Mujeres combatientes en los días de la Gran Revolución de Octubre
El siguiente texto fue escrito por Alexandra Kollontai en 1927
Extraído del blog revolucionbolchevique.blogspot.com.es/
publicado en enero de 2017 por el blog 'Cultura Proletaria'
¿Quiénes fueron las mujeres que participaron en la Gran Revolución de Octubre? ¿Fueron casos aislados? No; hubo multitudes de ellas: decenas, centenas de miles de heroínas anónimas que marcharon –codo a codo– con los obreros y campesinos, bajo la Bandera Roja y la consigna de los Soviets, pasando sobre las ruinas de la teocracia zarista hacia un nuevo futuro…
Si uno mira hacia atrás, al pasado, uno puede verlas: masas de heroínas anónimas que Octubre encontró viviendo en ciudades desfallecientes, en aldeas empobrecidas saqueadas por la guerra… Una bufanda en la cabeza (raras veces una pañoleta roja), un vestido gastado, un abrigo de invierno remendado. Jóvenes y adultas, obreras y campesinas esposas de soldados y amas de casa pobres de la ciudad. Muy raro, mucho más raro en aquellos días: mujeres trabajadoras de oficina y profesionales, educadas y cultas. Pero hubo también mujeres de la intellingentsia entre las que llevaron la Bandera Roja a la victoria en Octubre – maestras, empleadas de oficina, jóvenes estudiantes de las escuelas secundarias y universidades, doctoras. Marchaban alegres, desprendidas y resueltas. Iban a donde se les enviara. ¿Al frente? Se ponían una gorra de soldado y se convertían en combatientes del Ejército Rojo. Si portaban el brazalete rojo, entonces iban con prisa a las unidades de primeros auxilios para ayudar al frente Rojo contra Kerensky en Gatchina. Trabajaban también en las comunicaciones del ejército. Trabajaban alegres, con la convicción de que algo trascendental estaba ocurriendo y que todos éramos pequeños engranajes de una revolución única en su clase.
En las aldeas, las campesinas (sus esposos habían sido enviados al frente) tomaron la tierra de los terratenientes y sacaron a la aristocracia de los nidos donde habían vivido durante siglos.
Cuando uno recuerda los eventos de Octubre, no ve rostros individuales sino masas. Incontables masas, oleadas de humanidad. Dondequiera que se mire se ve hombres -en reuniones, mítines, manifestaciones…
Todavía no están seguros de lo que quieren, por qué están luchando, pero saben una cosa: no soportarán más la guerra. Tampoco quieren a los terratenientes y a los ricos… En el año 1917, el gran océano humano se levanta y se mueve, y en gran parte ese océano está formado por mujeres.
Algún día, la historia escribirá sobre las proezas de estas heroínas anónimas de la revolución que murieron en el frente, que fueron asesinadas por los Blancos y que soportaron las innumerables privaciones de los primeros años de la revolución pero continuaron enarbolando la Bandera Roja del poder soviético y el comunismo.
Es a estas heroínas anónimas que murieron por conquistar una nueva vida para el pueblo trabajador durante la Gran Revolución de Octubre, ante quienes la joven república ahora se inclina en reconocimiento, mientras su juventud, alegre y entusiasta, emprende la construcción de la base del socialismo
Sin embargo, de este mar de mujeres en bufandas y gorras desgastadas, emergen inevitablemente las figuras de aquellas mujeres a quienes el historiador dedicará una atención especial, cuando dentro de muchos años escriba sobre la Gran Revolución de Octubre y su líder, Lenin.
La primera en emerger es la figura de la fiel compañera de Lenin, Nadezhda Konstantinovna Krupskaya, en su vestido gris claro, esforzándose siempre en permanecer en segundo plano. En las reuniones, ella se deslizaba inadvertidamente y se ubicaba detrás de una columna; veía y escuchaba todo, observando todo lo que pasaba para así poder hacerle un resumen completo a Vladimir Ilich, añadiendo acertados comentarios propios y aportando alguna idea razonable, apropiada y útil.
En aquellos días Nadezhda Konstantinovna no hablaba en las numerosas y candentes reuniones en que la gente discutía sobre una gran cuestión: ¿Tomarán los soviets el poder o no?; pero trabajaba incansablemente como la mano derecha de Vladimir Ilich, haciendo ocasionalmente comentarios breves pero elocuentes en las reuniones partidarias. En los momentos de mayor dificultad y peligro, cuando muchos camaradas más fuertes perdieron el ánimo y sucumbieron ante la duda, Nadezhda Konstantinovna permaneció siempre la misma, totalmente convencida de la justicia de la causa y de la certeza de la victoria. Ella irradiaba una fe inquebrantable; y esta fortaleza de espíritu, oculta detrás de una rara modestia, siempre tenía un efecto alentador sobre quienes tenían contacto con la compañera del gran líder de la Revolución de Octubre.
Otra figura emerge, de otra compañera fiel de Vladimir Ilich, compañera de armas durante los años difíciles de la clandestinidad: la secretaria del Comité Central del Partido, Yelena Dmitriyevna Stassova. Culta, con una precisión sin igual, una excepcional capacidad de trabajo, y una habilidad única para “descubrir” a la persona adecuada para cada tarea. Su figura alta y escultural se vió por primera vez en el Palacio Táurida, luego en la mansión Kshesinskaya y finalmente en el Smolny. Con un cuaderno en sus manos, mientras alrededor sus compañeros de la prensa del frente, obreros, guardias rojos, mujeres trabajadoras, miembros del partido y de los soviets, buscan una respuesta u orden rápida y clara.
Stassova tenía bajo su responsabilidad muchos asuntos importantes; pero si un camarada necesitaba algo o tenía algún problema en aquellos días tormentosos, ella siempre respondía con una respuesta breve, aparentemente cortante, pero haciendo todo lo que podía. Estaba sobrecargada de trabajo y siempre en su puesto. Siempre en su puesto pero sin pretender pasar a la primera fila, a la notoriedad. No le gustaba ser el centro de atención. No se preocupaba por ella misma sino por la causa.
Por la noble y querida causa del comunismo, por la que Yelena Stassova sufrió exilio y prisión en las cárceles zaristas que la dejaron con la salud quebrantada… En nombre de la causa, era firme, dura como el acero. Pero ante los sufrimientos de los camaradas, demostraba una sensibilidad y una capacidad de respuesta que sólo se puede encontrar en una mujer de corazón noble y cálido.
Klavdia Nikolayeva era una mujer de origen muy humilde. Se unió a los bolcheviques en 1908, en los años de reacción, y soportó el exilio y la prisión… En 1917, regresó a Leningrado y se convirtió en el alma de la primera revista para mujeres trabajadoras, Kommunistka. Era aún joven, llena de pasión e impaciencia. Pero sostuvo la bandera con firmeza, y defendió enérgicamente la idea de que las obreras, las campesinas y las esposas de soldados debían ser atraídas al partido. ¡A trabajar mujeres! ¡Por la defensa de los soviets y el comunismo!
En las reuniones, ella hablaba todavía nerviosa e insegura pero atrayendo a otros a que la siguieran. Fue una de las que llevó sobre sus hombros todas las dificultades relativas a la preparación del camino para la amplia y masiva participación de las mujeres en la revolución; una de las que luchó en dos frentes: por los soviets y el comunismo, y al mismo tiempo por la emancipación de la mujer. Los nombres de Klavdia Nikolayeva y Konkordia Samoilova –que murió en su puesto revolucionario (de cólera) en 1921– están indisolublemente ligados con los primeros y más difíciles pasos dados por el movimiento de mujeres trabajadoras, particularmente en Leningrado. Konkordia Samoilova fue una militante con un desprendimiento sin igual, una oradora brillante y experimentada que sabía cómo ganarse el corazón de las obreras. Aquellos que trabajaron a su lado, recordarán siempre a Konkordia Samoilova. Era simple en su trato, sencilla en el vestir, exigente en la ejecución de las decisiones, y estricta consigo misma y con los demás.
Especialmente notable es la figura dulce y encantadora de Inessa Armand, quien realizó un importante trabajo partidario en la preparación de la Revolución de Octubre, y contribuyó con muchas ideas creativas para el trabajo entre las mujeres. Con toda su femineidad y delicadeza, Inessa Armand era firme en sus convicciones y capaz de defender lo que creía correcto, incluso cuando se enfrentaba con adversarios temibles. Después de la revolución, Inessa Armand se dedicó a organizar el movimiento amplio de mujeres trabajadoras, y la Conferencia de delegadas es creación suya.
Enorme fue el trabajo realizado por Varvara Nikolayevna Yakovleva, en Moscú, durante los difíciles y decisivos días de la Revolución de Octubre. En la batalla de barricadas, demostró una resolución digna de un líder central del partido… Muchos camaradas dijeron que su resolución y su inquebrantable coraje dieron fuerzas a los vacilantes e inspiraron a aquellos que habían perdido el ánimo. “¡Adelante! ¡A la victoria”.
Cuando uno recuerda a las mujeres que participaron en la Gran Revolución de Octubre, más y más nombres y rostros se vienen a la memoria, como por arte de magia. ¿Podríamos dejar de honrar hoy la memoria de Vera Slutskaya, que trabajó generosamente en la preparación de la revolución y fue asesinada por los cosacos en el primer frente rojo, cerca de Petrogrado?
¿Podríamos olvidar a Yevgenia Bosh, con su temperamento apasionado, siempre lista para la batalla? Ella también murió en su puesto revolucionario.
¿Podríamos dejar de mencionar aquí dos nombres estrechamente ligados a la vida y la actividad de V.I. Lenin: sus dos hermanas y camaradas de armas, Anna Ilyinichna Yelizarova y Maria Ilyinichna Ulyanova?
…¿Y la camarada Varya, de los talleres de ferrocarriles de Moscú, siempre vivaz y con prisa?
¿Y Fyodorova, la obrera textil de Leningrado, con su rostro agradable y sonriente, y su valentía a la hora de luchar en las barricadas?
Es imposible mencionarlas a todas, y ¡cuántas quedan en el anonimato! Las heroínas de la Revolución de Octubre fueron todo un ejército, y aunque sus nombres se olviden, su entrega vive en la victoria misma de esa revolución, en todas las conquistas y logros que ahora disfrutan las mujeres trabajadoras de la Unión Soviética.
Es un hecho claro e indiscutible que sin la participación de las mujeres la Revolución de Octubre no hubiera llevado la Bandera Roja a la victoria. ¡Gloria a las mujeres trabajadoras que marcharon bajo la Bandera Roja durante la Revolución de Octubre! ¡Gloria a la Revolución de Octubre que liberó a la mujer!
El siguiente texto fue escrito por Alexandra Kollontai en 1927
Extraído del blog revolucionbolchevique.blogspot.com.es/
publicado en enero de 2017 por el blog 'Cultura Proletaria'
¿Quiénes fueron las mujeres que participaron en la Gran Revolución de Octubre? ¿Fueron casos aislados? No; hubo multitudes de ellas: decenas, centenas de miles de heroínas anónimas que marcharon –codo a codo– con los obreros y campesinos, bajo la Bandera Roja y la consigna de los Soviets, pasando sobre las ruinas de la teocracia zarista hacia un nuevo futuro…
Si uno mira hacia atrás, al pasado, uno puede verlas: masas de heroínas anónimas que Octubre encontró viviendo en ciudades desfallecientes, en aldeas empobrecidas saqueadas por la guerra… Una bufanda en la cabeza (raras veces una pañoleta roja), un vestido gastado, un abrigo de invierno remendado. Jóvenes y adultas, obreras y campesinas esposas de soldados y amas de casa pobres de la ciudad. Muy raro, mucho más raro en aquellos días: mujeres trabajadoras de oficina y profesionales, educadas y cultas. Pero hubo también mujeres de la intellingentsia entre las que llevaron la Bandera Roja a la victoria en Octubre – maestras, empleadas de oficina, jóvenes estudiantes de las escuelas secundarias y universidades, doctoras. Marchaban alegres, desprendidas y resueltas. Iban a donde se les enviara. ¿Al frente? Se ponían una gorra de soldado y se convertían en combatientes del Ejército Rojo. Si portaban el brazalete rojo, entonces iban con prisa a las unidades de primeros auxilios para ayudar al frente Rojo contra Kerensky en Gatchina. Trabajaban también en las comunicaciones del ejército. Trabajaban alegres, con la convicción de que algo trascendental estaba ocurriendo y que todos éramos pequeños engranajes de una revolución única en su clase.
En las aldeas, las campesinas (sus esposos habían sido enviados al frente) tomaron la tierra de los terratenientes y sacaron a la aristocracia de los nidos donde habían vivido durante siglos.
Cuando uno recuerda los eventos de Octubre, no ve rostros individuales sino masas. Incontables masas, oleadas de humanidad. Dondequiera que se mire se ve hombres -en reuniones, mítines, manifestaciones…
Todavía no están seguros de lo que quieren, por qué están luchando, pero saben una cosa: no soportarán más la guerra. Tampoco quieren a los terratenientes y a los ricos… En el año 1917, el gran océano humano se levanta y se mueve, y en gran parte ese océano está formado por mujeres.
Algún día, la historia escribirá sobre las proezas de estas heroínas anónimas de la revolución que murieron en el frente, que fueron asesinadas por los Blancos y que soportaron las innumerables privaciones de los primeros años de la revolución pero continuaron enarbolando la Bandera Roja del poder soviético y el comunismo.
Es a estas heroínas anónimas que murieron por conquistar una nueva vida para el pueblo trabajador durante la Gran Revolución de Octubre, ante quienes la joven república ahora se inclina en reconocimiento, mientras su juventud, alegre y entusiasta, emprende la construcción de la base del socialismo
Sin embargo, de este mar de mujeres en bufandas y gorras desgastadas, emergen inevitablemente las figuras de aquellas mujeres a quienes el historiador dedicará una atención especial, cuando dentro de muchos años escriba sobre la Gran Revolución de Octubre y su líder, Lenin.
La primera en emerger es la figura de la fiel compañera de Lenin, Nadezhda Konstantinovna Krupskaya, en su vestido gris claro, esforzándose siempre en permanecer en segundo plano. En las reuniones, ella se deslizaba inadvertidamente y se ubicaba detrás de una columna; veía y escuchaba todo, observando todo lo que pasaba para así poder hacerle un resumen completo a Vladimir Ilich, añadiendo acertados comentarios propios y aportando alguna idea razonable, apropiada y útil.
En aquellos días Nadezhda Konstantinovna no hablaba en las numerosas y candentes reuniones en que la gente discutía sobre una gran cuestión: ¿Tomarán los soviets el poder o no?; pero trabajaba incansablemente como la mano derecha de Vladimir Ilich, haciendo ocasionalmente comentarios breves pero elocuentes en las reuniones partidarias. En los momentos de mayor dificultad y peligro, cuando muchos camaradas más fuertes perdieron el ánimo y sucumbieron ante la duda, Nadezhda Konstantinovna permaneció siempre la misma, totalmente convencida de la justicia de la causa y de la certeza de la victoria. Ella irradiaba una fe inquebrantable; y esta fortaleza de espíritu, oculta detrás de una rara modestia, siempre tenía un efecto alentador sobre quienes tenían contacto con la compañera del gran líder de la Revolución de Octubre.
Otra figura emerge, de otra compañera fiel de Vladimir Ilich, compañera de armas durante los años difíciles de la clandestinidad: la secretaria del Comité Central del Partido, Yelena Dmitriyevna Stassova. Culta, con una precisión sin igual, una excepcional capacidad de trabajo, y una habilidad única para “descubrir” a la persona adecuada para cada tarea. Su figura alta y escultural se vió por primera vez en el Palacio Táurida, luego en la mansión Kshesinskaya y finalmente en el Smolny. Con un cuaderno en sus manos, mientras alrededor sus compañeros de la prensa del frente, obreros, guardias rojos, mujeres trabajadoras, miembros del partido y de los soviets, buscan una respuesta u orden rápida y clara.
Stassova tenía bajo su responsabilidad muchos asuntos importantes; pero si un camarada necesitaba algo o tenía algún problema en aquellos días tormentosos, ella siempre respondía con una respuesta breve, aparentemente cortante, pero haciendo todo lo que podía. Estaba sobrecargada de trabajo y siempre en su puesto. Siempre en su puesto pero sin pretender pasar a la primera fila, a la notoriedad. No le gustaba ser el centro de atención. No se preocupaba por ella misma sino por la causa.
Por la noble y querida causa del comunismo, por la que Yelena Stassova sufrió exilio y prisión en las cárceles zaristas que la dejaron con la salud quebrantada… En nombre de la causa, era firme, dura como el acero. Pero ante los sufrimientos de los camaradas, demostraba una sensibilidad y una capacidad de respuesta que sólo se puede encontrar en una mujer de corazón noble y cálido.
Klavdia Nikolayeva era una mujer de origen muy humilde. Se unió a los bolcheviques en 1908, en los años de reacción, y soportó el exilio y la prisión… En 1917, regresó a Leningrado y se convirtió en el alma de la primera revista para mujeres trabajadoras, Kommunistka. Era aún joven, llena de pasión e impaciencia. Pero sostuvo la bandera con firmeza, y defendió enérgicamente la idea de que las obreras, las campesinas y las esposas de soldados debían ser atraídas al partido. ¡A trabajar mujeres! ¡Por la defensa de los soviets y el comunismo!
En las reuniones, ella hablaba todavía nerviosa e insegura pero atrayendo a otros a que la siguieran. Fue una de las que llevó sobre sus hombros todas las dificultades relativas a la preparación del camino para la amplia y masiva participación de las mujeres en la revolución; una de las que luchó en dos frentes: por los soviets y el comunismo, y al mismo tiempo por la emancipación de la mujer. Los nombres de Klavdia Nikolayeva y Konkordia Samoilova –que murió en su puesto revolucionario (de cólera) en 1921– están indisolublemente ligados con los primeros y más difíciles pasos dados por el movimiento de mujeres trabajadoras, particularmente en Leningrado. Konkordia Samoilova fue una militante con un desprendimiento sin igual, una oradora brillante y experimentada que sabía cómo ganarse el corazón de las obreras. Aquellos que trabajaron a su lado, recordarán siempre a Konkordia Samoilova. Era simple en su trato, sencilla en el vestir, exigente en la ejecución de las decisiones, y estricta consigo misma y con los demás.
Especialmente notable es la figura dulce y encantadora de Inessa Armand, quien realizó un importante trabajo partidario en la preparación de la Revolución de Octubre, y contribuyó con muchas ideas creativas para el trabajo entre las mujeres. Con toda su femineidad y delicadeza, Inessa Armand era firme en sus convicciones y capaz de defender lo que creía correcto, incluso cuando se enfrentaba con adversarios temibles. Después de la revolución, Inessa Armand se dedicó a organizar el movimiento amplio de mujeres trabajadoras, y la Conferencia de delegadas es creación suya.
Enorme fue el trabajo realizado por Varvara Nikolayevna Yakovleva, en Moscú, durante los difíciles y decisivos días de la Revolución de Octubre. En la batalla de barricadas, demostró una resolución digna de un líder central del partido… Muchos camaradas dijeron que su resolución y su inquebrantable coraje dieron fuerzas a los vacilantes e inspiraron a aquellos que habían perdido el ánimo. “¡Adelante! ¡A la victoria”.
Cuando uno recuerda a las mujeres que participaron en la Gran Revolución de Octubre, más y más nombres y rostros se vienen a la memoria, como por arte de magia. ¿Podríamos dejar de honrar hoy la memoria de Vera Slutskaya, que trabajó generosamente en la preparación de la revolución y fue asesinada por los cosacos en el primer frente rojo, cerca de Petrogrado?
¿Podríamos olvidar a Yevgenia Bosh, con su temperamento apasionado, siempre lista para la batalla? Ella también murió en su puesto revolucionario.
¿Podríamos dejar de mencionar aquí dos nombres estrechamente ligados a la vida y la actividad de V.I. Lenin: sus dos hermanas y camaradas de armas, Anna Ilyinichna Yelizarova y Maria Ilyinichna Ulyanova?
…¿Y la camarada Varya, de los talleres de ferrocarriles de Moscú, siempre vivaz y con prisa?
¿Y Fyodorova, la obrera textil de Leningrado, con su rostro agradable y sonriente, y su valentía a la hora de luchar en las barricadas?
Es imposible mencionarlas a todas, y ¡cuántas quedan en el anonimato! Las heroínas de la Revolución de Octubre fueron todo un ejército, y aunque sus nombres se olviden, su entrega vive en la victoria misma de esa revolución, en todas las conquistas y logros que ahora disfrutan las mujeres trabajadoras de la Unión Soviética.
Es un hecho claro e indiscutible que sin la participación de las mujeres la Revolución de Octubre no hubiera llevado la Bandera Roja a la victoria. ¡Gloria a las mujeres trabajadoras que marcharon bajo la Bandera Roja durante la Revolución de Octubre! ¡Gloria a la Revolución de Octubre que liberó a la mujer!