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    Los tres superhéroes de Chernóbil

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    Los tres superhéroes de Chernóbil Empty Los tres superhéroes de Chernóbil

    Mensaje por Chapaev Mar Jun 01, 2010 4:54 pm

    Puede que salvaran a millones de personas sacrificando sus vidas, y ya nadie se acuerda

    Los tres superhéroes de Chernóbil



    lapizarradeyuri.blogspot.com




    Es
    una de las historias más conocidas de nuestro tiempo: el día 26 de
    abril de 1986, el reactor nº 4 de la central nuclear de Chernóbil
    estalló durante el transcurso de una prueba de seguridad mal ejecutada,
    a consecuencia de 24 horas de manipulaciones insensatas y más de
    doscientas violaciones del Reglamento de Seguridad Nuclear de la Unión
    Soviética. Estas acciones condujeron al envenenamiento por xenón del
    núcleo, llevándolo a un embalamiento neutrónico seguido por una
    excursión de energía que culminó en una gran explosión a las 01:24 de
    la madrugada.

    Sobre Chernóbil se han contado muchas mentiras.
    Y las han contado todos, desde las autoridades soviéticas de su tiempo
    hasta la industria nuclear occidental, pasando por los propagandistas
    de todos los signos y la colección de conspiranoicos habituales. Hay
    una de ellas que me molesta de modo particular, y es esa de que los liquidadores
    –el casi millón de personas que acudieron a encargarse del problema–
    eran una horda de pobres ignorantes llevados allí sin saber la clase de
    monstruo que tenían delante. Y me molesta porque constituye un
    desprecio a su heroísmo.

    Y porque es radicalmente falso. Una
    turba ignorante no sirve para nada en un accidente tecnológico tan
    complejo. Los equipos de liquidadores estaban compuestos, sobre
    todo, por bomberos, científicos y especialistas de la industria
    nuclear; tropas terrestres y aéreas preparadas para la guerra atómica;
    e ingenieros de minas, geólogos y mineros del uranio, debido a su
    amplia experiencia en la manipulación de estas sustancias. Es necio
    suponer que esta clase de personas ignoraban los peligros de un reactor
    nuclear destripado cuyos contenidos ves brillar ante tus ojos en un
    enorme agujero.

    Los liquidadores acudieron, sabían lo
    que tenían ante sí, y a pesar de ello realizaron su trabajo con enorme
    valor y responsabilidad. Cientos, miles de ellos, de manera heroica
    hasta el escalofrío. Los bomberos que se turnaban entre vómitos y
    diarreas radiológicas para subir al mítico tejado de Chernóbil,
    donde había más de 40.000 roentgens/hora, para apagar desde allí los
    incendios (la radiación ambiental normal son unos 20
    microrroentgens/hora). Los pilotos que detenían sus helicópteros justo
    encima del reactor abierto y refulgente para vaciar sobre él los buckets
    de arena y arcilla con plomo y boro. Los técnicos y soldados que
    corrían a toda velocidad por las galerías devastadas cantándose a
    gritos las lecturas de los contadores Geiger y los cronómetros para
    romper paredes, restablecer conexiones y bloquear canalizaciones en
    turnos de cuarenta o sesenta segundos alrededor de la sala de turbinas
    (20.000 roentgens/hora). Los mineros e ingenieros que trabajaban en
    túneles subterráneos, inundándose constantemente con agua de siniestro
    brillo azul, para instalar las tuberías de un cambiador de calor que le
    robase algo de temperatura al núcleo fundido y radiante a escasos
    metros de distancia. Los miles de trabajadores y arquitectos que
    levantaban el sarcófago a su alrededor, retiraban del entorno los
    escombros furiosamente radioactivos y evacuaban a la población. Salvo a
    los soldados, sometidos a disciplina militar, a nadie se le prohibía
    coger el petate e irse si no quería seguir allí; casi nadie lo hizo. Es
    más: muchos de ellos llegaron como voluntarios desde toda la URSS,
    especialmente muchos estudiantes y posgraduados de las facultades de
    física e ingeniería nuclear. Esta fue la clase de hombres y no pocas
    mujeres que algunos creen o quieren creer una turba ignorante y
    patética. Esto fueron los liquidadores.



    Un
    helicóptero Mi-8 toca los cables de una grúa utilizada en la
    construcción del sarcófago y cae mientras intenta descargar arena con
    boro sobre el reactor abierto, el 2 de octubre. Las operaciones de
    liquidación se extendieron durante más de un año.

    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] Les llamaban, y se llamaban a sí mismos, los bio-robots,
    que seguían funcionando cuando el acero cedía y las máquinas fallaban.
    No lo hicieron por el dinero, ni por la fama, de lo que tuvieron bien
    poco. Lo hicieron por responsabilidad, por humanidad y porque alguien
    tenía que hacer el maldito trabajo. Hoy quiero hablar de tres de ellos,
    que hicieron algo aún más extraordinario en un lugar donde el heroísmo
    era cosa corriente. Por eso, sólo se me ocurre denominarlos los tres superhéroes de Chernóbil.

    El monstruo del agua que brilla en azul.

    Lo único que hay de cierto en estas suposiciones sobre la ignorancia de
    los liquidadores es que, en las primeras horas, no sabían que había
    estallado el reactor. Pero no lo sabían porque nadie lo sabía. La misma
    lógica errónea de los responsables de la instalación que provocó el
    accidente les hizo creer que había estallado el intercambiador de
    calor, no el reactor; y así lo informaron tanto al personal que acudía
    como a sus superiores. Hay una historia un tanto chusca sobre cómo los
    aviones que llevaban al lugar a destacados miembros de la Academia de
    Ciencias de la URSS se dieron la vuelta en el aire por órdenes del KGB
    cuando éste descubrió, a través de su equipo de protección de la
    central, que había explotado el reactor (además de sus atribuciones de
    espionaje por el que es tan conocido, el KGB "uniformado" desempeñaba
    en la Unión Soviética un papel muy parecido al de nuestra Guardia
    Civil, exceptuando tráfico pero incluyendo la seguridad de las
    instalaciones radiológicas).



    En
    la mañana inmediatamente posterior al accidente, un helicóptero militar
    obtiene las primeras tomas de video donde se observa el reactor abierto
    y fundiéndose.

    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
    Debido a este motivo, en un primer momento se echaron sobre el agujero
    millones de litros de agua y nitrógeno líquido, con el propósito de
    mantener frío y proteger así el reactor que creían a salvo y sellado
    más allá de las llamas y el denso humo negro. Esto contribuyó a
    empeorar las consecuencias del siniestro, pues el agua se vaporizaba
    instantáneamente al tocar el núcleo fundido a más de 2.000 ºC; y salía
    disparada hacia la estratosfera en forma de grandes nubes de vapor que
    el viento arrastraría en todas direcciones.

    De todos modos,
    tenía poco arreglo: era preciso apagar los enormes incendios. Cuando el
    fuego quedó extinguido por fin, no sólo había pasado la contaminación
    al aire, sino que ahora tenían una gran cantidad de agua acumulada en
    las piscinas de seguridad bajo el reactor. Estas piscinas de seguridad,
    conocidas como piscinas de burbujas, se hallaban en dos niveles
    inferiores y tenían por función contener agua por si fuese preciso
    enfriar de emergencia el reactor. También servían para condensar vapor
    y reducir la presión en caso de que se rompiera alguna tubería del
    circuito primario (de ahí su nombre), junto a un tercer nivel que
    actuaba de conducción, inmediatamente debajo del reactor. Así, en caso
    de ruptura de alguna canalización, el vapor se vería obligado a
    circular por este nivel de conducción y escapar a través de una capa de
    agua, lo que reduciría su peligrosidad.

    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
    Ahora, después de la aniquilación, estas piscinas inferiores estaban
    llenas a rebosar con agua procedente de las tuberías reventadas del
    circuito primario y de la utilizada por los bomberos para apagar el
    incendio y en el vano intento de mantener frío el reactor. Y sobre
    ellas se encontraba el reactor abierto, fundiéndose lentamente en forma
    de lava de corio
    a 1.660 ºC. En cualquier momento podían empezar a caer grandes
    goterones de esta lava poderosamente radioactiva, o incluso el conjunto
    completo, provocando así una o varias explosiones de vapor que
    proyectasen a la atmósfera cientos de toneladas de este corio. Eso
    habría multiplicado a gran escala la contaminación provocada por el
    accidente, destruyendo el lugar y afectando gravemente a toda Europa.
    Además, la mezcla de agua y corio radioactivos escaparían y se
    infiltrarían al subsuelo, contaminando las aguas subterráneas y
    poniendo en grave peligro el suministro a la cercana ciudad de Kiev,
    con dos millones y medio de habitantes, en una especie de síndrome de China.

    Se tomó, pues, la decisión de vaciar estas piscinas de manera
    controlada. En condiciones normales, esto habría sido una tarea fácil:
    bastaba con abrir sus esclusas mediante una sencilla orden al ordenador
    SKALA que gestionaba la central, y el agua fluiría con seguridad a un
    reservorio exterior. Pero con los sistemas de control electrónico
    destruidos, esto no resultaba posible. De hecho, la única manera de
    hacerlo ahora era actuando manualmente las válvulas. El problema es que
    las válvulas estaban bajo el agua, dentro de la piscina, cerca del
    fondo lleno de escombros altamente radioactivos que la hacían brillar
    tenuemente en color azul por radiación de Cherenkov. Justo debajo del
    reactor que se fundía, emitiendo un siniestro brillo rojizo.

    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] Así pues, como las máquinas ya no podían, era trabajo para los bio-robots.Alguien
    tendría que caminar, un paso detrás del otro, hacia el reactor
    reventado y ardiente a lo largo de un grisáceo campo de destrucción
    donde la radioactividad era tan intensa que provocaba un sabor metálico
    en la boca, confusión en la cabeza y como agujas en la piel. Viendo
    cómo tus manos se broncean por segundos, como después de semanas bajo
    el sol. Y luego sumergirse en el agua oleaginosa y de brillo tenuemente
    azul, con el inestable monstruo radioactivo encima de las cabezas, para
    abrir las válvulas a mano: una operación difícil y peligrosa incluso en
    circunstancias normales.

    Ese era un viaje sólo de ida.

    Al parecer, la decisión sobre quién lo haría se tomó de manera muy
    simple; con aquella vieja frase que, a lo largo de la historia de la
    humanidad, siempre bastó a los héroes:

    –Yo iré.

    Los tres hombres que fueron.

    Los dos primeros en ofrecerse voluntarios fueron Alexei Ananenko y
    Valeriy Bezpalov. Alexei Ananenko era un prestigioso tecnólogo de la
    industria nuclear soviética, que había participado extensivamente en el
    desarrollo y construcción del complejo electronuclear de Chernóbil:
    cooperó en el diseño de las esclusas y sabía dónde estaban ubicadas
    exactamente las válvulas. Casado, tenía un hijo. Valeriy Bezpalov era
    uno de los ingenieros que trabajaban en la central, ocupando un puesto
    de responsabilidad en el departamento de explotación. Estaba también
    casado, con una niña y dos niños de corta edad.

    Los dos eran
    ingenieros nucleares. Los dos comprendían más allá de toda duda que se
    disponían a caminar de cara hacia la muerte.

    Mientras se
    ponían sus trajes de submarinismo sentados en un banco, observaron que
    necesitarían un ayudante para sujetarles la lámpara subacuática desde
    el borde de la piscina mientras ellos trabajaban en las profundidades.
    Y miraron a los ojos a los hombres que tenían alrededor. Entonces uno
    de ellos, un joven trabajador de la central sin familia llamado Boris
    Baranov, se alzó de hombros y dijo aquella otra frase que casi siempre
    ha seguido a la anterior:

    –Yo iré con vosotros.

    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
    Era media mañana cuando los héroes Alexei Ananenko, Valeriy Bezpalov y
    Boris Baranov se tomaron un chupito de vodka para darse valor,
    agarraron las cajas de herramientas y echaron a andar hacia la lava
    radioactiva en que se había convertido el reactor número 4 del complejo
    electronuclear de Chernóbil. Así, sin más.

    Ante los ojos
    encogidos de quienes quedaron atrás, los tres camaradas caminaron los
    mil doscientos metros que había hasta el nivel –0,5, dicen que
    conversando apaciblemente entre sí. Qué tal, cuánto tiempo sin verte, qué tal tus hijos, a ti no te conocía, chaval, yo es que no soy de por aquí. O parece
    que hoy vamos a trabajar un poco juntos, igual podemos acceder mejor
    por ahí, yo voy a la válvula de la derecha y tú a la de la izquierda,
    tú ilumínanos desde allá
    , parece que va a llover, ¿no?, E incluso está bien buena la secretaria del ingeniero Kornilov, ¿eh?, ya lo creo, menudo meneo le arrearía, pues me parece que este año el Dinamo de Moscú no gana la liga.
    Esas cosas de las que hablan los bio-robots mientras ven cómo su piel
    se oscurece lentamente, se les va un poquito la cabeza debido a la
    ionización de las neuronas y la boca les sabe a uranio cada vez más,
    conteniendo la náusea, sacudiéndose incómodamente porque es como si un
    millón de duendes maléficos te estuvieran clavando agujas en la piel.
    Cinco mil roentgens/hora, llaman a eso.

    Y bajo aquel cielo
    gris y los restos fulgurantes de un reactor nuclear, los héroes Alexei
    Ananenko y Valeriy Bezpalov se sumergieron en la piscina de burbujas
    del nivel –0,5, con una radioactividad tan sólida que se podía sentir,
    mientras su camarada Boris Baranov les sujetaba la lámpara subacuática.
    Ésta estaba dañada y falló poco después. Desde el exterior, ya nadie
    les oía ni les veía.

    Pero, de pronto, las esclusas comenzaron
    a abrirse, y un millón de metros cúbicos de agua radioactiva escaparon
    en dirección al reservorio seguro preparado a tal efecto. Lo habían
    logrado. Alguien murmuró que los héroes Ananenko, Bezpalov y Baranov
    acababan de salvar a Europa. Resulta difícil determinar hasta qué punto
    tenía razón.

    [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
    Hay versiones contradictorias sobre lo que sucedió después. La más
    tradicional dice que jamás regresaron, y siguen sepultados allí. La más
    probable asegura que llegaron a salir de la piscina y celebrar su
    victoria riendo y abrazándose a los mismísimos pies del monstruo, en el
    borde de la piscina; e incluso lograron regresar sus cuerpos, aunque no
    sus vidas. Murieron poco después, de síndrome radioactivo extremo, en
    hospitales de Kiev y Moscú. Aún otra más, que se me antoja casi
    imposible, sugiere que Ananenko y Bezpalov perecieron, pero el joven
    trabajador Baranov pudo sobrevivir y anda o anduvo un tiempo por ahí.

    Esta es la historia de Alexei Ananenko, Valeriy Bezpalov y Boris
    Baranov, los tres superhéroes de Chernóbil, de quienes se dice que
    salvaron a Europa o al menos a algún que otro millón de personas en
    miles de kilómetros a la redonda un frío día de abril. Fueron a la
    muerte conscientemente, deliberadamente, por responsabilidad y
    humanidad y sentido del honor, para que los demás pudiésemos vivir.
    Cuando alguien piense que este género humano nuestro no tiene
    salvación, siempre puede recordar a hombres como estos y otros cientos
    o miles por el estilo que también estuvieron por allí. No circulan
    fotos de ellos, ni han hecho superproducciones de Hollywood, y hasta
    sus nombres son difíciles de encontrar. Pero hoy, veinticuatro años
    después, yo brindo en su recuerdo, me cuadro ante su memoria y les doy
    mil veces las gracias. Por ir.


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    El Sacrificio, de Wladimir Tcherkoff.
    Lectura recomendada:


    • La verdad sobre Chernóbyl,
      con prólogo del Premio Nobel Andrei Sakharov (1991), escrito por el
      ingeniero nuclear Grigory Medvédev, un profundo conocedor de este
      complejo electronuclear y de la política energética soviética. Incluye
      un relato exhaustivo del accidente y haciendo honor a su título, es el
      que menos mentiras cuenta según mi opinión. Seguramente por ese mismo
      motivo, es el más difícil de conseguir. En España lo editó Heptada
      con el ISBN 84-7892-049-8; está agotado, pero siempre se puede intentar
      una llamada. En inglés fue editado con el ISBN 1-85043-331-3 (Tauris
      & Co, Londres) y está disponible aquí.
    De visualización necesaria:


    • El corazón de Chernóbyl.
      Seguramente, el mejor documental que se ha filmado sobre las
      consecuencias humanas del desastre. Desde dentro; tan dentro que la
      directora de la ONG que lo presenta sufrió envenenamiento por cesio-137
      durante la realización. Durísimo, pero absolutamente necesario. En
      inglés, disponible en YouTube: Parte 1, Parte 2, Parte 3, Parte 4. Si te apetece colaborar con esta ONG, puedes hacerlo aquí.

    Enlazo a la pagina leida dese donde hay acceso a dos videos sobre el tema

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    Mensaje por Lenin tenía razón. Vie Jun 04, 2010 2:28 am

    Impresionante, una autentica pesadilla debió haber sido.
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    Mensaje por julss Sáb Jun 05, 2010 10:24 pm

    solo puedo decir una cosa

    ¿kornilov?
    q pintaba un kornilov haciendo algo decente? Smile

    por el resto eso si q son heroes
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    Mensaje por Chapaev Miér Mar 16, 2011 4:13 pm


    Mientras el pánico nuclear provoca escalofríos en todo el planeta, un puñado de valerosos hombres y mujeres permanece firme ante el monstruo de Fukushima, combatiéndole armados con agua de mar. Ante acontecimientos terribles, a menudo, los seres humanos encuentran dentro de sí una valentía que quizá en la vida cotidiana dudaron tener. Un grupo de ingenieros, técnicos, bomberos, soldados y policías -muy conscientes del nivel de radiación se interpone entre el desastre y el resto del mundo. pero en las últimas horas el retén se ha reforzado y son ya 180 los operarios que luchan contra el desastre.

    Los nuevos problemas sufridos por la central nuclear japonesa elevaron ayer la radiación a niveles dañinos para la salud. La empresa gestora de la planta decidió entonces evacuar la mayoría de los técnicos que intentaban mantenerla bajo control. De los 800 trabajadores que permanecían hasta entonces activos en la instalación, se quedó atrás un retén que esta madrugada (hora española) ha tenido que salir durante unas horas debido al alto nivel de contaminación, aunque ya ha vuelto a la misma.

    Su esfuerzo consiste fundamentalmente en bombear agua de mar en los reactores fuera de control para contener el calentamiento de los núcleos. El terremoto y el tsunami inutilizaron los sistemas de refrigeración ordinario y de emergencia. Por tanto, actualmente se utilizan unas 14 bombas que han sido desplazadas hacia la planta.

    Los miembros del retén, embutidos en trajes contra la radiación, con incómodos respiradores o pesadas bombonas de oxígeno, desempeñan las tareas externas en turnos, para reducir la exposición individual. En las pausas, se refugian en la central operativa, que goza de una particular protección contra la contaminación radiactiva. Las explosiones que afectan la planta van complicando aún más la tarea.

    Los riesgos a los que están sometidos, aunque asumidos como inherentes a su profesión, como hacen bomberos o militares profesionales, no dejan de crecer. El Ministerio de Sanidad japonés anunció ayer que elevaría el límite legal de exposición a la radiación a la que puede someterse cada trabajador para que puedan permanecer más tiempo en la central, desde 100 a 250 milisievert. La cantidad quintuplica, según The New York Times, el máximo permitido para los trabajadores de las centrales estadounidenses.

    "Sería impensable elevarlo más, teniendo en cuenta la salud de los trabajadores", admitió el ministro, Yoko Komiyama, que dejó entrever que hoy podrían entrar nuevos operarios a la planta, tal y como luego ha sucedido.

    Un funcionario japonés citado por la cadena CBS asegura que ha logrado hablar con uno de los operarios que siguen en Fukushima, que le ha dicho que no tenía miedo a morir, pues era su trabajo. Según empleados del sector nuclear citados por varios medios estadounidenses, esta reacción no es extraña, fruto de una mezcla de sentido del deber y de lealtad y camaradería hacia los compañeros. A esto se une, en el caso de Japón, la fuerte identificación que los trabajadores sienten hacia sus empresas, y el sentido de sacrificio por el bien de la comunidad.

    Las instalaciones están tan contaminadas que es difícil que los operarios permanezcan cerca de los reactores durante periodos largos. En el caso de tareas en zonas de alta radiactividad, puede que los trabajadores solo permanezcan unos minutos antes de ser sustituidos por otro compañero, según un experto citado por el diario neoyorquino.

    El relevo de los operarios que luchan en Fukushima es una de las preguntas que planea sobre toda la operación. Tokyo Electric Power (TEPCO), la compañía que opera la central, no ha dado datos sobre la identidad de los trabajadores, cómo sustituirlos si están cansados o caen enfermos, ni hasta cuándo se espera que permanezcan en el interior. Solo informó ayer de que barajaba utilizar también helicópteros para echar agua a uno de los reactores. La cadena NHK ha informado del despegue de un aparato, pero finalmente la operación se ha suspendido por la radiación.

    Los pocos datos difundidos no son alentadores. Cinco operarios han muerto desde el terremoto del pasado viernes, y 22 más han resultado heridos por diversas razones, 11 de ellos tras una explosión en el reactor 3. Dos permanecen desaparecidos. Un trabajador tuvo que ser hospitalizado tras agarrarse el pecho y no ser capaz de tenerse en pie, mientras que otro tuvo que ser tratado tras recibir radiación cerca de un reactor dañado.

    El escenario recuerda cada vez más el desastre de Chernóbil. Al amanecer del 26 de abril de 1986, poco después del accidente, unos 600 hombres y mujeres trabajaban desesperadamente para enfriar el reactor y contener la radiación. De ellos, 28 murieron a los pocos días.

    Entre 1986 y 1987, 226.000 personas, fueron enviados por la URSS a trabajar en labores de contención en un radio de 30 kilómetros de la central. El número de víctimas causada por ese accidente es todavía objeto de controversia. Un estudio de la Organización Mundial de la Salud limitó a medio centenar las muertes inmediatas, y a unas 4.000 los previsibles fallecimientos prematuros por cáncer.

    Con información de Georgina Higueras desde Niigata y Andrea Rizzi desde Madrid
    georgina y andrea recoger los tics y devolverselos al jefe de redaccion de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]


    y no obligados al sacrificio por una dictadura brutal-
    Hasta hoy se les conocía como "los 50 de Fukushima"
    en su mayoría militares,
    Otras instituciones elevan el balance mortal a decenas de miles.
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    Mensaje por gazte Miér Mar 16, 2011 4:49 pm

    hostia, sobrecogedor
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    Mensaje por Jesús R Rojo Miér Mar 16, 2011 4:54 pm

    Fue una catástrofe, una autentica catástrofe... y que de echo ha llevado a muchos a tachar de incompetencia al sistema sovitico por los fallos en esta central...
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    Mensaje por Chapaev Miér Mar 16, 2011 6:16 pm

    16-03-2011 / 17:21 h

    Luis Lidón Viena, 16 mar (EFE).- El responsable de descontaminar Chernóbil de 1986 a 1991, Yuli Andreev, considera que la situación que se vive en la central nuclear japonesa de Fukushima demuestra que no se han aprendido las lecciones del accidente en la antigua Unión Soviética.

    A su juicio "no se ha aprendido de los errores", ya que dejar en manos de los operarios de una compañía privada una situación crítica como la de Fukushima es una temeridad, porque éstos carecen de preparación para enfrentarse a una emergencia de semejante magnitud.

    "Los operarios nucleares no están preparados para solventar una emergencia de estas características. Es necesario crear un grupo internacional especializado en este tipo de situaciones para aprender de otros desastres, como Three Mile Island (EEUU) o Chernóbil", explicó.

    Este cuerpo internacional de intervención de emergencia para accidentes nucleares debería contar con una estructura independiente de la industria nuclear y del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA).

    "Aunque parezca extraño, la industria atómica no está interesada en aprender las lecciones de las catástrofes nucleares. Porque cualquier mención sobre una catástrofe hace que caiga en picado la imagen pública de la energía atómica. Por eso tratan de ocultar cualquier mención a un escenario catastrófico", subrayó.

    El OIEA, a su juicio, "es muy cercano a los intereses de la industria nuclear", porque prácticamente todos sus expertos provienen de empresas del sector o están vinculados de alguna manera con el mismo, por lo que sus apreciaciones deben de tomarse con cautela.

    También cree que es un organización "muy débil" para tratar con una situación como la actual ya que depende de la información que le entreguen los estados miembros y del juego de la diplomacia.

    Eso la hace poco eficaz en una situación como la actual, en la que es "momento de presionar para obtener datos reales para evaluar lo que pasa", recalcó.

    "En una situación así no es tiempo para la diplomacia sino para actuar", lo que debería hacer ese cuerpo internacional especializado en accidentes atómicos.

    Andreev, de 73 años, explicó que en abril de 1986 en la planta atómica ucraniana de Chernóbil "se vivió la misma situación": los operarios carecían de formación para solventar la situación y tuvo que ser el Ejército soviético, del que era oficial, el que crease una unidad científica para gestionar el efecto del accidente nuclear.

    De esa experiencia nació Spetsatom, entidad creada para efectuar trabajos de reparación en situaciones de emergencia y para preparar a personal que deba trabajar en condiciones de radiación muy elevada.

    Esta unidad de emergencia, de la que fue director, dejó de existir cuando se desmoronó la URSS en 1991, año en el que emigró a Austria, donde trabaja como profesor en la Universidad de Viena y ha actuado también como asesor del Ministerio de Medio Ambiente en cuestiones de seguridad nuclear.

    "Después del accidente de Chernóbil, le dije al entonces director del OIEA, a (Hans) Blix, que era necesario crear una organización cuya función fuera tratar con accidentes", pero no lo tuvo en cuenta, afirma.

    Sobre el futuro de Fukushima, cree que el escenario más probable es que se produzca algún tipo de fuga radiactiva "no muy poderosa" pero sí prolongada en el tiempo, durante días o semanas, hasta que se estabilice la situación. A su juicio, no se llegará a una escenario devastador de una fusión y reacción en cadena.

    "Si hubiera una fuga significativa, las tareas de descontaminación serían muy complicadas, porque es un área muy densamente poblada", apuntó, para agregar que "la zona más cercana a la central sería muy difícil de recuperar".

    A su juicio la situación más peligrosa se afronta en el reactor 3, alimentado con "mox", una mezcla de plutonio y uranio que es mucho más peligrosa que el combustible nuclear de otros reactores en esa y otras plantas. EFE


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    Mensaje por tartesico Miér Mar 16, 2011 10:58 pm

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    Mensaje por stalingrado en la memoria Jue Mar 13, 2014 1:28 am

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    Mensaje por namregpxp Sáb Jun 07, 2014 11:23 pm

    Se me han erizado los pelos, muy bueno camarada, una historia muy inspiradora.
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