Los primeros “hombres” en enterrar a sus muertos no fueron humanos. Sexo prehistórico entre Neandertales y Sapiens-sapiens
David Rodrigo García Colín Carrillo
“Los hombres de Neandertal, prolijos y bien vestidos, podrían pasar inadvertidos en un subterráneo de Nueva York” [Willian Strauss Jr; A.J.E. Cave]
Al ya de por sí frondoso árbol genealógico de nuestro género -género Homo, al que pertenece nuestra especie- habrá que añadir al Homo naledi, apenas descubierto entre el 2013 y 2014, y que parece ser algo intermedio entre el australopithecus y el género Homo. Habría vivido hace unos 2,5 millones de años. Lo interesante es que presenta el cerebro del primero pero las manos y los pies del segundo, lo que refuerza la tesis de que el crecimiento cerebral fue producto del uso de las manos. Otro asunto relevante de Homo naledi es que los restos de al menos quince individuos aparecen juntos, sin que se presenten restos de otras especies, siendo difícil suponer a un predador que sólo consumiera Homo naledi.
Es probable que este homínido enterrara a sus muertos en la cueva sudafricana donde los hallarán los paleontólogos más de dos millones de años después. Quizá no se trate de un ritual funerario tal como hoy lo entendemos –ni siquiera como lo podía entender el Neandertal- sino exprese el hecho directo y casi instintivo de que al haber vivido juntos, juntos debían permanecer al estar muertos. Probablemente esta expresión directa de lazos sociales fuertes sea la semilla más arcaica -sólo la semilla- de la noción de una vida después de la muerte. La imaginación necesaria para llegar a este último punto, producto de la evolución de las relaciones sociales, pudo haberse dado por vez primera con el Neandertal.
El salto cualitativo para imaginar una vida después de la muerte, requirió una revolución tecnológica y social. Es probable que se haya dado en el paleolítico medio. La tecnología de punta de aquella época -utilizada por el Neandertal- es la tecnología Musteriense o técnica Levallois, consistente en un ingenioso método de fabricar herramientas de sílex dándoles una forma de tortuga para crear hachas de mano. Entre sus útiles encontramos puntas, arpones y proyectiles; por primera vez se crean herramientas compuestas de varias partes (como armas con mango), además de trabajar en hueso, marfil y asta.
Esta tecnología asombrosa requería diversas fases cualitativas en su fabricación, lo que demuestra una capacidad de planeación, imaginación y previsión sin precedentes. Los Neandertales poseían alrededor de sesenta tipos de herramientas de piedra (1) y fabricaban ropa con pieles de animales. Para transmitir estos conocimientos debían poseer un lenguaje –aunque limitado, como veremos-. Con esta tecnología el Neandertal era capaz de especializarse en la caza de presas mayores como mamuts, renos gigantes, alces, etc. Como expresión de sus relaciones sociales, tecnología sofisticada y correlativa imaginación, enterraba a sus muertos, tenía ritos funerarios (que incluían enterramientos con flores y alimentos), cuidaba a sus ancianos y fabricaba (aunque en muy pequeña cantidad) adornos personales.
Un Neandertal, por ejemplo, descubierto en una caverna al norte de Irak era “un hombre ciego, que sufría de artritis y cuyo brazo había sido amputado a la altura del codo. Este individuo vivió hasta los cuarenta años [era anciano] y murió debido al derrumbe de unas rocas, lo que quiere decir que hasta ese momento sus compañeros habían cuidado de él. La amputación del brazo indica también cierto conocimiento médico […] un segundo individuo [tenía en su tumba] no menos de siete especies de flores, todas con propiedades medicinales, entre ellas la cola de caballo [que hasta el día de hoy se usa] en el tratamiento de resfriados y afecciones respiratorias”.(2) Probablemente las flores ofrendadas no tenían propósitos ornamentales, sino curativos; se creía que de alguna forma seguirían siendo útiles al difunto.
El Neandertal rozaba la conducta de simbolización y abstracción del hombre moderno, representando una revolución que pondría punto final a un millón de años de estancamiento. Los enterramientos sugieren lazos sociales y emocionales extremadamente fuertes, expresión de una caza extremadamente cooperativa. Sin embargo, la casi inexistencia de arte y la poca evidencia de ritos funerarios hace pensar que la capacidad de simbolización y abstracción estaba relativamente limitada en comparación con el sapiens-sapiens que los sucedieron. Estudios polémicos de los cráneos de estos individuos, así como del tamaño de su laringe, hace pensar que el Neandertal poseía, además, una limitada capacidad vocal, más parecida a la del chimpancé que a la del sapiens-sapiens, que al mismo tiempo limitaba su capacidad lingüística íntimamente ligada a las funciones del intelecto.(3) Además, la frente reducida del Neandertal implica que su corteza prefrontal estaba menos desarrollada, sin ella la capacidad de simbolización, tal como la presenta el hombre moderno, parece problemática.
El estudio del genoma Neandertal que hemos citado demuestra que la diferencia genética incluye a genes involucrados en procesos cognitivos. Todo esto pudo ser decisivo en la suerte del Neandertal al ser incapaz de adaptarse con suficiente rapidez a los cambios climáticos con nueva tecnología. Sin embargo, la importancia histórica del Neandertal es expresada por Marvin Harris con las siguientes palabras: “Si, además de nuestro género, existe algún aspirante al despegue cultural, este es el hombre de Neandertal, una especie extinguida de cuasihumanos que apareció en Europa y Oriente hace cerca de 100.000 años”.(4)
Aún existe debate entre los antropólogos de si el Neandertal representa un eslabón que conduce al Homo sapiens-sapiens o representa a una rama diferente a la del Homo sapiens-sapiens. La segunda opción parece más sólida: un equipo del Instituto de Antropología Evolutiva del Max Plank (Alemania) descifró el 63% del código genético Neandertal, las conclusiones fueron publicadas en 2010 en la revista Science “El ADN mitocondrial de los Neandertales es diferente del de los humanos actuales y muy semejante entre sí, incluso entre individuos separados por miles de kilómetros. Se ha podido estimar, mediante el uso del reloj molecular, que ambos linajes de homínidos se separaron hace medio millón de años. Todo eso indica que los Neandertales no contribuyeron al ADN mitocondrial de los humanos modernos […]”.(5)
De forma desconcertante, sin embargo, el equipo encontró evidencias de hibridación entre humanos y Neandertales; muestras de ADN estudiadas parecen demostrar que “[…] no sólo Neandertales y humanos modernos (Homo sapiens) se aparearon e intercambiaron genes, sino que también lo hicieron con una tercera especie conocida, los denisovanos, una especie arcaica conocida sólo por su secuencia genética obtenida a partir del hueso de un dedo encontrado en la Cueva Denisova, en las montañas Altai (Siberia) […] Parece que Eurasia fue un interesante lugar para ser un homínido en el pleistoceno tardío, con individuos de al menos cuatro grupos encontrándose y, ocasionalmente, teniendo sexo […]”.(6)
La reveladora investigación termina con la conclusión de que los humanos modernos de todo el mundo fuera del África subsahariana debemos a los Neandertales el 2% de nuestro código genético; lo cual es asombroso si consideramos que especies emparentadas pero distintas tendrían descendencia estéril (como el caso de la mula, producto del cruce entre yegua y asno). Quizá estamos ante un caso intermedio: especies tan cercanas que algunos híbridos pudieron dejar descendencia. Este intercambio sexual pudo darse, hace unos 100 mil años, cuando los linajes entre humanos y Neandertales no estaban tan separados. Uno podría estar tentado a sostener la irónica idea de que los humanos genéticamente más puros son las personas originarias del África subsahariana, pero esto tampoco es cierto puesto que se han detectado rastros genéticos de especies no humanas –como bacterias que de por “transferencia horizontal” han introducido sus genes- en todos los humanos del planeta.(7) En conclusión, se trata de otro golpe contundente a las reaccionarias ideas sobre la “pureza racial”. La “raza” humana es híbrida, mestiza quizá por definición. La raza más pura fue el primer microorganismo, este es el ideal verdadero de ser vivo al que debería aspirar cualquier racista.
En la realidad y en la vida no existen categorías fijas e inmutables, casos transitorios y ambiguos abundan. En este terreno la rígida lógica formal no es buena consejera. Se ha descubierto que, bajo ciertas condiciones, dos especies distintas pueden dar lugar a híbridos fértiles. Esto se ha demostrado con roedores y anfibios que comparten un ancestro común no muy lejano. Lo que sucede con roedores y anfibios sucedió con homínidos. La evolución es un proceso donde las ramas se separan y se vuelven a unir sólo para separarse nuevamente. Nuestra noción de evolución debe hacerse dialéctica para acercarse a la complejidad real del proceso vivo. Es sorprendente concluir que en nuestros genes se encuentra oculta la historia de especies cuasihumanas, sus inauditas relaciones, cruces de múltiples características y experimentos evolutivos; mismos que nos definieron como la especie humana que somos hoy.
•Notas
(1) Watson, Peter; Ideas, historia intelectual de la humanidad, Barcelona, Crítica, 2013, p. 69.
(2) Ibid., p. 47.
(3) Cf. Harris, Marvin; Nuestra especie, Alianza Editorial, Madrid, 2004, pp. 85-86.
(4) Ibid., p. 82.
(5) Lalueza-Fox, “El genoma Neandertal”, en: . [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] (link is external)
(6) Corral, Miguel; “El ADN de los Neandertales revela que las cuatro especies humanas se aparearon hace 50.000 años” en:
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(7) [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
David Rodrigo García Colín Carrillo
“Los hombres de Neandertal, prolijos y bien vestidos, podrían pasar inadvertidos en un subterráneo de Nueva York” [Willian Strauss Jr; A.J.E. Cave]
Al ya de por sí frondoso árbol genealógico de nuestro género -género Homo, al que pertenece nuestra especie- habrá que añadir al Homo naledi, apenas descubierto entre el 2013 y 2014, y que parece ser algo intermedio entre el australopithecus y el género Homo. Habría vivido hace unos 2,5 millones de años. Lo interesante es que presenta el cerebro del primero pero las manos y los pies del segundo, lo que refuerza la tesis de que el crecimiento cerebral fue producto del uso de las manos. Otro asunto relevante de Homo naledi es que los restos de al menos quince individuos aparecen juntos, sin que se presenten restos de otras especies, siendo difícil suponer a un predador que sólo consumiera Homo naledi.
Es probable que este homínido enterrara a sus muertos en la cueva sudafricana donde los hallarán los paleontólogos más de dos millones de años después. Quizá no se trate de un ritual funerario tal como hoy lo entendemos –ni siquiera como lo podía entender el Neandertal- sino exprese el hecho directo y casi instintivo de que al haber vivido juntos, juntos debían permanecer al estar muertos. Probablemente esta expresión directa de lazos sociales fuertes sea la semilla más arcaica -sólo la semilla- de la noción de una vida después de la muerte. La imaginación necesaria para llegar a este último punto, producto de la evolución de las relaciones sociales, pudo haberse dado por vez primera con el Neandertal.
El salto cualitativo para imaginar una vida después de la muerte, requirió una revolución tecnológica y social. Es probable que se haya dado en el paleolítico medio. La tecnología de punta de aquella época -utilizada por el Neandertal- es la tecnología Musteriense o técnica Levallois, consistente en un ingenioso método de fabricar herramientas de sílex dándoles una forma de tortuga para crear hachas de mano. Entre sus útiles encontramos puntas, arpones y proyectiles; por primera vez se crean herramientas compuestas de varias partes (como armas con mango), además de trabajar en hueso, marfil y asta.
Esta tecnología asombrosa requería diversas fases cualitativas en su fabricación, lo que demuestra una capacidad de planeación, imaginación y previsión sin precedentes. Los Neandertales poseían alrededor de sesenta tipos de herramientas de piedra (1) y fabricaban ropa con pieles de animales. Para transmitir estos conocimientos debían poseer un lenguaje –aunque limitado, como veremos-. Con esta tecnología el Neandertal era capaz de especializarse en la caza de presas mayores como mamuts, renos gigantes, alces, etc. Como expresión de sus relaciones sociales, tecnología sofisticada y correlativa imaginación, enterraba a sus muertos, tenía ritos funerarios (que incluían enterramientos con flores y alimentos), cuidaba a sus ancianos y fabricaba (aunque en muy pequeña cantidad) adornos personales.
Un Neandertal, por ejemplo, descubierto en una caverna al norte de Irak era “un hombre ciego, que sufría de artritis y cuyo brazo había sido amputado a la altura del codo. Este individuo vivió hasta los cuarenta años [era anciano] y murió debido al derrumbe de unas rocas, lo que quiere decir que hasta ese momento sus compañeros habían cuidado de él. La amputación del brazo indica también cierto conocimiento médico […] un segundo individuo [tenía en su tumba] no menos de siete especies de flores, todas con propiedades medicinales, entre ellas la cola de caballo [que hasta el día de hoy se usa] en el tratamiento de resfriados y afecciones respiratorias”.(2) Probablemente las flores ofrendadas no tenían propósitos ornamentales, sino curativos; se creía que de alguna forma seguirían siendo útiles al difunto.
El Neandertal rozaba la conducta de simbolización y abstracción del hombre moderno, representando una revolución que pondría punto final a un millón de años de estancamiento. Los enterramientos sugieren lazos sociales y emocionales extremadamente fuertes, expresión de una caza extremadamente cooperativa. Sin embargo, la casi inexistencia de arte y la poca evidencia de ritos funerarios hace pensar que la capacidad de simbolización y abstracción estaba relativamente limitada en comparación con el sapiens-sapiens que los sucedieron. Estudios polémicos de los cráneos de estos individuos, así como del tamaño de su laringe, hace pensar que el Neandertal poseía, además, una limitada capacidad vocal, más parecida a la del chimpancé que a la del sapiens-sapiens, que al mismo tiempo limitaba su capacidad lingüística íntimamente ligada a las funciones del intelecto.(3) Además, la frente reducida del Neandertal implica que su corteza prefrontal estaba menos desarrollada, sin ella la capacidad de simbolización, tal como la presenta el hombre moderno, parece problemática.
El estudio del genoma Neandertal que hemos citado demuestra que la diferencia genética incluye a genes involucrados en procesos cognitivos. Todo esto pudo ser decisivo en la suerte del Neandertal al ser incapaz de adaptarse con suficiente rapidez a los cambios climáticos con nueva tecnología. Sin embargo, la importancia histórica del Neandertal es expresada por Marvin Harris con las siguientes palabras: “Si, además de nuestro género, existe algún aspirante al despegue cultural, este es el hombre de Neandertal, una especie extinguida de cuasihumanos que apareció en Europa y Oriente hace cerca de 100.000 años”.(4)
Aún existe debate entre los antropólogos de si el Neandertal representa un eslabón que conduce al Homo sapiens-sapiens o representa a una rama diferente a la del Homo sapiens-sapiens. La segunda opción parece más sólida: un equipo del Instituto de Antropología Evolutiva del Max Plank (Alemania) descifró el 63% del código genético Neandertal, las conclusiones fueron publicadas en 2010 en la revista Science “El ADN mitocondrial de los Neandertales es diferente del de los humanos actuales y muy semejante entre sí, incluso entre individuos separados por miles de kilómetros. Se ha podido estimar, mediante el uso del reloj molecular, que ambos linajes de homínidos se separaron hace medio millón de años. Todo eso indica que los Neandertales no contribuyeron al ADN mitocondrial de los humanos modernos […]”.(5)
De forma desconcertante, sin embargo, el equipo encontró evidencias de hibridación entre humanos y Neandertales; muestras de ADN estudiadas parecen demostrar que “[…] no sólo Neandertales y humanos modernos (Homo sapiens) se aparearon e intercambiaron genes, sino que también lo hicieron con una tercera especie conocida, los denisovanos, una especie arcaica conocida sólo por su secuencia genética obtenida a partir del hueso de un dedo encontrado en la Cueva Denisova, en las montañas Altai (Siberia) […] Parece que Eurasia fue un interesante lugar para ser un homínido en el pleistoceno tardío, con individuos de al menos cuatro grupos encontrándose y, ocasionalmente, teniendo sexo […]”.(6)
La reveladora investigación termina con la conclusión de que los humanos modernos de todo el mundo fuera del África subsahariana debemos a los Neandertales el 2% de nuestro código genético; lo cual es asombroso si consideramos que especies emparentadas pero distintas tendrían descendencia estéril (como el caso de la mula, producto del cruce entre yegua y asno). Quizá estamos ante un caso intermedio: especies tan cercanas que algunos híbridos pudieron dejar descendencia. Este intercambio sexual pudo darse, hace unos 100 mil años, cuando los linajes entre humanos y Neandertales no estaban tan separados. Uno podría estar tentado a sostener la irónica idea de que los humanos genéticamente más puros son las personas originarias del África subsahariana, pero esto tampoco es cierto puesto que se han detectado rastros genéticos de especies no humanas –como bacterias que de por “transferencia horizontal” han introducido sus genes- en todos los humanos del planeta.(7) En conclusión, se trata de otro golpe contundente a las reaccionarias ideas sobre la “pureza racial”. La “raza” humana es híbrida, mestiza quizá por definición. La raza más pura fue el primer microorganismo, este es el ideal verdadero de ser vivo al que debería aspirar cualquier racista.
En la realidad y en la vida no existen categorías fijas e inmutables, casos transitorios y ambiguos abundan. En este terreno la rígida lógica formal no es buena consejera. Se ha descubierto que, bajo ciertas condiciones, dos especies distintas pueden dar lugar a híbridos fértiles. Esto se ha demostrado con roedores y anfibios que comparten un ancestro común no muy lejano. Lo que sucede con roedores y anfibios sucedió con homínidos. La evolución es un proceso donde las ramas se separan y se vuelven a unir sólo para separarse nuevamente. Nuestra noción de evolución debe hacerse dialéctica para acercarse a la complejidad real del proceso vivo. Es sorprendente concluir que en nuestros genes se encuentra oculta la historia de especies cuasihumanas, sus inauditas relaciones, cruces de múltiples características y experimentos evolutivos; mismos que nos definieron como la especie humana que somos hoy.
•Notas
(1) Watson, Peter; Ideas, historia intelectual de la humanidad, Barcelona, Crítica, 2013, p. 69.
(2) Ibid., p. 47.
(3) Cf. Harris, Marvin; Nuestra especie, Alianza Editorial, Madrid, 2004, pp. 85-86.
(4) Ibid., p. 82.
(5) Lalueza-Fox, “El genoma Neandertal”, en: . [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] (link is external)
(6) Corral, Miguel; “El ADN de los Neandertales revela que las cuatro especies humanas se aparearon hace 50.000 años” en:
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