El cine soviético de los años treinta y Lenin
El realismo socialista planteaba que se había alcanzado el triunfo del socialismo y el arte debía “reflejar” ese estado de las cosas, ungiendo al proletario como héroe y al culto a la personalidad de Stalin como líder del supuesto esplendor soviético. Trotski criticó la institucionalización de ese postulado estético como una de las manifestaciones del proceso de burocratización del Estado obrero. Coincidió con los “procesos de Moscú”, cuyas primeras ediciones se produjeron en 1936 y que liquidaron a la vieja guardia del partido bolchevique que había protagonizado la revolución de octubre de 1917.
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Narra los eventos de 1918 en Moscú. En plena Guerra Civil, con un pueblo hambreado y devastado, el gobierno soviético –en el film, liderado por Lenin y Stalin– busca salir de la crisis. Un atentado contra el primero lo deja postrado, y Stalin debe ponerse a la cabeza. La imagen de Lenin sigue la tendencia iniciada por Romm en su anterior película, El hombre del fusil: es el líder del proletariado mundial, pero otro, no cualquier otro, puede "tomar la posta". La culminación llega con la ofensiva roja en Tsaritsin, encabezada por Stalin. En Moscú, Lenin ha recuperado su salud, y saluda los éxitos militares. Su imagen no es la de un líder monumental inalcanzable, sino accesible. Este film fue lanzado a la sombra de los Procesos de Moscú (1936-1938), la gran purga en la que el estalinismo asesinó a la vieja guardia del Partido Bolchevique que dirigió la revolución. En 1956, durante el proceso de desestalinización, la película sería "corregida" ideológicamente, eliminando toda mención a Stalin y Bujarin, a quien la trama muestra como organizador del atentado.
Film dividido en tres episodios: "En mi oscura prisión estaba mi cara", acerca de cómo la revolución destruyó los remanentes feudales en Asia Central, reemplazándolos por educación y tecnologías modernas; "Lo amábamos…", que muestra la reacción de las masas ante la muerte de Lenin; y "En una gran ciudad de piedra", acerca de la manera en que el pueblo continuó el trabajo de Lenin y los logros alcanzados tras su muerte en el campo industrial y agrario.
Cada episodio está basado en canciones populares acerca del líder bolchevique, y utiliza como imágenes los pocos minutos de material de archivo en el que aparece. Si bien se encuentra atravesada por el espíritu de su época, marcada por el apogeo del Termidor staliniano, también es posible señalar que Vertov siguió usando sus técnicas vanguardistas de realización documental. Formalmente, el film mantiene un espíritu innovador. Sería la última película de envergadura realizada por Vertov, a quien la burocracia destinaría a realizar noticieros convencionales.
Relata la historia de un soldado que regresa del frente en el momento en que los bolcheviques toman el poder y sus esporádicos encuentros con Lenin. La tendencia, como en Lenin en 1918, es la de mostrar un Lenin "cercano" a los soldados y la población en general, al tiempo que se realza la figura de Stalin, cuyas múltiples apariciones serían también “retocadas” veinte años después. Curiosamente, la versión emitida por la Televisión Pública omite las apariciones de Stalin, incluidas del film original.
Esta película cuenta con la particularidad de ser resultado de la competencia entre los dos mayores estudios del cine soviético en su momento, Mosfilm y Lenfilm, por hacer un largometraje alusivo al 20º aniversario de la Revolución de Octubre. Hasta ese entonces, la única representación cinematográfica de Lenin había sido la de la silenciosa Octubre, de Sergei Eisenstein. La competencia fue personalmente supervisada por Stalin, quien aprobó la versión final, tras tres meses de filmación. Al día siguiente sería estrenada en el Teatro Bolshoi.
Versión I (antes de la muerte de Stalin)
Versión II (después de la muerte de Stalin)
Precuela de Lenin en 1918, también dirigida por Romm. Describe el rol de Lenin como organizador de la insurrección bolchevique. Lenin llega a Petrogrado y se encuentra con Stalin, quien es mostrado como su más cercano confidente. Se repasan eventos como el disparo del Aurora que daría comienzo a la toma del Palacio de Invierno, con repetidas referencias a la "traición" de Kamenev y Zinoviev –asesinados en 1936 durante los Procesos de Moscú–, quienes no logran arruinar los planes bolcheviques. La película culmina con el discurso triunfal de Lenin en el Segundo Congreso de los Soviets.
Bastante se ha escrito sobre la película silenciosa elegida para cerrar la selección. Al igual que El hombre del fusil, fue realizada con motivo de un aniversario de la Revolución, en este caso el décimo. Aquí no hubo competencia entre los estudios soviéticos: Eisenstein fue convocado tras el éxito internacional de El acorazado Potemkin (1925). Filmada antes de la entronizamción del realismo socialista como doctrina estética oficial –que se produciría en los años treinta–, es la única de la selección en la cual Trotsky juega un papel. Tras el estreno, sin embargo, el director debió reeditarla, bajo órdenes de Stalin, para eliminar toda referencia al líder del Ejército Rojo.
La selección refleja la época estalinista, con obras muy influenciadas por el aparato de propaganda soviético, al servicio de crear una imagen del georgiano como heredero “natural” del lugar ocupado antes por Lenin, llegando al extremo de hacerlo aparecer en lugares donde no estuvo en la realidad. El realismo socialista en el cine soviético cumplió en parte su objetivo de crear un cine “al alcance de las masas”, alejado de las vanguardias. Un caso de éxito es, sin dudas, Chapaev (1934), de los hermanos Vasilyev, una ficción sobre un héroe de la guerra civil, vista en un año por treinta millones de personas sólo en la Unión Soviética. Con la muerte de Stalin el realismo socialista caería en desuso el género, si bien seguiría siendo la estética “oficial” hasta 1991.
En la producción cinematográfica rusa más recientemente se pueden ver películas sobre Lenin ya libres de la presión censora de la burocracia soviética, pero no de los prejuicios capitalistas contra la gesta revolucionaria de los bolcheviques.
Hay salvedades honrosas de cierto interés, sin embargo, como es el caso de Taurus (2000), de Aleksandr Sokurov (a quien de ningún modo podemos llamar un leninista), que se enfoca no ya en el Lenin vigoroso de Octubre, sino en un Lenin debilitado tras dos derrames cerebrales, y vigilado de cerca por Stalin. El Lenin cuyo testamento político había sido desatendido.
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El realismo socialista planteaba que se había alcanzado el triunfo del socialismo y el arte debía “reflejar” ese estado de las cosas, ungiendo al proletario como héroe y al culto a la personalidad de Stalin como líder del supuesto esplendor soviético. Trotski criticó la institucionalización de ese postulado estético como una de las manifestaciones del proceso de burocratización del Estado obrero. Coincidió con los “procesos de Moscú”, cuyas primeras ediciones se produjeron en 1936 y que liquidaron a la vieja guardia del partido bolchevique que había protagonizado la revolución de octubre de 1917.
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Lenin en 1918 (1939), de Mikhail Romm
Narra los eventos de 1918 en Moscú. En plena Guerra Civil, con un pueblo hambreado y devastado, el gobierno soviético –en el film, liderado por Lenin y Stalin– busca salir de la crisis. Un atentado contra el primero lo deja postrado, y Stalin debe ponerse a la cabeza. La imagen de Lenin sigue la tendencia iniciada por Romm en su anterior película, El hombre del fusil: es el líder del proletariado mundial, pero otro, no cualquier otro, puede "tomar la posta". La culminación llega con la ofensiva roja en Tsaritsin, encabezada por Stalin. En Moscú, Lenin ha recuperado su salud, y saluda los éxitos militares. Su imagen no es la de un líder monumental inalcanzable, sino accesible. Este film fue lanzado a la sombra de los Procesos de Moscú (1936-1938), la gran purga en la que el estalinismo asesinó a la vieja guardia del Partido Bolchevique que dirigió la revolución. En 1956, durante el proceso de desestalinización, la película sería "corregida" ideológicamente, eliminando toda mención a Stalin y Bujarin, a quien la trama muestra como organizador del atentado.
Tres cantos para Lenin (1934), de Dziga Vertov
Film dividido en tres episodios: "En mi oscura prisión estaba mi cara", acerca de cómo la revolución destruyó los remanentes feudales en Asia Central, reemplazándolos por educación y tecnologías modernas; "Lo amábamos…", que muestra la reacción de las masas ante la muerte de Lenin; y "En una gran ciudad de piedra", acerca de la manera en que el pueblo continuó el trabajo de Lenin y los logros alcanzados tras su muerte en el campo industrial y agrario.
Cada episodio está basado en canciones populares acerca del líder bolchevique, y utiliza como imágenes los pocos minutos de material de archivo en el que aparece. Si bien se encuentra atravesada por el espíritu de su época, marcada por el apogeo del Termidor staliniano, también es posible señalar que Vertov siguió usando sus técnicas vanguardistas de realización documental. Formalmente, el film mantiene un espíritu innovador. Sería la última película de envergadura realizada por Vertov, a quien la burocracia destinaría a realizar noticieros convencionales.
El hombre del fusil (1938), de Sergei Yutkevich
Relata la historia de un soldado que regresa del frente en el momento en que los bolcheviques toman el poder y sus esporádicos encuentros con Lenin. La tendencia, como en Lenin en 1918, es la de mostrar un Lenin "cercano" a los soldados y la población en general, al tiempo que se realza la figura de Stalin, cuyas múltiples apariciones serían también “retocadas” veinte años después. Curiosamente, la versión emitida por la Televisión Pública omite las apariciones de Stalin, incluidas del film original.
Esta película cuenta con la particularidad de ser resultado de la competencia entre los dos mayores estudios del cine soviético en su momento, Mosfilm y Lenfilm, por hacer un largometraje alusivo al 20º aniversario de la Revolución de Octubre. Hasta ese entonces, la única representación cinematográfica de Lenin había sido la de la silenciosa Octubre, de Sergei Eisenstein. La competencia fue personalmente supervisada por Stalin, quien aprobó la versión final, tras tres meses de filmación. Al día siguiente sería estrenada en el Teatro Bolshoi.
Versión I (antes de la muerte de Stalin)
Versión II (después de la muerte de Stalin)
Lenin en Octubre (1937), de Mikhail Romm
Precuela de Lenin en 1918, también dirigida por Romm. Describe el rol de Lenin como organizador de la insurrección bolchevique. Lenin llega a Petrogrado y se encuentra con Stalin, quien es mostrado como su más cercano confidente. Se repasan eventos como el disparo del Aurora que daría comienzo a la toma del Palacio de Invierno, con repetidas referencias a la "traición" de Kamenev y Zinoviev –asesinados en 1936 durante los Procesos de Moscú–, quienes no logran arruinar los planes bolcheviques. La película culmina con el discurso triunfal de Lenin en el Segundo Congreso de los Soviets.
Octubre (1927), de Sergei Eisenstein
Bastante se ha escrito sobre la película silenciosa elegida para cerrar la selección. Al igual que El hombre del fusil, fue realizada con motivo de un aniversario de la Revolución, en este caso el décimo. Aquí no hubo competencia entre los estudios soviéticos: Eisenstein fue convocado tras el éxito internacional de El acorazado Potemkin (1925). Filmada antes de la entronizamción del realismo socialista como doctrina estética oficial –que se produciría en los años treinta–, es la única de la selección en la cual Trotsky juega un papel. Tras el estreno, sin embargo, el director debió reeditarla, bajo órdenes de Stalin, para eliminar toda referencia al líder del Ejército Rojo.
La selección refleja la época estalinista, con obras muy influenciadas por el aparato de propaganda soviético, al servicio de crear una imagen del georgiano como heredero “natural” del lugar ocupado antes por Lenin, llegando al extremo de hacerlo aparecer en lugares donde no estuvo en la realidad. El realismo socialista en el cine soviético cumplió en parte su objetivo de crear un cine “al alcance de las masas”, alejado de las vanguardias. Un caso de éxito es, sin dudas, Chapaev (1934), de los hermanos Vasilyev, una ficción sobre un héroe de la guerra civil, vista en un año por treinta millones de personas sólo en la Unión Soviética. Con la muerte de Stalin el realismo socialista caería en desuso el género, si bien seguiría siendo la estética “oficial” hasta 1991.
En la producción cinematográfica rusa más recientemente se pueden ver películas sobre Lenin ya libres de la presión censora de la burocracia soviética, pero no de los prejuicios capitalistas contra la gesta revolucionaria de los bolcheviques.
Hay salvedades honrosas de cierto interés, sin embargo, como es el caso de Taurus (2000), de Aleksandr Sokurov (a quien de ningún modo podemos llamar un leninista), que se enfoca no ya en el Lenin vigoroso de Octubre, sino en un Lenin debilitado tras dos derrames cerebrales, y vigilado de cerca por Stalin. El Lenin cuyo testamento político había sido desatendido.
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