expertos un momento decisivo en el proceso de surgimiento del Estado de bienestar. La continuidad y la profundidad de la depresión - una de cuyas manifestaciones más dramáticas fueron los altísimos niveles de desocupación- y la aparente insuficiencia de las recomendaciones ortodoxas2para superarla crearon las condiciones para el incremento de la presencia del Estado en la vida económica y social. Hasta acérrimos defensores del liberalismo – tal el caso de los conservadores en el poder en la República Argentina – pusieron en práctica medidas intervencionistas que entraban en flagrante contradicción con sus principios.

    El llamado New Deal implementado por el estadounidense Franklin Delano Roosevelt desde el comienzo de su gestión en 1933 conforma, junto al caso de Suecia, el más amplio y conocido plan de intervención estatal llevado adelante por regímenes democráticos. Abarcaban amplios programas sociales para los desocupados pero también la realización de vastos planes de obras públicas a nivel estatal y regional destinados a absorber una mano de obra ociosa, y posibilitaba la intervención gubernamental en los mecanismos del mercado a través de la fijación de precios y el establecimiento de cupos de producción en determinadas mercaderías.

    Con el Estado ya incorporado como actor de primera magnitud en las cuestiones económicas y sociales, en 1936 se publicó la obra Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, del economista inglés John Maynard Keynes (1963). En ella se desplegó la fundamentación teórica de una nueva concepción del capitalismo que atribuía al Estado un papel central. En su visión, la agenda gubernamental incorpora la tarea de actuar sobre la demanda por medio de instrumentos fiscales, la intervención pública y la política de empleo. De esta manera, en su perspectiva, si bien la actividad privada sigue ocupando lugar central en la economía de mercado, ya no es el único motor del crecimiento, en tanto las inversiones estatales contribuyen a superar situaciones coyunturales en las que, por distintas razones, la inversión privada resulta insuficiente. A partir de esta estilización del pensamiento keynesiano, queda claro, como se ha dicho antes, que en la realidad concreta existe una relación profunda entre éste y el Estado de bienestar, por más que tenga sentido la afirmación de que “un Estado benefactor determinado por el proceso general de democratización social y un Estado keynesiano originado por la necesidad de suavizar el ciclo económico responden a lógicas diferentes” (Isuani, 1991: 16). Las llamadas “políticas keynesianas” incluyen decisiones gubernamentales de origen monetario y fundamentalmente fiscal que poco y nada tienen que ver con el Estado benefactor.


    3. la construcción del Estado de bienestar


    La proximidad del fin de la Segunda Guerra Mundial, con el que cada vez más previsible triunfo del bando aliado, suscitó un profundo debate respecto del futuro, del “día después” de la rendición de las fuerzas del Eje. En el terreno estrictamente económico, las preocupaciones no se limitaban en manera alguna a los (sin duda) altísimos costos de la reconstrucción, sino que apuntaban más allá: por un lado, al replanteamiento de las pautas que permitieran retomar el rumbo del crecimiento económico, afectadas por el recuerdo cercano de la depresión, inmediato antecedente de la guerra;4 por otro, a la búsqueda de vías que aseguraran el crecimiento con estabilidad social, a la vista de la expansión del modelo soviético.
    Pero además de estos factores coyunturales, se ha insistido en que el surgimiento del Estado benefactor responde a realidades de dimensiones más profundas; así, es visto desde algunas perspectivas como la respuesta a la manifiesta incapacidad del Estado liberal para enfrentar con éxito los problemas generados por la transformación del Estado capitalista en el marco político de una democratización creciente. Entonces, el Estado de bienestar cumple una función esencial, puesto que
    ...la corrección por el Estado de los efectos disfuncionales de la sociedad industrial competitivas no es sólo una exigencia ética sino también una necesidad histórica, pues hay que optar necesariamente entre la revolución o las reformas sociales. (García Pelayo, 1982: 15)

    Todas las circunstancias convergieron en lo que se considera la primera elaboración sistemática de un sistema completo de seguridad social en Gran Bretaña, el llamado Informe Beveridge,5 redactado en 1942 por el mismo William Beveridge. Este informe se basó en seis principios fundamentales, novedosos para la época:

    1. Prestaciones familiares universales.

    2. Contribuciones uniformes de los aseguradores y las empresas, con el Estado cubriendo una parte de la mayoría de las prestaciones y la totalidad de los subsidios familiares.

    3. Gestión administrativas unificada.

    4. Suficiencias de las prestaciones, tanto en cuantía como en duración.

    5. Amplia cobertura.

    6. Diferenciación a partir del nivel de ingresos de la familia, dado que los subsidios familiares otorgados a los pobres eran financiados casi en su totalidad por impuestos.

    El proceso de transformación del Estado que estamos analizando se relaciona con los nuevos rasgos del capitalismo, que surgieron en Estados Unidos y algunos países de Europa occidental durante el período de entreguerras pero se manifestaron de manera plena después de 1945. El Estado benefactor, entonces, es funcional al capitalismo avanzado y al modo de producción fordista (grandes empresas + producción a gran escala + mercados consumidores amplios y estables + sindicatos con fuerte poder en el mercado de trabajo). Esta nueva realidad necesitaba la continua intervención del Estado para la regulación de la demanda, el control de la estabilidad económica, la reproducción de la mano de obra, la socialización de parte de los costos privados y el arbitraje de los conflictos para mantener la paz social.

    Uno de los rasgos esenciales del Estado benefactor tal como se dio en Europa es que la síntesis entre desarrollo económico y bienestar social se concretó a nivel político en un pacto entre los sindicatos, las organizaciones empresariales y el Estado, que adquirió vigor sobre todo – aunque no exclusivamente- entre aquellos países en los que los partidos socialdemócratas accedieron al gobierno. En este llamado “consenso socialdemócrata” – porque fueron los partidos socialdemócratas quienes lo plantearon con mayor énfasis -, el movimiento obrero renunciaba a cuestionar las relaciones de producción basadas en la propiedad privada a cambio de la garantía de que el Estado intervendría en el proceso redistributivo, a los efectos de asegurar condiciones de vida más igualitarias, seguridad y bienestar a través de los servicios, pleno empleo y la defensa de una distribución más equitativa de la renta nacional.

    A nivel de financiación, en Europa se pueden destacar dos tipos de Estado de bienestar, con implicancias sociales de importancia. El primero, establecido en el centro y en el sur del continente – Alemania, Francia -, se financia en forma predominante sobre la base de contribuciones sociales (empresarios y trabajadores) y supedita los servicios suministrados a la extensión de las coberturas. Se sustenta en la población empleada y tanto en su financiamiento como en su provisión reproduce la estructura laboral y social del país. Para la población no empleada, las transferencias y servicios se fundamentan en la demostración de necesidad, según el criterio que establezcan las autoridades político - administrativas. Otro punto importante es que las políticas sociales en este tipo de Estado de bienestar están encaminadas a favorecer el tipo de familia tradicional, y por lo tanto no incluyen en general servicios destinados a facilitarla incorporación de la mujer a la fuerza de trabajo.

    El segundo tipo de Estado de bienestar es el dominante en los países del norte de Europa –Suecia, Noruega -, caracterizados por ser universalistas, es decir que la financiación se realiza con impuestos sobre la renta y los beneficios sociales suministrados se consideran inherentes a la condición de ciudadanía y residencia, con independencia de Estado, ocupación y nivel de renta. Este sistema redistribuye recursos entre grupos y clases sociales, favoreciendo la incorporación de la mujer al mercado de trabajo. Asimismo, se trata de alcanzar la igualdad en altos niveles de ingresos, no en las necesidades mínimas. Constituye, sin duda, el modelo de Estado de bienestar más vinculado con lo que hemos denominado “consenso socialdemócrata”.

    En Estados Unidos – también en Canadá, Australia y Nueva Zelanda – el Estado de bienestar respondió a la filosofía que se ha denominado “liberalismo de mercado”. De acuerdo con ella, los sistemas de protección social son de carácter “residual”, es decir, destinado sólo a la población más vulnerable, sea por ingreso (pobres) o por edad (personas mayores). Estos sistemas continuaban una línea ya iniciada con el New Deal que constituía fundamentalmente, aunque como vimos no exclusivamente, un conjunto de programas destinados a enfrentar la pobreza en la que vivía buena parte de la población. Por lo demás, se trata de un sistema mayoritariamente privado y no es acompañado por políticas activas destinadas al pleno empleo. Podría decirse que su principal objetivo es hacer más llevadera la desigualdad social.

    El modelo económico del capitalismo avanzado de la segunda posguerra tuvo un éxito considerable en occidente durante alrededor de un cuarto de siglo – desde fines de la segunda guerra mundial hasta principios de la década del 70 -, llegando a cotas de crecimiento económico – de la renta global y de la renta por habitante – nunca alcanzadas antes ni después de esa “edad de oro”. Este modelo está sin duda asociado al accionar del Estado de bienestar, que concretó logros de consideración en algunos de sus objetivos más definidos, como la tendencia a la plena ocupación, la ampliación de los niveles de seguridad económica y social, y la reducción de la pobreza.

    Esta política de bienestar gestada desde las instituciones gubernamentales se manifestó, a nivel macroeconómico, en un incremento del gasto público. Los datos estadísticos que establecen la relación entre el gasto público y el producto bruto interno para algunos países son elocuentes: En Gran Bretaña pasó de 42,4 por ciento al finalizar la guerra a 48,6 por ciento en 1971; en estados Unidos de 24 por ciento en 1950 a 33,2 por ciento veinte años más tarde, y en Alemania de 35,7 por ciento a 42,5 por ciento en esos mismos años (Palazuelos, 1986: 123). La contrapartida de esta expansión, que derivó en muchos casos en un aumento del déficit presupuestario, fue la emergencia de un proceso inflacionario, en el que las manipulaciones en la emisión destinadas a enjugar ese déficit fueron una de sus causas.

    En América Latina no puede hablarse de la existencia de un Estado de bienestar stricto sensu; a lo sumo se ha hablado de “variantes populistas” (Lo Vuolo, 1999), que se han desarrollado en la Argentina, Chile, Uruguay, Costa Rica y Colombia, privilegiando la atención a demandas de los sectores populares sin tener un carácter estructural. En cualquier caso, los logros distan mucho de los obtenidos en los principales países de Europa Occidental.

    El cambio tan significativo verificado en el papel del Estado ha producido también modificaciones en las relaciones sociales. Pueden citarse, entre otras, el aumento de la burocracia y, en general, de la mano de obra empleada en el sector terciario, así como también la institucionalización del movimiento obrero a través de los sindicatos. Justamente, y en relación con este último tema, uno de los rasgos más destacados de la sociedad occidental de posguerra ha sido la extensión del corporativismo. Si, partiendo de un análisis contemporáneo, lo definimos “como una estructura política que integra a los grupos productivos socioeconómicamente organizados a través de un sistema de representación y de interacción cooperativa mutua a nivel de liderazgo y movilización, de control social a nivel de masa”, el corporativismo se ha desarrollado como instrumento del Estado benefactor destinado a superar los conflictos de intereses, asegurando la paz social. Resumiendo con precisión esta cuestión:

    La legitimidad corporativa del Estado, al hacer partícipe de las acciones al resto de los grupos sociopolíticos, supera o, al menos, modifica la legitimidad del liberalismo más primario, basada exclusivamente en el mercado, puesto que las estructuras corporativas tratan de mediar y modificar la dominación del capital.

    4. Teorías explicativas del surgimiento y desarrollo del Estado de bienestar


    A la hora de analizar el proceso de emergencia y consolidación del Estado benefactor, los cientistas sociales han elaborado variadas teorías explicativas. Una útil aproximación a ellas es la que distingue entre teorías centradas en la demanda de bienestar social y las teorías centradas en la oferta, es decir, en las características estructurales del Estado. Es evidente que esta distinción sólo puede realizarse por razones analíticas, dado que en la realidad ambas aparecen interconectadas; Sin embargo, el abordaje por separado creemos que resulta adecuado a los efectos de comprender un proceso por demás complejo.
    Las teorías centradas en la demanda, de fuerte carácter funcionalista, afirman que el Estado responde, por medio del incremento del gasto público social, a los reclamos planteados por diferentes actores sociales que aspiran a un mayor bienestar. Entre estas teorías podemos destacar tres, cuyas bases revisaremos de manera sintética:

    1. La llamada “teoría del industrialismo” sostiene que existe una estrecha relación entre el desarrollo económico y el aumento de la intervención estatal. Desde esta perspectiva, el crecimiento industrial requiere trabajadores eficientes, calificados, en condiciones de movilizarse sin mayores dificultades. Además, crea una fuerza de trabajo urbana sujeta a nuevos riesgos, como las enfermedades y accidentes, el desempleo, la pérdida de la protección familiar, etc. La incorporación de la mujer al mercado de trabajo potencia estos cambios estructurales. El Estado, entonces, aparece como una respuesta a las transformaciones impuestas por la industrialización y el desarrollo tecnológico, con su impacto sobre las necesidades económicas y demográficas de la población afectada por las mismas. Esta teoría tiene sus lejanos orígenes en la conocida “ ley de la actividad creciente del Estado”, formulada en 1883 por Adolph Wagner, que afirmaba que las demandas del gasto público por parte de los ciudadanos se incrementaban con el crecimiento económico y con el aumento de renta disponible por habitante, que constituye uno de sus logros. Explicada así la cuestión, es preciso destacar que el Estado aparece en una situación de neutralidad, minimizándose tanto las dimensiones de la lucha política democrática como la significación de la división de las sociedades en clases. Además, en la medida en que la constitución del Estado de bienestar responde a las necesidades de las industrias y contribuye al crecimiento económico, no se explica entonces por qué surgió y se desarrollo en los últimos años una sostenida oposición a la existencia de este tipo de Estado.

    2. Aclarar que para los defensores de esta La teoría “socialdemócrata” se sustenta en la idea de que los partidos de este signo en el poder constituyen una variable crucial para explicar el desarrollo del Estado benefactor. Por lo tanto, el desarrollo de éste constituye el resultado de las luchas sociales y políticas del movimiento obrero organizado, canalizadas por los partidos reformistas en los momentos en que se hacen cargo del poder ejecutivo. El ejercicio del gobierno por parte de los partidos socialdemócratas está en condiciones de afectar las relaciones económicas, limitando o restringiendo los imperativos del capital. Cabe entonces teoría el desarrollo económico y la democracia política son condiciones necesarias pero no suficientes para el crecimiento del Estado benefactor; es preciso que los sindicatos y partidos socialdemócratas gane poder para concretar una expansión del gasto social. En la versión más optimista, la gestión de los gobiernos de izquierda es destacada como victoria real de la clase trabajadora, abriendo el camino hacia la democracia total. Afirmando que la evolución del Estado es función de las crisis y de la lucha de clases, el despliegue del Estado de bienestar, al mejorar la situación de los trabajadores y extender los derechos civiles, políticos y sociales a todas las clases, impulsa las potencialidades democráticas que existen en la sociedad civil.6 Las críticas a la teoría “socialdemócrata” enfatizan el hecho de que, además de la clase obrera, han existido otros grupos sociales – propietarios agrícolas, grupos católicos, entre otros – que con sus movilizaciones han contribuido al surgimiento y la consolidación del Estado de bienestar.

    3. La “teoría neomarxista” parte del pensamiento de Karl Marx – quien por supuesto no estuvo en condiciones de prever la evolución del modo de producción capitalista -, elaborando una explicación destinada a destacar el papel del Estado como servidor de los intereses de la clase dominante. Así, en las circunstancias históricas específicas de la segunda posguerra, el Estado benefactor constituye el cambio institucional correspondiente a las nuevas características del capitalismo. Para sobrevivir, éste necesita de la continua acumulación del capital y de legitimidad legítima y social, y ambos requisitos son aportados por el Estado. Es indiscutible que “un Estado capitalista que empleara abiertamente sus fuerzas coercitivas para ayudar a una clase a acumular capital a expensas de otras clases perdería su legitimidad y socavaría por tanto el fundamento de la lealtad y el apoyo de que gozara” (O´connor, 1981: 26). Por lo tanto, el Estado benefactor desarrolla los elementos necesarios para mantener la paz social, pero a la vez reproduce las desigualdades inherentes a la naturaleza del sistema capitalista. Como bien a sostenido Przeworski (1990: 69), “toda política pública constituye un esfuerzo para crear las condiciones necesarias para la supervivencia del capitalismo”. Habría que decir, como crítica, que las posiciones “neomarxistas” pecan por exceso de determinismo económico, a partir de los cuales no pueden explicar, por ejemplo, que se apliquen diferentes políticas sociales con distintos partidos políticos en el poder, o que, como ocurre con frecuencia, se implementen medidas de política social con la oposición de la clase política o en detrimento de sus intereses.

    Las teorías centradas en la oferta, por su parte, destacan que los Estados, concebidos como organizaciones que exigen obediencia sobre los ciudadanos, pueden perseguir objetivos que son simplemente reflejos de las demandas de las diferentes clases sociales o grupos de interés. Esto es lo que usualmente se denomina “autonomía estatal”

    La serie de explicaciones basadas en el funcionamiento del aparato estatal no0 forman una teoría integrada pero sacan a la luz determinadas características del Estado que pueden tener una influencia autónoma decisiva sobre diferentes niveles de gasto público y social. Además, destacan que sus estructuras organizativas también actúan sobre los políticos y la acción colectiva de los diferentes grupos sociales. Por lo tanto, las políticas de bienestar estarían fundamentalmente en la lógica del Estado y en las luchas de los políticos por incrementar su poder. Estas ideas pueden resumirse en dos cuestiones:

    1. Motivaciones de los votantes son diferentes La expansión de la burocracia considerada como unidad parcialmente autónoma, relativamente aislada del interés de los votantes y de presión de los grupos de interés. La hipótesis del “poder monopolístico” de la burocracia enfatiza que los funcionarios tienen sus propios intereses y se ven envueltos en luchas por el poder entre ellos mínimos. Así, se potencia la idea de que el crecimiento de los programas sociales depende más de la inercia de la burocracia, de las decisiones e iniciativas tomados por los propios administradores estatales y de la herencia de políticas pasadas, que del desarrollo económico, de los partidos políticos que detentan el poder o de los intereses de las clases dominantes, no obstante, se formula la critica de que siendo la estructura institucional de las democracias occidentales bastante similar, el poder de la burocracia no es suficiente para explicar las diferencias que existen en la expansión de los programas sociales entre los diferentes países.

    2. La competencia entre los partidos políticos, que lleva a éstos a la búsqueda de adherentes a través de la expansión del gasto público, redistribuyendo las rentas en beneficio de los sectores de ingresos más bajos. En la misma línea se encuentra la idea de quienes proponen la existencia de un “ciclo económico - electoral” de expansión de gasto público por parte del gobierno pera estimular la economía poco antes de un proceso electoral. Las criticas a esta visión tienden a enfatizar que las a lo largo del tiempo y en cada país, por lo que es difícil afirmar que ésta es la razón que explica el crecimiento del gobierno.

    Tanto las teorías centradas en la demanda como las centradas en la oferta presentan, como vimos, flancos débiles, poro una visión de conjunto de las mismas nos permite percibir la variedad de circunstancias dentro de las cuales se produjeron las transformaciones del Estado después de la Segunda Guerra Mundial, así como también el hecho de que desde algunas vertientes ideológicas se atribuyan su creación y desde otras desde otras se formule una dura critica a su funcionamiento t hasta su misma existencia.

    4. las criticas al Estado de bienestar

    Al revisar las teorías que explican el surgimiento del Estado de bienestar desde la perspectiva neomarxista, ha quedado muy claro su carácter critico. Las diferentes corrientes de la izquierda radicalizada coinciden en afirmar que no es más que un modo disfrazado de preservar las bases de funcionamiento del capitalismo y, por lo tanto, de asegurar el dominio de la burguesía en un escenario diferente al del sistema en su versión tradicional.

    Las criticas se centran básicamente en tres temas: el Estado de bienestar es ineficaz, represivo y ejerce un control ideológico - político sobre la clase obrera (offe, 1991).

    Es ineficaz porque, a pesar de la mejora verificada en las condiciones de vida de los asalariados, ha hecho muy poco por alterar la distribución del ingreso entre el trabajo y el capital. Los mecanismos del Estado benefactor no actúan sobre las causas de los problemas que afectan a las clases trabajadoras –desempleo, enfermedades, reconversión industrial- sino que compensan (y lo hacen parcial y tardíamente) sus consecuencias más negativas.

    En cuanto a los aspectos represivos, se afirma que los servicios del Estado de bienestar sólo pueden ser obtenidos por quienes se pliegan a las pautas dominantes de la sociedad. Así, por ejemplo, los potenciales beneficiarios deben ser desocupados dispuestos a aceptar cualquier empleo alternativo, o pobres que adopten comportamientos que los hagan “merecedores” de los subsidios estatales. El no cuestionamiento del orden social es una de las condiciones necesarias para acceder a la protección que brinda el Estado de bienestar.

    Finalmente, se destaca que el Estado benefactor no constituye únicamente una fuente de beneficios y servicios sino que actúa como creador de falsas concepciones sobre la organización y la conciencia de la clase obrera. Al ocultar los mecanismos de explotación del modo de producción capitalista, la actividad del Estado benefactor no aparece ante las clases trabajadoras como lo que realmente es: un mecanismo destinado a intervenir para corregir las deficiencias e injusticias del sistema sin plantear su superación. Su existencia apuntala la idea de la cooperación entre las clases y la creencia en el fin de las luchas políticas y sociales.

    Si bien las criticas al Estado de bienestar se hicieron oír de diferentes ámbitos conservadores a partir del proceso mismo de su surgimiento y consolidación –ya en los años 50 se destacaba su componente inflacionario y el hecho de que frenaba el crecimiento -, fue sin duda la crisis de los años 70 la que dio impulso a los cuestionamientos provenientes ahora también del excedente pensamiento neoliberal, 7 que se cebaron en los problemas de una economía que no sólo había disminuido sensiblemente su ritmo de crecimiento sino que se veía afectada por una inflación aparentemente incontrolable y por un aumento de la desocupación que planteaba enormes exigencias al Estado de bienestar.

    Un resumen de las críticas neoliberales y conservadoras debe destacar los siguientes argumentos (Navarro 2000: 136-139):
    Las políticas redistributivas del Estado benefactor tienen un impacto negativo sobre el desarrollo y el crecimiento económico, al aumentar el consumo y disminuir el ahorro de la población. En particular, esta disminución afecta sobre todo a los sectores más pudientes, a los que se atribuye mayor capacidad de ahorro, resultando entonces éstos los sectores más afectados por la gestión gubernamental.

    Las políticas reguladoras del mercado de trabajo características del Estado benefactor han alcanzado un desarrollo excesivo y obstaculizan la creación de empleo. Se asume además que las políticas públicas encaminadas a alcanzar la plena ocupación son ineficaces, injustificables e insostenibles.

    Las políticas reguladoras del comercio exterior y de la movilidad del capital, atribuidas al pensamiento keynesiano y realizadas por el Estado de bienestar, están obstaculizando la eficiencia económica del sistema internacional. Por lo tanto, se aconseja el libre comercio y la libre movilidad de capitales con la mínima intervención del Estado.

    El Estado de bienestar ha alcanzado unos niveles excesivos, creando dependencias que han empobrecido a la población, disminuyendo su potencial creador como sociedad civil y facilitando una relajación moral que debilita a la familia y al conjunto de la sociedad.

    Los programas redistributivos del Estado de bienestar han cuestionado la estabilidad e incluso la gobernabilidad de los sistemas democráticos al incrementar las expectativas populares y sus demandas sobre el mismo.

    A partir de estos elementos se plasmó y difundió una visión de la problemática económica que adquirió contornos avasalladores, sostenida por una combinación de “solvencia” académica e intereses bien concretos, que conformó lo que se ha dado en llamar “pensamiento único” (Estefanía, 1998).

    La década de 1980 –marcada en el mundo político occidental por el triunfo de los republicanos en Estados Unidos, que llevó a la residencia a Ronald Reagan, y por la irrupción de la conservadora Margaret Thatcher como primera ministra en Gran Bretaña- inauguró un período concreto en el que el desmantelamiento del Estado benefactor se reformó –por lo menos en el discurso pero ni sólo en él- en el objetivo de estos gobiernos.

    Sin embargo, es preciso destacar que a pesar de contar con apoyos electorales de gran magnitud, ni Reagan ni la “dama de hierro” pudieron ir más allá de ajustes parciales, sin afectar de manera decisiva los logros alcanzados por las clases asalariadas en los años anteriores. Las bases del Estado de bienestar se mostraron por demás sólidas, entre otras razones porque existía un consenso generalizado en la sociedad respecto del mantenimiento de un determinado nivel de vida que no era viable políticamente deteriorar de manera significativa. No obstante, en aquellos ámbitos en los que los recortes presupuestarios alcanzaron cierta entidad, reduciendo los profanas de asistencia social, el resultado fue une profunda escisión de la sociedad entre los que participan e el sistema económico, gozan de estabilidad laboral y en algunos casos de ingresos aceptables, y quienes conforman los sectores marginales imposibilitados, por distintas razones, de incorporarse a un aparato productivo que no brinda oportunidades para todos, y abandonados por un Estado que ha dejado de preocuparse por su suerte.

    5. Globalización y Estado de bienestar

    Las transformaciones producidas en la economía internacional durante la última década del siglo XX, asociadas a la expresión globalización ha suscitado importantes debates teóricos respecto del impacto que las mismas tiene sobre le accionar del Estado en general y del Estado benefactor en particular.

    Las características del funcionamiento de los mercados financieros, el control que ejercen sobre ellos las empresas multinacionales, las facilidades que se les presentan para la movilización de los capitales, ponen en primer plano el rol que le compete al Estado - nación en este escenario globalizado.8 Una visión negativa respecto de la importancia reservada a su accionar puede resumirse en esta ácida afirmación: “En el cabaret de la globalización el Estado realiza un strip-tease y al final de la función queda lo mínimo: el poder de la represión” (Baumon, 1999: 23). Los argumentos en este sentido se asientan en la certeza de que los capitales, dotados de una movilidad que les permiten atravesar fronteras en forma instantánea, en le nuevo mundo globalizado se ausentarán de aquellos países que los penalicen con sus políticas económicas y fiscales. En relación específica con el Estado de bienestar, la argumentación es similar sustentada incluso por quienes provienen de posiciones ideológicas socialdemócratas o cercanas a ellas:9 los altos salarios, los elevados impuestos sobre el capital y des déficits públicos, elementos a los que se asocian estrechamente las políticas sociales del Estado de bienestar, desalientan y asustan tanto al capital productivo como al financiero.

    Por lo tanto, hay que proceder de manera que las instituciones que sostuvieron las transformaciones de la segunda posguerra sean progresivamente desmanteladas, respondiendo a una lógica económica que se presenta como irrefutable. Flexibilidad laboral, reconsideración de diferentes aspectos vinculados al seguro de desempleo, baja presión impositiva, libertad absoluta para los movimientos de capitales, son las exigencias de las grandes empresas de dimensión mundial plantean a Estados cada vez mas acotados en su accionar. Si –como muestra el Banco Mundial- el producto bruto interno sumado de Honduras, Panamá, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica Ecuador, Perú Paraguay, Bolivia y Uruguay es inferior a la facturación mundial de la General Motors, se percibe la dificultad que se puede experimentar para llevar adelante estrategias económicas contrarias a sus intereses.

    Pero, además, la vigencia en los años 90 del llamado “consenso de Washington” (Williamsom, 1990), una serie de pautas destinas a guiar las políticas a aplicar en los países latinoamericanos desbordados por la inflación y el déficit fiscal pero en condiciones de hacerse extensivas a todos los países en dificultades, ha reforzado estas posiciones contrarias a la intervención del Estado en el terreno social. Cuando en él se destacan las recomendaciones fundamentales –un marco económico equilibrado, una disminución del tamaño del Estado, un sector privado en expansión y la adopción de políticas destinas a la reducción de la pobreza- nada se dice, y no es casual, sobre el problema de la redistribución del ingreso. El mismo expositor de los rasgos principales del consenso de Washington destacó en su momento que sobre este tema no existía un pronunciamiento explícito.

    En resumen, se plantea la conformación de un nuevo modelo cuyas características principales son las siguientes:

    1. Redefinición del papel económico del Estado.

    2. Reestructuración de los sistemas de protección social.

    3. Profunda liberalización de los mercados, incluyendo los de trabajo, así como una mayor integración de los mercados internacionales al marcado internacional.

    4. Limitación de la libre circulación de las personas.

    Ahora bien, en relación con este último punto, como bien afirma Eric Hobsbawm, en los países industrializados hay un control concreto del mercado de trabajo por parte del estado – poniendo trabas de todo tipo a la inmigración- que acota al máximo las posibilidades de quienes defienden la remoción de todo obstáculo que impida el funcionamiento de ese mercado; asimismo, sostiene que “no hay ningún gobierno que piense seriamente en lograrla [la flexibilización del mercado de trabajo] bajando los niveles salariales italianos o ingleses al nivel de los camboyanos o chinos, pongo por caso. Porque los efectos políticos serían inafrontables” (Hobsbawn, 2000: 100). Una de las alternativas a las que se ha recurrido frente a la solidez mostrada por las instituciones del Estado de bienestar es la “deslocalización”: la búsqueda de opciones en la periferia aprovechando la diferencial de salarios y la menor presión impositiva existente respecto de lo que ocurre en los países desarrollados.

    No obstante, la concepción tan generalizada de que no se puede actuar “contra los mercados” sin correr el riesgo de una crisis provocada por la capacidad de las empresas multinacionales de operar aprovechando las ventajas de la globalización es cuestionada por quienes, en nombre de la primacía de la política, se enfrentan a la vigencia de ese “pensamiento único”. La idea central que se despliega es que la defensa del Estado de bienestar constituye un elemento clave en el comportamiento eficiente de una economía capitalista, puesto que no sólo mejora el capital humano de la sociedad (en educación y en sanidad) sino que contribuye a la cohesión social y a la participación de los ciudadanos, factores más incentivadores de la productividad que la inestabilidad (o directamente el miedo) que generan las políticas neoliberales (Navarro, 2000, IV). Por lo tanto, se sostiene que, lejos de afectar la gobernabilidad de los sistemas democráticos y de empobrecer la capacidad de iniciativa de la sociedad civil, la continuidad del Estado benefactor, incluso impulsando nuevas iniciativas como la introducción de la renta Básica de Ciudadanía-10 apuntalada por un poder político fuerte y coherente en sus objetivos- algunos incluso argumentan con vigor la necesidad de impulsar la constitución y consolidación de instituciones transnacionales (Beck, 1998)-, constituye un componente fundamental para el funcionamiento de una economía de mercado capitalista gestionada democráticamente. Por el contrario, la insistencia en la aplicación a ultranza de políticas neoliberales potencia la conformación de sociedades fuertemente polarizadas en el terreno social, escenario favorable al cuestionamiento de la legitimidad y credibilidad del sistema político.

    APÉNDICE


    Una revigorización del Estado de bienestar: la Renta Básica de Ciudadanía11

    Frente a los embates del neoliberalismo, la defensa de la vigencia y actualidad del Estado de bienestar ha incorporado nuevas propuestas, destinadas a ofrecer a los ciudadanos nuevas opciones frente a un proceso globalizador que se manifiesta fundamentalmente en un incremento de los riesgos – de pérdida del empleo, de insuficiente calificación para los nuevos ámbitos laborales – para muchos de los integrantes de la sociedad.

    Una de las propuestas más difundidas en la Europa occidental en los últimos tiempos, si bien su origen se remonta a algunos pensadores del siglo XVIII, es la llamada Renta Básica de Ciudadanía (también llamada “subsidio universal garantizado”).
    Se trata, en esencia, de un ingreso pagado por el Estado a cada ciudadano de una sociedad por el solo hecho de serlo, con las siguientes particularidades: se cobra incluso si el ciudadano no quiere trabajar, sin tener en cuenta si es rico o es pobre, sin importar con quien vive o a quien sostiene, con independencia de la parte del país en la que habita. La idea es que a ella tiene derecho cualquier ciudadano por el simple hecho de existir, no para existir, siendo un derecho previo a cualquier otro tipo de material. Es un ingreso incondicional, algo con lo que cualquiera puede contar, que le proporciona un cierto fundamento material en el que puede descansar su vida, y al que, por supuesto, se le pueden añadir otros ingresos, procedentes del trabajo o del ahorro, del mercado o del Estado.

    Es interesante insistir en que se trata de un derecho ciudadano, no el resultado de la beneficencia, de la caridad o de la solidaridad. Es individual, no familiar; universal e incondicional, otorgado en tanto que ciudadano y no como trabajador real o potencial. Asimismo, no depende de otros posibles ingresos, por lo que se seguiría percibiendo en caso de realizar cualquier otra actividad remunerada.

    La fundamentación más elaborada proviene del filósofo belga Philippe von Parijs: “Si la libertad real es un asunto relativo a los medios, no exclusivamente a los derechos, los ingresos de las personas adquieren mucha importancia. Sin embargo, la libertad real que nos preocupa no se refiere sólo a la libertad para comprar o para consumir. Es la libertad de vivir como a uno le gusta vivir. De ahí surge la importancia de garantizar ese poder de compra con independencia del trabajo realizado por esa persona o de sus disposiciones hacia el trabajo” (citado por Estefanía, 2002: 120).

    Los defensores de este tipo de ingreso sostienen que solucionaría algunos problemas:

    Al convertirse en una renta garantizada, permitiría que todo el mundo pudiera contar regularmente con una cantidad de dinero, aunque fuera modesta, y por lo tanto hacer proyectos, tener una mayor movilidad y eventualmente reunir un capital.

    El subsidio por desempleo perdería su carácter de estigma social, puesto que dejaría de estar vinculado a cualquier tipo de condición (edad, número de miembros de la familia, recursos, búsqueda de empleo o formación, etcétera).

    Daría lugar a una importante simplificación administrativa, al disminuir de manera notable los controles.

    La introducción de esta renta ha sido pensada tanto para los países ricos como para los pobres, por lo que se hace preciso un conocimiento del umbral de pobreza de cada sociedad y, por supuesto, del nivel de recursos disponibles.

    En relación con el tema de los recursos, está claro que ellos tienen que salir de una redistribución del gasto público y/o de la creación de nuevos impuestos, lo que implica reintroducir la discusión respecto del tema del Estado de bienestar.

    Como es de prever, la reacción neoliberal frente a la propuesta de la Renta Básica de Ciudadanía ha sido negativa: sostienen que ella interfiere en la correcta asignación de recursos que realiza el mercado, crea ineficiencias, cría vagos y, en definitiva, fomenta la irresponsabilidad entre la sociedad. El fundamentalismo que caracteriza a quienes sostienen estas ideas conduce a que cualquier discusión sea imposible, en tanto se sienten los poseedores de la verdad absoluta.

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    Mensaje por Ereshkigal Jue Feb 24, 2011 3:56 am

    Lo que muchos pensamos sobre el Estado del Bienestar:

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    Mensaje por miguelitez Miér Mar 02, 2011 9:22 pm

    Ereshkigal escribió:El estado del bienestar no es más que una máscara que se pone el capitalismo para disfrazar su verdadera naturaleza.


    Cinco puntos contra el estado del bienestar
    Jorge Valín

    1. El capitalismo es la ley de la jungla: Son los medios políticos, y no el libre mercado, quienes han creado un impuesto privado como el de la SGAE. Los que han creado bancos centrales que monopolizan el dinero o un sistema bancario hiperdesarrollado. Ha sido la política quien ha instaurado monopolios de iure, regalando dinero a grandes corporaciones, como las del lobby verde. El estado del bienestar es la ley de la jungla donde abiertamente una parte de la sociedad, bajo lemas sociales y políticamente correctos, vive a expensas de la clase productiva. Un pequeño grupo de parásitos vive del resto de la sociedad.

    2. Lobbies: En un sistema de libertad total (laissez faire) los lobbies también existirían, no son más que parte de la diversidad social y económica. Pero sólo bajo el estado del bienestar estos lobbies se convierten en gobernantes de facto. Todos los políticos occidentales son instrumentos de estos lobbies ya sean financieros, de la farándula o ecologista. El estado del bienestar, lejos de ser una democracia, es un estado oligopólico. ¿Qué diferencia hay entre la política exterior de Obama y Bush? Ninguna. La "Guerra contra el Terror" de Bush sigue marcando la agenda de Estados Unidos.

    3. Igualitarismo: Este punto es uno de las grandes contradicciones del sistema. Por una parte los políticos nos hablan de la grandeza de la diversidad y, por otro, la atacan contundentemente. La justicia se dedica a cerrar medios de comunicación, impone censores como el CAC que fiscalizan los medios no afines al Gobierno, prohíbe estilos de vida y veta conductas individuales por razones de salud o criminalidad inventadas. Hace un siglo fueron las drogas, ahora el tabaco, le seguirá el alcohol, comida rápida y en no mucho tiempo necesitaremos permisos administrativos hasta para irnos a la cama con quien queramos.

    El estado del bienestar impulsa con dinero público estilos de vida afines, como el colegio público y su educación para la ciudadanía, subvenciona los medios de comunicación masivos para que sean complacientes con los desvaríos gubernamentales y así alcanzar el llamado "pensamiento único".

    4. Escasez: El estado del bienestar provoca escasez. En el momento en que el Estado marca precios máximos u ofrece bienes gratis, automáticamente ese bien o servicio, en algún momento, escaseará. En un sistema de libre competencia, el regulador de la oferta es el precio. El mercado decide a qué precio se ha de vender un bien y en qué cantidad. Los bienes y servicios más regulados, son los que más escasean o dificultades tienen: en épocas secas, el agua; la electricidad, con apagones; servicios sobrerregulados, como el trabajo o la sanidad, son los que peor comportamiento tienen en la actualidad.

    Curiosamente, esta escasez que crea la regulación provoca que sólo una minoría plutocrática o del gobierno consigan los mejores bienes y servicios (siempre tienen la mejor educación para sus hijos, medicina, les sobre el trabajo, coches, etc.). El estado del bienestar incentiva aquello contra lo que pretende luchar.

    5. El estado del bienestar crea dependencia: ¿Se ha preguntado por qué los grandes bancos no se acogen al FROB? Para no depender del Estado y que no deberle favores. En el momento en que el Gobierno se convierte en el gran mecenas de la gente y empresas, quedan expuestos a sus arbitrariedades. Piense en la jubilación. Se ha convertido en un monopolio del Gobierno. Usa las pensiones para ganar elecciones y, a diferencia de cómo se establecen los contratos en empresas privadas, cambia las cláusulas cuando le da la gana. Los que por creencia o por necesidad (necesidad que el mismo estado del bienestar ha creado) se acogen a la mendicidad del Estado se convierten inexorablemente en marionetas del sistema. Sólo la economía privada crea la independencia del ciudadano.

    Todos los males que se atribuyen hoy día al capitalismo provienen del estado del bienestar. El gran malentendido tal vez proviene del término. Capitalismo no es el sistema actual. Lo que hoy gobierna nuestras vidas es el capitalismo de estado o economía del fascismo. Es la guerra de todos contra todos. Cada lobby y ciudadano intenta imponer su estilo de vida, ya sea conservador, socialista, militarista, católico, musulmán, pro-aborto, antiaborto, etc. apelando al Gobierno y a las leyes. Nuestra época será conocida como la de las prohibiciones e intransigencia. El hombre medio de hoy día partidario del socialismo y estado del bienestar no es menos retrógrado que el inquisidor medieval que perseguía herejes. No deja de hacer lo mismo, pero con el consentimiento del Estado en lugar de la Iglesia.

    Ojo, porque estos son los argumentos de un liberal, de un capitalista.
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    Sistemas mixtos:Paises Nordicos Empty Países nórdicos, ¿mitad comunistas mitad capitalistas?

    Mensaje por relojandante Miér Jun 29, 2011 1:16 am

    Eso he oído... ¿es verdad?

    La verdad es que son los países que mejor calidad de vida han tenido.. ¿no deberían el resto imitarles?
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    Mensaje por sebastian555 Miér Jun 29, 2011 2:03 am

    Son países muy lindos para vivir, eso es verdad, y si, tienen cosas muy positivas para imitar, especialmente Dinamarca...eso si ES UN PAÍS.

    Las sociedades escandinavas siempre han sido muy igualitarias, allá existen clases económicas, no sociales. Y, muy importante, existe un concepto muy pero muy fuerte de "comunidad" y "bien común", tanto que no les importa tener impuestos al ingreso del 30, 40 o hasta 50%.

    SALUDOS.
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    Mensaje por azar Miér Jun 29, 2011 2:38 am

    relojandante escribió:Eso he oído... ¿es verdad?

    La verdad es que son los países que mejor calidad de vida han tenido.. ¿no deberían el resto imitarles?

    De comunistas nada. Son países capitalistas con cierta participación del Estado, países realmente social-demócratas. Son países con un nivel de servicios sociales alto y con una cultura democrática presentable, lo que no quita que las élites económicas tengan el poder real.

    De todas formas esto de "la mejor calidad de vida" es en parte un mito. Es verdad que los Estados del Bienestar nórdicos han sido los más desarrollados de Europa OCCIDENTAL, lo que no quita que sean países con unas cuotas de suicidio elevadísimas cuyos sistemas sociales se están desmontando paralelamente a los del resto de Europa.

    Dicho así, una vez que desapareció la URSS, desapareció la necesidad de mantener el Estado del Bienestar. Es cierto que las élites económicas tienen más problemas para recortar derechos en estos países, ya que tienen una tradición socialista muy arraigada, pero lo hacen más lentamente. Es por esto por lo que no son un ejemplo. Mientras la burguesía sobreviva como clase dominante perseverarán sus intereses sobre los de la mayoría de la sociedad. Que se pueden arrancar concesiones y lograr unos niveles de vida elevados? La respuesta es sí, pero temporalmente. En cuanto la clase trabajadora baje la guardia se encontrará de vuelta al siglo XIX, esto es lo que está sucediendo en Europa.
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    Mensaje por After-Boltxebike Lun Jul 04, 2011 1:27 am

    Nunca he escuchado eso de estos piases. Lo que si que he oido es que Suecia es casi una dictadura (no lo afirmo, solo es un rumor que he oido).
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    Mensaje por incontrolable Lun Jul 04, 2011 3:56 pm

    Son paises en los que vive muy poca gente, y donde la mayoria de la poblacion está muy concentrada. Tienen una gran tradicion social-democrata(de la de verdad), con gente como Olof Palme que no dudaba a la hora de apoyar a Cuba, comprometido internacionalista sobre todo con los paises mas pobres. Tanto fue, que fue asesinado, y como en muchas otras ocasiones tras este asesinato hay muchas sombras, que si la CIA, que si agentes franquistas...
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    Mensaje por CCCP Lun Jul 04, 2011 11:59 pm

    ¿No entró uno de estos países en la órbita de la URSS? Finlandia, creo. O eso, o procuraba tener una política que contentase al Kremlin.
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    Mensaje por proleinternacionalista Mar Jul 05, 2011 3:08 am

    ¿Cómo podría ser un país unificado mitad comunista mitad capitalista?.

    El manifiesto del partido comunista siempre es un buen e importante texto que es necesario leer.


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    Mensaje por sebastian555 Mar Jul 05, 2011 3:45 am

    After-Boltxebike escribió:Nunca he escuchado eso de estos piases. Lo que si que he oido es que Suecia es casi una dictadura (no lo afirmo, solo es un rumor que he oido).

    Para nada, no se donde escuchastes eso.
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    Mensaje por After-Boltxebike Mar Jul 05, 2011 11:05 am

    sebastian555 escribió:
    After-Boltxebike escribió:Nunca he escuchado eso de estos piases. Lo que si que he oido es que Suecia es casi una dictadura (no lo afirmo, solo es un rumor que he oido).

    Para nada, no se donde escuchastes eso.

    Bueno, recuerdo haberlo leido en "kaos en la red", ya digo que ni estoy deacuerdo ni en desacuerdo, solo era para saber que opinabais.

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