China no ha podido demostrar que el mar y las islas en cuestión les pertenezca históricamente. Vemos claramente disputas interimperialista, China y EEUU. por el dominio de la zona.
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Tres años, 4.000 folios y cinco jueces han sido necesarios para un veredicto que se daba por descontado desde que Filipinas acudió al Tribunal Internacional de Arbitraje de La Haya. El fallo del tribunal supone un sopapo a las ambiciosas reclamaciones territoriales de Pekín en el mar del Sur de China, donde colecciona conflictos con buena parte del vecindario. Tan previsible era la decisión como la ira china. El gigante asiático no ha tardado más que unos minutos en desautorizar al tribunal y calificar de “inválido y nulo” el veredicto.
El tribunal sienta que Pekín carece de evidencias históricas que apuntalen su control exclusivo en el pasado sobre las islas Spratly y otras zonas en disputa con Manila. El veredicto la acusa de haber violado la soberanía nacional filipina al impedir la explotación petrolífera y la actividad de sus pescadores. También la responsabiliza de los daños irreparables y permanentes en los arrecifes de coral causados al levantar islas artificiales en el medio del océano.
La decisión ha provocado el júbilo en Filipinas, con miles de personas concentradas en las calles de Manila con banderas nacionales y clamando que la soberanía no es negociable. El Ministerio de Exteriores ha calificado la decisión de “histórica” y se ha comprometido a la paz y la estabilidad en la región. Su homólogo chino había colgado solo instantes después de la publicación del veredicto una larga respuesta en la que insiste en su conocida postura: el tribunal carece de jurisdicción y no cumplirá la decisión.
El veredicto es vinculante, pero el tribunal carece de poder ejecutivo, así que no supone mucho más que la enésima derrota china en materia de relaciones públicas y más tensión en la zona. Estados Unidos, que en la víspera envió un portaviones y varios cazas a la zona, no ayuda a relajar los ánimos. El diario chino ultranacionalista 'Global Times' advertía hoy en un inflamado editorial que están preparados para la confrontación militar.
EL ORIGEN DEL CASO, TRES AÑOS ATRÁS
El origen del caso fue la toma del arrecife Scarborough por barcos chinos tres años atrás. El entonces presidente filipino, Benigno Aquino III, acudió al tribunal internacional alegando que 17 años de negociaciones bilaterales habían sido inútiles y desoyendo las instrucciones de Pekín para tratar el asunto por la vía diplomática. Las relaciones se fueron agriando hasta arruinarse cuando Filipinas formó acuerdos militares con Estados Unidos.
Pekín ha señalado a Aquino como el culpable del desbarajuste y confía en que la reciente subida al poder del impulsivo Rodrigo Duterte mejore el cuadro. Duterte, irredento populista, había prometido en la campaña electoral que subiría a una moto acuática para plantar una bandera filipina en las islas en disputa. Sus últimas declaraciones, más pacíficas e incluso cooperativas, permiten cierto optimismo.
RECLAMACIONES SOBRE EL 90%
Filipinas había pedido al tribunal que rechazara la “línea de los nueve puntos” con la que apuntala Pekín sus reclamaciones sobre el 90% de la superficie del mar del Sur de China. En el núcleo del debate está la consideración jurídica de lo que emerge del mar: Manila sostiene que son solo islotes, arrecifes y rocas deshabitadas a las que la ley internacional apenas ofrece 12 millas de exclusión. China defiende que son islas, beneficiadas con 200 millas de exclusión.
Las numerosas explanadas artificiales creadas por Pekín a base de acumular arena en el medio del océano han añadido complejidad al asunto. China defiende que serán útiles para la navegación internacional. Estados Unidos y muchos de los vecinos temen que sean convertidas en bases militares para sellar su dominio en la zona.
Una línea controvertida
La célebre “línea de los nueve puntos” centra el debate en la región. El Gobierno nacionalista de Chiang Kai-shek la adoptó por primera vez en 1947 apoyándose en acartonados mapas y Mao la heredó tras imponerse en la guerra civil en 1949. Los países vecinos respetaron la demarcación durante décadas en lo que entiende China como un reconocimiento tácito de sus derechos. La economía y la geopolítica mutó esa calma en turbulencias. Primero, algunos estudios revelaron ingentes yacimientos de gas natural y petróleo en el subsuelo. Después, Estados Unidos eligió las cálidas aguas del Pacífico para dirimir la hegemonía global con China. Filipinas, Vietnam, Malasia, Taiwán y Brunei inciden en su proximidad geográfica y en las leyes internacionales.
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Tres años, 4.000 folios y cinco jueces han sido necesarios para un veredicto que se daba por descontado desde que Filipinas acudió al Tribunal Internacional de Arbitraje de La Haya. El fallo del tribunal supone un sopapo a las ambiciosas reclamaciones territoriales de Pekín en el mar del Sur de China, donde colecciona conflictos con buena parte del vecindario. Tan previsible era la decisión como la ira china. El gigante asiático no ha tardado más que unos minutos en desautorizar al tribunal y calificar de “inválido y nulo” el veredicto.
El tribunal sienta que Pekín carece de evidencias históricas que apuntalen su control exclusivo en el pasado sobre las islas Spratly y otras zonas en disputa con Manila. El veredicto la acusa de haber violado la soberanía nacional filipina al impedir la explotación petrolífera y la actividad de sus pescadores. También la responsabiliza de los daños irreparables y permanentes en los arrecifes de coral causados al levantar islas artificiales en el medio del océano.
La decisión ha provocado el júbilo en Filipinas, con miles de personas concentradas en las calles de Manila con banderas nacionales y clamando que la soberanía no es negociable. El Ministerio de Exteriores ha calificado la decisión de “histórica” y se ha comprometido a la paz y la estabilidad en la región. Su homólogo chino había colgado solo instantes después de la publicación del veredicto una larga respuesta en la que insiste en su conocida postura: el tribunal carece de jurisdicción y no cumplirá la decisión.
El veredicto es vinculante, pero el tribunal carece de poder ejecutivo, así que no supone mucho más que la enésima derrota china en materia de relaciones públicas y más tensión en la zona. Estados Unidos, que en la víspera envió un portaviones y varios cazas a la zona, no ayuda a relajar los ánimos. El diario chino ultranacionalista 'Global Times' advertía hoy en un inflamado editorial que están preparados para la confrontación militar.
EL ORIGEN DEL CASO, TRES AÑOS ATRÁS
El origen del caso fue la toma del arrecife Scarborough por barcos chinos tres años atrás. El entonces presidente filipino, Benigno Aquino III, acudió al tribunal internacional alegando que 17 años de negociaciones bilaterales habían sido inútiles y desoyendo las instrucciones de Pekín para tratar el asunto por la vía diplomática. Las relaciones se fueron agriando hasta arruinarse cuando Filipinas formó acuerdos militares con Estados Unidos.
Pekín ha señalado a Aquino como el culpable del desbarajuste y confía en que la reciente subida al poder del impulsivo Rodrigo Duterte mejore el cuadro. Duterte, irredento populista, había prometido en la campaña electoral que subiría a una moto acuática para plantar una bandera filipina en las islas en disputa. Sus últimas declaraciones, más pacíficas e incluso cooperativas, permiten cierto optimismo.
RECLAMACIONES SOBRE EL 90%
Filipinas había pedido al tribunal que rechazara la “línea de los nueve puntos” con la que apuntala Pekín sus reclamaciones sobre el 90% de la superficie del mar del Sur de China. En el núcleo del debate está la consideración jurídica de lo que emerge del mar: Manila sostiene que son solo islotes, arrecifes y rocas deshabitadas a las que la ley internacional apenas ofrece 12 millas de exclusión. China defiende que son islas, beneficiadas con 200 millas de exclusión.
Las numerosas explanadas artificiales creadas por Pekín a base de acumular arena en el medio del océano han añadido complejidad al asunto. China defiende que serán útiles para la navegación internacional. Estados Unidos y muchos de los vecinos temen que sean convertidas en bases militares para sellar su dominio en la zona.
Una línea controvertida
La célebre “línea de los nueve puntos” centra el debate en la región. El Gobierno nacionalista de Chiang Kai-shek la adoptó por primera vez en 1947 apoyándose en acartonados mapas y Mao la heredó tras imponerse en la guerra civil en 1949. Los países vecinos respetaron la demarcación durante décadas en lo que entiende China como un reconocimiento tácito de sus derechos. La economía y la geopolítica mutó esa calma en turbulencias. Primero, algunos estudios revelaron ingentes yacimientos de gas natural y petróleo en el subsuelo. Después, Estados Unidos eligió las cálidas aguas del Pacífico para dirimir la hegemonía global con China. Filipinas, Vietnam, Malasia, Taiwán y Brunei inciden en su proximidad geográfica y en las leyes internacionales.