Teoría sobre la utilidad, el valor de uso y el valor de cambioEn general cuando los ideólogos del utilitarismo marginal critican la teoría del valor objetivo de las mercancías, y del precio de mercado, basado en el valor de la fuerza de trabajo socialmente necesaria para producir dicha mercancía, lo que realmente critican es un batiburrillo de teorías del valor; la de Ricardo, la de Proudhon y en especial la de Rodbertus, aunque a veces lo que critican es la propia concepción subjetivista cuando quien la aplica es el estado, o empresas, especialmente si son de tipo soviético. Obviando la demoledora crítica hecha por la ciencia de la economía política, a dichas teorías por idealistas y utópicas, es decir, teorías en el fondo subjetivas;
- Frederich Engels en Prefacio a la primera edición alemana de Miseria de la filosofía:
El socialismo moderno, cualquiera que sea su tendencia, en la medida en que toma como punto de arranque la economía política burguesa, suscribe casi sin excepciones la teoría del valor de Ricardo. De los dos postulados que Ricardo proclamara en 1817 en las primeras páginas de sus Principles: 1) que el valor de toda mercancía se determina única y exclusivamente por la cantidad de trabajo necesario para producirla, y 2) que el producto de todo trabajo social se divide entre tres clases: los propietarios de la tierra (renta), los capitalistas (ganancia) y los obreros (salario), de estos dos postulados se hicieron en Inglaterra ya a partir de 1821 deducciones socialistas, y a veces con tal vigor y decisión que esa literatura, hoy casi completamente olvidada y en gran parte redescubierta por Marx, no fue superada hasta la aparición del Capital...
…Cualquiera que conozca, a poco que sea, el desarrollo de la economía política en Inglaterra —dice Marx—, no puede por menos de saber que casi todos los socialistas de este país han propuesto, en diferentes épocas, la aplicación igualitaria (es decir, socialista) de la teoría ricardiana...
…Si el valor de cambio de un producto equivale al tiempo de trabajo cuajado en él, el valor de cambio de la jornada de trabajo es igual a su producto. O sea que el salario debe ser igual al producto del trabajo. Y sin embargo, en realidad ocurre lo contrario”. Marx escribió a este respecto la siguiente nota: “Esta objeción de los economistas burgueses contra Ricardo fue recogida más tarde por los socialistas. Admitiendo la exactitud teórica de la fórmula, acusaban a la práctica de estar en contradicción con la teoría e instaban a la sociedad burguesa a hacer prácticamente la supuesta deducción de su principio teórico. De este modo, cuando menos, los socialistas ingleses volvieron la fórmula del valor de cambio de Ricardo contra la economía política…
…La susodicha aplicación de la teoría de Ricardo —a saber: que a los obreros, como únicos productores efectivos, les pertenece el producto social integro, su producto— lleva directamente al comunismo. Pero, como indica Marx en las líneas citadas, esta conclusión es formalmente falsa en el sentido económico, ya que representa una simple aplicación de la moral a la economía política. Según las leyes de la economía burguesa, la mayor parte del producto no pertenece a los obreros que lo han creado. Cuando decimos que es injusto, que no debe ocurrir, esto nada tiene de común con la economía política. No decimos sino que este hecho económico se halla en contradicción con nuestro sentido moral. Por eso Marx no basó jamás sus reivindicaciones comunistas en argumentos de esta especie, sino en el desmoronamiento inevitable del modo capitalista de producción, desmoronamiento que adquiere cada día a nuestros ojos proporciones más vastas; Marx habla sólo del simple hecho de que la plusvalía se compone de trabajo no retribuido…
…Pero de la teoría del valor de Ricardo se pueden hacer además, y se han hecho, otras conclusiones. El valor de las mercancías se determina por el trabajo necesario para producirlas. Sin embargo, en nuestro mundo pecador las mercancías se venden, ya por encima, ya por debajo de su valor, y esto no se debe solamente a las oscilaciones originadas por la competencia. La cuota de ganancia tiene la tendencia a reducirse a un mismo nivel para todos los capitalistas, de la misma manera que los precios de las mercancías tienen la tendencia a identificarse mediante la oferta y la demanda con el valor del trabajo cristalizado en ellas. Pero la cuota de ganancia se calcula en proporción con todo el capital desembolsado en una empresa industrial. Y como en dos ramas distintas de industria el producto anual puede plasmar cantidades idénticas de trabajo y representar, por tanto, valores iguales dado un mismo nivel de salarios —bien entendido, sin embargo, que los capitales empleados en una rama pueden ser, y a menudo lo son, dos o tres veces mayores que en la otra—, la ley del valor de Ricardo se halla en este caso en contradicción, abierta ya por el mismo Ricardo, con la ley de la cuota igual de ganancia. Si los productos de ambas ramas de industria se venden por sus valores, las cuotas de ganancia no pueden ser iguales; y siendo iguales las cuotas de ganancia, los productos de ambas ramas no siempre pueden venderse por sus valores. Aquí tenemos, pues, una contradicción, una antinomia de dos leyes económicas, resuelta de ordinario en la práctica, a juicio de Ricardo (cap. I, secciones 4 y 5), a favor de la cuota de ganancia y en perjuicio del valor…
…En la moderna sociedad burguesa cada capitalista industrial produce por su cuenta y riesgo: lo que quiere, como quiere y cuanto quiere. Pero las necesidades sociales son para él algo ignoto, tanto con respecto a la calidad y el género de los artículos que se requieren, como en cuanto a su cantidad. Lo que hoy no puede ser producido con la celeridad debida, mañana puede ser ofrecido en cantidades muy superiores a las necesarias. Sin embargo, de uno u otro modo, bien o mal, las necesidades son satisfechas en definitiva y la producción se encarrila en general hacia los artículos que se precisan. ¿Cómo se resuelve esta contradicción? ¿Por la competencia? ¿Y cómo consigue resolverla la competencia? Obligando simple y llanamente a que los precios de las mercancías no adecuadas en un momento dado por su clase o por su cantidad a las necesidades de la sociedad desciendan por debajo del valor del trabajo materializado en ellas, la competencia hace sentir por esta vía indirecta a los productores que sus artículos no son necesarios o que lo son, pero que han sido producidos en una cantidad superior a la requerida, en demasía. De aquí se desprenden dos deducciones.
Primera: que las continuas desviaciones de los precios de las mercancías con respecto a sus valores constituyen la condición necesaria en virtud de la cual, y sólo por ella, puede manifestarse el propio valor de la mercancía. Sólo gracias a las oscilaciones de la competencia, y por lo mismo de los precios de las mercancías, se abre paso la ley del valor de la producción mercantil y se transforma en una realidad la determinación del valor de la mercancía por el tiempo de trabajo socialmente indispensable. Y aun cuando la forma de manifestación del valor —el precio— sea por lo común algo distinta del valor que ella manifiesta, en tal caso el valor sigue la suerte de la mayoría de las relaciones sociales. También el monarca es la mayor parte de las veces completamente distinto de la monarquía que él representa. Por eso, en una sociedad de productores que intercambian sus mercancías, querer establecer la determinación del valor por el tiempo de trabajo, prohibiendo que la competencia realice esta determinación del valor mediante la presión sobre los precios, es decir, por el único camino por el que esto puede ser logrado, sólo significa demostrar que, al menos en este terreno, se adolece del habitual menosprecio de los utopistas por las leyes económicas.
Segunda: en una sociedad de productores que intercambian sus mercancías, la competencia pone en acción la ley del valor, inherente a la producción mercantil, instaurando así una organización y un orden de la producción social que son los únicos posibles en las circunstancias dadas. Sólo la desvalorización o el encarecimiento excesivo de los productos muestran de modo tangible a los diferentes productores que y cuanto se necesita para la sociedad y que no se necesita. Pues bien, este regulador único es precisamente el que la utopía representada también por Rodbertus quiere que sea suprimido. Y si preguntamos ahora que garantías hay de que cada artículo será producido en la cantidad necesaria y no en una cantidad mayor, que garantías hay de que no habremos de sentir necesidad de pan y de carne mientras nos vemos aplastados por montones de azúcar de remolacha y nadando en torrentes de aguardiente de patata, o de que no sufriremos escasez de pantalones para cubrir nuestras desnudeces, mientras abundan a millones los botones para tales prendas, Rodbertus nos remitirá solemne a su famoso ajuste de cuentas, el cual indica que por cada libra sobrante de azúcar, por cada barril de aguardiente no vendido, por cada botón no cosido a los pantalones se ha entregado un bono exacto, ajuste de cuentas en el que todo coincide a la perfección y merced al cual “todas las pretensiones serán satisfechas y liquidadas de un modo justo”. Y quien no lo crea puede dirigirse al contable X de la caja central de la Hacienda Pública de Pomerania, que ha comprobado las cuentas, las ha encontrado en toda regla y merece plena confianza como hombre que ni una sola vez ha incurrido en un error de caja.
Fijemos ahora la atención en la ingenuidad con que Rodbertus piensa suprimir con su utopía las crisis comerciales e industriales. Cuando la producción mercantil alcanza las dimensiones del mercado universal, la correspondencia entre la producción de los diferentes productores, guiados por sus cálculos particulares, y el mercado, para el cual producen, más o menos desconocido para ellos en lo que respecta a la cantidad y a la calidad de las necesidades del mismo, se establece por medio de una tempestad en el mercado mundial, por medio de la crisis comercial. Impedir que la competencia haga saber a los diferentes productores el estado del mercado mundial mediante el alza y el descenso de los precios, equivale a cerrarles los ojos. Organizar la producción de mercancías de modo que los productores no puedan conocer en absoluto la situación del mercado para el que producen, es, desde luego, una panacea para la enfermedad de las crisis que podría envidiar a Rodbertus el propio doctor Eisenbart.
Ahora se comprende por qué Rodbertus determina el valor de la mercancía simplemente por el “trabajo”, admitiendo todo lo más distintos grados de intensidad del mismo. Si hubiese investigado por medio de qué y cómo el trabajo crea y, por lo tanto, determina y mide el valor, habría llegado al trabajo socialmente indispensable: indispensable para cada producto tanto en relación con otros productos de la misma clase como respecto a la demanda de toda la sociedad. Esto le habría conducido a examinar cómo se adapta la producción de los diferentes productores de mercancías a toda la demanda social, y a la vez habría hecho imposible su utopía. Esta vez ha preferido realmente “abstraerse”, y “abstraerse” ni más ni menos que apartándose de la esencia misma del problema…
No es preciso llamar la atención de los lectores sobre la circunstancia de que los términos empleados en esta obra no coinciden del todo con la terminología de El Capital. Por ejemplo, en vez de fuerza de trabajo (Arbeitskraft), en este libro se habla todavía de trabajo (Arbeit) como mercancía, de la compra y venta de trabajo…
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La definición clásica de utilidad, valor de uso y mercancía, o valor de cambio es de Marx;
- Karl Marx en El Capital, tomo I, capítulo I:
La mercancía es, en primer lugar, un objeto exterior, una cosa que merced a sus propiedades satisface necesidades humanas del tipo que fueran. La naturaleza de esas necesidades, el que se originen, por ejemplo, en el estómago o en la fantasía, en nada modifica el problema. Tampoco se trata aquí de cómo esa cosa satisface la necesidad humana: de si lo hace directamente, como medio de subsistencia, es decir, como objeto de disfrute, o a través de un rodeo, como medio de producción…
…La utilidad de una cosa hace de ella un valor de uso. Pero esa utilidad no flota por los aires. Está condicionada por las propiedades del cuerpo de la mercancía, y no existe al margen de ellas. El cuerpo mismo de la mercancía, tal como el hierro, trigo, diamante, etc., es pues un valor de uso o un bien. Este carácter suyo no depende de que la apropiación de sus propiedades útiles cueste al hombre mucho o poco trabajo. Al considerar los valores de uso se presupone siempre su carácter determinado cuantitativo, tal como docena de relojes, vara de lienzo, tonelada de hierro, etc. Los valores de uso de las mercancías proporcionan la materia para una disciplina especial, la merceología. El valor de uso se efectiviza únicamente en el uso o en el consumo. Los valores de uso constituyen el contenido material de la riqueza, sea cual fuere la forma social de ésta. En la forma de sociedad que hemos de examinar, son a la vez los portadores materiales del valor de cambio.
En primer lugar, el valor de cambio se presenta como relación cuantitativa, proporción en que se intercambian valores de uso de una clase por valores de uso de otra clase, una relación que se modifica constantemente según el tiempo y el lugar. El valor de cambio, pues, parece ser algo contingente y puramente relativo, y un valor de cambio inmanente, intrínseco a la mercancía (valeur intrinsèque) es exactamente tanto como lo que habrá de rendir, pues, sería una contradictio in adiecto [contradicción entre un término y su atributo].
Una mercancía individual, por ejemplo un quarter de trigo, se intercambia por otros artículos en las proporciones más diversas. No obstante su valor de cambio se mantiene inalterado, ya sea que se exprese en x betún, y seda, z oro, etc. Debe, por tanto, poseer un contenido diferenciable de estos diversos modos de expresión.
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La mercancía para serlo debe reunir una serie de cualidades que son;
·
Toda mercancía es en primer lugar un valor de uso, bien material que tiene utilidad en satisfacer necesidades humanas ya sean reales o imaginarias.
·
Toda mercancía es un gasto de fuerza de trabajo humana sin consideración a la forma en que se gastó la misma. Una mercancía nos hace presente que en su producción se empleó fuerza humana de trabajo, se acumuló trabajo humano. En cuanto cristalización de esa sustancia social común a ellas, el uso de fuerza de trabajo en su producción, es valor de cambio.
·
Un recurso natural, o bien, puede tener utilidad como consumo final, o consumo productivo y no ser valor de uso y, en consecuencia, no tener valor de cambio o valor. Es éste el caso cuando su utilidad para el hombre no ha sido mediada por el trabajo humano. Ocurre ello con el aire, la tierra virgen, las praderas y bosques naturales, etc.
·
Una cosa puede ser útil, y además producto del trabajo humano, y no ser mercancía. Quien, con su producto, satisface su propia necesidad, indudablemente crea un valor de uso, pero no una mercancía. Para producir una mercancía, no sólo debe producir valor de uso, sino valores de uso para otros, valores de uso sociales. {F. E. --Y no sólo, en rigor, para otros. El campesino medieval producía para el señor feudal el trigo del tributo, y para el cura el del diezmo. Pero ni el trigo del tributo ni el del diezmo se convertían en mercancías por el hecho de ser producidos para otros. Para transformarse en mercancía, el producto ha de transferirse a través del intercambio a quien se sirve de él como valor de uso.} ·
Por último, ninguna cosa puede ser valor si no es un objeto para el uso. Si es inútil, también será inútil el trabajo contenido en ella; no se contará como trabajo y no constituirá valor alguno. [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] Cualquier
sustancia material (Sm) es un recurso natural (Rn) cuando sus cualidades tienen utilidad en la satisfacción de una necesidad humana. Los recursos naturales pueden satisfacer necesidades consumiéndose directamente de la naturaleza. Cuando un recurso natural necesita trabajo para adquirir utilidad en la satisfacción de necesidades, y una norma o costumbre social no impide el aprovechamiento de las utilidades de dicho recurso, éste se transforma en un valor de uso (Vu), incorporando fuerza de trabajo (Ft) Un valor de uso puede ser utilizado como medio de producción (Mp) ⟨Objeto de producción (Op), y/o Medio de trabajo (Mt)⟩ Cuando el valor de uso, para satisfacer las necesidades humanas, incorpora fuerza de trabajo y no es usado directamente por su productor como medio de producción, o como consumo final, puede intercambiarse por otros valores de uso, con lo que adquiere un valor de cambio (Vc):
La utilidad en satisfacer necesidades humanas es concreta y particular, depende de las cualidades físico-químicas de la sustancia objeto de uso. La utilidad de una sustancia es independiente del usuario, debido a que las cualidades de un objeto son independientes del sujeto que lo usa, de su conocimiento y de su voluntad.
Entre las cualidades del petróleo está la de ser útil como materia prima para producir gasolina, esto es independiente de la voluntad, del conocimiento y de los consumidores del valor de uso gasolina. Entre otras de las múltiples utilidades del oxígeno está en ser comburente de la gasolina, en la combustión en un motor de explosión interna, esta cualidad le confiere utilidad a la sustancia material oxígeno independientemente de la voluntad, y del conocimiento, de los usuarios de la sustancia gasolina, sin embargo, al contrario que la gasolina, y el petróleo, el oxígeno no tiene valor de cambio. Tanto la gasolina como el oxígeno tienen utilidad en satisfacer necesidades humanas. No obstante, la gasolina se convierte en valor de cambio y el oxígeno no, lo que las diferencia a una y otra sustancia es que la gasolina, para satisfacer necesidades, necesita incorporar trabajo humano y el oxígeno no, el oxígeno es un recurso natural que se consume directamente de la naturaleza, mientras que la gasolina es un valor de uso que la fuerza de trabajo ha producido trasformando un recurso natural el petróleo. Este descubrimiento científico hecho por Adam Smith es lo que ocultan, los ideólogos subjetivos del utilitarismo marginal, con toda la absurda teoría sobre el valor subjetivo sobre la utilidad marginal por parte del consumidor.
Es esa utilidad en satisfacer necesidades humanas lo que transforma a ciertas sustancias materiales en recursos naturales y, si incorporan trabajo humano, en valores de uso con valor de cambio, que los puede convertir en mercancías. Cabe preguntarse ¿por qué los ideólogos del utilitarismo marginal niegan esta evidencia? Porque en realidad lo que pretenden ocultar es el carácter objetivo del valor de cambio. Cuando los seres humanos consumen directamente de la naturaleza los recursos naturales, estos recursos naturales no tienen valor de cambio alguno, pero no por ello dejan de ser útiles en satisfacer necesidades humanas. De hecho, los seres humanos desconocían la existencia del oxígeno hasta el año 1774, y no por dicho desconocimiento, el oxígeno, dejaba de ser un recurso natural real que satisface necesidades humanas, independientemente de la voluntad, del conocimiento y de los usuarios de dicha sustancia material.
Función de la utilidad marginal J.B. Say en Tratado de Economía Política, tomo I, capítulo escribió:Usted pretende que es en el dinero en lo que está interesado: yo mismo le digo que es en realidad en otros productos. En efecto ¿para qué quiere usted el dinero? ¿No es acaso con el propósito de obtener materias primas para su industria o comestibles para su boca? Ve ahora, que son esos bienes los que le hacen falta y no el dinero.
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En contra de lo establecido por la ciencia de la economía política, para el subjetivismo marginal el valor de cambio de una mercancía está determinado por la valoración subjetiva de la utilidad marginal que tiene la mercancía para el consumidor. El subjetivismo marginal para justificar que el precio de mercado de una mercancía lo determina la apreciación subjetiva de la utilidad marginal del demandante, ha creado la función matemática de la utilidad en los siguientes términos;
Dado un consumidor cuyas preferencias sean completas, reflexivas, transitivas y monótonas en sentido fuerte, debe decidir gastar su ingreso disponible entre n bienes con algún criterio de optimización. Existe una función escalar (U) definida para cada consumidor sobre el conjunto de combinaciones de n bienes, que mide la utilidad o satisfacción total (Ut) que obtendrá el demandante después de haber consumido una combinación de bienes dada por las cantidades (q
1, ..., q
n):
Se define la utilidad marginal asociada a un bien como el aumento de la utilidad total al consumir una unidad adicional de dicho bien. La utilidad marginal (u) es igual al incremento de la satisfacción total (∂U) que produce el consumo de n unidades de una mercancía, o combinación de mercancías, dividida por el aumento de unidades consumidas (∂qi):
Donde U es siempre, por definición, desconocido.
Para el subjetivismo marginal la utilidad de una mercancía está en el demandante, no se halla en el valor de uso, en el objeto, sino que se encuentra en la función de utilidad marginal que posee el demandante, en el sujeto, y sobre esta utilidad no podemos saber nada en cuanto a su naturaleza o intensidad, salvo que, de forma misteriosa, coincide con el costo marginal más el beneficio medio de producir la última unidad del bien referido. Hay que creer en ella por fe praxeológica.
El valor de uso es explicado por el subjetivismo marginal del siguiente modo; supongamos que disponemos de 7 raciones de 100 gr de arroz, consumir la primera ración proporciona una determinada utilidad, el consumo de la segunda ración aumentará la utilidad en una determinada cantidad, este aumento es la utilidad marginal (Um) de esta ración, que sumada a la utilidad de la primera ración da la utilidad total (Ut), y así sucesivamente:
La utilidad promedio de una mercancía es igual a la razón entre la utilidad total y el consumo de n unidades de dicha mercancía:
Siendo
n la cantidad de unidades consumidas. En el ejemplo, la mayor utilidad total se obtiene consumiendo 5 o 6 unidades. El consumo de una ración es la cantidad de inflexión, a partir de esta cantidad la utilidad marginal comienza a decrecer y el consumo de 6 raciones es la cantidad de saturación, a partir de esta cantidad la utilidad marginal se torna negativa. Pero esto solo es aplicable a un consumidor, en un instante determinado e irrepetible, por lo que la función de utilidad carece de valor de uso y, en consecuencia, no tiene valor científico alguno.
Para el subjetivismo marginal el valor de cambio está determinado por la utilidad marginal, por lo que en el subjetivo mercado de utilitarismo marginal el valor de cambio de 7 raciones de arroz debería ser menor que el de 5 o 6 raciones, y tener el mismo valor de cambio que el de 4 raciones. Como en el mercado real esto no sucede, todas las unidades se pagan al mismo precio independientemente de la utilidad marginal decreciente, los teóricos del utilitarismo marginal han inventado una noción; el excedente del consumidor, es decir, el comprador paga más baratas, en este ejemplo las cuatro primeras unidades, ya que solo paga la utilidad marginal que le proporciona la quinta unidad.
Ante esta noción cabría preguntarse si se adquiere una sexta unidad, por la cual el comprador no obtiene utilidad marginal alguna, ¿no le costarían nada las seis unidades?, y por una séptima unidad, donde la utilidad marginal es negativa, ¿debe entonces percibir alguna retribución el comprador por parte del vendedor?
Si consideramos muchos bienes en lugar de uno, el argumento sigue siendo el mismo porque la utilidad marginal de todos los bienes consumidos tiende a igualarse.
Para la economía política la mercancía, para serlo, debe ser un valor de uso. Los valores de uso contienen sustancias objetivas que tienen utilidad en satisfacer necesidades humanas reales, y lo hacen en un grado determinado, en el caso de 100 gr arroz, las describe la biología:
Consumir 200 gr aporta el doble de estas sustancias y satisface el doble de necesidades, 300 gr el triple, etc… Estas necesidades y su satisfacción son objetivas e independientes de las utilidades marginales que cada cual pueda tener ¿Cómo percibe cada individuo, en una determinada mercancía, las propiedades físico-químicas que estimulan sus sentidos?, ¿cómo su cerebro interpreta estos estímulos? y ¿cómo el consumir arroz sacia su sensación de hambre? es tarea de la neurología y la biología. Si es mejor una paella que un arroz tres delicias, o arrojarlo a los novios en una boda, depende en primer lugar de una cuestión cultural y luego del cocinero. Los hábitos culturales de una sociedad pueden determinar qué valores de uso que se producen, pero en nada influyen en su valor de cambio.
La función de utilidad no es directamente medible, depende de la forma subjetiva de los gustos y deseos de cada demandante, ni indirectamente ya que no existe unidad (¿X?) de medida de la utilidad, es decir, no se puede comprobar de forma objetiva si los precios de mercado de los valores de cambio se forman en base a esta función. Con lo cual, la función matemática escalar U no tiene utilidad, ni marginal ni total. Si no existe unidad de medida de la utilidad marginal es, tal vez, porque no hay nada que medir y la utilidad total y la utilidad marginal no son conceptos científicos, no interpretan de forma objetiva la realidad, son nociones y categorías ideológico-filosóficas.
Sobre estas bases las grandes escuelas subjetivas del utilitarismo marginal, tanto keynesianos, monetaristas como austríacos, pretenden haber construido una ciencia.
Los "economistas" de la escuela austríaca, ante la evidencia de la imposibilidad de explicación matemática de la función de utilidad, postularon la imposibilidad de hacer cálculos matemáticos en economía, es decir, que las matemáticas, el lenguaje de la ciencia, no se pueden utilizar en la ciencia de la economía. La escuela austríaca explica su concepción con el siguiente ejemplo imaginario, siguiendo la subjetiva tradición del utilitarismo marginal como, por otra parte, no podía ser de otra forma. El razonamiento es;
Si alguien posee un bien, lo usará para satisfacer alguna necesidad o deseo. ¿Cuál? La que tenga más prioridad. Eugen von Böhm-Bawerk ilustró esto con el ejemplo de un granjero que tiene cinco sacos de grano. Con el primero, hará pan para sobrevivir. Con el segundo, hará más pan, suficiente para trabajar. Con el próximo, alimentará a sus animales de la granja. El próximo se usará para hacer el whisky, y el último lo dará a las palomas. Si roban una de esas bolsas, él no reducirá cada una de sus actividades en un quinto; en cambio él dejará de alimentar a las palomas. Así el valor de una bolsa de grano es igual a la satisfacción que él recibe de alimentar las palomas. Si él vende esa bolsa y olvida las palomas, el uso menos prioritario del grano restante es hacer el whisky, y así el valor de una bolsa más de grano es el valor de su whisky. Solo si pierde cuatro bolsas de grano comenzará a comer menos; ése es el uso más productivo del grano. La última bolsa valdría su vida.
En el ejemplo, de Eugen von Böhm-Bawerk, los sacos de grano son un valor de uso que tienen distintas utilidades, pero no son mercancías, no son valores de cambio, ya que el granjero no los ha producido para venderlos en el mercado. Se supone que el granjero es el propietario de los medios de producción con los que ha cosechado los sacos de grano, ya que si ha comprado los sacos de grano en el mercado cada saco le ha costado lo mismo, independientemente del uso subjetivo que después les quiera dar, justo lo contrario que el ejemplo pretende ilustrar. Es exactamente lo mismo si son de producción propia para vender, cada saco tendrá al mismo precio en el mercado, no regalará el primero e irá subiendo el precio de los sacos conforme los venda. Todas las mercancías producidas para la venta tienen el mismo valor de uso para su productor, que es nulo. El valor de cambio de cada saco es igual al valor de producción total, el valor del trabajo socialmente necesario en la producción del grano dividido por la cantidad de sacos producidos, en este caso X/5. Si el año hubiera sido peor el valor de cambio sería X/4 o X/3, de la misma forma si el año hubiera sido mejor el valor de cambio sería X/6 o X/7. En los años de buena cosecha los sacos valen menos no por la mayor cantidad de grano, sino porque cada saco contiene menor cantidad de fuerza de trabajo, de forma directa y de forma indirecta.
Por más veces que se intercambien los sacos de grano por diferentes cantidades de dinero, no aumenta la cantidad de grano ni la cantidad de dinero que existen en la sociedad, y en consecuencia no puede aumentar el capital social, aunque a base de intercambiar las mercancías un cambista se haga con todo el grano y todo el dinero. Esto es un hecho objetivo e independiente de la información que pueda transmitir el mercado, o del nivel de conciencia sobre la naturaleza del intercambio que tengan los cambistas.
Francamente, sostener que la ganancia del capital proviene del intercambio es considerar a los capitalistas poco más que unos cambistas “trileros”. La realidad es que en el modo de producción capitalista se multiplica la riqueza social, salvó los períodos de crisis, como en ningún otro modo de producción hasta ahora.
Es en la producción de valores de uso y en su distribución es donde el capitalista obtiene la ganancia, no engañando en el intercambio de mercancías, aunque al engaño se le llame;
diferente valoración subjetiva de la utilidad marginal.Cuando los teóricos del utilitarismo marginal tratan de explicar la formación de los distintos precios en el mercado, por las distintas funciones individuales de utilidad, acaban explicando las diferentes funciones de utilidad por los diferentes precios de mercado.
Jesús Huerta de Soto en Escuela austríaca y función empresarial escribió:La productividad del uso menos productivo de un bien es su utilidad marginal. De lo que se deduce que la ganancia capitalista proviene del intercambio en el mercado de valores subjetivamente desiguales, de la compra de insumos más baratos y su posterior venta más caros.
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Para los teóricos de la utilidad marginal es en la circulación de las mercancías donde el capitalista obtiene la ganancia, aunque para explicarlo recurren a ficciones y mitos como; la función empresarial, de la subjetiva escuela austríaca de utilidad marginal. Para explicar el beneficio empresarial el profesor Huerta de Soto utiliza una ilustración naíf, ilustración que omite una circunstancia; una vez que la función empresarial del cambista C ha descubierto el beneficio en comprar el recurso al productor B y venderlo al productor o consumidor A, y el libre mercado ha generado la información, que impide a la función empresarial tanto de A como de B ponerse en contacto directamente, y vender B más caro en 3’5 u. m., comprar A más barato en 3’5 u. m., repartiéndose el beneficio empresarial que obtiene C.
Los subjetivos ideólogos de la utilidad marginal analizan la circulación de las mercancías al margen de su producción, olvidando que para intercambiar mercancías antes hay que producirlas.
Ley general sobre el valor de cambioTodo valor de cambio es un valor de uso producto del trabajo humano. Si se analiza una serie de sustancias y compuestos; oxígeno, agua, arroz, harina, molino, vestido, tela, telar, libro, papel, imprenta, el sol, desde el punto de vista de sus utilidades, propiedades físicas y químicas, todas estas sustancias son bienes que satisfacen sensaciones y emociones, necesidades humanas, unas lo hacen de una forma directa como bienes de consumo, otros lo hacen de una forma indirecta como medios de producción, es decir, son valores de uso. Los valores de uso los crea la naturaleza, o lo que es lo mismo, son recursos naturales (Rn), para transformar algunos recursos naturales en valores de uso es necesaria la fuerza de trabajo humana, lo que les confiere un valor de cambio. Por lo que se puede afirmar que todo valor de cambio (Vc) es:
Vc = Rn + Ft
El valor de cambio es igual al valor de los recursos naturales más el valor de la fuerza de trabajo (Ft), empleados en su producción. Por otro lado, también podemos afirmar que:
x arroz = y vestidos = z libros
Esto significa que algunos valores de uso se pueden intercambiar en determinadas proporciones entre ellos, es decir, tienen un valor de cambio, son bienes económicos, son mercancías que por definición son producto del trabajo humano. Lo que tienen en común todos estos valores, lo que hacen posible esta igualdad, que se puedan intercambiar entre ellos en distintas proporciones, es la fuerza de trabajo humano usada en producirlos. Todas las mercancías son valores de uso, pero no todos los valores de uso se transforman en mercancías. No todos los valores de uso son valores de cambio y no todos los valores de cambio, en las sociedades de clase, son producto de trabajo humano, la fuerza de trabajo entre ellos.
Los recursos naturales no tienen valor de cambio. Hay sustancias que tiene utilidad en la satisfacción de necesidades humanas, utilidad que es de vital importancia para la vida humana, pero carecen de valor de cambio, esto se debe a que son superabundantes y para su uso no incorporan fuerza de trabajo humana, son consumidos directamente de la naturaleza, por lo que no se pueden transforman en mercancías y, como consecuencia, carecen de valor de cambio. El oxígeno que respiramos tiene una gran utilidad, sin embargo, no tiene valor de cambio porque no ha incorporado fuerza de trabajo. Un diamante no tiene una gran utilidad en satisfacer necesidades humanas, sin embargo, hace falta mucha fuerza de trabajo para transformarlo en un valor de uso. El utilitarismo marginal justifica la ausencia de valor de cambio, de estos recursos naturales, en que son de libre uso debido a la superabundante cantidad en la que existen en la naturaleza. Un ejemplo es el oxígeno en la Tierra, carece de valor de cambio por su superabundancia y es un recurso natural libre, pero en Marte, para el utilitarismo marginal, al no ser superabundante tendría valor de cambio. No obstante, en la Tierra el oxígeno goza de la misma “libertad” de uso y existe en la misma cantidad cuando un trabajador lo coloca dentro de una botella, y es utilizado como comburente del acetileno en el oxicorte, o para respirar bajo el nivel del mar, ese oxígeno ha adquirido valor de cambio sin que, por ello, haya variado su grado de “libertad” y su cantidad en la Tierra. Tenemos que la cantidad de oxígeno permanece constante, mientras que el trabajo humano se ha hecho necesario para usar el recurso natural, y con dicho trabajo, el recurso natural oxígeno, ha adquirido valor de cambio.
No todo lo que tiene precio de mercado es un producto del trabajo humano. Existen valores de cambio que son recursos naturales, no son superabundantes y no son reproducibles por el trabajo humano, un ejemplo puede ser los derechos de pesca en unas aguas determinadas. El valor de cambio de los recursos naturales escasos que no son producto del trabajo humano, es impuesto por el estado mediante el uso de la fuerza de las armas, otorgando la propiedad sobre los recursos naturales a unos pocos, y privando a la mayoría de la propiedad sobre dichos recursos naturales. La propiedad sobre los recursos naturales es la base del modo de producción feudal. La economía oficial los denomina insumos de oferta inelástica de primer orden.
No todas las actividades humanas producen nuevos valores de uso social. Al mismo tiempo, existen valores de uso escasos que no son recursos naturales y pueden ser reproducidos por el trabajo humano, pero son una concesión monopolista y su valor de cambio es impuesto por el estado mediante el uso de la fuerza de las armas, a este grupo también pertenecen la producción de dinero fiduciario, el dinero bancario, así como las bulas y dispensas eclesiástica, etc. Esta es la base del primitivo capitalismo comercial basado en el gremio y la manufactura, y el origen del capital bancario. Tampoco crean nuevos valores de uso social las actividades opresivas, y represivas, de los aparatos del estado de las clases explotadoras, así y como las actividades destinadas a apropiarse por la fuerza de trabajo ajena propias del lumpen-proletariado como el robo, la mendicidad, la prostitución, etc…, estas actividades redistribuyen los valores de uso mediante la fuerza, el engaño o voluntariamente por sus productores, pero dichas actividades no crean nuevos valores de uso.
Existen valores de uso no reproducibles legalmente por el trabajo humano, un ejemplo de este grupo lo constituyen las obras de arte, un vino de tal cosecha, etc. En esta clase de valores de uso, solo la imposición monopolista del estado es capaz de impedir su reproducción, mediante leyes contra el plagio, la copia ilegal, etc. Su valor de cambio está determinado por el poder adquisitivo del demandante, es decir por las leyes objetivas de circulación y distribución de bienes, y no por consideraciones subjetivas acerca de la utilidad de dichos bienes. Cualquier obra de arte es producto de la fuerza de trabajo humana, en consecuencia, tiene unos costes de producción, regidos por leyes objetivas de producción de bienes, y no por consideraciones subjetivas acerca de la utilidad de dichos bienes. El vino añejo es usado por el utilitarismo marginal, de forma recurrente, como ejemplo de aumento de valor de cambio sin aumento de fuerza de trabajo en su producción, por lo que pretenden demostrar que el valor de cambio no depende del valor de la fuerza de trabajo. Pero el subjetivismo utilitarista marginal “olvida” la fuerza de trabajo contenida en los medios de trabajo, bodegas más toneles, estantes, etc., más la fuerza de trabajo contenida en el correcto envejecido del caldo y, por último, la fuerza de trabajo contenida en la merma de la cantidad obtenida de dicho caldo, producto de errores en el proceso de envejecido o por acción de agentes atmosféricos o biológicos. Si se supone que una botella de vino joven tarda un año en producirse, se vende por 1 €, de los cuales 0’2 € es fuerza de trabajo bajo la forma de ganancia capitalista, 0’2 € es fuerza de trabajo bajo la forma de capital variable y 0’6 € es fuerza de trabajo bajo la forma de capital constante, con lo que el capitalista por una inversión 0’8 € obtiene una ganancia de 0’2 €, o lo que es lo mismo un 25 % de ganancia anual. Por otro lado, a un vino añejado 3 años le suponemos un coste en fuerza de trabajo adicional en capital constante y capital variable del 10 % anual, con lo que se obtiene un valor de la botella de 0’8 € por 1’1 por 3 años igual a 2’64 €, si le añadimos una merma del 10 % obtenemos unos costos de producción de 2’90 € por botella, si el capitalista por la inversión de 2’90 € obtiene un 25 % de beneficio anual, el precio de la botella es de 5'08 €, o 5'67 € si se aplica en el cálculo interés compuesto. Pero aun suponiendo que el añejado del vino no necesite un aumento en medios de producción, ni en fuerza de trabajo y sin merma del producto, se obtiene un precio por botella de vino añejo de 0’8 por 3 años es igual a 2’4 € de inversión, que con una ganancia del capital del 25 % anual el precio de la botella es 4’2 €, o 4'35 € si se aplica en el cálculo interés compuesto. También forman parte de este grupo los valores de uso que el estado prohíbe, el mercado es satisfecho tradicionalmente mediante la producción clandestina y el contrabando, aumentando el valor de cambio de dichas mercancías y empeorando su calidad, aunque esto último es una tendencia de la producción capitalista en general, siendo un ejemplo la obsolescencia programada.
El valor de uso por ser producto del trabajo humano tiene valor de cambio. El valor de cambio de un bien escaso y que puede ser reproducido por el trabajo humano, es igual al valor de la fuerza de trabajo socialmente necesaria para producirlo. Esta es la base del capitalismo, como la de todos los modos de producción con intercambio de mercancías.
Como demostró Piero Sraffa cuando se produce un excedente las mercancías de lujo no afectan al establecimiento general de precios;
Piero Sraffa en Produciendo mercancías por medio de mercancías escribió:6 Es preciso advertir un efecto de la aparición de un excedente. Anteriormente, todas las mercancías estaban en pie de igualdad, puesto que cada una de ellas aparecía tanto entre los productos como entre los medios de producción, - como consecuencia, cada una de ellas entraba directa o indirectamente en la producción de todas las demás, y cada una jugaba un papel en la determinación de los precios. Pero ahora cabe la existencia de una nueva clase de bienes de «lujo» que no son utilizados ni como instrumentos de producción ni como artículos de subsistencia en la producción de las demás mercancías.
Estos productos no tienen papel alguno en la determinación del sistema. Su papel es puramente pasivo. Si una innovación viniera a reducir a la mitad la cantidad de cada uno de los medios de producción que son necesarios para producir una unidad de un bien de «lujo» de este tipo, el precio de esta mercancía descendería a la mitad, pero no se registrarían consecuencias ulteriores; las relaciones de precios de los otros productos y el tipo de beneficio permanecerían inalterados. Pero si tal ocurriera en la producción de una mercancía del tipo opuesto, que entra en los medios de producción, todos los precios resultarían afectados y el tipo de beneficio variaría. Esto puede verse si eliminamos del sistema la ecuación que representa la producción de un bien de «lujo». Puesto que al hacer esto eliminamos una incógnita (el precio de este bien), que sólo aparece en esa ecuación, las restantes ecuaciones continuarán formando un sistema determinado que será satisfecha por las soluciones del sistema más amplio. Por otra parte, si elimináramos una de las otras ecuaciones correspondientes a bienes que no son de «lujo», el número de incógnitas no resultaría reducido puesto que la mercancía en cuestión aparece como medio de producción en las otras ecuaciones, y el sistema se haría indeterminado. Lo que acabamos de decir sobre el papel pasivo de los bienes de lujo puede fácilmente extenderse a aquellas otras «superfluidades» que son solamente utilizadas en su propia reproducción, bien directamente (por ejemplo, los caballos de carreras), o indirectamente (por ejemplo, los avestruces y los huevos de avestruz), o simplemente para la producción de otras «superfluidades» (por ejemplo, seda bruta)
El criterio consiste en si una mercancía entra (directa o indirectamente) en la producción de todas las mercancías. Las que lo hacen serán denominadas productos básicos, y las que no lo hacen serán denominadas productos no básicos.
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Las mercancías se pueden intercambiar directamente entre ellas, lo que se conoce como trueque, utilizando otra mercancía como patrón de cambio, las más utilizadas han sido el oro, la plata y el bronce, pero puede utilizarse cualquier otra mercancía, es lo que se conoce como dinero-mercancía. En la actualidad se utiliza el papel moneda, que por lo general no es convertible en mercancía alguna y su valor viene determinado por imperativo legal, es el llamado dinero-fiduciario.
Desde el punto de vista del valor de uso:
x kg de arroz ≠ y vestidos ≠ z libros
Y desde el punto de vista del valor de cambio:
x arroz = y vestidos = z libros
En las mercancías que contienen una cantidad de energía aportada por la fuerza de trabajo, la magnitud del valor de cambio varía en proporción directa a la cantidad de fuerza de trabajo socialmente necesaria para producirlo y de forma inversa al desarrollo de la fuerza productiva que emplea dicha fuerza de trabajo. Cuanto más desarrolladas están las fuerzas productivas, menos fuerza de trabajo es necesaria para producir una mercancía, por lo que disminuye su valor de cambio, aunque los trabajadores asalariados que las producen estén mejor retribuidos.
La ecuación que expresa el valor de cambio de un bien es:
M = Mt + Op+ Ft
Dónde;
M es el valor de producción del bien,
Mt son los medios de trabajo, herramientas y maquinaria que utiliza el trabajador que no se consumen en un único proceso de producción y transmiten una parte de su valor al bien producido,
Op son los objetos de producción, materias primeras y secundarias que se consumen íntegramente en un proceso productivo y transmiten todo su valor al bien producido y
Ft es la fuerza de trabajo. En la producción de un bien también participan los recursos naturales y en las sociedades de clase tienen valor. En situaciones de libre mercado el valor de cambio y el valor de producción tienden a igualarse. En el proceso de producción de mercancías la fuerza de trabajo es el trabajo vivo y los medios de producción son fuerza de trabajo muerta, en el proceso de circulación toda la fuerza de trabajo es trabajo muerto.
Bajo el régimen capitalista de producción cualquier aumento del valor de la fuerza de trabajo usada indirectamente, como medio de trabajo, en la producción de una mercancía, implica una disminución mayor de fuerza de trabajo empleada directamente en la producción de dicha mercancía. El valor de cambio de una mercancía viene determinado por el valor de la fuerza de trabajo socialmente necesaria para producirlo. Si un capitalista para producir una mercancía, por usar tecnología atrasada u obsoleta, necesita emplear más fuerza de trabajo que la socialmente necesaria, verá reducida o perdida su ganancia. Para que un capitalista le salga rentable invertir en la compra y el uso de una máquina, tiene que representarle un ahorro en el valor de la fuerza de trabajo que emplea. De lo contrario vería reducida de su tasa de ganancia, ya que:
g’ = g / Mt + Op + Ft)
Donde
g’ es la tasa de ganancia y
g es la ganancia. Un capitalista, si aumenta el valor de su inversión en capital fijo (Mt) para aumentar su tasa de ganancia, permaneciendo fijo el precio de mercado y en consecuencia la ganancia, ha de disminuir su inversión en capital variable (Ft) y en capital circulante (Mt) en mayor proporción, para obtener un aumento en su tasa de ganancia.