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    ¿Vuelta al patrón oro?

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    ¿Vuelta al patrón oro? Empty ¿Vuelta al patrón oro?

    Mensaje por nunca Mar Jul 14, 2015 7:13 pm

    ¿Creéis que fue positivo que se abandonara el patrón oro en los 70?
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    ¿Vuelta al patrón oro? Empty Re: ¿Vuelta al patrón oro?

    Mensaje por nunca Mar Jul 14, 2015 7:14 pm

    Para complementar el hilo.
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    Jordi de Terrassa escribió:Aprecido Sion;

    Lo que es motivo de alegría es que la decisiones sobre el futuro económico y político de un Pueblo, las tome el propio pueblo mediante la celebración de un referéndum.

    Ahora lo que hay que explicar al pueblo griego, y al resto de pueblos, la estafa y el robo de la deuda pública sobre los pueblos por parte de las oligarquías financieras.

    El denominado dinero fiduciario cuyo valor real es muy inferior a su valor nominal, pero que es impuesto, de forma general por los estados, como medio de pago y depósito de valor. Los billetes y monedas que manejamos en la actualidad pertenecen a esta categoría de dinero fiduciario. El dinero fiduciario no está respaldado por valor de uso alguno, salvo que por imperativo legal sirve como forma de pago de la fuerza de trabajo, es decir, es un porta-valor de fuerza de trabajo. Es creado como privilegio monopolista de los políticos profesionales, es la legalización de la ancestral práctica fraudulenta de devaluar la moneda bajando la ley del metal del que está hecha.

    En el siglo XIII tras su viaje a China Marco Polo hace las primeras referencias que existen en Occidente acerca de la producción y uso del papel moneda, forma de pago incomprensible para las condiciones imperantes en Europa durante aquella época. Es en el siglo VII a.C. en la actual China cuando se tiene constancia del primer papel moneda, aunque su uso oficial no sería hasta  el siglo VII d.C. Los chinos llamaron a los billetes “dinero volante”, debido al escaso peso de éstos y a la facilidad con que circulaban en un área relativamente grande.  Los primeros billetes que se hicieron en Europa tienen su origen en la península Ibérica emitidos por los Reyes Católicos en el año 1483, para financiar el último episodio de la Reconquista, la guerra contra el Reino de Granada. En el período 1641-1666, el Banco de Estocolmo emitió billetes de la mano del cambista Johan Palmstruch, su fundador, quien los entregaba como recibo para quien depositaba oro u otro metal, frente a una súbita devaluación de la moneda de cobre. Fue en Inglaterra donde los billetes tuvieron mayor aceptación; donde los joyeros los entregaban contra depósitos en metales preciosos en sus bóvedas. La evolución por la cual los estados emitían billetes y monedas, que daban derecho a su portador a intercambiarlos por oro o plata de las reservas del país, es el siguiente;

    • En los siglos XVIII y XIX, muchos países tenían un patrón de dos metales, basado en oro y plata.
    • Entre 1870 y la Primera Guerra Mundial se adoptó principalmente el Patrón oro, de forma que cualquier ciudadano podría transformar el papel moneda en una cantidad de oro equivalente.
    • En el periodo entre guerras mundiales se trató de volver al Patrón Oro, si bien la situación económica y la crisis o “crack” del 29 terminó con la convertibilidad de los billetes en oro para particulares.
    • Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, los aliados establecieron un nuevo sistema de usura en los acuerdos de Bretton Woods, en los cuales se establecía que todas las divisas serían convertibles en dólares estadounidenses, el dólar estadounidense sería convertible en lingotes de oro a razón de 35 dólares por onza para los gobiernos extranjeros. El patrón cambio oro es un sistema monetario por el cual se fija el valor de una divisa en términos de una determinada cantidad de oro, o cualquier otro bien. El emisor de la divisa garantiza poder devolver al poseedor de sus billetes la cantidad de oro en ellos representada. Este sistema se reimplantó al final de la Segunda Guerra Mundial, en Bretton Woods, cuando surgió el Fondo Monetario Internacional (FMI). Las divisas que garantizaban el cambio al oro fueron el dólar y la libra esterlina. Este sistema dio lugar a una estabilidad relativa y duradera, de 1944 a 1971. La mayoría de las economías del mundo se desarrollaron, por lo que esa etapa se conoce en la historia como la "Edad de oro".
    • En 1971, las políticas fiscales expansivas de los EE.UU., motivadas fundamentalmente por el gasto bélico de Vietnam, provocaron la abundancia de dólares, planteándose dudas acerca de su convertibilidad en oro. Esto hizo que los bancos centrales europeos intentasen convertir sus reservas de dólares en oro, creando una situación insostenible para los EE.UU. Ante ello, en diciembre de 1971, el presidente de EE.UU. Richard Nixon suspendió unilateralmente la convertibilidad del dólar en oro, para los gobiernos y bancos centrales extranjeros. Suiza, en 1998, fue el último país en abandonar el patrón oro.

    El monopolio del estado de la emisión de dinero fiduciario, impone que los banqueros tengan el privilegio de obtener el dinero más barato que el resto de ciudadanos. El Banco Central Europeo presta el dinero al 0,05 %, 10/09/2014. Los banqueros son los únicos ciudadanos que tienen el privilegio de conseguir préstamos con este tipo de interés, el resto de ciudadanos debemos pagar a los banqueros.

    El Gobierno establece que la Fábrica Nacional de la Moneda y Timbre imprima billetes por valor de 1.000.000 €, a través del Banco Central lo presta a los banqueros con un interés del 0,05 %, los banqueros depositan el 1.000.000 € en una cuenta, acto seguido, utilizando el privilegio del coeficiente de caja del 2 %, compran deuda del estado por valor de 49.000.000 €, por ejemplo bonos del estado a 5 años con un interés del 4’25 %. El primer año los banqueros obtienen por los bonos:
    49.000.000 € ∙ 4,25 % = 2.082.500 €
    Con los que devuelven al Banco Central el 1.000.000 € más los 500 € de intereses. Los banqueros obtienen un beneficio total de:
    2.082.500 € ∙ 5 años= 10.412.500 €
    De intereses, si se suma el capital inicial:
    10.412.500 € + 49.000.000 € = 59.412.500 €
    A esta cantidad se le resta el préstamo inicial pedido por el banco y los intereses:
    59.412.500 € − 1.000.000 € − 500 € = 58.412.000 €
    Que da la cantidad a pagar por el conjunto de clases populares por medio de los impuestos.

    ¿Por qué los políticos profesionales endeudan el estado?
    ¿Por qué, si es el estado el que crea el dinero, los políticos profesionales hacen pagar, a los ciudadanos, intereses por ese dinero con la deuda pública?
    ¿Por qué todos los ciudadanos no pueden participar en igualdad de condiciones en el negocio usurero?


    No faltan políticos profesionales, banqueros y expertos economistas que nos aseguran los enormes perjuicios que nos causaría que el estado imprimiera papel moneda para financiarse en caso de necesidad, por el que solo tendrían que pagar los ciudadanos el precio de la inflación, y los enormes beneficios que reporta a la ciudadanía que el estado imprima papel con letras, bonos y pagares, otra forma de dinero, que aparte de la inflación hace pagar a los ciudadanos el monto del principal más los intereses del préstamo, vía impuestos.

    Los políticos cuentan que recaudan impuestos para pagar los servicios que presta el estado. La realidad es que los políticos recaudan impuestos para repartírselos con los banqueros.

    En la actualidad, esta es la forma principal de acumulación y concentración de capital que utilizan las oligarquías financieras, aunque es una práctica antigua. Como puso al descubierto Marx en EL CAPITAL, TOMO I:
    Karl Marx en El Capital, tomo I, capítulo XXIV, \"la llamada acumulación originaria" escribió:El extraordinario papel desempeñado por el sistema de la deuda pública y por el moderno sistema impositivo en la transformación de la riqueza social en capital, en la expropiación de productores autónomos y en la opresión de los asalariados, ha inducido a no pocos escritores como William Cobbett, Doubleday, etcétera a ver erróneamente en dichos sistemas el motivo de toda la miseria popular moderna y "Si los tártaros invadieran hoy a Europa, costaría muchos esfuerzos hacerles entender qué es, entre nosotros, un financista." (Montesquieu, "Esprit des lois", t. IV, p. 33, ed. de Londres, 1769.) Con la deuda pública surgió un sistema crediticio internacional, que a menudo encubría una de las fuentes de la acumulación originaria en un país determinado. Por ejemplo, las ruindades del sistema veneciano de rapiña constituían uno de esos fundamentos ocultos de la riqueza de capitales de Holanda, a la cual la Venecia en decadencia prestaba grandes sumas de dinero. Otro tanto ocurre entre Holanda e Inglaterra. Ya a comienzos del siglo XVIII las manufacturas holandesas han sido ampliamente sobrepujadas y el país ha cesado de ser la nación industrial y comercial dominante. Uno de sus negocios principales, entre 1701 y 1776, fue el préstamo de enormes capitales, especialmente a su poderosa competidora Inglaterra. Un caso análogo lo constituye hoy la relación entre Inglaterra y Estados Unidos. No pocos capitales que ingresan actualmente a estados Unidos sin partida de nacimiento, son sangre de niños recién ayer capitalizada en Inglaterra. “La gran parte que toca a la deuda pública, así como al sistema fiscal correspondiente, en la capitalización de la riqueza y la expropiación de las masas, ha inducido a una serie de escritores como Cobbett, Doubleday y otros a buscar erróneamente en aquélla la causa fundamental de la miseria de los pueblos modernos.
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    Saludos.


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    ¿Vuelta al patrón oro? Empty Re: ¿Vuelta al patrón oro?

    Mensaje por ajuan Mar Jul 14, 2015 8:40 pm

    Sacado de una pagina liberal pero pongo para complementar tambien sobre la cuestion "Patron Oro":


    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] escribió:Un antagonismo casi histérico hacia el patrón oro une a todos los estatalistas. Parecen darse cuenta, tal vez con mayor claridad y sutileza que muchos liberales, que el oro y la libertad económica son inseparables, que el patrón oro es un instrumento del laissez-faire, y que cada uno implica y requiere el otro.
    ~ Alan Greenspan[1]



    Los liberales suelen hablar con añoranza de una cosa rara llamada patrón oro. ¿Qué es y por qué le dan tanta importancia?


    La definición decimonónica

    El patrón oro era la forma en que se organizaba el sistema financiero internacional en el siglo XIX. Consistía en algo tan simple como definir una divisa en términos de oro. Así, por ejemplo, el dólar americano estaba definido como una veinteava parte de una onza de oro. Y la libra esterlina era aproximadamente una cuarta parte de una onza de oro. Es decir, tener un dólar equivalía a tener un “vale por 1/20 onzas de oro”. Puesto que la definición de cada divisa en términos de oro era fija, bien podríamos decir que existía una moneda única mundial, que era el oro. Por motivos de comodidad la gente usaba billetes de papel para hacer las comprar y ventas. Luego, uno podía ir al banco a que le cambiaran el papel por su equivalente en oro.

    Ahora bien, las implicaciones eran muchas e importantes.

    Para empezar, ¿qué vieron en el oro para que llegara a ser la moneda mundial de facto? La confianza en el oro ya venía de lejos. La historia económica nos recuerda que el público ha desconfiado muchas veces del dinero emitido por reyes y banqueros, pero nunca jamás ha desconfiado del oro.

    Veamos cómo el oro fue abriéndose paso entre los distintos bienes que se usaron como dinero.


    El trueque y los primeros dineros

    Los primeros intercambios comerciales que se realizaron en la historia fueron trueques. Es decir, se intercambiaba un bien por otro, sin hacer uso del dinero.

    Sucedía, sin embargo, que a veces uno quería conseguir cierto bien, por ejemplo manzanas, y estaba dispuesto a dar otro a cambio, por ejemplo pescado; pero no encontraba a nadie dispuesto a darle manzanas a cambio de pescado, por mucho pescado que ofreciese.

    ¿Qué podía hacer uno ante tal situación? No le quedaba más remedio que enterarse de qué bien quería adquirir el vendedor de manzanas, tal vez pan, y tratar de cambiar pescado por pan y luego ir al pescadero y comprarle el pescado a cambio del pan. Pero, tal vez, el panadero tampoco quería pescado. El ir de compras podía convertirse en una auténtica misión imposible.

    Cada bien tiene sus características. Y, claro está, había bienes que eran más fáciles de colocar en el mercado que otros. Esto es, bienes que uno podía comprar o vender con mayor facilidad. Eran bienes que, lejos de cubrirse de polvo en las estanterías, circulaban fluidamente por los mercados. Eran los bienes más “líquidos”.

    Tal vez a uno no le interesaba lo más mínimo consumir ese bien que tanto le gustaba al mercado. Pero, siendo de los más fáciles de comprar, era fácil conseguirlo a cambio de lo que uno tenia por ofrecer. Y, siendo de los más fáciles de vender, era fácil cambiarlo por lo que uno sí quería consumir.

    Así que, inevitablemente, el bien más líquido acababa por ganarse una demanda que no estaba relacionada con el deseo de consumirlo directamente, sino que estaba basada en el conocimiento de que era fácil, con él, conseguir los demás bienes.

    De esta manera, al bien más líquido del mercado se le llamó dinero. Friedrich von Hayek, de hecho, llegó a decir que sería más preciso usar el término dinero como adjetivo y no como sustantivo. Es decir, cuanto más líquido es un bien, más dinero (o dinerable) es ese bien.


    Lo que el dinero es y lo que no es

    Obsérvese que el dinero facilitó enormemente los intercambios. Sin duda, esto permitió una mayor prosperidad, pero el dinero per se no creó riqueza.

    Es más, el dinero sólo tiene valor cuando la riqueza ya existe. Su razón de ser es precisamente la de representar riqueza que ya ha sido producida o se está produciendo pero que todavía no se ha consumido, es decir, bienes y servicios que podemos intercambiar por otros.

    Debería quedar claro entonces que, si la riqueza producida por una economía no ha aumentado, un aumento de la cantidad de dinero no servirá para enriquecer esa economía.

    Esto es esencial: analicémoslo por reducción al absurdo. Si pudiésemos crear riqueza a fuerza de crear dinero, en situaciones de gran carestía podríamos prosperar con la sola ayuda de la emisión de dinero. Supongamos que ya llevamos dos días completamente aislados en un atolón desolado donde no hay nada con que alimentarnos y nuestras fuerzas empiezan a fallarnos, pero tenemos un millón de euros. Bien, ¿cuanto vale ese millón de euros? Prácticamente nada. Y esos mismos trozos de papel en cualquier ciudad del Viejo Continente serían una fortuna.

    Incluso los gobiernos y bancos centrales de los países más pobres tienen poder para acuñar dinero. Dado que imprimir billetes es relativamente barato, pueden entregar a cada ciudadano muchos billetes con muchos ceros a la derecha. Si el dinero fuese riqueza per se, la pobreza en este mundo sería virtualmente imposible.


    El oro se impone

    Hubo un sinfín de bienes que fueron, en algún momento de la historia en algún lugar del mundo, dinero. Vacas, conchas, pequeños discos de cobre o bronce o hierro, hojas secas de tabaco, cigarrillos, etcétera. Pero, finalmente, en el mercado se prefirió el oro.

    Para que un bien pueda intercambiarse con mucha fluidez, lo cual, como hemos visto, es imprescindible para que pueda llegar a ser dinero, necesita cumplir ciertos requisitos:

    Primera, transportable, es decir, su valor ha de ser alto en relación con su peso, para poder comerciar con lugares lejanos.

    Segunda, divisible, para facilitar las transacciones menores.

    Tercera, homogéneo, para que cada una de las partes en que lo dividimos sea igual.

    Cuarta, duradero, para que mantenga su valor mientras lo tenemos almacenado entre su compra y su venta.

    Quinta, difícil de falsificar.

    Ningún bien satisfizo tan bien estas condiciones como el oro.


    El señoraje...

    Hemos visto que el dinero surgió del mercado, no de ley alguna. Sin embargo, como suele suceder, una vez el mercado lo hubo creado, las leyes lo regularon.

    Los poderosos se esforzaron por conseguir el monopolio de su emisión. Y así se empezaron a acuñar monedas metálicas con la efigie de los gobernantes. El valor de la moneda en el mercado venía determinada por el valor que el mercado otorgaba al metal de que estaba hecha. De manera que una moneda de cobre solía valer menos que una de plata y ésta menos que una de oro.

    Pero, una vez que el poder público se hizo con el monopolio de la emisión, pudo determinar por ley el valor de cambio de esas monedas. Fijado ese valor, el soberano podía reducir la proporción del metal valioso de la moneda y poner en su lugar un metal más barato. La moneda entonces valía legalmente más que lo que valían los metales de que estaba compuesta. O dicho de otra manera, por arte de legislación, el soberano podía comprar cobre para fabricar monedas y venderlas a precio de oro.

    Obviamente, el mercado no reconocía por mucho tiempo ese sobrehumano poder que los gobernantes se otorgaban a sí mismos. Y, con el tiempo, cuando uno quería pagar algo con esas monedas legalmente falsificadas se encontraba con que le pedían un precio más elevado.


    ...y la inflación
    Lo que antes se podía comprar con cierto número de monedas de oro, ahora se compraba con un número superior de monedas porque cada una de las nuevas monedas contenía menos oro. Y, por lo que hemos visto antes, lo que importaba al comprador era la cantidad de oro que acababa en su caja de caudales, no el número de retratos del rey de turno.

    El soberano vanamente pretendía que las monedas que contenían poco oro valiesen tanto como las que tenían más oro. Es decir, mediante leyes pretendía inflar el valor de unas monedas poco valiosas. A medida que en el mercado se iban dando cuenta de lo poco que valía realmente cada una de esas monedas, los vendedores pedían más monedas, o sea, subían el precio de sus bienes. El resultado era que todos los precios expresados en esa moneda se encarecían. A esto se llamó inflación.

    No tardaron mucho en aparecer teóricos, como el padre Juan de Mariana[2], que negaron al gobierno la legitimidad para reducir el contenido de metal precioso de las monedas.


    El papel moneda

    En el mercado, la gente siguió esforzándose por encontrar dineros todavía mejores que el oro. Una de las desventajas de éste era su más que considerable peso.

    Así que fue imponiéndose la costumbre de pagar con unas notas de papel que otorgaban al portador la posesión de cierta cantidad de oro depositada en cierto lugar. Aunque los billetes de papel más antiguos parecen ser un invento chino, una vez más, el desarrollo de esta novedad se produjo sobre todo en Occidente.

    Estos billetes eran como los vales de una consigna cualquiera. Tenerlos equivalía a ser el propietario del oro depositado en alguna caja fuerte. Una multitud de bancos comerciales de todo el mundo emitían este tipo de notas de papel.


    El patrón oro decimonónico

    Aunque, como hemos visto, el oro ha sido a menudo dinero y, por tanto, ha habido varios patrones oro, cuando se habla de “el” patrón oro se hace referencia a la forma en que se organizaba el sistema financiero internacional en el siglo XIX. Recordemos que consistía en algo tan simple como definir una divisa en términos de oro. Así, por ejemplo, el dólar americano estaba definido como una veinteava parte de una onza de oro. Y la libra esterlina era aproximadamente una cuarta parte de una onza de oro. Es decir, tener un dólar equivalía a tener un “vale por 1/20 onzas de oro”. Puesto que la definición de cada divisa en términos de oro era fija, bien podríamos decir que existía una única divisa mundial, que era el oro.

    Cuando un banco emitía esos billetes, sabía que a partir de ese momento podía presentársele un cliente con alguno de ellos exigiendo al banco que se lo cambiara por la correspondiente cantidad de oro. Los bancos, comprensiblemente, se guardaban muy mucho de emitir dinero a lo loco; muy al contrario, trataban de mantener una relación sensata entre el dinero que habían emitido y sus propias reservas de oro.

    De esta manera, cuando el público desconfiaba de algún banco y se formaban largas colas ante sus oficinas para retirar el dinero, la mayoría de clientes conseguía salir con oro en sus manos. Así, conservaban su riqueza mayormente intacta, por muchas dificultades que hubiese en el sistema bancario. Nada que ver con los que sucedería un siglo más tarde.

    Hasta aquí puede verse que las ventajas de ese sistema para la gente común eran considerables, a costa de exigir una enorme disciplina a los bancos emisores. Pero las ventajas no terminaban aquí, ni mucho menos.


    El verdadero Siglo de Oro

    Recapitulemos. Los bancos emisores iban sacando dinero al mercado a un ritmo muy semejante al del aumento de las reservas de oro. Si un banco violaba este principio y emitía demasiados billetes no respaldados por oro, se le retiraba la confianza y, en el peor de los casos, tenía que cerrar. Pero el dinero respaldado por el oro de bancos más sensatos mantenía su valor y los ciudadanos no tenían que pagar por las fechorías de los banqueros.

    Un dinero mundial que mantiene su valor estable a lo largo de las décadas tiene dos importantes consecuencias:

    Primera; los precios se mantienen estables, es decir, la inflación es insignificante.

    Segunda; los tipos de cambio son estables, es decir, no es que se hagan esfuerzos para mantener una paridad fija artificial sino que no existen presiones que pongan en peligro ese equilibrio, lo cual es una bendición para el comercio internacional.

    Puede entenderse que con una inflación bajo control, un gasto público bajo control, unos bancos emisores bajo control y un tipo de cambio bajo control, la tranquilidad económica era tal que prosperar económicamente se convirtió en lo normal.

    Tal fue la situación financiera mundial durante el siglo XIX, desde las Guerras Napoleónicas hasta la Primera Guerra Mundial.[3]


    Oro o guerra

    Puesto que la cantidad de dinero que podía emitir el sistema estaba limitada por la cantidad de reservas de oro y puesto que la cantidad disponible de oro aumenta muy poco de un año para otro, la cantidad de dinero que se emitía anualmente no variaba mucho. Los gobiernos, por tanto, no podían echar mano de la máquina de imprimir billetes para financiar gastos extraordinarios.

    Tanto era así que cuando había enormes gastos “inevitables” como las guerras, solían suceder dos cosas:

    Primera y principal; se hacía todo lo posible para acabar con la guerra cuanto antes para no poner el sistema en apuros.

    Y segunda; si la cosa era muy seria, se suspendía temporalmente la paridad de la moneda con el oro.

    Detengámonos un poco en este punto porque tiene su intríngulis.

    Cuando un banco empezaba a emitir dinero a mayor ritmo del que aumentaban sus reservas de oro, aumentaba el riesgo de que alguien fuese al banco a cambiar sus billetes y le contestaran: “lo siento, no podemos darle oro a cambio de ese papelito”. Tanto si se suspendía la convertibilidad como si no, el mal trago llegaba después de la guerra. Entonces, veían que la cantidad de oro que les quedaba era muy insuficiente para hacer frente a tantos billetes y tenían que “redefinir” a la baja la divisa en términos de oro, o sea, devaluarla. (Recordemos: devaluación implica que comprar al extranjero es más caro y vender es más barato). Precisamente después de una guerra eso era muy amargo porque la prioridad era la reconstrucción. Reconstruir es más difícil cuando comprar materiales de construcción (y cualquier otro producto) al extranjero es más caro. Si se volvía a la convertibilidad sin devaluar se arriesgaba a quedarse con sus reservas de oro vacías, o sea, en la bancarrota.

    Embarcarse en una guerra, aunque se tuviese las de ganar, era una insensatez, por eso hubo tan pocas en el siglo XIX.

    O guerra o patrón oro.

    Efectivamente, a mediados de la década de 1910 se “sabía” que la Gran Guerra duraría unos pocos meses a lo sumo porque los gobiernos no podrían soportar un estrago mayor contra sus reservas de oro. A excepción de Estados Unidos, que no entró en la guerra hasta que ésta estuvo muy avanzada, todos los países abandonaron el patrón oro para poder hacer frente al inmenso gasto bélico.


    Cantidad o calidad

    Por aquel entonces, se había popularizado entre los economistas una teoría que pretendía explicar los fenómenos monetarios. En vez de fijarse en la liquidez del dinero, se centraba en su cantidad. Estos cuantitativistas opinaban que el hecho de que una divisa fuese convertible en oro era irrelevante, lo que tenía importancia eran simplemente las variaciones en su cantidad. Irving Fisher lo expresó con esta ecuación:

    M · V = P · Q

    Donde M es la cantidad de dinero (oferta monetaria), V es la velocidad de circulación (las vueltas que da el dinero por el mercado), P es el nivel general de precios y Q es la producción nacional de bienes y servicios. Como los soberanos de antaño, pensaban que lo importante para los que usan dinero es la cantidad de retratos del rey de turno y no la valoración que de esos retratos haga el mercado. Con una teoría así se abría el camino hacia unas divisas no respaldadas por oro en absoluto, esto es, divisas cuyo valor se basaría en la confianza del mercado en la buena gestión de los bancos centrales. Estas divisas no respaldadas se conocerían como “moneda fiduciaria”, del latín fides, confianza.

    Esta teoría, sin embargo, no fue aceptada por todos. Entre sus críticos destacó Benjamin M. Anderson, Jr.[4]:


       El mundo bancario no tiene la menor dificultad en reconocer ese mínimo de veracidad de la teoría cuantitativa que sostiene que el valor del oro, acuñado o no, no es independiente de su cantidad en relación con la demanda mundial para fines monetarios y para fines de consumo. Ninguna teoría monetaria lo negaría. Ésta es una verdad que, lejos de ser propiedad exclusiva de la escuela de la teoría cuantitativa, es admitida por cualquier estudioso serio de esta materia. Pero esa proposición queda inmensurablemente lejos de la proposición de que el Estado, o un banco emisor, pueda tomar unos trozos de papel carentes de valor, imprimir algo sobre ellos, ponerlos en circulación y, a fuerza de limitar su circulación, darles un valor sin cambiarlos o prometer cambiarlos o tener la intención de cambiarlos. ¿De qué fuentes podrían adquirir valor tales trozos de papel? ¿Por qué los aceptarían los productores a cambio de su trabajo o a cambio de los bienes producidos por su trabajo? ¿Por qué los iba a querer nadie? ¿Por qué, en otras palabras, circularían?


    Ciertamente, en un mercado libre no circularían. Pero circularon en las economías mixtas del siglo XX porque el gobierno obligaron a usarlos y pusieron dificultades enormes al uso del oro. El motivo de los gobiernos para preferir la moneda fiduciaria a la convertible en oro es fácilmente comprensible, lo explicaría medio siglo más tarde Alan Greenspan en 1966:

       El abandono del patrón oro ha permitido a los responsables del Estado del Bienestar usar el sistema bancario para expandir el crédito ilimitadamente. Ellos han creado reservas de papel en forma de bonos nacionales que, mediante una serie de complejos pasos, los bancos aceptan en lugar de activos tangibles y tratan como si de un auténtico depósito se tratara, es decir, como el equivalente de lo que antaño era un depósito de oro. El tenedor de un bono nacional o depósito bancario creado por reservas de papel cree que tiene un derecho sobre un activo real. Pero el hecho es que existen ahora más derechos que activos reales. [Las cursivas son de Greenspan][5]


    La triple pirámide invertida de la Isla de Jekyll

    El Banco de Inglaterra fue el primer banco central de la historia y se creó en 1694, aunque no adquirió su actual forma hasta 1844 con la Peel Act. Una tras otra, las potencias habían ido creando sus propios bancos centrales. La última en subirse al carro fue Estados Unidos. Aunque allí ya había habido varios intentos, la cosa no fraguó hasta que en noviembre de 1910 un grupo de banqueros, reunidos secretamente en la Isla de Jekyll, decidieron crear el Sistema de la Reserva Federal, esto es, el banco central americano. Entró en funcionamiento en diciembre de 1913.

    La Reserva Federal consistió en la coordinación de doce bancos. La Reserva emitía billetes respaldándolos con sus reservas de oro. Puesto que se emitían más billetes que oro tenía la Reserva, podría hablarse de que el sistema consistía en una pirámide invertida: muchos billetes que se sostienen sobre una cantidad de oro inferior. Los bancos nacionales podían entonces ofrecer depósitos a sus clientes respaldándolos con los billetes de la Reserva, puesto que aquí tampoco había paridad unitaria y puesto que había varios bancos nacionales, deberíamos dibujar una serie de nuevas pirámides invertidas apoyadas sobre la primera. Finalmente, todos los bancos estatales podían ofrecer crédito respaldado por los depósitos de los bancos nacionales, es decir, una nueva fila de pirámides invertidas.


    La triple pirámide invertida de la Conferencia de Génova

    Aunque Lord John M. Keynes diría, años más tarde, que el patrón oro era una "bárbara reliquia"; acabada la guerra, las potencias se esforzaron por volver a adoptarlo. Pero, como hemos visto, readoptar el patrón oro implicaba el amargo trago de la devaluación, o la pérdida de gran parte de las reservas de oro.

    Inglaterra, que hasta entonces había sido la gran potencia hegemónica y que acababa de salir victoriosa de la Gran Guerra, no estaba dispuesta a rebajarse y regresó al patrón oro en 1926 sin devaluar la libra. (Es decir, los ingleses podrían importar a bajo coste, pero les sería dificilísimo exportar sus productos.)

    He aquí la idea que los ingleses consiguieron vender al resto del mundo en la Conferencia de Génova de 1922: Estados Unidos, que había sufrido poquísimo por la guerra, permanecería en el patrón oro, respaldando sus dólares con oro. Las divisas de los demás países, sin embargo, no podrían cambiarse por oro, sino por grandes lingotes de oro. El público en general, claro está, no usaba esos grandes lingotes, con lo que la convertibilidad de estas otras divisas quedaba muy reducida. Es más, las libras esterlinas podrían cambiarse también por dólares y las demás divisas por libras.

    Esto era una nueva triple pirámide invertida: los dólares se sostenían sobre una cantidad de oro inferior. Sobre estos dólares se apoyaban las libras, con lo que se formaba una segunda pirámide sobre la primera. Y, finalmente, todas las demás divisas se apoyaban sobre la libra.

    El viejo mecanismo del patrón oro, que castigaba a los que emitían demasiados billetes, ya no funcionaba. Ahora, el Banco de Inglaterra podía emitir tantas libras como quisiera porque, en vez de tener que cambiarlas por oro, podía cambiarlas por dólares. Sólo se trataba de convencer a los americanos de que imprimiesen dólares a tropel.

    Obsérvese que el peldaño inferior de la triple pirámide invertida de la Conferencia de Génova no era otra cosa que la triple pirámide invertida de la Isla de Jekyll. Queda claro, entones, que este sistema permite crear dinero de la nada y, ciertamente, en los “locos” años veinte pareció que en Estados Unidos se creaba riqueza de la nada. Pero también queda claro que el sistema no era un alarde de estabilidad que digamos, ¡sino un enorme castillo de naipes cabeza abajo!


    El caos de entreguerras

    Efectivamente, a finales de los años veinte el nuevo sistema se vino abajo.

    La Reserva Federal se enfrentaba a un doble desafío.

    Por un lado, Estados Unidos estaba pasando por una ligera crisis económica. La Reserva Federal, temerosa de que se produjera una escasez de dinero, aumentó su ritmo de emisión de moneda.

    Por otro lado, el banco central inglés se había negado, por motivos políticos, a una necesaria subida de sus tipos de interés. Debido a este tipo de interés artificialmente bajo en Inglaterra, los inversores ingleses preferían tener su dinero en dólares en vez de en libras esterlinas. En consecuencia, se estaba produciendo una gran salida de oro desde Inglaterra hacia Estados Unidos. Para intentar echar una mano a los ingleses, la Reserva Federal decidió imprimir todavía más dinero, que rebajaría el tipo de interés en Estados Unidos hasta situarlo a niveles cercanos a los de Inglaterra. Con tipos de interés parecidos a ambos lados del Atlántico, se acabó la fuga de oro. Pero los problemas acababan de empezar.

    La enorme liquidez que la Reserva Federal había inyectado al mercado fue a parar, en gran medida, a los mercados financieros. Con enormes cantidades de dinero barato, los inversores compraron acciones de las empresas líderes en las nuevas tecnologías: automóviles y radio, principalmente. Los índices bursátiles se dispararon. Se estaba creando riqueza de la nada pero los expertos aseguraban que los enormes beneficios bursátiles se correspondían perfectamente con la envidiable situación de la economía real. La realidad era bien distinta, se trataba de una inmensa burbuja financiera. Las acciones de la RCA, por ejemplo, pasaron de 1,5 $ en 1921 a 141 $ en 1929. El 3 de septiembre de 1929 se alcanzó el máximo en Wall Street. La Reserva Federal quiso detener la burbuja parando en seco la expansión monetaria, pero ya era muy tarde y la reventó. Del 24 al 29 de octubre se produjo la caída en picado de la bolsa.

    El presidente Herbert C. Hoover primero, como Franklin D. Roosevelt después, intentó frenar la crisis a fuerza de políticas intervencionistas. La crisis se agudizó y se esparció por el mundo. En 1931, Inglaterra abandonó completamente el patrón oro. En julio de 1932, el índice Dow Jones había perdido el 90% de su valor desde los máximos de 1929 y tardaría todavía un cuarto de siglo en recuperar esos niveles. El PIB americano cayó un 60% respecto a 1929 y más de 4.000 bancos cerraron.

    En 1933, Roosevelt decidió acabar con la convertibilidad de los billetes de la Reserva Federal para los ciudadanos americanos. Esto es, desde entonces sólo los gobiernos y bancos mundiales podrían cambiar los billetes de la Reserva por oro. Se llegó al extremo de prohibir a los americanos poseer oro. En 1934 Estados Unidos readoptó el patrón oro, pero no a 20 dólares por onza sino a 35.

    Los dólares ya no salían a raudales de Estados Unidos. Uno de los países más dependientes de esos dólares era Alemania, que todavía se estaba recuperando de la devastación de la Gran Guerra. La economía teutona no podía dar abasto a sus propias necesidades de reconstrucción ni a las obligaciones de pago que le habían impuesto los vencedores. El gobierno alemán había decidido, en la década anterior, imprimir marcos a lo loco. En poco tiempo, carretillas llenas de billetes de varios millones de marcos eran insuficientes para comprar productos básicos. Esto ya no era inflación, sino hiperinflación. La economía alemana se colapsó a principios de la década de 1920. Con una divisa que no valía nada, obviamente, no había forma de pagar las deudas a los vencedores de la Gran Guerra. Así que tras la devastadora hiperinflación vino el impago de la deuda.

    Conscientes del error que había supuesto la impresión sin ton ni son de moneda, los bancos centrales se ciñeron a una política monetaria muy restrictiva. O sea, dieron tal golpe de timón que pasaron de la inflación a la deflación. Los alemanes, desesperados de tantos estragos económicos, votaron a Adolf Hitler para que les trajera tranquilidad y prosperidad.

    El invento de Génova se había hecho trizas. Las potencias habían abandonado el patrón oro. La crisis económica, el paro y la deflación parecían imparables. Sin las restricciones del patrón oro, las economías, incapaces de competir entre sí económicamente, emprendieron el camino de las devaluaciones competitivas. Es decir, redefiniendo constantemente su propia divisa a la baja, cada país intentaba abaratar así sus productos para poder exportarlos más fácilmente y así estimular su producción nacional, frenando el paro y la deflación. Pero la situación siguió empeorando hasta que estalló una nueva guerra mundial.


    Bretton Woods

    Cuando los Aliados vieron que tenían la guerra ganada, empezaron a diseñar planes para el sistema financiero internacional que habría de establecerse en la posguerra.

    El plan inglés fue obra del economista Lord John M. Keynes, el americano fue obra de un alto funcionario del Tesoro llamado Harry D. White. Para cuando la guerra terminó, en 1945, el PIB americano representaba la mitad de toda la producción mundial. No podía haber discusión, se aplicaría el Plan White.

    Entre otras cosas, el Plan White implicó la creación del Fondo Monetario Internacional. A diferencia de lo que podrían hacernos cree los actuales grupos antiglobalización, que tanto protestan contra el FMI, White no era un apasionado del liberalismo a ultranza. Muy al contrario, ya en la década de 1940, el FBI le investigó por colaboración con el Partido Comunista americano. De hecho, documentos internos de la KGB que salieron a la luz en 1999 han desvelado que White era uno de los más importantes activos de la Unión Soviética en Estados Unidos. Éste fue el padre de la criatura.[6]

    En las conferencias celebradas en Bretton Woods a mediados de 1944, las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial redefinieron el sistema monetario internacional aplicando el Plan White. Básicamente, la idea consistía en recuperar el esquema de Génova, aunque se suprimía la pirámide intermedia de la libra. Esto es, todas las divisas serían convertibles en dólares y sólo el dólar sería convertible en lingotes de oro a razón de 35 dólares por onzas para los gobiernos extranjeros.

    La Reserva Federal reinició su política de emitir dólares alegremente. Mientras tanto, Europa y Japón, aplicando políticas más sensatas, se recuperaron y la balanza comercial comenzó a inclinarse en contra de los Estados Unidos. Esos países se encontraron con que sus reservas nacionales se estaban llenando de dólares sobrevaluados que habían adquirido vendiendo sus productos a Estados Unidos. No puede sorprende su reacción: empezaron a vender dólares a la Reserva Federal a cambio de lingotes de oro. Lo poco que quedaba del patrón oro siguió actuando: el banco emisor irresponsable tenía que despedirse de su oro. Las reservas de oro de la Reserva Federal, que tras la Segunda Guerra Mundial estaban valoradas en 20 mil millones de dólares, se vaciaron hasta los 9 mil millones.

    Pero, a medida que las ventas de dólares hacían subir la demanda de oro; en los mercados internacionales de oro, principalmente Londres y Zurich, en precio del metal precioso iba subiendo. A la Reserva Federal le resultaba cada vez más difícil mantener el cambio de 35 dólares por una onza de oro.


    La caída de Bretton Woods

    En marzo de 1968, Estados Unidos decidió acabar con la pérdida incesante de oro. El remedio que se aplicó consistió en el compromiso de todos los bancos centrales a no comprar ni vender oro en los mercados libres. Esto es, las reservas de oro de los bancos centrales y todo el demás oro del mundo funcionarían en compartimentos estancos, jamás se mezclarían. Así, confiaban, la Reserva Federal dejaría de perder oro y el precio mundial de la onza de oro volvería a niveles muy por debajo de los 35 dólares. Se equivocaron a lo grande.

    La Reserva Federal seguía inflando el dólar así que su valor en los mercados iba cayendo mientras el oro se apreciaba. A principios de 1973, una onza de oro se cambiaba en los mercados internacionales por 125 dólares.

    Los bancos centrales europeos amenazaron con vender gran parte de los inútiles dólares que tenían en sus reservas a cambio de oro, contraviniendo el acuerdo. Así que, el 15 de agosto de 1971, por orden del presidente Richard M. Nixon, el dólar dejó de ser convertible en lingotes de oro incluso para gobiernos y bancos centrales extranjeros. Fue el golpe de gracia al patrón oro.


    La crisis del dólar

    Durante todo el siglo XIX, con veinte dólares se podía adquirir lo mismo que con una onza de oro. En la primera década del siglo XX se empezó a pervertir el patrón oro y, con sólo veinte años, en 1934, el valor del dólar se había dilapidado de tal forma que hacían falta treinta y cinco para comprar una onza. Cuando, a mediados de siglo, Jacques Rueff abogó por el retorno al patrón oro con la paridad de una onza por setenta dólares, el doble que el cambio oficial en ese momento, se consideró que el precio era ridículamente alto, que no podían pedirse tantos dólares por una simple onza de oro. Pero el valor del dólar respecto del oro siguió cayendo. Hoy, en los mercados internacionales, no bastan 400 dólares para comprar una onza de oro. Es decir, en los últimos cien años, el dólar ha perdido, en términos de oro, el 95 % de su valor.

    Esta bestial destrucción del dinero se aceleró con la decisión de Nixon de romper el último lazo entre el oro y el dólar. Obviamente, en el mercado predominaron los que quisieron deshacerse a toda prisa de sus dólares para poder comprar activos cuyo valor no se degrade tan rápidamente. El oro, el petróleo y otros activos vieron como su precio se disparaba en dólares. La inflación del dólar llegó a los dos dígitos.

    Curiosamente a esto no se le llamó “la crisis del dólar” sino “la crisis del petróleo”.


    Estanflación

    Cuando se financió el enorme gasto público a fuerza de imprimir más dólares no respaldados, estos perdieron su valor rápidamente. Para frenar la inflación, los gobiernos impusieron todo tipo de restricciones y controles de precios y salarios. El estancamiento económico se vino a sumar a la inflación. Así se creo un neologismo feo de cuidado: estanflación. Entre otras cosas, la estanflación dejaba en evidencia los errores de la teoría keynesiana, que había dado por hecho que inflación y estancamiento no podían darse al mismo tiempo.


    La crisis de la deuda

    Con unas economías occidentales al pairo y una abundancia de dólares, los bancos se encontraron con que nadie les pedía préstamos para nuevas inversiones. Esta circunstancia fue aprovechada por los gobiernos de los países pobres. Por fin, podrían conseguir dinero a bajo coste y, encima, el mundo desarrollado parecía aquejado de agujetas. Ahora podrían recortar distancias.

    Tristemente, esos gobiernos no dedicaron los préstamos a empresas productivas que permitieran desarrollar sus países. Muy al contrario, en gran medida, esos fondos fueron a parar a cuentas privadas de los altos funcionarios de esos países. Otra parte muy considerable fue destinada a gastos militares.

    A principios de la década de 1980, Occidente empezó a levantar cabeza. Con la reactivación económica, las empresas volvieron a pedir préstamos a los bancos y los tipos de interés volvieron a subir.

    Fue un amargo despertar para los países pobres. Después de una década desaprovechando préstamos, llegaba la hora de pagarlos. El saldar una deuda cuando los tipos de interés están en plena escalada, es complicado. Que, encima, no se haya usado el dinero para producir la suficiente riqueza con que devolverla, hace imposible el pago. Méjico fue el primero en reconocer lo evidente: no podía pagar la deuda.

    Desde entonces, el caso se ha repetido en multitud de países. En algún país el gobierno decide echar mano de la máquina de emitir dinero y acaba con la curiosa combinación: cada vez más billetes pero menos riqueza.

       Todo el periodo de la crisis de los 70 nos dejó una valiosa enseñanza que Carl Menger ya había explicado un siglo antes. El dinero no es una cantidad que pueda generarse o imprimirse a partir de la nada y por decreto, sino una cualidad -la liquidez- que el mercado descubre en los bienes y en los activos. La liquidez consiste en no sufrir pérdidas de valor (o pérdidas de tiempo) al desprenderse de cantidades incluso enormes de un bien. Bien el dinero mercancía, bien los activos monetizables, han de ser aquellos que constituyen o representan los bienes más deseados por el mercado. Aquellos con una demanda más amplia, estable y permanentemente insatisfecha.
       Inexorablemente, la violación de esta ley significa tener que pagar el precio de las recesiones. Que sean “deflacionarias” o “inflacionarias” sólo dependerá del activo que tomemos como referencia para expresar los precios. [7]


    Para saber más

    GÓMEZ RUIZ, Jesús. “Errores en la teoría monetaria actual”. La Ilustración Liberal. Número 9. Septiembre 2001. Pág. 109-126.
    GREENSPAN, Alan. “Gold and Economic Freedom”, 1966 en RAND, Ayn. Capitalism: The Unknown Ideal. Signet Books, 1967. New York.
    MENGER, Carl. “Teoría del dinero” en Principios de Economía Política. Unión Editorial. 1997 [1871]. Pág. 319-349.
    MISES, Ludwig von. Gold versus Paper.
    ROTHBARD, Murray N. What Has Government Done To Our Money? Ludwig von Mises Institute, 1990.
    ROTHBARD, Murray N. The Case Against The Fed. Ludwig von Mises Institute, 1994.
    VÁSQUEZ, Ian. “Hay que cerrar el FMI”. La Ilustración Liberal. Número 1. Febrero-Marzo 1999. Pág. 49-56.

    [1] Ver GREENSPAN, Alan. “Gold and Economic Freedom”, 1966 en RAND, Ayn. Capitalism: The Unknown Ideal. Signet Books, 1967. New York. Pág. 96-101.
    [2] Ver MARIANA, Juan de. De monetae mutatione, 1605. Citado en HUERTA DE SOTO, Jesús. “Juan de Mariana and the Spanish Scholastics”.
    [3] An Animated Vision of the Emergence of the Classical Gold Standard
    [4] Ver ANDERSON, Benjamin M., Jr. The Gold Standard versus A Managed Currency.
    [5] Ver GREENSPAN, Alan. Ibíd.
    [6] CABRILLO, Francisco. “Harry Dexter White: un comunista en el FMI” en LibertadDigital.com
    [7] DEL CASTILLO, José Ignacio. “Nixon, la ventanilla del oro y la crisis de los 70”.

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    ¿Vuelta al patrón oro? Empty Re: ¿Vuelta al patrón oro?

    Mensaje por Danko Miér Ago 19, 2015 2:52 pm

    Lo de retornar al patrón oro es una majadería:

    Si todavía tuviéramos patrón oro las consecuencias de la crisis de 2008 hubiesen sido peores que las de la gran depresión de 1929.

    Decir, como se afirma en círculos liberales austriacos, que con patrón oro no se producen burbujas ni depresiones es absurdo, y no hay más que comprobar el caso del Crash del 29 (o de cualquiera de las crisis bancarias del S.XIX norteamericano). De hecho el patrón oro global lo que llevaría es a que una depresión se extendiese por toda la tierra como pasó en aquel momento. Ellos hablan como si no hubiesen existido crisis antes de 1929 y lo cierto es que a lo largo y ancho del XVIII y XIX, las crisis bancarias eran mucho más habituales y extremas. Solo bastaría con tirar un poquito de la hemeroteca, pero son alérgicos a los hechos históricos. El New York Times mismo ofrece un archivo del siglo XIX… y ya se hablaba de las brutales crisis bancarias en los 1850s y 1860s… CON PATRÓN ORO.

    Los defensores del patrón oro lo único que quieren es que su fortuna esté a salvo y que los costes de una depresión la paguen los salarios y el consumo.
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    ¿Vuelta al patrón oro? Empty Re: ¿Vuelta al patrón oro?

    Mensaje por Jordi de Terrassa Miér Ago 19, 2015 5:37 pm

    Apreciado Danko;

    Si bien es cierto que, el anarco-capitalismo y algunos neoliberales, parten de una premisa errónea, que sólo es posible el cálculo económico mediante el uso del dinero-mercancía como medio de pago de un valor de cambio, el anarco-capitalismo defiende de forma fetichista el patrón oro para poder hacer cálculos económicos. Aunque este papel lo puede desempeñar cualquier mercancía, la fuerza de trabajo por ejemplo, como demuestra la historia de las sociedades humanas, aunque también se pueden hacer cálculos económicos con dinero fiduciario y con dinero bancario, forma de dinero que no tienen existencia física real, solo existe como unidad de cuenta. En las sociedades sin clases se utiliza como medida del valor de cambio la fuerza de trabajo, por ser el valor de producción de las mercancías. En este tipo de sociedades la fuerza de trabajo no es una mercancía. En el trueque, en las sociedades primitivas, esta forma de calcular se realiza de forma empírica, en la actualidad, con el desarrollo del conocimiento científico se puede hacer de forma racional, aunque también puede utilizarse cualquier otro valor de uso, el oro por ejemplo, o mediante una unidad de cuenta imaginaria si lo que se desea es ocultar que el valor de cambio de una mercancía es el valor de la fuerza de trabajo socialmente necesaria para producir dicha mercancía.

    Por otro lado, no se corresponde con la realidad que los austríacos defienden que con el patrón oro no existirían crisis económicas, y que no traten las crisis económicas anteriores a la implantación del dinero fiduciario. Ya que, el anarco-capitalismo, solo reconoce un tipo de ciclo económico, el que provoca la banca de reserva fraccionaria, ciclo que es ajeno al régimen capitalista de producción, pero ignora los ciclos económicos que son propios del régimen capitalista de producción; el ciclo comercial y el ciclo industrial. Según la teoría del ciclo económico de la escuela austriaca, las crisis están provocadas exclusivamente por una expansión económica basada en una deuda, ya sea esta deuda provocada por el endeudamiento público, el dinero fiduciario, o por deuda basada en dinero bancario producto de la banca de reserva fraccionada.

    Ciclo económico de la banca con reserva fraccionaria
    Una de las características de la usura debida a la práctica fraudulenta de la reserva fraccionaria, y a la situación de monopolio, son las crisis económicas cíclicas. Las crisis económicas son una superproducción relativa de capital o de dinero bancario, el capital ficticio de Marx, son la manifestación de que las relaciones de producción de capitalismo monopolista no solo no favorecen el desarrollo de las fuerzas productivas sino que las destruyen, aunque de momento solo es de una manera parcial y temporal. La banca de reserva fraccionaria es el mejor instrumento de superproducción de capital usurero que existe, ya que su producto estrella es el dinero bancario, dinero que no existe salvo en los libros de contabilidad del sistema usurero, no está basado en el ahorro pasado sino en el ahorro futuro, de ahí la necesidad del derroche consumista de recursos naturales y las crisis no son más que la manifestación de la necesidad se ese ahorro forzado y forzoso. Los usureros, si son monopolistas con especial virulencia, hacen frente a las crisis utilizando los siguientes métodos:
    • Destruyendo capital (el paro y el cierre de empresas)
    • Expulsando del mercado a otros usureros (Las compras y las fusiones de corporaciones financieras sin mostrar muchos escrúpulos por usar medios lícitos o ilícitos)
    • Lanzándose a la conquista de nuevos mercados mediante el uso de métodos pacíficos o violentos (Las exigencias de los EE.UU., Alemania, Francia, etc. a las economías más débiles, los ofrecimientos de China y las guerras de conquista)
    • Explotando más concienzudamente los antiguos mercados (aumento de impuesto, reforma laboral, reforma de las pensiones, reducción de gastos sociales, etc…)

    Para Jesús Huerta de Soto los ciclos económicos de la banca de reserva fraccionaria desde la fase de la manufactura han sido;
    Jesús Huerta de Soto en Dinero, Crédito Bancario y Ciclos Económicos:

    La crisis de 1847 en EL CAPITAL, TOMO III, CAPÍTULO XXV, CRÉDITO Y CAPITAL FICTICIO es explicada por Friedrich Engels de la siguiente forma;
    Como hemos visto, Gilbart sabía ya en 1834 que “todo lo que facilita los negocios, facilita también la especulación y que ambos van, en muchos casos, tan íntimamente unidos, que resulta difícil decir dónde acaban los negocios y dónde empieza la especulación”. Cuanto mayor sea la facilidad con que puedan obtenerse anticipos sobre mercancías aún no vendidas, más anticipos de éstos se contraerán y mayor será la tentación de fabricar mercancías o de regar en lejanos mercados mercancías fabricadas solamente para obtener esta clase de anticipos en dinero. Un ejemplo palmario de cómo esta clase de especulación puede arrastrar todo el mundo de los negocios de un país y de los resultados a que esto conduce, lo tenemos en la historia del comercio inglés durante los años de 1845 a 1847. Este ejemplo nos enseña lo que puede dar de sí el crédito. Adelantaremos algunas breves observaciones que servirán para ilustrar los ejemplos expuestos a continuación.

    A fines de 1842 empezó a ceder la presión que desde 1837 venía pesando casi ininterrumpidamente sobre la industria inglesa. En los dos años siguientes se acentuó todavía más la demanda de productos industriales ingleses por parte del extranjero: los años de 1845-46 señalan el apogeo de la prosperidad. En 1843, la guerra del opio abrió al comercio inglés el mercado de China. El nuevo mercado brindaba una nueva coyuntura para la expansión que se hallaba ya en pleno auge, sobre todo la de la industria algodonera. “Jamás podríamos llegar a producir con exceso, teniendo 300 millones de hombres que vestir”, decía al autor de estas líneas, por aquellos días, un fabricante de Manchester. Pero todos los edificios fabriles de nueva planta, todas las máquinas de vapor y de hilado, todos los telares, eran insuficientes para absorber la masa de plusvalía que afluía de Lancashire. Con la misma pasión con que se ampliaba la producción se acometió la construcción de nuevos ferrocarriles, y fue en este campo, a partir del verano de 1844, donde empezó a aplacarse el ansia de especulación de industriales y comerciantes. La gente suscribía todas las acciones que podía, es decir, suscribía acciones hasta donde llegaba el dinero para cubrir los primeros pagos a cuenta: ¡luego ya se vería! Al presentarse el vencimiento de los siguientes pagos –según el apartado 1059 de Commercial Distress, 1848-57, el capital invertido en ferrocarriles en los años de 1846-47 ascendía a unos 75 millones de libras esterlinas, se hacía necesario recurrir al crédito y quebrantar además los verdaderos negocios de la empresa.

    Por lo demás, estos negocios, en la mayoría de los casos, se hallaban ya de suyo recargados. Las ganancias, tentadoramente altas, habían arrastrado a la gente a operaciones mucho más extensas de lo que justificaban los recursos disponibles. Pero para eso existía el crédito, fácilmente asequible y además barato. El tipo de descuento bancario era bajo: en 1844, de 1 3/4 a 2 3/4 %; en 1845, hasta octubre, menos del 3%, para subir luego, durante poco tiempo, hasta el 5% (febrero de 1846) y bajar de nuevo, en diciembre de 1846, hasta el 3 1/4. El Banco tenía en sus sótanos unas reservas oro de un volumen inaudito. Los valores bursátiles interiores alcanzaban límites jamás conocidos. ¿Cómo, pues, iba a desaprovecharse tan hermosa oportunidad de navegar a velas desplegadas? ¿Cómo no se iban a lanzar a los mercados extranjeros, hambrientos de productos ingleses, todas las mercancías que podían fabricarse? ¿Y por qué el fabricante no se iba a embolsar la doble ganancia obtenida, de una parte, con la venta de los hilados y los tejidos en el Extremo Oriente y, de otra parte, con la venta en Inglaterra de las mercancías con que a su retorno venían cargados los barcos? Se desarrolló así el sistema de las consignaciones masivas de mercancías a la India y a China mediante anticipos, que no tardó en convertirse en un sistema de consignaciones simplemente para conseguir anticipos, como se expondrá en detalle en las notas siguientes, sistema que forzosamente habla de conducir al abarrotamiento en masa de los mercados y a la quiebra.

    El crack se produjo en 1846, a consecuencia de la mala cosecha de este año. Inglaterra y sobre todo Irlanda necesitaron importar enormes cantidades de víveres, especialmente trigo y patatas. A los países exportadores sólo era posible pagarles en una proporción muy pequeña en productos industriales; fue necesario exportar metales preciosos para atender a estos pagos; salieron así al extranjero 9 millones en oro, por lo menos. De esta suma, 71/2 millones salieron de las reserva, del Banco de Inglaterra, con lo cual se asestó un duro golpe a su libertad de movimiento en el mercado de dinero; los demás bancos, cuyas reservas se hallan atesoradas en el Banco de Inglaterra y coinciden en realidad con las reservas de este banco, hubieron de restringir también sus concesiones de crédito; la corriente de los pagos, que hasta entonces fluía rápidamente y sin dificultades, empezó a paralizarse, primero aquí y allá y luego con carácter general. El descuento bancario, que en enero de 1847 era todavía del 3 al 3 1/2 %, subió en abril, al producirse el primer movimiento de pánico, al 7%; en el verano volvió a producirse un pequeño alivio transitorio (6,5, 6 %), pero ante el fracaso de la nueva cosecha, volvió a producirse el pánico, ahora con mayor furia. El descuento mínimo oficial del banco subió en octubre al 7 y en noviembre al 10 % lo que quiere decir que la inmensa mayoría de las letras ya sólo podía descontarse a cambio de gigantescos intereses usurarios o no podía descontarse en modo alguno. la paralización general de los pagos hizo que diesen en quiebra una serie de casas de las más importantes y muchísimas empresas pequeñas y medianas, el propio Banco de Inglaterra se vio a punto de dar en quiebra a consecuencia de las restricciones que le habían sido impuestas por la astuta ley bancaria de 1844, hasta que el 25 de octubre, respondiendo a la presión de la opinión pública, el gobierno dejó en suspenso la ley, desembarazando así al Banco de las absurdas trabas legales que sobre él pesaban. Gracias a esto, pudo poner en circulación desembarazadamente su reserva de billetes, y como el crédito de estos billetes de banco se hallaba en realidad garantizado por el crédito de la nación y no había sufrido, por consiguiente, quebranto, la angustia de dinero se vio inmediatamente aliviada: claro está que aún siguieron dando en quiebra una gran cantidad de empresas grandes y pequeñas, cuya situación era desesperada, pero el punto culminante de la crisis había sido superado y en diciembre el descuento bancario descendió de nuevo al 5% y en el transcurso del año 1848 se preparó aquella animación renovada en los negocios que en 1849 había de embotar los movimientos revolucionarios del continente y que en la década del cincuenta se tradujo en una prosperidad industrial sin precedente, preludio del nuevo crack de 1857, (F. E.)

    Con respecto a la Bank Act en la misma obra en el CAPÍTULO XXVI
    Lo que Overstone pretende demostrar es que la crisis de 1847 y la elevada cuota de interés que lleva aparejada no tenía nada que ver con la “cantidad de dinero existente”, es decir, con las normas de la ley bancaria de 1844, inspirada por él; a pesar de que, en realidad si tuvieron que ver con ellas, en cuanto el temor a que se agotasen las reservas bancarias ––obra de Overstone–– vino a añadir un pánico de dinero a la crisis de 1847-48. Pero no es éste, aquí, el punto litigioso. Existía una penuria de capital–dinero, debida al excesivo volumen de las operaciones, comparado con los medios existentes y que estalló al verse interrumpido el proceso de reproducción como consecuencia de una cosecha frustrada, del exceso de inversiones en ferrocarriles, de la superproducción de géneros de algodón principalmente, de los negocios especulativos con la India y China, de la especulación, del exceso de importación de azúcar, etc. Lo que a las gentes que habían comprado trigo cuando costaba a 120 chelines el quarter les faltaba, al descender su precio a 60 chelines eran precisamente los 60 chelines que habían pagado antes de más y el crédito correspondiente para obtener dinero sobre el trigo. No era, ni mucho menos, la escasez de billetes de banco lo que les impedía convertir su trigo en dinero al antiguo precio de 120 chelines. Y otro tanto les ocurría a quienes habían importado azúcar en exceso, cuando esta mercancía se hizo casi invendible. Y lo mismo a los señores que inmovilizaron su capital circulante (floating capital) en ferrocarriles, confiándose al crédito para reponerlo en sus “legítimos” negocios. Todo esto se expresa, para Overstone, en “una conciencia moral del valor más alto de su dinero” (a moral sense of the enhanced value of his money). Pero a este valor más alto del capital–dinero correspondía directamente, por otra parte, la del valor–dinero del capital real (capital–mercancías y capital–productivo). El valor del capital bajo una forma aumentaba porque disminuía el valor del capital bajo otra forma. Pero Overstone intenta identificar estos dos valores de distintas clases de capital en el valor único del capital en general, y lo intenta además contraponiendo a las dos la, escasez de medios de circulación, de dinero existente. Pero la misma cuantía de capital–dinero puede prestarse con masas muy distintas de medios de circulación

    La causa fundamental de las crisis en el ciclo económico bancario se debe a una expansión crediticia, y la consiguiente inflación, provocada por la banca de reserva fraccionaria. Por una superproducción de capital ficticio, un aumento del valor del capital como medios de producción y del capital como bienes de consumo. La crisis no es producto de una superproducción de valores de uso, o lo que es lo mismo, no se debe al desarrollo de las fuerzas productivas, sino a la necesidad objetiva de la banca con reserva fraccionaria, de impedir la infinita capacidad de desarrollo de las fuerzas productivas humanas, para poder mantenerlas bajo la estrechez de las relaciones de producción capitalistas.
    El sistema bancario es, por su organización formal y su centralización, como se expresó ya en 1697 en Some Thoughts of the Interests of England, el producto más artificioso y refinado que el régimen capitalista de producción ha podido engendrar. De aquí el enorme poder que tiene una institución como el Banco de Inglaterra sobre el comercio y la industria, a pesar de que su funcionamiento real se desarrolla completamente al margen de él y de que el Banco se comporta pasivamente ante sus actividades. Es cierto que eso facilita la forma de una contabilidad y una distribución generales de los medios de producción en escala social, pero solamente la forma. Hemos visto ya que la ganancia media del capitalista individual o de cada capital de por si se determina, no por el trabajo sobrante que este capital se apropia de primera mano, sino por la cantidad de trabajo sobrante total que se apropia el capital en su conjunto y del que cada capital particular se limita a cobrar sus dividendos como parte alícuota del capital global. Este carácter social del capital sólo se lleva a cabo y se realiza en su integridad mediante el desarrollo pleno del sistema de crédito y del sistema bancario. Por otra parte, este sistema sigue su propio desarrollo. Pone a disposición de los capitalistas industriales y comerciales todo el capital disponible de la sociedad, e incluso el capital potencial, que no se halla aun activamente comprometido, de tal modo que ni el que lo presta ni el que lo emplea son su propietario ni su productor. Así se suprime el carácter privado del capital y contiene en potencia, pero sólo en potencia, la supresión del capital mismo. El sistema bancario sustrae la distribución del capital de manos de los capitalistas privados y los usureros, como negocio particular, como función social. Pero, al mismo tiempo, los bancos y el crédito se convierten así en el medio más poderoso para empujar a la producción capitalista a salirse de sus propios límites y en uno de los vehículos más eficaces de las crisis y la especulación.

    El sistema bancario revela, además, mediante la sustitución del dinero por distintas formas de crédito circulante que el dinero no es, en realidad, otra cosa que una especial expresión del carácter social del trabajo y de sus productos, la cual, sin embargo, como contraste con la base de la producción privada, tiene necesariamente que aparecer siempre, en última instancia, como un objeto, como una mercancía especial al lado de otras mercancías.

    Finalmente, no cabe la menor duda de que el sistema de crédito actuará como un poderoso resorte en la época de transición del régimen capitalista de producción al régimen de producción del trabajo asociado, pero solamente como un elemento en relación con otras grandes conmociones orgánicas del mismo régimen de producción. En cambio, las ilusiones que algunos se hacen acerca del poder milagroso del sistema de crédito y del sistema bancario en un sentido socialista nacen de la ignorancia total de lo que es el régimen capitalista de producción y el régimen de crédito como una de sus formas. Tan pronto como los medios de producción dejen de convertirse en capital (lo que implica también la abolición de la propiedad privada sobre el suelo), el crédito como tal no tendrá ya ningún sentido, cosa que, por lo demás, han visto incluso los sansimonianos. Y, por el contrario, mientras perdure el régimen capitalista de producción perdurará como una de sus formas el capital a interés y seguirá formando, de hecho, la base de su sistema de crédito. Sólo ese mismo escritor sensacionalista, Proudhon, que pretende dejar en pie la producción de mercancías y al mismo tiempo abolir el dinero, era capaz de soñar ese dislate del crédit gratuit, pretendida realización de los buenos deseos del pequeño burgués.
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    Las crisis económicas provocadas por los ciclos económicos que genera la usura con reserva fraccionaria son tan predecibles como inevitables; cuando se alcanza el límite máximo del coeficiente de caja legalmente establecido o cuando la prudencia, o el pánico ante la certeza de no poder cobrar los préstamos, no ya los intereses ni tan siquiera el principal, impide que los banquero puedan conceder más crédito, es decir crear más dinero bancario, se alcanza el final del ciclo y estalla la crisis. Estas crisis al ser ajenas al modo de producción capitalista se pueden prevenir con una banca con coeficiente de caja de cien por cien, y dejando intactas las relaciones de producción capitalista.

    Existen dos tipos de ciclos que son consustanciales al capital. El ciclo comercial producto de la anárquica lucha mercantil en la búsqueda del máximo beneficio personal, y el ciclo industrial provocado por el vertiginoso desarrollo de las fuerzas productivas, que convierte cada vez más rápidamente en obsoleta maquinaria cada vez más costosa, es decir convierte en inservible una mayor cantidad de trabajo. Contradicción que bajo el régimen de producción capitalista se resuelve destruyendo fuerzas productivas o impidiendo su desarrollo. Estas crisis solo se pueden evitar poniendo fin al propio modo de producción capitalista.

    Dinero fiduciario
    El denominado dinero fiduciario cuyo valor real es muy inferior a su valor nominal, pero que es impuesto, de forma general por los estados, como medio de pago y depósito de valor. Los billetes y monedas que manejamos en la actualidad pertenecen a esta categoría de dinero fiduciario. El dinero fiduciario no está respaldado por valor de uso alguno, salvo que por imperativo legal sirve como forma de pago de la fuerza de trabajo, es decir, es un porta-valor de fuerza de trabajo. Es creado como privilegio monopolista de los políticos profesionales, es la legalización de la ancestral práctica fraudulenta de devaluar la moneda bajando la ley del metal del que está hecha.

    En el siglo XIII tras su viaje a China Marco Polo hace las primeras referencias que existen en Occidente acerca de la producción y uso del papel moneda, forma de pago incomprensible para las condiciones imperantes en Europa durante aquella época. Es en el siglo VII a.C. en la actual China cuando se tiene constancia del primer papel moneda, aunque su uso oficial no sería hasta el siglo VII d.C. Los chinos llamaron a los billetes “dinero volante”, debido al escaso peso de éstos y a la facilidad con que circulaban en un área relativamente grande. Los primeros billetes que se hicieron en Europa tienen su origen en la península Ibérica emitidos por los Reyes Católicos en el año 1483, para financiar el último episodio de la Reconquista, la guerra contra el Reino de Granada. En el período 1641-1666, el Banco de Estocolmo emitió billetes de la mano del cambista Johan Palmstruch, su fundador, quien los entregaba como recibo para quien depositaba oro u otro metal, frente a una súbita devaluación de la moneda de cobre. Fue en Inglaterra donde los billetes tuvieron mayor aceptación; donde los joyeros los entregaban contra depósitos en metales preciosos en sus bóvedas. La evolución por la cual los estados emitían billetes y monedas, que daban derecho a su portador a intercambiarlos por oro o plata de las reservas del país, es el siguiente;
    • En los siglos XVIII y XIX, muchos países tenían un patrón de dos metales, basado en oro y plata.
    • Entre 1870 y la Primera Guerra Mundial se adoptó principalmente el Patrón oro, de forma que cualquier ciudadano podría transformar el papel moneda en una cantidad de oro equivalente.
    • En el periodo entre guerras mundiales se trató de volver al Patrón Oro, si bien la situación económica y la crisis o “crack” del 29 terminó con la convertibilidad de los billetes en oro para particulares.
    • Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, los aliados establecieron un nuevo sistema de usura en los acuerdos de Bretton Woods, en los cuales se establecía que todas las divisas serían convertibles en dólares estadounidenses, el dólar estadounidense sería convertible en lingotes de oro a razón de 35 dólares por onza para los gobiernos extranjeros. El patrón cambio oro es un sistema monetario por el cual se fija el valor de una divisa en términos de una determinada cantidad de oro, o cualquier otro bien. El emisor de la divisa garantiza poder devolver al poseedor de sus billetes la cantidad de oro en ellos representada. Este sistema se reimplantó al final de la Segunda Guerra Mundial, en Bretton Woods, cuando surgió el Fondo Monetario Internacional (FMI). Las divisas que garantizaban el cambio al oro fueron el dólar y la libra esterlina. Este sistema dio lugar a una estabilidad relativa y duradera, de 1944 a 1971. La mayoría de las economías del mundo se desarrollaron, por lo que esa etapa se conoce en la historia como la "Edad de oro".

    En 1971, las políticas fiscales expansivas de los EE.UU., motivadas fundamentalmente por el gasto bélico de Vietnam, provocaron la abundancia de dólares, planteándose dudas acerca de su convertibilidad en oro. Esto hizo que los bancos centrales europeos intentasen convertir sus reservas de dólares en oro, creando una situación insostenible para los EE.UU. Ante ello, en diciembre de 1971, el presidente de EE.UU. Richard Nixon suspendió unilateralmente la convertibilidad del dólar en oro, para los gobiernos y bancos centrales extranjeros. Suiza, en 1998, fue el último país en abandonar el patrón oro.

    Resumiendo, El denominado dinero fiduciario es impuesto, de forma general por los estados, como medio de pago y depósito de valor. El dinero fiduciario no está respaldado por valor de uso alguno es creado como privilegio monopolista de los políticos profesionales. El monopolio del dinero fiduciario en la actualidad juega el mismo papel que la ancestral práctica, de reyes y políticos profesionales, de rebajar la ley del metal de las monedas. Los metales más usados como dinero-mercancía en el pago, de un valor de cambio, han sido el oro, la plata y el bronce pero, como demuestra la historia de las sociedades humanas, este papel lo puede desempeñar cualquier mercancía.

    La impresión de dinero fiduciario que no tiene correspondencia con mercancía o bien alguno, no es producto del ahorro sino de una deuda, tiene como consecuencia la inflación. Es mediante la inflación como propone Keynes engañar a los trabajadores para aumentar la extracción de plusvalía.
    John Maynard Keynes, en Teoría de la ocupación, el interés y el dinero, capítulo 2 III escribió:Aunque a menudo se cree que la lucha por los salarios monetarios entre individuos y grupos determina el nivel general de los salarios reales, de hecho tiene otra finalidad. Desde el momento que existe movilidad imperfecta del trabajo y que los salarios no tienden a producir igualdad precisa de ventajas netas para diferentes ocupaciones, cualquier individuo o grupo de individuos que consienta una reducción de sus salarios nominales en relación con otros, sufrirá una disminución relativa de sus salarios reales, cosa que basta para justificar su resistencia a ella. Por el contrario, sería impracticable oponerse a toda reducción de los salarios reales debida a un cambio en el poder adquisitivo del dinero, que afecta a todos los trabajadores por igual; y, de hecho, por lo general no se opone resistencia a esta clase de fenómenos, a menos que sean extremos. Más aún, la oposición a las reducciones en los salarios nominales, aplicada a determinadas industrias, no levanta la misma barrera insuperable a un aumento en la ocupación global que resultaría de una oposición parecida a toda disminución de los salarios reales.

    En otras palabras, la lucha en torno a los salarios nominales afecta primordialmente a la distribución del monto total de salarios reales entre los diferentes grupos de trabajadores y no a su promedio por unidad de ocupación, que depende, como veremos, de un conjunto de fuerzas diferentes. El efecto de la unión de un grupo de trabajadores consiste en proteger su salario real relativo. El nivel general de los salarios reales depende de otras fuerzas del sistema económico.

    Así, tenemos la suerte de que los trabajadores, bien que inconscientemente, son por instinto economistas más razonables que la escuela clásica en la medida en que se resisten a permitir reducciones de sus salarios nominales, que nunca o rara vez son de carácter general; aun cuando el equivalente real existente de estos salarios exceda de la desutilidad marginal del volumen de ocupación correspondiente. Lo mismo que cuando, por otra parte, no se oponen a las disminuciones del salario real que acompañan a los aumentos en el volumen total de ocupación, a menos que lleguen al extremo de amenazar con una reducción del salario real por bajo de la desutilidad marginal del volumen existente de ocupación. Todo sindicato opondrá cierta resistencia, pero como ninguno pensaría en declarar una huelga cada vez que aumente el costo de la vida, no presentan obstáculos a un aumento en el volumen total de ocupación, como lo pretende la escuela clásica.
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    Una consecuencia económica de aumentar la oferta monetaria es la inflación, pero la inflación también genera una mayor desigualdad en la distribución de la riqueza ya que el aumento de la masa monetaria no afecta a todos por igual. Beneficia a unos y perjudica a otros, puesto que unos tienen el dinero antes de que el mercado reaccione de una forma inflacionaria y otros después de la inflación. La expansión crediticia artificial es un trasvase de rentas de las clases populares hacia la oligarquía, la usura y los grandes capitales. Es la principal forma de acumulación de capital desde el fin de la segunda Guerra Mundial.

    Saludos.
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    Mensaje por grouchomarx Miér Sep 23, 2015 12:32 pm

    Es estúpido volver al patrón oro. Imposible, de hecho.
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    Mensaje por Alexyevich Sáb Ene 16, 2016 11:01 pm

    Nunca se abandonó el patrón oro. Las reservas internacionales de un país en dólares o euros tienen su respaldo en oro, ya que el papel moneda no tiene valor alguno per sé sino que representa una cantidad de oro determinada.

    Si un banco central emite dinero sin respaldo alguno, la moneda se devalúa. Por eso es que cuando el valor del dólar sube, el del oro baja y viceversa. Lo único que cambió fue que se puede hoy emitir dinero sin respaldo a costa de la devaluación de su moneda. Nada escapa al patrón oro, como pensaban ingenuamente los nazis con sus bonos MEFO y el supuesto patrón trabajo.
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    Mensaje por PequeñoBurgués Sáb Ene 16, 2016 11:18 pm

    Nunca se abandonó el patrón oro.

    Si mis billetes no representan un equivalente de oro no hay dicho patrón. No existe respaldo alguno de este tipo.
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    Mensaje por Alexyevich Lun Ene 18, 2016 12:43 am

    PequeñoBurgués escribió:
    Nunca se abandonó el patrón oro.

    Si mis billetes no representan un equivalente de oro no hay dicho patrón. No existe respaldo alguno de este tipo.

    Tus billetes están respaldados o bien en oro o bien en dólares (que a su vez tienen respaldo en oro). El dinero fiduciario es una farsa del capitalismo. ¿Acaso la confianza tiene un valor?
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    Mensaje por PequeñoBurgués Lun Ene 18, 2016 12:49 am

    Alexyevich escribió:
    PequeñoBurgués escribió:
    Nunca se abandonó el patrón oro.

    Si mis billetes no representan un equivalente de oro no hay dicho patrón. No existe respaldo alguno de este tipo.

    Tus billetes están respaldados o bien en oro o bien en dólares (que a su vez tienen respaldo en oro). El dinero fiduciario es una farsa del capitalismo. ¿Acaso la confianza tiene un valor?

    A ver... mis billetes no están respaldados en nada, es dinero fiduciario.

    Hubo una época en la que los billetes sí que estaban respaldados por un equivalente en oro, de hecho todos los billetes lo ponían en letra pequeña con la firma y aval del gobernador del banco central, pero ya no más, el patrón oro está abandonado jomío.

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    Mensaje por Danko Lun Ene 18, 2016 1:46 am

    El patrón oro se abolió por primera vez a raíz de la Primera Guerra Mundial, por el hecho de que los gobiernos beligerantes necesitaban imprimir mucho dinero fiduciario para poder financiar el esfuerzo bélico aún sin tener la capacidad de respaldar ese dinero en metales preciosos. Después de la II GM, este sistema fue sustituido por el patrón cambio oro. Hasta que ese sistema monetario se abolió definitivamente en el Bretton Woods de 1973.

    El que se aboliera el patrón oro por la decisión de diferentes gobiernos, responde a una causa muy lógica: utilizar el oro como patrón económico total, frenaría las actividades económicas de los países: no tendríamos oro suficiente para que todos pudiéramos comprarnos coches, casas, ni para invertir en todo tipo de proyectos, ya sean obras públicas, y los préstamos no podrían formalizarse con la rapidez que se hacen ahora.

    Además, el oro no se fabrica, sino que se extrae, eso implica que no le sigue el ritmo al proceso de crecimiento económico. El oro es uno de los materiales más escasos del planeta. Es por eso que vale tanto y es tan estable: por lo escaso que es. Si hubiera más, valdría menos.

    A los apologistas del sistema basado en patrón oro se les olvida que el dinero fiduciario actual sigue estando respaldado por las reservas de oro que actualmente almacenan los bancos centrales, y que forman parte de las reservas de activos de esas entidades públicas junto con la posesión de bonos de deuda pública estatales y extranjeras, garantías de pago, reservas de divisas, participaciones en el FMI, etc.

    Por supuesto que todo oro poseído por el Estado no respalda al 100% el circulante actual, pero sí lo respalda en parte de entre todas las reservas de muchas más cosas que tiene un banco central y que, todas ellas, son las que le otorgan respaldo a nuestras monedas.

    Y eso de que nuestra moneda no está respaldada porque no tiene oro detrás o no el suficiente para respaldarla al 100% es una gilipollez monumental.

    No se necesita tener necesariamente oro detrás para que nuestra moneda tenga algo de valor, para que nos tengamos que fiar de ella, o sencillamente para que sirva como medio de intercambio. Porque lo que hace que una moneda valga, independientemente de lo que haya detrás de ella respaldándola, es la fe de las personas que la usan como medio de intercambio (por eso se llama al dinero papel, “dinero fiduciario” o “de fe”, esto es: la creencia que tenemos de que vale).

    Porque incluso el oro vale porque nosotros creemos que vale. Lo mismo que el papel.
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    Mensaje por Alexyevich Lun Ene 18, 2016 8:25 am

    Todo billete o moneda está respaldado directa o indirectamente por el oro. La confianza no tiene valor alguno porque es inmaterial.

    Lo único que cambió fue la libertad de poder emitir dinero sin respaldo en oro que significa la depreciación de la moneda.

    PD: las mercancías no valen más por su "rareza" sino por su alto costo de producción. ¿Tiramos al tacho la teoría del valor?
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    Mensaje por reptiliano Lun Ene 18, 2016 3:52 pm

    Danko escribió:

    Porque incluso el oro vale porque nosotros creemos que vale. Lo mismo que el papel.

    El oro no vale porque nosotros creamos que vale. El valor del oro se regula por las mismas leyes que se regula cualquier otra mercancía. Es decir que su valor lo determina la cantidad de fuerza de trabajo invertido en el.

    Marx escribió:
    Una mercancía tiene un valor por ser cristalización de un trabajo social. La magnitud de su valor o su valor relativo depende de la mayor o menor cantidad de sustancia social que encierra; es decir, de la cantidad relativa de trabajo necesaria para su producción. Por tanto, los valores relativos de las mercancías se determinan por las correspondientes cantidades o sumas de trabajo invertidas, realizadas, plasmadas en ellas. Las cantidades correspondientes de mercancías que pueden ser producidas en el mismo tiempo de trabajo, son iguales. O, dicho de otro modo: el valor de una mercancía guarda con el valor de otra mercancía la misma proporción que la cantidad de trabajo plasmada en una guarda con la cantidad de trabajo plasmada en la otra.

    Cuando nosotros intercambiamos oro por cualquier otra mercancía estamos intercambiando el mismo gasto de fuerza de trabajo siempre y cuando la mercancía este en su precio natural.

    No es así cuando intercambiamos dinero fiduciario por otra mercancía. En este caso lo mas probable sera que el dinero encierre en gasto menor de fuerza de trabajo.
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    Mensaje por Alexyevich Lun Ene 18, 2016 6:03 pm

    reptiliano escribió:
    Danko escribió:

    Porque incluso el oro vale porque nosotros creemos que vale. Lo mismo que el papel.

    El oro no vale porque nosotros creamos que vale. El valor del oro se regula por las mismas leyes que se regula cualquier otra mercancía. Es decir que su valor lo determina la cantidad de fuerza de trabajo invertido en el.

    Marx escribió:
    Una mercancía tiene un valor por ser cristalización de un trabajo social. La magnitud de su valor o su valor relativo depende de la mayor o menor cantidad de sustancia social que encierra; es decir, de la cantidad relativa de trabajo necesaria para su producción. Por tanto, los valores relativos de las mercancías se determinan por las correspondientes cantidades o sumas de trabajo invertidas, realizadas, plasmadas en ellas. Las cantidades correspondientes de mercancías que pueden ser producidas en el mismo tiempo de trabajo, son iguales. O, dicho de otro modo: el valor de una mercancía guarda con el valor de otra mercancía la misma proporción que la cantidad de trabajo plasmada en una guarda con la cantidad de trabajo plasmada en la otra.

    Cuando nosotros intercambiamos oro por cualquier otra mercancía estamos intercambiando el mismo gasto de fuerza de trabajo siempre y cuando la mercancía este en su precio natural.

    No es así cuando intercambiamos dinero fiduciario por otra mercancía. En este caso lo mas probable sera que el dinero encierre en gasto menor de fuerza de trabajo.

    El oro no es cualquier mercancía porque se utiliza para resguardar el valor de los activos. Cuando el dólar se desploma, la demanda del oro crece y se valoriza.
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    Mensaje por reptiliano Miér Ene 20, 2016 3:46 pm

    Alexyevich escribió:
    reptiliano escribió:
    Danko escribió:

    Porque incluso el oro vale porque nosotros creemos que vale. Lo mismo que el papel.

    El oro no vale porque nosotros creamos que vale. El valor del oro se regula por las mismas leyes que se regula cualquier otra mercancía. Es decir que su valor lo determina la cantidad de fuerza de trabajo invertido en el.

    Marx escribió:
    Una mercancía tiene un valor por ser cristalización de un trabajo social. La magnitud de su valor o su valor relativo depende de la mayor o menor cantidad de sustancia social que encierra; es decir, de la cantidad relativa de trabajo necesaria para su producción. Por tanto, los valores relativos de las mercancías se determinan por las correspondientes cantidades o sumas de trabajo invertidas, realizadas, plasmadas en ellas. Las cantidades correspondientes de mercancías que pueden ser producidas en el mismo tiempo de trabajo, son iguales. O, dicho de otro modo: el valor de una mercancía guarda con el valor de otra mercancía la misma proporción que la cantidad de trabajo plasmada en una guarda con la cantidad de trabajo plasmada en la otra.

    Cuando nosotros intercambiamos oro por cualquier otra mercancía estamos intercambiando el mismo gasto de fuerza de trabajo siempre y cuando la mercancía este en su precio natural.

    No es así cuando intercambiamos dinero fiduciario por otra mercancía. En este caso lo mas probable sera que el dinero encierre en gasto menor de fuerza de trabajo.

    El oro no es cualquier mercancía porque se utiliza para resguardar el valor de los activos. Cuando el dólar se desploma, la demanda del oro crece y se valoriza.


    Todas las mercancías pueden ser utilizadas como dinero, no solo el oro. Se han descubierto alrededor de 50.000 tipos de dinero mercancía. Algunos de estos ejemplos podrían ser los cocos, el té, las piedras...

    Si los metales en general y el oro en particular han sido normalmente utilizadas como dinero es por su facilidad para trasportar y su gran conservación.

    Si el oro no es una mercancía cualquiera me podría decir;
    ¿ como se determina su valor ?
    ¿ En qué mas se diferencia de las demás mercancías ?


    Marx escribió:El oro y la plata mismos (a los que podemos dar el nombre general de metales preciosos) son... mercancías... cuyo valor aumenta y disminuye... A los metales preciosos se les puede reconocer un valor más alto cuando con un peso más pequeño de los mismos se puede adquirir una mayor cantidad del producto o las manufacturas del país", etc. ([S. Clement,] "A Discourse of the General Notions of Money, Trade, and Exchange, as They Stand in Relations to Each Other. By a Merchant", Londres, 1695, p. 7.) "El oro y la plata, amonedados o no, aunque se los use como medida de todas las demás cosas, son tan mercancías como el vino, aceite, tabaco, paño o género". ([J. Child,] "A Discourse Concerning Trade, and That in Particular of the East - Indies"..., Londres, 1689, p. 2.) "El capital y la riqueza del reino, en rigor, no pueden consistir sólo en dinero, ni hay que excluir al oro y la plata de la condición de mercancías". ([Th. Papillon,] "The East India Trade a Most Profitable Trade, Londres, 1677, p. 4.)

    Marx escribió:
    Hemos visto que la forma de dinero no es más que el reflejo, adherido a una mercancía, de las relaciones entre todas las demás mercancías. Que el dinero es mercancía 13, pues, sólo es un descubrimiento para quien parte de su figura consumada con el objeto de analizarla posteriormente. El proceso de intercambio confiere a la mercancía que él transforma en dinero, no el valor, sino la forma específica de valor que la caracteriza. La confusión entre ambas determinaciones indujo a que se considerara imaginario el valor del oro y la plata . Como en ciertas funciones se puede remplazar el oro por simples signos, surgió el otro error, el de que el oro mismo sería un simple signo. No obstante, en esta concepción está implícita la vislumbre de que la forma del dinero es exterior a la cosa misma, y por tanto mera forma de manifestación de relaciones humanas ocultas detrás de ella. En este sentido toda mercancía sería un signo, porque en cuanto valor es sólo envoltura objetiva del trabajo humano empleado en ella . Pero cuando se sostiene que las características sociales que adoptan las cosas, o las características de cosas que asumen las determinaciones sociales del trabajo sobre la base de determinado modo de producción, son meros signos, se afirma a la vez que son producto arbitrario de la reflexión humana. Era éste el modo favorito a que se recurría en el siglo XVIII para explicar aquellas formas enigmáticas de las relaciones humanas cuya génesis aún no se podía descifrar, despojándolas, por lo menos transitoriamente, de la apariencia de ajenidad.


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