La condición de las mujeres en el siglo XXI
publicado en octubre de 2012 por la organización en Gran Bretaña de la Corriente Comunista Internacional - CCI
¿Porqué este título hoy?. No es un poquito anacrónico?. Después de todo, estamos en el siglo XXI. ¿Es que los derechos de la mujer no están reconocidos en una profusión de solemnes declaraciones en todo el mundo?.
En realidad, la cuestión del sufrimiento de las mujeres en una sociedad que todavía es fundamentalmente patriarcal continúa siendo de la mayor importancia[1]. En todo el mundo, la violencia doméstica, la mutilación genital ritual, las ideologías reaccionarias y anticuadas como el fundamentalismo religioso, continúan vigentes e incluso aumentan[2].
Lo que los socialistas del siglo XIX llamaron “la cuestión de la mujer” sigue planteada hasta el día de hoy: ¿cómo crear una sociedad donde las mujeres no sufran más este tipo de opresión? ¿Y cuál debería ser la actitud de los revolucionarios comunistas hacia "la lucha de la mujer"?.
Una cosa hay que decir desde el principio: la sociedad capitalista ha sentado las bases para el cambio más radical que la sociedad humana ha visto jamás. Todas las sociedades anteriores, sin excepción, se basaron en la división sexual del trabajo. Las mujeres, cualquiera que fuera su naturaleza de clase, y sin importar que su situación en ellas fuera más o menos favorable, tenían reservadas ciertas ocupaciones y otras se dedicaban a los hombres. Las ocupaciones de hombres y mujeres podían variar de una sociedad a otra, pero el hecho de esta división era universal. No podemos estudiar aquí en profundidad por qué esto ha sido así: baste decir que la división probablemente se remonta a los albores de la humanidad y que se originó en las dificultades del parto.
Por primera vez en la historia, el capitalismo tiende a eliminar esta división. Desde el principio, el capitalismo transforma el trabajo en trabajo abstracto. Donde antes existía el trabajo concreto del campesino o artesano, regulada por los gremios o el derecho consuetudinario, ahora no hay nada más que la fuerza de trabajo, representada por hora o por trabajo a destajo: quién hace realmente el trabajo es irrelevante. Dado que las mujeres cobraban menos, reemplazaron el trabajo masculino en las fábricas – este fue el caso, por ejemplo, de los tejedores en el siglo XVIII. Con el desarrollo de la maquinaria, el trabajo exige cada vez menos fuerza física, y la fuerza de trabajo humano se sustituirá por la mayor potencia de la máquina. Hoy, el número de empleos que todavía requieren fuerza física masculina es muy limitado, y más y más mujeres están entrando en dominios que habían sido reservados para los hombres. Los viejos prejuicios irracionales sobre las mujeres están desapareciendo y cada vez más mujeres están presentes en profesiones científicas y médicas que sólo se creían convenientes para el hombre, supuestamente más "racional".
La entrada masiva de mujeres en el mundo del trabajo asociado[3] tiene dos consecuencias potencialmente revolucionarias:
· La primera es que, al poner fin a la división sexual del trabajo, el capitalismo ha abierto el camino hacia un mundo donde hombres y mujeres ya no se limitarán a ocupaciones sexualmente determinadas, sino que serán capaces de reconocer su talento como seres humanos completos. Esto a su vez abre la posibilidad de establecer las relaciones entre sexos sobre una base totalmente nueva.
· La segunda, es que las mujeres obtienen independencia económica. Una mujer asalariada ya no es dependiente de su marido para la supervivencia, y esto por primera vez abre la posibilidad a que la masa de las mujeres trabajadoras participen en la vida pública y política.
Bajo el capitalismo, en el tránsito entre los siglos XIX y XX, la demanda para participar en la vida pública no se limitaba a las mujeres trabajadoras. Las mujeres de las clases medias y superiores también reclamaban la igualdad de derechos y el derecho al voto en particular. Esto planteaba un problema en el movimiento de los trabajadores, el de qué actitud debían adoptar hacia los movimientos feministas. Mientras que el movimiento obrero se oponía a toda opresión de las mujeres, los movimientos feministas – porque se planteó la cuestión desde el punto de vista del sexo no de clase – negaban la necesidad de un derrocamiento revolucionario del orden existente por una clase social conformada por hombres y mujeres: el proletariado. Mutatis mutandis, la misma pregunta se plantea hoy en día: ¿qué actitud deben adoptar los revolucionarios hacia el movimiento de liberación de la mujer?
En un artículo sobre la lucha por el sufragio femenino publicada en 1912, la revolucionaria Rosa Luxemburgo hizo una clara distinción entre las mujeres de la clase dirigente y las mujeres proletarias: «la mayoría de las mujeres burguesas que actúan como leonas en la lucha contra las ' prerrogativas del macho ' trotarían como dóciles corderos en el campo de la reacción conservadora y clerical si tuvieran el sufragio (...) Las mujeres de la clases explotadora, económica y socialmente, no son un segmento independiente de la población... Su única función social es ser instrumentos de la propagación natural de las clases dominantes. Por el contrario, las mujeres del proletariado son económicamente independientes. Son productivas para la sociedad como los hombres»[4]. Luxemburgo hace una clara distinción entre la lucha por el voto de las mujeres de la clase trabajadora y la de la mujer burguesa. Ella insiste, además, que la lucha por los derechos de las mujeres es una cuestión para toda la clase trabajadora: «el objetivo es el sufragio femenino. Pero el movimiento de masas que se tiene que llevar a cabo no es una tareas para las mujeres solas, sino que es una preocupación común de la clase para mujeres y hombres del proletariado»
El rechazo del feminismo burgués fue evidente para la bolchevique Aleksandra Kollontai, quien en 1908 publicó La base social de la cuestión de la mujer: «El instinto de clase – digan lo que digan las feministas – siempre se muestra más poderoso que los nobles entusiasmos de políticas 'más allá de las clases’. Mientras la mujer burguesa y sus 'hermanas menores' son iguales en su desigualdad, la primera puede, con completa sinceridad, hacer grandes esfuerzos para defender los intereses generales de la mujer. Pero una vez que la barrera se ha roto y la mujer burguesa ha tenido acceso a la actividad política, los nuevos defensores de los 'derechos de las mujeres' se convierten en defensores entusiastas de los privilegios de su clase (...) Así, cuando las feministas hablan a las mujeres que trabajan sobre la necesidad de una lucha común para lograr algunos “principios básicos para la mujer”, las mujeres de la clase trabajadora son naturalmente desconfiadas»[5]
La I Guerra Mundial demostró que esta desconfianza descrita por Luxemburgo y Kollontai estaba totalmente justificada. Con el estallido de la guerra, el movimiento sufragista (movimiento por los derechos de voto de las mujeres) en Gran Bretaña se dividió en dos: por un lado estaban las feministas lideradas por Emmeline Pankhurst y su hija Christabel que dieron su apoyo incondicional a la guerra y el Gobierno; por otro lado estaba su otra hija Sylvia Pankhurst en Gran Bretaña y su hermana Adela en Australia, que se separó del movimiento feminista para defender una posición internacionalista. Durante la guerra, Sylvia Pankhurst abandonó poco a poco toda referencia al feminismo: su "Federación del sufragio femenino" se convirtió en la "Federación del sufragio de los trabajadores" en 1916, y en 1917 su periódico llamado “El Dreadnought feminista“ cambió su nombre para convertirse en el “El Dreadnought obrero”[6]
Luxemburgo y Kollontai aceptan que las luchas de las feministas y de las mujeres trabajadoras pueden encontrarse de vez en cuando en un terreno común y compartirlo, pero las trabajadoras no deberían diluir sus luchas en el movimiento feminista solamente sobre la base de "derechos de la mujer". Nos parece que los revolucionarios deberían adoptar la misma actitud hoy, por supuesto adaptada a las condiciones de nuestra época actual.
Queremos concluir con algunas reflexiones sobre la "igualdad" como exigencia para las mujeres. Porque el capitalismo trata la fuerza de trabajo como una abstracción contable, su visión de la igualdad también es una abstracción: "la igualdad de derechos". Pero, como cada persona es diferente, la igualdad ante la ley rápidamente se convierte en desigualdad, en la realidad[7]. Desde Marx, los comunistas nunca han exigido "igualdad social". Por el contrario, el lema de la sociedad comunista es: "De cada uno según sus capacidad, a cada uno según sus necesidad". Y las mujeres tienen una necesidad que los hombres nunca tendrán: parir hijos.
Por lo tanto, cada mujer debería tener la posibilidad de traer a sus hijos al mundo y de cuidar de ellos durante sus primeros años, sin contradecir su independencia o su plena participación en todos los aspectos de la vida social. Se trata de una necesidad, una necesidad física, que la sociedad debe apoyar; es una capacidad de la mujer que a la sociedad le interesa alentar, pues de ello depende el futuro de la sociedad[8]. Así pues, es bastante fácil ver que una sociedad verdaderamente humana, una sociedad comunista, no intentará imponer una "igualdad abstracta" para la mujer, ya que de hecho sólo sería una desigualdad. Al contrario, intentará integrar esta capacidad específica de las mujeres en la actividad social en su conjunto, al mismo tiempo que completa un proceso que el capitalismo no pudo más que iniciar, y así finalizará por primera vez en la historia la división sexual del trabajo.
Notas:
[1]Según una encuesta nacional francesa sobre violencia contra la mujer, publicado en el año 2000, «en 1999, más de 1,5 millones de mujeres se han enfrentado a una situación de violencia verbal, física o sexual. En 1999, 1 de 20 mujeres ha sufrido agresiones físicas, desde golpes a intento de asesinato, [mientras] 1.2% fueron víctimas de agresión sexual, desde acoso sexual a violación. Esta cifra se eleva a 2,2% en el grupo de edad de 20-24»(cf. http: / / [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
[2]Para tomar sólo un ejemplo, según un artículo publicado en 2008 por Human Rights Watch, Estados Unidos fue testigo de un dramático aumento en la violencia contra la mujer durante los dos años anteriores. Ver (cf. http: / / [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
[3]Huelga decir que las mujeres siempre han trabajado. Pero en las sociedades de clase antes de capitalismo, su trabajo se mantuvo esencialmente en el dominio privado, doméstico
[4] [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
[5][Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] [1]. Las "hermanas menores" fue el término condescendiente utilizado por las feministas para referirse a las mujeres de la clase obrera
[6] Dreadnought: acorazado.
[7] «El derecho sólo puede consistir, por naturaleza, en la aplicación de una medida igual; pero los individuos desiguales (y no serían distintos individuos si no fuesen desiguales) sólo pueden medirse por la misma medida siempre y cuando que se les coloque bajo un mismo punto de vista y se les mire solamente en un aspecto determinado; por ejemplo, en el caso dado, sólo en cuanto obreros, y no se vea en ellos ninguna otra cosa, es decir, se prescinda de todo lo demás» Marx: Crítica al Programa de Ghota, [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] .
[8] Obviamente estamos hablando en términos generales. No todas las mujeres sienten estas necesidad o no la sienten en la misma medida.
publicado en octubre de 2012 por la organización en Gran Bretaña de la Corriente Comunista Internacional - CCI
¿Porqué este título hoy?. No es un poquito anacrónico?. Después de todo, estamos en el siglo XXI. ¿Es que los derechos de la mujer no están reconocidos en una profusión de solemnes declaraciones en todo el mundo?.
En realidad, la cuestión del sufrimiento de las mujeres en una sociedad que todavía es fundamentalmente patriarcal continúa siendo de la mayor importancia[1]. En todo el mundo, la violencia doméstica, la mutilación genital ritual, las ideologías reaccionarias y anticuadas como el fundamentalismo religioso, continúan vigentes e incluso aumentan[2].
Lo que los socialistas del siglo XIX llamaron “la cuestión de la mujer” sigue planteada hasta el día de hoy: ¿cómo crear una sociedad donde las mujeres no sufran más este tipo de opresión? ¿Y cuál debería ser la actitud de los revolucionarios comunistas hacia "la lucha de la mujer"?.
Una cosa hay que decir desde el principio: la sociedad capitalista ha sentado las bases para el cambio más radical que la sociedad humana ha visto jamás. Todas las sociedades anteriores, sin excepción, se basaron en la división sexual del trabajo. Las mujeres, cualquiera que fuera su naturaleza de clase, y sin importar que su situación en ellas fuera más o menos favorable, tenían reservadas ciertas ocupaciones y otras se dedicaban a los hombres. Las ocupaciones de hombres y mujeres podían variar de una sociedad a otra, pero el hecho de esta división era universal. No podemos estudiar aquí en profundidad por qué esto ha sido así: baste decir que la división probablemente se remonta a los albores de la humanidad y que se originó en las dificultades del parto.
Por primera vez en la historia, el capitalismo tiende a eliminar esta división. Desde el principio, el capitalismo transforma el trabajo en trabajo abstracto. Donde antes existía el trabajo concreto del campesino o artesano, regulada por los gremios o el derecho consuetudinario, ahora no hay nada más que la fuerza de trabajo, representada por hora o por trabajo a destajo: quién hace realmente el trabajo es irrelevante. Dado que las mujeres cobraban menos, reemplazaron el trabajo masculino en las fábricas – este fue el caso, por ejemplo, de los tejedores en el siglo XVIII. Con el desarrollo de la maquinaria, el trabajo exige cada vez menos fuerza física, y la fuerza de trabajo humano se sustituirá por la mayor potencia de la máquina. Hoy, el número de empleos que todavía requieren fuerza física masculina es muy limitado, y más y más mujeres están entrando en dominios que habían sido reservados para los hombres. Los viejos prejuicios irracionales sobre las mujeres están desapareciendo y cada vez más mujeres están presentes en profesiones científicas y médicas que sólo se creían convenientes para el hombre, supuestamente más "racional".
La entrada masiva de mujeres en el mundo del trabajo asociado[3] tiene dos consecuencias potencialmente revolucionarias:
· La primera es que, al poner fin a la división sexual del trabajo, el capitalismo ha abierto el camino hacia un mundo donde hombres y mujeres ya no se limitarán a ocupaciones sexualmente determinadas, sino que serán capaces de reconocer su talento como seres humanos completos. Esto a su vez abre la posibilidad de establecer las relaciones entre sexos sobre una base totalmente nueva.
· La segunda, es que las mujeres obtienen independencia económica. Una mujer asalariada ya no es dependiente de su marido para la supervivencia, y esto por primera vez abre la posibilidad a que la masa de las mujeres trabajadoras participen en la vida pública y política.
Bajo el capitalismo, en el tránsito entre los siglos XIX y XX, la demanda para participar en la vida pública no se limitaba a las mujeres trabajadoras. Las mujeres de las clases medias y superiores también reclamaban la igualdad de derechos y el derecho al voto en particular. Esto planteaba un problema en el movimiento de los trabajadores, el de qué actitud debían adoptar hacia los movimientos feministas. Mientras que el movimiento obrero se oponía a toda opresión de las mujeres, los movimientos feministas – porque se planteó la cuestión desde el punto de vista del sexo no de clase – negaban la necesidad de un derrocamiento revolucionario del orden existente por una clase social conformada por hombres y mujeres: el proletariado. Mutatis mutandis, la misma pregunta se plantea hoy en día: ¿qué actitud deben adoptar los revolucionarios hacia el movimiento de liberación de la mujer?
En un artículo sobre la lucha por el sufragio femenino publicada en 1912, la revolucionaria Rosa Luxemburgo hizo una clara distinción entre las mujeres de la clase dirigente y las mujeres proletarias: «la mayoría de las mujeres burguesas que actúan como leonas en la lucha contra las ' prerrogativas del macho ' trotarían como dóciles corderos en el campo de la reacción conservadora y clerical si tuvieran el sufragio (...) Las mujeres de la clases explotadora, económica y socialmente, no son un segmento independiente de la población... Su única función social es ser instrumentos de la propagación natural de las clases dominantes. Por el contrario, las mujeres del proletariado son económicamente independientes. Son productivas para la sociedad como los hombres»[4]. Luxemburgo hace una clara distinción entre la lucha por el voto de las mujeres de la clase trabajadora y la de la mujer burguesa. Ella insiste, además, que la lucha por los derechos de las mujeres es una cuestión para toda la clase trabajadora: «el objetivo es el sufragio femenino. Pero el movimiento de masas que se tiene que llevar a cabo no es una tareas para las mujeres solas, sino que es una preocupación común de la clase para mujeres y hombres del proletariado»
El rechazo del feminismo burgués fue evidente para la bolchevique Aleksandra Kollontai, quien en 1908 publicó La base social de la cuestión de la mujer: «El instinto de clase – digan lo que digan las feministas – siempre se muestra más poderoso que los nobles entusiasmos de políticas 'más allá de las clases’. Mientras la mujer burguesa y sus 'hermanas menores' son iguales en su desigualdad, la primera puede, con completa sinceridad, hacer grandes esfuerzos para defender los intereses generales de la mujer. Pero una vez que la barrera se ha roto y la mujer burguesa ha tenido acceso a la actividad política, los nuevos defensores de los 'derechos de las mujeres' se convierten en defensores entusiastas de los privilegios de su clase (...) Así, cuando las feministas hablan a las mujeres que trabajan sobre la necesidad de una lucha común para lograr algunos “principios básicos para la mujer”, las mujeres de la clase trabajadora son naturalmente desconfiadas»[5]
La I Guerra Mundial demostró que esta desconfianza descrita por Luxemburgo y Kollontai estaba totalmente justificada. Con el estallido de la guerra, el movimiento sufragista (movimiento por los derechos de voto de las mujeres) en Gran Bretaña se dividió en dos: por un lado estaban las feministas lideradas por Emmeline Pankhurst y su hija Christabel que dieron su apoyo incondicional a la guerra y el Gobierno; por otro lado estaba su otra hija Sylvia Pankhurst en Gran Bretaña y su hermana Adela en Australia, que se separó del movimiento feminista para defender una posición internacionalista. Durante la guerra, Sylvia Pankhurst abandonó poco a poco toda referencia al feminismo: su "Federación del sufragio femenino" se convirtió en la "Federación del sufragio de los trabajadores" en 1916, y en 1917 su periódico llamado “El Dreadnought feminista“ cambió su nombre para convertirse en el “El Dreadnought obrero”[6]
Luxemburgo y Kollontai aceptan que las luchas de las feministas y de las mujeres trabajadoras pueden encontrarse de vez en cuando en un terreno común y compartirlo, pero las trabajadoras no deberían diluir sus luchas en el movimiento feminista solamente sobre la base de "derechos de la mujer". Nos parece que los revolucionarios deberían adoptar la misma actitud hoy, por supuesto adaptada a las condiciones de nuestra época actual.
Queremos concluir con algunas reflexiones sobre la "igualdad" como exigencia para las mujeres. Porque el capitalismo trata la fuerza de trabajo como una abstracción contable, su visión de la igualdad también es una abstracción: "la igualdad de derechos". Pero, como cada persona es diferente, la igualdad ante la ley rápidamente se convierte en desigualdad, en la realidad[7]. Desde Marx, los comunistas nunca han exigido "igualdad social". Por el contrario, el lema de la sociedad comunista es: "De cada uno según sus capacidad, a cada uno según sus necesidad". Y las mujeres tienen una necesidad que los hombres nunca tendrán: parir hijos.
Por lo tanto, cada mujer debería tener la posibilidad de traer a sus hijos al mundo y de cuidar de ellos durante sus primeros años, sin contradecir su independencia o su plena participación en todos los aspectos de la vida social. Se trata de una necesidad, una necesidad física, que la sociedad debe apoyar; es una capacidad de la mujer que a la sociedad le interesa alentar, pues de ello depende el futuro de la sociedad[8]. Así pues, es bastante fácil ver que una sociedad verdaderamente humana, una sociedad comunista, no intentará imponer una "igualdad abstracta" para la mujer, ya que de hecho sólo sería una desigualdad. Al contrario, intentará integrar esta capacidad específica de las mujeres en la actividad social en su conjunto, al mismo tiempo que completa un proceso que el capitalismo no pudo más que iniciar, y así finalizará por primera vez en la historia la división sexual del trabajo.
Notas:
[1]Según una encuesta nacional francesa sobre violencia contra la mujer, publicado en el año 2000, «en 1999, más de 1,5 millones de mujeres se han enfrentado a una situación de violencia verbal, física o sexual. En 1999, 1 de 20 mujeres ha sufrido agresiones físicas, desde golpes a intento de asesinato, [mientras] 1.2% fueron víctimas de agresión sexual, desde acoso sexual a violación. Esta cifra se eleva a 2,2% en el grupo de edad de 20-24»(cf. http: / / [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
[2]Para tomar sólo un ejemplo, según un artículo publicado en 2008 por Human Rights Watch, Estados Unidos fue testigo de un dramático aumento en la violencia contra la mujer durante los dos años anteriores. Ver (cf. http: / / [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
[3]Huelga decir que las mujeres siempre han trabajado. Pero en las sociedades de clase antes de capitalismo, su trabajo se mantuvo esencialmente en el dominio privado, doméstico
[4] [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
[5][Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] [1]. Las "hermanas menores" fue el término condescendiente utilizado por las feministas para referirse a las mujeres de la clase obrera
[6] Dreadnought: acorazado.
[7] «El derecho sólo puede consistir, por naturaleza, en la aplicación de una medida igual; pero los individuos desiguales (y no serían distintos individuos si no fuesen desiguales) sólo pueden medirse por la misma medida siempre y cuando que se les coloque bajo un mismo punto de vista y se les mire solamente en un aspecto determinado; por ejemplo, en el caso dado, sólo en cuanto obreros, y no se vea en ellos ninguna otra cosa, es decir, se prescinda de todo lo demás» Marx: Crítica al Programa de Ghota, [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] .
[8] Obviamente estamos hablando en términos generales. No todas las mujeres sienten estas necesidad o no la sienten en la misma medida.